El primer golpe no fue el que más dolió, pero si fue, el que le hizo comprender que toda su historia de amor se había escapado por el desagüe. El príncipe azul, resulto ser teñido y el agua de la cisterna decoloro los matices antaño brillantes. Ya no quedaba nada que hacer ni que decir. Ni siquiera algo por lo que lamentarse.
La mano se alzo de nuevo, pero el golpe murió en el vació del espacio sin poder impactar contra su objetivo. Y él, sonrió reteniendo la muñeca de su agresor. El hombre le miro confuso mientras trataba de liberarse de su agarre. Pero Yumichika simplemente alzo el rostro mientras se acariciaba con un dedo la fina marca que comenzaba a tornarse purpúrea. Era cierto que había recibido golpes peores, sin embargo ese había resultado ser el más doloroso de todos.
El amor se esfumo entre sus dedos incapaces de aferrarlo. Lo sintió huir de su lado y supo que nada podría detener a aquella bestia de la que durante tantos años había renegado. Con una voluntad que no creyó poseer, apretó sus manos convirtiéndolas en tenazas y arrancó un grito al hombre del que creyó estar enamorado. El respeto se había esfumado y sin él, la sed de sangre regreso enturbiando sus sentidos.
La primera gota mojo sus labios pintándolos de un macabro carmesí. Y él la acarició con la lengua descubriendo a su paso un cálido sabor que inundo su cabeza. El deseo pervirtió sus pensamientos y aquella pureza que antaño creyó poseer se torno oscura y ajada. En segundos las pesadillas se trasformaron en realidad y el silencio se hizo señor del lugar. Solo su respiración agitada se atrevió a desafiarlo.
Despacio, se alejo de la carnicería perpetrada mientras sus pies trataban inútilmente de mantener el equilibrio entre los charcos de sangre derramada. Con una mano abrió la puerta que comunicaba con el jardín y el acero de la espada refulgió al reflejar la luz del sol. Un hombre se giro desganado y le dedicó una sonrisa de absoluta satisfacción al ver su estado.
-Has tardado.- Sentencio mientras servía una taza de té al recién llegado.
-Estaba enamorado.- Pronunció mientras sus ojos ausentes miraban al vació. Con tranquilidad tomó asiento al lado de su amigo.
-Que excusa tan patética.- Dio un sorbo a su bebida y le miró con sorna.- Las putas no se enamoran.
Los ojos negros de Yumichika se cerraron incapaces de aguantar la carcajada que de pronto estalló en su garganta. Cansado de aparentar se dejo caer sobre el suelo y observó las formas que las nubes dibujaban en el cielo.
-El amor es un asco.- Suspiró con fuerza y dejo que una lágrima se deslizara por su mejilla.
-No. No eches la culpa al amor. Lo asqueroso son las parejas que elijes.- Dijo acariciándole el cabello con suavidad.- Pero no te preocupes. No dejare que vuelvas a equivocarte. Esta vez elegiré por ti.
Con un ágil movimiento se situó sobre él y presiono con rudeza sus labios en un beso brusco y apasionado. Yumichika se dejo hacer y saboreo el momento. Una sonrisa traviesa se dibujo en su rostro húmedo. Las lágrimas continuaban brotando por aquello que acababa de perder.
Había dejado su espada y su dignidad para vivir en un mundo perfecto que las mentiras habían creado, olvidándose incluso de quien era. Solo ahora que había cortado los lazos que le unían a la fantasía se daba cuenta de que todo lo que siempre había deseado se encontraba frente a él.
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