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88 Días por Ms Aria

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Notas del fanfic:

Disclaimer: 
Ninguno de los hechos acaecidos en este relato ha ocurrido en la realidad; todo es pura y completamente ficticio.
La autora de este relato no posee ninguna clase de derecho ni propìedad sobre los artistas citados en él, ni está vinculada en modo alguno copn ellos, sino que utiliza sus nombres sin su consentimiento explícito. Con su trabajo, no pretende ofenderlos o causarles perjuicio alguno, sino, simplemente, crear una forma de entretenimiento para ella y quien quiera disfrutarla, sin obtener beneficio económico de ninguna clase.

Notas del capitulo:

En un principio, mi idea original era publicar una historia de EXO llena de epicidad absoluta, superpoderes y cosas que explotan, PEEEERO llevaba meses enteros con esta idea de High!School AU para BaekYeol, así que he decidido empezar primero por este fanfic. ¡Espero que os guste a todos!


Como nota al pie, hay por ahí alguna pareja secundaria más, en concreto KaiSoo y HunHan, pero, lo dicho, son secundarias, así que tampoco esperéis que tengan un papel demasiado protagonista.

Así que, y dicho esto, os dejo con la historia :D

Cuando Byun Baekhyun cruzó la puerta de clase aquella mañana, estaba de un mal humor legendario.

Normalmente, el mero hecho de que fuera lunes por la mañana ya habría bastado para hacerlo gruñir al levantarse de la cama y fruncir el ceño al atascarse por enésima vez atándose el nudo de la corbata del uniforme; pero aquel no era un día normal, como los otros, en el que simplemente tenía que morderse el labio y resignarse a tener que madrugar durante cuatro días más antes de que el viernes llegase de nuevo. Aquel iba a ser un lunes catastrófico, situado estratégicamente después de un sábado terrible y de un domingo aún peor.

Todo había empezado el jueves a última hora, con un examen de economía para el que – se suponía – había estudiado con todo el empeño del mundo durante tardes enteras que podría haber empleado en cosas considerablemente más interesantes. En teoría, y después de tanto esfuerzo, debería de haber sido capaz de resolver cualquier pregunta. En la práctica, se había quedado absolutamente en blanco cuando le habían preguntado qué tenía que ver el efecto tipo de interés con la pendiente negativa de la demanda agregada en una economía de mercado.

El hecho de haberse prácticamente inventado más de la mitad de aquel examen no habría sido tan malo si no fuera porque las desgracias nunca venían solas. Aquel sábado, Baekhyun había planeado cuidadosamente una cita con el chico que le había gustado durante las últimas dos semanas. Había escogido la fecha, el lugar y la hora con suma atención, y había estado seguro de que, por fin, acabaría el día poniendo fin a aquella etapa de soltería con un novio nuevo, pero, cuando había aparecido en la cafetería con sus mejores vaqueros y el pelo perfectamente arreglado, el idiota al que había querido seducir lo había hecho invitarlo a un té con canela y le había pedido consejo para declararse a su amigo Luhan.

A Luhan, de entre todas las personas. Habría sido divertido, sí, de no ser tan horriblemente humillante.

Sin embargo, la gota que había colmado el vaso no había sido aquel golpe a su orgullo, sino su audición del domingo, en la que, después de cantar con su mejor voz, lo habían rechazado claramente. Esa vez no había sido un “ya le llamaremos”, ni un “recibirá nuestra carta en breve”, sino un simple “lo sentimos, pero lamentablemente no es usted lo que nuestra escuela está buscando”. Alto, simple y claro.

Lo demás le había molestado, pero aquello dolía. Y Baekhyun no había querido cenar, se había quedado tumbado en la cama a oscuras y no había podido dormir, pensando, pensando y pensando.

Cuando el despertador había sonado, el reflejo del chico en el espejo había sido el de una especie de monstruo, con marcas moradas bajo los ojos y el pelo desordenado y pegado a la frente. Muy posiblemente, se habría quedado en la cama de no ser porque su madre estaba en la cocina, y también, quizás, porque su eficiente profesora de economía iba a entregarles a primera hora los exámenes del jueves corregidos.

