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NÁUFRAGOS por yaonita

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Notas del fanfic:

Llevo mucho tiempo leyendo y siempre me picaba el gusanillo de escribir algo, así que aquí está mi primer Fanfic.


Espero y deseo que les guste, lo he escrito con muchas ganas.


El Fanfic está escrito en primera persona pero no siempre narrara el mismo personaje, para no liar la lectura siempre indicaré quien narra en cara momento.

Notas del capitulo:

En este capítulo empieza el viaje de nuestros protagonistas, conoceremos a Toni y su familia.

 

No les hago esperar más y aquí les dejo el primer capítulo.

 

De verdad espero que les guste.

 

Yaonita

1. Un viaje indeseado


(Toni)


Levante la vista para mirar mi maleta que se encontraba sobre la cama, esta abierta y a medio hacer y había ropa y otros cachivaches tirados por toda la habitación. Dicen que cuando tienes ganas de emprender un viaje la maleta se hace con muchas ganas, pero ese no era mi caso si no todo lo contrarío.


Estaba sentado en el suelo, con las rodillas dobladas y mis brazos apoyados en estas, al día siguiente iba a coger un avión hacía la Isla de Salmeg, para pasar un mes de colonias en un recinto que pertenecía a mi Instituto. El Instituto Miller, en el cual a mis catorce años cursaba la secundaría, era uno de los Institutos más prestigiosos de mi país, a él solo acudían los hijos de las familias más acaudaladas y respetadas a excepción de la mía claro está.

Según mi madre y gracias a mis buenos resultados académicos de los cuales ella estaba muy orgullosa, yo había tenido la gran fortuna de conseguir que me concedieran una beca completa para poder cursar mis estudios en dicha institución. Beca que según ella no podía rechazar por el bien de mi futuro, y que me había llevado a compartir clases con la más selecta juventud del país la cual, por supuesto, me rechazaba por sistema, me despreciaba o me ignoraba según el caso. Así que, me había visto recluido a un grupo reducido de marginados, que por fortuna acabaron convirtiéndose en mis mejores amigos Carla, Guille, Sandra y Raúl.

Una de las actividades con las que contaba el Instituto Miller eran las colonias de primavera, que consistían en una convivencia con los compañeros durante treinta días en los cuales íbamos a compartir juegos, aprendizaje y compañerismo, o eso era lo que decían los folletines en los que se publicitaban. Pero evidentemente al ser un centro tan exclusivo no se conformaban con cualquier sitio no, tenían que hacerlas en una isla.

Y ese era el problema, se suponía que tenía que pasar un mes con un montón de niños malcriados, a cual más estirado e insoportable, en una isla de la que sólo podría escapar tirándome al mar y empezando a nadar.

Si al menos alguno de mis amigos me acompañara… pero no, por desgracia iba a estar solo. Mis padres no quisieron escucharme cuando les dije que no quería ir, que prefería quedarme junto a mis amigos y hacer las actividades alternativas que se iban a realizar, pero según ellos era una oportunidad única que no podía desaprovechar y sería un irresponsable y desagradecido si rechazará algo así.

Y ahí me encontraba yo, preparando mis cosas a desgana y con la seguridad de que iba a ser un mes muy largo y desagradable.

Me levanté de mi posición y me dispuse a continuar con mi tarea, sin ninguna gana pero consciente de que no había forma humana de librarme de mi cruel destino.

- ¿Cariño como vas? – Pregunto mi madre al tiempo que abría la puerta. Un minuto antes y me pilla vagueando en el suelo.

- ¡Mama no me presiones vale! – Estaba disgustado por el hecho de que me obligaran a ir.

- ¡Toni deja de quejarte y date prisa que pronto estará la cena y tienes que tenerlo todo preparado para mañana! – No hacía falta que me lo recordara por desgracia ya lo sabía.

- ¡Si si vale ya lo sé! – Ya estaba más que resignado.

Mi madre Heidi era una mujer que a pesar de su edad, según ella 30 años según su carné 37, se mantenía con un espíritu joven. Su cabello rubio y rizado siempre lo llevada con recogidos de lo más extraños y sus ojos verdes, los cuales heredé, tenían un brillo especial lleno de vida y alegría. Sin duda era la persona más optimista y extrovertida que conocía y también la más liberal, siempre presumía de ello y decía que la vida era para disfrutarla que para pasarlo mal ya habría tiempo estando en la tumba. Esa forma de pensar le había dado muchos quebraderos de cabeza a mi padre y muchos momentos bochornosos a sus hijos. Hablando de momentos bochornosos…

- ¡Hijo, toma mete esto en la maleta! – Dijo dándome una caja…

- ¿Qué es esto mama? – Sabía lo que era pero no podía creérmelo.

- ¡Pues no lo ves! Una caja de condones – En esos momentos mi cara se puso roja como un tomate.

