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Touch me. por Agatha Shadiness

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Por desgracia :P

 

Advertencias: OOC, AU. LIME.

 

Touchme no es la continuación de Tainted, aunque francamente nacieron de la misma idea que se bifurcó en dos historias.Puede ser vista como la continuación, personalmente creo que es lo más aconsejable.   

TOUCH ME

 

            Mokuba observó de nuevo la figura casi etérea de su hermano mayor, con apenas dos horas de sueño encima, Seto Kaiba lucia unas hermosas, moradas y perfectas ojeras debajo de sus siempre inexpresivos ojos azules, nótese el sarcasmo.

El escritorio de caoba de su hermano tenía cuatro paquetes llenos de blanco papel, los inventarios del mes estaban listos para ser revisados por el presidente de la corporación, había al menos cinco o seis problemas que arreglar con la gente de ventas, estaban inconformes con las bonificaciones otorgadas por su trabajo, el CEO también debía encargarse de revisar las cláusulas de los nuevos contratos para sus empleados, la ley del trabajo había cambiado algunos artículos, obligándole a él a incorporar dichas enmiendas en su propia empresa.

Aunado a esto, Kaiba tenia que no olvidarse de comer, dormir y atenderlo a él, su pequeño hermanito, que aunque ya era un poquito más grande, seguía siendo menor de edad y por ende responsabilidad total del joven castaño.

—Seto —Le llamó desde su sillón frente al enorme escritorio.
—…mm— Kaiba seguía enterrado entre el trabajo, tratando de encontrarle pies y cabeza a aquello que los contadores de KC llamaban “inventario de ventas”
—Hermano —volvió a llamar el joven Kaiba, preocupado por el poco interés que el castaño hombre de negocios le había  mostrado, a él, su único hermano. — her-ma-nnnooo…—Silabeó Mokuba tratando aún de llamar la atención del mayor, que seguía sumido entre su trabajo — ¡Seto Kaiba!

Alzó al fin la voz el menor, ganándose absolutamente nada de atención por parte de Kaiba, hasta que al fin explotó.

— ¡Te voy a morder si no me haces caso Kaiba!
—Mokuba, por favor, estoy muy ocupado, ¿quieres dejarme concentrar un minuto?, te atenderé en cuanto termine. —Contestó el joven, aún sin levantar la vista de los papeles, Mokuba se quedó calladito, pero con el ceño fruncido. Seto suspiró y volvió a concentrarse con intensidad en su trabajo.

“Sobre advertencia no hay engaño”... pensó el joven Kaiba, luego se acercó despacito al escritorio, lo rodeó sin ser detectado por el empresario, se puso tras su espalda sin hacer el mínimo ruidito, se acercó más conteniendo la respiración hasta la cabeza de su hermano y…

— ¡Ahhh! —Gritó Kaiba al sentir que su oreja izquierda era atenazada entre los dientes blancos de su hermanito menor. El castaño pegó un brinco casi instintivo y se sujetó la oreja, que enrojecida reclamaba el maltrato.
—Te lo dije hermano.
— ¡Qué rayos te pasa Mokuba! ¿Por qué me muerdes?
—Tengo algo importante que decirte y no me prestas atención. —Reclamó el joven pelinegro girando la silla de su hermano y sentándose en ella.
— ¿Y esa es razón para morderme? —Dijo embravecido.
—Of course my Darling kitty.
—Mokuba  respétame.
—Pues tú préstame atención.
—Ok, ¿qué es lo que deseas? — Cedió al fin Kaiba, dándose cuenta que una vez más no podría con los caprichos de su pequeño.
—Me preocupa tu salud hermano, por las mañanas casi no comes, a medio día tengo que venir y meterte la comida hasta por debajo de las axilas y no me pongas esa cara, por la noche o más bien, la madrugada cuando llegas a la mansión apenas pruebas algo de leche y luego te vas a dormir el par de horas que te quedan antes de regresar al trabajo.
—Ya te he dicho que es sólo temporal Mokuba.— Le dijo el Ceo cruzándose de brazos y recargándose en su escritorio.
—La enfermedad que te ganes no será temporal Seto, lo digo en serio hermano, tienes que cuidarte, porque yo no podré hacerlo todo el tiempo y no es que me queje de cuidar tu salud, sabes muy bien que lo hago encantado,pero cuando yo esté en la universidad no quiero que dejes de alimentarte.
—Creo que estas exagerando, para la universidad te faltan un par de años.
—No tanto hermano.
—Según recuerdo, estás apenas en primer grado, a menos que encuentras la forma de saltad dos años en el tiempo, cual Houdini, no veo como puedas graduarte este semestre.— El Ceo sonrió a su pequeño hermano.
—Pues, te tengo una sorpresa. — Mokuba sacó del bolsillo de su uniforme un sobre blanco con el sello de la preparatoria privada en la que estudiaba y luego se lo tendió a su hermano. —Lee.

