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2999 DC por Cucuxumusu

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Notas del fanfic:

Bueno por aqui mi nuevo fic, muchas gracias a las que me habeis dado la lata para que lo publique (Paradise Game y todas las locas de Fcebook XD os quiero wapas) 

Como siempre los personajes no me penteneces, son de Oda-sempai, tambien me he inspirado en series como K project, chobits, Star Wars y de más series y las respectivas ideas que he unido aqui pertenecen a cada serie.

Sin más, espero que os guste.

Notas del capitulo:

Bueno ahora el cap, em es el primer fic de ciencia ficion que he escrito en mi vida y la verdad es que no tengo mucha idea del genero, pero siempre habia querido escribir algo asi y aqui esta. 

El universo de este fic es el tipico apocaliptico y deprimente en el que todo es una mierda y los personajes intentan sobrevivir. Nu se por que pero ultimamente todos mis fic se vuelven asi ¬¬ tal vez deberia empezar a preocuparme y pasarme por el psicologo U_U

En fin espero que os guste wapos T^T

 


 


Kidd siguió caminando en la tranquila oscuridad de las calles de la cuidad intentando no tropezarse consigo mismo. Eran las cuatro de la mañana y volvía de una pelea callejera junto con Killer y el resto del grupo por defender el territorio que ciertos imbéciles habían intentado quitarles. Había sido una pelea fácil comparada con otras bandas con las que habían tenido que pelear, el problema había surgido cuando a un idiota se le había ocurrido la feliz idea de sacar una pistola.


Gruño frotándose el hombro donde el disparo le había rozado abriéndole una herida que sangraba profusamente. Tal vez tenía que haber hecho caso a Killer y tenía que haberse pasado por el centro de salud pública.  Pero aquello conllevaría una serie de preguntas por parte del personal médico sobre como se había hecho semejante herida, que hacia peleando o de donde narices habían sacado una pistola, y actualmente estaba demasiado cansado como para intentar encontrar una escusa decente al tema.


 Y además, mañana tenía en la academia un examen de…algo y necesitaba dormir para poder al menos ser capaz de escribir su nombre.


Se preguntó por decimocuarta vez como narices habían acabado en lo de las peleas callejeras por bandas. Ah sí, recordó sarcástico, había sido cuando ciertos idiotas habían atacado a Killer y al resto por su apariencia estrafalaria y él había salido a defenderles dejando a los otros desgraciados en estado de coma. Luego había aparecido el jefe idiota al que también había derrotado patéticamente, luego llegó otro superior a este y que defendía al primer jefe y luego otro y otro y de repente se había convertido en uno de los delincuentes más conocidos de lo que quedaba de la ciudad de Tokio, con su territorio ocupando toda la parte sur de la ciudad.


Suspiró cansado con todo aquello e intentando a la vez no caerse.


Odiaba aquella ciudad artificial en la que se había convertido la antigua metrópoli, con sus aerodeslizadores soltando aire negruzco, con sus luces desgastadas de neón y su mercado negro en cada esquina, sin absolutamente nada natural ni verde viviendo en sus calles.


Antes de la guerra, Japón había sido una de las mayores potencias mundiales. ¿Cómo narices habían acabado como el vertedero que eran ahora? Si, era cierto que la tercera guerra mundial había acabado con la mitad de la población y que desde entonces las leyes y normas sociales se habían esfumado siendo sustituidas por la ley de “quien tiene dinero es el que manda” pero por dios, tenía que haber algo bueno en aquella mierda, ¿qué pasaba con la impresionante tecnología de la que disponían?, ¿o con los avances en medicina o biología?, ¿Por qué no ayudaban a mejorar la sociedad?


Resoplo dándole una patada a una lata del suelo.


¿Por qué se hacía siempre las mismas preguntas si ya sabía las respuestas?


Dinero, dinero y más dinero. A los ricos no les interesaba que los pobres viviesen bien, cuando más desesperados estuviesen, más podían alzar ellos los precios de las medicinas y la tecnología, más podrían ellos enriquecerse y disfrutar de los beneficios reales de la sociedad.


Lo odiaba.


