Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Niñero de nekos por Angie Sadachbia

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Cosas que inspiraron este fic

*Please, call me Koneko-chan <3

*Amo la fantasía.

*La pareja la pidió la señorita Barahime y yo sólo cumplo deseos.

Notas del capitulo:

¡Feliz navidad, Barahime-san! Espero que te guste este primer capítulo de tu fic.

 

Sí, primer capítulo. —Huye a las notas finales.

Akira-san

Le veía caminar de un lado a otro en ese amplio apartamento y ya empezaba a sentirme mareado. Era inevitable para mí seguirle siempre con la mirada, especialmente cuando nada más me atraía; por eso estaba ahí, sentado en el suelo de la sala, mirándole como un tonto.

—¿Ya hiciste tu maleta?

Entonces recordé la razón de tanto ajetreo: mi dueño se iría por un viaje de negocios durante tres días a Hokkaido y yo debía quedarme con alguien para que me “cuidara”.

—Más o menos —dije sin darle importancia, al tiempo que me ponía a jugar con un peluche de patito que se encontraba en el sillón principal, uno que me recordaba bastante a Uruha-san y con el que me encantaba fingir cacerías. Me hice bolita mientras mordisqueaba la cabeza del objeto inanimado.

—Aoi, por favor, no llenes eso de baba otra vez. —Mi dueño, un hombre de cabellos castaños hasta los hombros, gafas de nerd, camisa blanca de polo y pantalón negro me quitó mi juguete—. Ni porque me hagas esos pucheros tan lindos te lo voy a regresar. —Y me golpeó usando la misma felpa que me servía de entretenimiento.

—Llévame contigo, por favor. —Le seguí andando a cuatro patas, sin deshacer mi mirada de… Ya les dije lo que soy, ¿verdad?

Soy uno de los más finos ejemplares de nekos existentes en todo Japón. Soy saludable, fuerte y de andar elegante; Uruha me compró cuando era un cachorro y siempre ha cuidado de mí. Él es ligeramente más alto que yo, su piel es un poco más oscura que la mía y sus ojos son color miel. Yo tengo orejas, cabello, ojos y cola negros; lo único que no es de ese color es un mechón decolorado de cabello al lado derecho de mi cabeza, que anteriormente fuese fucsia. Uruha dijo que me vería muy lindo así y yo le di la razón.

—No intentes convencerme, ya sabes que no puedo llevarte. —Me observó algo cansado, tomó mi maleta de “viajes” y me la entregó junto al peluche de pato—. Termina de empacar, ya sabes hacerlo. Te llevaré con Akira en media hora. —¿Por qué con ese tipejo?

—Uruha-sama, Aoi-kun quiere ir con Kai-san. —Sí, yo sé perfectamente cómo conseguir el beneplácito de ese hombre. Me miró sin dejar su expresión sombría, le sonreí y me puse ante él, acercándome más para restregarme contra sus mejillas—. Por favor, si no me vas a llevar, déjame con Kai-san. —Rio suavemente ante mis mimos, ¡había caído!

—¿Quién es un lindo gatito? —Empezó a prodigarme caricias, rascándome la nuca como tanto me encanta.

—Aoi-kun, o sea, yo —dije con voz demasiado extasiada, ¡me rascaba la zona débil! Y, debo admitirlo, adoro cuando ese periodista me consiente tanto.

—Porque eres lindo, te quedarás con Akira estas noches. —Vale, eso no me lo esperaba… Dejé mis orejas en alto mientras me alejaba lentamente, le observé con molestia y mis mofletes inflados—. Ya hablé con él y no me gusta que te quedes con Kai. —Siguió empacando cosas, ¿qué tanto necesita para unos días fuera de Kanagawa?

—No me gusta Akira-san, por favor. —No lo decía por capricho, es que… en realidad, ese hombre no me provoca confianza.

—A ti te gusta que Kai te rellene con atún, ¡siempre sales de esa casa pesando dos o tres kilos más! —Se acercó a mí hecho una furia, me tomó de la oreja derecha, lo que provocó que chillase de dolor, para llevarme hasta mi amplia y bella habitación—. Haz tu maleta, puedes llevarte al patito, e irás con Akira. No me discutas y recibirás un premio bien bonito. —Ay, dijo “premio”. Adoro los premios que me da Uruha-san.

