Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola que tal!! Ya estoy de regreso con más de mis cursilerías XD por fin tuve oportunidad de subir el primer capítulo y que les cuento...

Ya estoy prácticamente de vacaciones, así que haré todo lo posible por mantenerme actualizando n_n

Ojalá les guste y nos leemos en las notas finales!!! 

Mi historia comienza veinte años atrás.

Siendo sólo un bebé, fui abandonado a la puerta de un campesino… pobre, como el resto de los que vivían en el pueblo y que a pesar de ello me recibió sin objeción alguna.

La gente pronto comenzó a decir que si a tan corta edad ya era víctima de las calamidades de la vida, seguro que me esperaba un futuro miserable y desolador…  ¡Nada cómo los buenos deseos de las personas para que te den ganas de superarte!

Por ello es que aun siendo un niño, decidí que todo lo que se decía no eran más que habladurías de un montón de campesinos, que no tenían nada mejor en que gastar sus tardes que inventando trágicos finales para mi recién iniciada vida; mi felicidad no dependía de nadie más que de mí y si mi madre biológica me había abandonado seguro que algún buen motivo habrá tenido… o eso me gusta pensar.

De cualquier forma no le guardaba rencor puesto que gracias a ella había tenido la oportunidad de conocer a aquellas dos maravillosas personas a las que sin reserva alguna llamaba mamá y papá…

Marian era una mujer castaña, de estatura media, esbelta y delicada, un rostro bonito que era constantemente maltratado por la largas horas que se pasaba bajo el sol trabajando al lado de su esposo; Benjamín, un hombre moreno, alto e imponente, de facciones duras y marcadas, ojos y cabello oscuros; pero a pesar de ello y de que cuando se lo proponía podía resultar realmente intimidante, la verdad es que era un hombre muy amable, alegre, un amoroso esposo y padre; al cual siempre se le veía preocupado por su familia.

Y aunque fui muy feliz con ellos cuidándome, había algo que empañaba esa felicidad…

Cuando llegué a esta familia, ellos ya tenían una hija realmente mayor, pues yo sólo contaba con un año de edad cuando ella ya tenía 11. Rita, es de carácter fuerte y siempre se muestra indiferente a los problemas de los demás. Heredó la piel morena y la estatura de papá, así como el cabello castaño de mamá; aunque es una lástima que no tenga ni una milésima parte de su belleza.

Al parecer ella nunca me quiso, ya que desde que tengo uso de razón no se ha cansado de molestarme y complicarme la vida tanto como le es posible. Y a pesar de ello, considero que llevé una infancia relativamente feliz, con todas las dificultades que me supuso tener un físico diferente y sobresaliente con respecto al de mi familia adoptiva…

Mi piel era blanca y tersa… tal vez porque nunca antes había trabajado; mi largo cabello era rubio y mis ojos tenían un color parecido al de la miel; pero a pesar de que estas características llamaban bastante la atención, estaban lejos de ser la razón por la que más de uno me estudiara descaradamente. Para cuando cumplí cinco años me distinguía por ser un niño de estatura baja, cuerpo delgado y apariencia delicada, de manera que fácilmente podían tomarme por una niña; en algún momento me resultó un hecho de lo más indiferente, pero no podía ser así toda la vida.

Todas las mañanas mis padres tenían una rutina que cumplir trabajando en el campo y no pasó mucho tiempo antes de que papá mostrara entusiasmo por hacerme conocer su labor, puesto que en sus palabras yo era “el hombrecito de la casa” y cuanto antes iniciara mejor; así que comencé a acompañarlos y fueron varios años los que empleé en observar y aprender cuanto me mostraban.  

Al cumplir diez, mi padre tomó una insistente postura respecto a que debía comenzar a ayudar de manera más comprometida y aun así mi madre se oponía a ello, lo cual dio pie a múltiples debates familiares, y sí, eso significaba que Rita estaba incluida y no precisamente para beneficiarme.

—Marian, no seas tan necia, Emile debe ayudar, ¿acaso no has visto como todos los niños de sus edad ya ayudan a sus padres? —dijo mi papá quejándose, como había optado por hacer últimamente durante las noches.

