Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Escort: Un chico de compañía por koru-chan

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 Su despertar no fue nada grato, el abrir sus ojos fue una tortura al percibir como un dolor punzante le taladraba el cráneo, su cabeza se sentía a segundos de estallar como un gran globo rojo siendo inflado a más no poder. – ¡mierda! – exclamó continuo de una seguidilla de maldiciones hacia la deidad que había inventado la maldita resaca, claro, culpar ha algún ser divino era mejor que admitir su error: la noche anterior se le había pasado la mano con los excesos. Con un semblante adolorido se sentó en su cama masajeando sus sienes intentando, inútilmente que su malestar amainara, algo debía hacer con aquella jaqueca que lo estaba asesinando de una forma lenta y dolorosa.

Las sabanas arrugadas sobre su regazo fueron rápidamente alzadas hacia su costado izquierdo mientras revolvía sus cabellos cenizas intentado, de esta manera, quitarse la pereza que su cuerpo era invadido debido a suculenta juerga la noche anterior.

– Mgh…–

Su mente atiborrada de culpabilidad por lo vivido horas atrás fue invadida por un suspiro ajeno, adormilado y calmo, aquel cuerpo que había disfrutado la noche anterior tenía toda la serenidad y despreocupación que a él le faltaba. Giró su cabeza apreciando la espalda regada de lunares claros, los cuales salpicaban gran parte de su piel; una de transparencia y lechosidad casi divina, poseía una suavidad de porcelana. Su cabello corroído por tintes, no estaba maltratado, era suave de ondas platinadas y dóciles plagada de una dulce esencia herbal que inundaba aquella habitación.

Las sabanas arrugadas sobre sus caderas desnudas dejaban que aquel recién despierto se deleitara con su piel destellante por la escasa luminosidad que se  colaba por las cortinas serpenteantes por la fría frisa de aquel día grisáceo. Estaba abrazado aprensivamente a un almohadón con algunos mechones de sus cabellos sobre su rostro.

La tentación llevó a que las yemas de sus dedos se pasearan por la tersa piel de su espalda, se atrevió a acercar su rostro a la zona baja de su espalda aspirando el aroma embriagador de su piel. Una sonrisa tenue se dibujó en el rostro reposado sobre un suave almohadón.

– Mgh… ¿sabes? Si quieres otra vez tendrás que pagar el doble. –Su voz se oyó rasposa por el reciente despertar.

Una risilla masculina retumbó los oídos del menor haciendo que su labio inferior fuese mordido por las sensaciones que le producía aquel hombre, su innata sensualidad lo traía loco, pero por su oficio, él se había prohibido caer en esos deseos vánales; él trabajaba con su cuerpo, no podía sentir como los demás, era un muñeco vacio…

– Mmm… pagaré lo necesario. – ronroneante se acercó al rostro aniñado de su adquisición provisoria, quien había cambiado de posición para observarlo impasible, sólo de sus ojos se podía ver el deseo gorgotéate que sentía por su cliente, pero este no se percataba ni de sus propios sentimientos, ¿cómo apreciaría los ajenos?

– Te vas a quedar pobre. – habló el rubio platino perdiéndose en las muecas dibujadas en sus labios perfectamente trazados por la naturaleza.

Su risilla contagiosa nuevamente se hizo relucir amortiguándola, esta vez, en la curvatura del cuello del chiquillo, quien abrió estrepitosamente sus ojos al sentir como su temple se derretía al percibir como aquel marcado pecho dorado se posaba sobre el suyo llenándolo de una calidez inexplicable provocando que su desbocado corazón se quisiera salir de su pecho.

– ¿Quieres comer algo antes de irte? – preguntó el dueño de aquel departamento recibiendo un “si” de parte del chico que aparentaba tener unos veinte años cuando en realidad poseía muchos más.

– ¿Puedo ocupar la ducha? – preguntó el escort colocándose su ropa interior y su camisa olvidada en una esquina de la habitación.

–Claro… ¿nos bañamos juntos? – preguntó con picardía terminado de vestirse.

– Te costará el triple. – contestó el menor a secas provocando que el rubio se riera  divertido mientras rebuscaba en su armario una toalla para el bajito.

– Tu objetivo es dejarme en la bancarrota… – hizo un fugaz puchero a las espaldas del chico siguiéndolo hacia el baño.

– ¿Entonces para que te insinúas? – espetó el menor cogiendo el pomo de la puerta del baño.

– ¿Y quién dijo que no puedo pagar? – se acercó a la curvatura de su cuello susurrando aquellas palabras  mientras sus labios rosaban se forma descarada su piel expuesta.

– Entonces… – exhaló en un suspiro extasiado mientras giraba su cabeza hacía el lado que el hombre aun mantenía su rostro. Suspiró deseoso de unir sus labios de forma hambrienta con su cliente.

