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Je t'aime por saotaky

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Notas del capitulo:

Todo el asunto de terminar la secundaria y empezar la universidad me está dejando sin tiempo para respirar jajaja. Voy a seguir con "Amor y odio", solo que ando retrasada. Y para no perder el hilo, dejo un fic que tenia medio hecho de hace un tiempo, y me hice un ratito para pulirlo. Ojala les guste :) 

Después de tanto esperar por fin ya lo tenía como quería. Bajo su cuerpo. Retorciéndose. Gritando y gimiendo a más no poder. Su lengua recorría cada rincón de aquel tesoro virgen que tenía en su poder, saboreando aquella cándida y tersa piel.  Se deleitaba con esos labios que tantas veces había deseado poseer, con ese sabor único que lo tenía loco.

El calor entre ambos cuerpos ya era inhumano. Podía escucharlo suplicarle que entrara en él. Al fin concretaría ese anhelo con aquella persona que ocupaba sus pensamientos y su corazón las 24 horas del día. Estaba por penetrar aquella primeriza y estrecha cavidad cuando sintió como alguien lo llamaba a lo lejos…

Profesora: ¡Señor Okami! ¡Puede poner atención a la clase por favor!

Koga: ¿Eh? ¿Qué? –dijo parpadeando rápidamente.

Otra vez le había pasado. Otra vez había vuelto a soñar despierto. Era común en él que su mente volara sola y sin reparo. Solo bastaba que estuviera lo suficientemente aburrido como para apagar sus sentidos, fijar su vista en algún punto y dejar que su imaginación haga el resto.

Koga: Lo siento profesora, no volverá a pasar –trataba de ser encantador con la mujer, cosa que casi siempre le funcionaba, de no ser porque su profesora de francés lo detestaba.

Profesora: Más le vale. Lo que menos quiero es tener que verlo durante el verano.

Koga: Somos dos –dijo por lo bajo.

Una última mirada asesina por parte de la profesora que alcanzó a escuchar lo que dijo Koga y unas risas de sus compañeros, pusieron fin al acontecimiento casi diario en esas clases. Koga desvió su vista que estaba en la profesora, quien volvió a voltearse para seguir en el pizarrón, hacia su compañero de dos bancos adelante en diagonal. Allí estaba. El protagonista de sus sueños, de sus fantasías. El chico que le robaba desde suspiros hasta las ganas de comer. Inuyasha Taisho.

Inuyasha era un chico diferente a él. Era muy inteligente y buen alumno, querido por todos los profesores y admirado por sus compañeros por eso. Estaba en el club de tenis del colegio, hasta para los deportes era fino y reluciente. Por el contrario, Koga era de esos alumnos que aprobaban con lo justo, no eran los favoritos de los profesores y no se destacaban en nada, salvo en atletismo, el deporte que practicaba. Koga no solo no tenía a favor unas buenas calificaciones sino que también su comportamiento daba mucho que desear. Solía faltar seguido a las clases, se distraía fácilmente y no mostraba dedicación. Todo lo opuesto a Inuyasha, que era la imagen de la perfección. Y eso era lo que a Koga más lo atraía. Deseaba corromper ese semblante puro, llevar al límite su razón, enloquecerlo. Desvirgar aquel cuerpo. Deseaba hacerle las cosas más horribles y a la vez hermosas que se le ocurrían. Y no estaba dispuesto a que esas fantasías se quedaran solo en su imaginación. Se había decidido, y hoy abandonaría los sueños para ir por la realidad.