—Es cierto mamá, no estás haciendo más que consentir a un vago —agregó Rita mientras me miraba con todo el desprecio y envidia de que era capaz.

¿Por qué envidia?

Sencillo, mamá me daba la mayor parte de sus cuidados a mí, bajo el pretexto de que yo aun era pequeño.

—Rita, no hables así de tu hermano —dijo mamá logrando que la chica saliera del lugar bufando molesta—. Y lo sé Ben, pero no puedes comparar a nuestro Emi con los otros niños, sería horrible someterlo a un trabajo tan pesado, especialmente con lo frágil que es mi pequeño —agregó mientras me mantenía sentado entre sus piernas, cepillando mi cabello con esmero para que se conservara sedoso. Lo cuidaba incluso más que al suyo y había logrado que creciera por debajo de  mi cintura en perfecto estado—. Además aun es joven, ya aprenderá —replicaba mi madre sin darle mayor importancia a lo que decía papá.

—¡Por todos los cielos mujer! Deja ya el cabello de ese niño —dijo papá, resoplando con irritación ante la de indiferencia que mostraba mamá—. Si sigues tratándolo como a una niña se convertirá en la burla de los otros niños —decía desesperado por lograr que mamá lo comprendiera, pero ella ya no le prestaba atención, así que desistió saliendo de la pequeña casa en busca de aire fresco, en ese momento no me pareció importante… si tan sólo hubiera sabido cuánta razón tenía.

—No le hagas caso cariño, eres un niño muy especial, no como el resto —insistió, hablándome con ternura, como sólo ella sabía hacerlo y besando mi mejilla antes de continuar trenzando mi cabello. Ella era tan amorosa conmigo que simplemente me hacía sentir el niño más dichoso sobre la tierra.

Después de algunas semanas de una ardua labor de convencimiento por parte de Benjamín,  mamá por fin accedió a que yo ayudara en el trabajo, con más pesar del que podría describir y entonces ocurrió justo lo que papá había previsto…

Una tarde, tras terminar el trabajo mamá y papá se quedaron conversando con los otros campesinos; pensé que podría esperarlos  sentado discretamente en un rincón, sin dar molestias, pero todo quedó sólo en intenciones, ya que fui incapaz de controlar las ganas de salir.

Afuera el sol caía tiñendo el cielo con cálidos colores, la brisa era agradable y el paisaje encantador; especialmente por los árboles frutales que presuntuosos se alzaban a lo lejos. Salí a caminar y me detuve cuando fui consciente de que me estaba alejando demasiado. Una sensación incómoda me invadió y decidí que sería mejor regresar donde mis padres, cosa que no llegué a consumar pues escuché que una voz detrás de mí estaba llamándome…

—¡Hey tú! ¿No sabes que las niñas se quedan a hacer la limpieza en casa? —gritó un niño incitando a que el resto se acercara a mí para molestarme. Antes de que pudiera intentar algo ya me encontraba rodeado, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y pronto mis piernas comenzaron a ceder ante un temblor que apenas podía disimular.

—Si, mejor ve a tu casa para que puedas lucir tus vestidos… princesa —dijo otro niño mientras me arrojaba un puñado de tierra a la cara, perdí la noción de lo que ocurría en tanto intentaba recuperar la visión quitándome la tierra; sólo podía sentir como mi cuerpo iba de un lado a otro rebotando entre empujón y empujón, uno de los cuales contenía más fuerza de la que mi desequilibrado andar pudo soportar y en menos de un pestañeo aterricé estrepitosamente sobre el suelo, cosa que no pasaron por alto pues de inmediato todos comenzaron a patear tierra encima de mí—. ¡Princesa, princesa! —coreaban sin detenerse.

Era la primera vez que alguien trataba de una manera tan cruel y sin saber que hacer me eché a llorar mientras inútilmente intentaba cubrirme. Minutos más tarde cuando se cansaron, todos regresaron donde sus padres, dejándome solo y completamente “empanizado”; me tomó algunos minutos que mi llanto descontrolado pasara a sollozos y entonces conseguí ponerme en pie.

