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A 100 metros de alcanzarte por Kalooz Doriianz

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Notas del fanfic:

Escritura distinta, omfg.

 

-rueda en el suelo-

 

Lean... les gustará.

Notas del capitulo:

 

분홍 / BunHong : Color Rosa, en coreano.

 

 

 

Bang YongGuk

                Ese era su primer día. Su primer día de vacaciones, su primer día de nevada y su primer día de trabajo. Definitivamente era su primer buen inicio ante sus ojos.

                Bajó la gran escalera de la casa color café y se encontró de inmediato en la sala, para luego caminar unos cuantos pasos y encontrar a su ancestro sentado en una de las sillas de la gran mesa que quitaba el 80% de espacio del cuarto llamado cocina. La sonrisa en sus labios le permitió mostrar a su abuelo la gran dentadura blanca y derecha que tenía, además de un muy bien sonado ‘Buenos días’.

“No puedo creer que apenas estés despegando tus pestañas, no eres más que un flojo”

“Abuelo, no iré a ordeñar vacas o a desgranar el maíz, solo iré a trabajar contigo”

“Pues te estás tardando”

                El menor sonrió satisfecho. Sus días sin los regaños de su abuelo no serían igual de geniales que cuando no suele ser regañado. Estiró sus brazos y enredó al anciano en ellos, sintiéndose 20 años más joven, como el niño que alguna vez fue y siempre es ante aquella persona.

                Continuó su paso al baño, se despojó de sus prendas y lanzó una mirada rápida al espejo. El ejercicio que hizo durante todo el año se veía reflejado en la fuerte musculatura que posaba. Aún tímido, comenzó a hacer presión en sus tendones y a resaltar esos vivos conejos de sus brazos, diciendo a la par alguna que otra tontería. Continuó sonriendo y se adentró a la ducha fría y congelada que le ofrecía la temperatura de temporada. Su abuelo le habría quitado la posibilidad de un baño caliente, de eso estaba seguro. Pero nada era tan insoportable como parecía, así que en 5 minutos terminó su ducha y corrió de inmediato a su cuarto a buscar los boxers que se le habían olvidado.

Bang YongGuk solía ser un caso; sobretodo un muy buen chico.

                La nieve se dejaba caer en finos y esculturales copos, blanqueando toda superficie que se dejara empapar por ella. Al Moreno no solía gustarle del todo, pero disfrutaba mucho más las cosas que implicaban calor y por ello sonreía. Las suelas de sus zapatos compartieron tiempo con las banquetas de la colonia. Su abuelo había decidido que no era buena idea ir en su camioneta ‘último modelo’ por lo que ambos hombres prefirieron caminar a la par al pequeño local a unas cuantas cuadras de su casa.

                Las columnas cubiertas de madera tallada se veían atrapadas por las casi congeladas cortinas de acero que hace algunos meses, la madre de YongGuk le ordenó al octogenario poner. El menor de los Bang subió aquellos metales y dejó respirar a todos aquellos libros que vivían en cada estante detrás de la ventana que tenían por pared. El abuelo Bang abrió lentamente la puerta y tras esa acción colocó el pequeño letrero de cerrado al revés, diciéndole a su público que ahora estaba abierto.

“Bien, ya sabes la rutina: vienes, abres, limpias un poco y atiendes gentilmente a la gente que venga aquí”

“Si, lo entiendo”

“Y sólo por si las dudas, te compré esto –le dijo mientras extendía una pequeña caja con su mano derecha- No puedo creer que siendo un amante de los libros escuches esas canciones endemoniadas que sólo hablan porquería y media a la velocidad de la luz”

“Es Rap, abuelo, es Rap”

“Rap, Tap, Bla, lo que sea, sólo no quiero que molestes a los clientes”

“Gracias abuelo”

“Si, se descontará de tu paga”

“Abuelo”

“Que estés bien Guk, yo iré a tomar un café por ahí”

“Que te vaya bien”

              Las campanitas de la puerta sonaron una última vez. El menor de los Bang abrió el paquete y notó lo obvio. El regalo eran unos audífonos. Los dejó un momento de lado y prefirió caminar por los pasillos de aquella librería. Siempre estaba ahí metido con su abuelo, pero nunca alcanzaba a pasar tanto tiempo como quería debido a la universidad. A Bang YongGuk le encantaba la lectura, se apasionaba bastante por ella y admiraba a cada escritor que posaba sobre la estantería con sus magníficas obras.

