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A ti en el pasado. por Cucuxumusu

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Notas del fanfic:

No deberia publicar otro fic, no deberia publicar otro fic, no puedes con tres a la vez...

Mierda.

Bueno señores aqui les dejo otro más que tenia empezado desde hacia mucho pero que no me animaba a publicar. Y como prometi se lo dedico a cierto loco que anda por ahi llamado Nicolas...te quiero cielo n_n Lamento no habertelo podido dar antes pero como sabes andaba liadilla.

Sin embargo este a diferencia de los otros que tengo no lo actualizare semanalmente ya que es más largo y complicado sorry.

Notas del capitulo:

Bueno en este primer capitulo para que no os lieis mucho comienzo con Law y sus "problemas" espero que os guste cielos.

 


 


Law parpadeó y volvió a frotarse incomodo la nuca que estaba empezando a mojarse con sudor. A continuación se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se obligó a sí mismo a quedarse quieto y a entrecruzar los dedos en su regazo para dejar las manos quietas. Moverse tanto era un signo de debilidad universal, de nerviosismo y incomodidad, y lo que menos quería demostrar él en aquellos momentos era precisamente eso.


 


No sabía por qué estaba tan nervioso en un principio. Aquello había pasado antes y sabía que iba a volver a pasar después, así que supuestamente ya tenía que haberse mentalizado del proceso. Sin embargo era cierto que lo único que recordaba de la vez anterior eran unos pocos gritos, alguien con el pelo rojo y su cuerpo siendo espachurrado y pellizcado miles de veces. Si, ahora con sus 24 años ya no era el niño despreocupado e inocente de la última vez. Pero tampoco era el hombre serio de mirada fría e intimidante que tenía ante él. Suspiró resignado y volvió a recargarse contra el asiento del sofá incomodo con la situación y de nuevo, incapaz de quedarse quieto.


 


Delante suyo, sentados en dos de los sillones de la sala de estar de su submarino, había dos personas.


 


La primera era un niño de apenas siete años que apretaba contra su pecho un libro de anatomía casi más grande que él y que le miraba con unos enormes ojos asustados del color del cielo nublado. Llevaba su mismo gorro de manchas negras y una pequeña bata blanca que le quedaba enorme. El crio se sentaba en el sofá encogido sobre sí mismo, como protegiéndose con el libro como barrera mientras escrutaba su salón plagado de las cosas más macabras y extrañas que había ido encontrando él durante sus viajes. Parecía entre asombrado y temeroso.


 


En cambio el segundo hombre sentado en el sillón restante era más mayor que él.  Debería estar rondando ya la treintena y su pose era de absoluto dominio y control. Llevaba un abrigo negro largo y su mismo gorro también, solo que este, a diferencia del suyo, tenía visera, lo que oscurecía su cara todavía más y le daba un aire peligroso y macabro. Desde que había aparecido por arte de magia en su habitación no le había quitado aquellos penetrantes ojos grises de encima, y definitivamente le estaba poniendo los nervios a flor de piel.


 


—¿Qué?—preguntó ya sin aguantarlo más.


 


El mayor solo le sonrío de medio lado como respuesta y siguió sin quitarle los ojos de encima, y ahora además tenían un deje divertido surcándolos ligeramente. Law frunció el ceño aun más molesto.


 


—¿Dónde estoy?¿Donde está Doffy?—preguntó entonces el niño con voz asustada pero demandante mientras apretaba aun más el enorme libro entre sus pequeñas manos.


 


Y ambos hombres se tensaron al instante al oír el antiguo nombre. Pero ninguno hizo ningún comentario al respecto y intentaron aparentar normalidad mientras ignoraban totalmente la pregunta.


 


—Yo...—empezó Law dirigiéndose al niño para intentar tranquilizarle un poco, ya que parecía capaz de ponerse a llorar allí mismo.


 


Pero ¿Cómo explicaba aquello? Es decir iba a quedar estúpido lo dijese como lo dijese. Nadie con dos dedos de frente lo creería. Pero tenía que haber una forma de que el niño lo entendiese. Intentó recordar como se lo habían explicado a él en su momento, pero su mente volvió a encontrarse con los pellizcos y memorias confusas. Al final simplemente soltó:


 


—Yo…Yo soy tu — y como esperaba el niño parpadeó y fruncido en ceño. Law carraspeó sin poderlo evitar sintiéndose idiota—quiero decir... soy tu, en el futuro, cuando tengas veinticuatro años—luego señaló al hombre de negro—y él es...nosotros cuando seamos mayores—comentó intentando sonreír como si fuese lo más normal que hubiese podido pasar… y fracasando estrepitosamente en el intento.


 


—Mientes—dijo el niño rápidamente encogiéndose en el asiento y mirándole con odio.