No quería ir donde mis padres, me avergonzaba mi aspecto… estaba sucio, especialmente mi rostro pues toda la tierra se había combinado con las lágrimas que escurrían sin cesar. Sencillamente me quede ahí, de pie, hasta que vi a mamá venir corriendo con la preocupación asomando en su rostro. Llegó hasta mí y me envolvió en sus cálidos brazos.

—¡Oh cariño! ¡Lo lamento tanto! Perdóname por dejarte solo —decía mientras frotaba mi espalda suavemente, motivando que comenzara a llorar de nuevo ahora que me sentía protegido—. Todo ha sido culpa mía —decía entre susurros, su arrepentimiento era muy evidente por lo que me limité a negar moviendo la cabeza. Yo no la culpaba y quería decírselo pero por más que lo intentaba no me salían las palabras, en su lugar no había más que un insistente hipido.

Me levantó en brazos y me llevó hasta donde papá ya nos esperaba para regresar a casa. Por mi parte, no me atreví a mirarlo a la cara, me sentía incómodo y como el niño que era me aferré a los brazos de mi mamá y escondí el rostro entre su cabello.

Los caballos comenzaron a andar y poco a poco conseguí tranquilizarme.

—¿Ahora te das cuenta de lo que quería evitar Marian? —preguntó papá sin perder oportunidad para hacer notar que tenía la razón.

—Esos niños son unos monstruos, ¿cómo han podido hacerle algo así a mi pequeñito? —preguntó mamá con molestia, desviando la atención del punto al que papá pretendía llegar.

—No se trata de eso querida, aun cuando él puede tener una belleza descomunal , tú no has hecho más que tratarlo como a una niña, así que no podías esperar que los chicos lo aceptaran como si nada —argumento papá tratando de hacerla reaccionar.

—Emi no va a volver a poner un pie en ese lugar —sentenció mamá enfadada.

—¡¿Qué?! ¿Acaso has enloquecido? Entiéndelo por favor Marian, si insisto en esto es por su propio bien, Emi crecerá y  un día tendrá que hacerse cargo de su propia familia, ¿Qué va a hacer si no aprende a trabajar ahora? —cuestionó papá aludiendo a la lógica y obviamente dejo a mamá sin argumento alguno.

Ella se resistió a dar respuesta, como si librara una lucha contra su propio orgullo, antes de poder admitir que esta vez no tenía razón—De acuerdo… —dijo resignada—. Pero no se volverá a quedar solo —vi a papá negar ante lo que escuchaba. Sí, yo también lo comprendí, si seguía refugiándome bajo las faldas de mi madre jamás sería un hombre capaz de hacerse respetar; pero después de lo de hoy no tenía ganas de nada que no fuera el estar entre los brazos de mamá.

—Deberíamos comenzar por cortarle ese cabello, no es adecuado ni práctico para un niño —sugirió Ben tratando de aprovechar ahora que mamá parecía estar cediendo.

—Por supuesto que no…  —mamá se detuvo súbitamente y me miró—. ¿A ti te gustaría cortarlo querido? —preguntó antes de seguir. Yo sabía cuánto le gustaba mi cabello y que de cortarlo se entristecería, así que a sabiendas de todos los problemas que implicaría, di una negativa. Estaba dispuesto a conservar mi cabello si con eso mamá era más feliz.

—Entonces que no se diga más —sentenció con una sonrisa por la victoria obtenida en la discusión.

Desde ese día sin importa que, no volvieron a dejarme solo con los otros niños y aunque esto evito las agresiones físicas, no resulto tan efectivo contra las burlas que hacían a espaldas de mis padres.

“Princesa” me llamaban todos y esa fue la manera con la que comenzaron a identificarme, ningún niño sabía mi nombre, pero bastaba con usar esa palabra para que todos supieran a quien se estaban  refiriendo.

No estaba seguro de como lucía una princesa puesto que nunca había visto a una (y eso sí, que era raro ya que el pueblo en el que vivía era el acceso directo al palacio real que constantemente se veía asediado por la presencia de princesas que buscaban comprometerse con el joven príncipe) pero no había nada más que hacer,  me encontraba absolutamente consciente de que mi apariencia era la de una niña… al final ellos tenían razón, sólo me hacía falta un vestido...