Tendría alrededor de un mes para leer todos aquellos libros nuevos que llegaban como bombas al lugar. Un mes le bastaba para muchas cosas.

 

Choi JunHong

                Y para empezar, su día no era exactamente el mejor. JunHong amaba dormir incluso más que comer y parecía una verdadera locura cuando a su familia se le ocurría despertarlo a semejante hora de la mañana sólo para notar que estaba nevando. Simplemente no le agradaba. Nunca le agradaba ese lugar, ni su familia ni los comentarios que hacían. Y todo parecía empeorar cuando siempre se ahogaba en plena locura al no poder leer los estúpidos comentarios de sus primos, quienes no asistieron a esa maldita reunión familiar.

                Era uno de esos diciembres en los que a sus tíos les entraba la locura por viajar al otro lado del mundo para encontrarse con una playa bien caliente. Era una de esas vacaciones en las que se sentía aún más sólo que siempre, porque no había ni otra alma en pena que se lamentara de él y decidiera escribirle algún diálogo para variar.

                Sin embargo, no todo era malo. A JunHong le gustaba viajar a Busan porque cada vez que lo hacía regresaba a Seúl lleno de historias y cuentos para imaginar. Aunque tuviera 17 años, Zelo –como se hacía llamar ante los demás- tenía un lugar al que podría llamar como guarida secreta; un lugar donde sus ojos convertían palabras no sólo en sonidos y canciones, sino en escenarios e incluso versiones de películas más interesantes que las mismas.

                Era aquella simple librería en la que el abuelo Bang le concedía leer todo lo que pudiera cuánto quisiera. Y a pesar de que no eran las vacaciones de verano sino de invierno, no iba a importarle abandonar a su silenciosa familia para ir a cada rincón de todos los estantes de dicho establecimiento.

                Lentamente tomó la ropa que se pondría hoy, fue directo al baño y se sumergió en el agua caliente que le ofrecía la bañera. Cerca de 30 minutos le bastaron para quedar totalmente listo, salió del cuarto y recorrió los no tan vacíos pasillos de esa casa enorme para finalmente conseguir lugar en una silla alejada de la mesa para desayunar un ‘no se qué’ que no parecía antojársele ni un poquito.

 

Bang YongGuk

                Tras haber barrido y limpiado cada mueble del lugar, hizo caso de un libro muy llamativo. Esta vez uno de historia. Fascinado por leer el título de ‘lo que verdaderamente pasó en las guerras mundiales’ colocó la silla junto al escritorio y posó su cuerpo encima de ésta.

                La primera página lo cautivó, la segunda lo intrigó más y, justo en la tercera, las campanitas del lugar interrumpieron su ansiosa lectura. ¿Qué ser vivo en todo el planeta osaba interrumpirlo en su recién iniciada lectura? Pues bien, era uno muy curioso.

                Un chico de gran estatura, piel totalmente blanca y cabello rosa, cruzó por el marco de la puerta de vidrio y metal. El chico acomodó su gran bufanda y sin intención soltó toda la nieve de sus hombros por el suelo recién limpio. Se acomodó un poco el gorro y aprovechando el tapete de la entrada limpió sus zapatos en él. Estando listo totalmente, alzó la mirada y dio un respingo cuando cruzó la mirada con el chico moreno detrás del escritorio.

                Bang no era una persona que se enojara por cualquier cosa, mucho menos cuando cierto chico lo miraba tan tímidamente que incluso le causaba un corto circuito en su razonamiento. Esto no quiere decir, que este chico de piel tostada no haya alzado una ceja en cuestión de qué pasaba con ese niño tan extraño.

“Buenos días” alzó su voz con tono dudoso mientras el chico se quedaba parado en ese mismo lugar como decidiendo si debía avanzar o salir de nuevo. A Bang le pareció más bien, que el niño se encontraba perdido o con bastante frío que decidió entrar sólo a tomar un poco de calor. ‘Atiende gentilmente’ recordó la frase de su abuelo, así que obligó a sus labios a curvearse una vez más.

                El chico agachó la mirada y se acomodó un poco más el gorro. Caminó lentamente hacía el mayor y luego metió su mano izquierda en el bolsillo de su chamarra. Al final de la corta búsqueda, tomó el papelito y lo puso en la madera del escritorio.

                El moreno lo leyó. Era un pase de lectura que sólo había visto una vez antes. Era un pase como el suyo, uno que su abuelo le había dado personalmente años atrás. Alzó la mirada de nuevo y el pelirosa ya no se encontraba frente a él, sino que se había escabullido entre los pasillos de la librería.

