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Red Lotus and a Swallowtail of Glass por Kyokawiichan

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Notas del fanfic:

Kyokawiichan aquí, volviéndose a endeudar con Amor-Yaoi luego de haber saldado todas mis cuentas en los años anteriores.

Tras publicar hace mucho tiempo historias tales como Animal Instinc, Merciless Sorrow, Macabre Cockroach in a Red Cage y Machiavellism. , decidí regresar con una nueva propuesta, mi siguiente obra escrita junto a una persona muy especial, Amanda. 

Ojalá tenga una buena recepción, espero sus comentarios con ansias.

Tengan un buen día :) 

Notas del capitulo:

Les dejo el prólogo como obvia evidencia sobre lo que será mi fic y espero les guste.

 

Kyokawiichan out~

Su mano temblorosamente llegó hasta su frente, desorientado, todo su cuerpo dolía de manera indescriptible. No tenía claro que había ocurrido, lo último que recordaba era la sorpresa de una luz cegadora, y luego vueltas.

Vueltas sin sentido.

Poco a poco comenzó a caer en la cuenta, y su respiración comenzó a agitarse con esfuerzo, intentó moverse, pero estaba atrapado entre su asiento y la presión de la bolsa que había logrado salvarlo de un impacto mayor. Tosió un poco, notando el sabor metálico en la boca… de a poco volteó su rostro hacia el asiento del co-piloto, pero la persona que estaba allí no lo miraba directamente, pero pudo percibir apenas el movimiento de su espalda, aún respiraba, con tanto esfuerzo como él. Del automóvil manaba humo, y de ese lado toda la carcasa estaba aplastada al haber chocado de costado contra el tronco de un árbol cerca de la carretera. Trató de extender su mano, pero todo dolía tanto…

Sus ojos volvieron a abrirse al sonido de una sirena, no podía enfocar bien y estaba incluso más desorientado que antes. Sentía frío, y seguía mirando en dirección a aquella persona que parecía no responder, aun cuando el carro comenzaba a tambalearse debido a los intentos exteriores para abrir las puertas.

Sintió unos dedos en su cuello e inmediatamente todo se volvió movimientos dolorosos y sin aparente sentido, mientras dos sujetos lo sacaban de su prisión y rápidamente lo acomodaban sobre una camilla. Trató de hablar, solo quería saber de aquella otra persona, pero estaba muy mareado, tal vez había perdido más sangre de la que había pensado. La conversación ajena apenas se procesaba en su cabeza.

- Tuvo suerte, tal vez solo alguna fractura, ¿ella cómo esta? -
- Muy débil, vamos al hospital, deprisa -

Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba en ese lugar frío, sometido a una presión molesta, pero el techo blanco de la ambulancia consiguió angustiarlo incluso más.

- Kei… -
- Tranquilo, señor. Ya estamos llegando -
- Kei… - frunció un poco su ceño, sin muchas fuerzas.

Por tercera vez el movimiento lo sacó de ese estado perdido, el dolor comenzó partiendo del centro de su cuerpo extendiéndose lentamente hacia sus extremidades. Estaba completamente maltratado, pero ninguno era un dolor insoportable. Estaba en una camilla, y pronto el sonido comenzó a esclarecerse y pudo notar que estaba seguramente en la sala de emergencias de un hospital, donde la gente corría.

- ¿Señor? - de repente un hombre de bata blanca se dirigió a él - Señor, ¿cuál es su nombre? -
- … Nishimura… Kyo…, disculpe, necesito saber cómo… cómo está la chica que me acompañaba -
- ¿Qué relación tenía con ella, Nishimura-san? -
- … Ella… es… es mi esposa, ¿por qué es eso importante? ¿Puede decirme como está? - un poco confundido de que usara justamente esas palabras, esa expresión.
- Nishimura-san, sabemos que es un momento muy difícil para usted… -
- Por favor, solo quiero saber si se pondrá bien - interrumpiéndolo, a pesar de saber que era lo siguiente.
- Pero es muy importante que nos diga si ella era donante… -

Sus manos seguían inquietas, había estado retorciendo sus dedos desde hace horas y sabía que aún no pasaba ni la mitad del tiempo que debía esperar. No conseguía calmar su mente ni los latidos nerviosos de su corazón. Estaba cansado, fatigado, estresado…y asustado. Cada vez que veía a alguien de blanco salir de aquella sala, todo aquel miedo se intensificaba.

