Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Summerhill por StarryNightXIX

[Reviews - 140]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hooola a todos! 

Bien, iré al grano: me gusta el thorki, y después de leer prácticamente todos los FF que he podido encontrar, me apeteció hacer un intento. Que el resultado sea bueno o no es otra cosa, claro. Por mi parte, me esfuerzo para que lo sea.

Después de haber estado publicándolo en otra página durante algún tiempo, he decidido traerlo también a amor-yaoi, así que aquí está. 

Os leo más abajo!

Te perderás todas las fiestas del verano, tío.


Después de leer aquella línea en la pantalla del móvil, Thor no fue capaz de contener un resignado suspiro. Por desgracia, su amigo Fandral llevaba toda la razón: iba a perderse todas las fiestas del verano. No tendría la oportunidad de disfrutar de las acampadas en el bosque, de las largas jornadas bajo el sol en la piscina y de las escapadas que sus amigos hacían para pasar el día en la playa. Faltaría a todos los entrenamientos de fútbol especiales, y también el cumpleaños de su mejor amiga, Sif. Ya le había pedido perdón por adelantado, y aunque ella le dijo que no le diera importancia, en el fondo se sentía terriblemente mal por no poder estar presente.


Ya lo sé, respondió Thor, tecleando rápidamente las letras de la pantalla táctil de su móvil de última generación, pero yo no tengo la culpa.


Por supuesto que no la tenía. A él no se le había ocurrido la idea de pasar el verano en Summerhill, aquél pueblo pequeño, cutre y apartado, lejos de la playa y perdido en medio de ninguna parte.


Claro que la tienes. Deberías haberte negado a ir. Podrías haberte quedado en casa de Hogun.


Thor volvió a suspirar con aquellas líneas. ¿Negarse a ir? Aquello habría sido imposible. Sabía que cuando su madre tomaba una decisión era totalmente inútil intentar llevarle la contraria. Además, la mujer se había mostrado tan encantada con la idea de alejarse de la ciudad y la rutina durante unas cuantas semanas que Thor se había sentido totalmente incapaz de arruinarle la fiesta. Después de todo, tenía bien merecido un descanso, aún cuando quería arrastrar con ella al resto de la familia.


Según parecía, su madre tenía una conocida o algo así en aquél pueblo perdido. Se llamaba Farba, y por lo visto habían sido muy buenas amigas tiempo atrás, cuando él aún era un niño. Farba había vivido toda su vida en la ciudad, pero se mudó a Summerhill cuando encontró un puesto como profesora en una escuela de allí. Fue entonces cuando tuvo que separarse de su madre, y desde entonces llevaban varios años sin verse. Aquello era un motivo más por el que debía estar tan encantada; reencontrarse con una antigua amiga debía ser bastante emotivo y emocionante. Además, Farba había insistido en ofrecerles su casa, por lo que Thor y su familia estarían viviendo en ella durante prácticamente todo el verano. Como si no tuviera suficiente con estar lejos de su ciudad y sus amigos, encima tenía que vivir en casa de una desconocida, donde tendría los movimientos extremadamente limitados.


Y luego estaba aquél otro problema.


Su madre le había hablado del hijo de Farba, Loki. “Jugabais juntos de pequeños, antes de que se mudaran a Summerhill”, le había dicho. Thor no recordaba nada de aquello, pero aún así intentó averiguar todo lo que pudiera sobre aquél chico. Después de todo iban a pasar unas semanas juntos, y lo mejor era saber un poco sobre él antes del reencuentro, ¿no?