 


Aquello fue como un puñetazo en boca. Mierda. ¿Qué capitán podría llegar a ser si ni siquiera podía convencer a un niño de siete años de algo?¿De verdad podría dar órdenes a hombres hechos y derechos?. Y peor aún, seguramente el niño ahora pensaría que era un secuestrador o un pedófilo o algo, y que estaba intentando ganarse su confianza. Seguramente se pondría a chillar de un momento a otro pidiendo por auxilio o insultándole. Era penoso pensó Law. Pero entonces el mayor de los tres rodó los ojos, y Law recordó que él ya debía de haber vivido aquello dos veces y seguramente ya sabía lo que iba a pasar o lo que tenía que hacer.


 


—No miente—dijo entonces el mayor de todos y su voz sonó demasiado grave, calmada e inquietante— es verdad, los tres somos la misma persona pero en diferentes edades, no me pidas una prueba por qué no la tengo, pero mirándonos debes ya de darte cuenta de que es verdad—


 


Law rodó los ojos como el otro había hecho hacia un momento. Y es que el niño parecía a punto de ponerse a llorar después de escuchar el tono con el que el mayor había hablado. Al parecer iba a perder el tacto con los niños de mayor, aunque bueno, tampoco es que lo tuviese ahora. Levantándose de su propio sillón se sentó en el sofá al lado del niño y le tomó en brazos suavemente sin querer asustarlo. El chico le miró a los ojos durante un momento totalmente tenso, como dudando de confiar en él o no, pero al final pareció aceptar la retorcida teoría, apoyó la cabeza en su pecho y apretó su sudadera amarilla fuertemente.


 


—Este es mi barco—comenzó explicándole algo al niño para que se tranquilizase mientras le acariciaba el pelo— ahora somos piratas—


 


—¿En serio?—preguntó entonces el pequeñajo ya sin rastro de miedo en su voz. Niños pensó Law.


 


—Si—y entonces se le ocurrió una idea para tranquilizarle que podría dar resultado—¿quieres que te presente a mi tripulación?—


 


El hombre en el sofá le fulminó con la mirada intensamente mientras cruzaba los brazos sobre el pecho en una clara muestra de que aquello no era buena idea. Law le ignoró fingiendo que no lo había visto. Con el sonriente niño en brazos se levantó y abrió la puerta de la habitación en la que estaban.


 


Su tripulación estaba toda sentada en el pasillo esperando a que saliesen del salón con alguna noticia o explicación razonable a lo que acababa de pasar. Después de todo, no todos los días te encontrabas tres capitanes en el barco. Le había costado dos horas tranquilizarles a todos y explicarles más o menos la situación, luego se había encerrado en aquella sala intentando pensar en que haría a continuación. Estaban en Sabondy para rematar la situación. No podía ir con su versión de siete años y su versión asesina por ahí como si nada. Y si pasaba algo y alteraba el continuo espacio tiempo cambiando el futuro...vale, no creía que eso pasase, pero necesitaba controlar aquello de alguna forma.


 


—Capitán—chilló Bepo al instante corriendo hacia él.


 


—Law—llamó al niño sintiéndose extraño por pronunciar su propio nombre—este es Bepo, mi segundo al mando— Luego observó a Bepo que le miraba confuso sin saber que decir pero sin quitarle los ojos de encima al chico —¿Bepo puedes jugar con él un rato? Necesito hablar con...el otro—comentó pasándole rápidamente su versión de siete años al oso.


 


La pareja se miró durante un momento escrutándose mutuamente en el silencio tenso del pasillo. Quietos. Como si quisiesen decir algo pero no supiesen como hacerlo. Law en cierta manera lo entendía y tenía una ligera curiosidad sobre como reaccionaria su segundo al mando al verle en una versión infantil, o de cómo reaccionaría él mismo al ver a un oso parlante. Al final fue el niño el primero que habló.


 


—¡¿Puedes hablar?!...como mola—y abrazó al oso fuertemente mirándole con ojos emocionados y una pizca de curiosidad que Law conocía muy bien. Iba a tener que advertirle al niño que no podía diseccionar a su tripulación.


 


Bepo por su parte jadeó.


 


—Woaah—chilló de repente asustando a Law— ¡Capitán de pequeño! que mono—


 


Y Law sintió una vena palpitar en su frente al escuchar la palabra “mono” referida a él. Pero no pudo decir nada cuando prácticamente toda la tripulación se abalanzó sobre el niño para abrazarle o pellizcarle los mofletes mientras chillaban cosas como “adorable”, “tierno” etc. Estaba empezando a entender por qué no se acordaba de nada de su anterior visita. Suspiró cansado. Tal vez tenía que dejar al niño ejercer el noble arte de la disección al fin y al cabo.


 


Decidido a dejarlo correr aquella ver volvió a la habitación con su versión oscura del futuro cerrando la puerta y acallando al instante los gritos de estúpida emoción. Se sentó a continuación en el sofá enfrente del que estaba sentado el hombre y apoyó los codos en las rodillas en una postura que solía utilizar.


 


—Bueno—su voz sonó demasiado temblorosa—¿cuánto dura...?—


 


—Una semana— le interrumpió el otro como sabiendo lo que iba a decir. Law Frunció el ceño.


