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Den unge skum por HSMJYJ_6501

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Notas del fanfic:

Tantas cosas que aclarar... primero que este fic lo escribí gracias a Lyn c: porque ella me ató a una silla y me amenazó con hacerme desangrar con fotos del negro desnudo, y claro que me negué a semejante barbaridad -sí,claro-.


Luego, uff, casi lloré de la frustración con este fic porque honestamente, el HunHan no es lo mío D:


Después, que es un fic basado en la historia detrás de la letra de Baby Don't Cry


Aquí pueden ver la letra


Y aquí pueden leer una reseña de la historia de La Sirenita :B


El título del fic está en danés, significa "El joven de la espuma". Ya que el título original de La Sirenita es en danés, me pareció bien hacer el título del fic en el mismo idioma <3

Notas del capitulo:

Le puse una advertencia +16, tampoco sin exagerar, debido a los pensamientos del Sehuneichon que puedan parecer algo enfermizos~ <3

Sehun abre los ojos por la mañana, encontrándose completamente solo en sus aposentos. Seguramente su mujer ha ido a tomar un paseo durante el amanecer, él sabía lo mucho que ella amaba eso.


Con los ojos aún algo desorbitados por la casi inexistente luz, el príncipe se incorporó en la cama, con millones de pensamientos centrados en un solo ser: Luhan, el príncipe del mar.


Sus sueños y pesadillas se centraban las últimas noches en las pequeñas y delgadas manos de Luhan encerrando una daga en la noche de bodas de Sehun junto a su esposa; irónicamente le hacía lucir aún más la inocencia que le rodeaba, y Sehun no podía hacer más que desear enfermamente que el arma le atravesara el cuerpo para que su piel y su carne dolieran tanto como las extremidades de Luhan en aquella fiesta, cuando ya había caído enamorado de él y no se atrevió a pedirle que huyeran juntos al saber que se iba a casar con la princesa del sur. Porque Sehun en su momento, le deseó con locura y le amó con ferviente pasión. Y su anhelo por morir como castigo, le parecía justo y necesario.


Porque había sido un cobarde.


Pero Luhan no lo hizo, y Sehun descubrió un nuevo tipo de dolor, que si bien no era suficiente, era bueno por el momento como una especie de tentempié: la frustración.


Luhan tenía un corazón tan puro, noble y bondadoso, que hacía que la culpa en el corazón de Sehun doliera cada vez más. El rubio renunció a tantas cosas por el cariño que alguna vez le tuvo a Sehun, y él ni siquiera intentó luchar por su amor, por su felicidad. Su cuerpo temblaba desesperado y suplicaba un escape. Sus ojos habían visto al príncipe del mar huir hasta su vasto dominio y desmoronarse hasta que se volvió espuma, y su olor se incrementó, inundando los sentidos de Sehun. Las chispas de sal que le hacían brillar bajo el sol, se deshicieron, y de ellas solo quedó el recuerdo de su olor en el pensamiento de Sehun.


En aquél momento, el príncipe humano se permitió llorar y desesperarse por su situación. Luhan le había visto casarse con la princesa y él no pudo hacer más que mirarle, casi con pena y remordimiento.


El joven primogénito de los dominios terrestres podría ir al mar y acariciar el agua, para sostener por un momento entre sus brazos a Luhan y poder recordar de nuevo su olor. Podría bailar en el agua para recordar la noche en la que ambos danzaron hasta la mañana siguiente en el baile del reino, en el que Luhan deslumbró a todos y todas con su belleza. Podría reír y volverse loco por haber amado a un ser que solo existía en las historias y leyendas de los piratas y comerciantes que viajaban por el mar. Podría amar de nuevo, libremente a Luhan.


Sehun se acostó de nuevo en su lecho, disfrutando de la soledad matutina. Mirando hacia la nada, se imaginó a sí mismo desnudándose en el agua y haciéndole el amor a la espuma marina, como si estuviera poseyendo a Luhan.


A su hermoso príncipe del mar.


Sabía que estaba perdiendo la cabeza, y que su delirio es solo el platillo de entrada que precede a su próxima felicidad.


Sin detenerse a meditarlo, Sehun decidió que se aseguraría de dejar un heredero para que fuera el futuro rey, y después de ello, podría alcanzar a Luhan en la otra vida.