Kaiba abrió la carta y se concentró en su lectura, las notas de Mokuba sobrepasaban la excelencia y sus maestros alababan sus grandes avances y conocimientos, la dirección general de la preparatoria lo había promovido para adelantar un año y medio, la carta era un aviso para Kaiba, tenía que dar su permiso para que su hermanito menor fuese enviado al último grado de la preparatoria.

—Mokuba, esto es —Kaiba estaba sin habla, delante de si tenía a una de las mentes más prodigiosas de Cd. Domino.
—Bueno, algo tenía que sacar de ti ¿No?
— ¿Pero cómo?
—Me hicieron algunas pruebas, resultó que tenía conocimientos necesarios para ingresar al último semestre el verano entrante, ¿No es genial Seto?, por fin puedo decir que soy un digno Kaiba.
—Siempre lo has sido Mokuba.
—Si pero, nadie se compara a ti Seto, llevabas dos años de adelanto a todos tus compañeros de clases y aun así, seguías sacando mejores notas que ellos, espero poder hacer eso, dicen que el último grado es lo peor de la preparatoria.
—Pero Mokuba esto quiere decir — El sentimiento de alegría y orgullo que Seto tenía atravesado en el pecho se le llenó de nostalgia y melancolía al imaginarse las consecuencias de tal promoción.
—Me iré a América el semestre entrante Seto, las mejores universidades están allá, sería un sueño hecho realidad antes de lo previsto. Aunque si tú quieres yo no voy. — El menor observó los ojos azules de su hermano, tenían cierto brillo que el joven no supo descifrar, hasta que la mirada azulina se llenó de comprensión.
—Nunca Moki. Sabes muy bien que tienes mi apoyo en todo hermanito.
—Gracias Seto — Mokuba se levantó del asiento y sonriendo se abrazó de Seto, que feliz correspondió su gesto, entre sus manos quedó la carta que sostenía con fuerza.
— Estoy muy orgulloso de ti Moki — Le dijo pasito a los oídos del menor, el joven pelinegro no pudo evitar soltar un par de lagrimitas ante estas palabras, ahora sólo quedaba convencer a su hermano de cuidar su salud, era la única preocupación que le arrebataba en ocasiones el sueño a Mokuba.

 

 

 

 

 

            Observó la enorme mansión, desde fuera se veía un poco más impresionante que desde dentro, nunca en todos sus once años de vivir ahí le había parecido ese lugar tan enorme, frío, tétrico y lo peor aún, vacío.

Su hermanito Moki se había marchado a América esa mañana, los seis meses posteriores a su promoción le pasaron a Kaiba casi volando entre las manos, Mokuba nunca había estado tan feliz, tan emocionado, tan deseoso de una aventura, y Seto no tuvo valor para echársela a perder, así que se tragó todo lo que había sentido y simplemente le sonrió a su hermano esos seis meses, hasta que lo vio partir.

— ¿Señor Kaiba? — En la entrada de la mansión se encontraba Gerald, un joven jardinero de cabellos rubios y ojos verde claro, Mokuba lo había contratado cuando él tenía 18, decía que se parecía a alguien que apreciaba mucho. — ¿Le sucede algo amo?
—Nada importante, vuelve a tus deberes Gerald.
—Señor, extraña al amo Mokuba, ¿verdad?
—Apenas se fue hace unas horas y parece que ha sido siglos. La mansión no será la misma sin él.
—Pero volverá en vacaciones amo.
—No es igual. 
—Puede llamarlo por teléfono. — Intentó animarle el joven jardinero, quien nunca antes había visto una mirada de tristeza en aquel joven castaño.
—No sería apropiado llamarle tan seguido, además, eso podría ponerlo inquieto y sacarlo de su concentración, lo mejor será que llame él cuando lo crea necesario.
—Como usted diga joven amo, me retiro a mis deberes.

Gerald se despidió de Seto, antes de que éste entrara en la mansión y se dirigiese hacia su estudio, dentro de la cocina Marín la ama de llaves le esperaba con la comida preparada.

— ¿No comes nada niño Seto? — Le preguntó entrando en la recamara.
—Desayuné muy tarde y tengo mucho trabajo que atender.
— Me obligaras a hacer algo que no quiero.

El joven castaño volvió sus ojos sobre Marín, su nana desde los nueve años, con su cabello ya cano por su avanzada edad, un delantal de cuadritos rosa y lentecillos redondos en la orilla de la nariz, la nana de Moki, que también había pasado a ser de él cuando Gozaburo murió, le tendió sobre el escritorio una bandeja con alimentos.

—Mokuba y tú son iguales.
—Tenemos que cuidarte porque si no a ti te da por alimentarte de aire.
—Marin — Seto iba a inventarse un buen pretexto para no comer, pero su celular comenzó a timbrar con fuerza dentro de su bolsillo — Permíteme.