 


—¿Y hay alguna forma de acelerar...?—


 


—No lo sé— dijo el otro sonriendo de medio lado y copiando su postura con los codos apoyados en las rodillas y sus caras separadas simplemente por la mesita de cristal entre los dos sofás


 


Law apretó las manos en un puño. Y es que le estaba empezando a sacar de quicio la actitud de superioridad e intimidatoria del otro, como si fuese el rey del lugar o el capitán. Y Law se estaba conteniendo para no levantarse y partirse la cara a sí mismo. Él otro amplió su sonrisa macabra ante su gesto, como sabiendo perfectamente lo que pensaba.


 


—¿Tienes algún problema?—preguntó el menor con el tono más asesino que pudo poner.


 


El otro simplemente soltó un ligera carcajada sarcástica, se levantó del sillón y paseó por la sala hasta colocarse a sus espaldas con aire distraído, como si observara la sala, pero Law seguía sintiendo sus ojos clavados en su nuca.


 


—No, no tengo ninguno—dijo el mayor inclinándose de repente y apoyando sus manos en sus hombros mientras acercaba la boca a su oreja.


 


 Law se tensó al instante. No sabía por qué, pero percibía el peligro en aquel hombre a kilómetros. Aunque fuese el mismo. Era como si hubiese perdido algo importante y solo hubiese quedado la cascara fría y sádica que le provocaba escalofríos. ¿Qué había pasado entre el presente y el futuro para que cambiase tanto?


 


— Al menos todavía— un suave susurro enfadado contra su oreja que le puso la carne de gallina.


 


Law se levantó de golpe y se giró para encarar al otro. Estaba demasiado tensó, demasiado alerta y de nuevo sentía la nuca plagada de sudor. No le estaba gustando como se estaba desarrollando aquella situación. Se sentía indefenso contra el otro, después de todo conocía todos sus secretos y seguramente sería más fuerte que él. Tragó saliva observando la mirada divertida del otro.


 


—¿Que quieres decir?— preguntó cabreado intentando llenar aquel silencio. Se sentía como si le estuviesen cazando, como si fuese un juego estúpido del gato y el ratón. El otro sabía algo que él no sabía y jugaba con él como quería, burlándose sin que se enterase de que estaba pasando.


 


El mayor se acerco a él de nuevo con paso lento rodeando el sofá, y él se obligó a quedarse quieto y fingir indiferencia. Trafalgar se situó entonces enfrente suyo y le miró directamente a los ojos. Gris contra gris. El mayor le sacaba unos pocos centímetros de altura y tenía el pelo un poco más largo que el suyo, pero por el resto era como si se mirase en un espejo. Un poco inquietante la verdad.


 


Trafalgar alzó entonces una mano y la posó delicadamente en su mejilla acariciando sus pómulos con el pulgar suavemente, casi como con anhelo o melancolía. Su mirada se había dulcificado y perdido de repente aquel tono arrogante de hace un momento, haciendo que Law se relajase un poco. Solo un poco.


 


—Eres aun tan inocente—susurró bajo el mayor, tan bajo que ha Law le costó escucharlo.


 


Frunció el ceño sin comprender lo que quería decir y sin querer hacerlo. El no era inocente y ambos lo sabían. Fue a responderle ya sin paciencia un par de cosas a su alter ego, pero entonces unos suaves labios se posaron sobre los suyos.


 


Abrió los ojos sorprendido e intentó apartarse del contacto, pero el otro paso  una brazo por su cintura y le apretó contra su cuerpo sin dejarle apartarse. Le sujetaba casi con delicadeza, temiendo que pudiese romperse en cualquier momento pero a la vez firmemente, aguantándole en su sitio y negándose a dejarle irse.


 


Jadeó cuando sintió la hábil lengua del otro colarse a su boca por la fuerza obligándole a saborearse a sí mismo. La mano libre del otro voló a su nuca y le apretó para profundizar el extraño beso aun más. Law intentó morderle cabreado y el mayor soltó una risilla toca pelotas contra su boca mientras le lamia gustosamente los labios huyendo de sus dientes. El menor gruño en respuesta e intentó volver a apartarle a la fuerza empezando a asustarse un poco por la insistencia del mayor.


 


 El de negro mordisqueó entonces su labio. Fuertemente. Y Law se deshizo en sus brazos como agua líquida. Se odió a sí mismo y odió al otro aun más por conocer cada punto débil que tenia y como usarlo en su contra. El otro volvió a morderle insistente y sintió como sus brazos perdían fuerza contra el firme agarre del otro.


 


Suspiró de puro placer.


 


El otro se separó y le miró divertido.


 


—Recuerdo que adorabas hacerlo a lo bestia—murmuró con una broma oculta en su voz que no entendía— tus tendencias masoquistas van a acabar contigo algún día, que lo sepas— susurró mientras volvía a abalanzarse sobre él.


 


—Para—pidió el menor esquivando sus labios nervioso. Aquel extraño juego mental estaba pudiendo con él. Definitivamente no se fiaba del mayor.


