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Aliviando tu dolor por Zorphe

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Notas del fanfic:

-Los personajes del fanfic son en su totalidad propiedad de Masami Kurumada. (Solo son usados por mí para crear historias para mi gusto y el gusto de otras personas.)

-Agradezco profundamente cualquier comentario positivo, crítico con fundamentos, etc.

-Esto es un one-shot así que no, no hay continuación.

-No suelo escribir muy a menudo así que espero que lo poco que escriba les agrade. 

“Quisiera hoy como todos los días, volver a ese tiempo en que su sonrisa me bastaba para sentir que podía hacer cualquier cosa.” Un joven de cabellos azules pensaba mientras caminaba cabizbajo de regreso a su hogar, un lugar al que normalmente cualquier persona desea volver con ansias, pero desde que la desgracia llegó a su vida, ya no se sentía nada en especial el regreso. Hoy como todos los días, retornaba de visitar una tumba, dejando en ella hermosas flores que luego se llenaban de lágrimas para finalmente marchitarse con el paso de los dias.

19 años, una edad bastante temprana y a esa edad, el de cabellos azules ya debía cargar con la soledad y la tristeza que deja la muerte de la persona que más amas. Con frecuencia recordando el rostro de una mujer, sus cabellos rubios, sus pestañas largas, esa piel suave y blanca que tenía un olor tan agradable y transmitía una sensación cálida. Todos esos recuerdos no le dejaban conciliar el sueño durante muchas lunas. Noches enteras que se pasaba solo ahora, mirando el cielo, las estrellas, tocando canciones hermosas y melancólicas con aquel instrumento de cuerdas que le acompaña en su sufrimiento.

Las personas a su alrededor, conocían los grandes dones que el músico tenía, sin duda alguna, era un chico de rasgos finos, bastante atractivo, pero sobre todo, poseía alguna especie de magia en sus manos para la música, toda persona que escuchaba su canto acompañado de la suavidad del sonido que las cuerdas de su instrumento emitían, podía comprobar que él podía obtener fama muy fácilmente, grabar algún disco, entrar al mundo de la música y esas “estrellas” rodeadas de fortuna, mujeres, fiestas interminables y otras cosas que tantos hombres desean tener. Pero siempre fue un joven sencillo, sobretodo, estaba profundamente enamorado y deseaba simplemente tocar todos los días para una persona, para una mujer tan simple como el mismo, para una mujer que solo él amó con una pasión incontrolable, solo para…

-Eurídice…- Un suspiro y el semblante melancólico se intensificó en el rostro del joven de piel blanca.


Llegó a su casa y no hizo más que tirarse a la cama, sin comer, sin tomar agua, sin ver televisión o encender la radio, nada en absoluto, no sentía ganas para hacer alguna de esas cosas, el polvo empieza a acumularse en los muebles, se siente la atmósfera fría, las cortinas cerradas, excepto la de la habitación principal, ahí, la ventana está abierta porque las estrellas pueden verse, es ahí de donde las melodías de dolor y tristeza emergen hacia el cielo, esperando que su amada las reciba.

Orfeo está cansado, no ha dormido en días, no ha comido casi nada, pero no consigue dormir nada, incluso ha adelgazado más. Ya no encuentra sentido a sus mañanas, ni a sus tardes, ni a sus noches, nada le parece. Siente impotencia al recordar que no pudo hacer nada para evitar la muerte de aquello que dio sentido a su vida, incluso… El ligero deseo de morir comienza a agrandarse en su mente, sin duda, el daría su propia vida a cambio de la de ella, daría todo, con tal de volver a ver su sonrisa, de escuchar una vez más su palpitar, de observar sus ojos y decirle lo mucho que la ama.

El tiempo se comienza a declarar indiferente, no sabe qué día es hoy, pero como se ha vuelto costumbre, camina por la calle, compra unas flores, las más hermosas que encuentra y se dirige al cementerio. La escena de siempre, las flores acomodadas de manera gentil en la tumba, una mirada azul cabizbaja, cansada y triste. Una oración extensa, un tiempo poco agradable y es momento de volver a la monotonía de la rutina, o eso se esperaba…

El caminar de Orfeo es lento por la calle y sin poderlo casi creer, se siente de pronto mareado, la vista parece nublarse, sus pasos son tambaleantes y le llevan a recargarse contra una pared, la palma de su mano se apoya en el frio concreto para evitar caer al suelo.
La ciudad a veces puede ser peligrosa, el mundo es cruel. Esa crueldad se va acercando al joven peliazul que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, una crueldad en forma de hombres, de hombres que pierden la esperanza y se convierten en seres despreciables, seres que quedan con un vacío en el corazón y lo llenan con odio.

