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We can take the short way home por dianderella

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Notas del fanfic:

Parte de la tercera edición de Seoul Nights. Contiene varias referencias al cuento de la Caperucita roja.

 

We can take the short way home

—Te quiero —había dicho esa tarde de mediados de diciembre. Luego había mirado al suelo, sin saber qué hacer con las manos. El flequillo demasiado largo le hacía cosquillas. Se preguntaba si hubiese sido mejor añadir un creo y cambiar el verbo.

(Aunque seguiría estando igual de nervioso).

La escena podría resultar familiar, como si hubiesen vuelto al instituto, vestidos con uniformes conjuntados, el pelo negro y cuidadosamente cortado. Dos adolescentes en la azotea a deshoras robándole instantes a una campana por sonar, el corazón acelerado y el sonrojo del primer amor en las mejillas.

Pero Kyungsoo ya no era un niño y la facultad no era una azotea con vistas al infinito.

—Kyungsoo, yo…

Ambos eran adultos. Sabían que había vida más allá de un rechazo.

—Eres una persona muy especial para mí —dijo Junmyeon con la misma voz suave de siempre. Parecía que eligiera las palabras con sumo cuidado. Kyungsoo se encogió un poquito. Pese a que se había preparado para dos posibles respuestas, el pero dolió de todos modos—, pero estoy enamorado de otra persona y… lo siento —dijo con un suspiro—. Te mereces a alguien mucho mejor que yo.

Kyungsoo asintió. En otra ocasión, en otras circunstancias, se hubiese sentido molesto porque Junmyeon no se lo había contado en clase de ecología cuando no tenían nada mejor que hacer que aprender papiroflexia con fotocopias viejas y hablar hasta que no tuviesen nada que decir (aunque siempre consiguieran tomar apuntes al mismo tiempo). Pero ahora se sentía demasiado frágil. Vulnerable.

Terminó removiéndole el pelo y Kyungsoo sonrió de la forma más natural posible.

—No es nada, lo comprendo —musitó al final, asintiendo—. Yo tengo que… Sí…

Dio media vuelta a trompicones, sin llegar a despedirse, y se alejó.

Tenía que coger el tren de las 7 y 35.

 

Mochila, cartera, apuntes, identificación, llaves, móvil...

 

Do Kyungsoo ya no recordaba cuándo había empezado esa sensación de vacío en su vida. De que se olvidaba algo. De que faltaba una pieza. Quizá fue cuando se mudó a Seúl con Chanyeol para estudiar en la universidad. Quizá antes. Lo único que sabía era que, por muchas listas mentales que hiciese y repasase, no conseguía deshacerse de esa sensación.

 

 

 a90; 

 

Celeridad. Impaciencia y resolución. Conocía la ciudad y la velocidad de sus pasos y la posesividad en el pecho. La venganza, quizá, camuflada con ansia y posesión. Grava, aire, color. Olores familiares pero desconocidos que se repetían. Siempre los mismos.

Hasta que encontró lo que buscaba.

Una calle más oscura, una oportunidad y el recuerdo de lágrimas amargas secadas en la manga de una sudadera demasiado ancha.

 

 a89;

 

Llegó a casa cinco minutos antes que de costumbre y se quitó los zapatos en el recibidor, sin ganas, sin querer hablar con nadie y sólo meterse en la cama y dormir hasta el día siguiente. Aunque… ¿a quién pretendía engañar? Aún tenía que revisar su parte del proyecto que tenía que entregar a finales de mes y ese día le tocaba a él lavar los platos.

Oyó cómo Chanyeol apagaba el televisor y corría a su habitación, seguramente para quitarse el pijama y ponerse los vaqueros desgastados para al menos fingir ser una persona decente delante de él, conociendo sus muchas manías.

—Estoy en casa —saludó por costumbre más que por necesidad, adentrándose en el estrecho piso y quitándose la mochila de los hombros.

—¡Bienvenido! —lo saludó Chanyeol, emergiendo al fin, con el pelo más alborotado que de costumbre.

Efectivamente, los vaqueros desgastados.

Kyungsoo se dirigió a su habitación, dejó la mochila sobre el escritorio y se quitó el abrigo y el gorro, mientras Chanyeol lo seguía de cerca, expectante.

—¿Y bien? —inquirió cuando ya no pudo esperar más—. ¿No piensas contarme cómo ha ido el gran día?

Kyungsoo se detuvo, cabizbajo.

—Oh, oh —murmuró Chanyeol para sí mismo—. Protocolo mejor amigo en apuros amorosos activado.

De pronto, dos brazos un poco demasiado largos lo rodearon por detrás y lo alzaron con insultante facilidad, llevándoselo de la habitación hasta la cocina, donde lo dejó sobre una de las sillas. Kyungsoo tomó una bocanada de aire, pudiendo respirar al fin, y observó con una sonrisa cómo Chanyeol rebuscaba en el pequeño congelador.

—¡AUCH! —gritó de pronto cuando trató de levantarse sin haber cerrado el primer cajón del congelador y se dio un golpe en la cabeza. Se acercó a la mesa con una sonrisa torpe y sincera—. Aquí está.

El protocolo de Chanyeol consistió en sentarse en el viejo sofá y ver un programa de humor mientras comían helado de fresa con chocolate.

(Aunque fuese diciembre).

—Bah, qué se creerá ese tal Junmun… —dijo Chanyeol entre cucharadas de helado.

—Junmyeon.

—Ni que hubiesen Do Kyungsoos para dar y regalar. ¡No sabe lo que se pierde!

—Estoy bien —remarcó él, dándole un golpe con el pie en el muslo. No se le daba bien expresarse con muchas palabras, pero confiaba con que Chanyeol pudiese ver cuán agradecido le estaba.

Como si aún no terminara de creerle, le pasó un brazo por los hombros y Kyungsoo, aunque no fuese muy dado al contacto físico, no lo apartó.

 

Terminar el proyecto de psicobiología, deberes de fisiopatología, hablar con Jaehwan de la clase del miércoles, ordenar la cocina…

Y vacío. Faltaba algo.

 

 

Esa noche, como tantas otras, soñó con el bosque que había estado plagando tanto sueños como pesadillas desde que era pequeño. Kyungsoo corría, sin saber si trataba de escapar o de encontrar algo que buscaba con ansia.

Esa noche, le pareció distinguir en la lejanía la figura de Junmyeon, justo antes de que una mancha negra, veloz y letal, hiciera que lo perdiese de vista.

 

 

 

Al día siguiente Junmyeon no fue a clase. Su asiento habitual lo ocupó Baekhyun, que rellenó los vacíos de Junmyeon con sus interminables temas de conversación. Kyungsoo sospechaba que Chanyeol le había contado lo ocurrido y, aunque creyera que no era necesario, le estaba agradecido.

Se lo encontró más tarde, después de farmacología. Chanyeol había ido a buscarlo, saltándose su última clase con la excusa de que la asignatura era un aburrimiento, y junto con Baekhyun estaban tratando de convencerlo de que no fuese a la biblioteca como siempre y los acompañase a tomar algo.

Junmyeon tenía un moretón en la mejilla derecha y caminaba ayudado de una muleta.

—Caí mal cuando salí a correr y me he torcido el tobillo —oyó que le explicaba a uno de sus compañeros—. No es nada grave.

—Eso ha sido el karma —le susurró Chanyeol al oído y Kyungsoo trató de darle un codazo.

—Iré a preguntarle cómo está… —dijo, tratando de dirigirse hacia él.

—¡Ah, nada de eso! —lo interrumpió Baekhyun, pasándole un brazo por los hombros y atrayéndolo hacia sí—. Tú te vienes con nosotros, no querrás herir los sentimientos de los pobres muffins.

—¡Por aquí, por aquí! —gritó Chanyeol, eufórico ante la perspectiva de chocolate y comida en general, tirando de la bufanda de Kyungsoo y dando pequeños saltitos por delante de ellos dos.

Kyungsoo, con una sonrisa que no fue capaz de disimular, se dio por vencido y se dejó arrastrar al pequeño café que frecuentaban de vez en cuando.

Pasaron la tarde entre chocolate, conversaciones absurdas y risas escandalosas que, por lo menos un momento, consiguieron que la sensación de vacío que se había intensificado por culpa del corazón roto de Kyungsoo fuese menos dolorosa.

—¡Ahora sólo tenemos que encontrarte a otro candidato! —dijo Chanyeol, con la voz demasiado alta para el gusto de Kyungsoo, que se encogió un poco más en su asiento y tomó otro sorbo de su expreso.

—¡Yo puedo presentarte a alguien! ¿Conoces a mi compañero de piso, Luhan, de cuarto? Haríais buena pareja —propuso Baekhyun, juntando las manos, visiblemente ilusionado.

Kyungsoo había oído hablar de Luhan. Quién no había oído hablar del guapísimo estudiante de economía, en realidad. Lo había visto en ocasiones en la sección de ciencias sociales de la biblioteca o en la cafetería. Era de conversación despreocupada y sonrisa fácil y angelical.

—Piénsatelo —lo animó Chanyeol, sonriendo y asintiendo entusiásticamente con la cabeza.

—Te irá bien para olvidar a Junmyeon —añadió Baekhyun.

Kyungsoo los miró a los dos.

—¿Y qué voy a decirle? ¿«Luhan-hyung, Baekhyun ha dicho que haríamos buena pareja, sal conmigo»? —preguntó, exasperado.

Baekhyun suspiró y comió un bocado de muffin de chocolate blanco.

—Ojalá todo fuese tan sencillo como la vida de Park Chanyeol.

—¿Yo? ¿Por qué? —preguntó el aludido, con los ojos muy abiertos.

—¡No a todos nos para un guapísimo desconocido por la calle para pedirnos el móvil!

Chanyeol rio.

—Kris es… especial… —contestó, desviando la mirada para centrarla en su zumo de mango, súbitamente tímido.

Baekhyun chasqueó la lengua y se cruzó de brazos.

—¿Te ha dicho algo más, por cierto? —le preguntó Kyungsoo, aliviado de dejar de ser el tema de conversación.

Chanyeol asintió, sonriendo para sí.

—Ahora está ocupado con el trabajo, pero me ha dicho de quedar el miércoles que viene.

—Ejecutivos… —articuló Baekhyun entre dientes y Kyungsoo trató de reprimir una sonrisilla.

Chanyeol se terminó el zumo con un sonoroso sorbido y procedió a tratar de robarle pepitas de chocolate a Baekhyun hasta que éste terminó metiéndole el muffin restante en la boca.

—Me voy, que la noche es joven, muchachos —se despidió, levantándose de su asiento y recogiendo sus pertenencias.

Kyungsoo también se despidió y Chanyeol se limitó a saludar con la mano mientras trataba de masticar con dificultad.

—¡Hasta el sábado! —gritó Baekhyun antes de desaparecer por la puerta.

Kyungsoo se giró.

—¿El sábado? ¿Habéis quedado?

Chanyeol se atragantó.

 

 

Terminar la presentación de biología celular, los deberes de microbiología, pasarle los apuntes de ecología a Junmyeon…

 

 

 

Puede que a Chanyeol se le diese muy bien cocinar hamburguesas y luego comérselas de tres en tres, pero las fiestas sorpresa desde luego no eran lo suyo. A las siete de la tarde del sábado, 12 de enero, le pidió a Kyungsoo que fuese a comprar ramyun urgentemente (pese a que Kyungsoo tenía cuidadosamente guardado para más de dos semanas).

Oyó las risas ahogadas antes de llegar a la puerta del piso.

En otra ocasión, Kyungsoo se hubiese quejado de lo escandalosos que eran o de la cantidad de gente que se le había ocurrido invitar a Chanyeol en un piso tan pequeño o incluso de los colores que habían elegido para las guirnaldas torpemente puestas que decoraban la cocina-sala de estar. En ese momento, sin embargo, Kyungsoo sólo podía mirar y devolverle las sonrisas a todas las caras conocidas y no tan conocidas y a la tarta que había en la mesa con dos velas iguales encendidas y un Chanyeol que corrió a estrujarlo entre sus brazos desproporcionados.

—¡FELICIDADES!

 

Aún tenía muchas cosas que hacer cuidadosamente planeadas en sus listas mentales, pero todo eso podía esperar a después.

 

La guerra de nata del pastel no se hizo de esperar (aunque Jongdae quedó significativamente peor que él), así como el alcohol y las promesas de esta vez conseguir emborracharlo (aunque Kyungsoo sabía que, con su tolerancia, fallarían una vez más). De fondo sonaba una recopilación de canciones que había hecho Jongdae y que Baekhyun bailaba pese a ir desacompasado, arrastrando al resto de invitados que, influenciados por el alcohol, empezaron a moverse por todo el pequeño pisito.

—¡Ven! ¡A bailar! —le gritó Chanyeol desde el centro de la sala.

Minseok tiró de él y Yixing le cogió la otra mano, bailando con envidiable facilidad, y Kyungsoo bajó la mirada, riendo avergonzado, tratando de mover los pies al ritmo de la música y deseando que al día siguiente nadie se acordara.

Estaban a principios de diciembre, pero en ese momento hacía demasiado calor.

Alguien había dejado un jersey sobre el sofá, de cualquier modo, y otro en la silla de la cocina. Había un par de vasos de alcohol tumbados y uno de ellos aún goteaba. Alguien se había dejado la luz del baño encendida.

Sacudió la cabeza con fuerza.

No era el momento para preocuparse por eso.

—Voy a salir un momento a tomar el aire —le dijo a Baekhyun, que lo miró con preocupación.

—¿Te encuentras bien? ¿Quieres que vaya contigo?

—No, no —insistió. Señaló un punto más alejado, en una esquina del comedor—. Hyerin ahora está sola, aprovecha y ve con ella.

Baekhyun se giró y Kyungsoo se apresuró a salir de pequeño piso. En el exterior, el aire helado lo despejó. Sabía que no estaba ebrio, no aún, pero cada vez le costaba más coordinar extremidades y órdenes motrices. Se apoyó contra la pequeña barandilla y respiró profundamente.

Y algo le llamó la atención.

Clic.

 

 a90;

 

Como tantas otras veces, se había dejado guiar por sus propios pasos. Por el instinto y el recuerdo. Ese día no era como todos los demás. A cada paso dudaba de si seguir adelante y a cada paso se impacientaba por dar el siguiente.

Y luego, una vez superada la vacilación y el nerviosismo… él.

 

 a89;

 

Justo al lado había un chico que lo miraba con los ojos muy abiertos. Era más alto que él y vestía todo de negro. Hacía un momento había estado dando vueltas, como si dudase de si entrar o no. ¿Otro amigo de Chanyeol, quizá?

—¿Vas a entrar? —le preguntó, aún desde la barandilla donde estaba apoyado, ofreciéndole una sonrisa.

—No, yo… digo… bueno… —musitó, sin saber qué hacer con las manos—. Creo que me quedaré aquí fuera —concluyó al final.

Tenía la espalda completamente rígida.

—La luna es muy bonita esta noche —comentó Kyungsoo, haciéndose a un lado en una invitación sin palabras.

Le sonrió. Y la sonrisa del chico que recibió a cambio brillaba más que la luna. Sobrecogido, tardó un momento más de lo debido en desviar la mirada y volver a dirigirla hacia la luna.

No sabía si hablaba por hablar o por influencia del alcohol, pero se encontró conversando sin ningún tipo de dificultad con aquel completo extraño.

—Falta poco para la luna llena… —comentó el chico a su lado, al cabo de un rato, con la mirada perdida en algún punto del infinito.

—Durante esas noches… es como si todos los cuentos de hadas pudiesen ser de verdad —murmuró Kyungsoo, sin saber si era el alcohol o la ingenuidad la que hablaba por él. Tenía la imagen de un bosque y una carrera bajo otra luna llena en la mente.

—Quién sabe… —respondió el chico.

—¿No tienes frío? —le preguntó, observando su fina camisa de reojo.

Él negó con la cabeza.

—Oh —dijo al cabo de un momento, tendiendo la palma hacia arriba—. ¿Nieve?

—¡Está nevando! —exclamó Kyungsoo, alzando los dos brazos—. ¡La primera nevada!

El chico se giró súbitamente.

Desde dentro del piso también se oyeron exclamaciones.

—Debería entrar —dijo Kyungsoo, con un suspiro. Ya no sentía las puntas de los dedos—. ¿Entras tú también?

El chico sonrió.

—¡Kyungsoo! —lo llamó Chanyeol desde la puerta abierta.

Kyungsoo se giró y volvió a entrar, con la imagen del chico vestido de negro con la sonrisa encantadora recortada contra la nieve y la luz de la luna en las retinas.

Cuando volvió a girarse, ya no estaba.

 

 

Esa noche no soñó.

 

 

 

—¿Era amigo tuyo? —le preguntó al día siguiente, cuando ya no quedaba ningún invitado y al fin pudo empezar a ordenar.

El piso olía a alcohol y a pocas horas de sueño, pero no había quedado tan desordenado como se había temido en un principio.

—¿El chico de ayer? —inquirió Chanyeol, confuso—. No, pero lo he visto a menudo en tu campus…  Quizá conozca algún vecino.

—¿Mi campus…? —dijo Kyungsoo, deteniéndose de pronto.

No, no podía ser. Estaba seguro de que si lo hubiese visto se acordaría. Tenía unos rasgos demasiado distintivos y le resultaba… familiar. Aunque por más que se esforzara, no conseguía recordar de dónde. Sólo la sensación de serenidad, de saber que todo iba a ir bien. Y ese clic. Como si todo encajase.

—Sí —aseguró Chanyeol, asintiendo con la cabeza vehementemente—. No estoy seguro de qué estudia pero lo he visto varias veces cuando venía a buscarte.

