Tebas – 1290 A.C.
Tebas, cuidad de los Vivos. La joya del Faraón Seti I. Hogar de Seth, sumo sacerdote del Faraón, guardián de los muertos. Lugar de nacimiento de Anzu, concubina del Faraón, ningún otro hombre podía tocarla. Pero por amor, estaban dispuestos ah arriesgar la vida.
Mientras los sacerdotes de Seth cerraban la gran puerta del santuario el Faraón entra buscando a Anzu.
-Qué esta haciendo aquí?
El Faraón suspiro profundo y se dirigió hacia la gran terraza del lugar, mientras los sacerdotes cerraban la gran puerta, corrió las cortinas que separaban la terraza del resto del lugar y ahí estaba reposando su derecho sobre una gran escultura de Bastet, cruzaron miradas.
-Quien te ah tocado!?
Exclamo el Faraón al ver que la pintura dorada que cubría su cuerpo en su brazo izquierdo estaba corrida, como si alguien hubiera pasado su mano en ella, al darse cuenta Anzu su cara se volvió una mezcla de miedo y asombro, el Faraón sintió una presencia detrás de él y al girar se encontraba su sumo sacerdote Seth el cual de un solo movimiento le quito la espada que tenia en su cintura
-Seht!?
-Mi Sumo Sacerdote!
Cuando menciono eso, Anzu de entre sus ropas saco una daga y se la clavo en la espalda, luego Seth le cortaba el pecho con su propia espalda, los demás sacerdotes observaban como Anzu y Seth mataban al Faraón através de las sombras de las finas cortinas, en eso fueron distraídos por una ruidos de las puertas, al igual que los asesinos del Faraón.
-La guardia del Faraón!
Exclamo Seth, al parecer alguien había alertado de que el Faraón corría peligro, todos los demás sacerdotes corrieron por sus vidas.
-Tienes que irte! Salva tu vida! –exclamo Anzu
-No
-Solo tú puedes resucitarme!
Seth miro sorprendido a Anzu, mientras los guardias literalmente tiraban las puertas abajo para entrar al lugar.
-No te voy a dejar! Aléjense de mí!
Gritaba Seth mientras los demás sacerdotes lo intentaban sacar del lugar, cruzo miradas con Anzu antes de que los sacerdotes lo sacaran del lugar.
-Vivirás otra vez! Voy a resucitarte!
Grito antes que fuera sacado totalmente del lugar, dejando sola a Anzu con todos los guardias reales.
-Mi cuerpo ya no es de su templo!
Y con esas últimas palabras clavo la misma daga que había usado con el Faraón en su cuerpo y mediante la sombra de ella que se reflejaba en la pared Seth puedo observar como se quitaba la vida.
Para resucitar a Anzu, Seth y sus sacerdotes, allanaron su tumba y se llevaron su cuerpo, se adentraron en el desierto y llevaron el cadáver de Anzu a Hamunaptra, cuidad de los Muertos. Antiguo lugar de sepultura de los hijos de los Faraones y última morada de las riquezas de Egipto.
Por amor, Seth se atrevió ah provocar la ira de los Dioses adentrándose en la cuidad, donde tomo el libro negro de los Muertos de su morada sagrada.
El alma de Anzu, había sido enviada al tenebroso inframundo, sus órganos vitales extraídos e introducidos en 5 vasos Canope.
Mientras los sacerdotes oraban alrededor de la mesa de piedra donde estaba colocado el cuerpo de Anzu y los 5 vasos Canope, Seth recitaba un conjuro del libro y de unas agua negras, que parecían ser petróleo salio una figura parecida a Anzu y se dirigía hacia su cuerpo y entro en su interior, haciendo que esta despertara.
El alma de Anzu regreso de entre los muertos, pero la guardia del Faraón había seguido a Seth y lo detuvo antes de que el ritual se completara.
El alma que había entrado dentro del cuerpo de Anzu volvió a salir y regreso a lo que parecía ser el conducto del inframundo hacia ese lugar.
Los sacerdotes de Seth fueron condenados a ser momificados en vida. En cuanto a Seth, fue condenado a sufrir el Hondai, la peor de todas las antiguas maldiciones. Era tan terrible que hasta ese entonces, jamás se había realizado.
Luego de haber culminado con las preparación requeridas, terminaban de envolver el cuerpo de Seth, todo esto sucedía mientras él estaba viendo y sintiendo todo lo que pasaba, la última parte en envolver fueron sus ojos, luego tomaron su cuerpo y lo colocaron dentro de un sarcófago, un sacerdote con una mascara del Dios Seth, se acercaba con un jarrón lleno de escarabajos y lo vertía dentro del sarcófago, estos comenzaban a devorar el cuerpo de Seth mientras el sarcófago era sellado con una llave, enterrándolo debajo de una estatua del Dios Seth.