- ¡Dios mama para que quieres que lleve esto! – No sabía dónde meterme para no tener que mirar a mi madre a la cara.

- Si no sabes para que sirven voy a tener que decirle a tu padre que vuelva a darte la charla jjjajjajaa…

- ¡No, no, no! O sea ya se para que sirven pero…. jo mama que solo tengo 14 años.

- ¡Pues por eso mismo! No quiero que te conviertas en padre tan joven, y me hagas a mí abuela a los treinta – Frunció el ceño a modo de protesta.

- ¡Si claro a los treinta! Pero tranquila que eso no va a pasar.

- Eso espero cariño – Me dijo al tiempo que acariciaba mi cabeza como si fuera un perrito abandonado.

- ¿Toc toc, se puede? – Ese era mi padre asomando la cabeza por la puerta – ¿Toni, necesitas que te ayude a acabar la maleta?

- No gracias papa, ya me queda poco – Sólo me faltaba mi padre diciéndome lo que tenía o no tenía que llevar.

- Ok, pero cuidado no te dejes nada – ¿Acaso se pensaban que aún era un niño de diez años?

- Tranquilo Cesar ya le he dado todo lo que necesita – Dijo mi madre guiñándome un ojo y haciendo que el rojo volviera a mi rostro.

- A ver Heidi cielo… ¿se puede saber que le has hecho a nuestro pequeño para que se sonroje así? – Levanto una ceja curioso, sabiendo perfectamente de lo que era capaz mi madre.

- ¡Nada cielito! Solo le he dado unos condones para que no vuelva a casa con un regalito – Le informo mi madre con una sonrisita picara.

- ¡Por dios Heidi estás loca! – Exclamó mi padre con espanto.

- ¡Cariñin! No me seas ogro, nuestro hijo al menos debe ir preparado, eso no quiere decir que le este incitando a usarlos – Creo que mi madre disfruta haciéndome sufrir.

- Sólo tiene catorce años ya tendrá tiempo para esas cosas – Menos mal que mi padre era más razonable.

- Nunca se sabe cuando conocerás a la persona adecuada – Dijo mi madre acercándose a mi padre para darle un beso y después salir por la puerta.

- ¡Ayyyysss! – Suspiró mi padre, dando la causa por perdida.

- Hijo date prisa y baja para la cena – Dijo esto mientras salía detrás de mi madre.

Mi padre Cesar, a diferencia de mi madre era un hombre serio y responsable, a veces me preguntaba cómo podían llevar tantos años juntos. Era un hombre alto de pelo completamente negro al igual que el mío y ojos color miel. Su aspecto a veces imponía un poco de respeto, pero luego te dabas cuenta de que en el fondo era un cacho de pan, estoy convencido de que cuando nos tenía que castigar a mis hermanos o a mí el sufría más que nosotros. Cuando miraba a mi madre se le iluminaba la mirada, aún después de tantos años ella seguía siendo toda su vida.

Al ver a mis padres juntos siempre pensaba en que yo quería algo así, una relación tan intensa y bonita en que el uno no puede existir sin el otro. Alguien que te quiere de tal manera que haría lo que fuera por ti, y que te hace feliz con sólo estar a tu lado.

Después de un rato acabe con la maleta y ya estaba todo listo. Pensé en meter algún arma de defensa contra listillos, pero lo desestime pensando que no me la dejarían subir al avión.

Baje por las escaleras y me dirigí al salón donde ya se encontraba toda mi familia esperándome para cenar.

- ¡Toni ya iba siendo hora de que bajaras me muero de hambre! – Ese era mi hermano pequeño Sergio tan gruñón como siempre.

- ¡Déjalo Sergio! Piensa que mañana lo perderemos de vista durante un mes – Mi quería hermana mayor Silvia.

- ¡Venga chicos tengamos la cena en paz! – Dijo mi padre acercándose hacia la mesa.

Nos sentamos todos alrededor de la mesa y nos dispusimos a cenar tranquilamente, entre conversaciones diversas y alguna que otra broma que recibí por parte de mis hermanos, que no dejaron de burlarse de mí y mi viaje con los niños pijos, supongo que esa era la forma que tenían de decirme que me echarían de menos.

A pesar de todo, yo los quería mucho, aunque a veces tuviera ganas de estrangularlos y ser hijo único, y sabía que también los extrañaría mucho.

Mi hermana Silvia era la mayor con 16 años, era rubia como mi madre y tenía los ojos miel de mi padre. Y quizás era la más parecida a mi padre en cuanto a carácter, ya que era seria y responsable la mayor parte del tiempo. Siempre había sido mi confidente y cuando yo tenía algún problema era la primera a la que acudía.

