Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El amor que solo soñé por Butterflyblue

[Reviews - 226]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno para mi amiga Melyoan que me ha pedido una historia de príncipes, se la traigo con mis personajes favoritos Hiroki y Nowaki.

 

Como siempre quiero aclarar que los personajes de Junjou Romántica no me pertenecen, son creación de la única e incomparable  Shungiku Nakamura. Para variar los tomare prestados para crear mi propia loca historia.

 

La historia no está en CANON ni sus personajes. Contiene todo lo que me gusta en mis historias, mucho romance, drama, lemon, MPREG, acción, en fin, los que ya me han leído saben como escribo, a los que no, bienvenidos y espero sea de su agrado.

 

Si no te gusta ninguno de los géneros anteriormente expuestos NO LEAS , te ahorras y me ahorras la molestia.

 

Si te pasas por aquí y te gusta lo que lees, seria muy feliz si me lo haces saber con un mensaje, corto o largo será recibido con emoción, pues es mi recompensa y me hace feliz leer sus opiniones.

 

Un abrazo enorme a los que me acompañarán en esta nueva aventura y como siempre MIL GRACIAS POR LEER.

Notas del capitulo:

Pues por aqui con mucha ilusion dejandoles mi primera historia larga de este año, besos y las espero por aca.

 

Gracias por leer.

La mañana despuntó preciosa y cálida. Las laderas de las imponentes colinas que rodeaban el enorme reino fueron adornadas con las delicadas manos de la primavera. En los picos de las prominentes montañas se podía vislumbrar el cobijo blanco de la nieve que nunca las abandonaba. El valle vasto y prolífico donde se asentaba el reino de  Tengocu comenzaba a despertar, rodeado de toda la esplendorosa belleza que la naturaleza le había dado.

 

Asentado en una alta meseta, estaba un portentoso castillo, sus paredes altas y macizas de mármol blanco brillaban cuando los rayos del sol las acariciaban. El astro rey parecía tener un romance con el blanco mármol al regalarle sus mejores rayos para acariciarlas y hacerlas semejantes a espejos brillantes llenos de luz.

 

El palacio de las nubes estaba dotado de una primorosa belleza, con amplios jardines y altas torres que pretendian alcanzar el cielo. Pero tan hermoso era como poderoso y ningún enemigo se atrevería jamás a querer traspasar sus aguerridas murallas, que además de macizas e indestructibles, eran protegidas por feroces guerreros que dejarían hasta la última gota de su sangre por defender a la familia real.

 

El rey y la reina de Tengocu habían sido bendecidos con dos hermosos hijos, la mayor, Yayoi, era conocida por su impecable belleza, acababa de cumplir diecinueve años y muy pronto tendría que irse del reino para convertirse en esposa. El menor, Hiroki, era todo lo contrario a su hermana. A sus dieciocho años recién cumplidos se le sumaba un carácter dulce, sereno, siempre dado a ayudar y con una belleza que eclipsaba por mucho a la de Yayoi. Tanto, que había creado una rivalidad en esta que lograba hacerlo pasar muy malos ratos.

 

Yukiko, la mujer que los había cuidado desde bebes, solía decirle a Hiroki que su hermana solo le tenia envidia, pues su belleza y su dulzura la eclipsaban, pero la nana sabia que lo que mas molestaba a Yayoi era que su hermano hubiese nacido con el don que muchos hombres de aquel reino tenían, el don de dar vida. Al ser Hiroki capaz de tener un hijo, al haber nacido con aquella condición, también estaba destinado a optar por ser sucesor de su madre y ocupar el puesto de consorte real.

 

Yayoi quería ser la próxima reina y Hiroki fácilmente podría quitarle ese lugar al contraer matrimonio con un noble de otro reino. Era común que los hombres de Tengocu contrajeran nupcias con otros de su mismo género. En otros reinos se los consideraba seres mágicos y hermosos y Hiroki era el más perfecto de todos ellos. Yayoi, caprichosa y ambiciosa como era, había acelerado sus planes de casarse, apurando a su padre a concretar un compromiso, con la excusa de que deseaba formar una familia.

 

Esa semana el castillo se preparaba para la llegada del prometido y todo parecía decir que aquel acontecimiento iba a ser una gran fiesta.

 

Mientras todo el castillo se movía al unísono en la preparación de las celebraciones del compromiso. Esa mañana Hiroki se arreglaba desde muy temprano para bajar al pueblo a hacer la visita al  centro de ayuda que había dispuesto casi a las afueras del reino. Hiroki lo visitaba cada vez que podía. En aquel lugar, niños, ancianos y hasta animales recibían variadas atenciones. Comida, cobijo a los que no tenían hogar, atención medica a los pobres, en fin, un sin numero de cosas que hacían de Hiroki un príncipe amado por su pueblo, no solo por su belleza sino por su enorme bondad y dulce corazón.

