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Rainy Love, Wild Paradise ~ Winter (We Were In Love) por JHS_LCFR

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Notas del fanfic:

Continuación de Autumn (Rainy Days) :) Se puede leer este fic sin haber entrado en el anterior, no obstante, podrían quedar algunas dudas colgadas (?) Ustedes deciden.

Notas del capitulo:

OMG, ya está, acá está ;A;/

Qué emoción, madres, madres!!

Muchísimas gracias por la espera y...a leer! ^0^

Winter 1

 

Mi vida es como el invierno: es frío, insoportablemente frío y molesto, interminable y blanco. Inacabablemente blanco. Al menos eso pensaba mientras mi madre lloraba entre mis brazos y me pedía que por favor la acompañara a su antigua casa, que no podía irse sin mí, que no soportaba la idea de verme crecer junto a mi padre para terminar envejeciendo al igual que él: decrépita e insensiblemente, sin ningún criterio o moral más allá del de conseguir cuanto dinero pudiese a costa de pisotear la cabeza de los demás.

Cerré mis ojos y besé su pelo, olía a leche y coco, dulce, me abrigaba la nariz. Le susurré que todo estaría bien y que estaba dispuesto a seguirla hasta el fin del mundo, aunque eso significase destruir el mío propio, aquel en el que al fin me habían aceptado como un chico de la clase alta, aquel en el que podía al fin ser saludado por mis vecinos que después no me dejaban tirado en el aula, aquel en el que me daban ganas de salir de casa y socializar con esas personas que, si bien sabían que nunca serían como ellos, hacían la vista gorda y me aceptaban con los brazos algo abiertos.

Nos íbamos dentro de dos días, ya estaba decidido, mañana tendría que ir al colegio y notificar al director sobre las medidas de fuerza que escapaban a mis manos y me obligaban a dejar de asistir a las clases, tendría que explicarle a los chicos y derrumbar todo lo que me había costado de tal manera construir, tendría que despedirme de ellos para siempre, porque sabía que nunca irían a visitarme: salir del country para otra cosa que no fuese la escuela o el extranjero era casi imposible, era una pesadilla, casi les hacía llorar.

Recordé los viajes a Japón, recordé las continuas invitaciones a la piscina y el campo de paintball de casa, recordé los constantes rechazos hasta que finalmente se me dio el sí: años, años enteros insistiendo, pensando, preparando todo minuciosamente…años enteros esfumados en un instante, en una sesión de sexo torpe entre mi papá y la mucama sumado al factor de mi madre volviendo a casa más temprano de lo habitual, descubriéndolos al instante.

Entre los llantos de mi madre oí “escuela pública”, “trabajo a medio tiempo”…“nos las arreglaremos de algún modo”.

Apreté el abrazo, temblé de pies a cabeza.

No quería irme, no podía: no me animaba a volver a ser el Jongin de antes, no quería renunciar a la buena vida.

No quería tener que esforzarme para ganar, para ser reconocido.

Ya lo había hecho en demasía cuando había llegado al country. Me ahogaba la idea de tener que ser rechazado y olvidado de nuevo.

Aún así, tragué saliva y recién comenzado el otoño, decidí marcharme: comenzaría a pasar entonces los fines de semana con papá en “casa” según un acuerdo que habían tenido; una vez cumpliese los dieciocho años, mi madre me dijo que podría hacer lo que quisiera, pero sabía que le haría trizas verme volver al barrio privado.

El proceso se dio mucho más naturalmente de lo que pensaba: mis padres no eran personas rencorosas y rápidamente el odio fue siendo reemplazado por el alivio; mamá sabía desde siempre que papá andaba embobado con la chica de la limpieza, sólo necesitaba una prueba concisa para irse de “ese inmundo lugar lleno de víboras ricas”…y papá, por su parte, admitió que había cometido un error al elegir a mi madre para que lo acompañase por el resto de la eternidad, alegando que “por mucho que le gustase la buena vida, no estaba lista para acarrear con todas sus desventajas” (como por ejemplo, el trato de la gente).