-Tu cartera, ¡rápido!- Un desconocido con una pistola en mano y de aspecto rudo, acompañado de otros dos semejantes habla al de ojos azules amenazándole con el arma de fuego.
-…- No hay respuesta, simplemente porque el mareo no lo deja pensar, no puede lograr conectarse a la realidad y su respiración se torna un poco agitada.
-Si no la das, te la quitaré yo mismo-

Una mano fuerte toma la camisa del otro para arrojarlo con violencia hacia un callejón no muy lejano.
La victima desconcertada aún, logra caer en cuenta de la situación, si tuviera su energía al 100%, fácilmente podría defenderse, sabe luchar y bastante bien, pero ahora… le es imposible. Unos puños comienzan a impactar su cuerpo, desde su rostro hasta su abdomen, su ropa queda saboteada, pronto pasa que ya no tiene su cartera, nada de valor le queda aparentemente.
No puede saber bien que tanto daño ha recibido, a pesar de que siente el sabor de la sangre en su boca, el punzante dolor de golpes en sus brazos y abdomen, no siente ya siquiera el mínimo deseo por defenderse.

-Gracias por cooperar, pero ya no eres útil, terminaremos con tu sufrimiento…-

Unas palabras, movimiento de un dedo en el gatillo del arma de fuego, el sonido de un balazo y finalmente todo se desvanece entre oscuridad, los ojos azules finalmente se cierran.

Ahora más que nunca, se perdió la percepción del tiempo y el espacio para el músico.

Algunas veces los milagros pueden suceder, no todas las historias deben acabar igual y en este caso… Algo así sucedió.

Los ojos pesados se abren con lentitud, ojos azules y hermosos, apagados por la tristeza, pero que de pronto, por unos segundos recuperaron el brillo, un brillo incluso más esplendoroso que antes. Y es que lo que sus ojos vieron, parecía una ilusión, parecía que realmente le hubiesen matado y se le había concedido el deseo de volver a estar con su querida Eurídice. Su vista aún cansada, combinada con su tan anhelada ilusión, le hicieron simplemente confundirse, ante él, había un rostro, un tanto diferente, un rostro de rasgos finos como su amada, sí, pero más masculino, unos ojos azules hermosos, tanto como los suyos pero con un brillo poderoso y sereno, unos cabellos rubios, largos y brillantes, piel blanca y un pequeño un puntito rojo en la frente blanca, escondido por el fleco. Pero un corazón con un deseo tan fuerte como el del músico, ignoró esos detalles y el cuerpo mismo reaccionó lanzándose contra el otro a un abrazo tan fuerte que transmitía todos los sentimientos que existían en él.

Un rubio mucho muy sorprendido abrió grandes sus ojos en respuesta a lo sucedido, esperaba que cuando el otro despertara quizás estaría cansado aún, hambriento o sediento, pero jamás se imaginó que un abrazo tan energético y lleno de sentimientos le rodeara como ahora sucedía. Sus brazos no se movieron, sin embargo, no le pareció nada desagradable el calor del otro rodeándole, por alguna razón podía sentir que ese chico no tenía malas intenciones, parecía una persona de sentimientos puros, personas que en la actualidad ya casi se han extinto, pero que aún dan esperanza a otros para continuar. El aroma del joven peli azul era agradable, así como su respiración. Aun cuando no podía entender del todo las acciones del otro, no se alejó, tenía ideas acerca de lo que podía estar impulsando al otro a ese abrazo, pero no dijo nada, permaneció en silencio, en espera de alguna otra reacción.