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El timbre que daba fin a las clases retumbó en todos los salones del Instituto Shikon no Tama. Pero a diferencia de colegios normales, los alumnos no se irían a sus casas…ya que estaban en ella. El Instituto era un colegio de pupilos, solo para hombres. Uno de los mejores del país. Los alumnos ingresaban al comenzar el año y cursaban todo el ciclo lectivo como residentes del campus estudiantil. Tenían permitido viajar a sus casas en los fines de semana, pero por cuestiones de comodidad o simplemente por la lejanía, algunos preferían quedarse en el Instituto y esperar a las vacaciones para ir a sus hogares. Después de todo, no era un castigo habitar ese colegio, ya que había todo tipo de actividades recreativas, clubes y deportes que mantenían a los estudiantes entretenidos y ocupados en sus ratos libres. Era un colegio secundario prestigioso y de buena reputación. Si bien no todos allí eran excelentes alumnos, todos cumplían con los requisitos mínimos para ser aceptados dentro. Los alumnos del Shikon no Tama, se distinguían por salir graduados con grandes conocimientos en todas las materias y preparados para cualquier cosa. El Instituto aspiraba a crear grandes profesionales para el futuro, que hoy por hoy, eran adolescentes soñadores que cursaban el secundario con el prestigioso uniforme de la escuela, que consistía en un pantalón y saco de color azul oscuro, con zapatos negros y una corbata rayada.

Los alumnos salieron de sus aulas, muchos hacia sus respectivas habitaciones a descansar, otros al campo de deportes, otros a la cafetería y demás. Pero Koga sabía muy bien a donde iría, o mejor dicho tras quien.

Koga: Hola compañero –dijo llegando al lado de Inuyasha y caminando a su lado.

Inuyasha: Hola Koga. ¿Sucede algo?

A Inuyasha se le hacía raro que Koga fuera a hablarle. No era que se llevaran mal, pero no tenían mucha relación. Solo compartían la clase de francés, pero eso era más que suficiente para que Inuyasha se diera cuenta de que no era el mejor alumno. Aunque se reía y divertía mucho con sus discusiones con la profesora. Le parecía un chico agradable y con un “no sé qué” que le generaba una excitante perturbación.

Koga: La verdad sí. Es que necesito tu ayuda, si no es mucha molestia.

Inuyasha: ¿En que podría ayudarte yo? –algo confundido.

Koga: Como habrás visto, francés no es mi fuerte y a la profesora no le caigo muy bien que digamos…

Inuyasha: Sí, lo noté –río.

Koga: Es bastante obvio –río también, tratando de no evidenciar que estaba hipnotizado por la sonrisa de Inuyasha-. Me vendría muy bien sacar una buena nota en el examen del viernes para poder salvar mi semestre. Y quería saber si tú podrías ayudarme.

Inuyasha: Claro –dijo sonriente.

Koga: ¿De verdad? –emocionado.

Inuyasha: Sí, de verdad. Pero te advierto, deberás comprometerte y seguirme el ritmo.

Koga: Haré lo mejor que pueda, te lo prometo –con una gran sonrisa.

Inuyasha: Genial. ¿Y cuando quieres empezar?

Koga: Cuando tú quieras, tú eres el maestro.

Inuyasha: Tengo práctica de tenis ahora, pero cuando termine puedo pasar por tu habitación  y empezar. ¿Te parece?

Koga: Me parece genial –dijo con una media sonrisa que descolocó un poco a Inuyasha.

Casi a saltos causados por su felicidad, Koga volvió a su habitación, donde se encontró con sus dos mejores amigos con quienes compartía el cuarto: Ginta y Hakaku.

Koga: Chicos les invito una merienda para ambos en la cafetería del campus.

Ginta: ¿En serio?

Koga: Sí, y traten de tardar lo más que puedan.

Hakaku: Espera, ¿porque?

Koga: Recibiré una importante visita en una hora. Necesito la habitación a solas.

Ginta: Ah, ya entiendo. A solas –arqueando las cejas.

Koga: Te juro que nada me haría más feliz que necesitar la habitación para eso, pero no, viene a ayudarme a estudiar.

Hakaku: Vaya –rió-. ¿Y quién es?

Koga: Y…. ¿cuánto van a necesitar para tardarse un buen rato? –dijo evadiendo la pregunta de su amigo.

Ginta: Sorpréndenos.

Koga: Esta bien. Pero de regreso me traen algo para cenar eh.

Koga sacó su billetera, tomó un puñado de muchos billetes y se los entregó a sus amigos. Luego, casi a las patadas los corrió de la habitación agradeciéndoles y pidiéndoles nuevamente que tardaran mucho.