Le dijo a la nana antes de sacar el aparato y contestarlo.

—Seto — Se escuchó la voz de su pequeño hermano.
— ¿Mokuba?
—El mismo que viste y calza, ¿cómo estas hermano?
—Acabo de dejarte hace unas horas en el aeropuerto Moki, ¿sucedió algo?— De acuerdo, él si extrañaba a su hermanito, pero esto era una exageración, se acababan de decir hasta pronto…pero eso era demasiado pronto, tal vez.
— Siiii… —Contestó Mokuba desde el otro lado del auricular con una vocecita chillona. —Te eppstraño Seto….

Mokuba hizo un puchero que llamó la atención del azafata del avión, a Kaiba casi le sale un gotero en la cabeza de imaginarse la cara de limón chupado que el joven pelinegro había hecho con sus chipleras.

—Pero si apenas llevas un par de horas de viaje Moki.
—Y eso qué, acaso un hermano menor no puede extrañar a su amadísimo y adoradisisisimo hermano mayor.

Kaiba enarcó una ceja, ese tono de voz, esas palabras arregladas con los isimos y la melosidad que de ello emanaba, Seto pudo saberlo, pudo sentirlo, pudo predecirlo, Mokuba estaba a punto de chantajearlo.

— ¿Qué quieres Moki? — Dijo poniendo un codo sobre el escritorio y apoyando su barbilla en este. Marín observó el rostro bonito del amo Seto, le divertía ver la expresión de fastidio en él, pero como ya sabía de qué iba la cosa, no perdió oportunidad de intervenir.
— ¿Es mi niño Moki? — Preguntó despacito y se acercó al joven castaño, acariciando su cabeza. Este sólo le asintió un poco, ya casi tenía una clarividencia, Mokuba llamándole por teléfono con voz melosa, su nana llevándole la comida hasta el estudio, luego chipleándolo con mimos en el cabello, se lo olió como un gato, estos se traían algo.

—No es que quiera mucho Seto, sólo escuchar tu voz. Qué, acaso un hermano menor…
—Sí, sí, ya lo sé, no puede extrañar a su amadísimo y adoradísimo hermano mayor — Completó Kaiba, sintiendo como los mimos de Marin empezaban a darle sueño.
—Adoradisisisimo…Pero ya enserio, Seto se me olvidó decirte, más bien pedirte algo.
— Ya lo imaginaba, ¿y qué es?

— ¡Hola niño Moki! — Gritó Marin crispándole un poco los nervios al castaño.
— ¡Oh! Qué bien, Marin está ahí, oye Seto pon el altavoz.
—Está bien. Creo que te quiere más que a mí — Dijo Kaiba antes de presionar la tecla y después alejar el móvil, unas risitas se dejaron escuchar por parte de la nana y su hermano.
—Hola Marin.
— ¿Cómo estás mi niño?, ¿qué tal tu viaje?
—Estoy bien Marin, hasta ahora va de lujo, mi hermano me consiguió los mejores asientos.
—Claro, lo mejor para el mejor. — Dijo la anciana con orgullo en su voz.
— ¿Oye Marin, Seto se ha alimentado bien hoy?
—Nop, el niño Seto es un desobediente, ¿qué castigo le pondremos niño Moki?
—Oigan…— Reclamó Kaiba sin ser tomado en cuenta, cuando esos dos se ponían en su contra eran un peligro mayúsculo.
— ¿Qué tal una semana sin periódico diario?
—No mi niño, el periódico es el premio si se sienta a desayunar, ¿lo recuerdas?, se lo tratamos la semana antepasada.
— ¿Qué tal la laptop de su estudio?
—Esa es para que duerma temprano.
— ¡Rayos!
—Oigan. — Reclamó Kaiba que ya se masajeaba el puente de la nariz — Estoy esperando Mokuba.
— ¡Felicidades hermano!, ¿cuántos meses tienes?
— ¡Mokuba!, no te burles de mí, dime ya qué es lo que querías pedirme — Dijo completamente ofuscado el Ceo, ante las risillas de la nana y el joven pelinegro.
—A sí, hace unos días te noto muy tenso Seto,  muy estresado y falto de energía, así que me tomé la libertad de buscarte un fisioterapeuta.
— ¿Y con el permiso de quién?
—Mío — Dijo la nana sonriente y acariciando el cabello castaño de Seto.
—Ustedes son…
—Adorables, lo sabemos. — Seto bufó antes de volver su vista hacia el aparato.
— De todas formas no lo necesito — Dijo con autosuficiencia. Entonces su pantalla reflejó la cara de su hermano menor, había encendido la cámara de su propio celular.
—Mira hermano, sólo te pido que te tomes libre la tarde de mañana y asistas a una clínica de relajación, ahí te ayudarán, nada del otro mundo, ya sabes, te van a desnudar, manosear, atosigar y a la mejor hasta te ligues a algún chico lindo en el proceso.
— ¡Ni loco! — Gritó Kaiba con las mejillas acaloradas, cuando Mokuba Kaiba quería ser maligno, lo era, y es que desde hace muchos años sabia y conocía perfectamente a su hermano, tanto, que el pequeño Kaiba se dio cuenta de sus preferencias por los chicos, más si eran rubios, altos, delgados, escandalosos, vivarachos, rompemadres, hijos de la desganada gana y demáses calificativos, y sí, le había costado aceptarlo, pero lo había hecho y ahora amaba aún más a su hermano, porque eso, al menos para él, lo hacía aún más especial de lo que ya era.
— No me dejas opción Seto, Marín…— Le habló para que la nana prosiguiera con su plan.
—Todo está ya previsto niño Seto, si usted no va mañana a esa clínica y se realiza un tratamiento completo, no volverá a saber dónde hemos escondido sus cartas de duelos.
—Ja, ja que graciosos, nadie tiene acceso a esas cartas, están guardadas en mi…— Kaiba se quedó con la boca abierta, Marin le había lanzado al escritorio un par de fotografías donde estaba su enorme caja de seguridad, abierta de par en par, mostrando a Marin y Mokuba sonrientes y con sus cartas en las manos. — ¡Son unos…!
—Si quieres volver a ver tus cartas Seto, tendrás que hacer lo que te decimos.
—Ustedes — Siseó el Ceo con los dientes apretados.
— Y ahora a comer — Anunció Marin cual si nada sucediera y arrimó al joven castaño la bandeja de comida. — Y si no come no vuelve a ver su laptop tampoco.

