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Regreso sin gloria. por lorienficachi

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Notas del fanfic:

Es mi primer fanfic Johnlock c: 

Notas del capitulo:

IMPORTANTE. Este será el primer y único capítulo del fic. Sin embargo, añadiré un Epílogo que complementará éste. 

Yo me inspiré en esta canción :33

http://www.youtube.com/watch?v=5rF8q_-6Yqk

 

Regreso sin gloria.

 

Hacía dos años que estaba ausente. Había fingido su muerte por el bien de John. Saltó de aquel edificio en la calle Baker para impedir que el francotirador asesinara al doctor, por órdenes de Moriarty, quien yacía a sus espaldas, con un tiro en la cabeza, una buena estrategia para obligar a Holmes a saltar.

Había ido en un viaje a través de Europa para deshacer la red criminal de su enemigo. Ahora estaba de regreso, ansioso por ver a Watson.

– Un simple gracias bastaría. – Dijo Mycroft – Te salve.

– No. Te quedaste ahí y dejaste que me dieran una paliza.

– Estaba encubierto, lo hubiera arruinado todo.

– Me retiro. Iré a la calle Baker, quiero ver a John – dijo ignorando lo dicho por su hermano. Se puso el abrigo que le tendía la secretaria de Myc.

–Han pasado dos años, Sherlock, el ya no vive ahí. Continuó su vida.

El menor se detuvo y dio la vuelta.

– ¿Cuál vida? Yo no estaba – contestó como su hubiera dicho algo absurdo.

– John va a casarse.

Un nudo se formó en su garganta y le sorprendieron la fallida sensación humana del dolor, y la incertidumbre. Contuvo el aliento y trago.

– Quizá tu regreso pueda arreglar eso.

Holmes cambió su expresión dolida, y la cambio por una enfadada. Se acercó para tomar a su hermano de la camisa.

– ¿Dónde? – repuso con tono amenazante.

– Esta noche, en el restaurant Páris.[1]

Sherlock lo soltó bruscamente y salió de la habitación.

Watson no era suyo, por supuesto, jamás lo había sido, al menos no consiente.

Holmes llegó exactamente a las 8 pm al Páris, pero obviamente no podía presentarse sólo así. Robó unas gafas. Tomó delineador en lápiz de un bolso cercano, y se dibujó bigotes. Así se acercó a la mesa, dónde ya se encontraba Watson, y estaba dispuesto a gritarle un – ¡Sorpresa! – en cuando estuviera a su lado. Pero una dama de cabello rubio se la atravesó, y fue a sentarse justamente en la mesa de John. Quien sonrió como solo lo hacía con Sherlock, y sacó una cajita roja sin que la mujer la viera. Por un momento, Holmes imaginó que esa cajita la ofrecía el. Un anillo para John…

Pero no era tiempo de deseos que jamás sucederían, ¡tenía que hacer algo!

Tomó una botella del carrito a su lado, y corrió hasta la mesa.

– ¿Puedo ofrecerle Dönnhoff[2], señor? Es un muy buen…

– ¡Ahora no! – le cortó John, molesto por la interrupción.

– Quizá quieras ver de nuevo el rostro de un amigo – dijo Holmes, y se quitó su sencillo, aunque eficiente disfraz.

Watson lo miró por segunda vez, sus ojos se cristalizaron y dejó de respirar debido al shock.

– ¡Oh, Dios! ¡Tú eres…! – dijo la mujer.

– John, yo…

No hubo tiempo para disculpas. Watson se le fue encima y lo derribó, con las manos en su cuello. Los camareros se acercaron corriendo para separarlos.

Minutos más tarde se encontraban solos (los 3) afuera del recinto. Sherlock tenía sangren en la nariz, producto de un segundo y tercer Round de pelea.

– ¿Por qué, Sherlock…? – Preguntó John con la voz rota – ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas? ¡Te busqué por dos años!

– Tenía que saltar. Estaba obligado a hacerlo, así que llamé a mis…

– No me refiero a cómo ni porqué lo hiciste… sino a por qué no me llamaste – interrumpió.

Mary, la mujer rubia minutos atrás presentada, seguía a unos metros, callada.

– Iba a hacerlo, quería hacerlo, pero hubiera arruinado muchas cosas. John…

– Cariño, llegó el taxi – interrumpió esta vez Mary.

– Ya no importa Sherlock – dijo John, ignorando un poco a su novia – Buenas noches – se despidió, y subió al auto.

Holmes quedó ahí, con la nariz sangrando. No entendía. Esperaba otra cosa. Un abrazo, algo. Sin duda no el rechazo. Quizá había confundido las palabras de su platónico dos años atrás, cuando, de pie frente a su tumba le pidió que le concediera un último deseo “– No estés muerto” –dijo en aquel entonces.

No esperaba aquello a su regreso: a John besando a una mujer, ahí, en la ciudad, ahí, a su lado.