Lo cual, por cierto, tampoco iba a ser excesivamente bueno para él, teniendo en cuenta que nunca había tenido las mejores dotes de inventiva.

En el momento de cruzar la puerta, y como todos los días, el aula estaba medio llena y los alumnos, en su mayoría, aún estaban de pie, saludando a sus amigos y buscando sus libros de texto en las mochilas. Con un suspiro, Baekhyun hizo gesto con la mano dedicado a la totalidad de sus compañeros – se suponía que era un uno de los chicos populares; tenía mantener un grado de sociabilidad mínimo aunque no estuviera de humor para ello – y arrastró los pies hasta su sitio en la parte delantera derecha del aula, donde se dejó caer sobre su silla como si alguien lo hubiera castigado a estar allí.

—Buenos días a ti también, Baekhyun —lo saludó una voz a su lado, con un ligero deje de reproche que hizo que el otro chico levantara la cabeza.

—Kyungsoo —murmuró él simplemente, y los ojos del interpelado, grandes y redondos, parecieron encogerse un tanto cuando frunció el ceño—. Por favor, déjame descansar cinco minutos. He dormido muy mal esta noche.

Su amigo, ya sentado en su pupitre y con los libros perfectamente preparados para la primera hora, pareció plantearse la posibilidad de dejarlo tranquilo hasta que empezara la clase durante un total de cinco segundos escasos. Después, simplemente continuó hablando, ignorando el gruñido ahogado que llegó desde la mesa a su derecha.

—¿Es por el individuo con el que habías quedado el sábado? Luhan me llamó ayer, y me dijo que lo rechazó cuando lo llamó para quedar. Le había llevado hasta rosas.

Baekhyun contuvo un nuevo gemido de protesta.

—Me alegro por Luhan, pero eso ya me da igual. Lo que me ocurre es otra cosa—con un suspiro, el chico alzó los ojos. Más le valía ser sincero—. Me han rechazado en la audición de ayer, ‘Soo, sin ni siquiera pasar la primera ronda. Y, además, creo que he suspendido economía.

Su amigo lo miró con los ojos muy abiertos, como si no supiera muy bien si reñirle o darle una palmadita en la espalda.

—¿Y después de semejante fiasco sigues preocupándote por tu vida amorosa? Deberías estudiar más, Baek, no dedicarte a quedar con chicos monos los sábados por la tarde. Ya sabes lo que opina tu madre sobre la importancia de tus notas, y necesitas aprobar economía si quieres graduarte este año.

Baekhyun optó por no contestar. Por supuesto que lo sabía; lo sabía de sobra. Era muy fácil dar consejos cuando se era Do Kyungsoo, estudiante modélico y flamante poseedor de la mejor voz de todo el coro del instituto. Todas las escuelas de música de la ciudad se habían peleado por becarlo cuando lo habían visto cantar en el último festival escolar. A Baekhyun, que había compartido número con él, ya lo habían rechazado en siete audiciones, y, dejando a un lado la del domingo pasado, ya sólo le quedaban dos más a las que poder presentarse si quería una beca para el próximo año. Decir que los dos estaban al mismo nivel, en estudios y a nivel vocal, y por muy amigos que fuesen. habría sido una mentira descarada.

—Sé que necesito terminar el instituto si quiero empezar con estudios superiores de música, pero ni siquiera estoy seguro de que aprobar el bachillerato vaya a servirme para algo —acabó murmurando el chico tras un rato—. Ni siquiera sé si van a admitirme en alguna parte una vez me gradúe.

—Byun Baekhyun, si no te esfuerzas...

—Ya lo sé. Es sólo que...

Kyungsoo separó los labios, probablemente para protestar por el súbito ataque de negatividad de su amigo, pero no tuvo tiempo para decir nada más. En lugar de eso, fue interrumpido por una voz. Una voz muy potente, y muy grave y tan irritante que Baekhyun sintió – como todos los días – el deseo de levantarse de su asiento y pedirle a quien estaba hablando que hiciera el favor de cerrar la boca y, a ser posible, desapareciera de su vista para siempre.

Porque aquella voz, cómo no, pertenecía a Park Chanyeol, y si había algo en su vida que Baekhyun siempre había tenido claro era que nunca había sido capaz de soportar a aquel idiota.

