El día fue pasando en aquella mugrienta taberna. Continuamente salían y venían hombres y mujeres alegres y cantando a pleno pulmón canciones que indicaban que llevaban demasiado tiempo entre copas. En el centro de la taberna se encontraba el foco de aquellas canciones mal entonadas, risas demasiado altas y un par de puñetazos de vez en cuando. Cuatro amigos se dedicaban a jugar y a apostar con cualquier dama o varón que tuviese algo interesante que proponer, pagando las copas a los espectadores del espectáculo
En sí era un grupo gracioso, El rubio bocazas, el castaño de mirada seria, el pelinegro insolente y el pelirrojo sonriente. Los jóvenes parecían tener una razón que celebrar, y vaya que si la tenían
—¡ El robo del milenio! - Gritó un rubio del grupo entre risas, demasiado borracho como para enterarse de soltaba por la boca.
—¡ Gray! — Uno de sus amigos le pegó una colleja para que cerrase la boca, pero el aludido no hizo caso y siguió fardando en frente de los oyentes. Se abrazó a otro joven de cabellos negros el cual escondió su mirada tras su flequillo —. En frente de la propia guardia personal. Este cabrón les ha robado ¡En sus propias narices!
Un murmullo de admiración llenó la sala. Christian suspiró para sus adentros, no necesitaba que un puñado de delincuentes le mostrase admiración por sus robos y menos si el robo aun estaba en busca y captura. Un grupo de chicas se acercaron a él y sus amigos con sonrisas pícaras, probablemente cortesanas. Gray pronto les dio la bienvenida a su mesa. La pelirroja del grupo miró al pelinegro intentando parecer más segura de lo que sentía sin mucho éxito.
—Guapo y con talento ¿Tiene usted algún defecto que aleje a las chicas? — Al chico se le escapó una carcajada y deseó por un momento poder decir "Soy Gay ¿Te parece suficiente?" solo para ver la cara que se le quedaba a la chica, pero su amigo se adelantó a él y continuó hablando del gran golpe que habían hecho hacía apenas unos días.
Christian se removió en su asiento receloso, no creía muy conveniente ir contando a todo el mundo los delitos que habían cometido y desgraciadamente sus temores se vieron cumplidos cuando observó a uno de los hombres que había estado hablando con sus amigos salir disimuladamente de la taberna. Una palabrota salió de sus labios, los topos estaban a la orden del día en aquel mugriento lugar. Levantándose de un salto agarró a Scapa, el mayor de la banda y le susurró al oído
— Esto me da mala espína, vamonos — Su compañero le miró sin comprender demasiado borracho como para ponerse serio en aquel momento. Irritado por la estupidez de sus compañeros decidió sacarles uno por uno, lo cual había que reconocer que le llevó un tiempo. No era precisamente el más fuerte de la banda, y aunque fuese el más persuasivo es difícil tratar con borrachos.
Una hora más tarde consiguió sacar al último de ellos por la puerta. Anduvo por las calles oscuras con este colgado del brazo cuando les oyó. Un grupo de soldados entrando en la taberna en la que apenas unos minutos habían estado todos. Entraron a tropel y desde el callejón en el que se encontraba el ladrón pudo oir los gritos y las quejas de los que se encontraban dentro, probablemente les apresarían a todos, pero no les pasaría nada. Un par de días de interrogación y cuando hubiesen soltado todo lo que tenían se irían a casa. El pelinegro sonrió.
—Salvados por los pelos
¿Salvados por los pelos? Que ingenuo había sido el muchacho. Tres días después el chico se encontraba en el bosque, subido a un árbol para recobrar el aliento mientras escuchaba el grito de soldados yendo y viniendo de un lado para otro buscándole. Tres días de continua huida. La guardia no se había contentado con destrozar la taberna y ponerlo todo patas arriba solo para descubrir que no se encontraban ahí, sino que además habían peinado la ciudad una y otra vez, ahora con un retrato de los delincuentes en mano, obra del asqueroso topo que les había visto en la taberna. Por seguridad sus amigos se habían separado. Cada uno fue por un lado intentando tener así más probabilidades de escapatoria, pero la suerte no había estado de su parte. El pelinegro bajó del árbol con sigilo y se acercó al río que había por la zona sediento. Unos cuantos metros atrás un hombre se quejaba
—Estúpida misión —Murmuró uno escupiendo al suelo con desprecio—. Yo habría dado la vuelta con la primera caída del sol —Uno de sus compañeros se apoyó en un árbol agotado y le miró alzando una ceja
—No creo que te corresponda a ti decidir cuando damos la vuelta, sino al comandante –El soldado soltó un resoplido de furia en respuesta
—El maldito comandante, se cree superior a los demás por llevar esa banda con todas sus insignias en ella. Nos mira con desprecio, si yo fuese el que estuviese al mando las cosas no serían así. ¡Agarraría a esos jodidos ladrones y a la orca con ellos antes de darles tiempo a escapar! Le voy a enseñar a ese maldito niñato lo que es mandar. Por que su amigito el rey le haya dado el puesto no puede...