 

 

Comprar  un mantel nuevo, llevarle a Baekhyun el jersey que se había dejado y aprovechar para preguntar sobre aquél chico de piel dorada y sonrisa sobrecogedora…

 

 

Kyungsoo estaba seguro de que nunca lo había visto…. Y, sin embargo, durante los siguientes días, parecía que no hacía nada más que encontrárselo.

 

La primera vez fue el lunes, en el metro de las 7 y 13 que cogía para asistir a la primera clase de la mañana, cuando de pronto alzó la vista… y ahí estaba. Sentado en uno de los asientos de enfrente, las luces blancas del metro hacían que pareciese menos etéreo y más humano. Tenía el pelo negro revuelto y los ojos cerrados. Estaba dormido.

Pero hubo algo más que le llamó la atención. Llevaba uniforme. Tomó una bocanada de aire, sorprendido. Si aún iba al instituto, ¿qué edad debía tener? En parte, se alegró que estuviese dormido. Suponía que se acordaría de él, pero seguían siendo desconocidos, y no hubiese sabido cómo reaccionar, si saludarlo…

Tratando de no darle más vueltas al asunto, bajó en su parada sin mirar atrás, con la sensación de que se olvidaba de algo más presente que nunca. Si lo tenía todo, ¿por qué…? Por alguna razón, su mente volvía al chico de instituto dormido en el metro a hora punta.

 

Volvió a encontrárselo más tarde, en la biblioteca. Seguía llevando el uniforme y tenía la mirada somnolienta. Era hasta entrañable.

En otras circunstancias, seguramente habría sonreído. En el momento en que lo vio, sin embargo, lo inundó una oleada de sentimientos que no supo identificar. Se llevó una mano al pecho y se obligó a respirar con normalidad. Tenía el corazón acelerado.

Algo no iba bien.

En el mundo de Do Kyungsoo, un mundo de orden y proporción, algo estaba empezando a cambiar.

 

 

Últimamente parecía que sólo soñaba con el bosque que tanto había marcado su infancia. Seguía doliendo igual, el sentimiento de absoluto abandono, y luego el de incomprensión. Cuando ocurrió aquello, nadie lo creyó. Todos dejaron de escuchar en el momento en que mencionó la palabra lobo

«Sólo es un crío», habían dicho entre ellos. «No sabe lo que ha visto, tenía miedo y estaba solo».

Esa noche, en el bosque de sus sueños, volvía a tener compañía, aunque no llegó a descubrir de quién.

 

 

Kyungsoo podía afirmar que no creía en la casualidad. Tampoco no es que pensara que detrás de cada acción había una razón de sí. Simplemente creía en la ley de causa y efecto. No obstante, en los últimos días, parecía que la casualidad, orgullosa y testaruda, se entestase en hacer acto de presencia.

 

—¿Do Kyungsoo? —lo llamó una voz suave, unos días después—. Eres Kyungsoo, ¿verdad?

El aludido levantó la mirada de los apuntes que había estado pasando a limpio en una mesa de la cafetería, aprovechando que tenía una hora libre entre clases, y lo que vio lo dejó sin palabras.

Luhan, el mismísimo Luhan, estaba delante de él mirándolo con su sonrisa angelical.

—Sí, soy yo —consiguió contestar al fin.

—¿Puedo sentarme? —le preguntó y Kyungsoo asintió y se apresuró a apartar un poco los apuntes para dejarle espacio—. Han anulado la clase de econometría a última hora y pasaba por aquí a ver si encontraba a Baekhyun… —explicó, sentándose.

—Ha ido a hablar con el profesor de farmacología, si quieres puedo enseñarte dónde está —se ofreció.

—Prefiero quedarme aquí contigo —dijo Luhan—. También tengo cosas que hacer antes de la siguiente clase. Si no te molesta, claro.

—Por supuesto que no.

Kyungsoo entonces volvió a fijarse en sus apuntes, pero había algo que lo distraía. Piel pálida. Manos delgadas. Sonrisa infantil.

—Baekhyun me ha hablado mucho de ti —comentó Luhan, desinteresadamente, sacando sus apuntes y dejándolos ordenadamente sobre la mesa.

—¿Ah, sí? —preguntó. Luhan asintió—. A mí también… un poco.

«¡Yo puedo presentarte a alguien! Haríais buena pareja». Sacudió la cabeza.

—¿Qué te ha contado de mí?

Kyungsoo parpadeó dos veces. Piensa, piensa, piensa…

—Que estás de intercambio pero que se te da muy bien el coreano… Que te gusta el fútbol y entrenas con un grupo de amigos, y miras sitcoms por las noches.

Luhan se tapó la cara con ambas manos, visiblemente avergonzado.

—No son sitcoms, es sólo que pongo la tele de fondo y… —dijo a regañadientes. Kyungsoo rio.

—A mí me gustan —dijo con sencillez—. Cuando Chanyeol tiene turno de noche en el trabajo me quedo en el sofá a esperarlo y pongo alguno de mientras.

Luhan tardó un momento en contestar.

—La próxima vez que tenga el turno de noche podríamos quedar para ver uno juntos —propuso Kyungsoo, tentativamente.

Entonces él sonrió. Y Kyungsoo tuvo que agarrarse con fuerza a la mesa.

 

 

Terminar de pasar los apuntes luego, comprar arroz, preguntarle a Chanyeol cuándo vuelve a tener turno de noche…

 

 

Chanyeol soltó un pequeño grito cuando sonó la alarma de su móvil y salió disparado de la cocina hasta la habitación, donde se había dejado el aparato.

Kyungsoo cogió otro plato y siguió secando.

—¿Otra vez Kris? —preguntó desde la cocina—. ¿Qué dice?

Chanyeol salió de la habitación con el móvil entre las manos, sin dejar de teclear. Suspiró.

—Que no puede quedar esta semana, pero que me invitará otro día para compensar.

Kyungsoo observó la sonrisa estúpida de Chanyeol y sonrió también. Estaba contento por él. Aún no había podido conocer al tal Kris en persona, pero estaba haciendo feliz a su mejor amigo y esto era todo lo que importaba.

—Por cierto, hoy me he encontrado con el chico del cumple y con Luhan.

Chanyeol levantó la vista del móvil. Kyungsoo dejó el último bol en su lugar.

—¿En serio? ¿A los dos? ¿En la facultad?

Kyungsoo asintió.

—Hm —dijo mientras bebía del yogur líquido que acababa de sacar de la nevera—. Se llama Jongin y aún va al instituto, pero supongo que a veces va a la biblioteca de la universidad.

—¿Y Luhan? ¿Baekhyun te lo ha presentado al final?

—Me lo he encontrado en la cafetería entre clases.

A Kyungsoo no le pasó desapercibido cómo Chanyeol parecía que lo mirara con cautela, como si estudiara todos sus movimientos.

 

 

 

Estiró los brazos entumecidos de tantas horas en la biblioteca y miró la hora. Las 20 y 41. Aún tenía tiempo.

Se removió en la silla. Hacía rato que se sentía extraño y no sabía el porqué.

—Kyungsoo —lo llamó una voz a su lado, en susurros.

—¡Luhan! —susurró también, sorprendido, mientras el otro se sentaba a su lado.

—Sabía que te encontraría aquí —sonrió.

Pero los ojos de Kyungsoo se habían centrado en una persona sentada en una mesa más allá, detrás de Luhan, una persona de piel dorada y ojos somnolientos. Tenía varios libros abiertos delante de él que miraba con una expresión confusa.

Luhan también se giró.

—Oh, ¿un conocido? —le preguntó.

Kyungsoo asintió con lentitud.

—Sí, algo así.

Volvió a centrar su atención en Luhan, que se sentó a su lado, y ambos se pusieron a hacer su trabajo uno al lado del otro, mirándose de vez en cuando.

Cuando volvió a mirar hacia la otra mesa, sin embargo, pese a que hubiesen sus apuntes, Jongin ya no estaba.

Ducos, Duque, Fleischhauer... Pasó el dedo por el lomo de los libros, con atención. Tecnología de enzimas estaba en la tercera estantería, demasiado alta como para que Kyungsoo pudiese cogerlo. Miró a lado y lado del pasillo. No había ninguna escalera ni taburete. Resopló, tratando de tragarse el orgullo, y se puso de puntillas.

—¿Necesitas este libro? —le preguntó una voz a su lado, en voz baja. Demasiado cerca. No lo había oído acercarse.

Se aferró con fuerza a la segunda estantería para no perder el equilibrio y se giró para ver al chico, justo detrás de él, que tenía los ojos puestos en el libro.

—Oh, Jongin —dijo a media voz.

Jongin se quedó helado, pero al final cogió el libro y se lo tendió. Por un momento, le pareció ver que a le temblaban las manos.

—¿Cómo sabes mi nombre? —le preguntó el más joven.

Kyungsoo cogió el libro con ambas manos, lentamente, para después mirarlo a los ojos.

Familiaridad. Reconocimiento.

—Magia —sonrió Kyungsoo.

—¿De verdad? —inquirió Jongin, dando un paso hacia adelante apenas perceptible.

Kyungsoo rio flojito.

—No, lo llevas en el uniforme.

Jongin se llevó una mano a la pequeña placa que tenía sobre el pecho.

—Por supuesto —dijo muy flojito, cabizbajo. El flequillo negro le tapaba los ojos—. Cómo ibas a acordarte.

—¿Cómo? —preguntó Kyungsoo. Seguro que no lo había oído bien.

Jongin negó con la cabeza.

—No es nada. Avísame si necesitas algún otro libro —dijo antes de despedirse con una ligera reverencia. Kyungsoo también se inclinó.

 

Cuando volvió a su sitio, no pudo evitar mirar en la dirección de la mesa de Jongin. Ahí estaba el chico, descansando la cabeza sobre los dos brazos cruzados sobre la mesa. Durmiendo.

Kyungsoo trató de reprimir una sonrisa. Una sensación cálida le recorrió el pecho.

 

La misma noche, el mismo bosque. Esta vez, Kyungsoo estaba sentado en el suelo, abrazándose las piernas y tiritando pese a no hacer frío.

Oyó un ruido delante de él y se escondió un poco más, tratando de pasar desapercibido pese a que sabía que su respiración agitada haría que lo descubrieran con facilidad.

Familiaridad. Reconocimiento.

Se llevó una mano al pecho, sobrecogido. De pronto, ya no tenía miedo.

 

 

Al día siguiente, Jongin volvía a estar ahí, dormido. Kyungsoo empezó a preguntarse si siempre había estado ahí y simplemente él nunca se había dado cuenta.

Deslizó una mano por la portada de ese libro de biotecnología. Y se levantó.

 

 a90;

 

Jongin se despertó y parpadeó varias veces. Las luces de los fluorescentes de la biblioteca le dañaban los ojos. Levantó un poco la cabeza y de pronto reparó en lo que sus sentidos habían estado alertándolo desde hacía rato: un olor amargo. Café. Justo delante, tenía un café con un pequeño post-it amarillo y unas palabras garabateadas con letra ordenada y limpia: «Por lo de ayer. Parecías cansado. Do Kyungsoo».

Se incorporó de pronto y buscó a Kyungsoo con la mirada, pero no estaba en su sitio habitual. Recogió el libro de texto que tenía abierto encima de la mesa y metió los bolis de cualquier manera dentro de la bolsa, que luego se colgó de un hombro. Con sumo cuidado, cogió el café aún humeante y salió al exterior.

El viento nocturno de finales de diciembre le golpeó el rostro. Hacía frío, pero no le importaba. Sólo quería verlo, verlo una última vez ese día antes de que se fuese a casa.

—No está —le dijo una voz a su espalda.

Con las prisas no había advertido su presencia. Sabía de sobra quién era.

—Ya lo sé, Sehun —dijo con rabia contenida, dándole una puntada de pie a un botella que había en el suelo. Se pasó una mano por el pelo y fijó la vista en la desierta entrada de metro.

—Tenemos que darnos prisa —le advirtió con voz floja—. No podemos quedarnos mucho tiempo.

—Ya lo sé —repitió. Pero no dijo nada más.

 

 a89;

 

Al día siguiente, en el metro de las 8 y 25, Kyungsoo volvió a encontrarse con Jongin. Esta vez estaba despierto.

—Buenos días —lo saludó Kyungsoo.

Jongin se sobresaltó, pero luego sonrió y a Kyungsoo se le hizo difícil creer que por un momento se había olvidado de cómo era su sonrisa.

—Buenos días —lo saludó a su vez, acercándose un poco—. Gracias por el café de ayer.

Negó con la cabeza.

—No es nada.

 

Kyungsoo siempre había pensado que los trayectos de metro eran solitarios. Trataba de evitar la hora punta, y de hecho lo prefería así. Sin embargo, al tener a Jongin al lado, medio dormido, musitando frases sencillas con la voz un poco ronca, pensó que no le importaría tener un poco de compañía.

 

Ayudar a Chanyeol a encontrar las llaves (seguro que están en algún bolsillo), repasar el temario de fisiología vegetal de una vez por todas, avisar a Luhan del nuevo horario de Chanyeol, preguntarle a Jongin qué café le gusta más…

 

El profesor dio por finalizada la clase y Baekhyun observó con curiosidad cómo Kyungsoo ordenaba los apuntes y los guardaba en la carpeta con rapidez, con prisas. Se despidieron y Kyungsoo trató de ignorar la sonrisa traviesa de Baekhyun.

Mentiría si dijese que no se había pasado el día deseando que se terminaran las clases para poder ir a la biblioteca. Al principio acostumbraba a ir porque con Chanyeol como compañero de piso era difícil poder concentrarse más de veinte minutos sin que él rompiera algo o chocase contra algún mueble. Ahora, sin embargo…

Pero Jongin no estaba, y Kyungsoo se dio un golpe en la cara con el libro de texto. Cómo podía ser tan iluso. Se sentía estúpido.

—Hoy no estás con tu… amigo —dijo de pronto una voz a su lado. Kyungsoo dio un respingo y dejó el libro de texto sobre la mesa. Era Jongin—. ¿Puedo sentarme?

Asintió, observando cómo el otro se sentaba a su lado y sacaba su libro de texto de matemáticas. Tenía el corazón desbocado.

Y no estaba seguro de si atribuirlo al susto.

 

 

Kim Jongin. Estaban los dos solos en un vagón de metro desierto. Jongin estaba de pie, cogido a una de las barras, mientras que él estaba sentado en uno de los asientos. Se miraban pero ninguno decía nada.

De pronto, Kyungsoo se levantó, como si quisiera acercársele, pero Jongin empezaba a correr. Trató de seguirlo, corriendo también, y de pronto ya no estaban en el metro, si no en un bosque completamente nevado. Jongin aflojó el paso y empezaron a correr los dos, uno al lado del otro.

Kyungsoo se dio cuenta de que lo estaba mirando. Se giró también. Y ya no desvió la mirada.

 

 

Volvieron a encontrarse al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. Coincidían en el metro por las mañanas, en la biblioteca por las tardes y volvían juntos por las noches. El más joven, poco a poco, iba rellenando los espacios previamente solitarios de la vida de Do Kyungsoo. Entre pequeñas conversaciones, post-its con cada vez más emoticonos y cafés cada vez más dulces, se iba volviendo una parte más importante en su día a día.

Pero Kim Jongin no estaba solamente presente en sus días. Cada vez se le aparecía más en sueños y cada vez más Kyungsoo trataba de olvidarlo al día siguiente.

Era extraño. Por mucho que se hubiese acostumbrado a su presencia, por mucho que, pese a que le costase, se hubiese abierto a él, seguía sin acostumbrarse a la oleada de sensaciones confusas que lo inundaban siempre estaban cerca.

El Jongin de sus noches era peligroso, sugestivo, inalcanzable. El Jongin de sus días era todo lo contrario; infantil, cálido y adorable.

 

Kim Jongin seguía siendo todo un misterio.

 

 

—Me cambié de instituto —explicó una tarde, al lado de la máquina de café de la biblioteca—, hace poco que vivo aquí, comparto piso con un amigo.

—¿Vives en un piso compartido? ¿Con dieciséis años? —le preguntó Kyungsoo, incrédulo.

Jongin frunció el ceño.

—Diecisiete. Sólo soy tres años menor que tú —musitó, visiblemente enfadado. Siempre se ponía de morros cuando salía el tema de su edad.

—Un crío, sea como sea —concluyó Kyungsoo, encogiéndose de hombros.

Jongin lo miró y sonrió con picardía. Cuando empezó a acercarse, Kyungsoo adivinó sus intenciones.

—Pero soy más alto que tú —dijo, alzando la barbilla.

—Niñato —le espetó Kyungsoo, empujándolo, sin malicia, y dio la vuelta—. Me voy ya, que luego tengo planes.

—¡Eh, espera! —lo llamó el otro, corriendo a su lado—. ¡Voy contigo!

Salieron juntos de la biblioteca, uno al lado del otro.

—Podrías haberte quedado estudiando —le dijo Kyungsoo cuando ya estaban en el metro—. No hacía falta que me acompañaras.

—Pero quería ir contigo —dijo a media voz—. Además, ya he terminado todos los deberes.

—Buen chico —rio Kyungsoo y el otro le lanzó una mirada fulminante.

De pronto, empezó a sentirse mal. Estaba nervioso. Intranquilo. Dirigió la mirada a Jongin y vio que éste miraba con atención un punto a su espalda. Se giró y se encontró con los ojos de un chico mayor posados en él. Volvió a girarse al instante. Al entrar ya se había fijado en que el mismo chico lo miraba.

Decidió restarle importancia.

—¡Mi parada! —anunció alegremente en cuanto se detuvo el metro—. Nos vemos el lunes, Jongin.