—¡Buenos días! —Baekhyun levantó la cabeza de su mochila justo a tiempo para ver a Chanyeol, con la corbata del uniforme mal puesta y una sonrisa llena de dientes que prácticamente le partía la cara en dos, saludar a sus compañeros con un volumen de voz que habría podido dejar sorda a cualquier persona normal. Y aquello era siempre así: el muy imbécil llegaba, se paraba ahí en medio y saludaba a la clase a gritos, con todo el buen humor del mundo, como si a alguien le importara que le desease los buenos días o no.

—Buenos días, Chanyeol —murmuró Kyungsoo a su lado. Y Baekhyun no pudo evitar fruncir el ceño, porque responder a un idiota como aquel cuando te saludaba solamente servía, en su opinión, para darle ánimos; y dar ánimos a Park Chanyeol nunca jamás había podido considerarse como algo bueno.

El resto de la clase, sin embargo, no parecía compartir su opinión, porque, muy animados unos y somnolientos o aburridos otros, todos contestaron al saludo menos él, y Chanyeol se dirigió a su sitio en el fondo del aula con una sonrisa satisfecha en los labios, como una especie de niño gigante que acabara de encontrar un juguete nuevo debajo del árbol de navidad.

—Deberías resignarte y saludarlo uno de estos días —murmuró Kyungsoo, casi con reproche, en el mismo instante en el que Baekhyun levantó la cabeza del libro de economía en el que había mantenido la vista clavada durante los diez últimos segundos—. Se te queda mirando todas las mañanas; eres el único que nunca le dice nada.

—Y no voy a empezar a hacerlo hoy. No.

Kyungsoo pareció dispuesto a añadir algo más, pero el sonido de la campana que indicaba el principio de la clase lo cortó en seco, y Baekhyun no pudo menos que estar agradecido. La señora Kim, profesora de economía, entraba en el aula apenas cinco segundos después, con un enorme bolso marrón bajo el brazo y una carpeta cuidadosamente cerrada en la mano derecha.

Baekhyun no apartó la vista de aquella carpeta durante toda la clase, ni siquiera cuando la profesora le hizo de súbito una pregunta sobre la compra de activos en el mercado abierto - ¿qué demonios era el mercado abierto, de todas formas? – o cuando Kyungsoo le lanzó una mirada especialmente iracunda y le susurró que hiciera el favor de tomar apuntes. Para cuando la señora Kim finalmente se acercó a cogerla y abrirla, el corazón le latía como si llevara cinco minutos corriendo, y juraría que la respiración se le había acelerado un tanto.

Aquella era la hora de la verdad. Si, por una casualidad divina, Baekhyun había logrado aprobar aquel examen, podría suspirar tranquilo y no tendría que estudiar para la prueba final, una monstruosidad de tablas, gráficos y fórmulas a la que sólo se presentaban los genios de la clase, tratando de subir nota, y los pobres desgraciados que habían suspendido alguno de los exámenes parciales. Si, por alguna extraño giro del destino, la suerte estaba de su parte, Baekhyun se libraría de estar en el segundo grupo y, en el momento presente, aquello era lo mejor que podría pasarle a un negado matemático como él. Preparar el final de economía, para el que apenas faltaban dos meses y medio, sería el infierno en la tierra.

La profesora, situada en la parte delantera de la clase, comenzó a llamar a los alumnos, instándolos a que se levantaran y se acercaran a su mesa a recoger su examen corregido. Kyungsoo fue de los primeros en adelantarse y, cuando regresó a su sitio, Baekhyun pudo distinguir un “80/100” escrito con rotulador rojo junto a su nombre. Chanyeol fue a recoger su prueba poco después, y, a juzgar por la estúpida sonrisa que se le dibujó en la cara, los resultados le habían ido tan bien como esperaba. Baekhyun fue de los últimos en ser llamados y, cuando oyó su nombre, no pudo evitar que las manos le temblaran levemente al apoyarlas sobre la superficie de madera de su mesa para levantarse.

Sólo necesitaba un cincuenta. Cincuenta puntos sobre cien y sería libre; libre para no hacer el examen final, guardar el libro de economía en el fondo de su armario y olvidarse de aquella maldita asignatura para siempre.