En aquel momento la figura de un muchacho surgió del bosque y se acercó a ellos. Todos sus compañeros quedaron en silencio ante la llegada de su superior. Aunque fuese el más joven de la partida James Hook les superaba a todos en cuanto a Rango. No demasiado alto, ni demasiado fuerte, nadie se podía explicar como podía haber llegado hasta su puesto tan joven ...hasta que se le veía en acción claro. Pocos soldados había con tanta lealtad como el joven y con tanto talento. En ese momento, vistiendo las ropas de cuero simples de soldado podía pasar por un simple cabo de pacotilla.
El castaño sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. En medio del silencio que se había formado llegó hasta el soldado cuya cara se había tornado de un gris pálido y con un gesto en apariencia amable apoyó su mano en el hombro de este.
—¿Qué le pasa Ramirez? Parece un poco tenso —Nadie respondió. A esas alturas estaba bastante claro que el joven había oido la conversación. James se inclinó mirando al resto de los hombres. Todo el grupo permaneció congelado en su sitio—. En realidad, todos parecéis un poco tensos —y acercando su cara al oído del soldado susurró con frialdad—. ¿Por qué no probáis a mover vuestras patéticas existencias y retomáis la marcha? El delincuente no se va capturar el sólito.
Rápidamente, los soldados se pusieron en pie escarmentados e iniciaron la búsqueda. El castaño les miró con una sonrisa triunfante mientras se alejaba de su partida y llegaba a las orillas del río que cruzaba el bosque de la zona. Sabía lo que todos pensaban de él. Tan joven y tan poco intimidante a simple vista, era de esperar que la gente murmurase a sus espaldas sobre un enchufe. Suspirando le dio una patada a la tierra liberando su angustia.
Un montón de piedras salieron volando cayendo al agua del río. El sonido de una risa le hizo alzar la vista y se quedó helado. Al otro lado de la orilla un muchacho pelinegro arrodillado en la orilla le miraba con una sonrisa burlona en sus labios.
Tenía una pinta desastrosa, la cara sucia, el pelo alborotado y mojado, la ropa llena de cortes y polvo. El comandante le miró un rato asombrado de que un chico tan guapo pudiese estar tan desastrado. Los minutos pasaron con ambos jóvenes mirándose sin unir las piezas del rompecabezas. Hasta que por fin ambos a la vez cayeron en la cuenta de que se encontraban frente al enemigo.
Una palabrota salió de los labios de Christian mientras que un grito de aviso salió de los labios del soldado. El ladrón se levantó y salió corriendo cuesta abajo mientras el castaño le seguía "Piensa, piensa, piensa", pero por mucho que pensaba en pensar algo ninguna idea le venía a la cabeza. Afortunadamente la partida no había parecido escuchar a su perseguidor, porque cuando volvió la cabeza solo el castaño le seguía al otro lado de la orilla. Pronto el terreno se volvió más inclinado y el chico se encontró corriendo cuesta abajo, tan inclinado que tropezó y empezó a rodar y rodar por la arena "Perfecto, lo que necesitaba ahora, un baño de barro".
Con sorpresa vio a lo lejos como el terreno caía abrupta mente formando una cascada. El joven afortunadamente ( o desafortunadamente) chocó contra un árbol justo antes de precipitarse al barranco y se aferró al tronco para no caerse. Miró hacia arriba guardando la esperanza de que el soldado le hubiese perdido de vista en su caída, pero para su desgracia vio su silueta a lo lejos, saltando de roca en roca por el río. El pelinegro pegó un puñetazo al tronco y se asomó al precipicio.
Si le atrapaban estaba seguro de que no le esperaría otra cosa que la orca o la guillotina. Rechinando los dientes con frustración decidió jugársela.
— Que os den a todos — Obligándose a no cerrar los ojos saltó hacia adelante escuchando un grito a su espalda del soldado que casi lo había alcanzado y si hubiese estado en otra situación habría reído al imaginar la cara de idiota que se le habría quedado a su perseguidor ante su acto de locura, pero no era momento para reír. Eso es uno de esos momentos donde se supone que la persona debe ver todo con lentitud y calma, pero para él todo pasó demasiado rápido. En un instante estaba observando el bosque desde lo alto y sentía el viento golpear fuerte contra todo su cuerpo. Luego escuchó un extraño sonido encima de su cabeza y alzó la cabeza solo para ver a otra figura saltar del barranco. Abrió los ojos demasiado sorprendido para comprender ¿Qué demonios? Y en aquel momento chocó con algo y cerró los ojos, sintiendo como su cuerpo rodaba y rodaba .