Habían estado esperando durante tanto tiempo por esa operación. Con cada día que pasaba, más se resignaba a lo peor, pero debía continuar con su actuación frente al menor, fingiendo calma y esperanzas, darle ánimo aunque él no lo sintiese para nada. Pero ahora si podía tener esperanzas de verdad. Y, sin embargo, la agonía de las semanas anteriores no se comparaba en absoluto con la agonía que sentía durante esas horas, en ese momento.

¿Y cuánto más debía esperar?...

Las horas seguían pasando como eternidades y sus parpados pesaban…Pensó en Ruki nuevamente, como lo había hecho a cada segundo. No podía dormirse, no en ese momento…

Abrió los ojos extremadamente sobresaltado cuando una mujer lo despertaba con una voz tranquila y gentil. Era una enfermera. Su corazón dio un vuelco y un dolor atacó su estómago al mirarla a la cara.

-Suzuki-san, la operación resultó perfectamente – con una sonrisa-

El impulso de abrazarla fue incontrolable.

Observó distante y en silencio la escena, con tan solo unas pocas vendas visibles. Desafortunada suerte que lo salvó de heridas mayores y comprometedoras, más que bendecido, sentía como si arrastrara una maldición en sus hombros. Miró su mano temblorosa, aquella que había firmado casi sin reaccionar el documento que le permitía a la institución profanar a su amada, pero él sabía que ella lo hubiera querido así, y que de ser él en su lugar, ella también lo habría decidido de ese modo. Y habiendo apenas vivido la pérdida, no podía desearle a nadie más algo como aquello, aún si le dolía como si a si mismo le arrancaran el corazón, aunque mucho de él no podía quedarle ya.

Esperaba que pronto llegaran los familiares, apoyado contra el mueble de un recibidor mirando la habitación con paredes de cristal, donde se tenían a los pacientes recién salidos de cirugías delicadas, a un muchacho dormido en la camilla siendo vigilado de cerca por otro joven, el mismo que había abrazado a la enfermera en la sala de espera. Bajó la cabeza.

- ¿Kyo? ¡Kyo! ¡Dios mío! -

Una pareja madura y alterada se acercó hacia él rápidamente atravesando el pasillo. No veía odio en la mirada eternamente entristecida de ninguno de los dos, pero se inclinó en una reverencia trémula, arrepentido, disculpándose profundamente hasta los huesos por su irresponsabilidad que le había costado la vida de su hija. Sus manos empuñadas comenzaron a temblar y se mordió los labios para no llorar, sin embargo, no podía hacer nada para impedir que las lágrimas cayeran de sus ojos cerrados a los azulejos del pulcro suelo.

Una mano firme se apoyó en su hombro, invitándolo a erguirse. Sus ojos se encontraron con los del hombre que llorando, le negó con suavidad. Estaba de más. Sabían que su adorada pequeña se había casado con un hombre cuidadoso, maduro y responsable, y aunque les desgarraba de tristeza, no podían cargarle la culpa.

- Tranquilo, querido - le dijo la mujer tomándole la mano para confortarlo, a pesar de que ella misma tenía la voz rota y las manos frías de nervios - Keiko… mi hija… se que amó cada momento contigo, y que éste es un momento terrible… no te preocupes, Kyo-kun, nos encargaremos de todo. Por favor, tu solo preocúpate de recuperarte y de estar bien… -

Siempre habían tenido ese trato familiar con él, porque por fortuna consideraron que era un hombre que merecía tener a su hija como esposa. Asintió agradeciéndoselos en silencio, aunque sin saber si podría realmente cumplir con su parte.

Casi se había olvidado cómo era estar en calma, en completa calma…Igual que el rostro sereno de quien dormía en la cama frente a él.