Y durante un momento, y mientras recogía su examen de entre las manos de la señora Kim, creyó haberlo logrado. Pensó que, si miraba hacia abajo, y a pesar de todo, encontraría un aprobado allí. Después, la voz de la profesora lo sacó de su ensueño.

—Tiene que estudiar usted más, señor Byun. Esta es una asignatura importante, no puede usted dormirse en los laureles.

Y Baekhyun se dirigió en silencio a su pupitre y miró su nota, marcada a permanente rojo sobre el papel. 48/100. Un maldito 48/100. A sólo dos puntos por debajo de su salvación.

Definitivamente, quedaba confirmado: aquel era el peor lunes de su vida.

--

—¿Has sacado un 48? ¿De verdad la señora Kim te ha puesto un 48 en el parcial de economía? ¡Dios mío, Baek, eso es lamentable!

Baekhyun gruñó algo y clavó los ojos en su comida, tratando de contener la frustración que estaba empezando a acumulársele en la boca del estómago. En sus tres años de bachillerato, jamás se le había pasado por la cabeza leerse la normativa para el alumnado, pero estaba casi completamente seguro de que clavarle sus palillos en un ojo a Kim Jongdae en mitad de la cafetería supondría, como poco, una expulsión, y aquello era lo único que le faltaba para convertir aquel día en un infierno absoluto.

—¿Se puede saber qué nota has sacado tú? —intervino Kyungsoo, que, hasta el momento, había estado demasiado ocupado desempaquetando su comida casera como para participar en la conversación. Baekhyun en parte lo envidiaba: si él hubiera sabido cocinar algo decente, no habría tenido que comer los menús terribles de la escuela absolutamente todos los días—. Creo recordar que el viernes dijiste que habías contestado la mitad de las preguntas al azar. ¿O no?

Jongdae sonrió como si acabase de tocarle la lotería.

—Cincuenta puntos sobre cien. El aprobado más satisfactorio de mi vida ­—declaró—. Y todo ello sin ni siquiera saber qué era lo que me estaban preguntando. Soy el rey de la inventiva. Un auténtico genio.

—Y yo a veces te odio —gruñó Baekhyun, decidiendo, tras observar de nuevo su comida, que no tenía más hambre por el momento.

—Yo también te quiero, Baek. Suerte en el examen final.

El chico puso los ojos en blanco e, ignorando a su amigo, paseó la vista con aire aburrido por todo el recinto de la cafetería. A aquella hora, la enorme sala estaba llena a rebosar, y la cola de estudiantes que esperaban para conseguir su ración de comida prácticamente llegaba hasta la puerta. El barullo que llenaba el ambiente era casi reconfortante, como una especie de constante, algo que había permanecido siempre igual aunque las clases, los cursos y los compañeros cambiaran con el paso de los años. Prácticamente se le hacía imposible pensar que aquel fuera a ser su último año de instituto; que, apenas unos meses después, ya no volvería a sentarse allí nunca más.

Iba a echar todo aquello de menos. O lo echaría si conseguía aprobar economía y graduarse.

Y aquella sí que iba a ser una tarea difícil.

—¡Ah, mirad, ahí está Luhan!

Volviendo al mundo real, Baekhyun siguió con los ojos la dirección que estaba señalando Jongdae con la palma de la mano abierta. Al principio de la cola, y tratando de mantener el equilibrio mientras cargaba con su bandeja de comida con una mano y trataba de guardar su cartera en el bolsillo trasero de sus pantalones, estaba una figura conocida de pelo claro. Cuando Jongdae volvió a gritar su nombre, esta vez más alto que la anterior, el chico se giró y entornó los ojos, buscándolos. No tardó mucho en encontrarlos y sonrió, acercándose a ellos con una elegancia que no parecía natural teniendo en cuenta que iba cargando con una bandeja llena de comida de dudoso aspecto.

—Buenos días, chicos —saludó, dejando su menú en la mesa y tomando asiento en el sitio libre al lado de Baekhyun—. ¿Cómo os ha ido el día de momento?