 


—¿De qué te asustas?—preguntó el mayor con la molestia en su voz— esto no es muy diferente de masturbarse, tu eres yo y yo soy tu, te conozco, me conoces ¿qué problema hay?—


 


Law frunció el ceño. Se le ocurrían uno y mil problemas para refutar el argumento del otro, el primero empezando por que su tripulación y su versión en miniatura estaban justo al otro lado de la puerta jugando inocentemente. Pero la mirada hambrienta en los ojos del otro le decía que aquello no iba a pararle. No lo entendía.


 


Trago saliva.


 


Cuando esta vez los labios del otro se estamparon contra los suyos intento corresponderle. ¡Qué mierda! El otro tenía razón, un buen polvo le desestresaría un poco y solucionaría el problema que las miraditas intensas del otro le habían estado provocando.


 


No sabía si era bueno que se excitase con la visión de sí mismo, o si no era algo demasiado narcisista, pero cuando las manos del otro se colaron por debajo de su sudadera definitivamente se concentro en lo que tenía delante. Trafalgar bajo lamiendo su cuello y arrancándole pequeños sonidos de placer ante la sensación de su húmeda lengua contra su piel. Tenía un problema con aquel punto y ambos lo sabían. Sintió un mordisco contra su nuez y gimió sin poder contenerse mucho más con un escalofrió recogiendo su columna. Si definitivamente  era un problema grande.


 


Rodeó el cuello del otro con sus brazos y giró la cabeza intentando alejarse de los labios del otro un momento y recuperar su respiración. Las manos heladas del mayor alcanzaron entonces los rosados pezones y jugó con ellos a placer mientras las piernas del menor temblaban y amenazaban con dejarle caer. Mierda había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había hecho y ahora parecía una estúpida virgen hipersensible. Sin embargo el mayor le sostuvo en su sitio sin problema y aquello solo provocó que el menor se excitase aun más. Siempre le habían encantado los tíos fuertes y dominantes y se veía que el otro lo estaba aprovechando para excitar al menor todo lo que podía y más.


 


Andando hacia delante el de negro empujó al otro contra el sofá hasta que le sentó en él de un empujón. Quedándose de pie se quitó el molesto abrigo largo sintiendo en todo momento la mirada del otro sin despegarse de su cuerpo y empezando a tomar el mismo aire hambriento que la suya. Volvió a abalanzarse sobre el menor al instante en que el abrigo toco el suelo, y esta vez se besaron más violentamente mientras el mayor le empujaba hasta que le tuvo tumbado a lo largo del sillón.


 


Sus bocas chocaron ansiosas por la contraria, labios ardiendo contra los mordiscos furiosos, lenguas acariciándose y uniendo sus esencias que en fondo eran la misma, empezando una danza intensa y oscura. Mientras, el que se encontraba encima, volvía a colar sus manos por debajo de la ropa del por ahora, tranquilo menor, explorándole curioso, explorando el cuerpo que hacía años que no tenia, pero del que recordaba cada punto débil.


 


Siempre había tenido curiosidad por saber cómo se sentirían sus amantes al acostarse con él. Quería descubrir el por qué a veces parecían tan desesperados por complacerle y hacerle gritar de placer pese a que muchas veces solo fuese un rollo de una sola noche. Quería saber el por qué siempre eran tan posesivos una vez que le conseguían meterle en sus camas, marcándole, abrazándole asfixiantemente...


 


Sus manos recorrieron aquel apretado estomago delineando las ligeras curvas de los músculos y siguieron subiendo hasta su clavícula, levantándole en el proceso la sudadera amarilla y exponiendo la templada piel al aire frio de la habitación y a su oscura mirada. ¿Que había sido de esa sudadera? Pensó atontado. No recordaba haberla tirado.


 


El aburrido menor rodeó entonces su cuello con sus manos instándole a seguir jugando con él como le diese la gana y a la vez profundizando aun más el beso del que aun seguían sin separarse. El mayor se relamió encantado perdiéndose en el calor liquido de aquella boca al igual que el otro lo hacía en la suya, hasta que casi sintió la lengua del otro en su garganta. Cabreado con sus avances, le mordió fuertemente aquel musculo, haciendo que el otro gimiese dolorido y se retirase. Así estaba mejor. Allí era él el que mandaba y era él el que permitía o no permia las cosas, el que jugaba y exploraba aquella extraña experiencia, la única función del otro era aguantarse y asimilarlo. Nada más.


 


Sus dedos seguían posados sobre la suave y cálida piel de Law, anclados en su clavícula sin moverse, sintiendo como el menor se removía ligeramente, como conteniéndose por miedo otra represalia por su parte, como ansioso por que hiciese algo con sus manos.


 


Nunca se había acostado con nadie así. Aquel cuerpo bajo suyo parecía capaz de deshacerse en suave viento si apretaba demasiado, si forzaba demasiado la situación, si mordía demasiado fuerte... Y aquello cabreo al mayor. El otro era igual que él. Y él era un pirata, era fuerte y poderoso, no una suave y vulnerable niñita.


 


Clavándole las uñas en la tierna piel del cuello y aun sin separarse del sumiso beso en lo más mínimo, arrastró las manos hacia abajo, dibujando cinco finas marcas rojas desde la clavícula hasta la cintura del menor. Castigándole y torturándole por su debilidad. Lenta y dolorosamente, sintiendo al otro tensarse y paralizarse durante un momento en el beso.