Sabía que aún existía riesgo luego de la operación. Tendrían que esperar unos meses para que todo volviera a la normalidad. Pero ahora más que nunca confiaba en la fortaleza del menor y que, luego de esperar tanto, lo que venía en el futuro sería mucho más sencillo.

Se acercó un poco más a él, que yacía en ese lecho blanco como todo en la habitación, y acarició con cuidado su frente y sus mejillas con la yema de sus dedos. Estaba pálido, parecía cansado, y lo mantenían conectado a infinidad de aparatos. Suspiró…Deseaba con todas sus fuerzas verlo fuera de ahí, libre de todo eso, feliz como siempre había sido. Habían pasado ya tanto tiempo metidos dentro de ese lugar, tantas noches sin dormir bien, o sin dormir en absoluto. Había presenciado tantas veces su llanto, cuando ya no podía mantener la calma. Pero nunca permitió que se derrumbara.

Y ahora, lo único que podía desear era que abriera sus ojos…

Miró el reloj que colgaba junto a la puerta. Los padres del chico debían de llegar pronto, habían ido a comer algo a la cafetería, después de haber estado con su hijo al acabar la operación. Los médicos le habían dicho que Ruki despertaría a los minutos de finalizada la operación, cuando acabara el efecto de la anestesia. Esperaba que hubiese despertado ya cuando ellos llegaran.

Pensaba en esto cuando pudo oír un gemido suave, luego de que entreabriera sus labios secos.

-¿Ruki?... –lo llamó mientras sostenía su mano-

Frunciendo un poco el ceño, finalmente, despertó.

-Hola… -sostuvo su mano más firmemente, esbozando una sonrisa-

Pudo ver cómo el menor la correspondía débilmente.

Sus suegros habían ido a arreglar el traslado del cuerpo de Keiko, mientras él era atendido esta vez por dos oficiales que habían acudido a la escena del accidente, antes de que los restos del objeto fueran llevados a un depósito, rescatando del automóvil algunas pertenencias personales que guardaron en unas bolsas, las que se le fueron entregadas. Con una reverencia, los uniformados se retiraron… estaba muy cansado, pero pronto tendría que darse las energías para tomar un transporte a su departamento y dirigirse a la casa de los padres de su esposa y participar en el privado velorio que se le haría.

Caminó a lo largo de un pasillo, volviendo al recibidor donde estaban algunas de las habitaciones de paredes transparentes. Se sentó en una de las sillas puestas a la pared contraria al recibidor, donde había una pareja adulta conversando con un sujeto de bata blanca que le daba la espalda. Suspiró mientras bajaba la cabeza, se preguntaba si habría alguna posibilidad de hablar con ese doctor…

- Nishimura-san - lo llamó una voz calmada.
- Sensei… - dijo reconociéndolo como el doctor que se le había acercado en la sala de emergencias.

Encontraba un poco imprudente que se le hubiera dirigido, cuando aparentemente no había terminado de conversar con aquellas personas. Pero recibió la invitación de acercarse y tan solo se levantó.

- Disculpe, si es posible, me gustaría hablar con usted sobre los papeles… -dijo manteniendo una cierta distancia.
- Espero que no se haya arrepentido, Nishimura-san - dijo sin dejar de sonreír tranquilamente.
- No, no es eso - haciendo un gesto con la mano -
- Entonces quisiera que conociera a alguien -

Antes de firmar los documentos, el hombre le hablaba de que existía una sección sobre la información a la que podía acceder con ciertos permisos. Había firmado a la opción de poder tener el conocimiento de los recibidores, sin embargo, la otra parte también debía firmar esa autorización. Kyo lo había estado pensando, y tal vez habría puesto su nombre por inercia… de todos modos, pensaba que nadie firmaría un documento así, siempre existía el riesgo de que fuera algún tipo loco que luego buscara lo que se le había sido quitado. Pero él no estaba demente… en esos momentos, él no era más que un hombre perdido.

- Ellos son el Sr y la Sra. Matsumoto - dijo presentándoles a la pareja que el moreno antes había visto de paso. Permaneció en silencio - Su hijo hoy ha recibido un trasplante… y han firmado el mismo formulario que usted, querían darle las gracias… -


-¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

La emoción le había impedido seguir sentado. Se encontraba de pie, casi encima del menor, llenándolo de besos y las mismas preguntas una y otra vez. Acariciando su rostro con cuidado pero efusividad.