Si haberse casado con mamá había sido un error… ¿Entonces tenerme a mí…? No, nunca me animé a preguntarle, lo interpreté de la peor forma posible y luché con el nudo en mi garganta: pronto pasaría, en meses no pisaría más su estúpida casa.

Lo que más admiro de mi madre, ahora que pienso de vuelta en el divorcio, fue su dignidad y su poder de autosuficiencia: no pidió un camión de mudanzas, no agarró una sola caja ni luchó por conseguir uno de los autos o bien conciso, simplemente se llevó las fotos de su familia que descansaban en el cuarto de casados y en un bolso metió la ropa que ella misma se compraba. El resto murió en el ático, lo comprobé cuando tocó mi turno de agarrar mis pertenencias: mamá aún así lo miró con la cara en alto y le dio las gracias así como le pidió perdón, luego me tomó de la mano y nos fuimos caminando; me ofrecí a llevar sus bolsos, mis cosas llegarían en una semana.

En el autobús no la vi derramar una lágrima, en cambio sí tenía las manos con cayos y varios papeles impresos entre sus dedos: iba por ahí repartiendo su currículum, en ningún momento dejó de buscar trabajo.

Me quebré: a partir de entonces deseé ser como ella, decidí poder ser igual de valiente, igual de firme e inquebrantable ante las adversidades.

Mi madre es más que la luz de mis ojos. Mi madre es inspiración, es vida, es anhelo. Es la esperanza de un mundo y una vida mejor que va más allá de los viajes a Japón y una estúpida cancha de paintball.

 

 

-Y uno, dos tres, cuatro. Paso, paso, siete y ocho.

Giramos sobre nuestro eje al mismo tiempo, él claramente aterrizó con muchísima más gracia y hasta dobló la pierna de soporte para bajar más elegantemente la mano. Intenté hacer lo mismo y me tambaleé, causándole gracia.

-No copies al maestro, no eres tan bueno como él aún—me dijo altaneramente, amagué a pegarle y terminé acariciándole el pelo—Aún no entiendo por qué haces eso.

-Me gusta tu nuevo color, luce como…caramelo. Pero sinceramente lo tienes demasiado largo, pareces mujer.

-Cállate, la media cola de caballo me hace todo un semental—replicó acomodándose la campera—deberías verme en acción.

Su hombro había quedado a la vista, usar la ropa de su novio que le quedaba grande era una manía que había tenido desde que lo conocía: persona que conocía, persona a la cual vivía pidiéndole prestada la ropa. No obstante, nunca me había pedido a mí nada, y eso me dolía muy en el fondo.

-Taemin Hyung, ¿Cuándo crees que podamos volver a competir? No me vendría mal algo de dinero, por eso lo digo—aparte, hacía una eternidad que vivía de sus clases gratis, y eso no estaba bien, por más amigos que fuésemos.

Nos sentamos contra la pared de espejos, estirando las piernas en un descanso de cinco minutos.

-Tengo entendido que hay una batalla hoy en el gimnasio de Hyukjae Hyung, debería chequear con él las fechas y los horarios—sacó el teléfono del bolsillo con cierre, tipeó con frenesí—Ah, mensaje de Minho, aparentemente quiere que lo llame.

Apreté los labios y miré hacia otro lado: típico, su chico perfecto le pedía atención y él iba corriendo como perro faldero…y yo, que lo admiraba en silencio desde hacía años, nunca recibía un abrazo, un beso, nada.

Ya sabía que la culpa era mía por no haber marcado territorio. Pero Taemin me resultaba tan atractivo que hasta me asustaba, me aterrorizaba la posibilidad de arruinar nuestra amistad por querer pasar la línea y ser “feo”. O peor aún, “alguien que servía más como amigo”.

-En una semana es su aniversario, ¿No?

-Exactamente—sonrió, guardando el teléfono— Cinco años, han pasado volando.

-¿No ibas a llamarlo?

-Le dije que estaba contigo, que esperase a que terminemos.

Bueno, que se concentre en ti cuando es tu turno es algo, me consolé.