—Baek se las ha apañado para conseguir que lo rechacen en su última audición y suspender economía en las últimas veinticuatro horas— informó Jongdae en tono animado—. ¿Cómo te ha ido el fin de semana a ti? ¿Cuántas personas se te han declarado esta vez? ¿Dos? ¿Tres?

Luhan pareció momentáneamente incómodo, y a Baekhyun, durante un instante, casi le dio lástima. Desde que había llegado, procedente de China, un año atrás, su amigo se había convertido en el príncipe indiscutible del instituto. Ningún otro estudiante había podido competir contra él en cuestiones de popularidad, no cuando Luhan tenía una cara virtualmente perfecta y era el único alumno de todo el cuerpo estudiantil que había logrado que el uniforme (francamente feo) que todos tenían que llevar a clase lo hiciera parecer atractivo en vez de estúpido. Baekhyun, que había visto cómo sus aspiraciones a convertirse en el chico-más-guapo-y-popular-de-su-promoción se habían desvanecido en cuanto Luhan había puesto un pie en la clase de al lado en segundo año, lo habría envidiado (sanamente, por supuesto) de no ser por el lado negativo que conllevaba el ser conocido y adorado por todos hasta ese nivel.

Porque todo el mundo, o al menos el ochenta por ciento de sus compañeros, hacía cola para salir con Luhan, y el pobre chico ya no sabía qué cara poner para rechazarlos, ni para explicarles que no estaba interesado en salir con nadie. Ni chicas, ni chicos, ni ningún ser humano en general. En el último San Valentín, había repartido todo el chocolate que había encontrado en su taquilla entre sus amigos a partes iguales, y Baekhyun había acabado llegando a casa con un empacho y reservas de bombones para una semana entera.

—Vamos —insistió Jongdae, aún en sus trece—. ¿Cuántos han sido esta vez?

Luhan suspiró.

—Dos.

Jongdae alzó una ceja, interesado, e incluso Kyungsoo paró de comer durante un instante, como si no le cuadraran las cuentas.

—¿Dos? —repitió—. Sabemos que uno de ellos es el antiguo amorcito de Baek, pero, ¿y el otro?

Luhan dejó sus palillos sobre la mesa con aire incómodo y tomó aire antes de responder.

—Oh Sehun. Otra vez.

—¿Otra más? —Jongdae soltó un silbido apreciativo—. ¿Cuántas veces te ha pedido salir ya en lo que llevamos de curso? ¿Seis?

Kyungsoo chasqueó la lengua.

Nueve.

—Hay que reconocer que tiene valor. Cualquier otro se habría rendido ya.

Luhan volvió a coger los palillos con un aire tan exasperado que casi resultó cómico y Baekhyun, por primera vez en todo el día, estuvo a punto de soltar una carcajada. Oh Sehun era el némesis personal de Luhan en forma de su fan número uno, y los extremos a los que llegaba su amigo para tratar de rechazarlo sin éxito eran extremadamente divertidos.

—Ya os lo he dicho; está en primero —protestaba en ese momento—. Estoy a punto de entrar en la universidad; no puedo salir con alguien que todavía está en primero.

Como siempre, la misma excusa.

Jongdae sonrió y parpadeó, batiendo cómicamente las pestañas. A juzgar por su expresión, parecía muy interesado en discutir todo lo relacionado con Oh Sehun, sus nueve intentos fallidos de declaración amorosa  y la importancia – o falta de ella – de la diferencia de edad en una relación, pero Luhan no parecía demasiado por la labor. En lugar de eso, recorrió la mesa con la mirada, posiblemente buscando una vía de escape, hasta que sus ojos se toparon con los de Baekhyun, que había estado demasiado ocupado pensando como para evitarlo y ponerse a salvo.

—Lo siento mucho por el otro chico, el que te gustaba —le dijo, como si él no tuviera culpa alguna de que la persona a la que Baekhyun había estado tratando de seducir durante dos semanas enteras solamente hubiera aceptado quedar con él para pedirle consejo amoroso sobre su persona—. Es una pena que no saliera bien.

—Era un idiota —Baekhyun se encogió de hombros—. Guapo, pero idiota. Es mejor así.