Iba a acabar con todos ellos, se lo había jurado de pequeño, destruiría su pequeña sociedad de lameculos remilgados, devolvería a la gente lo que era de la gente y entonces serian libres. Se acabarían las ciudades de confinamiento sin poder salir al mundo exterior por la supuesta contaminación, se acabaría la comida artificial de lata, los interminables días de clases estúpidas e inservibles, las peleas, el aburrimiento…


Se frotó los ojos intentando calmar sus estúpidos pensamientos revolucionarios, sintiendo entonces un pequeño dolor en la sien. Ah sí, le habían golpeado con una barra de metal y seguramente tendría un precioso moratón de regalo. Mierda. Lo ignoró como con todo su cuerpo destrozado y siguió caminado por las calles en dirección a su casa a las afueras de la ciudad. Se la había dado el generoso gobierno cuando sus padres habían muerto y él se había quedado solo en el mundo, se la daban junto con una mísera paga al mes que no llegaba ni para pagar el agua y la luz. Era realmente decepcionante, pero seguía siendo mejor que quedarse en la calle.


Torció a la derecha por un oscuro callejón con oxido chorreando por sus paredes gracias a la lluvia acida que muchas veces asolaba la ciudad, y que nadie se había molestado en reparar. Era un atajo que había descubierto hacia unos meses hasta su casa a través de dos bloques de metal de dos viviendas y que le ahorraba bastante vuelta. Arrastró los pies cansado por el frio suelo del lugar, haciendo que sus botas negras de plástico y cuero blando repiquetearan creando un suave eco en el lugar. Echaba de menos la tabla deslizante que había perdido en la pelea y que le hubiese llevado ya a su casa velozmente. Se iba a tener que fabricar otra por su cuenta o robársela a algún pringado. El mero hecho de pensarlo le daba dolor de cabeza. Simplemente quería llegar a su minúsculo hogar y dormir, necesitaba dormir, desesperadamente.


Cruzó un pequeño hueco a su derecha donde antiguamente se depositaba la basura antes de que apareciesen los robots domésticos y continuó de frente ignorando los bultos aun apilados en el.


Un momento.


—¿Qué mierda…?—


Girando la cabeza observó a la figura tendida sobre las pilas de basura. A simple vista le había parecido otro muerto de hambre de los que poblaban las asquerosas y humeantes calles, pero cuando se acercó pudo percibir las dos suaves orejas peludas que sobresalían de su cabeza y que habían hecho que se detuviese sorprendido.


¿Un MMG en la basura? Aquello no se veía todos los días.


Según sabia un MMG o Mascota Modificada Genéticamente, era algo que solos los ricos solían tener y otro de los estúpidos inventos de la humanidad. Eran organismos, normalmente humanos, creados según los gustos del comprador y modificados genéticamente con ADN de otras especies a sus preferencias personales. Los ricos los llamaban mascotas, pero para Kidd aquello no era muy diferente de la esclavitud, te creaban para satisfacer las necesidades del dueño desde que nacías.


Fuesen las que fuesen.


Eran algo caro, complicado y que requería mucho esfuerzo. No era algo que se tirase a la basura porque si.


—Hey ¿estás bien?— preguntó malhumorado Kidd acercando una mano al pelo del individuo. ¿Por qué siempre se encontraba esas cosas cuando estaba en las peores situaciones?


Con cuidado le levantó la cabeza para observarlo mejor. Era un espécimen realmente increíble la verdad, con aquella exquisita piel morena tan suave y tersa bajo sus dedos, con sus rasgos delicados pero fuertes y aquellos finos labios de los que escapaba una débil respiración. Era alto aunque no tanto como él, bastante delgado según apreciaba a través de la ropa y no debía de sobrepasar los veintitantos. Dos orejas parecidas a las de los gatos salían de su revuelto pelo dándole un aspecto salvaje y exótico junto con la oscura cola que se enroscaba débilmente en su pierna en una pose defensiva.


Pero Kidd no solo se fijo en eso, lo que más le llamó la atención fueron los moratones que cubrían su cuerpo y las innumerables heridas que se podían ver a través de su rasgada ropa.


—Hey despierta— intentó volver a llamarle frunciendo el ceño y sacudiéndole con más fuerza.


Pero del chico ni se movió.