Esa misma noche, cuando la luna estuvo en su apogeo, poseyó a su mujer como si estuviese con su príncipe del mar en la noche de bodas. Pensó en él, y su olor adherido a sus recuerdos fue suficiente para que Sehun pudiera distinguir entre su locura, las facciones suaves y delicadas de Luhan, su tenue sonrisa y sus cabellos rubios. El príncipe sonrió esa noche, por primera vez desde que Luhan murió y su alma se perdió en el mar junto a su amor. Una sonrisa física fue dedicada a su esposa, pero el sentimiento de plenitud fue consagrado a Luhan.


Sus sentidos fueron abandonándole lentamente, hasta que su mujer cayó dormida y Sehun se encontró a sí mismo en el muelle, parado bajo el manto nocturno, iluminado por la luna.


Las olas del mar eran más crueles por la noche, y la fuerza de sus estocadas aún más brutas. La marea era naturalmente alta, y sin pensarlo dos veces, Sehun se dejó caer en el agua sin ningún cuidado como si las rocas se tratasen de suaves almohadillas rellenas de algodón y forradas con plumas de ave.


Su razón y pensamiento fueron desapareciendo, y su corazón poco a poco, dolorosamente fue cesando sus latidos.


Para cuando despertó a la mañana siguiente, el olor del mar y la brisa le hicieron temblar, temeroso de los pensamientos que comenzaba a suponer su mente; Sehun abrió los ojos, descubriéndose a sí mismo bajo un cielo despejado pero sin sol, y algunas aves volando frente a sus ojos.


Se incorporó despacio, tratando de asimilar su alrededor y el sonido que provocaban los golpeteos de algunos cuerpos contra las olas algunos metros frente a él. Reconocería el olor en donde fuera.


El olor a sirena.


Estaba vivo... después de todo, las hermanas de Luhan no iban a dejarle muy fácil el privilegio de morir y deshacerse de su sufrimiento. Sehun sabía que fueron ellas, no era difícil averiguarlo gracias a las huellas de sus colas en la arena, además del golpeteo del agua que escuchó recientemente.


Y sintió envidia de Luhan por tener una familia como aquella, mientras que él solo era amado por su esposa, a quien no podía querer de la misma manera.


Entonces decidió que la próxima vez haría las cosas bien.


— ¡Alteza! —El príncipe volvió la mirada detrás de él, descubriendo a varios guardias correr hacia donde estaba. El comandante Kim hizo una reverencia seguido de los demás oficiales y Sehun correspondió con un asentimiento ligero—. El reino se ha mantenido en vela durante el amanecer buscándole por el palacio y los alrededores, hasta que su alteza, la princesa consorte nos ha sugerido venir por estos lares en su búsqueda. ¿Se encuentra bien, señor?


Sehun frunció los labios, frustrado por tener que dar explicaciones de ese tipo.


—Estoy bien —el príncipe no ocultó su molestia y pasó de largo, ignorando cualquier palabra del comandante sobre "estar angustiados"—, solo salí a dar un paseo y me quedé dormido, es todo.


El noble se encaminó hacia el palacio, seguido de los guardias quienes vigilaban y protegían su andar. A Sehun no le importó ir descalzo por el muelle, después de todo, se encargaría de morir pronto y esas cosas no le importaban a un muerto.


Afortunadamente, su padre había salido hace unos días por la temporada de caza, y él era el cabezal en esos momentos, así que nadie tenía que reclamarle nada.


Para cuando llegó a sus aposentos, se encargó de pedirles a las doncellas que prepararan un baño de hierbas frescas, porque quería quitarse ese olor a océano que le atormentaba recordándole su fracaso y frustración. Porque no soportaba seguir viviendo con el recuerdo de la noche en la que perdió a Luhan. Porque quería mantenerse con la cabeza fría para intentar meditar las palabras que su mente no podía dejar de formular y tratar de pensar en alguna solución que le dejara satisfecho.


Quizá... debería ser honesto consigo mismo; dejar de ser cobarde y afrontar su situación, porque después de todo, Luhan sufrió tanto o más que él, y su castigo nunca sería suficiente.