Y Kaiba, bufando de enfado se despidió de un sonriente Moki y empezó a tragarse la comida, sin más opción que hacer lo que ese par de locos que tenía por familia le habían pedido.

 

 

                                             

 

            Observó de nuevo las instalaciones, una clínica de fisioterapia completamente nueva, las paredes labradas de piedras y la estancia con loseta café y una armoniosa recepción hicieron pensar a Kaiba que estaba en un café público antes que una clínica.

—Buenas tardes. — Dijo a la recepcionista que anotaba con letra clara y limpia el nombre de la cita que acababa de reservar por teléfono.  — Tengo una cita para las tres de la tarde.
— Su nombre por favor — Dijo la joven con cortesía, dejando su quehacer para prestar atención al CEO.
— Kaiba.
—Si gusta esperar, le diré a su terapeuta que está aquí, él enviará un asistente para que lo lleve donde está.

Kaiba se sentó en unas de las banquillas frente a la recepción, dos minutos después un chico de cabellos cortos y cafés bajó de unas escalerillas en el fondo a la izquierda de la recepción, portaba una bata blanca y anteojos cuadrados.

—Señor Kaiba— le llamó — Por aquí por favor.

El joven le guió a través de la escalera, por la cual subieron hasta el segundo piso, había un pasillo que se dividía en dos, el joven lo acompañó hasta el fondo del pasillo y le señaló el lado izquierdo.

— Es la puerta del fondo. — Le dijo mostrándole con una mano una de las puertas blancas, al parecer la habitación donde se encontraba su fisioterapeuta — Lo atenderán en unos minutos, entre por favor y quítese la ropa detrás del biombo que está pegado a la pared del fondo, colóquese sólo una de las batas que estarán colgando detrás de usted.
—Está bien.

Kaiba no dijo más, esperaba que el lugar no distara de ser un SPA común y corriente, pero al final resultó que su hermanito tenía un criterio bastante agudo y no lo había enviado donde cualesquier gente falta de profesionalismo, después de todo, ni se habían inmutado cuando les dijo quién era, el lugar le empezaba a agradar. Se dirigió a la puerta y entró, lo primero que notó fue una plancha donde se solían hacer las sesiones de sadomasoquismo, ¡digo!, masaje corporal para relajar el cuerpo, luego observó el biombo, entró y se sacó el traje, cada momento se sentía un poquito más inseguro de estar ahí, pero sus preciados dragones estaban en manos de Marin y Mokuba, y eso era una causa de fuerza mayor, de vida o muerte, de sobrevivencia básica, de rescatar su honor de duelista, así que tomando valor se sacó el resto de la ropa y se colocó una de las toallitas.

—Maldición— Dijo cuándo notó que no eran de cuerpo completo y tuvo que sujetarla a su cintura. De pronto la voz de alguien lo interrumpió, una voz que le parecía por demás conocida.
— ¿Sucede algo? — Preguntó el doctor que había entrado apenas unos segundos antes y escuchó al joven maldecir, su corazón dio un vuelco, la voz del otro le recordó a cierto brillante duelista orgulloso.