Kidd resopló realmente cabreado. Estaba claro que no podía dejar semejante tesoro allí en medio, y además el otro estaba gravemente herido, déjale allí seria como condenarle a una muerte casi segura. Lo mejor sería llevárselo a su casa y pensar después que hacer. Pero él también estaba herido y cansado y realmente llevar a cuestas a otro hombre era lo que menos le apetecía hacer.


Gruñó al final tomando al chico de la cintura y le alzándole del suelo como si no pesase nada. El chico soltó un gemido de dolor cuando le acomodó entre sus brazos, pero no hizo nada más, ni un susurro, ni un movimiento, nada. Kidd aguantando el dolor en su hombro se dirigió a su casa con paso firme  y rápido antes de que la situación se complicase aun más de alguna forma retorcida. Porque siempre pasaba igual. Los problemas nunca venían solos.


Cuando llegó al destartalado edificio que llamaba hogar sin haber sufrido ninguna incidencia, pasó su tarjeta de identificación por la puerta y esta se deslizó hacia la derecha dejándole pasar al diminuto apartamento de dos únicas habitaciones: un baño y otra sala que hacía a la vez de dormitorio, salón y cocina. En fin, se lo había dado el gobierno, tampoco podía pedir mucho más, no es como si le fuesen a dar una mansión a un huérfano.


Dejo al chico sobre la cama sin mucha delicadeza y se dirigió a por el botiquín que siempre tenía a mano. Aunque no hubiese estudiado remotamente nada parecido a la medicina, cuando te has metido en tantas peleas como en las que se había metido él, uno acababa aprendiendo lo básico de primeros auxilio o se moría en cuestión de segundos, asique, con la experiencia a sus hombros, no tardo mucho en curarse sus propios moratones. Luego vendo al  chico moreno como pudo con lo poco que tenia y se sentó enfrente de la cama que el otro ocupaba por completo para contemplarle.


Una serie de marcas que parecían tatuajes surcaban sus brazos y manos y parecía tener piercings dorados en las orejas. No parecía alguien precisamente débil y si no hubiese sido una mascota modificada, Kidd estaba seguro que ya habría mandado a bastante gente al hospital. Sonrió complacido con aquel hecho. Odiaba a la gente débil por encima de todo.


Kidd se quedó contemplando la pacifica cara del chico con una especie de hipnosis, observando cómo su pecho se alzaba y bajaba irregularmente o como su ceño se fruncía presa del dolor de las heridas.


Ahora que lo pensaba ¿Como narices iba a mantener al tío este en su casa?¿Cómo se cuidaba un MMG? Se golpeó mentalmente. Tenía que haber pensado en aquello antes. Si le descubrían con semejante pieza de ingeniería genética y con el historial que tenía en la comisaria aquello no iba a acabar del todo bien.


Y entonces se acordó.


Conocía a alguien que si que podía saber qué hacer.


Tomando su reloj de muñeca,  hurgó por la pantalla abriendo y cerrando los programas hasta encontrar la dirección que quería y sin dudarlo llamó. Una voz totalmente adormilada le respondió.


—¿Kidd?—murmuró el rubio— tío me alegro de oír de ti, pero espero que tengas una escusa decente para despertarme a las CINCO de la mañana—


Kidd ignoró el tono enfadado del otro y simplemente gruño en respuesta:


—Marco, pásate mañana por la mañana por mi casa, tengo un problema… ah y tráete a Ace— ordenó con su voz autoritaria y enfadada de siempre.


Escuchó a Marco lloriquear al otro lado de la línea murmurando algo sobre su mierda de amigos, y sus deudas con la sociedad, pero colgó antes de que se pusiese a gritarle improperios cosa que sabía que empezaría a hacer en breve cuando se despejase del todo.


Volvió a mirar entonces en el silencio reinante al problema moreno sobre su cama durmiendo pacíficamente. Gruñendo de nuevo se levantó dirigiéndose al baño donde comenzó a desvestirse preparándose para dormir. Su imagen en el espejo le devolvió su cara cansada con marcas moradas comenzando a aparecer, y su torso surcado por miles de rugosas cicatrices. Odiaba aquellas cicatrices. Le recordaban su mierda de vida y por todo lo que había tenido que pasar. Un niño rico y feliz no tenía el cuerpo que él tenia.