El condenado a Hondai permanecería encerrado en su sarcófago para toda la eternidad, los Mummy nunca permitirán que fuera liberado, si se libera esparciría la enfermedad, una plaga sobre la humanidad, un maléfico comedor de carne, con la fuerza de los siglos, el poder del desierto y la gloria de lo invencible!
Hamunaptra – 1923
Durante tres mil años hombres y ejércitos combatieron sobre estas tierras, desconociendo el mal, que descansaba sobre ella.
Y durante tres mil años, nosotros los Mummy, los descendientes de los guardias sagrados del Faraón hemos seguido vigilando.
Un grupo de personas se preparaba detrás de una ruinas con sus armas esperando que llegara el ejercito a caballo, pero al parecer el comandante de ese grupo de hombre huía en su caballo.
-acabas de ascender…
Dijo un hombre de cabello negro y ojos verdes a su compañero, este era de cabello tricolor y ojos rojos como rubís.
-MANTENGA POSICIÓN!
Grito a las demás personas, haciéndoles saber que no se movieran, mientras el ejército contrario estaba cada vez más cerca de ellos.
-LISTOS! Tú seguirás conmigo
-Ah… claro… tu valor me da fuerza- le respondía el hombre de los ojos verde.
Al posar su mirada al frente se veía un sin fin de hombres sobre el caballo, el hombre de los ojos verdes se acobardo y al igual que su comandante salio corriendo por su vida.
-ESPERAME!!- grito mientras salía corriendo por el mismo lugar que su comandante.
-LISTOS!
Volvió a gritar el dueño de unos hermosos ojos rojos, los que si tenía coraje y se quedaron acomodaban sus punterías mejor y una vez que los tuvieron casi encima comenzaron a disparar.
-FUEGO!
Muchos cayeron en ese momento, pero igual lograban avanzar, los que iban en los caballos sacaron armas y comenzaron a disparar, dándole a muchos de los que se encontraban en ese lugar, los pocos sobrevivientes huyeron por su vida, mientras otros seguían luchando. El que los comandaba que era el hombre de cabello tricolor y ojos rojos de nombre Yami, se quedo en el lugar disparando y si era necesario pecando con la parte de debajo de esta. Al no servirle mas la tiro al suelo y saco dos pequeñas de entre su ropa disparando mientras retrocedía, pero al ver que eran demasiados también huyo por su vida.
-CORRE DUKE! CORRE, CORRE! VE ADENTRO!
El hombre de los ojos verdes no pensó dos veces y corrió hacia donde vio primero, al entrar al interior se dio cuenta que había una puerta y comenzó a cerrarla, pero no esperaba a que llegara Yami, dejándolo afuera.
-NO CIERRES LA PUERTA!
Al ver que no podía entrar y que comenzaban a dispararle otra vez este comenzó de nuevo a correr, se adentro más en las ruinas, reduciéndole los caminos por donde escapar, logro encontrar una forma de zafarse, pero igual estos lo seguían de cerca, no lo dejarían hasta atraparlo o Matarlo
Cuando lo acorralaron y le apuntaron este cerro los ojos esperando la muerte, pero algo paso, los caballos comenzaron a enloquecerse volteando y llevándose a las personas que iban arriba de ellos evitando que le disparar. Al sentir que no paso nada, volver a abrir los ojos, no había nadie, no entendía por que, al caminar unos pasos hacia delante se dio cuenta que lo habían acorralo frente a una estatua de Dios Seth, este la miro, pero por alguna extraña razón no le daba mucha confianza y de la nada la arena comenzó a levantarse del suelo, haciendo que se alejara de ese lugar, tan asustado estaba que no se dio cuenta que en la arena se formaba una cara aterradora que gritaba desgarradoramente.
Mientras la batalla seguía, desde las alturas del lugar era observado por un grupo de hombres vestidos de negro, uno de ellos de cabello castaño y ojos azules oscuros hablo.
-La criatura aun permanece oculta
-Que hacemos con ese?- Dijo otro de ellos refiriéndose a Yami quien corría por el desierto, quien se dio cuenta de su presencia en las alturas, los miro, pero estaba tan concentrado en escapar que no les presto mucha atención y siguió corriendo
-Lo matamos?- Sugirió otro
-No- Respondió tranquilamente
-El desierto se encargara de matarlo…