Suspiró y se acercó a la calle para llamar un taxi. Ya entendía a la perfección como seguiría su relación. Serían tan solo amigos, si tenía suerte y Watson lo perdonaba. Y sería el tercero en discordia. Los vería desde lejos. También su cuerpo no lo recordaría. Tendría que obligarse a sí mismo a olvidar lo que había pasado en aquel caso: “Salí con un fantasma”. Cuando en un experimento, él había invitado a John a beber unas cervezas, y éste, en su lado travieso, las había mezclado con tequila…

El taxi arribó y lo llevó al 221 B de la calle Baker. Ahí se recostó en su mullida cama y lentamente comenzó a recordar. Su palacio mental lo llevó al día en que había tenido a John para él solo, dócil entre sus brazos.

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– ¡Conozco a Ash, no me digas que no! – exclamó Sherlock con las voz pastosa, dirigiéndose a un tipo alto y fuerte. Y lo empujó por el pecho con un dedo.

Hacía dos bares que John pedía al cantinero, cuando Holmes estaba distraído, que mezclara tres tequilas dobles a cada una de las cervezas que tenían. El cantinero lo hacía gustoso.

El tipo lanzó un golpe y el detective logró esquivarlo, pero también comenzó a repartir golpes al aire.

– Muy bien ¡suficiente! – gritó Watson por encima de la música. Se acercó a su amigo y lo tomó por detrás para alejarlo, pero éste siguió dándole golpes al aire – Párate… eso es.

– Ash, conozco a Ash – repitió por última vez, señalando al tipo.

No recordaban nada más, pero John había llamado un taxi, éste los había dejado en la calle Baker, frente a su puerta. Habían entrado a la casa riendo. Un minuto después se habían desplomado sobre la escalera. Luego Sherlock habló.

– Tengo una reputación internacional… tengo una reputación internacional ¿Tú tienes una reputación internacional?

– No. No tengo una reputación internacional.

– No… Y ni siquiera recuerdo a qué se debe… Es algo del crimen. Eso u otra cosa… John...

– ¿Qué?

– Deberíamos subir a dormir.

– Sí, tienes razón. Vamos – Ambos hablaban con voz baja y los ojos cerrados.

Se habían levantado, con mucho esfuerzo, y habían terminado de algún modo en la cama de Sherlock.

– Sabes John... – dijo el detective

– ¿Qué sé? – preguntó éste con sueño.

– Cuando te conocí no pensé que yo… es decir, jamás me había llamado la atención, y era algo absurdo antes de que llegaras.

– ¿El qué? – volvió a preguntar, aún sin interesarse.

–…Creo que te amo…

John abrió mucho los ojos y se volvió para poder ver el rostro de su amigo.

– ¿Cómo dices? – preguntó, estupefacto.

– Creo que te amo – repitió.

Watson arrugo el ceño, pero no por enfado, sino por otra cosa.

– ¿En serio? – hacía muchas preguntas, pero ésta, la formuló con lágrimas en los ojos.

Sherlock asintió y conteniendo el aliento, llevó una de sus manos hacia el rostro del otro para acariciarlo. Este cerró los ojos ante la caricia. Y por fin, después de tantas preguntas que les había hecho la prensa. Después de todas las hipótesis de la oficina entera del Scotland Yard. Y de todos los rumores que aparecieron debido a su actitud cariñosa de ambos. Por fin se hizo realidad todo aquello: los labios de Sherlock hicieron contacto con los de su contraparte, dando comienzo a un beso suave. El que derivaría en una nueva historia, y en un recuerdo tan solo.

Sherlock tomó su rostro con la otra mano y se movió un poco para quedar encima de Watson, haciendo al beso más ardiente. John lo tomó de los hombros y lo acercó un poco más hacía sí, mientras abría las piernas por instinto.

Sus lenguas jugaban dentro. Y con la sensación de su saliva fue metiéndose cada vez más en su beso.

– Ha… fwa… Sherlock…

Este lo abrazó y comenzó a acariciar su espalda con toques rápidos y ligeros. Para luego subir las manos a su pecho, y comenzar a desabotonar su camisa. Mientras, John dejó de besarlo, y mejor bajó hasta su cuello, donde mordió.

– John, espera… – este se detuvo – ¿Deberíamos de continuar?

– Si no es mucho pedir – confesó – mañana estaremos sobrios del todo, y en verdad quiero – lo dijo con una gran convicción – hacer esto. – Holmes curveó las cejas – Así que cállate, Sherlock, y bésame.

Ambos comenzaron a sonreír, y luego rieron, como lo hacían casi a diario.

Minutos más tarde las camisas de ambos hacían en el suelo. Watson abrazaba con fuerza al otro, y éste a su vez besaba su cuello. Estaban más alcoholizados que en toda la noche, porque la sangre hervía y fluía más rápidamente en sus venas, llegando más rápido a su cerebro.