Al principio, Thor había llegado a pensar que tal vez tuvieran alguna afición en común, como el béisbol o los videojuegos, y que podrían divertirse juntos durante el verano. Sin embargo, en cuanto su madre comenzó a hablarle de él, supo que eran demasiado diferentes como para compartir algún gusto. Al parecer, Loki era uno de aquellos chicos tan solitarios, tranquilos y reservados. Thor podía imaginárselo con suma facilidad, subiéndose el puente de las gafas mientras enterraba la nariz en algún libro infinito. La verdad es que no tenía amigos así, pero tampoco quería precipitarse a la hora de judgar a Loki. Al fin y al cabo, él no solía hacer caso de las primeras impresiones. Era una persona extrovertida, abierta y extremadamente cordial. Le gustaba conocer a la gente, y darle una oportunidad a todo el mundo. Era por eso que contaba con la amistad y la confianza de tantas personas, así como con su respeto y su admiración. Podía decirse que era una persona popular, de esas que no se llevan mal con nadie, y aquello le daba esperanzas respecto a Loki. Tampoco podía ser tan malo.


Una repentina vibración sacó a Thor de sus pensamientos. Bajó la mirada al móvil que aún sostenía en la mano, y del cual se había olvidado por completo mientras reflexionaba sobre lo que le esperaba en Summerhill. La pantalla iluminada mostraba un mensaje escrito en letras blancas que le advertía que se estaba quedando sin batería.


Thor frunció el ceño. Había cargado el móvil antes de salir de casa, pero el viaje había sido tremendamente largo, y había explotado la batería al máximo escuchando música y conectándose continuamente a Internet.


Hablamos luego, Fan. Batería baja.


Después de enviar el mensaje, Thor se quitó los cascos, desconectó el 3G y dejó el teléfono a un lado. En cuanto prescindió del aislamiento que le proporcionaba la música, comenzó a prestarle atención a la conversación que mantenían sus padres, que viajaban en los asientos de delante del coche.


–Deberían hacer algo con estas dichosas carreteras tan mal señalizadas –decía su madre mientras conducía repiqueteando con los dedos en el volante–. Tenemos suerte de llevar el mapa, si no jamás habríamos conseguido encontrar el camino.


–Tranquila, Gaea, querida –Oden, su padre, se esforzaba en apaciguar su impaciencia–. Ya falta poco para llegar.


Thor esbozó una sonrisa divertida. Vivía escenas como aquellas continuamente. La gente le decía que él había heredado el temperamento y la impaciencia de su madre, pero también la prudencia y la amabilidad de su padre. En consecuencia tenía un carácter bastante apacible, aunque claro, como todo el mundo tenía cosas que conseguían sacarlo de sus casillas e invocar a su mal humor, aunque este durara poco. Gaea solía decir que sus arrebatos eran como las tormentas de verano: tenían la contundencia de mil truenos, pero se esfumaban tan rápidamente como aparecían.


–¿Y cuánto queda exactamente? –preguntó, asomándose entre los asientos delanteros para meterse en la conversación.


–Oh, vaya –Gaea le dedicó una divertida y fugaz mirada antes de volver a fijar los ojos en la carretera flanqueada de árboles que se extendía frente al coche–. Pensé que te habrías dormido escuchando ese trasto.


–Ojalá –Thor volvió a echarse hacia atrás, dejándose caer en su asiento mientras le proporcionaba a su voz un tono teatralmente desdeñoso–. Así este viaje interminable habría durado menos.


–Tus quejas sí que son interminables –replicó Gaea, aunque esbozó una sonrisa divertida mientras le echaba una segunda mirada a través del espejo interior. Tras unos minutos de silencio y un chasquido de lengua por parte de Thor, dejó escapar un suspiro y siguió hablando:– Se que este viaje no te hacía mucha gracia, cariño, y aprecio tu sacrificio. Entiendo que no te haya gustado dejar a todos tus amigos durante el verano, pero estás creciendo, y dentro de poco ya no tendrás que venir con nosotros...


Ahí estaba. Gaea siempre utilizaba el drama que suponía que Thor estuviera creciendo y que no tardaría en independizarse para hacer que se sintiera menos molesto por haber tenido que acompañarlos.