 


—Me cago en tu puta madre— murmuró el otro entre dientes apretados echando la cabeza para atrás y separándose de su dominante boca mientras se arqueaba.


 


—Mi madre es la misma que la tuya ¿recuerdas?—sus dientes delinearon el cuello del menor tenso aun por el dolor, deteniéndose a los pocos  segundos donde latía el acelerado pulso de su versión más joven. Law volvió a contener la respiración expectante— además te ha gustado. Se te ha puesto aun más dura—


 


Y totalmente consciente de la cara ligeramente cabreada del otro atrapó el calor creciente entre sus piernas y apretó. Fuertemente. Sin permitirse ni una pizca de piedad consigo mismo. Esta vez el menor dejo escapar un grito ahogado y apretó sus hombros contra su cuerpo en un espasmo mezcla de dolor y placer. El mayor aprovechó otra vez aquel momento de vulnerabilidad y de defensas bajas para dejar la marca de sus dientes en el cuello arqueado del menor. Violentamente, hasta sentir la sangre metálica en su boca.


 


—Nng—lloriqueó Law sin poder más—Quieres parar con eso joder —pidió cuando consiguió recuperar la respiración.


 


—Oblígame a hacerlo enano—le retó el mayor lamiendo entonces la piel sensible del mordisco y sacándole otro escalofrió al menor—si puedes, claro—


 


Y siguió jugando con él como le daba la gana. Explorándose a sí mismo, observando sus diferentes muecas y expresiones de placer, sus puntos débiles y recovecos de su cuerpo. Mientras, el menor parecía de nuevo intentar escaparse de entre sus dedos, intentaba resistirse a sus abusivas caricias sin esforzarse del todo en la pelea, sin darlo todo, como dejándole al final ganar. Empezaba a entender a sus amantes, esa obsesión por dominarle y someterle, era tan divertido ver como el otro se resistía estúpidamente a sus avances sin acabar de ceder y con aquella mirada de superioridad y arrogancia en sus ojos. Le daban ganas de castigarle aun más, de demostrarle que realmente podía con él si quería y que dejase de una vez de fingir aquella estúpida resistencia.


 


El mayor le inmovilizó las muñecas por encima de su cabeza con una firme mano a la decima vez que el menor intentó escabullirse. Con la otra le desabrocho hábilmente el estrecho pantalón azul que había llevado el mismo durante años y metió la mano por entre la ropa buscando su objetivo final. Law se echo al instante hacia delante, hundiendo su cabeza en el hueco de su cuello y respirando con dificultad luego intentó echar las caderas hacia atrás en el sofá, casi trepando por él para evitar el contacto. Temía lo que le haría el mayor después de todo lo anterior, pero a la vez quería seguir con aquello y también sabía que podía confiar en el otro, después de todo era el mismo, no se iba a traicionar a si mismo ¿No?


 


El mayor sonrió divertido por su reacción y se deleitó un momento en aquel momento de total dominio y entonces, de repente, frotó fuertemente el calor duro entre sus piernas, haciendo al menor hundirse aun más en el sofá con un gemido lastimero sin fuerzas ya para sostenerse.


 


Trafalgar frunció entonces el ceño al escucharle, ¿gemía siempre de aquella manera tan patética? ¿Tan débil? ¿tan sumisa? Agarrando más firmemente el miembro del menor comenzó a frotarlo rápida y fuertemente, molesto consigo mismo y con el otro. El más joven se retorció bajo suyo cerrando los ojos y jadeando fuertemente incapaz de dar dos bocanadas de aire seguidas.


 


—No tan...ahh...por favor—su voz temblaba presa del placer y de la falta de oxigeno. Sus caderas empezaron a alzarse del sofá coreando a duras penas su rápida mano. Rebotando contra su agarre y pidiéndole mudamente por más.


 


El de mirada oscura y respiración tranquila apretó aun más el agarre en sus muñecas instándole a que se quedase quieto contra el sofá. El ardiente chico no le hizo ni caso, perdido sin remedio en el rápido vaivén entorno a su dura y ahora empapada intimidad y en su cuerpo quemando y a merced del otro. Con las marcas rojas de mordiscos y arañazos totalmente claras y oscuras en su piel. Totalmente rendido y dominado.


 


Denigrante. El adulto quiso pegarle para que reaccionase, para que sacase las uñas de una vez y se resistiese a aquella humillante agresión como era debido. Como sabía que podía hacer. Que no se dejase domar tan fácilmente, que fuese él que hiciese a sus amantes gritar de placer. Pero en lugar de eso simplemente paro el movimiento sobre el delicado y totalmente erguido pene el otro, y se alejó de él dejándole entonces medio desnudo  y jadeante en el sofá.  Sin decir nada se fue a sentar él al sillón de al lado.


 


El menor le dedico al instante una mirada entre enfurecida y sorprendida alzándose ya libre de su agarre sobre los codos.


 


—¿Por qué mierda paras?—casi le grito aun con la respiración agitada.