Me levanté y le tendí la mano, el equipo de música nunca había dejado de sonar.

-Vamos, quizás te tiene una sorpresa o algo y tú lo estás menospreciando.

 

 

Por supuesto que lo iba a estar esperando a la salida del gimnasio, por supuesto que iba a ir vestido como todo el modelo que era y era más que obvio que iba a posar sobre el árbol del lado derecho de la puerta de entrada. Era más que obvio que iba a sonreír de lado y que no sacaría las manos de los bolsillos de su sobretodo al ser abrazado por Taemin, algo en su cabeza lo obligaba a permanecer en el modo “señor frío y de pocas palabras” incluso con su pareja, hasta en situaciones íntimas y delicadas, según se me había informado.

No era que Minho me cayera mal…pero Taemin era de esas personas que necesitaban cariño en grandes cantidades y a todas horas, el tipo no podía darse el lujo de fingir que nada le alteraba y mucho menos hacer de cuenta que tenía un corazón de piedra.

Yo puedo ser mucho mejor que Minho…yo puedo llegar a ser todo lo que Taemin desea.

Lamentablemente, lo que Taemin buscaba era un Minho. Y como ya tenía uno, ¿Para qué molestarme en meterme en el camino y arruinarles la relación?

Luego de ser despedido con un brusco despeinar, Taemin volvió a correr hacia su estúpido príncipe azul y se fueron con el primero enroscando el brazo derecho alrededor del izquierdo del otro, como una pareja de ancianos que se habían vivido y amado todo, hasta el cansancio.

No me caía mal Minho, estaba seguro de ello. Pero me enervaba no poder estar en su lugar…me enervaba que las cosas siempre terminaran jugando en mi contra, o sea, ¿Qué más me faltaba, a ver? Díganme.

Repensando en la mugre que me caía sobre los hombros cada día al despertarme, saqué el celular que vibraba en mi bolsillo y ni me tomé la molestia de ver quién era; total, ya lo sabía, me había llamado todos los días luego de salir de las clases (desde que se había enterado que las tenía más bien).

-¿Te paso a buscar?—preguntó apurado y con ruido de automóviles de fondo, no debía estar lejos.

-Ya estás viniendo, así que no puedo decirte que no—sonreí con cansancio, no andaba con ganas de fingir que estaba bien.

-Cierto, estoy llegando… ¡Dios, sí que hace frío!

-No me digas que saliste con ese buzito marica negro y la “bufanda Griffindor”—le molesté, caminando despacio para que me encontrase.

-No pienso tirarlo ni dejar de usarlo y salí apurado, por eso no me acordé de traerme guantes ni saco…carajo, me congelo.

Apareció en la esquina y se detuvo en seco, cortando y trotando hacia mí con aquella mirada apagada y lamiéndose constantemente los labios: no me moví un centímetro, parpadeé cansadamente mientras él me quitaba la mochila del hombro y tiraba de mi mano, llevándome entre la gente emponchada y con la mirada fija en el camino de escarcha.

-¿Cómo estás? ¿Te divertiste, bailaste mucho?

Sehun tenía esa cosa que me exasperaba generalmente pero que ciertos días me hacía bien: se preocupaba por mí, buscaba todo el tiempo que yo me descargara con él, que le contara todo y que buscara una especie de “zona confort” en su amistad; y no era que no se lo agradecía, todo lo contrario…pero hablar y renegar sobre el hombro de alguien realmente no arregla las cosas.

-Hoy tu mamá pasó por el barrio, dijo que se había olvidado unas pinturas viejas en tu ático, ¿Puede ser?

-Tal vez—me encogí de hombros—Ya casi no la veo, vive trabajando o llorando en casa de mis hermanas.

-Hm, debe ser difícil—posó una mano sobre mi hombro mientras caminábamos, la aparté dulcemente—Perdón, ¿Estás de mal humor? ¿Quieres que me vay---

-Sehun, por favor—suspiré, mirándolo con desgano—Sólo…sólo guarda silencio. Dos minutos, tal vez dos y medio, te lo suplico.