—Adiós, hyung —se despidió el otro con una tímida sonrisa.

Sin mirar atrás, Kyungsoo bajó del metro y se dirigió a la salida. La sensación de nerviosismo se fue disipando gradualmente. Suspiró.

Su piso no estaba muy alejado de la parada de metro, pero aun así todavía le quedaba un buen trecho. Primer giro a la derecha, todo recto, semáforo… Oía pasos a su espalda. Intentó no darle importancia, podía ser alguien que vivía en su misma residencia, al fin y al cabo.

—¡Eh, tú! ¡El estudiante! —lo llamó una voz grave.

A Kyungsoo no le gustó. Sin girarse, aceleró el paso y empezó a caminar con más rapidez. Aún quedaba un poco.

—¡¿No me oyes?! ¡Quédate ahí!

Kyungsoo empezó a correr, tan rápido como le permitían las piernas y la carga de la mochila en la espalda. Pero sabía de sobra que no sería suficiente. Sintió que le cogían la mochila por detrás y cerró los ojos con fuerza.

—¡¿Eh, pero quién…?!

Oyó un golpe seco y se giró a tiempo para ver cómo su perseguidor, el chico que no le había quitado la mirada de encima en el metro, chocaba contra la pared por el impulso del puñetazo que acababa de recibir en la mejilla.

—¡Jongin!

El otro chico le propinó un puñetazo a su vez, pero Jongin aprovechó la oportunidad para cogerle del brazo, desestabilizarlo y darle con la rodilla en el estómago. El chico gruñó y volvió a chocar contra la pared.

Jongin se acercó a él.

—¿Qué haces aquí? —se exclamó Kyungsoo al verlo.

El más pequeño se frotó el puño con cuidado, haciendo una mueca, sin dejar de mirar al otro, amenazante. Éste, con una mano en la parte agredida, se apartó y salió corriendo. Jongin resopló.

—Te he seguido por si acaso —explicó—. Tenía pinta de matón y tú de blanco fácil con dinero encima.

Con el ceño fruncido, se acercó a Jongin y le inspeccionó el labio roto de cerca. Jongin hizo una mueca cuando lo rozó con los dedos.

—Ven —le ordenó, cogiéndolo de la mano—. Te curaré en casa.

Jongin obedeció y lo siguió de cerca, sin soltarlo.

—Puedes dejar las cosas sobre la mesa de la cocina —le indicó cuando entraron.

Se quitó los zapatos y fue deprisa hacia el baño, donde tenían el botiquín de primeros auxilios. Jongin se quedó detrás, quitándose los zapatos y luego observando el piso con algo que parecía admiración. Dejó la mochila encima de la mesa, tal y cómo le había indicado, y se quitó el abrigo.

—Siéntate ahí —lo apremió Kyungsoo, emergiendo del baño con la cajita metálica blanca—. ¿Qué miras? —le preguntó, riendo.

Jongin dejó de observar el comedor y fijó su mirada en él, sorprendido.

—Nada, sólo miraba el piso —explicó. Luego sonrió—. Me gusta. Es muy tú.

Kyungsoo lo cogió por la barbilla y le inclinó el rostro hacia la luz, inspeccionando la herida con atención mientras musitaba un cómo que muy yo, qué se supone que quiere decir eso entre dientes. Jongin rio y Kyungsoo le propinó un golpe en el hombro.

—Estate quieto.

Con extremo cuidado, le limpió la herida y le aplicó desinfectante. Jongin fingió una mueca de dolor y Kyungsoo sopló con cuidado, con el ceño fruncido por la preocupación.

—¿Duele? —le preguntó, con la mirada aún fija en la herida.

—Ya no —contestó Jongin.

Dependencia. Preocupación. Cariño.

Kyungsoo sintió que se mareaba y se aferró al hombro de Jongin, que lo cogió por el brazo para estabilizarlo.

Preocupación, preocupación, preocupación.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó, incorporándose levemente.

—Sí, sí —trató de asegurarle, parpadeando varias veces—. Quédate aquí, voy a por una tirita.

Sintió la mirada de Jongin clavada en la espalda hasta que regresó.

—No me mires así —le dijo Kyungsoo. Sentía la mirada de Jongin clavada en él y lo ponía… nervioso.

Pero Jongin no podía apartar la mirada. Kyungsoo estaba demasiado cerca y Jongin sólo quería alejarse y deshacerse de esa sensación de que de pronto hacía demasiado calor y a la vez acercarse más, sólo un poco más, para poder observar al mayor de más de cerca.

Reconocimiento. Posesión.

Anticipación.

Llamaron a la puerta.

—¡Ya voy! —gritó Kyungsoo, terminando de poner la tirita y alejándose, musitando en voz baja un cómo es posible que ya sean las once.

Jongin también se levantó y lo siguió de cerca. Antes de que Kyungsoo abriese la puerta, apoyó la barbilla sobre su hombro y soltó algo entre un suspiro y un gruñido.

—¡Luhan! —dijo al abrir. El otro lo saludó con una de sus sonrisas perfectas y Kyungsoo se hizo a un lado, invitándolo a pasar.

—Veo que tienes compañía —comentó, mirando a Jongin.

—Ah, sí. Se ha hecho daño por mi culpa y lo estaba curando —explicó—. Puedes dejar las cosas ahí —señaló la mesa de la cocina y se giró para mirar a Jongin, que tenía el ceño fruncido. Éste miró a Luhan y luego lo miró a él, pidiendo explicaciones—. Hoy Chanyeol tiene turno de noche, así que ha venido para ver un sitcom juntos.

—¿Puedo quedarme yo también? —preguntó después de un momento de silencio, vacilante—. Sehun tampoco está hoy y aún me duele un poco el labio.

Puso morros para enfatizar y Kyungsoo tuvo que mirar hacia otro lado.

—¿Te molestaría, Luhan? —le preguntó. Luhan miró a Jongin con atención. Habían coincidido alguna vez en la biblioteca, y Luhan siempre había tenido que buscar otro sitio para sentarse porque al lado de Kyungsoo estaba Jongin, pero nunca se habían dirigido la palabra.

—Por supuesto que no —contestó con una sonrisa, sin dejar de mirarlo. Luego señaló las bolsas que había traído consigo—. He comprado un poco de comida por el camino, hay de sobra para uno más.

 

Jongin y Luhan eran totalmente opuestos. Como la noche y el día. Luhan tenía el pelo teñido de un color rubio y la piel blanquecina, estudiaba en la universidad y tenía los apuntes casi más ordenados que Kyungsoo, era responsable y le costaba imaginarlo teniendo siquiera una discusión verbal con alguien. Jongin, en cambio, tenía el pelo negro y la piel tostada, aún iba al instituto, tenía una caligrafía ininteligible y su forma de pelear había sido demasiado exacta, demasiado precisa y calculada como para ser la primera vez que tenía un enfrentamiento de ese tipo.

Sin embargo, al verlos a ambos pelearse por quién preparaba la comida, quién se sentaba a su lado o quién lavaba los platos con él… pensó que al fin y al cabo no eran tan distintos.

—¿Se ha quedado dormido? —preguntó Luhan mientras lavaba un bol, mirando hacia el sofá. Al final había ganado él, así que el pequeño, derrotado, había optado por esperarse en el sofá.

—No te sorprenda —rio Kyungsoo, cogiéndoselo y abriendo el grifo—. Puede parecer muy infantil e inmaduro, pero… es un buen chico.

Luhan lo miró de reojo y Kyungsoo se preguntó si quizá había hablado más de la cuenta.

—Baekhyun tenía razón… —dijo Luhan, con voz suave. Kyungsoo lo miró. Cogió otro plato—. Tiendes a cuidar de la gente —sonrió—. Es adorable.

Kyungsoo se sonrojó y volvió a fijar su atención en el plato. Era el último.

—¡Pero! A veces también deberías dejar que te cuidaran a ti —Luhan había terminado y ahora lo miraba, apoyado en el mármol—. Pero para eso estoy aquí hoy, ¿no?

Kyungsoo dejó el último plato en la rendija y de pronto sintió la presencia de Luhan detrás de él.

—Te ayudo —le informó, mientras le desabrochaba el delantal. Kyungsoo dejó de respirar por una fracción de segundo—. ¿Ahora tú? —con una sonrisa infantil, se giró para dar acceso a Kyungsoo, que también lo ayudó, riendo.

 

Terminaron los tres en el sofá, Kyungsoo sentado en medio de los otros dos, comentando animadamente con Luhan los anteriores capítulos del sitcom mientras Jongin, que se había despertado, iba haciendo alguna que otra crítica sobre la actuación de los personajes y las inverosimilitudes de la trama, entre bostezos.

Cuando se dio cuenta de que llevaba bastante rato sin comentar, se giró y vio que se había quedado dormido. Otra vez. Sonrió con ternura y, cuidadosamente, le apoyó la cabeza sobre su hombro.

Familiaridad. Confianza. Afecto.

 

Realmente no sabía cómo había ocurrido. Lo último que recordaba era estar cambiando de canal cuando el sitcom terminó, mientras le contaba a Luhan su previsión para los siguientes episodios, medio dormido, con la respiración acompasada de Jongin en el cuello y sus latidos en el hombro. Y era el rostro de Luhan lo primero que había visto al despertarse, durmiendo a su lado en el sofá. Si había algún ser humano que pudiese llegar a confundirse con un ángel, Kyungsoo estaba seguro de que sería él. Durante la noche, de algún modo, habían terminado dándose la mano. Pero lo que lo dejó helado durante unos instantes fue el brazo de Jongin, que le rodeaba el torso, y la presión de su frente contra la espalda de Kyungsoo.

Desenlazó la mano de la de Luhan y apartó el brazo de Jongin con extremo cuidado, y se incorporó poco a poco, restregándose la cara con la manga de la camiseta. La luz que entraba por la ventana sin cortinas del comedor le permitió ver el papel colgado con celo en la pantalla del televisor que alguien debía haber apagado la noche anterior.

«Tengo fotos y no dudaré en usarlas. Park Chanyeol».

Se dio un golpe en la frente.

 

Ordenar el desastre del comedor, quitar la cola que había quedado en el televisor por culpa del celo, hacer el desayuno para Chanyeol y Jongin, ir a comprar batido de fresa…

Luhan, que se había despertado justo después de él, había tenido que irse muy pronto por la mañana porque tenía entrenamiento de fútbol. Por mucho que Kyungsoo hubiese insistido, había rechazado el desayuno que le había ofrecido diciendo que no quería molestar y que ya se compraría algo por el camino. Había pedido permiso para ducharse, sin embargo, y Kyungsoo había tenido que hacer malabares para mirar a otra parte mientras le daba la toalla porque Chanyeol se había olvidado de poner otra. A todo esto, Jongin había estado observando los acontecimientos a su alrededor con los ojos aún entrecerrados por el sueño, sentado en una silla de la cocina sin hacer ningún movimiento brusco.

Chanyeol apareció por la puerta de su habitación poco después de que Luhan se fuese con despedidas incómodas y promesas a medias de volver a quedar otro día. Su pelo desafiaba las leyes de la gravedad y la camisa le descubría un hombro. Se sentó delante de Jongin y lo saludó como si fuesen amigos desde hacía tiempo.

—¿Qué quieres para desayunar, Jongin? —le preguntó Kyungsoo, abriendo uno de los armarios.

—¡Kimchi jjigae! —gritó Chanyeol, súbitamente despierto.

Kyungsoo lo miró de reojo.

—He dicho Jongin. Hoy es nuestro invitado.

Chanyeol resopló y Jongin parpadeó dos veces.

—Kimchi jjigae —dijo a su vez.

Oh yeah! —exclamó Chanyeol, entusiasmado, y le chocó la mano a Jongin, que también sonreía.

Kyungsoo puso los ojos en blanco, murmurando un tu novio es una mala influencia, Park Chanyeol por lo bajo.

—Kim Jongin —lo llamó con voz autoritaria. El menor se levantó de golpe—, ayúdame a sacar los ingredientes.

Con Jongin acatando sus órdenes como si fuese un perrito obediente, entre los dos prepararon el desayuno mientras Chanyeol ocupaba toda la mesa de la cocina con sus brazos desproporcionados y jugaba con el móvil. (Kyungsoo hacía tiempo que había desistido de que Chanyeol lo ayudara en la cocina. El fuego era un elemento demasiado peligroso). Parecía que Jongin había hecho de su pasatiempo observar de cerca a Kyungsoo mientras no tenía nada que hacer.

Familiaridad. Afecto. Admiración.

 

—¿Así que ahora coincidís en la biblioteca también? —le preguntó Chanyeol poco después. Ya habían desayunado y Jongin había ido a ducharse, esta vez con toalla, mientras Kyungsoo hacía una lista de la compra y de los deberes de ese fin de semana y Chanyeol se dedicaba a jugar con el envase del yogur.

—Sí, y algunas veces en el metro —afirmó Kyungsoo. Acababa de recibir un mensaje de Luhan. «¡Que tengas un buen día! :]», junto con una foto de unas deportivas de un naranja chillón y un balón del mismo color.

Chanyeol lo miró, sin dejar de juguetear.

—Es curioso —comentó para sí mismo—. Parece como… Es como si ya os conocieseis de antes.

Familiaridad.

Chanyeol frunció el ceño, como si le costara encontrar las palabras.

—Cuando te mira… es como… si lo fueses todo para él.

Cariño. Confianza. Posesión. Afecto.

Kyungsoo lo miró, con los ojos muy abiertos.

—¿No te has fijado? —le preguntó Chanyeol, confuso—. Siempre te mira como si quisiera decirte algo pero se echase atrás al último momento.

Kyungsoo giró la cabeza en la dirección del cuarto de baño y se quedó mirando la puerta cerrada.

—Nada de lo que dices tiene sentido —concluyó al final, mirando a Chanyeol. Éste rio.

Llamaron a la puerta y Chanyeol se levantó, perezoso.

—¿Esperamos a alguien?

Kyungsoo negó con la cabeza.

 

Jongin no le había hablado mucho de Sehun. Todo cuánto sabía era que compartían piso, tenían la misma edad y que tenía una personalidad… especial. Y ahora, mirándolo sentado en el sofá de su pequeño piso, se daba cuenta de cuán equivocada estaba la imagen que se había hecho de él.

Sehun era incluso un poco más alto de Jongin (aunque menos que Chanyeol) y parecía que la piel le reluciera de lo blanca que era. Tenía el rostro alargado y el pelo parcialmente de un rubio grisáceo y la parte inferior de color negro. Su porte era duro y su expresión seria, aunque su mirada fuese infantil.

—¿Así que tú eres Kyungsoo? —le preguntó al cabo de un rato. En ningún momento le había quitado la mirada de encima.

—Sí, soy yo —asintió, incómodo.

Sehun frunció el ceño, sin dejar de mirarlo. Parecía como si estuviese… evaluándolo. Frunció más el ceño y murmuró algo como y por qué este blandengue pero Kyungsoo concluyó que debía de haber oído mal.

La puerta del baño se abrió y Kyungsoo soltó un pequeño suspiro.

—¿Sehun? ¡¿Qué haces aquí?! —preguntó Jongin, enfurecido y confuso, en cuanto lo vio en el sofá.

—He venido a buscarte —contestó, como si fuese obvio.

Jongin lo miró a él y luego a Kyungsoo. Frunció el ceño.

—¿Le has dicho algo? —inquirió, mirando a su compañero de piso con severidad, con la voz más grave de lo normal, y Kyungsoo contuvo la respiración.

Sehun le sostuvo la mirada.

—No —contestó al fin—. ¿Qué tendría que haberle contado?

—Vámonos de aquí —dijo a media voz y cogió la mochila que descansaba a un lado.

Sehun se levantó y se dirigió hacia la puerta, haciendo una mínima reverencia a Kyungsoo y a Chanyeol, que hacía minutos que se había quedado contemplando la escena con ojos como platos.

—Jongin, espera un momento —dijo Kyungsoo antes de desaparecer dentro de su habitación. Volvió al cabo de unos segundos con un gorro y se lo puso a Jongin, que tuvo que inclinarse—. Aún tienes el pelo húmedo y fuera hace mucho frío —dijo mientras se lo arreglaba—. Ahora.

Ambos se sonrieron y Sehun empezó a dar golpecitos con el pie.

—Ya voy —le espetó Jongin. Volvió a mirar a Kyungsoo—. ¿Nos vemos el lunes?

Anticipación. Nerviosismo.

Kyungsoo ensanchó su sonrisa.

—Por supuesto.

Tras una última despedida, él y Sehun salieron del pequeño piso. Hacía frío. Jongin se cubrió las orejas con el gorro y puso las manos dentro de la chaqueta del uniforme.

—Sólo quería conocerle —dijo Sehun al cabo de un rato—. No pensaba decirle nada.

Jongin resopló. Luego arrugó la nariz.

—Hueles a él —dijo Jongin, con una mueca.

Sehun se encogió de hombros y lo miró con la misma expresión de irritación.

—Date prisa y no tendrás que olerle más —dijo con veneno.

Jongin dio una puntada de pie a una pequeña acumulación de nieve, visiblemente enfadado.

—Ojalá todo fuese tan fácil.

 

 a90;

 

Esa noche, cuando Jongin ya hacía rato que se había encerrado en su habitación, Sehun aprovechó para salir al exterior. Sabía que sus salidas nocturnas habían dejado de ser un secreto para el otro desde hacía mucho tiempo, pero de todos modos prefería envolverse de la falsa seguridad de la noche. Sigilosamente, subió hasta el tejado, donde se encontraba ya una silueta que conocía muy bien.

—Aquí estás, cachorro —lo saludó en cuanto lo vio.