—También lo siento por lo del examen y la audición— Luhan esbozó una sonrisa de disculpa, y Baekhyun tuvo la impresión de que era el único de sus amigos a quien, verdaderamente, su situación le causaba algo de simpatía—. ¿Qué es lo que vas a hacer? Te quedan dos posibles audiciones más, así que supongo que eso no será un problema, pero el examen final de economía es difícil de aprobar. Mucho.

—Cuenta la leyenda que es el infierno en la tierra— añadió Jongdae en tono divertido, muy posiblemente tratando de ayudar a hundirlo del todo en la miseria.

Baekhyun sintió el incontenible deseo de golpearse la cabeza contra la mesa. Tal vez incluso lo habría hecho, si los restos de su menú no siguieran ahí.

—Ya lo sé —murmuró, en un tono de derrota tal que Jongdae se rió entre dientes—. A ese examen sólo se presentan los pobres desgraciados suspensos como yo y los imbéciles demasiado listos como Kyungsoo o, yo qué sé, Park Chanyeol. La gente normal no tiene posibilidades. Ni siquiera sé lo que voy a hacer para no sacar un cero.

Frente a él, Kyungsoo ya había acabado de comer y estaba dedicándose a recoger cuidadosamente sus cacharros – por alguna extraña razón, traía hasta sus propios platos – cuando escuchó a Baekhyun hablar.

—¿Por qué no estudias? —susurró.

—¿Por qué no me ayudas con el temario? —replicó Baekhyun. Al decirlo en alto, le pareció una muy buena idea, y se lo siguió pareciendo hasta que Kyungsoo lo miró como si se hubiera vuelto loco.

—¿El temario entero? Yo también tengo que estudiar, Baekhyun. No.

—Pero necesito aprobar...

—No.

Jongdae los interrumpió antes de que Baekhyun pudiera volver a quejarse de nuevo.

—¿Y, ya que lo has mencionado, por qué no le pides a Park Chanyeol que te dé clases?

A juzgar por su tono de voz, estaba más que claro que el otro chico estaba bromeando, pero Baekhyun no pudo evitar quedarse lívido ante lo desagradable de la idea. En el curso de aquella mañana se había planteado muchas medidas desesperadas para lograr aprobar economía, pero aquella nunca había sido una de ellas. Por encima de su cadáver.

¿...Qué? —murmuró, con un tono tan cortante que Luhan, a su lado, dio un respingo.

—Piénsalo —si Jongdae se había dado cuenta de que antes preferiría poner fin a su vida que hacer caso a aquel consejo, se esforzó mucho en ignorarlo y simplemente siguió hablando, con un tono de voz tan animado como si le estuviera vendiendo un pack de vacaciones. Playa, hotel, todos los gastos pagados— ¿No se supone que Chanyeol es una especie de genio? No sé quién habrá sacado la nota más alta en vuestra clase, pero estoy prácticamente seguro de que ha sido él. Y, además, te pone ojitos. Estoy seguro de que, si se lo pidieras, se quedaría aquí cada tarde a explicarte todo lo que no entiendas. Sin ni siquiera cobrarte por ello, seguro.

El bullicio del comedor pareció aumentar de volumen a su alrededor, mientras Baekhyun trataba de concentrarse para enumerar cien razones diferentes y perfectamente razonables por las que pedirle ayuda – o siquiera dirigirle la palabra – a Park Chanyeol era una idea pésima. En lugar de eso, y al sentir que comenzaba a dolerle la cabeza, se decantó por repetir lo mismo de siempre.

—¿Es que estás loco? Por si no lo recuerdas, además de mi compañero de clase es mi vecino. Llevo viéndolo pasar por delante de mi casa prácticamente todos los días desde hace diez años, y no tengo ninguna gana de verlo todavía más. Me da igual lo buenas que sean sus notas, porque no pienso pedirle ayuda. Y, además —añadió, dedicándole a Jongdae un suspiro cansado—. Te he dicho mil veces que no me pone ojitos. Lo único que ocurre es que lleva intentando ser mi amigo desde que teníamos siete años y aún no se ha dado cuenta de que no va a conseguirlo nunca.

—Y luego decimos que Sehun es persistente, ¿eh?

