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Mi pequeño amante por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola, hola! He aquí con nuevo capítulo de este fic. Esta vez sí que me tardé, pero ya saben cómo es la escuela, además que estaba trabajando en mi fic El Cuartel del Metal, que ya va por el capítulo 40 (¡increíble!). En fin, ojalá sea de su agrado.

 

Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica no me pertenecen.

XXXII.-

 

Se encontraba en el patio trasero de su casa, jugando con su hermanito, aunque realmente su mente andaba en otro sitio. Si bien era cierto que el día anterior se aclararon varias cosas, eso no cambiaba otras demasiado. Por un lado se sentía decepcionado y utilizado por Sumi; confundido porque éste mismo le había dicho la verdad sin ninguna intención oculta; extrañamente aliviado, aunque no sabía por qué; molesto consigo mismo por no hablar las cosas con Akihiko-san cuando tuvo la oportunidad…

 

“Demo… si Sumi-sempai, siendo mayor que yo y con más experiencia, no pudo estar al nivel de alguien como Akihiko-san, mucho menos yo puedo hacerlo… creo que al final fue lo mejor”

 

—¡Nii-chan! —la voz un poco molesta de su hermanito lo traía de vuelta a la realidad— ¡Deja de papar moscas y pásame esa cosa!

—H-hai.

 

Mientras armaba un castillo de naipes con Mahiro, seguía preguntándose cómo haría para continuar. Aunque creía firmemente que esto era lo mejor, no podía evitar extrañar al escritor: su trato siempre tan amable y protector con él; su conversación tal vez corta, pero sustanciosa; los gestos cariñosos que le brindaba a cada oportunidad; o las contadas pero memorables veces en que le hacía el amor, cuidándolo como la más valiosa joya; pero sobre todo esas dos palabras que hacían a su corazoncito saltar de una desmesurada felicidad, pronunciadas con esa profunda y única voz…

 

—¡Chin! —se quejó el pequeño Mahiro al ver todos los naipes caer.

 

Era gracioso cómo un detalle, un solo detallito, pudiera ser tan poderoso para derrumbar todo lo que uno construía a lo largo del tiempo… en su caso había sido su primera relación, terminada por detalles como la brecha generacional, el status social…

 

—¡Nii-chan, están tocando la puerta!

—¡Voy!

 

Fue hasta la puerta de enfrente, y al abrirla sintió su corazón detenerse por facción de segundo, sus orbes se ensancharon y su tez se puso pálida, las piernas le temblaron y una sola palabra salió de sus labios.

 

—Akihiko-san.

 

 

XXXIII.-

 

Y aquello no era para menos, pues efectivamente era el escritor. Pero no venía solo, sino que lo acompañaba una bellísima mujer de cabellera rojiza como fuego, unos grandes y bonitos ojos azul plomizo, de piel clara como la espuma del mar, sonrisa roja y apetecible, además de buen cuerpo y porte refinado.

 

“¿Será su novia?” fue lo primero que pensó.

 

Si bien era cierto que Sumi le aclaró todo ese incidente, eso no cambiaba —al menos para él— el hecho de que Akihiko-san necesitaba estar con alguien de su propio nivel, y a simple vista lo estaba la mujer que le saludaba alegremente. Además habían pasado cuatro días desde su separación, muchas cosas podrían pasar en cuatro días ¿o no? (1)

 

—…¡eres más lindo en persona! —decía ella con emoción e inevitablemente se lanzó a abrazarlo— ¡Kyaaaa!

—Debí estar loco para dejar que vinieras —gruñó el escritor, tragándose sus celos.

—Bueno, mi nombre es Aikawa Eri y soy la editora de Usami Akihiko-sensei.

—Takahashi Misaki, un placer.

—Etto… ¿podemos pasar?

—Emmm… por supuesto.

 

Aunque admitía internamente que se sentía nervioso por la presencia del escritor, y un poco intimidado por la de la mujer, sus padres lo habían educado lo suficientemente bien como para permitirles entrar y ofrecerles algún bocadillo.