Sehun se apartó la bufanda y se abalanzó sobre él, besándolo con agresividad e impaciencia.

—Cuántas veces te he dicho —formuló Sehun, entre besos—, que no me llames así —Él se separó y le revolvió el pelo—. Sólo tienes un año más que yo —añadió entre dientes.

Se sentó a su lado y dejó que le pasara un brazo por los hombros. El mayor se acercó a su oído.

—Lo que decía —y susurró—, cachorro.

—Vete a la mierda, Tao —masculló, empujándolo sin malicia.

Se quedaron un momento en silencio y Sehun se acercó un poco más a él, buscando su calor. Zitao estrechó el abrazo alrededor del cuerpo del más pequeño, mientras ambos miraban la ciudad a sus pies.

—¿Qué tal el día? —le preguntó al final. Sehun soltó un suspiro.

—Ayer Jongin se fue sin decirme nada y he tenido que encontrarle yo —explicó—. Y adivina dónde estaba.

—¿Con su pequeño humano? —rio Tao.

Sehun asintió, con el ceño fruncido.

—No sé qué le ve —gruñó—. Está tomando muchas malas decisiones.

Dicho esto, se inclinó hacia el otro, buscando sus labios.

—Tú también, cachorro —dijo antes de besarlo.

Sehun le mordió el labio para vengarse y le rodeó el cuello con los brazos, sin romper el beso.

—Vámonos de aquí —le dijo al cabo de un momento, cuando Sehun empezó a tratar de disimular el temblor de las manos congeladas con caricias—. Vamos a jugar donde no haga frío.

 

 a89;

 

Las hojas y la maleza se le clavaban en la piel. Estaba tumbado en el suelo del bosque de siempre y ligeramente acurrucado sobre sí mismo. Sentía una respiración acompasada en la nuca y un cuerpo cálido contra su espalda, que lo abrazaba con fuerza.

Le dolía un punto en el cuello, donde hacía tiempo que tenía una pequeña cicatriz que no recordaba haberse hecho.

Sin embargo, por primera vez en muchas noches, Kyungsoo no estaba asustado.

 

 a90;

 

Esa tarde la biblioteca estaba más llena de lo habitual. Como de costumbre, Kyungsoo tenía sus objetos personales religiosamente ordenados sobre la mesa en su posición estratégica, apuntes con post-its de colores, subrayados y aclaraciones anotadas en los bordes, mientras que a ambos lados la situación parecía ser completamente distinta. A su derecha tenía a Jongin, todo libros de texto y fichas y agenda abierta y deberes sin hacer, mientras que a su izquierda tenía a Luhan que, pese a que en un principio había tenido los apuntes ordenados delante de él, estos habían pasado a segundo plano por culpa de la guerra que se estaba llevando a cabo. Hacía rato que Kyungsoo había renunciado a reclamar sus derechos como propietario de su móvil y ahora Luhan y Jongin eran los que se peleaban por él.

«Angelitooooooooooos», decía el mensaje que le había enviado Chanyeol junto a la foto de los tres durmiendo. Eso había sido el detonante que había provocado la pelea entre Jongin y Luhan para poner dicha foto como fondo de pantalla de su móvil, recortando al otro deliberadamente.

—¡Hyung, dile que me deje en paz! —se quejó Jongin a media voz, apoyando la cabeza sobre la mesa, derrotado.

—¡Soy mayor que tú, me debes un respeto! —le rebatió Luhan, tirándole de la manga.

Kyungsoo suspiró. Se llevaban cuatro años de diferencia, pero no hubiese sabido decir cuál era el más infantil de los dos.

Luhan se levantó un momento, con la promesa de que volvería, y se alejó para ir con un compañero de economía que había ido a buscarlo.

Revisar el proyecto de bioestadística, volver a leer el temario de evolución, asegurarse de que Jongin estudiaba para el examen de inglés…

—Kyungsoo —lo llamó una voz delante de él. Levantó la mirada y tragó saliva. Hacía tiempo que no hablaba con Junmyeon. Habían coincidido en alguna clase e incluso se habían sentado juntos en alguna ocasión, pero sin intercambiar más de dos frases. Estaba de pie junto a él y miraba a Jongin con la mirada seria—. ¿Puedo hablar contigo un momento?

Kyungsoo asintió y Jongin soltó un gruñido de mortificación. Kyungsoo los miró a los dos, desconcertado, pero luego siguió a Junmyeon hasta el exterior de la biblioteca.

—¿Qué ocurre? ¿Va todo bien? —le preguntó, preocupado.

—Perdona que te haya llamado tan de repente —se disculpó con su sonrisa bondadosa de siempre—. Es sólo que te he visto con Jongin, y….

—¿Lo conoces? —se sorprendió. Junmyeon asintió.

—Va al instituto con el que la universidad tiene un convenio, le doy clases particulares de varias asignaturas.

Kyungsoo frunció el ceño. No sabía que Jongin necesitara ese tipo de ayuda en los estudios. ¿Por qué no se lo había dicho?

—La cuestión es que… —dijo, frotándose las manos, como si no supiese cómo decirlo—. No sé cuán bien lo conoces, pero… No es una buena compañía, Kyungsoo —explicó, y él aguantó la respiración—. En ocasiones desaparece durante mucho tiempo, sin avisar, y vuelve con heridas de todo tipo… No es muy sociable con los de su clase y ha tenido varios enfrentamientos… Es… —suspiró—, peligroso.

Kyungsoo se tomó un momento para tratar de asimilar sus palabras. En parte, podía ser cierto, apenas conocía a Jongin, pero…

—Lo siento —dijo de pronto Junmyeon, como si se sintiese culpable—. No sé muy bien qué relación tienes con él y sé que no soy nadie para decirte eso, pero… cuando os he visto juntos… he pensado que necesitabas saberlo.

—Te lo agradezco —contestó Kyungsoo, con una sonrisa algo forzada.

Junmyeon también le sonrió.

—¿Cómo… cómo has estado? Hace tiempo que no hablamos, lo echo de menos  —le confesó, con sinceridad en la mirada e ingenuidad en las palabras.

—Un poco ocupado con la universidad, pero bien —contestó Kyungsoo.

—Ojalá algún día podamos hablar con más calma —Miró el reloj—. Debería irme ya.

Lo sabía. Junmyeon acostumbraba a coger el autobús de las nueve.

Se despidieron con un hasta pronto y sonrisas a medias, y Kyungsoo volvió a entrar en la biblioteca. Luhan no estaba, y en su lugar descansaba una pequeña nota al lado de un envase de colores chillones.

«¡Galletitas como muestra de mi afecto! ¡Ánimos con el estudio! ( ´ ▽ ` )a417;»

Sonrió para sí y las guardó en la mochila. Luego miró a Jongin que, como de costumbre, se había dormido sobre la mesa.

«No es una buena compañía».

Negó con la cabeza. Era imposible. Era imposible que Jongin… de todas las personas que había conocido…

Cogió su móvil, ahora olvidado sobre sus apuntes, y comprobó que Jongin había sido el ganador de la confrontación; en su fondo de pantalla salían sólo ellos dos. Sintió que se sonrojaba. Ahí, con los rostros serenos y con Jongin medio abrazándolo por la espalda, parecían una pareja.

Picado por la curiosidad, miró el móvil de Jongin, que tenía entre las manos, y lo cogió, vigilando para no despertarlo. Se quedó sin respiración. Jongin tenía la misma foto de fondo de pantalla. Sin embargo, sólo salía Kyungsoo.

Lo miró, observó con detenimiento sus párpados, sus pestañas, la comisura de los labios, el movimiento de cada inspiración.

Tranquilidad. Bienestar. Adoración.

Hacía ya meses que le conocía, y Kim Jongin seguía siendo todo un misterio.

 

 a89;

 

Nada más sonar la campana, Jongin se levantó de su pupitre al lado de la ventana y salió de la clase con grandes zancadas. Si conseguía coger el primer metro, llegaría antes que Kyungsoo y tendría tiempo de comprar él los dos cafés (y casualmente olvidarse del de Luhan).

Hacía poco que había vuelto a nevar y en el exterior hacía más frío del habitual. Se ajustó el gorro para que le tapara las orejas y trató de disimular la sonrisa estúpida que se le había dibujado en los labios.

—¡Eh! —oyó una voz que gritaba a su espalda cuando atravesó la verja del instituto, pero no le dio más importancia—. Eh, ¡Kim Jongin!

Se detuvo un momento y luego empezó a caminar más deprisa. Había reconocido su presencia y no quería problemas.

—¡¿No me oyes?! —gritó otra vez, poniéndole una mano en el hombro y girándolo con brusquedad.

—Déjame en paz —gruñó con fiereza, quedándose muy quieto y mirando a su alrededor. Había cuatro chicos, rodeándolo, y uno de ellos era el que había intentado robarle a Kyungsoo.

—Oh, ¿ahora tienes miedo? —lo provocó. Jongin resopló, exasperado—. Sólo queremos hablar un momentito contigo.

Rieron con sorna y Jongin puso los ojos en blanco.

—No tengo nada que hablar —dijo con firmeza, y empezó a caminar, pero dos de ellos se interpusieron en su camino, con sonrisas burlonas.

—¡De eso nada! —masculló justo antes de lanzarle un puñetazo que Jongin a duras penas esquivó.

Todos se lanzaron sobre él a la vez y Jongin fue esquivándolos con más o menos eficacia. Estaban delante del instituto, si sólo saliese alguien y…

De pronto, sintió que uno de ellos, en un intento de cogerlo por el pelo, le quitó el gorro.

No.

Eso sí que no.

Respiró hondo y se giró.

 

 a90;

 

Las palabras de Junmyeon volvieron a su mente tan sólo unos días después. Estaba en la biblioteca, pero esta vez no había nadie que le hiciese compañía. Luhan le había enviado un mensaje repleto de emoticonos en que se disculpaba por no poder ir esa tarde. Jongin… Observó su sitio vacío y suspiró, pero trató de no pensar en lo que le había dicho Junmyeon. Seguramente le había salido un imprevisto y no había podido avisar. No pasaba nada.

Pero no podía sacarse la sensación de ansiedad del pecho.

Esa noche volvió con Baekhyun, mientras él le explicaba con entusiasmo cómo finalmente se le había declarado a Hyerin y habían empezado a salir juntos, aunque Kyungsoo fuese incapaz de prestarle demasiada atención.

Bajó en su estación, cabizbajo y pensativo, y no fue hasta que estaba a punto de llegar a su piso que se detuvo en seco. Le había parecido oír algo. Siguió avanzando. Sí, no podía estar equivocado.

Se giró, pero no había nadie. El corazón empezó a latirle con fuerza y notaba las manos sudadas.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó al vacío.

Vergüenza. Resignación. Dolor.

¿Qué estaba ocurriendo?

—Hyung… —lo llamó una voz que no le costó identificar.

—¿Jongin? —preguntó, angustiado. Era la voz de Jongin, pero sonaba débil y cansada.

—Hyung… ¿puedes… ayudarme?

Poco a poco, de una de las sombras de la calle empezó a emerger una silueta que se fue definiendo hasta que dio paso a Jongin. Pero éste tenía el uniforme visiblemente dañado y arrugado, moretones en el rostro y se sujetaba un brazo con la otra mano.

—¡¿Jongin?! ¡¿Qué te ha ocurrido?!

Dejó caer la mochila al suelo y corrió hacia él, con el corazón en la garganta.

—Estoy bien, estoy bien… —trató de asegurar, cogiendo las manos de Kyungsoo que querían tantear el daño.

El corazón empezó a latirle fuertemente en el pecho. Jongin… Jongin había confiado lo suficiente en él como para acudir en busca de su ayuda.

—De eso nada —sentenció Kyungsoo.

Le cogió la mano y lo arrastró hasta su piso, donde un Chanyeol curioso empezó a revolotear a su alrededor.

—¿Jongin? ¿Estás bien? —le preguntó, preocupado.

—He tenido mejores días… —contestó él, con una mueca.

Lo sentaron en el sofá y Chanyeol trajo el botiquín de primeros auxilios. Últimamente lo estaban usando demasiado a menudo. Kyungsoo le desabrochó la chaqueta del uniforme con manos temblorosas y luego trató de hacer lo mismo con la camisa.

—No, para —le pidió Jongin, con voz débil. Pero Kyungsoo ya había visto más moretones que se extendían por la piel de su torso.

—Jongin, deberíamos ir al hospital.

—¡No! No, no te preocupes. Me pondré bien, de verdad. Soy más fuerte de lo que parezco—le aseguró, con una sonrisa débil, dándose golpes en el pecho—. Todo ha sido culpa mía por llevar el uniforme la última vez, debería haberlo sabido.

—¿La última vez? —preguntó Chanyeol, mirándolos a los dos con los ojos muy abiertos.

—¡¿Ha sido ése?! —inquirió Kyungsoo, alarmado.

—Él y sus amigos —afirmó Jongin—. No ha sido muy valiente.

—¿Y por qué no has tratado de huir? —le preguntó Kyungsoo, acariciándole una mejilla con cuidado.

Afecto. Dolor. Arrepentimiento.

Jongin desvió la mirada y frunció el ceño, apretando el gorro de Kyungsoo, ahora suyo, fuertemente entre las manos.

—¿Qué vas a hacer ahora? —siguió Kyungsoo, sacando una pequeña pomada y empezando a aplicarla con cuidado sobre los moretones.

—Ha sido enfrente del instituto —explicó, entre dientes—. Me han expulsado una semana.

Kyungsoo suspiró y le dio un golpe en la cabeza.

—¿Ahora me dirás que los otros han quedado peor, verdad?

—¡Auch! —gritó Jongin, tratando de apartarse. Respiró hondo—. No… no quiero volver a mi piso así…. No puedo… Sehun…

Kyungsoo lo miró durante un rato y Jongin le sostuvo la mirada.

Dolor. Determinación.

«En ocasiones desaparece durante mucho tiempo, sin avisar, y vuelve con heridas de todo tipo… Es… peligroso.»

No. Eso sólo había sido mala suerte. Había sido por su culpa.

—Puedes quedarte aquí —aceptó Kyungsoo, al final, ofreciéndole una sonrisa que luego endureció—. Pero que sea la última vez que te metes en estos líos.

Jongin asintió con entusiasmo.

—Ven, será mejor que te cure en el baño.

Lo sentó en la tapa del inodoro y se arrodilló delante de él, mientras que Chanyeol se quedó de pie apoyado contra el marco de la puerta. A él se le daba bien recibir atención médica, no darla, pero al menos podía hacer compañía.

Con cuidado y manos expertas, Kyungsoo terminó de curarle el rostro. Ahora sólo quedaba…

Como si le hubiese leído el pensamiento, Jongin, cabizbajo, empezó a desabrocharse la camisa del uniforme. El flequillo le tapaba los ojos, pero Kyungsoo pudo ver de todos modos el sonrojo que le cubría las mejillas a medida que se descubría el torso. Suprimió una sonrisa. Era adorable.

Por suerte, Jongin sólo tenía un moretón en el cuello y otro en un costado.

—¿Te han hecho daño en las costillas? —le preguntó mientras le aplicaba la pomada.

—No —se apresuró a contestar Jongin—, no les he dejado.

Chanyeol rio de fondo.

—Te dejaré ropa mía para que te pongas de mientras, ahora vuelvo —dijo y Kyungsoo oyó sus pasos que se alejaban por el pasillo.

—Esto ya casi está —informó a Jongin, terminando con la última magulladura.

Jongin se quedó un momento en silencio.

—Hyung, sé que no es el momento y que esto no suele hacerse así, pero… ¿te gustaría salir conmigo?

—Guau —dijo Chanyeol, que acababa de volver con una camiseta que le había quedado pequeña y unos pantalones.

Kyungsoo, que se había detenido de pronto, siguió con la pomada.

—Sí —aceptó, sin más.

—GUAU —repitió Chanyeol, que parecía el más sorprendido de tres.

Y la sonrisa de Jongin valió por todas las afirmativas del mundo.

 

—Parece un buen chico, con un poco de mala suerte, pero buen chico —comentó Chanyeol horas más tarde, cuando los dos estaban terminando de limpiar los platos de la cena, en que Kyungsoo había estado dando de comer a Jongin con sus palillos mientras Chanyeol los miraba de reojo, con el ceño fruncido.

Kyungsoo asintió, determinado a creer eso.

—Lo de hoy ha sido por mi culpa —musitó—. Y… creo que no se lleva demasiado bien con su compañero de piso, por eso…

Lo miró. Como de costumbre, se había quedado dormido en el sofá. Sonrió.

—Este piso es un poco pequeño… —dijo Chanyeol, mirando en su misma dirección—. Pero por mí Jongin puede venir cuando quiera. Mientras yo duerma en mi cama, claro. Ya te dije que, aunque no sé de dónde ha salido ese crío, te tiene un cariño que pocos podrán superar.

Kyungsoo sonrió, agradecido, con el corazón latiéndole con fuerza.

—Ve con él —lo apremió Chanyeol—. Hoy ya terminaré yo con todo esto.

Kyungsoo lo miró de reojo.

—No te preocupes, iré con cuidado de no romper nada.

Asintió, aunque no muy convencido, y se dirigió hacia su habitación, donde se puso el pijama y cogió todos los cojines y mantas que pudo.

En el sofá, Jongin dormía en una posición que Kyungsoo dudaba que fuese realmente cómoda. Lo miró con atención. Se removía en sueños, mordiendo un cojín y soltando pequeños ruiditos. Quizá era un hábito que tenía al dormir.

Se sentó a su lado, preparando los múltiples cojines y más mantas, y cerró los ojos.

«Es peligroso».

«Hyung. Hyung. Hyung».

«¿Te gustaría salir conmigo?»