 


—Se me han quitado las ganas—comentó con un tono aburrido recostándose en el enorme sillón. El menor le miró sin comprender, con su miembro palpitante asomando del pantalón y sus marcas recorriendo su pecho volviéndose cada vez más moradas. Y sin esperar más el mayor soltó la bomba—eres demasiado fácil, ni siquiera te has intentado resistir en condiciones, eres como una puta que se abre de piernas ante la primera oportunidad que ve de que la follen—


 


Silencio. Durante un largo y tenso momento mientras ambos se sujetaban la mirada y el menor acababa de asimilar lo que acababa de pasar. Tenso y incomodo silencio.


 


Y luego la reacción fue inmediata.


 


—¿Que has dicho?—levantándose del sofá de un salto se acercó sonriendo hasta donde estaba el mayor donde se cruzó de brazos esperando su respuesta. Aun medio desnudo y con su excitación totalmente a la vista. Su mirada era del más puro cabreo y instintos homicidas y la vena que palpitaba en su frente contrastaba dramáticamente con la sonrisa inocente y inofensiva en su cara.


 


Realmente daba miedo. De una manera retorcida y psicópata, pero lo daba.


 


Y aquello complació al mayor un poco, por fin alguna reacción de verdad.


 


—Lo que has oído— repitió el otro con tono enfadado, como retándole al otro a que le llevase la contraria si se atrevía. Intentando enfadar al menor aun más.


 


—¿Es una broma verdad?—preguntó con un tono de voz engañosamente tranquila y alegre. Trafalgar podía percibir la violencia en cada línea de su cuerpo. Contenida, pero presente—Es una maldita broma...has sido tú el que ha empezado esto—le echó el cara levantando ligeramente la voz.


 


El mayor se encogió de hombros.


 


—Sí, pero he perdido interés— volvió a decirle—si quieres continuar tendrás que hacerlo tú mismo—


 


El menor le fulminó sin moverse ni un ápice de su sitio, con la fachada sonriente y contenta ya deshecha. ¿Pasaría algo si se partía la cara a sí mismo? Porque juraba que en aquel momento era totalmente capaz de hacerlo ¿Por qué había parado en primer lugar?¿por qué le insultaba ahora de aquella forma? Era absurdo, era cierto que había sido fácil, pero era por que...


 


Y entonces entendió lo que le pasaba al mayor por la cabeza y lo que estaba intentando hacer. Cerrando los ojos aun más cabreado con el otro se preguntó si en aquellos años el mayor no habría perdido algo más que su tacto con los niños...algo, como por ejemplo una parte fundamental del cerebro.


 


Sonrió inocentemente de nuevo dispuesto a vengarse de hombre arrogante que tenía delante y que pensaba que tenia la razón y el conocimiento de todo.


 


—Como quieras—


 


Rápidamente se arrodilló a los pies del mayor entre sus largas y fuertes piernas y se abalanzó sin dudar sobre la cremallera de su pantalón intentándoselo abrir con una ligera ansia. El otro le miró aturdido sin comprender aun lo que estaba haciendo ni intentaba.


 


—¿Que estás haciendo?—su tono sonaba a cabreo con una ligera nota de incertidumbre. El joven arrodillado estuvo tentado a sonreírle sarcásticamente y a soltarle un “¿no lo sabes?”. Se lo merecía por idiota.


 


—Demostrarte lo puta que podemos llegar a ser—le respondió elegantemente, consiguiendo por fin deslizar la maldita cremallera y sin poder ya ocultar la sonrisa en su voz.


 


El mayor pareció por fin comprender lo que pretendía por que se abalanzó a detenerle, pero para su desgracia no fue lo suficientemente rápido y Law deslizó su polla fuera de sus pantalones. Sonrió desde su posición en el suelo.


 


—¿No decías que habías perdido interés?—no pudo evitar burlarse ante la imponente erección frente a sus ojos. Palpitante, ligeramente húmeda y bastante necesitada según parecía.


 


El mayor gruñó como única respuesta y le fulminó con la mirada sabiendo que ya no podía detenerle. Menos en aquel estado totalmente expuesto.


 


—No te atrevas—


 


Pero el otro ya había atrapado su necesidad y la bombeaba con la misma furia con la que él lo había hecho antes. Deslizándose arriba y abajo rápidamente simulando envestidas potentes y desesperadas con su habilidosa mano.  E mayor jadeó de repente falto de aire clavando sus dedos en los brazos del sofá y cerrando los ojos con fuerza para asimilar la corriente eléctrica que le invadía como un huracán haciendo temblar todas sus terminaciones nerviosas.


 


Mierda, mierda y más mierda.


 


—Mmm estas tan caliente y duro—susurró el otro arrastrando las palabras provocativamente y haciéndole odiarle por pronunciar semejante frase de ramera barata—no puedo esperar a tenerte en mi boca—


 


Se estaba burlando de él, definitivamente se estaba burlando. Aquello le enfado de sobremanera, pero sin embargo la frasecita del otro también hizo efecto y su miembro palpitó placenteramente ante la boca del otro, haciéndole echar inconscientemente sus caderas hacia delante hasta el borde del sillón. Ofreciéndose al menor pese a sus intentos de parar aquello. Jadeando atontado abrió los ojos de nuevo fulminando al menor intensamente odiándole por hacerle hacer semejante gesto de necesidad. Este le dedicó una sonrisa de superioridad mientras acercaba su boca a sus testículos.