El de ojos tristes, disfrutó demasiado el contacto, el tiempo que duró, ya que, sus sentidos comenzaron a regresar lentamente y primero, se dio cuenta que no estaba en su casa ni en ningún lugar parecido, los muebles eran diferentes y la atmósfera del lugar también, no podía ser el cielo, pero sin duda, transmitía un sentimiento de paz. Lo segundo que notó, fue que el cuerpo que abrazaba era más grande que el suyo, no recordaba a su amada de esas proporciones, el aroma del cuerpo ajeno era distinto al que esperaba, igual de agradable, como las flores, pero totalmente diferente al de ella. Finalmente cayó en cuenta que estaba abrazando a un hombre y no a una mujer. Inevitablemente sintió una extraña sensación, no era decepción por no haberse encontrado con la persona que esperaba, no… más bien era, una especie de temor, más que eso, vergüenza.

De inmediato se separó casi de golpe y miró al otro joven con un sonrojo que no había aparecido en meses sobre su rostro apagado.

-…Yo… Lo siento, disculpa, pensé que… te confundí con…- Las palabras temblorosas se vieron interrumpidas.

-Eurídice- El tranquilo hindú miró con su acostumbrado semblante serio y sereno al otro. –Mencionaste ese nombre unas 20 veces mientras dormías- Sin prisa alguna se levantó de la cama en la que estaba sentado junto al otro  para pasarle un vaso con té al peliazul. –No tienes que disculparte.-

El otro se quedó simplemente sin palabras, sintió su rostro más rojo y sujetó el vaso de té que le fue ofrecido. -…Gracias, mi nombre es Orfeo- No encontró ya como remediar sus acciones, no pudo más que ser igual de amable y presentarse. No quería preguntar más por temor a recibir más respuestas que lo dejaran sin palabras así que se limitó a beber el contenido del vaso entre sus manos blancas.

-Mi nombre es Shaka.- Se presentó el rubio de la misma manera. –Un placer conocerte Orfeo- Declaró al fin y se acercó al otro con una especie de pomada en mano. Con ayuda sus dedos, índice y medio, colocó algo de pomada en los moretones del abdomen que tenía el otro. – ¿Te molesta que haga esto?-

-…No, pero, no lo hagas, te agradezco mucho, pero no tengo con que pagarte, en verdad, déjalo así.- Orfeo suspiró levemente, estaba un poco confuso, un extraño le había ayudado, le había llevado a un lugar seguro y ahora estaba curando sus heridas, pero, ¿no se supone que había muerto?, si no fue así, ¿entonces qué sucedió?

-No es necesario que me pagues, si hago esto por ti, algo bueno llegará a mí, Karma- El rubio terminó con las heridas y le miró. –Además, pareces una persona buena que está sufriendo, no me agrada eso.- Una sonrisa muy leve se presentó en los labios del rubio, esto sin embargo afectó un poco en los latidos del corazón ajeno.

Esa sonrisa, esa sonrisa por unos momentos, le provocó sonreír también, increíblemente, la única persona que lograba eso era su amada y ahora, este joven consiguió un efecto similar. “Es tan extraño” Pensó para sí mismo el peliazul. No soportó demasiado mirar esos ojos tan hermosos del otro, sentía que de nuevo sus mejillas tomarían un intenso color así que desvió la mirada, se fijó en su camisa que estaba de lado, seguramente el otro la retiró para poder aliviar las heridas mientras dormía. El cuarto tenía una decoración agradable, al estilo hindú y a juzgar por las ropas  de su acompañante, podía adivinar fácilmente su lugar de procedencia. Las sábanas blancas de la cama y los bordes de madera de la misma así como una mesita de noche del mismo material.
Terminó el vaso de té, se sentía mejor, creía que ya nada podía hacer para que de nuevo se sintiera un poco tranquilo y sin embargo, en esos momentos, su pena disminuyó un poco.

-Puedes quedarte el tiempo que desees, estaré en la sala, si necesitas algo, solo llámame- La voz serena de Shaka se escuchó y sus pasos se dirigieron hacia la puerta de la habitación. Se escuchó la puerta cerrarse y los pasos se alejaron hasta la parte principal de la casa, esta no era muy grande, pero tenía un hermoso jardín, la casa estaba algo lejos de la ciudad, al rubio jamás le gustó el ritmo acelerado de la ciudad, prefería la paz, la calma, un lugar donde poder meditar tranquilamente. Sin embargo, tenía que ir a la ciudad de vez en cuando a comprar cosas que son necesarias para mantenerse, por casualidad, cuando iba de regresó, encontró a 3 personas aprovechándose de un joven. Llegó en el momento adecuado, ni un segundo más ni un segundo menos. Dejó las cosas que había comprado ese día en el suelo para correr y de un puñetazo desviar el disparo de la pistola. Con una agilidad bastante buena, logró derrotar a los 3 maleantes, dejándolos casi sin sus sentidos, todo eso le costó nada más que esfuerzo físico y una herida de profunda, pero de poca gravedad en su hombro, una herida que yacía cubierta con unas vendas. Luego de eso, no podía dejar solo al moribundo que fue atacado, decidió llevarlo a su casa, no confía demasiado tampoco en los hospitales. Así pasaron 2 días en los que el peliazul parecía muerto, hasta que al fin abrió sus ojos el tercer día para sorpresa de él.