A Kaiba casi se le sale el corazón del pecho cuando levantó sus ojos azules por encima del biombo y lo vio ahí parado, con una playera sport y un pantalón blanco de tela, sus cabellos tan rubios como en la preparatoria y sus brazos descubiertos.

— ¿Wheeler? — Preguntó saliendo detrás del biombo, con sus manos sujetando la precaria toalla que cubría su desnuda humanidad.
— Kaiba— Saludó el joven rubio, con una sonrisa que no pudo ocultar. Seto se dio cuenta de la situación, Joey le recorría el cuerpo de arriba abajo, desde sus largos y delgados pies, pasando por sus piernas desnudas y tersas, la toalla cubriendo la única parte que se negaba a ser vista, pero contorneando perfectamente una cadera fuerte y recta, culminando en su cintura pequeña a donde la sujetaban las manos largas y finas del empresario.

El pecho de Kaiba empezó a subir y bajar con fuerza, los nervios atosigaron su joven cuerpo, Joey observó ese vientre plano, ese lindo ombliguito apenas perceptible en una redondez perfecta, las costillas marcándose a la respiración, los pectorales que se iniciaban en una deliciosa clavícula y unos hombros varoniles, su cuello largo como el de un cisne y ese rostro que tantos años extraño ver, pero lo que más le perforó el alma, lo que más le resquebrajó el aliento fueron los hermosos ojos azules de Seto Kaiba, esas lagunas que siempre y para toda la vida llevaría tatuadas en su memoria.

Joey fue el primero en moverse, después de un silencio sepulcral entre ambos, con algo de rapidez y desconcierto abrió el archivo que tenía en sus manos y que no se había molestado en leer antes de entrar, puesto que era un paciente nuevo Joey supuso que no tendría demasiados datos de interés.

Pero ¡oh!, si los tenía. Leyó rápidamente como para corroborar alguna dudosa bruma, el nombre era el mismo y sus ojos se abrieron como dos ventanas dejando entrar el aire fresco. Seto Kaiba, rezaba en pluma el archivo, 21 años, no antecedentes médicos, ningún otro tratamiento de columna, huesos rotos o mínimo hematoma que debiera ser tomado en cuenta, solicitud por estrés y cansancio crónico, decía la papeleta.

Si, pues, Joey se lo pensó dos veces, a menos que hubiera dos personas en este mundo con 1.86m de estatura, cabello castaño, ojos azules, piel blanca y de nombre Kaiba, no era ninguna equivocación…Le iba a poner las manos encima al mismísimo señor Dragón… (¡eha! Que emoción)

Alto ahí señor cachorro, esos ojos de “tócame y mueres”  le, precisamente, mataron la ilusión al perrito.

—Esto debe ser  una broma, me largo de aquí.—Dijo Seto y se metió de nuevo al biombo dispuesto a vestirse, ni loco iba a dejar que Joey le tocase, le apachurrase y le estirase todos los músculos del cuerpo, por más bueno que eso pareciera.
—Kaiba, espera. No es una broma yo realmente trabajo aquí. — Le comentó Joey dejando el archivo en un buro cerca de la camilla. —Por favor sal de ahí.
—No estoy para payaso de nadie Wheeler, más vale que te expliques.— Dijo Seto saliendo de nuevo de atrás del biombo, Joey le sonrío una vez que estuvieron frente a frente.
—Mira— Le dijo sacando de su pantalón una credencial y tendiéndosela — Esta es mi cedula profesional, soy fisioterapeuta ya hace unos meses. Y no entiendo por qué la reacción tal reacia, se supone que tú hiciste la solicitud del servicio, tendrían que haberte informado quién te tocaría como terapeuta.— Joey azuzó sus ojos, o Kaiba ya se había vuelto loco de tanto trabajo frente a la PC o definitivamente a él los relajantes musculares en líquido ya se le habían metido por los poros, porque alucinaba, o él o el castaño, pensándolo bien, mejor el castaño.
—No fui yo quien solicito el servicio, fue Mokuba.
— ¿El chibi?, ¿vaya y cómo esta ese peque?, seguro ya tan alto como tú. — Ahora le cuadraba al rubio, después de todo, tantos datos en el archivo como que no podrían ser dados por Seto, a lo mucho, el gran y escueto joven les habría dicho: No les importa mí nombre, sólo mi dinero, así que limítense a trabajar esclavos.

¡Ok…no hay que exagerar Joey!

El rubio sacudió la cabeza y luego vio al otro joven que ya tenía los brazos cruzados frente a su pecho, al parecer el pudor de ser visto semidesnudo se le había pasado con el enojo.