El contacto con los otros chicos quedó prohibido para mí por obvias razones.

Fue así que dediqué mañanas enteras a ayudar en todo lo que mis padres solicitaban y por las tardes regresaba a casa en donde me quedaba con Rita hasta que ellos volvían de realizar la venta de lo cosechado. Pero estar con mi “hermana” era realmente imposible; por más que procuraba evitarla de una u otra manera siempre se las arreglaba para fastidiarme.

Cansado de eso, un día al darme cuenta de que ella dormía decidí salir para jugar. Tan pronto puse un pie fuera de casa sentí que un gran peso caía de mis hombros, me sentí feliz… libre…

El viento soplaba cálidamente trayendo consigo el tenue canto de algunas aves. Pensé por algunos momentos a donde podría ir y de inmediato llegó la respuesta a mí… el bosque. En ningún otro lugar iba a encontrar más tranquilidad, así que tomando el sendero que partía desde la parte trasera de nuestro hogar comencé a andar.

Me encantaba el bosque, en especial porque éste era atravesado por un riachuelo, haciéndolo mi lugar favorito en todo el pueblo; papá me había llevado algunas ocasiones en el pasado y simplemente quedé maravillado ante la belleza del lugar.

Me gustaba pensar que era algo así como mi lugar secreto, mi sitio especial; pero aquella tarde descubrí que no era de esa manera. Cuando llegué me encontré con otro niño, que no aparentaba ser mucho mayor que yo.

Era un pelirrojo de cabello corto, llevaba encima una capa que cubría por completo su cuerpo, así que no pude ver nada más debido a que yacía de espalda a mí. Al verlo tragué saliva nervioso…

¿Me trataría igual que los niños en el campo? Decidí que no quería averiguarlo, así que cobardemente me disponía a dar la vuelta sin llamar la atención pero él me escuchó y se volvió para mirarme. Lucía sorprendido, cómo si se estuviera escondiendo de alguien y temiera ser descubierto (aun cuando el descubierto había sido yo).

—H-hola… —salude tontamente al no tener de otra, pues mis pies parecían pegados al suelo y por más que lo intentaba no lograba moverme;  inquieto, comencé a jugar con mis manos, entrelazando mis dedos, incapaz de levantar la vista.

—Hola —respondió el niño sin mucho ánimo tan pronto se recuperó del susto, me miró por un momento y luego se giró, tenía piel blanca y un par de ojos verdes como los que nunca antes había visto en mi vida; más que un niño parecía un muñeco…

Pero un muñeco muy triste, no pude evitar sentir pena al verlo así, con la mirada perdida en algún punto del infinito.

—¿E-estás bi-bien? —pregunté aun con voz queda y tartamudeando ¡que vergonzoso!

Lo cierto es que temía ser una molestia y más aun de que pudiera pasar por su mente el desquitarse conmigo. Pero sencillamente no recibí respuesta alguna, entonces haciendo uso de todo el valor que tenía me acerqué y me senté a su lado, él se mantenía tan indiferente a lo que hacía que parecía como si yo no estuviera ahí—. ¿Qué te ocurrió? —insistí con más seguridad al sentir que el peligro había pasado.

—Como si te importara… a nadie le importa —respondió como hablando para sí mismo.

—Eso no es cierto, creo que es bueno que alguien te escuche cuando estás triste, a mí me funciona y mamá siempre dice que si compartes tus penas el dolor es menos —levantó una ceja en un gesto de incredulidad.

—No lo comprenderías —replicó con renovada indiferencia.

—Puedo intentarlo —respondí despreocupadamente y sin pensarlo le di un abrazo, me separé de él con una sonrisa que se me borró tan pronto vi que el pelirrojo estaba mirándome atónito.

¿Había ido demasiado lejos? Por más que lo intenté, mi razonamiento infantil no me permitió encontrar la respuesta y a falta de ésta me levanté a toda velocidad, casi tan asustado como al principio.