Se quedó dormido con todos esos recuerdos en la cabeza y preguntándose qué había hecho.

Pero no se arrepentía.

 

No tardó en dormirse.

 

…aunque se despertó poco después.

Los dos se habían movido en sueños y ahora dormían uno al lado del otro en el pequeño espacio del sofá, cara a cara. Pero Jongin le había cogido un brazo y había intercambiado el cojín por su mano, a la que daba pequeños mordiscos, con una expresión intranquila en el rostro, sin despertarse en ningún momento. Kyungsoo lo miró con atención, sin apartar la mano.

Luego, sin embargo, empezó a morderle el antebrazo y poco a poco siguió subiendo hasta que llegó al hombro… y al cuello. Antes de llegar a morder, sin embargo, se despertó súbitamente. Tenía los ojos muy abiertos y su respiración agitada le acariciaba la piel del cuello y la nuca.

—Jongin… —lo llamó con suavidad cuando vio que no se calmaba. Llevó una mano hasta su pelo y empezó a acariciarlo con suavidad—. Jongin, cálmate. No pasa nada. Tranquilo… tranquilo…

El otro cerró los ojos con fuerza y se obligó a respirar hondo.

Cuando volvió a abrirlos, tenía arrepentimiento en la mirada.

Culpa. Vergüenza. Ofuscación.

Le observó la mano que hasta entonces Kyungsoo no se había dado cuenta de que había empezado a sangrar por los finísimos cortes de sus dientes y se la llevó a los labios. Kyungsoo dejó de acariciarle el pelo cuando, ante su perplejidad, Jongin empezó a lamerle las heridas con cuidado.

—No… no volveré a hacerte daño… —susurró Jongin, llevándose la mano de Kyungsoo a su mejilla y cerrando los ojos—, te lo prometo.

Adoración.

Kyungsoo sonrió y se removió en el sofá, acercándose un poco más al calor de Jongin.

—Duérmete —le susurró él y, pese a estar en la semioscuridad, adivinó la pequeña sonrisa que se dibujó en los labios de Jongin antes de volver a dormirse.

 

 

A la mañana siguiente, Kyungsoo se levantó antes de que Chanyeol pudiese despertarse y hacer más fotos comprometidas, deshaciéndose del lío de extremidades de Jongin. Se duchó deprisa y luego empezó a cocinar.

—¡Bien! ¡Crepes! —exclamó Chanyeol cuando salió de su habitación y entró en la cocina.

Jongin se removió en el sofá.

—Ve a sentarte, aún no están —lo riñó Kyungsoo al verle las malas intenciones.

Chanyeol empezó a sacar los demás ingredientes, entusiasmado, y los puso en la mesa.

—¡Jongin, a desayunar! ¡Si no llegas a tiempo no me haré responsable de mis actos!

Kyungsoo sonrió, apagó el fuego, puso la última crepe en el plato y se dirigió a la mesa. Jongin se acercó, arrastrando los pies y con los ojos aún cerrados, y se dejó caer en la que ya había pasado a ser su silla.

—Buenos días —lo saludó Kyungsoo con una sonrisa.

Jongin abrió los ojos de golpe y le cogió la mano izquierda para mirarla de cerca. Fue entonces cuando Kyungsoo se dio cuenta que todas las pequeñas heridas del día anterior se habían curado durante la noche. Jongin sonrió, como si estuviese satisfecho de sí mismo, y le soltó la mano. Kyungsoo la inspeccionó de cerca. Nada, ni una marca. De hecho, incluso las heridas de Jongin parecían mucho menos graves con la luz del día. Quizá hubiese sido cosa de su imaginación, afectada por los acontecimientos.

Sirope de chocolate, nata, fresas…

—Chanyeol, falta la miel —le dijo cuando supervisó todos los ingredientes que ya había sobre la mesa.

Jongin levantó la cabeza.

—¿Tenéis miel? —preguntó a media voz.

—Sí, ¿te gusta? —le preguntó Chanyeol, sacando el pequeño pote del armario.

Jongin asintió y pareció que se le iluminaban los ojos cuando Chanyeol lo dejó delante de él.

—¡Chocolate! —gritó Chanyeol a modo de grito de guerra antes de empezar a ponerse sirope en la crepe, con una sonrisa de oreja a oreja.

Kyungsoo esperó diligentemente su turno y luego se puso una cantidad menos exagerada que Chanyeol, que ya había empezado a comer con entusiasmo. Jongin, de mientras, se había estado peleando con el cuchillo y la miel hasta conseguir ponerse una cantidad aceptable. Empezó a comer casi con devoción.

—¿Tanto te gusta? —le preguntó Kyungsoo, al verlo.

Jongin asintió. Miró a la crepe y luego a él.

—¿Quieres probar?

Kyungsoo se inclinó hacia él y Jongin le dejó probar un bocado.

—¡Está rico! —afirmó, saboreando el gusto dulce de la miel.

Cuando terminó de comerse la suya, sin embargo, sintió la mirada de Jongin puesta en él.

—¿Qué ocurre? —le preguntó.

—Tie-tienes un poco de miel… aquí… —explicó, señalándole la mejilla.

Kyungsoo cogió una servilleta e hizo ademán de limpiarse, pero Jongin fue más rápido. Le cogió la mano para detenerlo y acercó los labios hasta su mejilla para lamer el resto de miel. Luego siguió comiendo su crepe como si no hubiese ocurrido nada.

A Chanyeol se le cayó la servilleta y Kyungsoo sintió que se ponía rojo hasta las orejas.

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó el más alto—. El Kyungsoo que yo conozco no me hubiese dejado acercarme ni a dos centímetros, gritando gérmenes y microbios y esas cosas de biólogos. ¡Pero éste sólo se ha puesto rojo!

Kyungsoo le tiró su servilleta y se levantó para llevar el plato al fregadero.

—Es que era miel —se explicó Jongin, terminando la crepe de un bocado, como si eso lo explicara todo.

Chanyeol lo miró con los ojos entrecerrados.

—Sea como sea, vosotros dos, no hagáis nada raro. Al menos esperad a que me vaya.

—¿Te vas? —le preguntó Kyungsoo, sorprendido.

Chanyeol asintió.

—Ya te lo conté —dijo Chanyeol—. Kris me invitó a pasar unos días con él.

Kyungsoo frunció el ceño.

—Pero hoy es miércoles —le recordó—. ¿Qué harás con la universidad?

Chanyeol se encogió de hombros.

—Ya pediré los apuntes —contestó, restándole importancia.

Luego se adentró en su habitación y Kyungsoo negó con la cabeza, musitando un pequeño prioridades. Miró a Jongin, que había estado atento a la conversación.

—Kris es el novio de Chanyeol —le explicó—. Pero no pueden quedar mucho porque siempre está ocupado con el trabajo.

Jongin asintió. Luego sonrió.

—Al menos así podré hacerte compañía.

 

Los tres días siguientes fueron como de costumbre, iban y volvían juntos en el metro, a excepción de que Jongin se quedaba en la biblioteca mientras él tenía clase y luego se quedaba en su piso toda la noche. Kyungsoo lo había obligado a asistir de todos modos a las clases particulares de Junmyeon y a pedirle los deberes cada día a Sehun. Ya no quedaba ningún rastro de las heridas de Jongin y eso lo tranquilizaba.

—¿De dónde has salido? —le preguntó una noche. Estaban sentados en la mesilla de té del comedor, uno delante de otro, mientras Jongin terminaba unos ejercicios de física y Kyungsoo leía un libro de teoría.

Hacía rato que se había quedado ensimismado mirándolo, sintiendo que el corazón se le aceleraba y él le ordenaba mentalmente que hiciese el favor.

Jongin levantó la cabeza, sorprendido, y le sonrió.

—Del mismo pueblo que tú, en realidad —contestó, y siguió con los deberes.

Kyungsoo parpadeó, perplejo.

—¿De verdad?

Jongin asintió.

—Yo ya te conocía de antes, pero… creo que tú no te acuerdas.

Kyungsoo frunció el ceño. Era imposible, acostumbraba a tener buena memoria y estaba seguro de que no se le hubiese pasado desapercibido alguien como Jongin.

—¿Por qué yo no te recuerdo…?

—Nos conocimos de forma… peculiar —dijo con una pequeña sonrisa—. Algún día quizá lo recordarás.

Decepción. Resignación. Perseverancia.

Kyungsoo se quedó un rato mirándolo y luego se levantó para ir a buscar dos vasos de leche en la cocina. Cuando volvió, Jongin estaba con el móvil, así que se sentó a su lado y dejó ambos vasos sobre la mesa.

—¿“Tienes que contárselo”? —leyó en voz alta de la conversación que tenía abierta de Sehun—. ¿Contarle qué a quién?

Jongin se apresuró a bloquear el móvil y lo apartó a un lado de la mesa, para que Kyungsoo no pudiese cogerlo.

—No, no es nada —dijo sin mirarlo.

Kyungsoo frunció el ceño.

—Kim Jongin —lo llamó—. ¿Por qué tienes tantos secretos?

Jongin, después de un momento, suspiró.

—Es sólo… que no quiero echarlo todo a perder… —dijo a media voz, aún sin mirarlo—. No quiero… que me rechaces… Y menos ahora que estamos… saliendo y eso…

Se tapó la cara con el libro, avergonzado, pero a Kyungsoo no le costó adivinar que se había sonrojado.

—Kim Jongin —lo llamó otra vez—, no digas tonterías.

Forcejeó con él hasta que consiguió apartarle el libro de la cara y luego le puso las manos en las mejillas, acercándolo a él, hasta que dejó de resistirse. Jongin abrió mucho los ojos, pero Kyungsoo los cerró y lo besó.

Amor, amor, amor.

 

Ese fue sólo el primero de muchos besos que le robó a Jongin esa noche.

 

 a89;

 

Sehun, como tantas otras mañanas, se despertó en la habitación de Zitao, entre sus brazos y, con una sonrisa de dicha y satisfacción en los labios, se giró para apoyar la cabeza en su pecho. Tao se removió, estrechando el abrazo, y también sonrió.

—Buenos días, cachorro —lo saludó con la voz ronca.

Sehun rio.

—Hmnos días.

Abrió los ojos y observó la piel del cuello de Zitao, de sus hombros, de sus clavículas. De pronto ya no tenía sueño. Cogió al mayor por las muñecas e hizo que los dos giraran en la cama hasta que quedó sentado encima de él.

Zitao se removió, aún demasiado dormido, y Sehun aprovechó para empezar a dejar pequeños besos por toda su piel desnuda. Era su oportunidad. Pero Tao no parecía estar de acuerdo, puesto que al cabo de un momento, cuando se impacientó, se deshizo del agarre de Sehun y volvió a girarlos a ambos. Terminaron revolcándose por la cama, forcejeando el uno con el otro, hasta que Zitao consiguió atraparlo e inmovilizarlo bajo su cuerpo. Estaba completamente despierto. Sin dejar de mirarlo, le besó los labios. Luego el cuello. Sehun se removió, incómodo. No le gustaba cuando hacía eso… porque siempre terminaba separándose y él tragándose el sentimiento de decepción.

Resopló y apartó a Zitao de encima de sí, saliendo de la cama y buscando la ropa interior desperdigada en el suelo junto con el resto de piezas de ropa de la noche anterior. Hacía rato que oía el sonido de su móvil.

—¡Sehun! —lo llamó Zitao desde la cama, contrariado—. ¡No me dejes así, Sehun!

Cogió el móvil. Tenía 15 mensajes, todos de Jongin.

«Te necesito».

Zitao lo abrazó por detrás y lo alzó al aire, tratando de llevarlo de vuelta a la cama.

—¡TAO! —gritó Sehun, tratando de resistirse, dando patadas al aire.

Zitao lo dejó, ofendido, y Sehun se giró para besarlo. Se separó antes de que fuese a más.

—Jongin me necesita, tengo que irme.

 

La puerta estaba abierta cuando llegaron, Zitao justo detrás de él. Estaban los tres en el comedor, Chanyeol en una punta y Jongin en la otra, abrazando a Kyungsoo con fuerza, como si quisiera protegerlo de un mal invisible.

—¿Qué ocurre? —preguntó Chanyeol, visiblemente desconcertado. Luego dio un paso atrás—. ¿Vosotros también…?

Sehun miró a Jongin con severidad.

—Jongin, cálmate, por favor.

Pero Jongin no aflojó el abrazo alrededor de Kyungsoo.

—Puedes sentirlo también, ¿verdad? Es un alfa, Sehun.

—Pero él es sólo un humano —rebatió, señalando a Chanyeol—, y si su alfa quisiera aniquilarnos ya hubiese tenido tiempo y oportunidades de hacerlo.

Sólo entonces pareció que Jongin se relajaba y soltó a Kyungsoo, que estaba demasiado desconcertado como para pronunciar palabra.

—No todos los de ciudad son como creíamos —dijo Sehun, exasperado—. Mira a Tao, si no…

—No pongas como ejemplo a tu patética excusa de novio —ladró Jongin.

Fue entonces que Zitao dio un paso adelante, poniéndose delante de Sehun, y empezó a reír.

—Tu alfa te lo ha contado todo, ¿verdad? —le preguntó Zitao a Chanyeol que, aún desconcertado, asintió.

—¿Qué tiene que ver eso? —preguntó Jongin. Kyungsoo le acariciaba el brazo, tratando de calmarlo.

—Podéis pensar todo lo queráis de los que no tenemos manada, pero al menos contamos toda la verdad.

—Se llama prudencia, Huang Zitao —masculló Jongin—, y no sabes de lo que estás hablando.

—¿Ah, no? —inquirió el mayor—. Sólo sé que eres un egoísta por lo que vas a hacer y… ah, espera, ¿que aún te has atrevido? —lo miró a los ojos—. Además, un cobarde.

Con un suspiro, obviamente molesto pero resignado, Sehun se apartó de la puerta antes de que ambos chicos salieran disparados, Zitao huyendo y Jongin persiguiéndolo.

—Algo me dice que no es la primera vez —musitó Kyungsoo, cuando logró encontrar las palabras.

Sehun negó con la cabeza.

—Con un poco de suerte no llegarán a perforarse las yugulares.

Kyungsoo lo miró con los ojos desorbitados. Chanyeol se les acercó.

—¿Qué… qué ha ocurrido? ¿Tiene algo que ver con Kris? —le preguntó Kyungsoo, al fin.

—Es… un poco complicado —contestó Chanyeol.

Sehun los miró a los dos. Luego a Kyungsoo.

—Si estás dispuesto a saberlo, ven conmigo —le dijo. Kyungsoo asintió—. Y en cuanto a ti… —le dijo a Chanyeol—. Has tenido suerte. Tu novio te tratará bien.

Éste asintió, con una sonrisa, y los otros dos salieron por la puerta.

 

Eran las 12 y 28 y Kyungsoo hacía horas que debería estar en clase, pero supuso que aquél día podría permitirse no aistir. Aún no entendía qué había ocurrido. Sólo sabía que había despertado con Jongin mordiéndole el brazo otra vez, habían desayunado juntos y luego, cuando Chanyeol había vuelto a casa después de estar tres días con Kris, todo se había vuelto un caos.

—No sé si te acordarás… —dijo Sehun, mientras se dirigían al lugar en que supuestamente estarían los otros dos chicos—. Cuando eras pequeño, te perdiste en el bosque.

Kyungsoo asintió, con cuidado. Por supuesto que se acordaba. Sin embargo, era una experiencia que había tratado de enterrar con sueños y mentiras, puesto que en su momento nadie lo había creído.

—¿Cómo sabes que…?

—Jongin —explicó Sehun—, fue el que te encontró —Kyungsoo lo miró con atención. Habían empezado a subir unas escaleras que los llevaron a un tejado—. Él fue quien te llevó con nosotros y cuidó de ti hasta que tu familia te encontró.

Con un grito ahogado, Kyungsoo observó los rastros de ropa esparcidos por el suelo y, ahí delante, un poco más alejados, dos manchas que se movían a una velocidad vertiginosa, una roja y otra negra.

 

Lobos.

 

 

 

Debía tener poco más de cuatro años cuando Kyungsoo, que había ido al bosque con su familia, se perdió. El día oscureció y, por más que el pequeño buscara y llamara nombres a la noche, nadie acudió. Estaba aterrorizado.

Pero de pronto había dejado de estar solo. De entre dos matorrales había salido lo que su mente infantil había identificado como un perro que se había acercado a él, juguetón, y lo había guiado hasta una pequeña cueva junto a su familia. Esa noche había sobrevivido al invierno gracias al calor que le habían dado todos los cuerpos acurrucados alrededor de él.

Lo habían encontrado unos días después. Se había alejado de la cueva para jugar con aquél cachorro pero, cuando volvió a girarse para enseñárselo a sus padres, que tenían lágrimas en los ojos, ya no estaban. Había tratado de explicarles la suavidad de sus pelajes, la inteligencia de sus miradas y el orgullo cuando lo veían comer con ellos.

—¿Lobos? Pero eso es imposible —había oído que susurraban los adultos entre ellos, como si Kyungsoo ya no estuviese en la misma habitación—. Tiene que haber sido el trauma. Eso es.

No le creían.

Y Kyungsoo, pese a que los recuerdos siguieran acechándolo en sueños, no volvió a hablar de ello.

 

 

 

Era la primera vez que estaba en la habitación de Jongin. Y en su piso, de hecho. Era de unas dimensiones parecidas al suyo, pero este tenía aún menos decoración. Se notaba que hacía poco que se habían instalado en la gran ciudad.