– … además, tendrás la oportunidad de ayudar a Loki. Deberías sentirte orgulloso.


Thor se tensó en su asiento. Aquello le había sonado raro.


–¿Ayudar? –repitió, pronunciando la palabra con énfasis especial mientras volvía a inclinarse hacia delante para examinar el rostro de su madre con una mirada inquisidora– ¿Ayudarlo a qué?


–Bueno... –Gaea esbozó una de aquellas sonrisas capaces de encandilar a cualquiera, y Oden se removió de forma inquieta en el asiento. Aquello bastó para que Thor entornara los ojos un poco más, convencido de que había algo que no le habían contado aún.


–¿Qué? –insistió, observando fijamente a su madre mientras su impaciencia se incrementaba–. ¿Qué pasa con Loki?


Gaea se tomó unos segundos, intentando decidir como comenzar, pero por fortuna no tardó demasiado antes de volver a hablar.


–Farba está preocupada por él –dijo, y Thor alzó una ceja, sin saber qué pintaba él en todo aquello–. Normalmente Loki es un chico solitario, pero últimamente... se ha estado mezclando con gente poco agradable.


–Bueno, pero... –interrumpió, Thor, comenzando a sospechar adónde quería ir a parar su madre–. Eso es asunto suyo. Es él quién debe escoger su compañía, no veo en qué puedo ayudar yo...


Gaea soltó un suspiro y reanudó su repiqueteo contra el volante.


–Thor, estoy segura de que Loki no es mal chico, pero a vuestra edad os dejáis influir por las compañías y... –la mujer hizo una pausa y volvió a buscar la mirada de su hijo a través del espejo–. Escucha, tú eres mayor que él, y sabes como tratar a la gente. Tal vez si pasáis un tiempo juntos puedas llegar a ser una buena influencia, ahorrarle muchos problemas –Thor frunció el ceño al escuchar aquellas palabras, aún no muy convencido de ello–. No tienes que tomártelo como una obligación, sólo quiero que lo sepas para... bueno, por si pudieras hacer algo al respecto. Seguro que le caes bien y escucha tus consejos.


Thor frunció los labios, pero no dijo nada más al respecto antes de dejarse caer por segunda vez sobre los asientos de la parte de atrás. Gaea pareció tomarse aquello como una forma pacífica de zanjar el tema, y agradeció en silencio que su hijo fuera tan reacio a llevarle la contraria. Segundos después, la mujer volvía a maldecir las carreteras por estar tan mal señalizadas.


Mientras, Thor se había arrimado a la ventana para admirar el paisaje, aunque no veía mucho más que una gran barrera de árboles de troncos enormes pasando a gran velocidad al lado del vehículo. En cualquier caso, sus pensamientos no tardaron en abstraerlo una vez más de la realidad, girando de nuevo alrededor del misterioso Loki.


Hizo cálculos en su mente. Gaea mencionó días atrás que el hijo de Farba tenía dos años menos que él, es decir, dieciocho. En teoría, en aquella edad ya se era lo suficientemente maduro como para poder tomar ciertas decisiones por si solo. Eso por no mencionar que ni siquiera se conocían, y que en principio a Thor le traía sin cuidado las compañías que frecuentara Loki. No quería convertirse en el centinela de nadie. Además, seguro que a él tampoco le hacía gracia que le pusieran a un vigilante.


Thor estuvo dándole vueltas al tema durante el resto del trayecto, que se prolongó durante unos veinte minutos más antes de que los árboles dieran paso a una pequeña aglomeración de casas adosadas, todas ellas perfectamente cuidadas. Las fachadas, pintadas en tonos suaves, contrastaban con los oscuros techos de pizarra y las grandes puertas de madera. Era evidente que aquellas viviendas estaban preparadas para soportar inviernos realmente duros, los cuales eran bastante frecuentes en zonas del interior del país. Sin embargo hacía mucho que el frío había quedado atrás, y en días de verano como aquél el sol caía desde lo alto sobre las personas que se veían por las calles. A Thor le resultó algo extraño ver a los vecinos cortando el césped tranquilamente en el jardín, a los niños jugando en las calles y a la gente comiendo en los porches de sus casas, ya que estaba acostumbrado a las rápidas y estresantes multitudes de las grandes ciudades. Allí todo parecía ser mucho más tranquilo y hogareño, y aquello le proporcionaba un aire que se le antojaba encantador.