—¡Sí, premio! —Entré corriendo a buscar mis cosas usuales de visita a casas ajenas; empaqué con ánimo, olvidando momentáneamente las razones principales por las que preferiría quedarme solo en ese apartamento que pasar una noche en casa de Akira. ¿Acaso me importaba? No, por el premio.

 

Akira-san es el mejor amigo de Uruha-san, tiene la misma edad que él y trabaja como arquitecto. Es de mi altura, tiene el cabello rubio, ojos grises y siempre tapa su nariz con una tela de colores pastel. Inspira confianza con sólo mirarlo, tiene una sonrisa perturbadora —pero amable— y un porte elegante que compite con el mío, aunque nada supera lo que soy.

Como Uruha-san confía tanto en él, me deja a su cuidado desde que soy un neko adolescente. Akira-san siempre ha sido muy amable conmigo, me trata bien, me alimenta y me consiente; es bastante lindo cuando de nekos se trata. Pero todo dejó de ser así desde la penúltima vez que lo visité.

 

El trayecto en auto hasta la casa de Akira-san es de menos de diez minutos. Uruha-san se ve muy tenso, seguramente tiene trabajo atrasado —como si no lo conociera— o su jefe le está poniendo más tareas encima. Detesto verlo así; pero es su trabajo, por eso le pagan y, con lo que le pagan, me puede comprar cosas bonitas. Lo que mejor puedo hacer por él cuando está así, es ronronearle o lamerle las mejillas; eso le gusta.

Contrario a lo que sus mentes cochinas puedan creer, él nunca me ha tocado ni me ha hecho tocarle con intenciones sucias.

Me tensé en cuanto aparcamos en el estacionamiento subterráneo del edificio donde vive mi rubia tortura. Uruha-san me miró seriamente y sólo pude sonreírle, tomar mis cosas como buen neko obediente que soy, para seguirle de cerca. Me enganché de su camisa por la parte trasera, mi cola estaba rígida, al igual que mis orejas.

El pánico me estaba cundiendo.

—¿Qué pasa, Aoi-chan? —Me tomó entre sus brazos en el elevador, acariciándome las orejitas—. Sólo serán tres días, para el viernes me tendrás otra vez aquí. —Le ronroneé, dejándome relajar por sus caricias.

—No me gusta —dije con mi mejor tono lastimero, asiéndome más fuerte del cuerpo de mi dueño.

—Si hay algo que te esté ocurriendo con Akira y te moleste, sólo dímelo. ¿Qué es? —Dejó de rascarme mientras buscaba mi huidiza mirada.

—No me trata bien. —Le hice pucheros al tiempo que las puertas del ascensor abrían.

—Sé más específico. —Suspiró—. Si tanto te molesta, a la próxima te quedas con otra persona. —Me llevó, sujetando la correa, hasta el portal del rubio—. Por esta semana, Akira cuidará de ti. —Le miré y luego me escondí detrás de él, tan pronto sentí que esa agresiva presencia se acercaba.

—Creí que ya no vendrías.

Sólo me asomaba a verle con temor, mientras ese par hablaba. Decían algo de trabajo, de planes y cosas así; nunca entendía bien sus conversaciones y no me interesaba. Después de todo, sólo era una mascota consentida. Le vi acercarse y me sujeté con fuerza de Uruha-san, quien tiró de la correa con suavidad.

—Tengo que irme, pequeño. —Palmeó mi cabeza y le maullé, seguía teniendo esperanzas de irme con mi dueño—. Ya lo discutimos.

—Eres el único que conozco que trata a su neko como a un humano, Uru. —Ese fue Akira, se acercó a mí con una sonrisa fingida y tomó de mi collar—. Aoi-chan, hoy te quedarás conmigo —dijo lentamente.

—No es un retrasado, no le hables así. —Mi dueño me miró e intentó zafarse. Como no quería verlo enojado, le solté sin más y me quedé sentado en el suelo.

—Lo cuidaré bien, no te preocupes.

 

No sé si soy incauto por neko, por joven, por consentido o por incauto. Con un tazón de langostinos en tempura, otro de leche caliente y una montaña de suaves cojines fui comprado por Akira-san. Olvidé toda tensión al comer y sentarme; los langostinos en tempura son mis favoritos, Uruha-san lo sabe y se lo dijo a su amigo para que me hiciera la estadía más “amena”.