Jongin estaba tumbado en su cama, inconsciente y con algún que otro arañazo en el cuello y el brazo, pero a pesar de todo ileso. Kyungsoo había sido partícipe de parte de la pelea entre los dos lobos, él y Zitao, con el corazón en la garganta mientras que Sehun sólo esperaba a que terminaran de una vez.

Observó los ojos cerrados de Jongin.

«Es un peligro».

«No volveré a hacerte daño… te lo prometo».

Le acarició el pelo y sonrió. Confiaba en él. Fuese lo que fuese… seguía siendo Jongin.

—Creo que nunca tuve la oportunidad de decírtelo —le susurró con voz dulce—, pero… gracias por cuidar de mí. Y, aunque fuese imposible que te recordara… lo siento por no recordarte.

—No pasa nada —contestó Jongin, abriendo un solo ojo, con una sonrisa de suficiencia en los labios. Luego se puso serio—. Lo siento… por no contártelo antes. Es algo complicado… y decir: «por cierto, soy un hombre lobo»…

—No pasa nada —dijo él también—. Hubiese preferido que me lo contaras tú en otras condiciones, pero… lo entiendo.

Se abrió la puerta de la habitación.

—Oh, ya estás despierto —dijo Sehun—. Esta vez has conseguido quedarte inconsciente, campeón.

Jongin resopló. Luego miró a Kyungsoo.

—Hyung, será… será mejor que salgas —dijo a media voz.

—¿Por qué? —le preguntó, confuso.

—Sehun tiene que curarme —le dijo con una sonrisa triste, señalando los arañazos—, al igual que yo te curé la mano.

Kyungsoo soltó un pequeño oh y asintió, comprendiéndolo. Se levantó y salió de la habitación, con una última mirada a Jongin, que se la sostuvo.

—¿No quieres que te vea en una situación comprometida? —le preguntó Sehun con una sonrisa burlona, sentándose a su lado.

—No seas idiota —le espetó Jongin—. Para nosotros es normal, hemos crecido juntos, pero él…

Sehun se encogió de hombros y se inclinó, empezando a lamer con cuidado los arañazos más profundos.

—Lo siento por lo de antes, por cierto —musitó Jongin—. Aunque no me caiga bien Zitao, no debería haber dicho eso.

Sehun no se inmutó y siguió con su trabajo.

—Y por lo del alfa…

—No nos hará daño, Jongin —lo cortó, seco—. Ni a nosotros ni a Kyungsoo. Y menos a… Chanyeol.

—Pero no podemos estar seguros —rebatió.

—Lo ha marcado —dijo, con gravedad—. Tenía la marca en el cuello. Puede que sea de ciudad, pero… sabes muy bien lo que significa eso.

Fidelidad, compromiso y protección.

Jongin tragó saliva. A escondidas, sin que Sehun lo viese, le inspeccionó el cuello. Seguía estando limpio. Miró al techo.

—Sehun, yo… lo siento —dijo, con torpeza, sin saber qué decir—. Porque no pude corresponderte… por…

—Basta —dijo Sehun, cabizbajo, tratando de ocultar el rostro—. Hace tiempo que lo he superado y… No quiero que me compadezcas.

Jongin tragó saliva, pero no volvió a hablar.

 

 a90;

 

 

—Entonces… —preguntó Kyungsoo, sin poder contener su curiosidad—. Si todos sois hombres lobo, ¿por qué Jongin y tú sois distintos?

Estaban los dos en el comedor en silencio desde hacía rato. Se notaba que a Zitao no le gustaba mucho hablar con desconocidos. Lo miró con atención.

—Algo así —dijo al final—. Los hombres lobo por naturaleza conviven en manada, pero en las ciudades es distinto. Aquí no hay las mismas normas, vamos por libre y hay mucha más competencia, por eso tenemos que ir con cuidado con nosotros mismos.

Kyungsoo asintió, comprendiendo.

—¿Y el alfa? —preguntó—. Antes os habéis referido así a Kris.

—Aunque no haya familias, por así decirlo, algunos aún mantienen el rango en la manada, especialmente los alfas. Suelen ser más grandes, y más fuertes.

—Y peligrosos —añadió Sehun, que acababa de salir de la habitación de Jongin.

Zitao rio por lo bajo.

—Ven aquí, cachorro —lo llamó y Sehun se sentó a su lado.

—Los lobos como nosotros llevamos el olor de toda la manada, nos es imposible escondernos, y por eso tenemos que ir con más cuidado —dijo el rubio.

—¿Y Chanyeol? ¿No estará en peligro? —preguntó, angustiado.

—De todos nosotros es el que corre menos peligro —le informó Zitao.

—Kris… es un alfa, y ningún hombre lobo, por temerario que fuera, se arriesgaría a tocar el compañero de uno —explicó Sehun.

—Compañero… —repitió Kyungsoo. Sehun rio.

—Eso mejor que te lo cuente Jongin —dijo con una sonrisita.

—¿Qué? ¿Que le cuente el qué? —preguntó Jongin, que acababa de salir de la habitación. Fue hacia la cocina y se sirvió un vaso de agua.

—Eso de… ¿compañero? —dijo Kyungsoo, dubitativo.

Jongin se atragantó.

 

 a89;

 

 

—Tengo que hablar un momento contigo —le dijo Kyungsoo a Luhan una tarde en la biblioteca, entre susurros, con el ceño fruncido por la preocupación. Sólo estaban ellos dos. Jongin tenía clases intensivas para los exámenes de acceso a la universidad.

Luhan asintió.

—Por supuesto. Vamos.

Recorrieron la ruta familiar hasta la máquina de cafés, cambiando el absoluto silencio por las conversaciones moderadas del pasillo.

—¡Invito yo! —dijo Luhan con una sonrisa, corriendo hacia la máquina e insertando las monedas pertinentes.

Kyungsoo sonrió con tristeza, observando a Luhan, radiante, y sus facciones angelicales que tan familiares se le habían llegado a hacer en esos últimos meses. Habría sido un novio perfecto, eso no lo dudaba, pero… nada era tan fácil.

—Aquí tienes —le dijo Luhan, ofreciéndole un expreso como a él le gustaba, y lo aceptó con una sonrisa.

No encontraba las palabras, pero había retrasado demasiado ese momento y no quería hacerle más daño.

—Luhan, yo… —empezó, tartamudeando.

El otro le sonrió otra vez, pero tenía la mirada triste.

—Creo… creo que ya sé lo que vas a decirme —dijo a media voz—. Es Jongin, ¿verdad?

Kyungsoo asintió.

—Hace sólo unos meses… yo estaba en la misma situación —explicó—. Y de pronto aparecisteis vosotros dos e hicisteis que me olvidara de todo. Nunca… nunca os lo agradeceré lo suficiente.

Luhan asintió, visiblemente triste.

—No puedo negar que lo veía venir… —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero no me arrepiento de nada. Será mejor que ese crío te trate como debe.

Kyungsoo sonrió, aliviado.

—¡Ah, por cierto! —dijo de pronto—. Conozco a alguien que creo que podría presentarte. Se llama Yixing, haríais buena pareja.

 

 

Kyungsoo abrió la puerta del piso, se quitó los zapatos y se dejó caer de cara en el sofá. Chanyeol acudió a socorrerlo a toda prisa.

—¡Kyungsoo! ¡¿Estás bien?! —le preguntó.

Kyungsoo asintió despacio, se sentó bien en el sofá y se arregló la camisa.

—Hoy se lo he dicho a Luhan —le explicó—. Lo de Jongin.

—¿Y qué tal? ¿Ha ido bien?

Se encogió de hombros.

—Mejor de lo que esperaba, pero… sigo sintiéndome mal.

Si lo miraba con perspectiva no, había ido relativamente bien. Suponía que el apego que le tenía a Jongin había sido bastante visible desde antes incluso de que empezaran a salir.

Chanyeol se sentó a su lado y Kyungsoo vio de reojo cómo otra figura se acercaba a ellos. Kris. Kyungsoo se apresuró a levantarse y le hizo una reverencia, a la que Kris correspondió con otra. Aún no se había acostumbrado mucho a su presencia. Kris… intimidaba. Y no era solamente por la altura, que llegaba a superar la de Chanyeol.

—¿Te quedas a cenar? —le preguntó Kyungsoo, con una sonrisa.

—Sólo si me invitáis —contestó el otro, sonriendo también.

—¡Por supuesto! —se apresuró a decir—. Siempre que quieras.

Se dirigió a la cocina y abrió la nevera, estudiando los ingredientes que tenía disponibles. Se mordió el labio inferior, pensativo.

—¿Qué te parece japchae, Kris? —le preguntó, emergiendo de la nevera.

—¡Japchae! —gritó Chanyeol, emocionado.

—He dicho Kris, no Chanyeol.

—Sí, me gusta el japchae —contestó, con una sonrisa, pasándole el brazo por los hombros a un Chanyeol más hiperactivo de lo normal.

En estos momentos es cuando echaba más de menos a Jongin. Pero él estaba ocupado con los exámenes y, además, ya se había terminado la excusa de la expulsión.

Suspiró.

 

Terminaron los tres sentados alrededor de la mesa de la cocina, comiendo japchae mientras intercambiaban risas por las bromas de Chanyeol y Kyungsoo intentaba desviar la vista que ellos se quedaban mirando el uno al otro.

Se complementaban muy bien. Chanyeol era el perfecto indicado para rellenar los silencios de Kris, que era más serio.

Con una sonrisa de oreja a oreja, Chanyeol se sirvió en el plato el último trozo de kimchi que quedaba, satisfecho. Sin embargo, antes de que pudiera comérselo, Kris cogió los palillos y se lo robó del plato, comiéndoselo de un bocado.

—¡Noooo…! —profirió Chanyeol, destrozado.

Se levantó y se le echó al cuello, buscando venganza. Kyungsoo se levantó, dispuesto a recoger los platos, cuando Kris volvió a hablar.

—En realidad… tengo que hablar contigo, Kyungsoo —dijo a media voz. Chanyeol dejó de zarandearlo. Kyungsoo dejó el plato y el bol en la pila y volvió a sentarse.

—¿Qué ocurre? —preguntó, visiblemente preocupado.

—No es nada de lo que debas preocuparte —le aseguró, alzando ambas manos, para tranquilizarlo—. Pero quería hablarte de Jongin.

Kyungsoo tragó saliva, pero se obligó a calmarse.

—Es verdad que los hombres lobo de manda y los de ciudad no suelen llevarse bastante bien —explicó—. Pero no tengo ninguna intención de hacerle daño a Jongin ni a los demás.

Kyungsoo se relajó un poco. No se imaginaba a Kris haciéndoles ningún tipo de daño, pero…

—Los hombres lobo de manada son más… tradicionales, por así decirlo —prosiguió Kris—. Ese es el motivo por el que Jongin se ha separado de su manada. Puede que tenga… ¿cuántos años tiene?

—Diecisiete —dijo Kyungsoo, suspirando.

—Diecisiete años. Pero como lobo, seguirá siendo un cachorro hasta que haya pasado el ritual de la mayoría de edad, entonces será un adulto —Kyungsoo asintió, comprendiéndolo—. Así que de momento hará cosas… como morder todo tipo de objetos o será violento y temperamental. Piénsalo como una adolescencia pero un poco más complicada.

Kyungsoo asintió.

—¿Y ese ritual…? —preguntó. Chanyeol también lo miró con los ojos muy abiertos.

—No es nada tan salvaje como hacen las tribus amazónicas —se apresuró a aclarar—. Pero sí que la mayoría prefieren encontrar antes a un compañero para que les ayude a superarlo, anímicamente sobretodo.

—Entonces… —dijo Chanyeol—. Jongin…

—Algún día te pedirá que vayas con él —concluyó Kris—. No podrá esperar mucho más, porque este es un lugar peligroso para él, así que… para entonces deberías tener pensada una respuesta.

 

 a90;

 

Jongin abrió la puerta e hizo una mueca.

—¿Qué haces tú aquí? —le espetó.

Zitao lo miró, jadeando, exhausto, pero no dijo nada.

—¡Sehun, alguien pregunta por ti! —dijo Jongin antes de regresar a su habitación a seguir estudiando.

Sehun abrió la puerta de la suya, acabado de salir de la ducha y secándose el pelo con una toalla.

—¿Qué ocurr…? —preguntó, pero no terminó la frase al ver el estado de Tao—. ¡¿Tao?! ¡¿Estás bien?!

—He tenido mejores días —admitió. Entraron dentro y Sehun cerró la puerta—. Un grupo de lobos me ha acorralado y escapar me ha costado más de lo que creía —explicó—. Estoy perdiendo práctica.

—¿Te han hecho daño? —le preguntó, preocupado.

Zitao negó con la cabeza.

—No, sólo estoy cansado, se me pasará.

—Ve a mi cuarto —le dijo—. Iré a buscarte un vaso de agua.

Zitao obedeció y se dejó caer en la cama de Sehun, agotado.

—Tienes que ir con más cuidado —lo regañó éste, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

—Te preocupas demasiado por mí, cachorro —rio, aceptando el vaso de agua y bebiendo con avidez.

—¿Qué quieres que haga? —le reprochó Sehun, con el ceño fruncido—. Siempre estás metiéndote en líos.

Dejó el vaso sobre la mesilla de noche y se sentó a su lado en la cama.

—Si no me metiese siempre en líos… no nos hubiésemos conocido —dijo con una sonrisa burlona.

Sehun también sonrió y se tumbó encima de él, juguetón.

—Es verdad —aceptó antes de besarlo.

Tao se separó, con el ceño fruncido, y le acarició el pelo aún húmedo.

—Será una pena volver a ensuciarte —susurró, sin siquiera tratar de ocultar una sonrisita.

Sehun puso los ojos en blanco y también rio.

—En realidad no lo sientes —lo acusó.

Tao se incorporó de golpe y empujó a Sehun hasta que éste quedó recostado contra la almohada.

—Ni lo más mínimo.

 a89;

Jongin volvió a revisar los apuntes. Suspiró, exasperado, y se agarró del pelo. Hacía minutos que había dejado de procesar lo que leía y por más que releyera y revisara y comparara y subrayara sentía que no servía de nada. Le iba a explotar la cabeza.

Además, por si no fuese poco, ahora todo el piso tenía el distintivo y desagradable olor de Zitao.

Frunció el ceño e hizo una mueca.

Al cabo de un momento, cerró el libro de golpe en un arrebato y se echó atrás en la silla. Ya no podía más.

Se levantó y se dirigió hacia la cocina, donde estaba a punto de sacar algo de comida cuando se detuvo. No. Tenía que haberlo oído mal. No podía ser que estuviese escuchando… gemidos. Se acercó a la puerta de la habitación de Sehun.

Por supuesto. Por supuesto que podía ser. Zitao, el muy…

Volvió a entrar en su habitación, recogió los apuntes y el libro de texto, se puso una chaqueta y salió por la puerta.

Recorrió el camino que tan bien se sabía de memoria sin pensar siquiera en lo que hacía. Sólo quería alejarse de esa maldita casa y de Zitao en particular. No fue hasta que estuvo delante del piso de Kyungsoo y Chanyeol le abrió la puerta que se arrepintió de haber ido sin avisar. Era muy tarde.

—¿Jongin? ¿Qué haces aquí? —le preguntó, con los ojos muy abiertos.

—Es que… Zitao… —dijo, sin encontrar las palabras, sintiéndose súbitamente estúpido e infantil—. No quería quedarme en mi piso, y…

Chanyeol le sonrió.

—Pasa, pasa —lo invitó—. Aunque Kyungsoo ya está durmiendo…

—Me quedaré en el sofá, no hay problema —se apresuró a decirle.

—Como veas —contestó, con una sonrisa—. Si necesitas cualquier cosa, estaré en mi habitación.

Jongin asintió y se quedó mirando cómo Chanyeol se alejaba por el pasillo. Luego se sentó en el sofá y empezó a dar vueltas.

Kyungsoo. Dormido en su habitación.

Se obligó a detenerse y respiró con profundidad. Hizo una mueca. Olía demasiado a Kris.

Sacó los apuntes y trató de centrarse en las hojas de papel y no en el chico que debía estar acurrucado en la cama con su pijama y… Apuntes, apuntes.

Llevaba ya un rato sumergido en un mar de números y fórmulas y definiciones cuando oyó el sonido de unas sábanas, pequeños pasos y la puerta de Kyungsoo. Levantó la mirada, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

—Jongin… —lo llamó Kyungsoo con voz débil, frotándose los ojos.

—Hyung…

—¿Has venido a estudiar? —le preguntó, acercándose mientras arrastraba una manta, confuso.

—Sí, Zitao ha venido y estaba con Sehun… —dijo a modo de explicación.

Kyungsoo asintió y, aún sin abrir los ojos del todo, cogió uno de los cojines del sofá y lo puso al lado de Jongin, contra el que se apoyó y se tumbó a su lado, ocupando el resto del sofá.

—Me quedaré a dormir contigo —le explicó—. Tú sigue estudiando.

Jongin asintió, quizá con más ímpetu del que debería, y volvió a centrarse en sus apuntes. Pero no llevaba ni quince minutos estudiando que Kyungsoo volvió a hablar.

—Ah, por cierto… —musitó de pronto, sin moverse donde estaba apoyado en el cojín sobre Jongin—. ¿Qué es eso… de compañeros que dicen todos? ¿Si estamos saliendo… entonces somos compañeros?

Jongin se removió. Tragó saliva.

—Es… complicado de explicar —dijo Jongin, seguro de que esta vez Kyungsoo sí sentiría los latidos de su corazón.

—Oh —dijo Kyungsoo—. Ya me lo contarás otro día, entonces.

—P-puedo explicártelo, si quieres —dijo con una seguridad que no sentía. Kyungsoo asintió—. Compañeros son… las parejas establecidas, por así decirlo. Los compañeros comparten mucho más que un sentimiento. Tienen un… vínculo. Un vínculo empático que, siempre que están juntos, les permite sentir las emociones del otro.