El coche se deslizó por las calles soleadas y atravesó el centro del pueblo, señalado por una pequeña plaza en cuyo centro destacaba una gran fuente. Luego se desvió, tomando una estrecha carretera delimitada por una pequeña valla blanca que conducía a las afueras. Thor observó algo extrañado como las casas adosadas volvían a dar paso a la zona de bosque. Las frondosas copas, que se agitaban suavemente con la brisa, cubrían prácticamente toda la carretera. Las hojas caídas sobre el asfalto crujían bajo las ruedas del vehículo, que aminoró la velocidad para poder enfrentarse a un par de curvas que se dibujaban en el camino.


–Esto es realmente bonito –comentó Oden, que al parecer estaba tan ensimismado con el paisaje como Thor–. Pero... ¿no nos estamos alejando del pueblo?


–La casa de Farba está un poco apartada del pueblo –respondió Gaea, evidentemente emocionada.


Thor, por el contrario, apretó los labios. Aquello era lo que faltaba, que la casa estuviera lejos de la poca civilización de la zona. Tendría que caminar todos los días hasta el pueblo si quería buscar algún tipo de entretenimiento.


–Oh, mira, ahí está.


Sin poder contener su curiosidad, Thor se apartó de su ventana para dirigir la mirada hacia el frente. La carretera terminaba justo frente a una vivienda que distaba mucho de parecerse a las encantadoras casitas adosadas que había visto antes. La construcción se alzaba en una estructura de madera oscura que, pese a encontrarse barnizada y en perfecto estado, le confería un aspecto más bien antiguo. Sus altísimos techos de pizarra no tenían el característico color gris, sino que eran de un apagado tono verdoso que harmonizaba con la vegetación del jardín que rodeaba toda la casa.


El porche de la vivienda se cernía hacia delante en una pequeña escalinata de piedra en cuyos flancos habían colocado una multitud de macetas rebosantes de plantas. A Thor le costó un poco percatarse de que había una mujer sentada en uno de los peldaños, aún cuando su veraniego vestido blanco contrastaba como un faro en medio de la oscura fachada. Imaginó que debía tratarse de Farba, y supo que había acertado cuando su madre alzó una mano del volante para saludarla.


Farba se levantó de la escalera de piedra para devolver el saludo antes de señalar hacia un lado de la casa. Thor siguió la dirección de su mano instintivamente, y se percató del enorme cobertizo que había a un lado del jardín, y que seguía la línea arquitectónica de la casa.


–Creo que quiere que dejemos el coche ahí –comentó Oden.


Gaea asintió y se apresuró a conducir el vehículo hasta el cobertizo. Las grandes puertas estaban abiertas, así que no tuvo problemas para entrar y dejarlo aparcado justo al lado de el coche que ya había dentro.


–Bien, todos abajo.


Thor recuperó su móvil, se lo metió en el bolsillo y salió del coche. Incluso dentro del cobertizo pudo apreciar el aire fresco y limpio que se respiraba allí, tan distinto al que había en las ciudades. Aquello lo animó lo suficiente como para dirigirse a la parte de atrás del vehículo, donde su padre se peleaba por bajar las maletas.


–Creo que tu madre se ha traído la casa entera dentro de su maleta.


–No me extrañaría –rió Thor–. Anda, trae, te echo una mano –dijo, y se encargó de sacar la pesada maleta de Gaea, que al parecer se había olvidado totalmente de sus pertenencias, pues había salido del cobertizo para correr al encuentro con Farba.