 


—¿Algún problema cielo?¿Quieres que te la chupe ya?—se burló de nuevo ante sus últimas acciones.


 


El mayor quiso levantarse, darle una bofetada al menor por su broma y volver a demostrarle quien mandaba allí. Desgraciadamente solo pudo gemir entre dientes cuando el chico eligió ese mismo momento para cumplir su promesa y lamerle la necesitada y ardiente punta sin parar el ritmo de su furiosa mano. La cálida y aterciopelada lengua realizo una rápida lamida, casi experimental, dejándole sentir su calor y su suavidad contra la parte más sensible de su anatomía. Dejándole al instante queriendo más.


 


—Delicioso—se relamió el menor provocativamente mirándole a los ojos— adoro tu sabor— siguió murmurando  frases de puta el otro volviendo a lamerle casi con gula con una mirada de absoluto deleite en su cara.


 


Oh, que se callase, que cerrase aquella maldita boca. No le interesaba saberlo, no quería escucharlo, que simplemente se callase. Gruñó enfadado yendo a contestarle y el otro sonrió satisfecho realizando esta vez una lamida desde la base hasta la punta golosamente.


 


Ya no pudo más. El mayor se dejo caer contra el sofá sintiendo como el menor jugaba con el ahora en su boca habiendo destrozado toda su anterior resistencia. Estaba tan caliente, con su impaciente lengua sin separarse ni un segundo de su miembro: arriba y abajo, arriba y abajo... se encontró al instante con espasmos de placer recorriéndole el cuerpo y haciendo a sus piernas temblar nerviosamente en torno al otro entre ellas. Volvió a gemir desesperado. Estaba demasiado sensible, demasiado excitado para lo poco que habían hecho, normalmente no se rendía tan fácilmente, definitivamente hacia mucho que no lo hacía, sobre todo desde que...


 


Abrió los ojos a duras penas intentando centrar al menor en su campo visual. No quería pensar en eso. No quería enfadarse por gilipolleces y  por cosas que no merecían la pena ni podían solucionarse. Sin embargo la imagen que recibió su vista cuando abrió los ojos solo le confundió aun más en aquel remolino de sensaciones. Era el mismo. Masturbándose fanáticamente a punto de alcanzar el orgasmo según podía percibir por los movimientos casi espasmódicos del otro. Con la otra mano apretando su cadera hacia abajo obligándole a tranquilizarse y estarse quieto mientras le acariciaba los testículos delicadamente. Con su dulce boca lamiéndole y succionándole sin descanso entre jadeos de necesidad, como si su polla fuese lo mejor de este mundo y no quisiese parar, casi atragantándose en el frenético acto.


 


Y con sus mismos ojos grises mirándole en una mueca de absoluto placer y complicidad.


 


A la mierda todo. Ya se quejaría luego. Alzando las manos aferró la cabeza del otro hundiendo sus dedos en aquella maraña de pelo negro y comenzó a marcar él su propio ritmo. Entrando cada vez más y más en aquella deliciosamente estrecha cavidad y obligándole al otro tragarle por completo sin que pudiese hacer jodidamente nada para evitarlo. El menor gimió alcanzando repentinamente su propio orgasmo con aquel repentino cambio de ritmo y el enorme miembro del otro atravesado en su garganta sin dejarle ni un segundo para respirar. 


 


El gutural sonido que emitió el chico reverberó entonces en el tenso cuerpo del mayor a través de su miembro enterrado profundamente en su ávida garganta, y se encontró al rato repitiéndolo él mismo. Una y otra y otra vez, con la misma voz, con la misma cadencia que el joven. Necesitado. Realizó unas cuantas envestidas empezando a entrar en un ritmo errático, más profundo todavía, más desesperado por llegar al final, como si estuviese intentando fusionarse con el menor temblando entre sus piernas.


 


Y entonces aquella pequeña boca le succionó fuertemente como si quisiese sacarle el aire y llenar sus pulmones asfixiados. Con su lengua rodeándole por completo y acariciando juguetonamente cada mínima parte de su longitud, con su punta enterrada en las delicadas y suaves paredes de su garganta que seguían reverberando con los gemidos ahogados del otro.


 


Y ya no pudo más.


  


Cuando volvió a abrir los ojos después de la ola de placer, se encontró al menor apoyado contra el interior de su muslo mirándole con una mirada satisfecha y relamiéndose aun su semen de la cara con burla.


 


Y el mayor, sin haber recuperado el aliento ni su pulso tranquilo, pero sin poder contenerse más, le dio un puñetazo en la cara que le mando a unos pasos de distancia de la fuerza con la que lo dio.