El hindú quedó sentado en el suelo y cerró sus ojos, como de costumbre, disfrutando de la tranquilidad, buscaba meditar, pero algo le impedía hacerlo. En su cabeza quedó grabado el rostro del otro, por alguna razón, no se podía concentrar, pensaba en el bienestar de Orfeo, en lo que le había sucedido, en la razón de que mencionara tantas veces un nombre en especial mientras dormía, pensaba demasiado en el otro, tenía dudas y su cabeza intentaba aclararlas. No comprendía de pronto tanto interés en un desconocido, es normal que se preocupe por la gente que tiene problemas o que es desdichada, pero nunca llegaban a interrumpir su meditación como había sucedido en esta ocasión. ¿Sería acaso la atmósfera que transmitía el joven? ¿Su aroma? ¿Su físico? ¿Su rostro melancólico?... No tenía idea.

Un suspiro de frustración leve salió de los labios del rubio que aún no abría sus ojos, no se podía concentrar, no podría hacer lo que se proponía así que decidió dejarlo de lado por esa vez. Se levantó y preparó alguna comida originaria de su país, seguro Orfeo tendría hambre más tarde o en algunos minutos.

Mientras tanto, el hombre que abarcaba los pensamientos del rubio en ese momento, miraba por la ventana, la soledad de nuevo, no le agradaba esa sensación, los recuerdos tristes le volvían. No quería llorar en ese lugar por lo que decidió pensar en otras cosas y por extraño que fuera, solo encontraba pensar en la persona que al parecer lo ayudó. Pensaba, hasta que el sonido de sus tripas con hambre finalmente le hizo atender esa necesidad, su estómago parecía agradecido porque finalmente recibiera más atención que el corazón en pena aunque fuera por unos segundos. El de mirada triste agradeció que ese vergonzoso sonido solo fuera escuchado por el mismo. Se levantó y se puso su camisa, sintió aun algo de dolor por los golpes que recibió, pero era soportable. Se colocó de igual manera sus zapatos y caminó despacio hacia la puerta, no quería molestar a Shaka. Con algo de esfuerzo, pero, finalmente logró salir del cuarto y avanzó por un pasillo hasta llegar a la sala. Con los ojos bastante abiertos miro todo, la decoración era igual de hermosa que la habitación, además que todo estaba en orden y limpio, pensaba en eso cuando un aroma casi hizo que su estómago le hiciera actuar contra su voluntad. Giró su cabeza y se encontró con el rubio sirviendo comida en dos platos.

-¿Tienes hambre ya?, no deberías caminar todavía, aún te puedes lastimar-

-Estoy mejor, gracias… sí, tengo hambre- Con pena, confesó la realidad que no había visto hasta ese momento.

-Siéntate entonces, también sentí algo de hambre, vamos a comer- Invitó con un ademán indicando que se sentara.

-Sí, gracias de nuevo…- No quería admitirlo, pero ya no tenía opción alguna. Tomó asiento y tan pronto Shaka indicó que podía comer, no esperó más y comió todo lo que había en su plato, sin preguntar siquiera lo que era. El rubio no pudo evitar reír con suavidad al ver que el otro terminó con su comida por completo cuando el apenas había empezado prácticamente.

-¿Quieres más?- Preguntó y sonrió con felicidad. No recibió respuesta, pero la cara cohibida del otro y el silencio incomodo fue la respuesta. –Está bien- Con esa misma alegría, sirvió más comida en el plato correspondiente. Miró con atención que su acompañante comió de nuevo, esta vez con más calma, pero igual, comió todo. Luego de un rato, Orfeo completó 3 platos enteros de comida, su estómago quedó satisfecho, Shaka comió tan solo 1 porción, pero él no necesitaba más.