Mi hermano Sergio por el contrario era idéntico a mi madre, un cabeza loca. Tenía 13 años, rubio y de ojos verdes como ella. Era tan travieso que a veces nos metía a mi hermana y a mí en problemas por su culpa y siempre tenía que ir a defenderle de algún chiquillo que le quería pegar.

Después de la cena y de ver un rato la tele, me dispuse a irme a dormir. Debía descansar ya que el día siguiente sería muy largo.

Bueno, al menos esa era mi intención, pero me fue imposible pegar ojo no pare de dar vueltas toda la noche, y sin darme cuenta los rayo de luz que entraban por mi ventana hicieron que me diera cuenta de que ya era la hora de levantarme y ponerme en marcha para afrontar todo lo que me esperaba.

Después de darme una ducha y vestirme baje para desayunar, mis padres ya se encontraban allí con cara triste.

- ¡Ay mi niño lo que le voy a echar de menos! – Dijo mi madre abrazándome como si fuera un oso de peluche.

- ¡Ya mama! Tranquila, solo será un mes – Aunque dijera eso yo también los echaría de menos.

- Un mes es mucho para mí, seguro que te olvidas de nosotros – Dijo haciendo pucheritos, a veces era peor que una niña pequeña.

- Nunca podría olvidarme de vosotros, bueno quizás de mis hermanos si – Dije al percatarme de que bajaban por las escaleras.

- ¡Ja, ja, ja que gracioso! – Dijo Sergio que bajaba con cara de perros como todas las mañanas ya que no le gustaba nada madrugar.

- ¡Qué malo eres enano! – Dijo mi hermana a la que se la notaba triste.

- Venga chicos deberíais estar contentos, Toni esta apunto de vivir una aventura y un mes pasa rápido – Ese era mi padre con sus palabras siempre tranquilizadoras.

- ¡Ayysss tienes razón! Pero es tan duro separarse. Venga un abrazo colectivo – Mi madre en modo oso amoroso hizo que nos abrazáramos.

Después de apachurrarnos unos a otros en un enorme abrazo familiar que me encantó, aunque lo negare si sale a la luz que he dicho esto, nos dispusimos a desayunar cómo cada mañana. El hecho de que mis padres regentaran una tienda de música, les permitía pasar todas las mañanas con nosotros hasta que nos íbamos a nuestros respectivos colegios, cosa de la que mi madre estaba muy orgullosa y que a mí me encantaba.

Cuando llego la hora de partir metí el equipaje en el coche con desgana, y después de subir todos en el auto, no sin las típicas peleas de quien se tenía que sentar en el medio y quien en las ventanas, nos dirigimos al Instituto lugar de encuentro desde donde partiríamos.

Al llegar al lugar el movimiento de gente por todos lados era obvio, todas las familias llegaban en sus autos de lujo y despedían a sus hijos, algunos llegaban acompañados solo por sus choferes debido a lo ocupado de sus padres. Creo que yo era el único que llegaba acompañado de toda su familia.

Yo me despedí de ellos allí mismo en el parking, no quería alargarlo más y hacérselo pasar mal, ya era lo suficientemente difícil para nosotros que nunca nos habíamos separado más de una semana como mucho.

- ¡Dale un abrazo a tu mami! – Dijo mi madre abriendo los brazos y envolviéndome en ellos.

- ¡Ya mama! No me hagas avergonzar – Aunque en el fondo no quería separarme de ella nunca.

- ¡Soy tu madre y tengo todo el derecho de avergonzarte! – Dijo separándose de mí a duras penas.

- Hijo pásatelo bien y ten cuidado – Mi padre era el que me abrazaba ahora, mucho más comedido que mi madre pero estoy convencido que igual de afectado.

- Tráeme un recuerdo mocoso – Fue el turno de abrazar a mi hermana, la iba a echar mucho de menos – Llámame si me necesitas ¿Vale? – Asentí con mi cabeza emocionado.

- No te metas en líos como haría yo – Mi hermano intentaba disimular pero se le veía la lagrimita a punto de salir. Y aunque él se hacía el difícil le arrastre hasta mis brazos para abrazarle fuertemente.

- ¡Cuida de todos peque! – Le susurre al oído para que solo él me oyera y se sintiera importante. Él me sonrió muy emocionado y asiento con énfasis.

- ¡Lo hare! Estate tranquilo.

Cogí mi equipaje y me dirigí hacia donde estaba el autobús despidiéndome de ellos por última vez con un gesto de mi mano, era la primera vez que iba a estar tanto tiempo sin ellos y estaba seguro de que me iba a resultar muy difícil.

Cuando estaba a punto de subir al autobús oí que alguien me llamaba y al girarme vi como se acercaban mis amigos.

- Toni pensabas irte sin despedirte – Me dijo Guille al llegar a mi lado.

- Pensaba que ya no veníais – Les sonreí agradecido por su presencia.

