Prologo
Un hermoso rubí estrellado es colocado en una base de oro con tallado de enredaderas.
Originalmente estaba destinado a ser entregado como regalo de compromiso a la persona amada.
Yo, el hombre más joven de la familia Antares, había mandado a hacer ese medallón pero las malas lenguas decían que mi familia no merecía ni su fortuna ni la felicidad y yo un joven enamorado no podría ser feliz.
Fue entonces cuando los dioses decidieron divertirse a costas de la familia Antares.
Cuando volvía de recoger personalmente el medallón, los caballos que conducían la carreta enloquecieron y tomaron su propio rumbo hacia un precipicio, el conductor me dijo que saltara o de lo contrario terminaría al fondo del precipicio, obedecí la instrucción salvando mi vida. Un hombre que ahora puedo deducir era un enviado de los dioses apareció ante él arrebatándole el medallón por unos instantes, recito algo en otro idioma y desapareció.
Tome el medallón y me encamine rápidamente a la casa de mi prometido, donde le conté lo sucedido.
— ¿No recuerdas nada de lo que dijo? — me pregunto Dégel.
— Quizás algunas palabras pero no es mucho — respondí el asintió — No debí haberte dado el medallón — dije al ver el objeto que colgaba en su cuello.
— ¿Por qué? Lo mandaste a hacer para mí — asentí — ¿Cuál es el problema entonces?
— Mi intuición me dice que todo terminara mal si te lo quedas — respondí cabizbajo.
Dégel sonrió y se acercó para abrazarme pero al momento de que sus brazos rodearon mi cuerpo algo nos separó abruptamente dejándonos desconcertados.
— ¿Estas bien Dégel? — pregunte mientras lo ayudaba a levantarse
— Sí pero me dolió — respondió mientras me abrazaba, esta vez sin ningún problema.
— ¿Me darás el medallón? — pregunte insistiendo.
— No, tú me lo reglaste ahora es mío — iba a replicar — Kardia, no pasara nada — asentí mientras dejaba que Dégel me convenciera con sus labios.
Tiempo después cuando Dégel logro descifrar lo que el mensajero me había dicho aquella noche, llegamos a la conclusión de que el medallón se había convertido en un arma para juzgar el corazón de los Antares. Dégel me dijo que no hiciera caso puesto que él todavía estaba conmigo y si lo dicho por aquel hombre fuera verdad él ya no estaría.
Sin embargo fue la última vez que lo vi de pie y sonriéndome. A los pocos días cuando fui a visitarlo me encontré con la noticia de que estaba enfermo y que los médicos no sabían que era. Sus padres decidieron llevárselo del país para ver si lograban averiguar que era. Antes de irse Dégel me devolvió el medallón con la promesa de que volvería.
Cumplió su promesa y regreso sano, pero las cosas no volvieron a ser iguales. A pesar de que él me amaba tanto como yo a él, no podíamos estar juntos y no encontrábamos la razón. La malas lenguas hicieron su trabajo ocasionando que la familia de Dégel se lo llevara para evitar que sufriera, no supe más de él.
Aunque el medallón es hermoso, esconde un gran secreto.
El dios Príapo había sido encerrado en el rubí del medallón, llegue a la conclusión de que, su trabajo, efectivamente era el de juzgar el corazón de los Antares utilizando como portador a la persona amada, pero no era todo lo que hacía, se alimentaba haciendo uso de la fuerza vital de la persona y sus emociones hacia el Antares.
A partir de entonces yo y el resto de los Antares nos convertimos en los guardianes del medallón, para evitar que otros salgan heridos.
Aun me cuesta creer que yo no era una buena persona y más aún que ningún Antares lo fuera. Extraño a Dégel, pero imagino que él debe estar mejor si m como muchos lo estarán sin un Antares en sus vidas.
El medallón ha desparecido recientemente, pero por lo conjurado aquella noche aparecerá para juzgar a la familia en cualquier momento.
Un joven arranco la última página de aquel diario y procedió a desordenar las hojas antes de cerrar el libro y meterlo en el paquete junto con el medallón Antares, que sería enviado a Japón esa noche.
— Es hora de que regrese mi señor Príapo — dijo mientras aseguraba el paquete y salía a entregar el paquete al cartero.