Ese día, fue bastante extraño para ambos, uno, olvidaba a momentos las heridas internas en su ser, el otro, sin poderse concentrar en sus meditaciones y rodeado de una extraña ansiedad.

Orfeo permaneció en la casa de Shaka un par de días que se volvieron semanas, no tenía fuerzas para regresar a la ciudad así que debió quedarse ahí, sin embargo, las heridas del músico, las heridas en su alma parecían re-abrirse. A veces, pedía al rubio encerrarse en la habitación sin ser interrumpido, sentía que el pasado le volvía a caer encima y sus ojos perdían el brillo.
El otro, cada vez lo veía más distante del mundo, parecía que algún acontecimiento muy doloroso había creado una grieta profunda en el griego, una grieta abismal que lo jalaba hacia lo más profundo, hacia donde ya no había retorno a la realidad. Eso le mantenía preocupado.

El tiempo pasó, las heridas físicas de Orfeo quedaron curadas casi por completo, había decidido que se iría al día siguiente, ya no quería ser una carga, el hindú hacia demasiado por él y… no valía la pena, no podría pagarle nunca y empezaba a odiarse a sí mismo por todo, por aceptar tanta ayuda cuando el mismo ya se consideraba una cosa sin valor alguno.

La tarde, casi noche, estaba preparado para cerrar sus ojos por última vez en ese sitio, porque al amanecer, simplemente se iría, dejando alguna nota para el otro que seguramente ya estaba dormido en un sofá de la sala.

Un suspiro más profundo que cualquier otro y el pasado le alcanzó, en cuanto sus ojos se cerraron, escenas de la tragedia más fuerte que había ocurrido en su vida. Un día soleado, que de pronto se oscureció, un accidente, un maldito accidente que fue fatal. Las dulces palabras tristes de una voz femenina y la respiración agitada de un joven corriendo a toda velocidad hacia un hospital. No hubo mucho que hacer, el medico fue directo, “Lo siento, no llegó a tiempo”… ¿Cuánto se odió a si mismo ese día?, no lo sabe, pero esa culpa le mata día a día. Luego, un funeral que le dejó sin esperanzas…

Abrió los ojos y apretó los dientes. Se levantó de golpe de la cama y sin poderse controlar golpeó con todas sus fuerzas la pared más cercana, incluso sus nudillos sangraron. El odio a sí mismo, el dolor, la culpa, la tristeza volvieron a atormentarle. Chocó con fuerza su cabeza contra la pared y su frente también sangró, lágrimas salieron de sus ojos entre expresiones de rabia y tristeza, emociones contenidas que resultaban dolorosas.

Los golpes fueron tan fuertes que alertaron al rubio, se levantó y rápidamente caminó hasta la habitación, abrió la puerta y encontró la escena, una escena que le provocó un extraño estremecimiento a su corazón.

-¡Orfeo!- Gritó, pero su grito no alcanzó al peliazul. Decidido, se acercó y de golpe lo jaló de la camisa y lo atrajo hacia su cuerpo, obligándolo a quedar unido a él en un abrazo, en uno fuerte, en uno… que buscaba darle consuelo.

El griego no pudo más, ya no lo soportó y abrazó al otro con todas sus fuerzas, como si de eso dependiera su vida y lloró, su rostro se escondió en el otro y lloró finalmente desahogándose con alguien de todo aquello que le hacía mal. Sus ojos se pusieron rojos de la rabia y el llanto contenidos. Su pecho se agitó y sus sollozos se escuchaban tan lastimeros que parecía fuera a morirse de pronto.

Shaka, finalmente comprendió, no eran las heridas físicas las que tenían mal al otro, eran las heridas internas… Correspondió el abrazo y consoló al otro, entender el dolor, las emociones humanas, curar el alma de alguien es algo complicado, pero Shaka sabía que eso es posible.

El rubio, tampoco pudo contenerse demasiado, el tiempo que pasó con el otro, le agradó mucho, los dias en que dejó de despreciar la compañía y encontró a alguien con un corazón quizás tan puro como el de él mismo. Aquellas risas y sonrisas que le provocó, así como la angustia y la atención que le robaba, le hicieron pensar que sin duda, era una persona especial, una persona por la que sintió algo más que compasión.