John gimió, con impaciencia y excitación. A lo que Sherlock respondió llevando sus manos al cinturón de su amante para desabrocharlo. La ropa interior del mayor se hallaba abultada, lo que escondía dentro quería un poco de espacio. Holmes miró a Watson y le sonrió, para después quitar todo impedimento posible de su cuerpo. Sus pantalones salieron disparados hacia una esquina. Entonces John se sonrojó y torció la boca. Abrazó al otro para que éste no viera su rostro.

– John… mírame. Deseo recordar esto de por vida.

Este, como casi toda orden que daba su amigo, lo obedeció, y con el rostro como un jitomate lo miró a los ojos.

– Lámelos – pidió y extendió dos de sus dedos.

El mayor frunció el ceño y desvió la vista en señal de rechazo, pero su cuerpo, y más específicamente su virilidad lo delató. Finalmente suspiró y metió sus dedos en su boca.

– Nhg… Humm…

La saliva corrió por los dígitos, empapándolos, lubricándolos.

En realidad John no pensó que sería así. El creía que… sería el activo. De cualquier forma, ya no había marcha atrás. Sherlock alejó los dedos y los bajo a su lugar. Al mayor se le erizó la piel cuando lo frío entro en contacto con su piel. Quizás era por la excitación, la espera de casi dos años[3], el alcohol que llevaban en la sangre, u otra cosa. Pero los dedos de Sherlock se deslizaron con facilidad dentro de John.

– ¡Sherlock! – gimió y cerró los ojos.

El nombrado lo hacía de tal manera que no doliera, sino que fuera más placentero. Para complementar, también llevó su otra mano a su miembro, para empezar a acariciarlo.

– No… ¿vas a quitarte tu ropa? – preguntó John, elevado al cielo.

– Quítala tú – respondió besando su cuello.

– Hah… ahh

Los sonidos del chapoteo inundaban la habitación.

Las piernas de John temblaban, y el cuerpo de Sherlock quería liberarse. Tenían que terminar, querían terminar. Watson se deshizo de los ropajes que aún quedaban sobre el cuerpo de su amante y pudo admirar su piel pálida, como la luna.

– Vamos, Sherlock…

Este no respondió, pero se tendió por completo sobre John de una manera muy sexy, y comenzó a besar su cuello. Mientras el mayor abrió más las piernas.

– Ahí voy…

Watson contuvo el aliento y espero el momento. Holmes colocó su miembro ahí en su entrada… y entró en él.

– ¡Ah! Ahh…

– John… hah….

 Aquello dolió, mucho. Las piernas se le paralizaron  por un momento y no pudo moverse. Pero con el paso de unos minutos se acostumbró a tener a Sherlock en sus entrañas. Porque a pesar de que dolía, estaba feliz. Después de un corto beso, el menor comenzó a moverse.

– Uah… ah… ¡Ahh!

Los rápidos e inesperadamente profundos movimientos hicieron que la voz de ambos se volviera incontrolable.

La habitación pronto se llenó de gemidos, jadeos, y el llamado de ambos nombres.

– ¡Ahh… Sherlock… fwah! – gimió y abrazó con fuerza a su amante con brazos y piernas.

– John… hah… ¡ahh! – este podía ver una lujuria quemante en sus ojos.

Sus ojos se aguaron, el final ya casi llegaba.

– Hck... haa… por… 

John cerró sus ojos y se concentró en la sensación, pero algo lo sorprendió. La mano de Sherlock en su mejilla.

– ¿Lo sientes? – preguntó, y el mayor encontró placer en lo que le dijo.

– Lo siento – dijo y sonrió, colocando su mano sobre la de Sherlock – Estoy verdaderamente feliz de estar así contigo.

Sherlock suspiró y sonrió.

– Ya veo.

Colocó sus manos a los lados de la cabeza de John y comenzó a moverse otra vez.

– Ngh… ¡ahh!

Ya casi llegaban al clímax, era cuestión de algunos movimientos. Sherlock se inclinó y besó a su amante mientras penetraba más profundo, lo más profundo que podía.

– Unk… ah… ¡ahhh!

John sintió húmedo por dentro al mismo tiempo que, él se corría por las caricias de su amante sobre su miembro.

Quedaron jadeando, exhaustos sobre la cama.

– John…

– ¿Sí?

– Te amo – dijo con una sonrisa. 

– Te amo Sherlock – respondió de igual manera.

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Todo aquello había pasado, pero Sherlock solo recordaba algunas cosas. Recordaba a Ash. Recordaba su breve charla en las escaleras. Recordaba algunos vistazos del rostro de Watson en medio del placer. Y recordaba lo que habían dicho al terminar…

 Ahora se encontraba ahí, frente a él, en el departamento que compartían entonces, y John acababa de decirle que fuera su padrino de boda…



[1] Hace referencia al nombre del país, pero cambiándolo al colocar el acento en la A para darle originalidad.

[2] Vino blanco Alemán.

[3] Ellos ya llevaban juntos más de 18 meses antes de que Sherlock fingiera su muerte. 

Notas finales:

Esos números en azul son la referencias, que me he visto obligada a usar c: 


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