Kyungsoo abrió mucho los ojos.

Familiaridad. Reconocimiento. Preocupación. Confianza, afecto, anticipación, cariño, posesión, nerviosismo, vergüenza, ofuscación, adoración.

—Entonces, ¿eso que sentía…?

—Eso que sentías… eran mis emociones —dijo Jongin, con una risa avergonzada—. Cuando te conocí por primera vez, cuando era aún un cachorro, te mordí sin querer —explicó, enterrando la cara entre las manos—. Podría no haber sido nada, pero cuando volvimos a encontrarnos, de algún modo se volvió la marca y empezó a establecerse el vínculo. Permitir que un lobo te muerda en un lugar tan vulnerable representa una señal de sumisión y de confianza. Si te fijas, aunque no se vea muy bien, Chanyeol también tiene una.

Kyungsoo frunció el ceño.

—¿Y Sehun?

Jongin se tensó visiblemente.

—No —dijo, con sequedad. Luego suspiró—. Sehun está con Zitao, pero no son compañeros. Los lobos de ciudad le tienen miedo a eso de comprometerse.

Parecía enfadado, y en parte Kyungsoo lo comprendía. Poco a poco, empezaba a entender las complicadas relaciones que tenían entre ellos y a ver que Sehun y Jongin tenían una confianza mucho más fuerte de lo que parecía. Jongin se preocupaba por Sehun, a su manera, y por eso debía tenerle ese sentimiento de hostilidad hacia Zitao.

—Pero entonces… yo tengo la marca… ¿pero no soy tu compañero?

—La marca es sólo uno de los dos pasos —se apresuró a explicar. Cogió un cojín y lo abrazó, enterrando el rostro en él.

—Entonces, la otra… —Kyungsoo observó a Jongin y su reacción—. Oh. Apareamiento —dijo, tratando de contener una sonrisa por la reacción tímida de Jongin. Estiró los brazos y lo abrazó por la cintura—. ¿Primera vez? —preguntó con suavidad.

Jongin asintió, sin separarse del cojín, y Kyungsoo murmuró algo inteligible de lo que Jongin sólo comprendió menor e ilegal.

Se quedaron en silencio, abrazados, sin decir nada más.

Pero, como siempre, había algo que Jongin no le decía.

Y Kyungsoo desearía que sí lo hiciera. Porque Kyungsoo, en ese momento más que nunca, ya sabía la respuesta.

 a90;

Zitao se dejó caer sobre la cama, aún jadeando, y atrajo el cuerpo de Sehun, lacio, hacia el suyo. Sehun giró el cuello para besarle la mejilla con cariño y Zitao sonrió, revolviéndole el pelo.

—¿Qué haría yo sin ti? —murmuró para sí mismo.

—Nada bueno, seguro —le contestó Sehun, en susurros también, con una sonrisa en la cara. Pero Zitao no sonreía—. ¿Estás bien?

Zitao asintió, rompiendo el contacto visual, pero por más que Sehun trató de girarse para quedarse de cara a él, Zitao estrechó el abrazo alrededor de su pecho y se lo impidió.

—¿Tao…? —preguntó Sehun, súbitamente preocupado.

—Estoy bien —le aseguró, con la frente apoyada contra su cabeza y la respiración en su nuca—, estoy bien.

Sehun empezó a acariciarle las manos que le habían empezado a temblar, preocupado.

Zitao respiró profundamente y se acercó a Sehun, dejando un beso sobre la piel de su cuello. Sehun frunció el ceño y trató de apartarlo, inquieto, pero Zitao lo abrazó con aún más fuerza y… mordió. Sehun se quedó completamente inmóvil, paralizado en parte por el dolor y en parte por el estupor, con los ojos muy abiertos.

—Te quiero, cachorro —le susurró al oído cuando se separó, después de lamer la herida con cuidado.

—Idiota —dijo Sehun, girándose al fin y apoyando la frente contra la suya. No iba a llorar—. Idiota, idiota, idiota…

 

 a89;

 

Pasaron los días, las semanas. Las noches largas de invierno estaban acabando y se acercaba la fecha inminente de los exámenes de acceso de Jongin. Kyungsoo se encontró sintiéndose más nervioso cada día que pasaba y seguía sin verle. Por supuesto, mantenían el contacto a través de mensajes y llamadas que siempre duraban un poco más de lo que deberían, pero lo que Kyungsoo necesitaba era sentir la proximidad de su presencia y su contacto, por muy egoísta e inmaduro que fuese.

Apoyó la frente contra los apuntes que tenía sobre la mesa. Ese crío lo estaba llevando por el mal camino. No podía ser que sólo pensase en maneras de saltarse la norma de aislamiento temporal que él mismo le había impuesto para que pudiese concentrarse. Esos exámenes eran muy importantes para Jongin. Tenía que esperar.

(Aunque por las noches se le apareciese en sueños, cada vez más cerca y cada vez con menos ropa y hacía que cada día se replanteara esa estúpida norma y sus prioridades).

—Kyungsoo… —oyó que lo llamaban. Se incorporó enseguida y trató de arreglarse el flequillo.

—¡Junmyeon! —exclamó en cuanto lo vio.

—¿Puedo sentarme contigo? —le preguntó.

Kyungsoo asintió fervientemente.

—Claro, adelante —le dijo, señalándole la silla vacía de enfrente.

Junmyeon se sentó, con su sonrisa cortés de siempre, y dejó su americano a un lado.

—Echaba de menos esto —confesó con un suspiro, mirando a su alrededor y luego a Kyungsoo.

—Es verdad —asintió él. Con todo lo que había ocurrido esos últimos meses, no se había dado cuenta hasta hora.

Junmyeon tomó un sorbo de su café y volvió a dejar la taza sobre la mesa.

—Me han dicho que estás saliendo con Jongin —dijo con suavidad. Kyungsoo asintió lentamente y Junmyeon sonrió—. Eres una buena influencia. Desde que te conoce no se ha saltado ninguna clase y saca mejores notas.

Kyungsoo sonrió, sin poder reprimir el sentimiento de orgullo.

—Es un buen chico —dijo con cariño, y la sonrisa de Junmyeon se ensanchó aún más.

—Me alegro de que hayas encontrado a alguien que realmente pueda hacerte feliz —dijo con sinceridad y Kyungsoo sintió que enrojecía ligeramente.

Estaba a punto de preguntarle por él cuando se les unió una tercera figura.

—¿Junmyeon? ¿De qué conoces a Kyungsoo? —preguntó Luhan, visiblemente sorprendido, acercándose a ellos con un bubble tea y cogiendo otra silla para sentarse.

—¿Yo? Coincidimos en casi todas las clases. ¿De qué lo conoces tú? —le preguntó a su vez, igual de sorprendido. Kyungsoo se limitó a mirar primero a uno y luego a otro, estupefacto.

—Mi compañero de piso, Baekhyun, es muy amigo del suyo y nos presentó. Por así decirlo —explicó a medias.

—¿De qué os conocéis vosotros? —preguntó Kyungsoo, curioso.

Ambos se miraron.

—Es… largo de explicar —dijo Junmyeon con suavidad.

Sus ojos se quedaron puestos en Luhan un momento más.

«Eres una persona muy especial para mí, pero estoy enamorado de otra persona y… lo siento».

Kyungsoo abrió mucho los ojos. ¿Sería posible que… Junmyeon…?

Pero no dijo nada.

Luhan cambió de tema y Kyungsoo se encontró riendo junto a ellos dos con una familiaridad que sólo había conseguido encontrar en Chanyeol y Jongin. Era reconfortante.

 

Poco después se despidieron de Luhan, y Junmyeon y él entraron juntos en la clase de bioestadística. Kyungsoo estudió las mesas, observando cada estudiante, y frunció el ceño. No había ni rastro de Baekhyun. Generalmente siempre coincidían en esa clase.

Trató de no darle más importancia pero, justo al salir, cuando vio las cinco llamadas perdidas de Chanyeol y las tres de Jongin, supo que algo no iba bien.

 

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Kyungsoo nada más entrar en la habitación del hospital.

Allí ya lo esperaban Chanyeol y Jongin, ambos de pie, tensos, y pareció que se relajaban un poco cuando lo vieron entrar. Luego reparó en Baekhyun, recostado en la cama, completamente inmóvil salvo por su débil respiración y el movimiento constante del monitor.

—No lo sabemos —dijo Chanyeol, preocupado—. Sólo que lo habían encontrado inconsciente y me han llamado para que viniese al hospital.

Kyungsoo se acercó, lentamente, hacia la cama. Baekhyun tenía la cabeza vendada y un brazo escayolado. Jongin se acercó a él y le puso una mano en el hombro.

—Se pondrá bien, sólo está dormido —le dijo Jongin en voz baja, dándole un apretón.

Kyungsoo suspiró.

—¿Por qué has venido? ¿No deberías estar estudiando? —le preguntó a Jongin momentos después, cuando se dio cuenta de su presencia.

El más pequeño se encogió de hombros.

—Chanyeol me ha llamado porque no conseguía hablar contigo —explicó.

Kyungsoo le dio la mano.

—Luego te llevaré a casa —le aseguró.

Luhan no tardó en llegar, sin aliento y empapado por culpa del chaparrón que estaba cayendo en el exterior, pidiendo disculpas porque el móvil se le había quedado sin batería.

—¿Qué puede haberle ocurrido…? —preguntó, cogiéndole una mano a Baekhyun, sin dirigir la pregunta a nadie en concreto—. Le han dado una paliza y lo han dejado así, sin más, sin siquiera robarle…

—Baekhyun no es nada violento, no puede haber sido una pelea… —razonó Kyungsoo.

—Quizá estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado —dijo Chanyeol.

Pero ninguno comentó los arañazos en el otro brazo y en el hombro que ahora cubría una fina gasa.

 

—Kris está a punto de llegar —dijo Chanyeol, entrando en la habitación después de terminar la llamada—. Nos quedaremos esta noche a hacerle compañía a Baekhyun, así que Kyungsoo, llévate a Jongin a su casa, y es mejor que te quedes con ellos esta noche, es tarde.

—Yo me quedaré también —dijo Luhan, con firmeza.

—Estás tiritando de frío —puntualizó Kyungsoo, frunciendo el ceño—. Ve a casa y cámbiate.

—Mañana con un poco de suerte ya le darán el alta —dijo Chanyeol—, así que tendrás que cuidarlo tú en casa.

Luhan aceptó al final, a regañadientes, y Kyungsoo y Jongin se despidieron. Jongin hacía rato que tenía los ojos entrecerrados, arrullado por la monotonía del hospital y por las pocas horas de sueño por culpa del estudio. Subieron al autobús, prácticamente vacío, y se sentaron en la última fila.

—Llévame a casa, hyung —le susurró Jongin.

Recostó la cabeza contra su hombro y Kyungsoo se puso a acariciarle el pelo, tratando de relajarse y de no pensar más en Baekhyun. Jongin empezó a soltar pequeños ruidos de contentamiento, con una sonrisa en los labios y los ojos cerrados, y Kyungsoo sintió se enamoraba aún más perdidamente de él.

 

Sehun aún estaba despierto cuando llegaron.

Kyungsoo obligó a que Jongin fuese a su habitación a estudiar las horas que había perdido el hospital y él se quedó en la cocina.

—Pero los exámenes no son hasta la semana que viene y ya me sé todo el temario del derecho y del revés —se quejó Jongin, haciendo una pataleta—. ¿Al menos vendrás a dormir conmigo?

—Sólo si vas a estudiar —lo amenazó.

Jongin puso morros, pero dio media vuelta y entró en la habitación, cabizbajo.

—¿Tienes hambre? —le preguntó Sehun.

Kyungsoo se sorprendió. Era la primera muestra de algo parecido a afecto que le demostraba el otro.

Asintió, mirándolo con atención.

—No tenemos mucha comida, pero puedo prepararte ramyun.

—Ramyun va bien —aceptó Kyungsoo al instante.

Sehun puso el agua a hervir y sacó un paquete del armario.

—Jongin me ha llamado y me lo ha contado —dijo Sehun, serio—. Y también… que cree que ha sido un hombre lobo.

Kyungsoo se recostó contra el mármol de la cocina y asintió.

—Pero es extraño —prosiguió el más pequeño—. Los lobos sólo se llevan mal con otros lobos, no suelen herir a humanos…

—Eso es lo que no encaja —coincidió Kyungsoo, con el ceño fruncido.

Sehun suspiró. Terminaron de hacer el ramyun en silencio, y no fue hasta luego, cuando Kyungsoo se lo hubo terminado, que Sehun volvió a hablar.

—Tengo algo que contarte —musitó—. Es bastante largo. ¿Me escucharás?

—Por supuesto —se apresuró a contestar.

—Jongin y yo… prácticamente crecimos juntos, éramos los únicos de nuestra generación —explicó, mirando la mesa, jugueteando con los dedos—. Jongin siempre era un poco más alto, un poco más rápido, un poco más… guapo. Siempre lo admiré mucho, más que a nuestro alfa. Supongo que era inevitable que… de algún modo… imaginara que seguiríamos juntos el resto de nuestras vidas —Kyungsoo aguantó la respiración—. Pero Jongin siguió preocupándose por ti, incluso después de que tu familia te encontrara. Salía de la casa de la manada e iba a buscarte sólo para ver de lejos si estabas bien. Era bastante evidente, pero no lo quise creer, hasta que tú entraste en la universidad y Jongin decidió a ir a la ciudad él también.

—¿A buscarme…? —preguntó Kyungsoo. Sehun asintió.

—Fue entonces… que supe que Jongin te había escogido a ti. Los lobos sólo amamos a una persona durante toda nuestra vida, y Jongin te había escogido para la suya.

Kyungsoo se llevó las manos a la boca.

—Me ha costado… pero al final te he aceptado —dijo Sehun, endureciendo la mirada—. Haz que no me arrepienta.

 

Ya era entrada la noche cuando llegó Zitao. Saludó a Kyungsoo y luego se dirigió a Sehun, a quien le besó delicadamente el cuello. Kyungsoo frunció el ceño. Le había parecido ver… Sacudió la cabeza. No era asunto suyo.

Era tarde y Jongin ya había estudiado lo suficiente, así que se despidió y se dirigió hacia su habitación. El chico estaba sentado sobre su cama, en pijama, estudiando de sus apuntes y del pequeño portátil que tenía abierto a un lado. Llevaba gafas de pasta, y Kyungsoo tuvo que reprimirse para no decirle lo mono que estaba.

—Ya has estudiado mucho por hoy, alumno. A dormir —dijo, cerrándole el portátil y dejándolo encima de su escritorio. Jongin empezó a ordenar las hojas de apuntes y se las dio, perplejo. Frunció el ceño.

—Pero no tengo sueño —se quejó.

—Kim Jongin siempre tiene sueño —le rebatió, abriendo el pequeño armario.

Sacó una camiseta ancha que había visto a Jongin usar en ocasiones como pijama.

—¿Puedo ponérmela? —le preguntó, enseñándosela. Jongin abrió y cerró varias veces la boca.

—C-claro —dijo al final.

Kyungsoo cerró la puerta del armario y, poco a poco, empezó a desabrocharse la camisa. Oyó ruido de sábanas y se giró, riendo al ver que Jongin había empezado a jugar con los cojines en un intento de no mirar. Terminó de cambiarse y se tumbó en la cama al lado de Jongin, que aún estaba sentado.

—He hablado con Sehun —dijo a media voz. Jongin se giró, curioso.

—¿De qué?

—De ti —rio Kyungsoo, pero luego volvió a ponerse serio. Jongin también se recostó a su lado—. Me ha dicho… que sólo amabais a una persona durante toda la vida.

Jongin asintió, apoyando la mejilla en la misma almohada y mirándolo a los ojos.

—Es parte de nosotros como lobos —susurró, sin apartar la mirada.

—¿Me amas…? —preguntó, débilmente.

Jongin ensanchó la sonrisa y Kyungsoo sintió que se olvidaba de todo lo demás. Pero no le contestó. Simplemente le puso las manos en las mejillas y lo miró a los ojos.

Afecto. Confianza. Amor.

…deseo.

—Deberías ir a dormir —dijo Kyungsoo, pero en cambio se incorporó y se puso encima de Jongin, buscando sus labios.

El otro también se incorporó, cogiéndolo por los hombros, y correspondió al beso con fervor. Kyungsoo rio.

—Deja de estar tan nervioso, puedo sentirte —le recordó, rompiendo el beso un momento sólo para volver a besarlo después.

Sintió que Jongin, poco a poco, desplazaba las manos hasta su espalda y empezaba a acariciarlo, con torpeza e inexperiencia, y él enterró una mano en su pelo. Le rodeó el cuello con ambos brazos y acercó sus cuerpos. Cada vez hacía más calor y Jongin no podía dejar de moverse debajo de él. Tentativamente, con cuidado, empezó a recorrerle los hombros, los brazos, la espalda.

Deseo, deseo, deseo.

Jongin se separó de él y forcejeó con la parte de arriba del pijama hasta que consiguió quitársela. Lo miró a los ojos y Kyungsoo pudo distinguir claramente el rubor de sus mejillas. Le besó la frente y, con delicadeza, empezó a acariciarle la piel desnuda. Jongin estaba ardiendo y tomó una profunda bocanada de aire con el primer contacto, poniendo las manos en la cintura de Kyungsoo y respirando con dificultad.

Deseo, deseo, deseo, deseo.

 Y se desmayó.

—¿Jongin? ¡JONGIN! —gritó Kyungsoo, al ver que no reaccionaba—. ¡¿Qué te ocurre, Jongin?!