Con calma, sujetó con sus dedos suavemente el mentón de Orfeo, lo levantó, mirando sus ojos cristalinos, ahogados en llanto. –No llores más…- Tres palabras que se desvanecieron con suavidad, luego hubo silencio, porque los labios suaves del hindú, chocaron contra los del griego, sellando así un beso lleno de consuelo, de paz, de compasión, de cariño… de, sentimiento.

El músico, se sorprendió levemente, pero pronto se dejó llevar por la agradable sensación, cerró sus ojos y dos gotas de agua resbalaron por sus mejillas hasta quedar  borradas por unas yemas cálidas, los dedos del otro. No podía controlarse, el mar de recuerdos y emociones que le atormentaban, de pronto parecían desaparecer con el cuerpo del otro rodeándolo. Sin pensar, sin contemplar nada, el mismo continuó el contacto, permitiendo que su aliento fuese robado por su acompañante. Su palpitar se agitó más de lo esperado, no había explicación alguna, simplemente, su cuerpo y su alma misma reaccionaban a lo que el rubio le hacía.

También Shaka se sorprendió por la correspondencia tan apasionada que recibió, pero eso solo le indicó que estaba en lo correcto, el aliviar el dolor ajeno, eso era lo que debía intentar hacer, más que otra cosa. El beso suave se convirtió en uno más fuerte, más intenso, en uno cargado de mil y una cosas. No lo resistió, sentía que estaba perdiendo el mismo un poco la calma y la cordura. Con lentitud llevó el cuerpo del menor hacia la cama y lo recostó ahí, el mismo se encimó sin poder comprender que impulso era tan fuerte como para hacerle estar en esa situación.

Pronto el griego se vio recostado en la misma cama que hace unos momentos, pero esta vez, con el cuerpo de un joven hindú encima del suyo. Esa acción le puso algo nervioso, pero sin duda la aceptó. El beso continuó un largo rato y cuando finalmente se separaron, pudo sonreír, en sus ojos quedaba evidencia de que había llorado, sí, pero ya no se derramaban las lágrimas. Lo que vio después le agrado mucho, el rostro del otro le correspondía la sonrisa, nunca se había puesto a pensar como ahora que el otro realmente poseía un rostro y un cuerpo bastante atractivos, debido a las ropas típicamente ligeras que el otro usa, parte de su pecho es visible, pero probablemente lo que más llamaba la atención eran esos ojos tan azules que parecían reflejar perfectamente el alma de su dueño, unos ojos tan pacíficos y azules como un manantial en calma, pero tan poderosos como el mar en tormenta.  Incluso podía verse a sí mismo en esos orbes, sus ojos propios vendrían asemejándose más al cielo, a un cielo que fue opacado, pero que ahora, en estos momentos comenzaba a retomar el brillo que el sol le da para verse hermoso.

-Discúlpame, te he dado tantas molestias y aun así, tu…-

El rubio negó. –No han sido molestias, incluso, yo te agradezco por la compañía que me has dado, realmente ha sido agradable para mí- Lentamente acarició las mejillas del otro y casi le dieron escalofríos cuando notó la mano del joven debajo suyo acariciando la piel de su pecho que sus prendas dejaban al descubierto. Tomó entre una de sus manos la mano que le acariciaba y besó los nudillos lastimados de esta. –No te hagas daño, eso sí me molesta- Dijo con un tono más serio que el acostumbrado. De igual manera,  atrajo un pedazo de tela de la mesita de noche para limpiar rastros de sangre, cuando terminó, besó la frente blanca recientemente lastimada. Sin decir nada más, la sensación extraña fue la que le obligó a besar sus mejillas y luego simplemente seguir un recorrido a lo largo de su piel, de su cuello, provocando al cuerpo del otro estremecimientos agradables. Ni el mismo se podía creer que estuviera haciendo aquello, pero ya no era algo que decidiera o pudiera controlar.

Orfeo por su parte, sentía la misma extrañeza, pero no pensó en rechazar esos besos que se sentían tan bien, incluso entrecerró sus ojos y comprendiendo que el otro estaba en la misma situación, le regaló un suspiro suave y acarició los cabellos rubios, el tacto era totalmente grato. A pesar de que podía sentir alguna clase de nerviosismo, se decidió a ayudar un poco al otro y encontró la manera de soltar la tela que cubría en parte el cuerpo mayor, el pecho amplio y de una temperatura encantadora hizo al otro notar la cercanía que ya existía entre los dos.