Duré un rato comiendo y viendo televisión, sin ningún altercado o movimiento extraño por parte del rubio amigo de mi dueño. Él parecía estar ocupado en algo, sino me estaría… acosando.

 

A principios de año, Uruha-san debió salir del país para cubrir una noticia importante y me dejó durante una semana con Akira-san. Esa vez, todo parecía ser normal; pero a la segunda noche empezaron a suceder cosas raras. Amanecí dos veces cubierto con mi propio semen y con semen ajeno —lo sabía por el olor—, en un lugar distinto al que había elegido para dormir y con mi ropa a medio poner. Después de la segunda noche, empecé a ver al rubio con extrañeza y lo evadía sin proponérmelo siquiera. Algo dentro de mí empezaba a temer. ¡Soy un neko y los nekos sólo nos apareamos con otros nekos!, eso era algo que Uruha-san me había dejado en claro la noche que intenté jugar en la intimidad con él.

El tercer día amanecí limpio, ya sospechaba que el rubio me hacía cosas y eso me tenía demasiado nervioso. Durante mi siesta de la tarde, algo me despertó bruscamente: Akira-san me había inmovilizado con cuerdas, tapado mis manos y pies con guantes de espuma que aislaron mis garras, y me estaba poniendo sobre su cama en una postura bastante comprometedora.

—Vamos a divertirnos, gatito. —El tono lascivo de su voz acompañaba sus manos, las cuales ya iban desnudando su anatomía inferior. Tragué saliva y me encrespé, tratando de romper las cuerdas. Akira-san sólo rio—. Eso no te va a servir, vas a ser mío —susurró cerca de mí oído y lo lamió.

—¡No quiero!

—Cállate, tienes que hacer lo que te diga. —Golpeó mi mejilla con fuerza, cosa que me hizo llorar—. Eres un roñoso cobarde. —Se acomodó entre mis piernas y yo lloré con más fuerza, retorciéndome como podía para intentar alejarme.

El móvil de Akira-san sonó en ese momento, era mi dueño (lo supe por el tono). Le contestó mientras yo empezaba  a llorar más fuerte, gritaba para que Uruha-san me escuchara pidiéndole auxilio.

—No le estoy haciendo nada, Kou —decía con fuerza, tratando de callarme. ¡No me dejé!—. Agh, está bien. Ya te lo paso. —Puso el teléfono en altavoz.

—Uru-san, sácame de aquí —gimoteé.

El episodio se volvía a repetir y, gracias a muchas cosas, nunca pasó a mayores. Fui una segunda vez, todo fue igual. Le dije que le contaría todo a Uruha-san y él me amenazó diciendo que, si llegaba a acusarlo de esa manera, me quitarían del lado de mi dueño por ser una mascota mala con los seres humanos. No tenía forma de saber si eso era cierto o no, yo sólo le creí y tragué todo lo que había sucedido.

Tan sólo podía decirle insistentemente a Uruha-san que me dejase con su amigo Kai-san cuando él saliera de la ciudad, le dije que me gustaba más su lugar y él me creyó. Accedió a mis peticiones dos veces; pero a la tercera, es decir la que estoy contando, me dejó con su amigo porque estaba siendo muy tragón en el otro sitio.

 

La leche la dejé a lo último porque es mi favorita, me acosté boca abajo en posición gatuna para beberla a lamidas, así sabe mejor. Usé los cojines para estar más cómodo, ¡es la vida que me merezco! Seguía bebiendo incautamente de mi bebida, cuando sentí una presencia que decidí ignorar. Error.

Akira-san se sentó a mi lado y empezó a acariciar mi cabeza con suavidad, provocando que me tensara. Eso sí, seguí tomando de mi leche.

—Quiero que nos llevemos bien, Aoi-chan. —Seguía hablándome lento, como si no le entendiera—. Tú me caes muy bien, podemos ser amigos.

—Los nekos y los humanos no son amigos —dije apenas, sin mirarle; aunque eso no me evitó sentir cómo se acostaba a mi lado.

—Tú y yo podemos ser amigos. —Pasó un brazo sobre mi espalda, me alejé por instinto, mostrando mis garras y mis pupilas dilatadas—. Eso no es de un neko bien educado.

—Akira-san es un humano atrevido. —Le enseñé la lengua y me escurrí de ese lugar, cuidando mis espaldas con recelo.