La puerta de la habitación se abrió y entró Sehun, visiblemente preocupado. Se detuvo en seco. Y empezó a reír. Zitao apareció detrás de él, con el ceño fruncido.

—Oh —dijo Zitao al verlos—. No te preocupes, suele pasar —Kyungsoo le puso una mano en la frente. Seguía ardiendo—. La primera vez, tantas sensaciones y emociones pueden hacer que un lobo joven… colapse. Pero se le pasará.

—¿Entonces está bien? —preguntó, para asegurarse.

—Sí, no tendrá secuelas ni nada. Sólo mucha vergüenza por la mañana —dijo Sehun, con una sonrisa burlona en los labios.

Kyungsoo asintió, aún preocupado, y empezó a acariciarle el pelo. Oyó cómo la puerta se cerraba con suavidad a su espalda y volvió a recostarse a su lado, tapándolos con la almohada.

Sonrió.

—¿Ves como no eres más que un crío?

 

 

Kyungsoo se despertó por un mensaje de móvil. Ya era tarde. A regañadientes, apartó los brazos de Jongin y fue a cogerlo.

Era de Luhan.

«Creo que me he resfriado ╥a103;╥ Me duele la cabeza y la barriga y tengo fiebre y me encuentro mal ╥a103;╥»

Suspiró. Como si no tuviese bastante con un crío en su vida… Observó a Jongin, aún durmiendo en la cama, con los brazos en una posición extraña ahí donde antes había estado Kyungsoo.

«Iré a verte un momento», le contestó.

Se vistió con prisas. De pronto, le llamó la atención un gorro rojo que Jongin había dejado sobre el escritorio. Lo cogió. Le dejó una nota sobre el escritorio. No tardaría mucho. Se despidió de Sehun y Zitao, que estaban en el sofá comiendo cereales mientras veían algo en la televisión y salió al exterior.

Aún tenía un buen trecho hasta el piso de Baekhyun y Luhan.

 

—¡Kyungsoo! —lo llamó una voz justo cuando estaba a punto de entrar en la estación de metro—. ¡Kyungsoo, aquí!

Kyungsoo se acercó al coche de Junmyeon, que se había parado a un lado de la acera.

—¿Vas a alguna parte? —le preguntó el mayor.

—En realidad… Luhan está enfermo, así que iba a hacerle un poco de comida —explicó.

—¿Quieres que te lleve? Así llegarás más rápido.

Kyungsoo sonrió.

—¡Gracias!

 

 a89;

 

—Deberías ir a casa —le recordó Chanyeol.

—Lo bueno de ser el jefe es que puedo decidir cuándo voy —remarcó Kris—. Hoy no tenía nada importante, así que me quedaré a hacerte compañía.

—Puedo quedarme solo, chicos —dijo Baekhyun, con el ceño fruncido—. Sólo tienen que darme el alta y ya podré ir a casa.

—Esto es algo personal —le susurró Chanyeol y Baekhyun asintió, con los ojos muy abiertos.

—Te he dicho que puedo quedarme y me quedaré —insistió Kris.

—Mira que eres testarudo —dijo Chanyeol por lo bajo.

—Y así es como me quieres —le recordó Kris con una sonrisa de superioridad en los labios.

Chanyeol se quedó sin contestar y Baekhyun puso los ojos en blanco.

De pronto, Kris se tensó.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Chanyeol, nervioso.

El otro se quedó un momento en silencio, atento.

—Es Jongin.

 

 

Después de todo lo que habían oído a hablar el uno del otro, era la primera vez que se veían cara a cara. Jongin entró en la habitación del hospital, jadeando, sin quitarle la mirada de encima.

—Tengo que hablar contigo —dijo, respirando con dificultad, y añadió—. Te necesito.

Kris se levantó y ambos salieron al pasillo. Chanyeol se removió, inquieto.

—Es Kyungsoo —le dijo cuando se aseguró que no podrían oírlo—. Se ha ido esta mañana a casa de un compañero pero ahora no me contesta. Estoy preocupado.

…y asustado.

Kris asintió.

—Te ayudaré a encontrarlo. ¿Dónde vive ese compañero?

—En Yongsan.

—Ve por la zona de Mopo-gu, yo iré por Seongdong.

Jongin asintió y se dispuso a dar media vuelta.

—¡Jongin! Ve con cuidado. Aunque lo encuentres antes, espérame. No hagas nada imprudente.

Jongin echó a correr.

 

 a90;

 

Kyungsoo cerró la puerta tras de sí y sonrió con picardía. Junmyeon lo había acompañado hasta el mismo piso de Luhan, cuando Kyungsoo había aprovechado para fingir una emergencia y dejarlos a los dos solos, pese a las miradas de socorro de Junmyeon.

Bajó las escaleras dando saltos. Baekhyun ahora seguramente estaría con Hyerin, pero podía ir a hacerle compañía hasta que le dieran el alta.

Sin embargo, cuando estuvo en la calle, algo le llamó la atención. Parecía… ¿un perro? Picado por la curiosidad, se dirigió hacia la esquina donde le había parecido verlo y empezó a seguirlo. Otra vez, le pareció ver una mancha negra que se alejaba de él. Apresuró el paso, siguiéndolo, hasta que de pronto se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. No era muy familiar con la zona norte de Yongsan y se había alejado demasiado del metro. Observó las calles vacías a su alrededor y, desorientado, empezó a merodear por el que creía que era el camino de regreso.

Estaba a punto de sacar el móvil para tratar de saber dónde estaba cuando lo oyó. Un gruñido. Se puso en tensión, sobrecogido. Algo no iba bien.

Miró a ambos lados, con el corazón en la garganta, y de pronto lo vio. A su derecha, de entre las sombras, había lo que parecía un perro de grandes dimensiones y con el pelo completamente negro, que se le acercaba poco a poco.

Un lobo.

Kyungsoo abrió mucho los ojos.

—¿Jongin? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? —le preguntó.

Pero el lobo siguió acercándose, poco a poco, y Kyungsoo trató de retroceder.

—Jongin, ¿qué…?

Se quedó helado. No, era imposible. Los ojos de aquél lobo eran fríos y crueles.

No era Jongin.

Empezó a correr, daba igual hacia dónde, sólo quería alejarse de aquel animal aunque sabía de sobra que era mucho más veloz. No tardó en alcanzarlo e interponerse en su camino, y Kyungsoo trató de dar media vuelta cuando vio que detrás tenía a otro lobo, un poco más pequeño, de pelaje marrón oscuro. Se apoyó contra la pared a su espalda, con el corazón desbocado y la respiración agitada.

No tenía escapatoria.

Los dos lobos se le acercaban, poco a poco, sin prisa, como si supiesen tan bien como él que ya no tenía modo de huir. Revelaron los dientes en una mueca feroz y empezaron a gruñir.

En el momento en que el lobo de color marrón se dispuso a abalanzarse sobre él, sin embargo, algo lo embistió desde un lado y los dos rodaron por el pavimento. Otro lobo negro.

—¡Jongin! —lo llamó Kyungsoo.

Era él. Esta vez no tenía ninguna duda. Podía sentir su miedo, camuflado por la determinación y la ira.

Los dos lobos seguían peleándose, tratando de morder al rival y aullando cuando uno recibía una agresión significantemente dolorosa. Observó, con horror, como el otro lobo negro se disponía a ayudar a su aliado cuando aparecieron aun dos lobos más. Uno con el pelaje rojo y otro completamente blanco.

Tao y Sehun.

Juntos, empezaron a atacar al lobo negro.

Kyungsoo tragó saliva, tratando de relajarse. Le temblaban las piernas. Sentía el dolor y la agonía de Jongin, que aún luchaba con todas sus fuerzas, como si fueran sus propias. La cabeza le daba vueltas.

Aunque les superaban en número, pronto fue evidente quién tenía las de ganar. Jongin era fuerte y letal, Sehun era veloz, pero ambos eran significantemente más pequeños. El único capaz de rivalizar con los dos lobos era Zitao, que ahora se movía con dificultad por culpa de una herida en una pata.

—¡NO! —gritó Kyungsoo al ver que el lobo castaño se había lanzado contra el cuello de Jongin.

Lo había derribado al suelo y le buscaba la yugular con gruñidos, mientras Jongin trataba de forcejear y de volver a levantarse. Sehun se lanzó sobre ellos, tratando de herir al contrincante, pero éste se giró, lo cogió por la nuca y lo lanzó. Sehun chocó contra una pared y cayó al suelo, inconsciente por culpa del impacto.

Oyó como Zitao aullaba y Jongin trató de volver a ponerse de pie.

Kyungsoo sentía las lágrimas que le quemaban los ojos, luchando de salir. Se sentía completamente inútil. Estaba condenado a ver cómo les herían a todos sin poder intervenir ni tratar de defenderlos.

De pronto, todos se detuvieron. Los dos lobos empezaron a retroceder. En la lejanía se oyó un aullido fuerte, poderoso, y los dos lobos empezaron a correr en dirección contraria. Zitao acudió a socorrer a Sehun, mientras que Jongin, usando las pocas fuerzas que le quedaban, se acercó a Kyungsoo. Él se dejó caer al suelo y se abrazó al cuello del animal.

Dolor, dolor. Alivio.

Otro lobo se les unió. Era considerablemente mayor que Zitao y tenía el pelaje de color dorado. Kyungsoo sonrió, aliviado.

Kris.

 

—Aquí no ha terminado el peligro —les advirtió horas después.

Habían ido al piso del alfa, el que estaba más cerca, donde se habían tratado las heridas y se habían puesto ropa que éste les había prestado. Sehun había recuperado el conocimiento, Zitao tenía una fractura en la muñeca y Jongin tenía todo el cuerpo magullado, pero ninguna herida demasiado grave.

—Sois una presa fácil y aquí los lobos tienden a buscar… diversiones —prosiguió, con los brazos cruzados, mirándolos con severidad.

—Ha sido culpa mía, lo siento —se apresuró a disculparse Kyungsoo—. No debería haberlo seguido en un primer lugar.

Jongin le dio la mano, tratando de reconfortarlo.

—Tú no eras su objetivo —puntualizó Kris. Suspiró y miró a Jongin—. Por eso te he dicho que fueses con cuidado. Pero suficiente por hoy. Debéis estar cansados y yo tengo que ir a buscar a Chanyeol.

Kyungsoo asintió. Zitao tiró de Sehun y ambos, tras una leve reverencia, salieron por la puerta.

—Vámonos a casa —le dijo en voz baja a Jongin. Luego se giró para mirar a Kris y le sonrió—. Gracias. Por todo.

 

 

—Eras muy mono —le confesó Kyungsoo, horas después, cuando estaban los dos en el piso de Kyungsoo, terminando de cenar. El televisor estaba encendido y emitían un partido de fútbol que Jongin iba mirando de vez en cuando—. Como lobo, digo.

Jongin frunció el ceño.

—Pronto creceré —le aseguró—. Y seré tan o más grande que Kris.

—Por supuesto —dijo Kyungsoo.

—¿No me crees? —lo acusó, herido—. Aún estoy creciendo, dentro de nada seré como Zitao.

Kyungsoo asintió.

—Pues termínate el arroz o no vas a crecer —le dijo, burlón, y Jongin se lo terminó en dos bocados. Tragó con dificultad.

—Buen chico —dijo Kyungsoo y se llevó su bol hasta el fregadero—. Ahora ve a la ducha y cúrate otra vez las heridas.

—¿No vas a curarme tú? —le preguntó, poniendo morros—. Además, me curo rápido. Ya casi ni se ven —dijo, examinándose el brazo. Habían empezado a cicatrizar con mucha rapidez.

—Ya eres mayor, puedes hacerlo tú —rio Kyungsoo y Jongin se fue hacia el baño, cabizbajo.

Volvió a salir minutos después, con una toalla en la cabeza para secarse el pelo mojado y una camiseta blanca de tirantes. Kyungsoo desvió rápidamente la mirada y siguió con su trabajo, pero Jongin levantó la cabeza de golpe, sorprendido.

—Ponte algo o vas a resfriarte —le dijo, tratando de que mantener la voz impasible.

Pero Jongin había empezado a acercársele por la espalda. Kyungsoo sintió que le rodeaba la cintura con los brazos y apoyaba los labios suavemente sobre la débil marca que tenía en el cuello. Enrojeció.

—Esto de las emociones es una mala idea —murmuró Kyungsoo a regañadientes. Jongin rio contra su piel.

—¿Dónde está Chanyeol? —le preguntó. Parecía que tenía la voz más grave de lo normal y Kyungsoo se obligó a respirar.

—Hoy se queda con Kris.

Jongin estrechó el abrazo alrededor de la cintura de Kyungsoo y empezó a tirar de él, alejándolo de la cocina.

—Eh, espera, Jongin. ¡Aún no he terminado! —intentó deshacerse de él, pero fue en vano.

—Seguro que puede esperar a mañana —se quejó, insistente.

Y Kyungsoo se dio por vencido. Jongin volvió a reír sobre su piel, conduciéndolos hacia la habitación de Kyungsoo, y cerró la puerta detrás de ellos.

Kyungsoo se tomó su tiempo desnudando a Jongin, deleitándose con los débiles quejidos del otro, impaciente, que le mordía la piel sin hacerle daño cada vez que la lentitud de Kyungsoo se volvía insoportable.

Le gustaba cómo encajaban, cómo Jongin cerraba los ojos cada vez que él presionaba los muslos contra sus caderas, cómo se sonrojaba cuando se daba cuenta de que Kyungsoo no había dejado de mirarlo a los ojos en ningún momento, cómo cada beso le robaba aún más la respiración.

Había demasiada piel y Kyungsoo se ahogaba con el eco de las emociones de Jongin, casi tan fuertes como las suyas, que le nublaban los sentidos y lo único que sabía era que lo necesitaba, un poco más cerca, sólo un poco más, con las manos entrelazadas y su nombre en los labios.

 

 

—Hay algo que no me dices —le recordó unos días después.

Jongin estaba en el sofá, tratando de estudiar para el último examen porque Kyungsoo lo había obligado pese a lo mucho que había insistido que ya se lo sabía de sobra.

—¿Qué…? —empezó a preguntar Jongin.

—Ahora que somos compañeros… para ser adulto…

Jongin abrió mucho los ojos. Dejó los apuntes a un lado, visiblemente tenso. Respiró hondo.

—Si te lo pidiese… ¿vendrías conmigo…? —le preguntó, sin poder mirarlo a los ojos.

Kyungsoo hizo ver que dudaba.

—Hm… Depende de cómo me lo pidas… —concluyó al final.

—¿Por favor…? —probó Jongin, desconcertado, ahora sí mirándolo.

—Entonces sí, iré contigo —aceptó, riendo.

Jongin sonrió y corrió a abrazarlo, mientras Kyungsoo trataba fútilmente de huir, recordándole que para mañana aún le quedaba un examen muy importante y que nada de peros.

 

 

La familia de Jongin lo recibió con los brazos abiertos. Sus padres lo trataban como a un miembro más de la familia y sus hermanas no paraban de hacerle preguntas. A Kyungsoo le costaba creer que gente de apariencia tan normal pudiese guardar un secreto tan grande.

 

—Es un ritual para poner a un lobo joven a prueba hasta el límite. No es peligroso, pero es muy exigente —le explicó la noche anterior, enterrados bajo un cielo de sábanas, en susurros—. Te llevarán en uno de los puntos más alejados del bosque y tendré que encontrarte y llevarte de vuelta antes de que salga el sol. Tendré que rastrearte, adentrarme sólo en lo más profundo del bosque y luchar contra cualquier oponente que se interponga en mi camino. Pondrán a prueba mis sentidos, habilidades, resistencia y velocidad.

Kyungsoo lo miraba, francamente preocupado. Jongin respiró con profundidad.

—Estoy nervioso —le confesó—. Pero tengo que hacerlo, por ti.

—Te subestimas, Kim Jongin —contestó él—. Estoy segurísimo de que podrás hacerlo.

 

 

Kyungsoo se acurrucó un poco más, abrazándose las piernas y haciéndose un ovillo. La situación era terroríficamente similar a los sueños que había tenido durante años, pero trataba de no pensar en ello. Hacía horas que la luna llena brillaba en el cielo. Ya no le quedaban muchas más.

De pronto, oyó ruido en el exterior de la cabaña improvisada. Y otro. Cada vez más cerca. Se incorporó con cuidado. Tenía todo el cuerpo entumecido de haber estado quieto durante tanto tiempo. Se asomó a la puerta, impaciente por verle.

De entre la maleza salió una sombra más oscura que la noche.

—Jongin —dijo Kyungsoo. Sería capaz de reconocerlo en cualquier lugar, bajo cualquier apariencia.

A cada paso que hacía, dejaba de ser lobo e iba adquiriendo rasgos cada vez más humanos. Cuando llegó delante de él, con una sonrisa victoriosa en los labios, era el mismo Jongin que había conocido una noche de principios de diciembre, hacía muchas lunas llenas.

Se abrazaron. Jongin cojeaba de un pie y respiraba con dificultad.

—Ya está. Ya ha pasado todo —le dijo Kyungsoo, con suavidad.

Se separaron y Kyungsoo le dio la ropa con la que volvería en su forma humana. Jongin se vistió deprisa y le dio una mano a Kyungsoo.

—Vámonos a casa.

La aceptó.

 

Do Kyungsoo había pasado años tratando de buscar cuál era la pieza que faltaba en su vida, qué era lo que lo llevaba a hacer y repasar listas mentales una y otra vez.

En esos momentos, con el mero hecho de tener a Jongin de la mano, creía que ya la había encontrado.

 

 

-FIN-

 

 


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