                Continuó con una de sus cejas arriba. El chico era bastante extraño y no encontraba manera de que siendo tan joven hubiera ganado un pase de su abuelo. Ese chico debía ser un amigo del anciano, o quizás ser el hijo de uno de sus amigos o en el final de los casos, un lector apasionado que su abuelo decidió bendecir con ese tipo de pase.

De todos modos le parecía extraño.

                El chico parecía haber encontrado algo bueno por ahí, entre la sección de ficción y la de guerra. YongGuk sonrió. Por el simple hecho de que fuera un interesado en ese tipo de temas ya le agradaba un tanto.

                Los pasos sonoros que emitían las suelas ajenas se dirigían directamente a una de las mesas que se situaban justo al lado de la gran ventana. Estiró la silla y antes de sentarse se quitó la chaqueta y la dejó encima de ésta. Tomó el gorro y lo dejó aún lado del libro y después de algunos minutos por fin se sentó. Sus manos tomaron las pastas del libro y alzó la mirada para comenzar su lectura, pero debido a la posición en la que se encontraba también le era posible realizar un segundo contacto visual con el sucesor de los Bang.

               Una, tres, quince, cuarenta y dos… Pasaron muchas páginas para cuando el moreno se dio cuenta que había perdido alrededor de media hora observando al pequeño leer aquella pieza perteneciente a Ken Follett.

               ¿Un mundo sin fin? Lo que no tendrá fin va a ser su lectura. Es un poco tonto… tardé mucho en leerme ese libro y eso que soy yo. Bang torció su mueca en un gesto de incredulidad, y dándose esa impresión, regresó a la lectura que se había propuesto desde el inicio.

               Terminó su libro siendo las 5pm. Sintió una enorme hambre de cualquier cosa a plena tarde. Debía salir y comprar algo, o quizás llamar a su abuelo y verificar si realmente regresaría y le traería algún bocado. Los timbres sonaban tras ese aparato y no, ninguna voz resolvía sus dudas. Suspiró algunas veces y su hambre parecía aumentar. Definitivamente debió de comer algo o empacar algunas cosas si realmente iba a seguir trabajando ahí durante todo el mes.
Cansado de pensar en qué hacer, azotó su medio cuerpo en la madera del escritorio. Estiró sus brazos y miró cada extensión de su piel como si fuera algo verdaderamente digno de ver. Cuando sus ojos viajaron a la punta de sus dedos, su vista se enfocó más bien en el panorama de fondo.

El chico seguía ahí metido en la lectura, llevaba casi la tercera parte del libro y se veía muy picado por el contenido.

              A Bang le entró curiosidad. Irá en la parte donde… y en donde… ¿Entenderá lo que está leyendo? Consiguió formular una sonrisa sin apartar la vista de cada expresión gesticulada en las finas facciones de aquel rostro infantil. Le interesaba recordar las partes más importantes del libro, y más le interesaba saber qué reacciones obtendría el pequeño al leer esas partes.

               El hambre escapó y fue sustituida por la curiosidad. Las horas pasaron y él seguía imaginando cada cosa que de seguro provocaban esas reacciones en el pelirosa.

El teléfono sonó y tan de inmediato escuchó el sonido, corrió al aparato para contestar y dejar en silencio la sala de nuevo.

“YongGuk, el horario es de 10am a 7pm, ¿Qué rayos estás haciendo que aún no has llegado?” la voz detrás del auricular era nada más que la de su madre. Era una voz enojada y de tonos altos, tan altos que entre ese silencio se hacían escuchar. Bang giró su mirada y encontró al lector ensimismado con el ancho libro de entre sus manos.

A este chico no lo interrumpe nada…

“¿Me escuchaste? –de nuevo se centraba en la voz de su madre- pues allá tú si te quieres congelar ahí, adiós”

                 Sus ojos se posaron en el teléfono, luego en el reloj de su ipod. Las 7:21pm… Alzó de nuevo su mirada al chico y se lamentó internamente por tener que interrumpirlo. Siguió su camino hasta llegar a la mesa y cortésmente le pidió al menor que regresara mañana. Guk hizo una mueca cuando se sintió tan ignorado.

“Hey chico, que estoy cerrando vaya” alzó un poco más la voz pero su resultado fue el mismo. Sacó la mano de su bolsillo y la pasó entre el contacto visual que el pelirosa sostenía con el libro, sacándolo de su trance de un sobresalto.