Justamente, estando relajado en la tinaja, Sehun no puede evitar volver a sentirse abatido. Las hermanas sirenas de Luhan verdaderamente le odian, y jamás le permitirían reunirse con el príncipe del mar en donde quiera que esté.


Pero Sehun también amaba a Luhan, y sabía que el pequeño príncipe le quería de igual manera, por lo que ideó un plan para poder convencer a las princesas de que le dejaran morir y reunirse con él en la espuma marina.


Felizmente, después de un par de semanas, la llegada de la luna llena conllevó el anuncio de que por fin, la princesa consorte había concebido a un heredero para la generación futura. Y esa noche, Sehun iba a llevar a cabo su plan.


Las cartas cuyas palabras habían sido premeditadas todo este tiempo, fueron entregadas a una doncella que se encargaría de repartirlas a los reyes, a la princesa, y al hijo que heredaría el trono al momento de ser coronado. Todo estaba perfectamente planeado, y Sehun esperaba que todo saliera impecable.


Ahora tocaba su parte.


Cuando el atardecer en la costa pintó el cielo de color anaranjado, Sehun cabalgó hacia el muelle, con la excusa que saldría a dar un paseo para asimilar que tenía un hijo en camino y agradecer a la vida por ello. Vaya ironía, si lo que estaba a punto de hacer era suplicarle a la vida que le abandonara.


El príncipe ató las cuerdas del equino en un lugar en donde pudiera ser divisado, así no lo abandonaría del todo; quizá alguien lo encuentre y lo venda o lo devuelva al palacio.


De nuevo, sin pensarlo dos veces, se tomó la molestia de quitarse los zapatos y arremangarse la camiseta hasta el antebrazo. Esta vez, se aseguraría de saltar lejos, ya que su plan no era morir inmediatamente, sino dejar que las sirenas le salvasen.


Sehun dio unos pasos hacia atrás para tomar vuelo, respiró sus últimas bocanadas de aire, despidiéndose del oxígeno que le permitía vivir. Pensando una vez más en sus padres, en cómo sería su hijo, en el nombre que él había elegido en la carta que mandó darle a su esposa: Joonmyun, como el abuelo materno de Sehun.


Pensó en Luhan y sus cabellos meciéndose al ritmo del viento. Pensó en la primera vez que le vio, fuera del mar con una expresión preocupada y unos destellos de luz provenientes de sus dedos. Él le había salvado de morir ahogado la última vez que se embarcó a las islas del este.


Si Luhan viviera, no permitiría que se suicidara. Lo evitaría una y otra vez, y las veces que fueran necesarias. Pero si Luhan estuviese vivo, a su lado, Sehun no tendría necesidad de aquello, ni siquiera tendría esos pensamientos en contra de su vida.


El príncipe humano lanzó un beso silencioso al viento, esperando darle más de ellos a Luhan cuando estuviera a su lado, porque ese sería su último beso dedicado a él como mortal.


El príncipe Sehun, primogénito heredero al trono, ya no lo sería más.


El general de las tropas del reino, ya no lo sería más.


El esposo de la princesa del sur, ya no lo sería más.


Ya todo se acabaría.


Sehun corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron dirigiéndose a su final, dio un gran salto impulsándose del borde del muelle de madera y cayó de cabeza, sintiendo su cabeza golpeándose severamente contra las rocas, y su cuello resultando dislocado por la fuerza de la caída.


Esta vez, las sirenas no harían nada para salvarle.


La extensión de agua a su alrededor, pronto se tiño de rojo, luego fue juntándose, y posteriormente bulló hasta que el dolor desgarrador en la cabeza y columna pronto fue reemplazado por la delicada sensación de las olas balanceando su cuerpo al ritmo de las musicales risas de las sirenas.


—Te cumplimos tu deseo, Oh Sehun.


Una de ellas, la mayor pareciera susurrarle en el oído, mientras el adormecedor balanceo de las olas era cada vez más relajante.


— ¿Tú querías convertirte en espuma, verdad? Como nuestro hermano lo fue alguna vez.


La mediana pronunció, y la menor junto a la mayor rieron en esa sonata armoniosa que Sehun ya comenzaba a odiar.