- Perdona tío pero es que Raúl se durmió y tuvimos que esperarle – Dijo Carla casi asfixiada por haber corrido.

- Yo no tengo la culpa de que mi despertador no sonará – Ese era Raúl poniendo excusas como siempre.

- Si claro siempre con la misma excusa, pues quizás ya va siendo hora de que te compres otro – Dijo con burla Sandra.

- ¿Y que como lo llevas?, ¿Preparado para soportar a los malcriados? – Raúl hacia esfuerzos por no reírse pero no lo conseguía y el muy maldito se estaba descojonando.

- Bueno mientras no se metan conmigo y me dejen en paz ningún problema – Dudaba que eso pasara pero de ilusiones también se vive.

- Hablando de malcriados ahí viene el clan todo poderoso - Hizo notar Clara señalando con su cabeza al grupo que se acercaba.

Y efectivamente hacia nosotros venia el grupo de ricachones al que más odiábamos del instituto y con el cual habíamos tenido varios encontronazos.

El clan todo poderoso como nosotros les llamábamos, estaba formado por 3 chicos y 3 chicas y de todos ellos su líder Alex era el peor. Eran los más “guays” del lugar, tenían la suerte de ser guapos, ricos y pertenecer a familias poderosas, con lo cual poco importaba si eran simpáticos o inteligentes que todo el mundo iba detrás de ellos como perritos falderos.

Alex era un chico alto, delgado pero con un cuerpo fibroso, deportista, rubio y con ojos azules, vamos el típico chico por el que todas las chicas suspiraban. Si a eso le sumabas que pertenecía a una de las familias más poderosas del mundo, magnates inmobiliarios con propiedades hasta en el infierno como solía decir yo, daba asquito de lo perfecto que era. Siempre llevaba el pelo engominado y hacía tras, lo que le hacía parecer mayor de lo que era y le daba una apariencia bastante repelente a mi parecer. Íbamos a la misma clase y ya habíamos tenido varios enfrentamientos.

- Mirad como babean todas – Dije al ver como todas las chicas en dos kilómetros a la redonda, volteaban para verle. Llevaba unos pantalones de pinzas negros y un polo de rayas negras y rojas, su pelo como siempre engominado ni un pelo se salía de su sitio ¡como podía ser tan pijo!...

- Tú no tienes nada que envidiarle cielo – Me consoló Sandra guiñándome un ojo y haciéndome sonreír.

La verdad es que con mi cabello negro lacio, mis ojos verdes, mi metro setenta y cinco de altura y mi cuerpo proporcionado, en un instituto normal habría llamado la atención y habría tenido bastante éxito con las chicas, pero en el Instituto Miller si tu familia no tiene una cuenta corriente como mínimo con siete cifras ni se fijan en ti.

- Vaya si son los marginados, ¿habéis venido a despedirnos? – Dijo uno de los lacayos de Alex con sorna y haciendo que los del clan todo poderoso se dieran cuenta de nuestra presencia y se acercaran hacia nosotros con ganas de fastidiarla.

- Si claro venimos para desearos que lo paséis bien y no volváis – Raúl y su sarcasmo hicieron acto de presencia.

- Pobrecitos no tienen dinero ni para hacerse un viajecito y tienen que quedarse en sus casitas – Respondió la barbie que se colgaba del brazo de su líder. La mire de arriba abajo ¿Eso era una falda o un cinturón ancho?

- ¡Ya chicos! No gastéis saliva en ellos – Dije para calmar los ánimos y con muy pocas ganas de discutir, ese era mi momento despedida y no quería perder el tiempo en tonterías.

- Él marginado numero uno tiene razón, tenéis que ahorrar hasta en saliva – Alex abrió la boca ¡calladito estas más lindo guapo!

Raúl estuvo a punto de lanzarse hacía ellos, pero yo me interpuse y me los lleve lejos de allí.

- Arrrggg siempre son tan desagradables – Protesto Sandra furiosa por la situación.

- Chicos ya debo subir al autobús, se hace tarde – Comente tristemente, la verdad no tenía ningunas ganas de irme e iba a echar mucho de menos a mis amigos.

- Pásatelo bien y mantente lejos de los problemas – Me dijo Carla abrazándome.

- Lo intentaré – Sentencié sin ninguna seguridad en mis palabras.

Uno detrás de otro fueron abrazándome y despidiéndose de mí, y yo con pasos vacilantes y resignados me dirigí hacia el autobús que estaba a punto de partir. Desde el autobús les eche una última mirada resignada, sin duda les iba a echar muchísimo de menos, solo esperaba que el mes pasara rápido y pronto volviera a verlos a todos.
***

Notas finales:

Sé lo mucho que cuesta escribir un review, pero de verdad se los agradecería. Me gustaría saber mucho su opinión.

 

Sin más, intentaré actualizar una vez por semana.

 

Un beso

 

Yaonita


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