Al día siguiente, desperté acostado en una suave cama que tenía algunos rasguños (seguramente hechos por mí). No recordaba haber dormido ahí, Akira-san siempre me dejaba durmiendo en un colchón en la sala.

—Buenos días, Aoi-chan. —Seguía confundido por toda la situación, miré de reojo al rubio y me levanté para tender la cama—. Me desbarataste la cama —comentó con gracia, entrando al lugar.

—Uruha-san me tiene un colchón especial, así no lo deshago mientras duermo. —Me encogí de hombros, alejándome de a poco del otro.

—Desayunemos antes de que la comida se enfríe. —Salió del lugar con calma, me quedé mirando hacia la puerta por algunos segundos y terminé saliendo de ahí por el olor a comida.

Él comía cereal, fruta y tortilla de huevo; a mí me dejó un plato de leche y una lata de atún junto a la mesa. Tomé la leche, llevándola conmigo hacia la sala. No dijo nada, sólo terminó de desayunar y se fue todo el día. A la noche llegó cansado, yo le había dejado de comer en la cocina y ya me encontraba durmiendo plácidamente en el colchón de siempre (si volvía a la cama cómoda, de esa noche no pasaba). La rutina fue similar al día siguiente; pero esa vez llegó más temprano.

Ni siquiera eran las seis de la tarde, estaba sentado en el sillón con flojera y miraba una película sobre animales felices en algún canal. Estaba cómodo, relajado y alegre porque Uruha-san me había llamado varias veces para estar al pendiente de mí. Sólo quedaba esa noche y regresaría a mi casa con mi dueño, mi patito y mis cosas.

La ilusión se deshizo en cuanto percibí que su presencia se acercaba a la casa. Akira-san llegó con cara de pocos amigos, me tiró su portafolio en la cabeza y siguió de largo; me dejó asustado y adolorido. ¿Qué le había pasado como para llegar así? No era mi dueño, así que no era mi obligación estar al pendiente de su dicha ni de su depresión. Le llevé el maletín negro, sigilosamente, a la habitación, lo dejé colgando donde supuse que era su sitio y regresé por donde había entrado.

—Aoi-chan, tengo hambre. —Vaya milagro, no me habló como a un niño pequeño.

—¿Qué quiere de cenar? —Fui educado para atender ese tipo de necesidades, así que para mí era natural ser sumiso ante él en esa situación… porque era lo propio en un neko bien criado.

—Un emparedado sencillo estaría bien.

Salí con rapidez hacia la cocina, le preparé lo que había pedido —tal vez no era exactamente eso— y se lo llevé a la habitación con una taza de chocolate caliente con malvaviscos pequeños. El tipo de cena que Uruha-san me pide siempre. Toqué un par de veces a la puerta, la abrió y yo pasé con sigilo hasta la mesa de noche, donde dejé la bandeja.

—¿Ves que puedes ser un buen gato? —Escuché la puerta cerrarse y me giré con cautela, manteniendo un ojo sobre mi torturador—. No me mires así.

—No soy un gato. —Siseé, alejándome de él y de todo—. ¿Qué quiere de mí? —Levanté una de mis manos, con las garras fuera.

—Ya te lo he dicho. —Suspiró largamente y se acercó en silencio, mi espalda había chocado contra la pared. Mi corazón palpitaba con fuerza, tenía demasiado miedo—. Quiero ser tu amigo. —Creo que notó mi miedo, sus movimientos eran certeros y suaves, como las caricias que prodigaba sobre mi cabello.

—Usted me trata como a un idiota y yo sólo soy una mascota. —Rio, muy bajito, sin dejar de consentirme. Mi tensión no disminuía con eso.

—¿Me acompañarías a cenar?

 

Me hallaba recostado a su lado, en su cama, con el patito de peluche entre mis brazos, mientras veíamos un programa de comedia que no me hacía reír. Mi cola se movía lentamente, al ras del colchón. Seguía tenso; pero la forma amable de trato de Akira-san había regresado. Halagó mi comida y se acostó a mi lado, dejando su rostro frente al mío, con mucho espacio de por medio. Decidí darle otra oportunidad, se estaba portando bien y, de no seguir así, siempre podía desgarrarle una arteria con mis colmillos.

Sus manos se dirigieron a mis erguidas orejas, las cuales acarició con suma suavidad. —Dicen que son muy sensibles —susurró ante mi atenta mirada, abracé más a mi felpa.

