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White Love por Agatha Shadiness

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Notas del capitulo:

 

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Dios no me ama y me hace sufrir repitiéndolo en cada cochino fic que posteo.

OOC.

Romance asqueroso. Pero al menos no hay porno (esta es la parte donde salen corriendo).

 

 

White flag.

 

“Tenemos que hablar”

 

Le había dicho Kaiba por teléfono minutos antes, Joey nota cierto deje de cansancio o aburrición en su voz, el rubio no ha podido interpretarlo. Tiene un presentimiento atravesado en el pecho, algo que le advierte sobre un detalle, no sabe cuál es.

Camina entonces con las manos en los bolsillos, sale de su trabajo, un pequeño café en el cual funge como gerente, mesero, barman, todo aquello que haga falta en el momento. Joey siente la piel resquebrajarse cuando el agresivo viento helado acaricia sus mejillas, es pleno Enero y el frío cala hasta los huesos más duros. Se aleja por la banqueta hacia el centro de la ciudad, a la empresa de su novio.

Hay muchas tiendas cerradas, algunas probablemente golpeadas por la delincuencia de su ciudad, otras por la competencia tan dura del mercado, era un milagro que el café sobreviviera después de la recesión mundial. La empresa de su pareja esta a unas cuadras de su trabajo, muchas veces ha ido caminando sólo para interrumpir una aburrida junta y robarle un beso, un hola, hasta un lárgate. Lo abofeteó esa vez por tarado, luego terminaron arreglando sus diferencias como dos adultos.

Llevaban años de peleas al hilo cuando decidieron que era más divertido acariciarse por debajo de la ropa a escupirse insultos en el rostro, hacen lo mejor que cada uno puede por soportar sus diferencias, algunas veces ceden ante el otro, otras tantas como muchas parejas, han discutido y dejado la relación unos días, luego que la pasión se los come vivos hacen el amor y se disculpaban mutuamente.

Ya no son adolecentes hormonados, pero la carne les llama al deseo y el deseo se convierte en amor entre sus labios. Aunque a pesar de que Joey sabe perfectamente que se aman como ninguna otra pareja hay algo extraño latiéndole en el pecho.

Era esa rara frase de su novio. “Tenemos que hablar”, según su amigo Tristán esas frases te las dice tu mujer cuando o quiere que dejes de ser un macho bien macho que deja la tapa del baño arriba, bebe directo del galón de leche, no usa hilo dental o refinadamente escarba su nariz, o bien, por otro lado, cuando quiere terminar la relación.

Uno. Kaiba no es chica. Dos, él no se hurga la nariz, ni bebe del galón y aunque así fuera no vive junto con Seto así que no hay forma de que el castaño lo sepa. Sin embargo, sigue esa extraña sensación. Llega al fin hasta la puerta de la empresa, el portero le reconoce y le abre obsequiándole un saludo respetuoso, Joey camina hasta la oficina de su novio y toca cautelosamente, está nervioso.

—Pasa. —Le contesta Kaiba al otro lado y Joey puede reconocer su voz, entonces abre  la puerta.  El castaño está sentado tras su escritorio negro, observando el vitral a su espalda, Joey no puede verle el rostro y no sabe que expresión posee. Le come la incertidumbre.

—Dijiste que teníamos que hablar, pues aquí estoy.
—Hace tiempo estamos juntos.
—Dos años.
—Lo que tengo que decirte no es fácil.
—Jamás has sido un cobarde, no veo porque debas serlo ahora. —Joey encara el momento, esperando que su miedo sea sólo por comerse el coco con las idioteces de Tristán, pero Kaiba no voltea y sus manos empiezan a sudar dentro de los bolsillos de su pantalón. — ¿Qué podría ser tan malo para que no pueda recuperarme?

El rubio se sabe un luchador, cuando su madre lo abandonó supo salir adelante, cuando su padre lo maltrato supo reponerse a los golpes, ahora si Seto quería abandonarlo también, no se rendiría, él no iba a levantar sus manos y dejarse hundir, él es demasiado bueno para eso y lo sabe, y lo tiene comprobado. Se acerca al escritorio, toma una silla frente a esta y se sienta, el castaño lo siente moverse y se gira para verle, pero no hay expresión en los ojos azules, ni en sus labios, ni en su corazón que tamborilea dentro de su pecho y él rubio no puede escucharlo.

—He estado pensando y considero que dos años son tiempo suficiente.
— ¿Suficiente para quién?
—Para ti y para mí.
—Si lo que quieres es…
—Espera, — Interrumpe Kaiba cuando nota las iris miel de Joey desoladas, con el ardor incrustándose lentamente en su garganta. —son suficiente para considerar que nos hemos abierto el uno al otro, que nos conocemos en carne viva, que, por lo menos yo, he llegado al punto donde ya no hay regreso.
—Deja de darle tantas vueltas, por favor. —Suplica quedito el rubio, con el dolor latiéndole ya en el pecho por corazón. Duele, duele mucho aunque aún no se termine el suplicio.