—¡Lo siento! —me disculpé antes de salir corriendo del lugar… no me detuve hasta que el bosque quedó atrás; mis piernas dolían debido a la alocada carrera y apenas tenía aliento para seguir. Continué a paso lento y opté por esperar en las cercanías de la casa hasta que el sol cayó y vi que mis padres regresaban.

No quise entrar antes ya que Rita seguro estaría lo suficientemente enojada como para usar su fuerza en mí contra si así lo deseaba y de este modo no me pudo delatar, pues eso también significaría problemas para ella ante el evidente “descuido” que me había permitido salir.

Al día siguiente de igual manera planeaba salir discretamente, pero cuando yo la creí dormida resultó que ya me esperaba en la puerta. Me quedé congelado al verla ¿iría a tomar represalias por lo del día anterior?

—¿Qué ocurre mocoso?¿ Por qué pones esa cara? No te voy a detener si es lo que estás pensando, no estoy segura de adonde te vas a meter, pero mejor asegúrate de no volver jamás —dijo mientras se apartaba para dejarme salir.

Con ello terminé de confirmar que Rita realmente me odiaba, así que mientras nuestros padres no regresaran definitivamente no pondría un pie en casa. Dejé el asunto de lado y eché a correr hacia el bosque, ansioso por ver otra vez al pelirrojo.

No sabía por qué, pero algo en él había llamado mí atención, así que no me detuve hasta llegar al riachuelo y cuan amarga fue mi decepción al no encontrarlo; empeñado en verlo esperé ahí toda la tarde y sólo cuando noté que el sol estaba por ocultarse comprendí que él no vendría.

Tuve que regresar a casa para no tener problemas…

Los siguiente días pronto se volvieron rutina; ayudaba a mis padres por la mañana y tan pronto volvía a casa me dirigía corriendo hacía el bosque; dedicaba las tardes enteras a esperar al niño pelirrojo para luego volver a casa decepcionado al no encontrarlo.

En algún momento llegué a preguntarme si no había sido todo producto de mí imaginación y de mi desesperada necesidad por tener a alguien de mi edad que pudiera escucharme, alguien que quisiera ser mi amigo, con quien pudiera compartir el tiempo sin temor alguno.

Una tarde, cansado de esperar terminé por recostarme encima de las hojas que yacían en el suelo cubriendo la tierra, las cuales crujieron en lo que me pareció una protesta al peso que ahora les imponía.

Me quede quieto, muy atento al relajante sonido del agua, apenas audible, abriéndose paso suavemente entre las piedras. Las aves cantaban alegremente como si en complicidad con el riachuelo intentaran crear una melodía que me resultaba en verdad agradable; los rayos del sol se colaban entre el follaje de los enormes árboles que conformaban el bosque, iluminando tenuemente todo a su paso, haciendo de éste un lugar muy reconfortante.

Miré como el viento comenzaba a pasearse entre las hojas, logrando que de cuando en cuando, alguna cayera en una elegante danza antes de alcanzar el suelo y unirse a la gran fiesta multicolor que se podía observar en la alfombra que conformaban los colores del otoño.

Me relajé tanto que acabé por quedarme dormido. Desperté cuando el viento hizo de las suyas arrojándome en la cara un montón de tierra y hojas, me senté precipitadamente provocando la caída de una capa que al parecer me había estado protegiendo del viento mientras dormía.

Al levantar la mirada me encontré nuevamente con ese niño al que llevaba varios días esperando, lo miré fijamente y con incredulidad ¿en verdad estaba frente a mí?

Comencé a gatear acercándome al lugar en donde él estaba sentado y pude notar que un tenue sonrojo comenzaba a hacerse evidente en sus mejillas.

—¡Volviste! —exclamé sin reservas, no me importaba que notara lo feliz que me sentía.

—Tú también —respondió desviando la mirada, prestándole atención al relájate correr del agua.

—Todos los días desde aquella tarde... te estaba esperando — admití sinceramente esbozando una amplia sonrisa.

—Ya veo… entonces… lamento que hayas tenido que esperar —su semblante triste no había desaparecido y éste definitivamente no le hacía justicia a su belleza. Aun cuando no lo conocía me hacía sentir muy mal el hecho de verlo tan afligido.