Ginta: ¿Tu quién crees que sea?

Hakaku: Por su emoción, me atrevería a decir que es el chico que juega al tenis, ese a quien le habla dormido todas las noches.

Ginta: Ojala, a ver si por fin se saca las ganas y deja de hablar toda la noche –rieron.

Si bien Koga nunca se los dijo, Ginta y Hakaku sabía que él estaba enamorado de Inuyasha. Y como no estarlo, hasta ellos coincidían en que era un chico hermoso.

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Pasado el rato, en las canchas de tenis, un chico de pelo negro y largo, con sus hermosos ojos dorados terminaba la práctica de su deporte favorito. Su contrincante en el partido de práctica era nada más y nada menos que su mejor amigo, o mejor dicho, hermano del alma, Miroku. Él y Miroku se conocían desde pequeños. Fueron vecinos toda su vida, hicieron la primaria juntos y a la hora de buscar colegios secundarios, ambos enviaron sus solicitudes al Instituto Shikon no Tama para seguir juntos, y para su suerte, ambos entraron. Compartían todo, hasta la habitación. No eran uno sin el otro.

Miroku: Buen partido amigo –dijo yendo con él a la banca.

Inuyasha: Igualmente Miroku, gran revés.

Miroku: Gracias –sonrió-. ¿Quieres que vayamos por unas malteadas a la cafetería? Yo invito.

Inuyasha: Te lo agradezco hermano, pero debo ir a ayudar a Koga a estudiar francés.

Miroku: ¿Koga Okami? –Inuyasha asintió-. Ah, lo conozco, está en mi clase de matemáticas. No es un alumno muy brillante.

Inuyasha: Lo sé, por eso voy a ayudarlo.

Miroku: Bueno, tú te pierdes las malteadas. Nos vemos a la noche –dándole una palmada en la espalda.

Inuyasha rió por las palabras de su amigo, y tomando sus cosas se encaminó a la habitación de Koga. No sabía porque, pero se sentía algo nervioso. No era la primera vez que alguien le pedía ayuda para estudiar, y era algo que le encantaba hacer, pero esta vez era diferente. Sentía nervios y a la vez ansias.

Ya estado frente a la puerta dio dos toquidos y sin hacerse esperar la abrió un muchacho un poquito más alto que Inuyasha, de tez morena, pelo largo atado con una coleta y unos hermosos ojos azules.

Koga: Adelante maestro –dijo dándole paso a Inuyasha con una sonrisa encantadora.

Inuyasha: No me digas así –rió-. Gracias –dijo entrando.

Koga notó instantáneamente lo bien que le quedaba a Inuyasha la ropa deportiva que traía. Esas bermudas a la rodilla y esa playera al cuerpo que marcaba su espalda. Estaba para comérselo crudo.

Inuyasha: Bueno, ¿donde se supone que estudias?

Koga: Em, bueno, hay un escritorio debajo de todo eso –dijo señalando una parva de ropa.

Inuyasha: Wow, esto será más difícil de lo que creí.

El ojidorado le habló al moreno sobre la importancia de un área de estudio espaciosa y que no distrajera. Juntos ordenaron el escritorio de la habitación, el cual sería por primera vez utilizado por Koga, aunque este sospechaba que sus amigos lo hayan usado alguna vez también. 

Se sentaron frente a él y pusieron encima los libros de estudio. El examen que tendrían en tres días sería de conjugación de verbos en francés y emplearlos en oraciones. Algo que a Inuyasha, quien llevaba la materia al día, le resultaba fácil. Mientras que para Koga era una lengua muerta prácticamente.

Afortunadamente, aunque el moreno no creía que alguna vez aprendería a diferenciar las palabras y a utilizarlas, Inuyasha había hecho una especie de milagro en él. Habían pasado cerca de dos horas y Koga sabía conjugar verbos y utilizarlos adecuadamente.

Inuyasha: A ver… Di esta: Él me amó toda su vida –dijo leyendo del libro.

Koga: ¿Como se dice “toda su vida”?