La escena era algo más que bella. El mayor ya no tuvo dudas, perfectamente, los dos se entendieron. Las manos firmes acariciaron el pecho desnudo. Orfeo iba a dormir antes de que sus malos recuerdos le llegaran por lo que tan solo tenía puesto su pantalón y su ropa interior. Las manos y los labios del hindú aprovecharon la desnudez del torso blanco para juguetear con tranquilidad, como si tuviera todo el tiempo del mundo, sin prisas, después de todo, cuando se cura una herida, se debe ser cuidadoso. Las tetillas de un tono más bien rosado del peliazul respondieron endureciéndose cuando el aliento proveniente de la boca contraria golpeaba justo esas zonas, sobre todo cuando la humedad y el calor de la saliva hicieron su efecto de la misma manera.

Lo que fue imposible para el músico, fue resistir más el sonrojo cuando unas manos ya conocidas bajaron hasta soltar el único botón que yacía en sus ropas, más aun cuando el sonido de un cierre bajando puso su corazón a latir como si hubiese estado corriendo sin parar por horas. Lo que pasó después, quizás nunca se lo había imaginado, al menos no de un hombre. Su miembro fue soltado y liberado de toda la ropa, en un par de minutos, estaba desnudo. Quizás menor fue el tiempo que pasó entre ese acontecimiento y el hecho de que ambos cuerpos estaban completamente descubiertos.

Unos ojos celestes notaron unas vendas en un hombro que no era el suyo.

-Esto… ¿fue de ese día?- Mencionó acariciando por encima de los vendajes.

-Sí, pero no importa, fue solo un rasguño-

-Sí importa, mucho…- Tras esas palabras, sus labios terminaron plasmando una caricia encima de los vendajes.

Aquella acción dio a Shaka finalmente la oportunidad para acariciar los cabellos de la nuca en el otro, atrayéndole así lo suficiente como para soltar unas palabras a su oído.

-¿Podría tomar tu cuerpo?... – ¿En qué momento se planteó que estaría preguntando algo así?, nunca, nunca se lo planteó, pero ahora, era inevitable.

Orfeo, no comprendió completamente a que se refería el otro, podía darse una idea, cosa que provocó más color en sus mejillas. No encontró como responderle, pero, no se iba a negar, comparado con cualquier cosa que podría ofrecerle, comparado con todo lo que había hecho por él, sería más que egoísta negarse a un deseo que hasta el mismo empezaba a querer. Un movimiento de su cabeza en forma positiva, fue la decisión final.

La respiración del mayor se tornó más intensa y recostó con cuidado el cuerpo del otro hasta dejarlo en la posición más cómoda que encontró. Con una mano, sujetó la entrepierna y movimientos excitantes surtieron efecto, aquel falo se endureció tanto como los botones de carne en el pecho, si no es que más. Desde la punta hasta la base, recibía atención aquella parte tan sensible en el cuerpo de un hombre. Al ritmo que las respiraciones se aceleraban, el también sentía los efectos de la pasión, su mismo miembro se endureció tan solo con los suspiros y el rostro de excitación que el menor ponía.

Cuando fue el tiempo adecuado, dos dedos previamente ensalivados, recorrieron lentamente la línea que divide el trasero del menor. Luego de separar sus piernas un poco más, finalmente empujó uno de sus dedos hacia el interior del cuerpo del músico.

Orfeo sintió estremecimientos a todo lo largo de su cuerpo, pero consiguió relajarse, ahora comprendía a lo que se refería el otro con “tomar su cuerpo”. Tembló ante la idea, pero su mano fue sujetada, dedos de dueños diferentes se entrelazaron y cuidadosamente otro dedo buscó expandir su interior, preparando su cuerpo para lo que vendría. Luego de unos cuantos movimientos, los dedos abandonaron ese sitio y fueron reemplazados por algo más grande.

Shaka besó los labios que tenía disponibles nuevamente, con esa distracción, logró empujar su cuerpo para terminarse fundiendo con el de cabellos azules.