Pensativo, asintió y volvimos a andar. Por la zona, supuse que querría llevarme a algún lugar para comer algo caliente o quizás encerrarnos en alguna cafetería, por lo que vivazmente tomé el mando y empecé a doblar y cruzar por donde se me daba la gana, siendo seguido sin quejas y dirigiéndome poco a poco a mí casa.

Ni una palabra rebotó en mi nuca, para cuando empecé a sentirme culpable ya estaba buscando las llaves del portero en la mochila. Sin mirarlo y rebuscando entre la ropa de baile y los CDs, murmuré:

-¿Quieres pasar? Como te dije, seguramente no hay nadie.

Entrando, mantuve la puerta abierta cinco segundos, el buzo de Sehun rozó mi espalda y sonreí, dejando que cerrara. Ignorando los gritos del pobre novio de Jongdae que parecían atormentarnos todos los días, subí los escalones sintiendo el calor de Sehun detrás de mí, abrigándome, molestándome…siéndome extrañamente necesario.

-¿Quieres café, té, algo?—preguntó temeroso mientras yo entraba el departamento y lo dejaba pasar; lo dejé a su elección—Supongo que las cosas están donde siempre.

-Exacto—dejé caer la mochila en el piso de la entrada, camino al baño fui quitándome la ropa—Me baño y vuelvo, tú ve haciendo eso.

Ni bien cerré la puerta del baño y abrí el grifo del agua, fruncí el ceño, perdiéndome en las gotas que caían por los azulejos y zigzagueaban para encontrarse y fundirse en una. No era la primera vez que la pregunta asomaba por mi cabeza, y tampoco era la primera vez que no le encontraba respuesta.

¿Por qué Sehun viene casi todos los días?

¿Por qué siempre viene solo, por qué se queda hasta entrada la noche?

¿Qué le pasa, desde cuándo le preocupo tanto?

Hacía aproximadamente cuatro meses, sí…él venía, primero callado y quieto en una esquina, se inclinaba exageradamente para saludar y pedía excesivos perdones y permisos para todo, incluso para sentarse. Luego la relación volvió a asentarse, volvimos a codearnos y pegarnos con cariño una vez que pareció encontrarse a gusto con el entorno (quizás era eso, la casa podría parecerle asfixiante de lo pequeña que era), pero después…después pasó “eso”, y algo me decía que las cosas estaban tomando un camino, a mi parecer, nada agradable.

Pasó un mes y medio atrás, cerca del festival donde Baekhyun y Chanyeol se reconocieron abiertamente como pareja a pesar de que medio mundo ya lo sabía o incluso lo sospechaba.

“Qué lindos se ven juntos”, había dicho Sehun mientras caminábamos detrás de ellos, esperando a que nos llevaran a algún bendito puesto en vez de caminar mimándose y besándose sin descaro.

“Me pregunto con quiénes iremos a terminar tú y yo”.

Al segundo sentí una especie de reloj activarse en mi pecho, un reloj en perfecto estado que había estado esperando el momento justo para arrancar, un reloj que ahora encontraba su lugar y deber en el mundo: apurarme, estresarme.

Cada momento con Sehun, cada palabra intercambiada.

Tic, tac, tic, tac.

No sabía si iba en cuenta regresiva o registraba lo que tardaba en…

…en…

¿En qué?

Sacudí la cabeza y mis cabellos mojados picaron en los ojos y la frente, aparentemente me había bañado sin darme cuenta, automática y robóticamente.

Más o menos cuatro meses…

¿Qué puede estar esperando Sehun de mí durante cuatro meses?

¿Qué puedo llegar a esperar yo de él?

-¡Kai!—oí desde la sala—¿Ya saliste? Mira que esto se enfría.

Con temor tomé el picaporte: de repente la simple idea de salir me asustaba, me estrangulaba y retenía los pies al piso, sin poder levantarlos para caminar.

Oh, vamos. Tampoco es para tanto, me alenté.

No pasa nada, es sólo salir y hablar…

Tú casa, tus reglas.

Bien, eso me gustaba.