Su mente voló entonces a la suave y lisa piel del moreno sobre su cama, y sus dedos cosquillearon queriendo volver a probarla y acariciarla por completo.


Realmente era una buena mascota.


Apretó los puños firmemente, ¿Qué le habría pasado a ese hombre para acabar así? Se pregunto al acordarse de los moratones que surcaban esa exquisita piel ¿Quién había sido lo suficientemente idiota como para marcarla?.  Sus ojos rojos brillaron peligrosamente en el espejo y él se quedo quieto observándose. ¿Por qué narices se estaba enfadando?. No conocía al moreno, no sabía nada de él y por lo tanto aquello no debería de estar pasando.


Pero lo que si sabía era que no le pertenecía a él.


Seguramente su dueño le estaría buscando desesperadamente. Él que le había creado y pagado por su existencia. Esta vez sintió algo choreando de sus manos cuando cerro los puños fuertemente, y al bajar la vista se dio cuenta de que era su propia sangre de apretar tanto sus manos. Su dueño, siguió pensando con asco ¿El mismo que le había dejado las heridas?¿ El que le había tirado a la basura?.


Con una ira inexplicable quemándole las venas volvió a mirarse en el espejo del baño. Sus músculos estaban en tensión resaltando las cicatrices que los surcaban y su pelo rojo aun estaba revuelto por la pelea de hacia unas horas con aspecto salvaje, pero sus ojos mostraban una mirada decida.


Y entonces supo que había tomado una decisión. Después de todo como suele decirse “El que lo encuentra se lo queda”


.


.


.


Law se despertó envuelto en un agradable calor que conseguía que se olvidase del dolor que inundaba cada una de sus articulaciones. Suspiró de placer aun sin querer abrir los ojos, restregándose alegremente contra la fuente del calor mientras las ultimas trazas de sueño desaparecían de su mente. Hacía mucho que no estaba tan cómodo ¿Había vuelto su amo a por él arrepintiéndose de haberle dejado...allí? Hacía mucho que no dormían juntos ¿A qué venía ese repentino cambio?


Parpadeando en la oscuridad reinante abrió los ojos sin querer realmente hacerlo pero con su instinto instándole a hacerlo de una puñetera vez. Sus pupilas se dilataron en la oscuridad de la noche tomando unas proporciones demasiado grandes para un humano normal pero que a él le permitieron sin problema escudriñar aquella oscuridad.


Y entonces se tensó.


El que le rodeaba con aquellos enormes brazos de puro musculo definitivamente no era su dueño. Es más, nunca lo había visto ya que seguramente se acordaría de alguien así. Aquel pelo rojo fuego no era algo que llevase todo el mundo. ¿Quién era? ¿Y por que estaba allí? Le observó durante un momento midiendo su posible capacidad de pelea. Estaban tumbados por lo que no sabía si sería mucho más alto que él pero definitivamente el pelirrojo le ganaba en masa muscular. Doblando la suya propia dos o incluso tres veces. Se estremeció simplemente al verse atrapado por semejante bestia parda, pero por suerte esta parecía dormitar y Law apartó de su mente el supuesto momento de la pelea cambiándolo por algo más importante: salir de allí sin despertarla.


Intentó apartarse ligeramente de la enorme mole que le envolvía como un pulpo reduciendo su espacio personal al mínimo y que le espachurraba vilmente contra aquel enorme pecho. Definitivamente aquel hombre tenía un problema muy grande. Si iba a querer dormir abrazado a algo iba a tener que aprender a no apretar tanto o acabaría asfixiando al idiota que se metiese con él en la cama. Se dio cuenta de que una de las enormes manos del pelirrojo estaba además posada sobre una de sus peludas orejas como si hubiese estado acariciándola antes de dormirse, en un contacto demasiado intimo y protector para el gusto de Law. Nadie tocaba sus orejas, aquel apéndice era uno de sus puntos débiles. Demasiado sensible a cualquier contacto, una zona erógena o algo así. Asique nadie las tocaba y menos un bruto pelirrojo al que ni conocía.