Por supuesto que sí, lo que Sehun más quería, era convertirse en espuma para poder ser como Luhan, y que sus almas burbujeantes danzaran juntas en la bahía por la eternidad.


—Entonces ya lo eres. Pero Luhan ahora es un hijo de aire. Mi padre le consiguió un alma a cambio de que le concediera la de mi hermano a un humano. Adivina quién fue el afortunado.


Aquellas risas nuevamente, que comenzaban a antojársele tortuosas, le hicieron casi caer en la desesperación. Lo que alguna vez sintió como la noticia más regocijante, comenzó a ser una pesadilla.


Pero se lo merecía, por haber roto el corazón más puro y hermoso que haya existido antes.


Morir no fue suficiente, porque su hermoso y adorado príncipe del mar, se había convertido en un alma, hijo del aire; mientras que Sehun era ahora, pequeñas chispas de ello en el mar que desaparecerían con el tiempo en el vasto océano, después de ser debidamente torturado con las burlas de las sirenas. Sehun se transformó en espuma, el viento marino. Y Luhan fue el viento celestial.


 


«Querido hijo.


Seguramente hoy es la ceremonia de tu coronación como rey de nuestras tierras, así que, déjame felicitarte por una vez por este gran momento.


Como sabrás, yo nunca pude llegar a tu posición, quizá algunos ya te habrán contado por qué y le habrán añadido alguna que otra cosa que haya salido de su imaginación respecto a los motivos de mi muerte.


No, no soy un cobarde por haberme suicidado, todo lo contrario, fue una decisión valiente, porque no cualquiera decide quitarse la vida de esta manera.


No, tampoco lo hice porque no te amaba. ¿Sabes? Incluso imaginé el color de tu cabello. ¿Es castaño como el mío? ¿Es rojo, como el tu madre?


Tampoco estaba loco cuando decidí quitarme la vida, hijo. Quizá algo parecido, pero no del todo loco.


Yo amé a alguien.


A quien los marineros pronuncian con voces de deseo o desprecio. Quien posee los dominios de los siete mares y tiene un canto tan hermoso, mejor que el de los cantantes de ópera.


Me enamoré de quién alguna vez salvó mi vida, de quien quiso quitármela en una ocasión para poder sobrevivir, pero no se atrevió a hacerlo porque me amaba.


Quizá hayas tenido una sospecha ligera anteriormente.


Me enamoré de un príncipe del mar, del hijo de Poseidón.


El amor nos vuelve locos, nos quita la razón y nos hace actuar desesperadamente.


Enamórate, vuélvete loco, pero de felicidad, y  no permitas que te quite la razón y te desespere. Siéntelo, vívelo, ámalo.


No sé si decidí correctamente, pero déjame sentir los latidos de tu corazón en el mar, permíteme distinguir tu rostro bañado en agua, porque ¿sabes? Las sirenas dicen que al morir, te conviertes en espuma, y eso es lo que tu padre es ahora.


Quizá ni encuentre las palabras correctas para despedirme en esta carta, porque la realidad es que no quiero hacerlo, pero lo haré con la debida formalidad que un padre le debe a su heredero.


Paz y prosperidad para tu reino, durante tu gobierno y el de tus sucesores.»


Joonmyun dobló el trozo de papel que la doncella le había entregado. Una mezcla de sentimientos le invadieron y de repente, se sintió aunado a los sentimientos de su padre.


—Cariño, ¿ocurre algo?


El futuro gobernante volteó la vista hacia su esposa, la futura reina.


—Nada, amor. —Joonmyun se levantó de la silla y caminó hacia el umbral para depositar un beso en la frente de su mujer—. ¿Sabes? Papá también se enamoró de una sirena... bueno, de un sireno.

Notas finales:

No sé si haya sido lo que querías, Joce u_u OTL. Casi me deprimo de la desesperación... ok no xD


PD: No crean que alabo el tema del suicidio, simplemente me adentré en lo que Sehun pudiera sentir en esa posición.


Ok, la palabra "sireno" tampoco existe, pero lo puse porque me pareció bonito para el diálogo c: aparte, Rigo Tovar la usa en su canción e____é


Espero que les haya gustado, lo hice con amor y lágrimas... desde el celular XD <3


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