No obstante, terminé escapando hacia mi cuarto, buscando qué ponerme y a la vez bajar el mareo y los nervios que me atacaban molestosamente: tomé una remera cualquiera azul y pantalones de gimnasia del mismo color pero más oscuro, cubriéndome a medias la ropa interior gris, dejando el elástico fuera.

¿Interpretará eso como algo?

-Pero, ¿¡Qué mierda va a interpretar!?—reté al reflejo en el espejo del armario—Es tu forma de vestir, tonto, no estás queriendo incitar a nadie.

¿Quién dijo que estoy incitando? ¿Quién dijo siquiera que algo pasa entre tu amigo y tú?

Puchereé, molesto.

-Tengo que dejar de discutir conmigo mismo.

-Kai—Sonó como una orden, un llamado de atención: Sehun asomaba la cabeza por la puerta y ponía un pie dentro del cuarto, mano aún en el picaporte y ojos fijos en los míos—¿Qué estás haciendo? Se enfrió todo y terminé comiéndome todas las tostadas—caminó hasta pegarse a mi espalda, descubrí su reflejo detrás del mío, posando su mano sobre mi hombro—¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Me giré bruscamente, asustado. De repente no podía respirar tranquilo y las manos me sudaban sin control; inflando el pecho, solté el aire en un jadeo incómodo.

-¿Qué quieres de mí, Sehun?

Su sorpresa me pinchó en el hígado, quizás lo había malinterpretado todo.

-¿Qué sientes por…?- era una lija, una lija en mi garganta—¿Por qué vives en mi casa, por qué sólo me visitas a mí, por qué me llamas cuando no estamos juntos y me pides que te hable hasta que te duermas?

-Yo…yo…

-No soy tonto—acerqué mi rostro cuanto pude, exhalando contra él, el aire desviándose hacia su cuello y su clavícula que asomaba, detalle tan característicamente suyo—Dime, Sehun…dime qué esperas de mí, dime qué buscas con todo lo que haces.

Su rostro volvió a la mueca inmutable con la que lo conocí e, indiferente, se lamió los labios como siempre. Como el Sehun de siempre. No obstante, este Sehun irradiaba electricidad: se veía y actuaba igual, pero todo él cargaba en los poros otra energía, otra esencia.

-Si te cuento la verdad—acarició mi antebrazo, levantando mi manga para rozar directamente la piel—Prométeme que no te enojarás…y que aguantarás conmigo hasta el final.

Se me erizaron los pelos de la nuca, suspiré contra su boca e instintivamente le tomé de la cadera para juntar nuestras entrepiernas.

Él quería.

Yo quería.

Me empujó hasta la cama y luego se dejó tumbar, en el camino averiguamos si había sentimientos en común de por medio o si sólo nos habíamos entregado juntos a la repentina necesidad de hacer algo.

 

 

-…Jongin…

-Mh—giré la cabeza, acostado boca abajo y con medio cuerpo sobre el suyo;  en la blanca y suave piel yacían bestiales marcas y rasguños, sonreí orgulloso.

-¿Qué…qué fue eso? Lo que acaba de pasar.

-Lo mejor que pudo habernos pasado—murmuré—O el peor error cometido, ¿Verdad?

Sonrió con tristeza, descansaba boca arriba y buscó la mano libre para entrelazar los dedos con la que estaba bajo mi cintura, abrazándome.

-Me leíste la mente…pero en serio quiero saber.

Torcí la boca, recalculándolo todo, considerando los pros y los contras del presente, del pasado y del futuro, todo lo que podía llegar a ganar y todo lo que acababa de perder.

-Decidámoslo con el tiempo, no podemos juzgar racionalmente algo que recién pasó. Necesitamos pensar con claridad, y esto que hicimos no presenta ningún rastro de mi raciocinio.

-No—coincidió, acostándose de lado y acercando su pelvis a mi pierna; cerró los ojos y se  dispuso a dormir—La verdad que no.

 

 

 

Notas finales:

Jojo, seguro terminó más de uno confundido (?)

¿Y, qué les parece? ^-^


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