—¿Por qué me has abrazado? —cuestionó con seriedad; hablar con él era un tanto extraño, tenía una actitud tan madura que me hacía sentir que en lugar de hablar con un niño hablaba con un adulto. Permaneció muy atento esperando por mi respuesta.

—Bueno… tu eres diferente de los otros niños a los que he tratado —respondí sin saber muy bien cómo explicarme.

—¿Diferente cómo? —insistió ante lo confuso de mi respuesta.

—Tú no te burlaste de mí, ni me agrediste —dije agachando la mirada, no quería hablar de ello, me resultaba vergonzoso.

—¿Y por qué tendría que burlarme de ti? Anda explícate que no entiendo lo que dices —exigió con cierta intriga en la voz.

—Por… por… mi apariencia —admití avergonzado, temeroso de que ahora que le había mostrado una de mis debilidades tomara la misma actitud de los otros niños; él enarcó una ceja y torció la boca mientras buscaba las palabras para responderme.

—¿Qué hay de malo con tu apariencia? —preguntó nuevamente con la misma calma de antes, aún no se había reído como yo esperaba…

—¡Parezco una niña! ¡T-to… t-todos se ríen de m-mí! —dije antes de echarme a llorar; recordarlo había sido demasiado, no tenía ni idea de cómo iba a hacer para controlarme pues en esta ocasión mamá no estaba aquí para tomarme en brazos y consolarme.

—Creo que tienes una belleza digna de admirarse —respondió desviando su mirada, jamás esperé que fuera a decir algo como eso… mi llanto se detuvo casi tan repentinamente como había comenzado, al notarlo el pelirrojo se llevó la mano a la boca y carraspeo rompiendo con el momento—. Y en todo caso, nadie que juzgue a las personas por su apariencia merece ser tomado en serio —agregó como si tratará de cambiarme el tema.

—Mu-muchas g-gracias… —me aventuré para averiguar qué pasaría si lo abrazaba igual que la otra vez, no quería causarle molestias, pero algo dentro de mí exigía sentir nuevamente al chico que tenía enfrente.

Lentamente me acerqué, dejando muy claras mis intenciones y al ver que no planeaba objetar, me abracé a él, de la misma manera en que lo hacía con mamá. Me sorprendió aun más el hecho de que esta vez sus brazos me rodearon… era muy cálido y de alguna manera diferente a cuando me abrazaba mamá.

—Me… me alegro mucho de que hayas regresado —admití sin atreverme a separar de él.

—Volví por esta razón —dijo provocándome confusión.

—¿Eh? —un montón de cosas cruzaron por mi mente, pero preferí callar y escuchar su respuesta antes de decir algo fuera de lugar.

—Creo que también eres diferente a todos los demás… Esta manera que tienes para mostrarte sincero y dar muestras de afecto con tanta facilidad, me resulta sumamente intrigante… ¿Eres así con todas las personas a las que conoces? —ahí estaba de nuevo, esa extraña manera de expresarse ¿pero me preguntaba que si era así con todo el mundo?

—No… bueno, además de mis padres no tengo mucho contacto con las personas puesto que siempre terminan burlándose… yo… no tengo amigos —nunca me había puesto a pensarlo pero ahora que lo decía así sonaba de lo más trágico y mi moral estaba por ir a dar directo al suelo cuando una idea paso por mi mente fugaz igual que un relámpago—. ¿Quieres ser mi amigo? —pregunté separándome para poder observarlo, mi corazón se agito y la espera de una respuesta me pareció casi eterna.

—¿Amigos? —repitió como sopesando su respuesta—. De acuerdo —dijo al tiempo que asentía inclinando un poco su cabeza, no sonrió ni mostró una pizca de la desbordante alegría que yo sentía, pero no podía importarme menos ¡por fin tenía un amigo!

—Mi nombre es Emile, aunque mis padres me llaman Emi… tú también puedes llamarme así —¿era extraño no? Presentarme hasta ahora y no en un principio como hubiera sido lo correcto, le sonreí en todo momento, tratando de restarle importancia a mi falta—. ¿Cuál es tu nombre? —pregunté logrando que el pelirrojo se sobresaltara, cómo si hubiera preguntado algo indebido.