Thor sonrió, dejándose contagiar por el entusiasmo de su madre durante un momento, y se echó la enorme bolsa de viaje en la que iba metido su equipaje al hombro. Segundo después salía del cobertizo, cargando con ella y arrastrando la pesada maleta de Gaea sobre el espeso y húmedo manto de hierba que cubría toda la extensión del jardín. Caminó como pudo hasta la entrada del porche, donde su madre se había fundido en un emotivo abrazo con Farba.


–Oh, querida, no sabes lo que me alegra que hayáis podido venir –dijo la desconocida, que no tardó en posar su mirada sobre él–. ¿Thor? –lo reconoció, y avanzó hacia él para regalarle también un abrazo– ¡Vaya, cuánto has crecido! Y parece que fue ayer cuando te veía corretear sin levantar dos palmos del suelo.


En cuanto Farba se separó, Thor le dedicó una amplia sonrisa. Él no recordaba nada de aquella mujer, pero decidió que le gustaba desde el primer momento. Había un extraño brillo en sus ojos, de un claro color avellana, que delataba su personalidad cálida y jovial, y la permanente sonrisa que exhibía en los labios la definía como una persona extremadamente alegre. Además, la forma en la que sus definidos rizos oscuros le enmarcaban la cara hacía resaltar los dulces rasgos de su rostro.


–¡Oden! –Farba se dirigió esta vez al padre de la familia– Vaya, has cogido unos quilitos desde nuestro último encuentro.


Mientras su padre se quejaba por el comentario y Gaea reía a carcajadas dándole la razón a su amiga, Thor se concedió unos minutos para admirar más detenidamente la casa donde pasaría las próximas semanas del verano. De cerca parecía incluso más impresionante. Estaba claro que era una casa antigua que habían restaurado, conservando la majestuosidad que tenían los edificios de las épocas pasadas. Cada uno de los marcos de las enormes ventanas que se abrían en la fachada de la casa estaba decorado con tallas de distintos motivos. Thor estaba fijándose en algunos de ellos, intentando distinguir sus formas, cuando captó un repentino movimiento a través de uno de los cristales. Su mirada se fijó casi por instinto en una extraña ventana que se abría en la parte más alta del centro de la casa. Ésta tenía una forma era distinta a la del resto, ya que en vez de ser cuadrada, dibujaba un perfecto círculo de cristal en la fachada, como si fuera un gran ojo abierto que extendía su mirada al horizonte.


Thor frunció el ceño, totalmente convencido de que había alguien que le estaba mirando desde el otro lado de aquella ventana. Sentía ese inquietante cosquilleo que se expande por la nuca cuando sabes que te están vigilando. Sin embargo, por más que fijó la vista en aquél punto no fue capaz de distinguir a nadie entre las sombras que se adivinaban al otro lado del cristal. Tal vez sólo era producto de su imaginación...


–¡Thor! –Gaea lo llamó de pronto, haciendo que se sobresaltara y diera un ridículo respingo–. Venga, vamos a entrar.


El aludido asintió, pero le echo un último y receloso vistazo a la extraña ventana redonda antes de encogerse de hombros y comenzar a caminar en dirección a a puerta de la casa.  

Notas finales:

Como aclaración, la historia va dando saltos en los puntos de vista de Thor y Loki (por lo menos al principio), ya que soy incapaz de narrar en tercera persona sin meterme demasiado en la mente de los personajes. Respecto a ellos, debo decir que están basados físicamente en el Thor y Loki de las pelis de Marvel -no me pertenecen y todo eso-, aunque aquí son mortales de veinte y dieciocho años, como ya habréis podido adivinar.

Nada más, muchas gracias por estar leyéndome desde el otro lado de la pantalla. Thorkiamor para ti y nos vemos en la próxima. Un abrazo!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).