              JunHong sacó su celular para revisar la hora y se dio cuenta de que había pasado todo el día ahí leyendo. Metió una vez más su mano en uno de los bolsillos y sacó un separador bastante viejo y dañado, que colocó sin preámbulos entre las páginas antes leídas. Se puso de pie y alzó la vista para mirar al moreno, pero en cuanto lo intentó su mirada flaqueó y fue a dar al suelo.

“Aquí está el libro” dijo en un tono bajo mientras le entregaba un mundo sin fin a YongGuk. Hizo una reverencia y luego se arropó tal y como había llegado horas antes. Sin haber tardado tanto como al entrar, cruzó la puerta y abandonó el lugar sin decirle ni otro diálogo al mayor.

                Bang YongGuk no supo cómo interpretar las acciones del más pequeño, pero sin duda se alegró de ver que había avanzado un tanto al mundo sin fin. Tras otros minutos, las cortinas de acero volvieron a encerrar las miles o incluso millones de hojas de papel que guardaba esa pequeña librería.

“No puedo creer que hayas estado allá todo el día”

“Si, bien, ya llegué”

“Sé que te gustan los libros YongGuk, pero no le dejes tan fácil el escape a tu abuelo, ¡Tuve que ir por el hasta el casino!”

“¡Abuelo!”

“Lamento ser caballeroso, caramba. ¿Qué es que uno no puede acompañar a una dama hasta el casino sólo porque se lo pidan?”

“Cállese, Papá”

“Soy mayor, tenme respeto”

                Y entre diálogos y regaños, YongGuk cenó un festín junto a sus familiares y luego se metió entre las calientes cobijas de su cama, olvidando por completo que quería preguntar la identidad de ese chico.

 

 

Choi JunHong

                Esperando que fuera un día mejor, se estiró entre sus cobijas y destensó su quijada para conseguir informarle al mundo que estaba vivo un día más. Esta vez no sentía tanto el frío, quizás porque a diferencia de ayer se había despertado a las 12pm y no a las 9am. Se enderezó en la cama y quedó sentado aún con las cobijas encima, luego recordó todo el día de ayer.

                Quizás hoy esté el abuelo Bang… Esa persona no lo entiende y me molesta cómo me mira. Los pensamientos de Zelo le hacían recordar la extraña sensación que había tenido el día de ayer. No le gustaba que lo miraran, mucho menos durante tanto tiempo ya que le hacía sentirse como un miembro de circo. Aquel tipo le había hecho sentir un poco ansioso, tanto así que a veces no podía evitar separar la vista de las letras para observar qué era lo que hacía ese sujeto.

                Recordó cómo su rostro se tornaba gradualmente rojo con cada minuto que el mayor le observaba tan atentamente. Rezaba para que no se hubiera dado cuenta de éste hecho.

                Aunque también tuve la culpa en que se quedara más tiempo en la librería… Se golpeó ligeramente las mejillas, no quería pensar en nada relacionado a esa extraña sensación, prefería ir a desayunar para después ir a leer ese libro que le había parecido interesante.

                Casi siendo las 3 de la tarde, sus pies le hicieron estar presente una vez más en esa librería. Esta vez no había dejado caer nieve puesto que ese día no nevaba ni un poco. Alzó la mirada y de nuevo se asustó al ver al chico de ayer sentado en ese mismo lugar, mirándolo y sonriéndole con tanta energía. Sus mejillas se posaron rojas después de eso.

                 Caminó hasta el escritorio y en ningún momento alzó su mirada para ningún otro lado que no fuera el suelo de madera. Su mano volvió a dejar esa tarjeta y sus pies lo mandaron directamente a los pasillos del lugar, haciendo que el moreno plasmara un gesto de total decepción.

                  Zelo no era consiente de que ese sujeto le estaba recitando todo un buen saludo de buenos días y de más palabras, no porque no quisiera o lo evitara, sino porque su mismo cuerpo le imposibilitaba el poder escuchar cualquier sonido ajeno.

                  Movió la silla y se sentó una vez más y cuando abrió el libro en la misma página de ayer, pudo hacer contacto visual con el moreno. Antes de leer, a Zelo se le erizó tanto la piel que tuvo que frotarla por sobre la ropa para calmar esa reacción.

 

 

Bang YongGuk

                Y el que Zelo se comportara de esa manera, no le dejó más de otra que pensar que simplemente lo estaba ignorando. Bang continuó observándolo pensando en qué hacer o qué decir, pero ni una sola idea le iluminaba su mente.