Una vez que se consiguió soltarse un poco del otro y apartar sus manos de su cuerpo se sentó y se dedicó a observar donde se encontraba. La habitación era...minúscula. Con la puerta de entrada a la derecha, algo que parcia el baño enfrente de la cama y un armario encasillado contra la pared, había algunos posters colgados en la pared y libros de texto desparramados sin cuidado por el suelo entre prendas de ropa. Law parpadeo confuso ¿En serio? ¿Cómo podía vivir alguien entre aquellas paredes? ¿Y sobre todo alguien  tan inmenso?


Y entonces cayó en la cuenta de un pequeño detalle.


Era una casa normal. Una del tipo en las que vivía casi toda la población del mundo. Una de las que necesitaban el código o tarjetas de identificación para abrir y cerrar la puerta principal y que solo los dueños poseían.


Y él no tenía ninguna ni se sabía el código.


Y tampoco podía robar la tarjeta. Estas reconocía el ADN del que las llevaba y sino era quien debía ser se desactivaban volviéndose inútiles. Se había echo para evitar posibles robos y esas cosas, pero en aquel momento a él le jodia la vida ya que no podía abrir la puerta principal y huir.


Y por lo tanto estaba atrapado. En una habitación microscópica. Con un gigante pelirrojo al que no conocía pero que parecía capaz de partirle el cuello con facilidad.


Se empezó a agobiar.


Intentó separarse de el otro hombre como pudo para respirar hondo y tranquilizarse, pero entonces el pelirrojo decidió que no estaban lo suficientemente juntos y volvió a agarrarle y espachurrarle contra su pecho inmovilizándole sin querer entre sus brazos de acero.


Y Law, bastante cabreado, agobiado y confuso y sin querer volver a la posición del principio sacó a relucir los instintos de la pantera con la que había sido mezclado su ADN y  le mordió el cuello. Con ganas. Clavándole los dientes hasta que sintió la sangre inundar su boca.


El grito que soltó el otro fue un deleite para sus oídos haciéndole sonreír macabramente y soltar su presa. El pelirrojo se alejó de él despierto al instante y entonces, aprovechando su repentina libertad de movimientos, Law saltó fuera de la cama y comenzó a escrutar la habitación en búsqueda de un arma. Diviso algo parecido a un maletin de primeros auxilios encima de un libro y se abalanzó sobre el dispuesto a estampárselo al otro en la cara.


Pero antes de que pudiese alcanzarlo en su carrera, una mano enorme y fuerte se aferró en su tobillo y Law se vio cayendo de bruces contra el pequeño espacio que hacía las veces de suelo. Gruño sobándose la nariz ligeramente atontado.


La gigantesca sombra del otro se cernió sobre él amenazante y Law, sabiendo que no era muy buena idea darle la espalda a una fiera enfurecida, giró en el suelo tumbándose boca arriba y encarándole. Al instante tuvo al otro sobre él, clavándole al suelo con su peso en las caderas y con las manos inmovilizadas en un increíblemente fuerte agarre por el otro.


Se miraron entonces a la cara por primera vez. Los ojos dorados se enfrentaron a los plateados intensamente. Brillando en la oscuridad unos contra los otros expectantes y sin poder dejar de observarse, como dos imanes atraídos por el polo opuesto. Fascinados, sorprendidos...y muy cabreados.


El primero en hablar fue Law ya que el otro no parecía ser capaz de montar todavía dos palabras ni tampoco parecía querer hacerlo. Simplemente le observaba fijamente, como si estuviese intentando descifrar en que pensaba y por qué le había mordido sin la necesidad de palabras. Se negó a aceptar que estaba incomodo.


—¿Quién eres?¿Y porque estaba durmiendo contigo?—preguntó con la voz más intimidante que pudo poner.


El otro hombre sonrió malignamente en la oscuridad y Law sintió a la pantera en su interior encogerse sobre si misma asustada. Mierda, nadie aparte de su dueño provocaba semejante reacción en el animal y sin embargo no le dio muchas vueltas al asunto cuando el otro simplemente murmuró:


—Soy Eustass Kidd, tu nuevo dueño—


 


 

Notas finales:

Bueno es el primer capitulo, no da tiempo a desarrollar mucho la trama solo a describir más o menos la situacion, pero aun asi espero que más o menos entendais de que va XD 

En el proximo saldran el resto de protas y intentare explicar un poco mejor el mundo, aunque bueno, Marco ya ha salido de por medio jajaja me encanta tocarle las pelotas.

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