 

—Seguramente debes preguntarte el motivo de nuestra visita —al parecer la pelirroja había leído sus pensamientos, así que el chico sólo tuvo que asentir tímidamente con la cabeza— Bueno…

—¡Nii-chan, el Señor Sal y la Señora Pimienta (2) se escaparon de la caja otra vez! —su hermanito bajaba las escaleras.

—Oh, no puede ser —bufó el castaño— ¿Me permite un momento, Aikawa-san?

—¿Son tus mascotas?

—Sí, un par de hámsteres que…

—Le obsequié después de nuestra cita en el Museo de Historia Natural —completó el escritor, haciendo que el muchacho se pusiera rojito a más no poder.

—¿Nii-chan? —inquirió el menor de todos al ver a los dos visitantes.

—Así que tú eres el hermanito menor de Misaki-kun —ella se acercó al pequeñín y luego de presentarse, dijo: —No hay de qué angustiarse, sensei te ayudará a buscarlos ¿verdad?

 

La amplia sonrisa que dibujó la editora le causó cierto escalofrío al novelista. A decir verdad no había tenido buenas experiencias cuando Aikawa sonreía de esa forma tan siniestra, así que de mala gana accedió a ayudarle a Mahiro, dejando a su Misaki a solas con ella.

 

—¡Uf, al fin solos! —suspiró la mujer y luego instó al muchacho a sentarse junto a ella— Bien, Misaki-kun, seré honesta contigo: ya estoy al tanto de tu relación con Usami-sensei, así que… hmmm ¿Cómo te digo esto?

 

“Seguramente me pedirá que me aleje de él” pensó el chico, más por inercia que por verdadero raciocinio.

 

—Algo supe sobre tus motivos para terminar con sensei… esencialmente fue la edad ¿no? —Misaki abrió los ojos de sobremanera, pero luego asintió, cabizbajo— Bueno, tengo entendido que es porque no te sientes a su nivel ¿o me equivoco? —ahora el menor negaba con la cabeza— ¿Sabes? Alguien me dijo una vez que hay adultos que parecen niños, y hay niños que parecen adultos… y yo lo creo. Un ejemplo muy claro es sensei, prácticamente tengo que andar pegada a él como chicle para que termine sus manuscritos, inventa cualquier excusa para flojear, no es capaz de cocinar algo por sí mismo sin quemar la cocina, es un tanto antojadizo y caprichoso…

—Le gusta coleccionar toda clase de osos y juguetes —espetó el pequeño, sonriendo un poco.

—Es como si fuera un niño atrapado en un cuerpo de hombre ¿entiendes?

—Supongo que sí —farfulló, despacito.

—Demo… tú también eres un poco como él, o al menos hasta donde sé…

—¿Ah?

—También te preocupa su bienestar, sus necesidades, tratas de adaptarte a él y ser independiente… bueno, eso creo. Demo… tú eres capaz a renunciar a tus propios deseos para no dañar a los que amas, él no… —los ojos verdes se abrieron un poco más, ya estaba entendiendo algunas cosas— Como dije antes, él es como un niño, si desea algo no parará de luchar hasta conseguirlo, a pesar de todos, y ese algo eres tú…

 

Inevitablemente su corazoncito se aceleró al escuchar a Aikawa, y conforme ella hablaba, varios de sus miedos se iban disipando. Sin embargo la parte final del discurso de la mujer fue lo que le devolvió la voluntad.

 

—…habrá problemas que no podrás evitar, como las críticas o la presión social, sobre todo la de tus padres bajo las circunstancias actuales… pero son cosas que ponen nuestros sentimientos a prueba y, si realmente hay amor, nos hacen valorar aún más a nuestros seres queridos… sensei te quiere mucho, de lo contrario no me encontraría hablando contigo justo ahora ¿no crees?