El ambiente pasional que se había formado de la nada fue abruptamente interrumpido por el agobiante y molesto timbre haciendo que el dolor del rubio oscuro terminara nuevamente por calar su adolorida cabeza. Meneó su cabello con una de sus manos con notoria molestia maldiciendo por la insistencia de aquella indeseada visita.

– Tsk. – exclamó molesto apegando su frente sobre el hombro de su acompañante.

– ¿En otra ocasión? – el turno de reírse, pero de  frustración, fue del más bajo quien como respuesta recibió una mano en su cabeza alborotando sus cabellos.

Una puerta fue cerrada con frustración mientras la que era tocado con insistencia fue abierta con irritabilidad.

sus rostro se agrió a más no poder al ver a aquella mujer: castaña, de estatura promedio y de un genio como la mismísimo Hierro, en resumidas cuentas, era una mujer difícil, la cual por cosas de la vida aquel hombre, de rostro agrio por su presencia, se había casado con sufrible mujer, matrimonio que había quedado en el olvido por ambos a pesar de tener a una pequeña criatura de sólo seis años que poco entendía porque sus padres estaban en una constante disputa o porque tenía que ir y venir de una casa a otra, sólo sabía que sus padres no se llevaban bien, pero como todo pequeño lleno de ilusiones y añoranzas, creía que sus progenitores se volverían a juntar; lo que jamás ocurriría.

– Tenias que ir a buscar a la niña ¿En qué piensas? con más de treinta años y aun no sientas cabeza ¡Akira! –  se adentró al departamento con su hija, arrastrándola de la mano mientras discutía con aquel rubio desaliñado.

– ¡Agrh! ¡Déjala y márchate de una vez! – la miró con furia cogiendo del brazo a la mujer mientras la empujaba hacia la salida.

A pesar que su relación fue escabrosa para ambos, eso no implicó que aquella castaña furiosa no hubiera quedado destrozada por su fracaso matrimonial, ella amaba a aquel hombre que molesto la cogía del brazo ya que sus ordenes, de que abandonada su morada no fueron claras, estaba teniendo que usar la fuerza, claramente guardando cuidado en no lastimar a aquella frágil mujer; a pesar de su carácter.

El estomago de la ex esposa del rubio se revolvió cuando sus ojos se posaron en la habitación, inmiscuyendo esta mientras forcejeaban, su vista se posó sobre  la cama desordenada y relegada hace minutos atrás. Sus ojos aguados por el cólera se situaron en el hombre de rostro cabreado frente a ella, a quien empujó levemente para que la soltara.

 

– Hija, ve a ver tv a la sala. – les espetó la mujer con la voz temblorosa.

Cuando la nena se perdió entre el pasillo, la mujer miró al hombre que amó incondicionalmente con unos ojos afilados, escuchando de banda sonora, la regadera del baño que empapaba algún cuerpo desnudo provocando que los ácidos estomacales le carcomieran las entrañas. Claramente había alguna mujerzuela dentro de aquel departamento, era inverosímil pensar lo contrario; no había que ser genio para saber lo que había acontecido ahí hace horas atrás.

– ¡Trajiste a una puta a tu hogar cuando hoy te tocaba cuidar a tu hija! – comenzó a gritonear en susurros histéricos.

– Es mi casa y puedo hacer lo que venga en gana. –  espetó mordaz cruzado de brazos en el umbral de la casa.

– No tienes ni un ápice de respeto… –

La desmesura amplitud que mostró en sus labio por la pésima sorpresa de encontrar a la “puta” que se había encamado su ex marido, saliendo del cuarto de baño, hizo que su bonito rostro agriado se descompusiera aun peor; ¡su esposo se había acostado con otro hombre!

– Eres un puto maricón… me das asco –  lanzó en su rostro iracunda paseando su mirada simultáneamente hacía el bajito quien miraba a aquella mujer como examinándola sin un ápice de incomodidad.

– Buenos días. – saludó sabiendo lo que acontecía ahí, pero no se escondería, sabía que la mujer ya se había dado cuenta que había un tercero en la casa. Con su cabellera húmeda y goteante aun por la reciente ducha, caminó para introducirse a la habitación que horas atrás habían impregnado con gemidos placenteros armando una dulce sinfonía de jadeos y crujir de aquel lecho matrimonial.

– Lárgate… – le dijo con molestia plasmada en su rostro cansado por la estúpida discusión con aquella mujer que intentó amar incontables de veces pero que fracasó aun más veces que las que lo intentó.

– Que degenerado te has vuelto Akira… – le escupió asqueada.