—Lo son, escucho muy bien.  —Moví las orejas inconscientemente, porque ya me molestaba tener sus dedos intentando tocar los pelillos de adentro. Su risa fue más nítida, me miró de forma extraña y se puso a jugar con mi cabello.

—A ti te gusta Uruha, ¿verdad? —susurró sin dejar los mimos, le miré con un poco de confusión—. Él me dijo que intentaste hacerle cositas una noche.

—Usted no debería saber eso. —Fruncí el ceño y me cubrí el rostro con el peluche, molesto porque mi dueño fuera tan lengua suelta.

—Es mi mejor amigo y me cuenta todo, especialmente habla mucho de ti. —Pellizcó mi oreja y la acarició—. ¿Por qué eres tan huidizo? Yo te dejaría hacer todo eso que querías hacerle a Uruha, claro que conmigo. —Me guiñó y le rasguñé la mano. No fue intencional, sólo quería alejarlo y había olvidado mis garras expuestas—. ¡Auch!

—¡Lo siento! —dije alarmado, tomé su mano y lamí la zona herida por algunos minutos, hasta que supe que no sangraría más. Se miró la piel rasgada, me miró y suspiró suavemente—. Lo siento, Akira-san.

—Sólo dime Reita.

Vimos otra película, yo boca abajo y él sentado a mi lado. Prodigaba mimos para mí sobre mi espalda, cuello y cabeza; soy bobo con esas cosas, por eso me dejaba hacer. La desconfianza empezaba a mutar en curiosidad.

—No quiero que lo haga otra vez.

—¿Qué cosa?

—Intentar pasarse conmigo. —Le miré de reojo y volví a ver la película, que ya terminaba.

—Me provoca hacerlo y sólo lo hago, ¿qué tiene de malo? —Frunció el ceño, lo supe porque podía verlo a través del espejo—. Casi te pasas con Uruha, ¿qué tiene esto de diferente?

—Uruha-san dijo que no era apropiado y yo no volví a hacerlo, esa es la diferencia. —Me senté y le miré retadoramente—. Reita-san.

—¿Por qué no es apropiado? —Se sentó ante mí y me quitó el patito de las manos, yo traté de retomarlo y lo alejó—. Contesta para recuperarlo.

—Nekos con nekos y humanos con humanos. —Me devolvió el peluche, el cual no dudé en tomar y mordisquear intencionalmente.

—¿Qué clase de tontería es esa? —Rio un poco, con poca gracia, sin dejar de mirarme—. Pareces hambriento, Aoi-chan.

—No quiero que lo vuelvas a tocar. Uruha-san no lo toma cuando lo babeo, seguro tú tampoco lo harás. —Mi lógica es aplastante.

—Idiota —dijo sin pena alguna, me miró con altivez y se acercó más, empujándome contra el colchón.

—¿Qué hace? —Lo golpeé usando esa felpa,  la cual me fue arrebatada otra vez y lanzada lejos. Sus labios se unieron a los míos, un roce de algunos segundos que me dejó confundido—. Haga lo que quiera —susurré sin ganas, mirando a otro lado.

—Eres muy difícil. —Sentí su peso sobre mi pecho, sus cabellos revoloteándose contra mi cuello y sus brazos alrededor de mi torso—. Puedo dormirme aquí sin problema.

No podía entender a Reita-san, me dejaba a su merced y sólo dormitaba sobre mi cuerpo.

—Perdóname. Por lo que te hice antes, por hablarte como a un idiota y por ser malo contigo —murmuró antes de bostezar y quedar dormido definitivamente.

Notas finales:

Barahime:

Hoy es Nochebuena, apenas tenía esto escrito y quiero ir a celebrar con mi familia. Por eso lo dejaré en dos partes.

Tengo responsabilidad en que esto quede así por no haber empezado antes a redactar el fic, ¡lo sé! Pero, mirándolo por el lado boniti, ¡tienes un fic de dos capis! :D

El otro estará para antes de Año Nuevo, no te preocupes n.n <3

 

Sea por aquí o por Rock'n Ink, quiero conocer tu opinión para saber si voy bien o si le falta algo de lo que pediste (admito que no entendí algunas cosas de las que pediste D: Pero, como no se puede preguntar o me expondría a mí misma, preferí interpretar a mi gusto).

 

-------------------*------------------

A quienes lean, ¡gracias!

 

Pronto estrán los marcianos, ¡no me maten! D:


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).