Kaiba rodea el escritorio, mete una mano dentro de su saco y extrae un pañuelo de su bolsillo, se acerca a Joey y le limpia una lágrima solitaria que baja por su mejilla y tras de ella bajan más, le toma el rostro y le mira como un ángel a un condenado. Joey levanta su rostro y Kaiba atrapa sus labios en un cálido beso que silabea en la oficina, con ese léxico tan suyo en cada roce de su piel.

— ¿Es el último? —Pregunta Joey creyendo que esa era su manera de decir adiós.
—Espero que no. —Seto le sonríe con cierta ternura.

 Joey no entiende a que se debe el gesto. Kaiba indispuesto a seguir hablando le entrega el pañuelo doblado para que se seque las lágrimas, Joey lo hace, con la esquina de tela satinada borra las huellas de su dolor.

—Ábrelo —Dice Kaiba con el rostro del rubio aún entre sus palmas, con sus labios rozándose. —anda, abre el pañuelo y deja de imaginar cosas.
— ¿Qué?— Joey no entiende, pero Seto le toma la mano donde sostiene la tela y le pide con gestos que la desdoble, el rubio lo hace y un par de hermosas argollas plateadas quedan entre sus manos. — ¿Qué es esto?
—Cásate conmigo, Joey.

Le susurra el castaño cerca de sus labios, Joey siente que el mundo se ha derretido y una sonrisa brota en sus labios mientras es besado. Las explicaciones después de eso salieron sobrando, cuando Kaiba le había dicho que vivirían en la mansión y comprarían un San Bernardo para criarlo desde pequeño. Joey no podía estar más feliz.

“Si”

 

 

 

 

 

White wings.

 

Lucia en blanco y bordes azules su traje, tenia pequeños detalles apenas perceptibles. Se sentía tan feliz. Seto no llegaba aún, pero no tenía miedo porque sabía que llegaría a la ceremonia. Habían elegido un lugar alejado del barullo de la ciudad, una pequeña y remota capilla a la orilla del mar, en la parte de la terraza firmarían el libro de bodas, junto al mar celebrarían con los amigos y danzarían su primer baile de bodas.

Esta tan feliz que no cabe de la emoción. Se va a casar con Seto Kaiba. El Kaiba, si ¡El Kaiba!.
El hombre más popular por ser un terroncito de hielo acido, por tener un carácter de gatito recién mojado, por  cargarse un ego más grande que el de Hitler, una seguridad mas pendenciera que la de Eva Perón y un genio que parecía boiler a punto de estallar, tócalo y mueres.

Uff….No sabía en qué momento se enamoró de él, pero qué le importaba.

Santo cielo. Si lo repetía más veces seguro se hacía pipi, no podía creer que le hubiera pedido matrimonio hacía cuatro meses, eso sí, el susto que le dio se lo pago con dos semanas de regaños. Pero habían valido la pena, porque justo ahora estaba convencido que amaba profundamente a aquel hombre y aquel hombre, que de seguro ya venía en camino (más le valía que ya viniera en camino),  lo amaba profundamente a él.

Dos tortolitos que iban a contraer matrimonio, como se lo había dicho su amigo Tristán. Que por cierto estaba a punto de picar su pastel de bodas, si Seto lo veía seguro le arrancaba los dedos.

—¡Tristán, deja eso!—Joey se acercó casi corriendo al moreno que ya tenía un dedo lleno de betún, Tea tomaba fotografías y reía de las locuras de sus amigos, Yugi se veía muy bien con su traje negro de dos piezas, la ponía colorada sólo de voltearle a ver.

—Vamos Joey relájate, nada más es un poco de betún, es que ya muero de hambre.

—Morirás de otra cosa si Seto te ve picoteando su pastel. —Comentó Mokuba desde la entrada de la capilla, Seto estaba aún en el auto.

—¿Y bien, donde está la novia?— Bromeó el moreno.

—¡Tristán!— Le riñó Tea., Yugi rió ante el exabrupto.

—Novia tu abuela momificada, Taylor. —Contestó el novio vestido en un elegante traje negro y camisa azul rey.

—¡Amor llegaste!—Joey no tardó en alcanzar a Seto en la puerta y besarlo sonoramente frente a todos, su anillo nupcial se enredó un momento en los prolijos cabellos del más alto.

—Uy, este tiene orejas de conejo, ¿me escucharía desde allá fuera?— Comenta observando que hay más de cinco metros entre él y el estacionamiento del lugar.

—Luego porque te golpean Tristán.

