Una noche de lluvia, las personas salían de sus oficinas, corriendo para cubrirse de la fuerte lluvia y llegar rápidamente al metro o tomar cualquier taxi vacío.
Algunas personas se cubrían en los restaurantes de paso u otros en algunos bares, las peleas por esa zona eran ya conocidas, muchas personas evitaban caminar por aquellas oscuras calles por miedo a ser ultrajados de sus pertenencias.
El sonido apenas audible de un maullido llamo la atención de un transeúnte, quien se detuvo al frente de un oscuro callejón, apretó la pequeña mochila que llevaba sobre su hombro y se aventuró a cruzar aquella línea que ya no le permitía dejar ver nada.
Lo poco que pudo visualizar fue una pequeña caja dónde provenía aquel maullido, pero cuando intento tomarla sintió como su pie golpeaba algo suave y luego un quejido. El menor se asustó al escuchar algunos balbuceos pero gracias a la poca luz artificial que entraba al callejón pudo ver la cara del hombre.
Sus cabellos azabaches caían desordenados por su rostro, toda su ropa se encontraba sucia y casi en mal estado y el olor a tabaco y cerveza le llegaron rápidamente a la nariz, pero lo que le llamo la atención fue el gran corte que tenía en la frente, donde provenía demasiada sangre.
El menor sacó al pequeño animal de la caja, el cual también tenía todo el pelo de color negro, sin importarle mas lo coloco dentro de su pequeña mochila y con sus delgados brazos y con toda la fuerza que podía tener un doncel, paso su brazo por el cuerpo del mayor, para intentarlo ponerlo en pie y así, trastabillando la mayor parte del camino, llego a una pequeña casa de tan solo un piso.
Sacó al animal del bolso quien en un instante empezó a soltar toda el agua que tenía en su pequeño cuerpo, mientras que él siguió caminando con el cuerpo casi moribundo del hombre hasta dejarlo sentado en el retrete para llenar toda la tina con agua caliente. El menor tan solo le saco los zapatos, el saco y la camisa, dándose cuenta del buen formado cuerpo que tenía aquel desconocido y sin arrepentimiento alguno lo tiro al agua, pero antes de cerrar la puerta, vio como el animal también se metía a la tina.
El menor se acercó a su dormitorio para sacar unas toallas limpias y secar sus cabellos mojados, no sin antes también secarse su cuerpo y cambiándose con ropa más holgada y limpia, se lavó el rostro, para luego curar las heridas que tenía en el labio en una en el ojo. Suspiro cansado al ver su rostro en el espejo, sus rubios cabellos y sus ojos azules. Los odiaba tanto, le hacía idéntico a aquel hombre que lo abandono sin pena alguna. Pero abrió los ojos al oír un grito casi desgarrador proveniente del baño.
Tomó una toalla limpia y una muda de ropa que era de su padre, cuando vivía ahí con él y toco la puerta e ingreso lentamente cuando escucho el <pase>
Ahora aquel hombre moribundo, se encontraba totalmente limpio y al parecer se había sacado los pantalones y también los calzones.
-¡Niño! ¿Cómo se te ocurre meterme con ropa!
-Si no te has dado cuenta te he salvado la vida, malagradecido.
El azabache tomo su cabeza entre sus manos intentando recordar algo, pero al parecer su mente estaba en blanco y lo único que recordaba era haber peleado con su hermano y salir de la oficina para caminar y caminar y luego tomar unas cuantas cervezas.
-Puedo dejarle estas toallas aquí y esta muda de ropa. Iré a preparar un poco de té.-Y sin más el menor salió del baño, si el moreno hubiese sido más observador hubiese visto las mejillas enrojecidas del doncel.
El menor llegó a la cocina y volvió a lavar su rostro con agua fría, coloco la tetera sobre la cocina y sacó dos pequeñas bolsitas de té, sintió como algo peludo y mojado se restregaba sobre sus piernas, aquel pequeño animal, también se encontraba limpio, así que lo tomó entre sus brazos y le acaricio la pequeña cabeza detrás de las orejas escuchándolo maullar.