El griego sintió ganas de gritar con ese empujón, pero ahogó el dolor de la invasión en los labios que de nuevo lo estaban consolando. Era doloroso, pero a pesar de eso, se sentía bien, porque podía sentir como si fuera uno solo con el otro, porque de alguna manera sintió todo su ser sincronizándose con el mayor. Los dedos de una mano, apretaron con mucha fuerza los otros, mientras que la otra mano se aferró a la espalda, arañando fuerte. Un tiempo pasó así y luego, el procedimiento prosiguió, la danza de caderas dio inicio con suavidad. Movimientos que traían dolor e incomodidad, pero también recompensas con bellas caricias y a lo largo del tiempo, un placer que nunca antes había experimentado apareció, algún punto dentro, en sus entrañas le provocaba gemir de pronto, le provocaba que los poros de su cuerpo comenzaran a liberar sudor. Contracciones internas que llevaban el placer para ambos, que los dejaba ciegos ante tantas sensaciones, la mente se nubló y ambos se entregaron en su totalidad al momento.

-Sh…Sha…ka… ahh…-

Suspiros cansados y gemidos, el pronunciar un nombre, su nombre, provocaron al rubio más que nunca. Disfrutaba de eso como si estuviera en la misma gloria, era normal, aquel cuerpo del que disfrutaba, joven, sin mucha experiencia, estrecho y provocador. Sus movimientos se tornaron más rudos, más intensos, pero jamás abandonó aquel sentimiento que iba creciendo hacia el joven debajo de su cuerpo, aguantando aquella intensidad. Aun cuando su cuerpo también se llenó de sudor, cuando algunos de sus cabellos largos y rubios quedaban húmedos.

-Orf…eo- Susurraba a su oído. –Te quiero…- Confesó entre jadeos. –No quiero… vert...te triste más- Palabras que podían sonar una locura, pero que eran verdad.

Al final, el resultado del calor tan fuerte que se creó entre sus cuerpos. El vientre de ambos quedó manchado por la semilla blanquecina del griego, mientras que en el interior de este, otra explosión de un cálido líquido de similares propiedades terminó humedeciendo su interior.

La respiración al máximo de ambos lentamente se calmó, un cuerpo encima de otro. Ambos cansados, rendidos, no tenían más energía, los ojos de ambos se cerraron, durmieron.

 

La noche pasó rápido, el día llegó, la mañana, los rayos del sol volvieron a despertar a un adormilado griego, que por primera vez en mucho tiempo, sonrió al sentir un cuerpo encima del suyo, respirando con tranquilidad.

Shaka estaba aún dormido, para nada incomodaba a Orfeo, al contrario, este disfrutó cada segundo de la expresión tranquila del rubio dormido mientras acariciaba sus cabellos. Pensaba en todo y en nada al mismo tiempo.

 

Los dias pasaron. A petición del hindú, Orfeo se quedó con él. Desde entonces, el músico volvió a interpretar sus bellas melodías, casi todas las noches.

“Eurídice, te amo, por favor espérame”

Como de costumbre, Orfeo fue a dejar unas bellas flores a la tumba conocida, pero ya no hubo lágrimas, una sonrisa y un beso fue lo que quedó en ese lugar.

-Estoy seguro que ella te esperará el tiempo que sea necesario-

-Estoy seguro de que sí-

El acompañante del músico se acercó a la tumba.

-Lo cuidaré por ti hasta entonces.-

Orfeo sonrió escuchando esas palabras.

-Vámonos, es hora de regresar- El peliazul tomó la mano del rubio y a paso tranquilo se retiraron del lugar. Al fin había paz en su interior, después de todo, sus heridas se fueron curando hasta que con el tiempo solo dejaran una marca. Ahora que en su corazón había espacio suficiente para amar de nuevo, ahora había dos personas que abarcaban los sentimientos en su pecho. Aquella paz no puede ser eterna, pero el tiempo que dure es suficiente, no se pide más ni menos. Después de todo, siempre fue un hombre sencillo, un músico capaz de aliviar el corazón dañado de las personas, y que había encontrado alguien que lograra aliviar su propio dolor, que lograra traerle la paz que tanto esperaba.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado, ¿muy meloso?, ¿muy dramático?. Cualquier cosa salió de mi retorcida mente así que espero al menos entretenerlos.

Orfeo es mi personaje favorito de todos así que quería que tuviera por lo menos algún final feliz en alguna historia.

Sin más, muchas gracias por leer.


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