Los chicos empezaron a reír ante las bromas del más bajito, Tea siguió tomando un par de fotografías, sólo hacía falta que llegase el juez para comenzar la ceremonia, Seto arrastró hacia la parte trasera de la capilla al rubio, quiere estar unos momentos a solas con él.

—¡Oye Kaiba! —Gritó Tristán cuando los vio dirigirse hacia una parte alejada. —Eso se hace hasta después de la ceremonia y dicen que el que le da mordidas al pastel antes de tiempo soy yo.

—¡Tristán! —Tea se sonrojó ante los comentariossoeces de su amigo, luego de darle un merecido pellizco lo saco de la capilla para dejar a los chicos en un poco mas de intimidad, Mokuba y Yugi se dirigieron hacia la terraza.

Seto atrapó el cuerpo de Joey entre una pared y una estatua, donde apenas cabían los dos, se acercó con tranquilidad y lo beso, en un deseo tan tranquilo que el rubio se sentía derretir ante la delicadez.

—Seto— Mencionó cuando el otro le soltó los labios y le acarició una mejilla.

—Joey — Dijo dando un nuevo besito tierno en la comisura del otro.

— ¿Por qué me trajiste aquí?

—Quería un momento para nosotros, desde hace días tus amigos te ha acaparado y no he podido estar cerca de ti.

—Oh vamos, me tendrás en casa todo el tiempo que quieras.

—No te quiero en casa.

— ¿Qué?

—Te quiero en mi cama.

— ¡Kaiba!, ya se te pego lo Tristán.

Joey se sonrojó antes de ser besado nuevamente por un sonriente Seto, que estaba que le saltaba encima cada vez que podía. ¿Por qué no admitirlo?

El trajecito blanco de su novio rubio lo ponía...Muy dispuesto a casarse con él

—Quiero hacerte el amor cada día, que despiertes inundado en mi aroma, sentirme parte de ti, sentir tu esencia y perderme en ella, en el amor que te tengo, fundirme contigo Joey, quiero ser uno para ti por siempre.

—Seto— Joey suspiró, nunca había escuchado a su pareja hablar tan abiertamente de sus sentimientos.

—Te amo. En ti encontré las herramientas necesarias para ser humano de nuevo.Te amo, porque me has mostrado que también yo puedo amar. Te amo, porque devolviste la luz a mi vida y a mi familia, por tu sonrisa, por tu energía, por tu corazón, por tus valores, por tu confianza, por tu locura, hasta por la forma en cómo maldices y hasta las tonterías que dices en ocasiones.

— ¡Oye!

—Por eso yo te amo Joey.

—Yo te amo más, tonto.

—Amo todo de ti Joey.

—Seto, me harás llorar —Dijo el rubio con los ojitos aguados como un cachorro chiplón.

—Hasta lo cursi que eres.

— ¡Kaiba!

Joey se queja mientras el otro sonríe y luego le roba un beso que es muy bien correspondido, el juez esta del color de un carmín ante los otros dos que asemejan un par de ventosas. Aquel contacto es tan candente que parecería derretir la capilla entera.

—Ejem…Señores, ya es hora de la ceremonia. —Dijo el pobre hombre que no encontraba la forma de separarlos. Kaiba fresquecito como una lechuga llevó de nuevo al rubio hasta la terraza donde ya sus amigos los esperaban, Joey  parecía un tomate viviente, si se juntaban podían hacer una ensalada.

La ceremonia fue corta, las firmas fueron majestuosamente trazadas, Joey rompió a llorar cuando Kaiba le dijo lo mucho que lo amaba frente a todos los presentes.

Tristán abrió la botella de champaña para rociarla a los novios, una mirada azul de muerte le dijo que no debía, como perrito recién retado colocó de nuevo el corcho y bajo la botella. Mokuba, Tea y Yugi rieron con fuerza.

Había un trió de violines y empezaron a tocar, Seto invitó al rubio ante los aplausos de todos. Era una celebración sencilla y tenia escasos invitados, pero no hacían falta más personas.

Luego de un rato, Yugi invitó a Tea una pista de baile, tanta belleza en su vestidito rosado no debía desperdiciarse, Tristán se quedó bebiendo su champaña y Mokuba trajo  un par de bancas para sentarse en la orilla de la terraza, el joven Kaiba no paraba de sonreír, adoraba ver a su hermano mayor tan feliz.  Seto y Joey seguían en el centro de aquel lugar, viéndose como si nada más existiera a su alrededor. Pasarían  un rato más en aquel lugar, luego cenarían en la mansión de los Kaiba, Mokuba ya se había encargado de dejar todo listo para los novios.

Era su nirvana existencial perfecto y nada podría romper el momento.

Hasta que Tristán eructo.

— ¡Tristán!

Y Kaiba no resistió el deseo de arrojarle un adorno floral.


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