 


—Tu estúpida puta, ¿es que no tienes dos neuronas en la cabeza pedazo de idiota?—chilló encolerizado mirándole con odio. ¿Cómo podía ser tan fácil?, ¿cómo podía poner su futuro a prueba con semejante acto sin siquiera dudar?.


 


El otro se levantó de su posición tumbada y se quedó sentado en el enorme suelo frotándose la mandíbula donde le había dado el puñetazo y que comenzaba a adquirir una tonalidad rojiza. Con un ligero tono molesto en la mirada pero más que nada entretenido. Era curioso como habían cambiado los papeles del principio a la actualidad, como había sido él el que se reía sarcásticamente divertido, a ser ahora el que estaba cabreado.


 


—Tú eres el idiota—le respondió sin inmutarse y con la voz molestamente calmada—¿de verdad que no has pensado en por qué estaba siendo tan fácil?—


 


El otro le fulminó con la mirada. Su inmensa paciencia estaba comenzando a evaporarse con su versión de dos años menor y aquello era muy deprimente. Apoyó los codos en sus rodillas y se frotó el puente de la nariz queriendo deshacerse del atontamiento que tenia después del orgasmo.


 


—¿Qué?—


 


El otro suspiró en un gesto de exasperación muy parecido al suyo y le miró como si estuviese hablando con un retrasado mental pero con la diversión pintada en su cara. Al mayor le empezó a aparecer un divertido tic nervioso en la ceja. Puede que otro puñetazo no le viniera del todo mal.


 


—Estaba siendo tan fácil porque lo estaba haciendo contigo—explicó el chico en el suelo con voz aburrida—¿por qué iba a tener que resistirme conmigo mismo? No es como si me fueses a traicionar o a usarlo en mi contra—


 


El otro se calló un momento entendiéndolo.


 


—Pero al principio te estabas resistiendo y…—le recordó.


 


—Bueno, me has mordido hasta hacerme sangre y me has arañado como un maldito gato— respondió rápidamente— cualquiera se intenta defender ante eso—


 


El otro parpadeó viéndole el sentido al argumento y odiándose a sí mismo por no haberlo captado antes. Mierda. Su estúpida paranoia mental estaba pudiendo con él. Pero es que...quería que el otro se diera cuenta, quería que aprendiese, que no confiase tanto en la gente, para que luego...no pasase lo le iba a pasar. Para que no sufriese tanto. Simplemente quería protegerle, protegerse a sí mismo.


 


Pero se había puesto nervioso al verle en su pacifica vida, se había asustado al recordarlo y había querido advertirle desesperado, enseñarle rápidamente sin tener cuenta las consecuencias. Sin fijarse que no se podía engañar a sí mismo. Al final había perdido de vista el motivo de aquello; que solo había sido un experimento para saber cómo se sentía acostarse consigo mismo. Estaba perdiendo facultades, tenía que mejorar aún más, volverse invencible, aun no estaba preparado para...


 


Frunció el ceño al fijarse que el menor seguía hablando.


 


—Aun así me jode que pienses que soy así con todos, sobre todo la parte de la inmovilización, ¿de verdad crees que dejo que me inmovilicen sin protestar?—dijo con la sonrisa de superioridad aun sentado en el suelo.


 


El mayor gruñó en respuesta dejando al menor disfrutar y regodearse en su pequeña victoria, sin ganas ni fuerzas para responderle algo decente. Adolescentes.


 


—Pero me extraña que no te acuerdes de lo que intentaba hacer—dijo cambiando su cara a una dudosa de curiosidad—¿Acaso te has olvidado del pasado?¿De lo que ocurrió la última vez que paso esto? Antes parecía que te acordabas perfectamente—


 


El mayor se quedó en silencio durante un momento y finalmente se recostó contra el respaldo del sillón calándose el gorro para ocultar su mirada de la del chico, decidiendo que no iba a responderle aquella pregunta. No directamente. No ahora.


 


El chico le miró expectante durante un momento esperando su explicación. Al final se debió dar cuenta que no le iba a responder y, sin decir nada, se recolocó la ropa ocultando las marcas y arañazos y subiéndose el pantalón. Finalmente salió al pasillo donde se había organizado una partida de escondite con el niño.


 


Bepo lloraba y gritaba después de una hora de infructuosa búsqueda, pero antes de que pudiese escuchar más la puerta se cerró dejándole solo en el extraño salón de lo que había sido su submarino.


 


¿Te has olvidado del pasado? repitió el mayor las palabras en su cabeza


 


Si el otro supiese. Lo había intentado, una y mil veces y era cierto que algunas cosas se habían vuelto borrosas con el tiempo, pero desgraciadamente la memoria no era algo que pudieses encender y apagar cuando quisieses. Sino todo sería más fácil.


 


Mucho más fácil.


 

Notas finales:

Si, lo se es un poco lio, para aclararnos un poco con quien es quien he decidido llamar:

-"Law-chan" a la version de 7 años.

-"Law" a la de 24.

-"Trafalgar" a la de 26

Más o menos. En el siguiente le toca salir a Kidd y prometo que sera más divertido y espero que este mas claro  n_n

Asique...¿Os ha gustado?¿Merezco algun review, o lo dejo asi?


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