—¿Mi nombre? —asentí ante su pregunta… ¿era idea mía o estaba nervioso?—. M-me llamo… Al… —por primera vez vi que la seguridad que acostumbradamente irradiaba se estaba esfumando.

—¿Al? —pregunté tratando de recuperar su atención—. ¿Al, qué? —¿Albert? ¿Alfred?  ¿O algo parecido?

—Mmm… Sólo Al —afirmó sin atreverse a mirarme a los ojos, bueno, si él lo había dicho quién era yo para cuestionarlo.

Desde ese día todas las tardes sin falta comenzamos a reunirnos y poco a poco nos fuimos conociendo; aun cuando él no hablaba mucho de su familia, no mostró tanta resistencia para hablar de sí mismo. Jugábamos por el bosque al escondite, nos mojábamos los pies en el riachuelo o simplemente nos sentábamos para conversar.

Fue cuestión de tiempo antes de que los lazos que existían entre nosotros se estrecharan; cambió su semblante triste por una hermosa sonrisa y reía ante las ocurrencias que tenía de vez en cuando.

—¿Qué otra cosa te gusta hacer Al? —cuestioné mientras examinaba el follaje de los árboles, ambos nos encontrábamos recostados sobre el suelo buscando descanso tras la carrera que habíamos hecho y en la cuál por más que me había esforzado fui derrotado…

—Leer y escribir —dijo mientras se giraba para mirarme.

—¿Tu escribes? —pregunté sorprendido, girándome para corresponder a su atención.

—Sí, pequeños cuentos, no soy muy bueno, pero intento mejorar —reconoció alzándose de hombros—. ¿Te gustaría leerlos?

—Me encantaría… pero no sé leer —pocas personas en el pueblo sabía leer o escribir, incluso mis padres sabían sólo lo más básico. El pelirrojo me miró como si le hubiera confesado que había cometido un crimen, no pude evitar sentirme un tanto incómodo.

—¿Quieres aprender? Puedo enseñarte —ofreció sin titubeos.

—¡Claro! —grité eufórico arrojándome sobre él, terminamos rodando entre risas antes de volver al tema—. Muero por aprender, así podré leer lo que has escrito —Al sonrió y asintió satisfecho.

A partir de ese día, cada que nos veíamos Al me mostraba algo nuevo, fue una pena que no haya sido tan sencillo como pensaba. Pasaba horas practicando en la tierra con ayuda de alguna ramita para mejorar la manera en que trazaba las letras; repetíamos los sonidos de éstas al combinarse una y otra vez, creí que moriría antes de lograr memorizar todo lo que Al me enseñaba.

—Estoy agotado —admití dejándome caer sobre las hojas secas, el pelirrojo negó con la cabeza y luego se sentó a mi lado.

—De acuerdo, descansemos por hoy —respondió sin más que hacer, era obvio que por más que lo intentara, hoy no obtendría más esfuerzo de mi parte.

—Oye Al… —dije llamando su atención—. ¿Seremos amigos para siempre? —pregunté repentinamente.

—¿A qué viene esa pregunta? —interpeló enarcando las cejas en una expresión de desconcierto.

—Sólo me surgió la inquietud de pronto —respondí con absoluta sinceridad, una vez que algo llegaba a mi mente era difícil que se quedara ahí mismo.

—Por supuesto Emi, para siempre —afirmó con una sonrisa que me tranquilizo de inmediato.

Para siempre…

En aquel momento no pude dimensionar el significado real de esas palabras. Fue triste descubrir que para un par de niños de nuestra edad era una promesa que estaba más allá de nuestro alcancé…

Notas finales:

¿Les ha gustado? 

Espero que sí, me gustaría que le dieran una oportunidad a este fic igual que lo han hecho con los otros, agradeceré muchísimo que se tomen el tiempo para leer y más aún si me dejan sus reviews!!

En fin, tampoco están obligados XD espero actualizar la siguiente semana, nos leemos pronto!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).