-Su nombre es Ko. –Se pudo escuchar la fuerte y ronca voz del mayor, aquella polera ancha y aquellos pantalones, no le quedaban nada mal, a decir verdad, le quedaban mejor a él que a su desgraciado padre. –Y mi nombre es Sasuke.
El menor soltó al animal y se acercó a apagar la hornilla, sintió como el mayor pegaba su cuerpo robusto al de él, para luego separarse, dándose cuenta que tan solo había sido para sacar las dos tazas.
-Yo…mi nombre es Naruto.
Los dos se sentaron en la pequeña mesa que había en el comedor, escuchando como las gotas de la lluvia caían mas fuertes, golpeando las delgadas ventanas.
-Tú…no eres de aquí. ¿Verdad?
-No…soy de Tokio…pero…digamos que quise tomarme unas pequeñas vacaciones.
-¿Vacaciones se llaman caer en un callejón?
-Bien pudiste haber recogido a un asesino serial, pequeño.
-¡No me digas “pequeño”!, teme…. ¿Eres un asesino serial? –El mayor rio al ver el miedo que reflejaba los ojos azules del menor, viendo también como este hacia un gracioso puchero.
-Claro que no lo soy. Pero te quería pedir un favor.
-¿Un favor? ¿Cómo de qué o qué?
-Que me dejes quedar aquí, tan solo por unos días…a mí y a Ko.
El menor achico sus ojos, tomando la taza caliente entre sus manos, acercándola a sus labios, sin soltar en ningún momento los ojos brunos del mayor.
-mmm…el gato se puede quedar. Tú… ¿No lo sé?
-Vamos, Dobe. Pagare por mi comida y todo lo que necesites.
Naruto no supo por qué termino aceptando, tal vez fue por los ojos negros y adictivos del mayor, tal vez por los maullidos (suplicas) del animal o tal vez simplemente porque no le gustaba quedarse solo.
Aquella noche en la que parecía que el cielo se estuviese cayendo a pedazos, los truenos caían cada vez mas cerca de la tierra.
Naruto le había dado demasiadas frazadas a Sasuke para que se cubriese del frio ya que este dormiría en el mueble de la sala, pero por el contrario el pequeño cuerpo del rubio se movía incontables veces buscando de alguna manera apagar el ruido que hacia la lluvia junto con los truenos.
Sasuke podía escuchar los débiles sollozos del menor y él, por naturaleza no era una persona amistosa ni mucho menos una persona amable, pero aquel “niño” había hecho lo posible para llevarlo a su casa y “cuidarlo”, perezosamente se puso de pie, caminando al cuarto del menor, era la primera vez que entraba y aunque estaba a oscuras, gracias a la poca luz podía ver el cuerpo del menor cubierto de pies a cabeza con demasiadas mantas, pero aun así temblando.
Y de un momento a otro sintió como unos fuertes brazos le abrazaban por su fina cintura atrayéndolo a un pecho fuerte, sintiendo el calor que este le transmitía por su fina camiseta, su respiración se calmó rápidamente, sus ojos fueron cerrándose poco a poco, sujetando las manos del mayor entre las suyas para no soltarse. Mientras que en sus pensamientos los ojos brunos del mayor recorrían su cuerpo, mientras que él recordaba el cuerpo bien formado y limpio del mayor, sus mejillas empezaron a arder, pero intento no darle importancia, mas aquellos ojos que tanto le habían gustado guardaban algo más, algo que tal vez Sasuke no quería que nadie supiera y eso a él le daba miedo, miedo de volverse a quedar solo.
Nunca lo admitiría pero el olor a miel que desprendía el cuerpo del menor le estaba empezando a embriagar, nunca le había pasado, eso que había estado con varias mujeres y donceles, quería sentirlo más, quería saber más de él, ya que por el poco tiempo que han hablado pudo darse cuenta del vacío que guardaban aquellos dos hermosos zafiros, pero aun así sería mejor intento cerrar los ojos y seguir durmiendo
Y así aquellas dos personas se quedaron profundamente dormidas gracias a los suaves compases de sus respiraciones y sus corazones, siendo la lluvia, pasando a un segundo plano.