Baekhyun soltó un bufido y Jongdae volvió a reírse entre dientes, mientras jugueteaba con sus palillos desechables y el vaso de agua vacío de Luhan. La hora de la comida había acabado prácticamente, pero no parecía tener interés ninguno en moverse del sitio.

—De acuerdo, me queda claro, nada de Chanyeol —cedió—. Pero, entonces, ¿qué es lo que piensas hacer para aprobar economía? ¿Robar el examen final del despacho de la profesora o algo así?

La mención de la idea hizo que Baekhyun llegara a planteárselo. Durante un momento, se preguntó cómo de difícil sería robar un examen, y si la señora Kim se daría cuenta. Tal vez incluso fuera posible infiltrarse en su despacho cuando no hubiera nadie o algo así. Sin embargo, su línea de pensamiento se interrumpió en seco cuando Kyungsoo golpeó la mesa con la palma de la mano abierta.

—¡Kim Jongdae! ¿Quieres dejar de dar malas ideas? —gruñó, volviéndose de nuevo hacia Baekhyun—. Y tú, no hagas tonterías y estudia. Supongo que no hace falta que te lo diga, pero si robases un examen y te descubriesen, tu madre te tiraría por la ventana.

Baekhyun miró el reloj: cinco minutos de descanso más, dos horas de clase y después tendría que regresar a casa, donde tendría que contarle a su madre que todos sus esfuerzos a la hora de estudiar habían sido insuficientes, y que tendría que presentarse al examen final en poco más de dos meses.

—De ser tú, ‘Soo, yo no me preocuparía por eso —murmuró—. Estoy prácticamente seguro de que mi madre va a matarme igualmente en cuanto se entere de qué nota he sacado en economía hoy.

--

Tal y como Baekhyun esperaba, la regañina de su madre al llegar a casa alcanzó proporciones épicas. El chico había tratado de retrasarla, entreteniéndose todo lo posible en el instituto y durante su camino a casa al terminar las clases, pero, finalmente, había tenido que regresar, y su madre había estado esperándolo con una taza de café en la mano en el sofá del salón.

—¿Y bien? —le había preguntado—. ¿Qué tal el examen?

Cuando Baekhyun había tardado más de dos segundos en responder, había sabido sin opción a duda que su hijo había suspendido, y le había dado igual que el chico hubiera tratado de explicarle que su cerebro estaba orientado a la música y no hacia las fórmulas matemáticas incomprensibles, porque su madre se había encargado de repetirle una y mil veces la importancia clave que tenía la educación en su vida, así como de recordarle que, si quería empezar una carrera superior de música, becado o no, era necesario que hubiese terminado la educación secundaria antes.

Y Baekhyun sabía todo eso; lo sabía de sobra, pero había tenido un día espantoso y todo lo que había hecho había sido terminar gritando que la maldita economía era una asignatura que jamás en su vida conseguiría entender antes de girar sobre sus talones, cruzar el pasillo y acabar encerrándose en su cuarto con un portazo.

Su madre trató de llamarlo una vez, golpeando la superficie de madera de la puerta con una cadencia que sólo podía significar que seguía irritada, pero cuando él había subido el volumen de su Nintendo DS y la había ignorado completamente, se había terminado dando por vencida y se había marchado de casa.

Baekhyun no volvió a saber de ella hasta la hora de la cena, cuando, tras llamar a la puerta una vez más, giró el picaporte y entró en su cuarto. El chico esperaba verla irritada, prácticamente dispuesta a gritarle de nuevo – después de todo, y enfadado consigo mismo y con el mundo como estaba, se había pasado la tarde entera siendo improductivo y jugando a videojuegos, y ni siquiera había recogido la pila de ropa que llevaba una semana sobre la silla de su escritorio – pero su madre parecía entre resignada y extrañamente satisfecha. Si eso no era suficiente para causarle un mal presentimiento, entonces nada lo era.

—Hijo, la comida está en la mesa. ¿Quieres venir a cenar?

Después de todo lo que había sucedido aquel día, Baekhyun no podría haber dicho exactamente que tuviera mucha hambre, pero no pudo evitar apagar su DS y asentir. El mal presentimiento que había estado bailándole en el estómago desde que su madre había aparecido en su dormitorio se hizo diez veces más fuerte cuando, en lugar de la cena, ésta lo hizo sentarse en el sofá del salón y lo observó desde el centro de la habitación, todavía sonriendo; todavía satisfecha. Aquello no podía ser bueno.