                Siendo las 7:00pm, el pelirosa realizó las mismas acciones que ayer, dejando su separador entre las hojas y simplemente indicando que el libro se encontraba nuevamente en su poder.

                YongGuk no concebía entender el porqué de esa actitud.

 

                Siendo un nuevo día, aún más aclimatado que el anterior, sintió que sería igual de solitario y silencioso como los demás. Debido a los pocos grados que el aire le ofrecía a la gente, nadie se atrevía a salir. Solamente a YongGuk y a su fiel acompañante les apetecía leer, pero el menor no le apetecía hablar o si quiera escuchar un gentil buenos días de su parte.

                Quizás lo estoy intimidando se dijo a sí mismo Sí, quizás si sea eso. Me faltarían dedos para contar la gente que se ha sentido intimidada por mí desde que me ve. Quizás deba pedir disculpas o algo así, decirle que no le haré nada y que puede ser más amable si quiere…

                 El moreno se había convencido de esa realidad, así que un poco más feliz decidió observar menos al pelirosa y enfocarse más en su propia lectura. Las 7:00pm volvieron a sonar en el reloj y esta vez el pelirosa ya estaba entregándole de nuevo el libro.

“Entonces… ¿Te está gustando el libro?” Su diálogo golpeó el aire, pero lamentablemente no los tímpanos inservibles del menor, por lo que JunHong salió tan rápido como suele llegar.

               

Bang estando en su cama no paró de dar vueltas en toda la noche. Al parecer se equivocaba de estrategia y al no saber cómo llamar la atención del pequeño, quiso arrojarse por la ventana.

 

 

Choi JunHong

                Esperaba ser observado tan celosamente como los primeros dos días, pero siendo miércoles no se encontró en la misma situación. Hoy era jueves y se sentía un poco menos tenso, pues, de todas maneras el cómo se sintiera no iba a traer mágicamente de regreso al abuelo Bang. Si quería continuar leyendo debía de soportar ser admirado durante horas en esa mesa junto a la ventana. Las cuestiones eran las típicas: ¿Tendré algo en la cara? ¿Me veré raro leyendo esto? ¿Es porque mi chaqueta me queda un poco apretada? Maldición, ¿Porqué me mira?

                Tanto así era su psicosis al pensar el por qué de las acciones de ese chico. Para Zelo no había nada normal que uniera su mirada con la suya, absolutamente nada. El pelirosa no tenía bastantes amigos como para que la idea de que eso era lo que buscaba el pelinegro fuera ciencia cierta. ¿Amistad? No. Quizás sólo esté usando mal los libros, o sospeche que les hago algo, sí, tal vez sea eso… Genial, soy un vándalo antes sus ojos… Que horror…

                Regresó a la librería de nuevo con mucha ropa encima, los días helados regresaban para azotar Busan una vez más. Se sentía como el único loco que se dignaba a caminar por ahí solo para llegar a una librería y pasar todo el día en ella leyendo y siendo observado. Pero aunque fuera extraño lo encontraba agradable. Porque ese lugar lo era.

                Entró y frotó sus manos rápidamente para entrar en calor pronto. Alzó un poco la mirada y ahí estaba de nuevo el sujeto en cuestión. Abrió un poco más sus ojos cuando pudo notar que algunos cabellos morados sobresalían del cabello negro de aquel muchacho. Sonrió entre divertido y asustado. Se acercó al escritorio y cuándo ya iba a dejar su tarjeta, el libro captó su atención. El mayor le tendía el libro de una buena vez. JunHong alzó la vista para poder agradecer, pero fue cegado por la radiante sonrisa que formulaba el pelinegro en su rostro. Tomó el libro rápido y se sentó en la silla cuan inmediato logró. Colocó el libro delante de su cara para evitar que el contrario notara el color rojizo en sus mejillas y orejas.

 

 

Bang YongGuk

                Intentar ser amable… Bien, parece que lo asusto aún más así. ¿Qué estás haciendo Bang YongGuk? ¿Enserio eres como una bestia? Recargó su rostro sobre su mano y observó al chico leer aún más intensamente. Una mejor pregunta, ¿Te pintaste el cabello de morado sólo para demostrarle a un chiquillo que puede confiar en ti? Te has vuelto loco, YongGuk. Ese chico ni si quiera pareces interesarle ¿Ok? Así que deja de ser el estúpido o inténtalo con más ganas. YongGuk sabía muy bien platicar con su yo experto.