— ¿Así qué, todos estos años estuviste estudiando Wheeler?
— Si, fisiología humana, pero me especialice en terapia a base de masajes corporales.
—Y yo que pensaba no tenías cerebro ni para sumar dos más dos.
—Cuatro — Dijo con gracia el joven rubio y le sacó una sonrisa al joven castaño. — Y bien, ya estás aquí, yo ya estoy aquí, ¿recibirás el tratamiento?, mira que el estrés y el cansancio crónico no son fáciles de sobrellevar y entre más rápido los trates es mejor Kaiba.
— ¿Estrés, cansancio crónico?, pero qué demo…Mokuba— Siseó el empresario con una cara de fastidio que a Joey hasta bonita le pareció.—Escucha Wheeler, no sé qué les habrá dicho mi hermano pero no es cierto, yo sólo estoy aquí porque el insistió en que viniese, pero no estoy interesado en ningún tratamiento contra nada.
—Bueno, pero entonces, ¿vas a recostarte en la plancha?, que llevamos más de cinco minutos hablando y la sesión es de una hora.
—Parece que no queda de otra ¿o sí?
—Prometo no maltratarte mucho — Dijo el rubio con una sonrisita que sacó de Kaiba un bufido.

El castaño, con todo el pesar del mundo (si como no), se recostó boca abajo en la plancha, Joey sentía que sudaba en seco, y Kaiba no estaba en mejores condiciones, pero tenía que hacerlo si quería recuperar a sus dragones.

—No me respondiste mi pregunta.
— ¿Qué pregunta? — Dijo Kaiba una vez que estuvo boca abajo, situación que no le gustaba para nada. Sintió como Joey se sitiaba cerquita y el pulso comenzó a acelerársele, la piel se le puso chinita y si no fuese por su autocontrol se hubiera puesto a gritar cuando las manos sedosas de Joey se posaron sobre los músculos de su espalda.

El rubio se dio a la tarea de comenzar su trabajo, pero cuando su piel tocó la piel desnuda de Kaiba un cosquilleo le recorrió las vértebras. Con parsimonia comenzó a frotar aquella blanquícea dermis entre sus manos, con círculos lentos frotando los músculos del trapecio, sintiendo los nudos que Kaiba tenía en aquella zona. Joey definitivamente sentía que le iba a estallar una o más de una neurona, así que continuó hablando para distraerse de la tensión que sentía y poder ver a Kaiba como lo que realmente debía ver, un cliente, usuario, paciente o lo que fuese y no el hombre más atractivo que haya conocido en su vida.

—Pregunte cómo está Mokuba.
—Ammm — Kaiba se sonrojó, quiso disimular, pero no pudo. Eso, más que una respuesta había sido un gemido, al notarlo hundió su rostro sobre la almohadilla de la cama (Trágame tierra)…
Joey se quedó perplejo y detuvo los movimientos de sus manos, se sacudió la cabeza como queriendo ignorar el repiqueteo de placer que le nació en la panza y el corazón por haber logrado aquella respuesta en el joven empresario.

Si algo había aprendido Joey muy bien durante sus clases era el profesionalismo, así que haciendo huso de todos sus conocimientos, puso su mente en frio y continúo con su trabajo. Sacó del buro unos cuantos aceites y vertió uno sobre los músculos de Seto, presionando con sus dedos los tendones junto al hombro.

— ¿No piensas responderme? — Seto lo dudó un segundo, pero luego de aclararse la voz terminó por hablar.
— Mokuba fue a América, le gustan las universidades de ese país.
— ¿Qué no es muy chico aún para la universidad?
— Lo adelantaron algunos semestres, se fue hace unos días.
—Vaya, si fuera tu hijo, diría que de tal palo tal astilla. — Joey seguía haciendo pequeñas presiones en los tendones del cuello, cuando sintió que Kaiba se había relajado lo suficiente para apretar un poco un quejido fue su respuesta.— Lo siento.

Se disculpó y luego fue hacia el pequeño buro, de donde sacó un tarro con  un gel. Joey se limpió las manos y luego se untó un poco en el dedo medio e índice y los apoyó en la base del cuello de Seto con algo de fuerza.

— ¿Sientes eso? — Preguntó al hacer un poco más fuerte la presión, Seto no dijo nada, sólo asintió un poquito con su cabeza.

Las manos de Joey lo estaban dejando en un entumecimiento extraño, repentinamente se sentía liberado de una carga pesada que al parecer le generaba dolor tener que llevar, sentía que su estómago se empezaba a hacer tan chiquito y se presionaba contra su garganta, con una extraña melancolía que le hacía arder los ojos, Kaiba tomó aire y dejó que Joey siguiera masajeando su espalda.

—Eso que te mostré con los dedos es el punto donde estas guardando todo el estrés, si sigues así, pronto no podrás soportar más. ¿Qué acaso nunca te has dado cuenta que tienes los nervios destrozados?

Seto solamente escuchó, no pudo decir nada porque un doloroso nudo se le había instalado en la garganta, sin que lo pudiera evitar una extraña y solitaria lágrima rodó de sus ojos azules.