—He estado pensando en lo que hemos estado hablando antes —declaró—. Y he hecho... gestiones.

Baekhyun no supo muy bien qué decir.

—¿Gestiones? —repitió. Aquello sonaba inquietante—. ¿Qué gestiones?

—Puede que tuvieras razón en lo que dijiste antes, Baekkie. Tal vez tu cerebro no esté orientado hacia las matemáticas, o la economía. El resto de tus notas no son malas, así que tal vez todo lo que necesites para aprobar el examen final sea un poco de ayuda.

Baekhyun parpadeó. No tardó mucho en descifrar el significado de aquellas palabras, y no supo si sentirse bien o mal por lo que implicaban.

—¿Me has buscado un profesor? —preguntó, y su madre esbozó una sonrisa orgullosa—. ¿En tan poco tiempo?

—No me fue muy difícil —le respondió ella—, sobre todo una vez me puse a pensar en posibles candidatos. Cuando te encerraste en tu habitación, y ya que posiblemente estabas demasiado enfurruñado como para darme consejo sobre dónde buscar, pensé en consultar el anuncio de algún universitario en alguna de esas páginas web para clases particulares que hay en internet, aunque en seguida me di cuenta de que había una solución mucho más sencilla.

—¿Cuál? —murmuró Baekhyun— ¿Apuntarme a una academia?

—¡Oh, pensé en ello, pero no! —la sonrisa de su madre se ensanchó—. En cuanto salí de casa recordé que ya conocíamos a la persona idónea. ¿sabes? Siempre ha sacado buenas notas, así que supongo que te enseñará bien; y va a tu clase, así que conoce el temario. Me dijo que ha tenido noventa puntos de cien en el examen, y que necesitaba un poco de dinero extra, así que ya está todo hablado. Le he dicho que puede empezar mañana por la tarde, para que no perdáis tiempo. He supuesto que a ti te vendría bien.

Durante un instante, Baekhyun no supo qué contestar. Su mente tardó en procesar la información – que su madre se había marchado por su cuenta a buscarle un profesor, y que había logrado encontrar uno en poco más de tres horas; que el profesor en cuestión iba a su clase, que sacaba buenas notas y que su madre, tenía, de un modo u otro, que conocerlo. Las piezas no parecían encajar, como si hubiera un detalle, algo en lo que no había pensado, que se le escapara. Luego, la cara burlona de Jongdae a la hora del almuerzo pareció aparecérsele delante del rostro, haciéndole sugerencias estúpidas y riéndose de él, y Baekhyun lo entendió. Lo entendió demasiado bien.

Y no. Eso no podía ser. Él ya había tenido un día lo suficientemente horrible como para tener que hacer frente a aquello también. Porque la ciudad ya era lo suficientemente grande como para que a su madre se le hubiera ocurrido ir a hablar justamente con la única persona a la que Baekhyun no podía soportar.

—Mamá —murmuró—, ¿a quién has contratado como profesor particular?

Y Baekhyun pensó que debía de haber hecho algo horrible para merecerse un karma como aquel, porque su madre sonrió aún más cuando lo dijo.

—¿Cómo que a quién? ¿No está claro? A Chanyeol, el hijo pequeño de los Park. ¿No te parece un chico adorable?

Notas finales:

Y bueno, hasta aquí el primer capítulo :D

Si véis alguna cosa mal escrita por ahí, la culpa probablemente sea del corrector de mi Word (le ha dado por intentar cambiarle el nombre a Sehun por "Según" unas cinco veces lol), así que avisadme si véis algo raro, porque no me ha hecho nadie de beta :'D

Y si os preguntáis qué longitud va a tener la historia más o menos, lo que tengo planeado de buenas a primeras son unos 15 capítulos + epílogo.

Oh, y soy una persona terrible y me encanta hablar, así que para cualquier comentario, sugerencia, pedrada o intento de asesinato, estoy disponible por aquí :D (o en mi Twitter, si me lo pedís)

¡Un saludo, y espero que podamos leernos pronto!


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