-Duele un poco… -contestó el castaño con la voz cansada y ronca, intentando orientarse-

-Lo siento –se apartó un poco para dejarlo respirar, sin poder dejar de sonreír-

El excesivo color blanco de la habitación, más las luces reflejándose en él lo cegaron por un momento. Le tomó unos segundos poder enfocar correctamente y procesar lo que pasaba. Se sentía bien…salvo por una leve incomodidad en su cuerpo al respirar profundamente. Instantáneamente su mente evocó todo lo que había ocurrido antes de que lo durmieran. Como destellos recordó a la gente acelerada, a Reita besándolo fugazmente antes de dejarlo en una sala llena de objetos y gente de blanco, el llanto de su madre… ¿habría sido alegría? La voz tranquila del anciano de blanco a su lado, colocándole una mascarilla extraña, hablándole alentadoramente, aunque él no pudiese concentrarse por el miedo que sentía…El ruido, mucho ruido, y la cegadora luz del techo.

Había ocurrido demasiado rápido, y había pasado...Ahora, no tenía de qué preocuparse.

Esto último lo sobresaltó… ¿Ya no tenía de qué preocuparse?

-Tus padres vendrán en un momento. Estuvieron aquí luego de que te trajeron y hace poco salieron a comer algo -la voz del enérgico rubio lo despertó del trance en el que se había quedado- Están tan ansiosos por verte… -sonriendo-

-¿Reita?...

-Dime –se incorporó levemente, atento-

No sabía exactamente qué quería decir. Bajó la mirada con dificultad a su pecho, y luego a los aparatos a los cuales estaba conectado, emitiendo sonidos monótonos. Parecían cientos. Solo negó con la cabeza, mientras era consciente de cómo la mirada del otro se llenaba de compasión.

-Olvídalo, Ruki…ya pasó… -sintió cómo apretaba su mano. La sujetaba desde que había despertado- Estarás bien.

Asintió sin decir nada. Lo invadió otro tipo de incomodidad al respirar. Era una extraña nostalgia… necesitaba desesperadamente algo que no podía precisar.

Las palabras habían sido parecidas a las que ya habían sido mencionadas anteriormente; “debe ser un momento difícil,…”, no, no debía. Era. Por eso no permitió que se lo agradecieran demasiado, él no había sido, él no había llevado ni regalado voluntariamente ningún corazón en bandeja de plata para quien lo necesitara, debió perder a alguien valioso más allá de las palabras para que la vida de otro fuera posible.

- No es necesario… - dijo logrando plasmar en sus labios una ligera sonrisa a la pareja.

La puerta de uno de los cuartos en ese momento se abrió, provocando que voltearan sus miradas hacia ella por donde se asomaba el joven que Kyo ya había visto repetidas veces. Se aventuró un poco más allá, hasta fijar su vista en la persona que descansaba sobre la cama. Un muchacho de cabello rojizo que lucía una agotada sonrisa en sus labios mientras miraba a su amigo llamando a los padres del otro, informándoles que había despertado.

- Les deseo mucha suerte… - despidiéndose de la pareja que tras unas reverencias más, se apresuraron en dirigirse a la habitación donde los esperaba su hijo.

Suspiró, no podía perder más tiempo.

- ¡Kyo! -

Por un momento se sorprendió de escuchar aquella voz. No había llamado a nadie, pero no le costó suponer que tal vez los padres de Keiko no habrían querido dejarlo solo y llamaron al que había sido su padrino en la boda.

- Kaoru - pronunció antes de verse aprisionado en un fuerte abrazo. Se quejó un poco, su cuerpo estaba adolorido por el accidente.
- Vine en cuanto me dijeron - con la voz algo acongojada, sus ojos rojizos eran prueba de que se contenía las lágrimas. - Ven, vamos… te llevaré a tu casa, luego iremos al… al velorio… demonios, aún no puedo creerlo… - el otro bajó la cabeza. El más alto entonces recuperó la compostura, su amigo sin duda debía estar peor que él, no podía lucir de esa forma - ¿Vamos?… -
- Si -

Con una última mirada se despidió del doctor, para luego seguir a su amigo a lo largo del eterno pasillo.