—Si no lo dejas ir, no poder ayudarte, Seto. — Le dijo Joey al que por ahora estaba en un silencio sepulcral, el rubio se había topado pacientes difíciles antes, pero nunca uno con tantas barreras como el ojiazul, si bien, Joey sabía que su trabajo era un tanto catártico, y muchos de sus pacientes terminaban lagrimeando, no precisamente de dolor físico, sino de liberación, Kaiba presentaba lo que para él era un cuadro agudo de estrés que se había gestado años atrás.

Joey destrabó las manos de Seto, quien las había mantenido bajo su frente y mejilla todo el tiempo y las llevó a su costado, luego comenzó a embarrar aquel gel por los hombros del castaño y los antebrazos, hasta llegar a sus manos que tocó con una frescura llena de gel relajante. Kaiba sentía que un hielo se paseaba por toda su piel, con una delicada caricia que se le adentraba hasta los huesos. De un momento a otro, Joey le ayudó a girarse sin darle ninguna instrucción, Kaiba se limitó a hacer lo que las manos de Joey le indicaban. Seto, que nunca en su vida se había permitido ver débil ante nadie se dejó ir y cerró sus ojos azules dejando al rubio tocar su pecho y bajar por su vientre hasta llegar a su estómago, que masajeó lentamente y le llenó del gel.

Luego pasó a las piernas, donde los músculos estaban tan engarrotados que Joey juraría era alguna especie de catatonia crónica, sin embargo, ahí había movimiento propio y voluntad. Y la única voluntad que se quebrantaba ahora era la de Seto, el rubio comenzó a llenar los pies de Kaiba y  luego los talones con su medicina, después subió por las pantorrillas y las embadurnó también, dando un masaje largo a través de su extensión, subiendo y bajando con cuidado por toda la piel, presionando con la fuerza necesaria para que los nudos de tensión empezaran a ceder.

Seto que hasta ahora había permanecido en completo silencio se sintió morir de terror y vergüenza cuando Joey metió sus manos debajo de la toalla, llevándolas hasta el nacimiento de las piernas, embadurnadas de aquel gel resbaloso, pasándolas por los largos muslos, donde se tocaban los nervios duros y embravecidos que se negaban a ser conciliados al descanso.

Con una tranquilidad impropia de él y la paciencia de un santo, Joey continuó alargando sus manos debajo de aquella toalla y tocando los muslos, estirándolos y presionándolos para ayudarles a fluir, Kaiba se dejó ir cuando empezó a sentir la calidez con la que el gel se friccionaba contra sus pieles y entonces sintió lo que durante años le había sido negado.

Paz.

Sus ojos empezaron a chorrear en lágrimas cristalinas que se esparcían en su rostro y se perdían en la tela blanca de la almohadilla, Joey observó esos azules lagos, derramándose por primera vez.

—Eso es — Le dijo con una voz calmada, que hasta ahora el empresario le desconocía — Solo déjalo ir.
— ¿Joey?
— ¿Si Seto?
— ¿Por qué está pasando esto?— Preguntó limpiándose una lágrima con la orilla de sus largos dedos.
— Porque estas tan cansado que ya no sabes de que otra forma gritarlo.
—Pero, yo no debo, yo debo ser fuerte. No soy…— Seto no pudo continuar con sus palabras, un gritillo ahogado en su garganta hizo que cerrara con fuerza los labios. Joey había apretado sus piernas liberándolo de una tensión que parecía no acabarse nunca.

Las manos del joven rubio seguían trabajando arduamente, los nervios de Kaiba se destensaban conforme avanzó en su trabajo, pronto, las lágrimas de esas lagunas azules cesaron, dejando a un cansado empresario tendido en total relajación sobre la camilla.

—Durante mucho tiempo creí que nunca volvería a sentirme libre — Comentó el ojiazul sin ver a los ojos mieles del rubio, con sus azules clavados en el cielo de la habitación.
— ¿Y puedo saber por qué?
—Porque desde que Gozaburo colocó aquella carga sobre mis hombros soy prisionero de mí y de mi vida misma.
— ¿Y por qué no cambias eso?
— ¿Cómo hacerlo? me entrenaron para vivir así, en un mundo donde la perfección con que fui criado perdura para manejar cada ínfimo resquicio de mi vida, donde la libertad es una utopía. Pero hoy me sentí de nuevo como antes que todo aquello pasara, como antes de ser adoptado por Gozaburo.
—Bueno Seto, no sé si ya lo hayas notado, pero Gozaburo Kaiba ya no está y puedes tomar tus propias decisiones sobre cómo manejar tu vida y a ti mismo, porque ese hombre murió, se ha ido, dejo de respirar, estiró la pata, pasó a mejor vida, ya las dio, tomó el barco de nunca jamás, se fue a ver crecer las margaritas desde abajo…

Joey interrumpió su arrebato de payaso de quinta, Kaiba estaba riendo con unas carcajadas tan altas, claras y verdaderas que le produjo una sonrisa dorada entre sus labios.