Inuyasha: Toute sa vie, pero ya te dije que solo te preocupes por el verbo.

Koga sabía que no importaba otra cosa que no fueran los verbos, pero le encantaba la forma en la que Inuyasha hablaba francés. Una vez había escuchado decir que el francés era la lengua más sensual de todas, por la forma en que la boca se mueve al pronunciar las palabras. Y teniendo a Inuyasha frente suyo hablando así, lo comprobaba.

Koga: Il m'aime toute sa vie. ¿Lo dije bien?

Inuyasha: Casi –dijo encantado por la ternura que le generaba Koga-. No parece muy importante, pero la simple pronunciación cambia todo. Allí dijiste, “el me ama toda su vida”. Tendrías que conjugar el verbo al pasado. Intenta otra vez.

Koga: Il m'aimé toute sa vie… ¿Mejor?

Inuyasha: Mucho mejor –con una sonrisa-. Entonces repasemos. Il m'aime, es él ama. Il m'aimé, es él amó…

Koga: ¿Y te amo? –lo interrumpió mirándolo fijamente a los ojos.

Inuyasha: Je t'aime –dijo con una voz que delataba los nervios que le generaba la mirada de Koga.

Koga: Je t'aime…ya veo.

Los nervios de Inuyasha se notaban a kilómetros y eso ponía contento a Koga, al pensar que quizás él también sentía cierta atracción. Mientras el moreno estallaba de felicidad internamente, Inuyasha se sentía desorientado en su propia cabeza. Koga siempre le pareció un chico extremadamente atractivo, pero no contaba con que fuera tan encantador y seductor. Sus esfuerzos por no mirarlo con otros ojos se estaban haciendo cada vez más ineficaces.

Inuyasha: Em, bueno. Creo que fue suficiente por hoy, no quiero marearte.

Koga: No te preocupes, eres un gran maestro, en serio.

Inuyasha: Tú resultaste mejor alumno de lo que pensé –rieron.

Ya era casi hora de cenar. Koga acompañó a Inuyasha hasta la puerta y lo despidió con una gran sonrisa y un agradecimiento, pero no sin antes acordar nuevamente para mañana. El ojidorado se fue directo a la cafetería donde se encontró con Miroku y otros amigos, mientras que Koga esperó en su habitación a que llegaran sus amigos con la comida, que afortunadamente, solo tardaron unos minutos luego de que se fuera Inuyasha.

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Ya siendo altas horas de la noche, todo el mundo en el Instinto dormía profundamente. En una habitación de dos, uno dormía roncando profundamente, mientras que otro se movía de aquí para allá, soñando lo impensado. Una mente tan limpia como la de Inuyasha, jamás había sido albergue de pensamientos tales como los que se adueñaban de su fantasía y lo trasladaban a un sueño ardientemente pasional. Se veía a sí mismo acorralado contra una pared, siendo besado de manera desenfrenada por aquel muchacho moreno de ojos azules. Las manos de Koga hacían maravillas en el cuerpo de Inuyasha, despojando a su paso cada prenda que impidiera tocar su piel. Se veía a sí mismo sin hacer nada más que suspirar y estrechar más su cuerpo contra el de Koga, mostrando una satisfacción y un placer inimaginables.

Se despertó de un sobresalto. Vio a un lado y encontró a Miroku durmiendo profundamente en una posición incómoda. Rió al verlo así. Fue hasta el baño que tenían dentro de la habitación y se lavó la cara. Luego volvió a la cama para encontrarse con que su almohada estaba llena de baba. Se avergonzó un poco de sí mismo al pensar que esa baba la produjo él durante el sueño. Se acostó, viendo que aún le quedaban unas horas más para dormir. Tardó un rato en conciliar el sueño nuevamente. Repasaba las imágenes de la reciente jugada de su imaginación una y otra vez. No podía evitar sentir un cosquilleo al imaginarse a Koga besándolo de esa manera. De alguna manera deseaba que ese sueño se hiciese realidad. Finalmente se durmió, pensando en aquellos ojos azules que lo perturbaban y enloquecían tanto.


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