– Prefiero serlo… que fingir en la cama contigo…. – Se acercó peligroso al rostro de la mujer haciendo que esta de un fuerte temple permaneciera impasible mientras su ex esposo le espetaba aquello con una risilla burlesca provocando que la mujer saliera furiosa. Reita se afirmó de la puerta ya cerrada suspirando largamente, sintiendo, nuevamente como su cabeza exploraría en cualquier momento.

–Ten…–

Reita miró hacia abajo donde de oía el chocar de unos medicamentos dentro de un frasco plástico siendo sostenido por unas delicadas manos de uñas pintadas de un negro perfecto. Sonrió cogiendo el plástico entre sus manos para tomar dos pastillas junto a un vaso de agua que le ofrecía su alquilado amante.

Una gotita de agua cayó sobre el pie descalzo del mayor haciendo que alzara la cabeza viendo como el chico que aun no secaba su cabello y apenas llevaba sus jeans de la noche anterior.

– Te pasará una camiseta, esa esta mojada. – cogió entre sus manos la blanca tela humedecía acariciando sin querer la piel tersa y pulcra del chico. Se miraron fugazmente cuando el mayor pasó por su lado hacia la habitación. El rubio platino lo siguió.

Sintió un extraño cosquilleo en su estomago sosteniendo entre sus manos una camiseta blanca, sentía un extraño regocijo en utilizar un prenda de aquel hombre y el de sentir su esencia nuevamente impregnada en su piel.

– Perdón por todo esto. – se disculpó por lo acontecido percibiendo como el menor se acomodaba la prenda y este tomaba una toalla de menor tamaño estampándola sobre su cabeza para que secara su cabello de una vez, este lo miró y negó con la cabeza mientras se secaba sus ondas y sentían como la menor se adentraba al cuarto en busca de los brazos de su progenitor.

 – No sabía que tenias una hija… – esbozó viendo como aquel dichoso padre abrazaba a su retoño con delicadeza, debía admitir, con aquella cálida sonrisa que esbozaba mirando el cariño mutuo de padre e hija, que sentía celos.

– Tú no sabes muchas cosas de mí… – le respondió.

Ni siquiera el entendía porque de sus celos hacia una pequeña. La sonrisa que había formado se había esfumado tan rápido como ésta había aparecido en sus carnosos labios apetecibles por todos y que por nadie dejaba ultrajar.

La respuesta era que él también deseaba sentir que aquellos brazos lo rodeasen, no como un muñeco vacía y reciclable.

 –Tienes razón…– trazó una sonrisa amarga, sonrisa que pensó que sólo él había notado, puesto que como todas, esta también se esfumó con rapidez.

 

 

Era su cliente habitual. Sabía a la perfección que lo volvería a ver, pero aquel vacío molesto al tomar nuevamente el pomo de la puerta de salida sin más que dinero en sus bolsillos lo dejaba con un hueco que el efectivo no llenaba.

– Te llamo. – escuchó a su espalda. Mientras introducía una mano al bolsillo de su abrigo cogiendo entre sus manos un sobre con un suculento fajo de dinero, sonrió al sentir satisfacción en el acto que haría a continuación:

Giró su cuerpo cogiendo, a la vista del rubio, el sobre grueso de billetes en efectivo. Le estampó aquello en el pecho viendo como el rostro de este mostraba lo desentendido de su sorpresivo acto.

– Llámame, pero no para esto. – se alzó de puntillas rozando apenas sus labios. – Ya no te quiero servir más…– Reita lo miró desentendido recibiendo entre sus manos aquel fajo generoso de dinero. –  Quiero saber sobre ti… sobre tu vida… – el rubio ceniza cogió de la cintura al muchacho apegando su cuerpo sobre la madera de la puerta llevando sus labios a probar aquella boca roja y adictiva, queriendo hundirse si más se podía en aquel gustoso mangar de regusto dulzón que poseía su boca, aquello debía ser ilegal. Se separaron apenas unos centímetros escuchando lo agitada de sus respiraciones queriendo ultrajarse nuevamente a besos; de esos Reita jamás había probado, ahí tenia la razón porque aquel sensual escort no permitía besos en sus encuentros carnales, su boca era adictiva como una letal droga.

– Me tengo que ir… – sonrió el menor mientras veía como Reita asentía de forma autómata separándose de su mortal perdición; se había enamorado de un letal escort.

 

Notas finales:

Gracias por leerme♥

c:

Tenia ganas de escribir algo si, más que por el contecto de la historia la forma de narra, de verdad gracias por pasarse a leer, espero que les haya gstado >.<

uh y le doy publicidad(? a mi fic en proseso para que lo miren si no lo han leido :O espero q les guste y para quien lo sigue, ya está en proseso el cap 4~

 Amor en época Edo

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).