—Así sonriendo te ves tan bonito Seto. — Las risas callaron para dar entrada a un notable sonrojo, Joey terminó su trabajo y sacó las manos de las piernas del castaño, luego las colocó a un lado de la cabeza de éste, mirándolo fijamente en el silencio que los envolvió con tanta calidez — Aunque eras menor que yo, siempre me pareciste muy atractivo Seto Kaiba, siempre, cuando paseaba en la preparatoria durante el recreo, salía y te espiaba, tu lugar favorito era el sauce alejado de las jardineras oeste en el instituto, solías leer todo el tiempo y no sabes como deseaba ser letras, para ver tus ojos mientras ojeabas el libro. No sabes como deseaba ser las pastas, para postrarme entre tus manos por tanto tiempo que lo sentiría infinito, no sabes como deseaba ser esa manzana que solías comer, para posarme en tus labios, justo en el momento en que tocabas la fruta y la perdías en tu boca, en…tu…

Joey no se dio tiempo de terminar, la distancia milimétrica que los separaba desapareció, Seto que enrojecido había escuchado cada palabra del rubio se sintió ahogar en una humedad desconocida, cerró sus ojos, la calidez de los labios tiernos y fervientes posados sobre los suyos, el revoloteo de mariposas expandiéndose con placer por sus entrañas, con arrebatador gusto y alegría enredó sus largos brazos al cuello de Joey, correspondiendo con torpe inocencia un beso pasional del rubio.

Se separaron minutos después jadeantes, los ojos del rubio se clavaban profundamente en los azules del castaño, Seto tenia aferradas sus manos con fuerza sobre los hombros del otro, y sólo hasta ahora, que lo veía tan de cerca que podía contarle las ligerillas y pequeñas pecas en las mejillas sonrojadas, fue cuando se dio cuenta la belleza que ese rubio poseía, los cabellos maravillosamente sedosos a contraluz del sol, destellaban como largos suspiros de los rayos del astro rey, mezclándose en una efervescencia dorada sobre la rubia melena, que al pasar de los años se había hecho aún más larga y le daba a Joey una aura atractiva y de perfil ligero y fino, detallando los altos pómulos, resaltando la fuerte y a la ves delgada barbilla clara, con unas mejillas sonrojadas y deliciosamente suaves, como tersa leche tibia, una frente amplia, varonil, limpia, con esos mechones rubios enmarcando siempre su rostro y lo más hermoso eran esas dos gotas puras de miel, dos diamantes de oro, reflejándose en él con una intensidad quemante, como dos luces incandescentes que deseaban consumirlo.

Y eso era justo lo que Joey quería, consumir a Seto y embeberse en él, embriagarse en su pensamiento, fusionarse con su aroma, empezar lo que años antes no había hecho por cobardía, por saberse y sentirse poca cosa para alguien con la valía del ojiazul.

Pero ahora ya no era el perro desamparado Wheeler, ahora se daba cuenta, que el niño Joey había quedado atrás y el ahora maduro terapeuta de almas daría hasta la suya al mismísimo belcebú con tal de luchar por el corazón de Seto. Y justo ahí, cuando se separaron y se vieron a los ojos, habían decidido que querían intentar lo que no intentaron cuando más jóvenes.

 

 

 

 

            En la mansión repiqueteó el sonido de un celular por toda la silenciosa casona. Marin que estaba preparando la cena de Seto sacó de uno de los bolsillos de su delantal el aparato.

— ¿Diga?
—Nana dime, ¿cómo le fue a mi hermano?
—Mi niño, pues te diré que está en estos momentos en el comedor, esperando su cena, llegó de un humor estupendo, hasta dijo que no quería trabajar por ahora, casi me fui de espaldas.
— ¿Entonces funcionó?
—Yo diría que de maravillas. — La nana sonrió, al otro lado de la bocina, Mokuba pegaba de gritos y hurras, hasta que la nana escuchó un grito por toda la mansión.

— ¡Dile a Mokuba que hablaremos cuando regrese de vacaciones!

—jijiji, mi hermano ni aguanta nada ¿verdad nana?
—Faltan seis meses para vacaciones mi niño, ya se le pasará.

— ¡Nunca!— Volvió a gritar Seto, que escuchaba muy bien las palabras de Marin.

La nana colgó el teléfono luego de una corta platica y fue donde Seto, que la esperaba leyendo uno de sus libros recién adquiridos.

— ¿Que lees mi niño?
—Manual para padres, quiero saber que otras barbajanadas siguen después de las travesuras.

La risa de Marin resonó por el comedor, cuando su niño Seto se ponía paranoico no había quien lo parase. Excepto cierto cachorrito rubio que estaba invitado a cenar el día siguiente.

 

 


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