                Ese día milagrosamente entró otro grupo de personas. A todas y cada una las atendió de la misma manera en la que hizo con Zelo y por lo menos 3 números telefónicos consiguió de las 5 chicas que iban en ese grupo. De inmediato supo que algo había de malo en el pelirosa, no en tanto en su forma de hablar.

                 El grupo de estudio hacía un escandalo bárbaro y para YongGuk no había nada más ruin que inquietar la paz de la librería. Se acercó a esa mesa y les pidió gentilmente que bajaran la voz. Los chicos aceptaron y Bang regresó a su puesto, observando una vez más al pelirosa ni si quiera inmutarse por todo aquel alboroto.

                 Siendo las 7:00pm todas las personas de ahí se levantaron al mismo tiempo para dejarle todos los libros a YongGuk en el escritorio y, a ellos, cobrarles el uso de los libros. Nada caro realmente. Cuando se hizo de un segundo, observó que el pequeño ya había escapado del lugar sin si quiera decirle una palabra.

 

Antes de concebir el sueño, Bang juró esforzarse más para conseguir otra palabra de la boca de ese niño, aunque esas palabras no fueran agradables.

 

                El viernes ya era una realidad. El cansancio de YongGuk también. Ese día Zelo no llegó tan tarde como las demás veces y, ahora totalmente decidido el mayor no sólo se dedico a observar al menor desde el escritorio, sino que a observarlo mientras ‘acomodaba’ una ronda de libros nuevos entre los estantes que casualmente estaban cerca de la mesa del pelirosa.

 

 

Choi JunHong

                Ese día estuvo más alerta de que costumbre. Su vista periférica no dejaba de indicarle que ese hombre de estatura alta rondaba por sus alrededores. Sin embargo, había otra cosa que le asustaba más que aquello y era el simple hecho de que encontraba divertido ser espiado de esa manera tan poco eficaz.

                Bang solía tropezar, o incluso dejar caer algunos libros de pasta gruesa que podían más con la fuera de sus brazos, mientras que, observaba fijamente cada reacción suya. Llegó a un punto donde podía emocionarse exageradamente por cualquier estupidez y a Guk se le salían los ojos para captar el por qué de aquello.

                 Zelo ya se había rendido ante su presencia; por fin reconocía que el abuelo Bang no estaría ahí para siempre. Entonces se dio cuenta de que eso no era agradable. ¿Y si le pasó algo al abuelo Bang? ¿Y si no está viniendo a la librería porque está enfermo? ¿Y si no lo vuelvo a ver? Para el pequeño aquella persona era valiosa, pues nadie le había ofrecido todo un mundo tan agradable como aquel señor, desde la primera vez que recuerda haber venido a la librería en un verano.

                  En su interior había un montón de interrogantes que sin tanto esfuerzo se quedaron trabadas en su garganta apenas vio al pelinegro sonreírle de aquella manera tan amable. Prefería correr y fingir que solo había leído y que no había disfrutado de esa extraña presencia que venía rodeándolo desde el inicio de semana.

 

                   El sábado de hizo llegar rápido y si madruga más rápido se salva. Efectivamente se alistó bastante temprano esta vez, si no, sería secuestrado a una aburrida reunión familiar a la que no podía ni comentar nada, pues ni el don de escuchar ni opinar tenía.

                   Esta vez corrió hasta la puerta de la librería y se preparó psicológicamente para recibir la tierna sonrisa de Stich que su admirador le daba cada vez que llegaba. Sin embargo ese día era distinto.

Bang YongGuk no estaba sonriéndole, de hecho, ni si quiera se molestaba en mirarlo.

                    Se sentó en el mismo lugar de siempre y esta vez duró todo el día tratando de encontrarse con la mirada del moreno sin lograr nada con éxito. El mayor leía como si fuera lo más interesante del mundo y cuando terminaba o se despejaba de la lectura, sólo se ponía los audífonos y escribía una sarta de palabras en su celular. Vamos Zelo, no iba a mirarte siempre. No eres ni un poco especial.

Cuando fue a dejar el libro, el moreno ni si quiera volteó a mirarlo y no parecía si quiera desearle un buen día o algo así.

                     Zelo no pudo sacarse el gesto serio del mayor, ni si quiera al día siguiente que era cuando el establecimiento no abría. Por primera vez deseó que la librería estuviera abierta en los domingos, así quizás podría preguntar por el abuelo Bang y… y quizás preguntarle el porqué de todo a ese tipo.

 

 

 

Notas finales:

Serán aprox. 6 partes en total.

 

¡Gracias por leer!


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