Reita dormía en el pequeño e incómodo sofá de la habitación. Sus enormes ojeras lo delataban y, después de que el menor le hubiese jurado cientos de veces que se sentía perfectamente bien, se había decidido a descansar un poco.

Le habían servido su almuerzo, el cual no acabó, de hecho no podía mirarlo por las nauseas que le causaba… Ahora este sólo esperaba en una bandeja sobre la mesita de noche a que la gentil enfermera se lo llevara, en lo posible antes de que despertara el otro y lo regañara por no comer.

Suspiró. Ahora que el mayor dormía, se sentía menos presionado. El entusiasmo del rubio lo cohibía, sus constantes preguntas lo estresaban, se sentía fuera de lugar, incómodo.

De todos modos, estaba más tranquilo. Ya no estaba conectado a tantas máquinas extrañas e intimidantes, había visto a sus padres… Lo único que no le permitía una completa calma seguía siendo aquella sensación en el pecho. No creía que tuviese que ver con su reciente operación, de hecho, no sabía qué era en absoluto, qué significaba, y eso lo frustraba y desconcentraba. Ahora que lo pensaba mejor, a lo largo del día la extraña incomodidad había cambiado. En sólo una ocasión, de forma fugaz y confusa se había intensificado…Reita había salido al pasillo fuera de la habitación, en donde se reunió con sus padres, el médico que lo había tratado, y un sujeto al que nunca había visto… Él era la cuestión. Nunca lo había visto, y sin embargo lo conocía.

Él había hecho que su corazón saltara, lo que lo asustó bastante. Pasó al encontrar sus miradas por solo un segundo, de lejos, a través de la puerta abierta y por sobre el hombro de los demás presentes. Al verlo sintió la paz que no había conseguido en todo el día.

No podía entenderlo. Le causaba gracia de sí mismo.

Ya habían pasado unas horas desde que había salido del hospital con su amigo, cuando la noche ya había caído en su totalidad, y en esos momentos se encontraba el modesto grupo de gente en el salón de la casa de sus suegros, donde se estaba llevando a cabo el velorio. Habían desaparecido alguno de los muebles para hacer espacio y en su lugar se había levantado un altar con una foto de su esposa, quien descansaba dentro de un ataúd blanco en frente de donde todos estaban arrodillados, en silencio aún cuando el sacerdote que había ido a rezar oraciones se había retirado.

Se sentía tan extraño, tan fuera de sí. Perdido. Esa sensación no se iba jamás. Escuchó toda la noche los sollozos de los padres de Keiko, los de su amigo a su lado y los de las demás personas que habían acudido. Pero él aún no podía derramar ni siquiera una lágrima, y solo se limitaba a mirar sus manos empuñadas sobre su regazo, sin poder sentirse más ajeno a todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Cuando caía la mañana y era hora de continuar con el ritual, algunos se levantaron a despedirse de la mujer dentro del lecho, tomándole las manos cuidadosamente, o acariciando su rostro maquillado de manera que no se vieran los rasguños que había recibido tras el accidente.

- Kyo, vamos… - le llamó Kaoru, de pie delante de él, ofreciéndole la mano.

El moreno la tomó y se levantó, acercándose al ataúd y mirando a la mujer. A su mujer. La mano del más alto se deslizó desde su hombro hasta un poco más abajo, confortándolo al tiempo que le daba un poco de espacio para que pudiera decirle adiós en paz. En su mente solo había un pensamiento más además del eterno “lo siento” acompañado del arrepentimiento que tendría siempre por haber quitado su atención del camino un instante, solo un instante. Sobre las finas manos blancas se posó una de las suyas, mientras la otra acarició el cabello y la frente de la chica, inclinándose un poco para darle un beso como si más que un adiós, solo estuviera velando su sueño. Sus labios temblaron sobre la fría piel.

- Descansa… -


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