 

 

XXXIV.-

 

—¡Wii! —Mahiro y Akihiko aparecían en la sala, con los dos hámsteres en las manos. El primero sumamente emocionado, y el segundo con cara de póker— Nii-chan, los encontramos ¿A que no sabes en dónde estaban?

—¿Dónde?

—En la despensa —murmuró el mayor.

—Hmm, mamá y papá van a reírse con esto.

—Dudo que les haga gracia ver toda la comida mordida.

—Bueno, Misaki-kun, sensei y yo ya debemos irnos. Fue un placer hablar contigo.

—Etto… i-igual-mente… supongo —lo último lo dijo en un  murmullo casi inaudible.

 

Akihiko no había dicho nada, en cambio le revolvió los cabellos como siempre y le sonrió, para salir detrás de la editora. El chico no supo qué hacer entonces, pero tenía mucho qué pensar.

 

—¿De qué hablabas con Aikawa-san? —inquirió el más pequeño.

—Etto… cosas de la escuela —mintió el ojiverde.

—Qué aburrido.

—Sí, err… ¿Por qué no llevas al Señor Sal y la Señora Pimienta a su lugar?

—Okay —dicho esto el chiquitín subió a su cuarto con los dos hámsteres.

 

Misaki se dejó caer en el sofá y soltó un gran suspiro. Sin embargo notó que había un saco color gris.

 

—¡Aikawa-san, olvidó su saco!

 

Se levantó con la prenda en mano, dispuesto a salir y alcanzar a la editora, pero el giro del picaporte advertía que probablemente ella se había dado cuenta y volvía por él. Sin embargo su teoría fue refutada en cuanto la puerta se terminó de abrir y un par de brazos lo rodearon firmemente, mientras su corazón latía tan rápido como colonia de mariposas en pleno vuelo.

 

—A-Aki-Akihiko-san, perdóneme —pero el amor lo traicionó. Tiernas lágrimas humedecían sus mejillas y el pecho del mayor— ¡Perdóneme, onegai!

—Yo soy quien debe pedirte perdón, mi pequeño… —musitó el mayor, sin soltarlo— Por hacerte cargar con todo esto a ti solo. En cuanto a Sumi…

—Está bien, Akihiko-san —el castañito separó su rostro del pecho del adulto y le miró a los ojos— Ya lo sé… no tiene que decirme nada, todo fue un malentendido —luego ladeó la mirada y espetó con tono triste: —Uno que yo causé por mentirle —en efecto todavía no se le olvidaba que le había mentido al peliplata para evadir la tutoría de ese miércoles, pero tenía una razón— En realidad yo… solo quería darle una sorpresa… por el tiempo que estuvimos juntos…

 

Inevitablemente Akihiko pensó en los cincuenta ositos que recibió en aquella caja. Si bien era cierto que las palabras de esa carta le habían causado un gran dolor, sabía que fueron originadas por las circunstancias. Así que tomó el rostro de su adoración para que verde y violeta se encontraran.

 

—He tomado la decisión de estar contigo desde hace tiempo, incluso si todo el mundo se vuelve en contra mía, tú tienes que quedarte a mi lado. Nunca dejaré que te vayas.

 

Y aquella promesa quedó sellada por un profundo y tierno beso cargado de un amor con el que afrontarían los retos que se les presentaran de ahora en adelante, y que en secreto era presenciado por los ojos de cierta editora, y de cierto pequeño que venía bajando las escaleras.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

1.- Si recuerdan el análisis de Akihiko sobre la percepción del tiempo en el cap anterior, entenderán el por qué Misaki creyó que Aikawa era su novia.

2.- Los nombres se me ocurrieron de un programa de TV que solía ver cuando era más peque, se llamaba “Las pistas de Blue” (latino, el título original es “Blue’s Clues”) en que salían un salero blanco y un pimentero gris que se llamaban así. Seguramente ya se hicieron una idea del color de los hámsteres con esto.

 

Lo sé, un poco forzado el final, pero la neta no se me ocurría nada mejor. Bueno, pss es todo por ahora, gracias por leer. Chaito.


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