 

—¿Cariño tienes que ir hoy? ¿No puede Misaki encargarse de eso solo por hoy?

 

Le preguntaba su nana mientras le ayudaba a peinarse sabiendo que nada lo separaría de sus obligaciones. Ni siquiera la inminente llegada del prometido de su hermana.

 

—Misaki no puede con todo el albergue solo nana, además, no es justo de mi parte dejárselo todo a él. Recuerda que él tampoco debe andarse excediendo.

 

Misaki era el mejor amigo de Hiroki, hijo de la mano derecha de su padre el conde Takahashi. Misaki y él habían crecido prácticamente juntos. Hiroki a veces pensaba que Misaki era más hermano de él que la misma Yayoi. El,  Misaki y Shinobu el hermano pequeño de Misaki, al que también le tenía un enorme cariño, formaban un pequeño grupo de amigos que se ayudaban, aconsejaban y cuidaban en las buenas y en las malas. Hiroki y Shinobu cuidaban constantemente a Misaki, pues era un poco débil y enfermizo, lo que no le quitaba su carácter fiero y retador, por el que todos le llamaban la pequeña fiera.

 

En el camino al pueblo, Hiroki observaba las coloridas calles adornadas alegremente para recibir al príncipe que vendría a formalizar el compromiso con su hermana. Mientras el carruaje hacia el recorrido, Hiroki pensaba con un atisbo de nostalgia, en la felicidad que debía sentir su hermana en ese momento. Alguien vendría para entregarle su vida y para que ella le entregara la de ella, para compartir un futuro juntos. Mucho había escuchado del amor, las poesías, las historias, las románticas canciones, todo hablaba de lo perfecto que era el amor y él deseaba que algún día  pudiera conocer ese sentimiento.

 

Cuando llegó al albergue despidió a su paje y al cochero diciéndoles que volvería en la tarde en su caballo. No deseba la presión de ambos hombres esperándolo, ese era el día de la fiesta con los niños huérfanos y normalmente aquella actividad lo mantenía ocupado hasta muy tarde. Sabia que debía llegar al castillo antes del anochecer para estar listo para la ceremonia de bienvenida, pero se convenció de que tendría tiempo para todo.

 

—Menos mal que ya llegaste.

 

El recibimiento dramático y teatral de Shinobu lo hizo sonreír, el pequeño rubio era pura energía. Misaki a veces se quejaba de que lo sacaba de quicio con tanta vitalidad, pero Hiroki sabía que Misaki lo amaba con locura.

 

—¿Se portan mal los niños? —Preguntó sonriendo, mientras acariciaba el dorado cabello de sol.

 

—¡MAL!

 

Gritó Shinobu alzando las manos al cielo.

 

—Son... son... unos demonios. —Dijo con marcado cansancio dirigiéndose al interior del lugar.

 

Hiroki lo siguió riendo mientras lo escuchaba relatarle los pormenores de su tragedia.

 

—Misaki está que llora. Esos demonios se comieron el pastel, tiraron las bebidas al suelo, rompieron los adornos de la mesa...

 

Hiroki perdió el hilo de la historia al entrar al salón donde se realizaban las fiestas y escuchar el estruendoso griterío del lugar. Habría podido estallar en carcajadas al ver a Misaki en el medio del mismo, tratando en vano de proteger lo poco que quedaba de pastel. La cara de terror de su amigo era un verdadero poema. Pero la risa murió en sus labios al encontrarse sus miradas y ver que Misaki tenia el rostro pálido y verdaderamente agotado.

 

Shinobu corrió hacia su hermano al ver lo mismo que Hiroki había notado. De inmediato el joven príncipe llamó la atención de los niños.

 

—Hola pequeños traviesos ¿quien quiere que le lea un cuento?

 

Al instante los niños corrieron hacia el sonriente príncipe y este los acogió como pudo en sus brazos, sonriendo y besando sus sonrojadas mejillas. Los niños lo adoraban, muchos lo habían visto desde que eran unos bebés. Abandonados por sus padres no habían podido sentir nunca el vacío de la tristeza, pues Hiroki se había encargado  de que cada uno de los diez niños que vivían en el albergue recibiera amor y cuidados. La gente se maravillaba de que aquel príncipe tan joven fuera tan dedicado a su labor de ayudar.

 

Hiroki le hizo señas a Shinobu para que se llevara a Misaki a descansar un poco, mientras él se encargaba de los pequeños traviesos. Sentados en la mullida alfombra, escucharon embobados la voz del hermoso príncipe relatarles las mas increíbles historias. Cuando la hora del almuerzo llegó, los ayudantes del albergue se llevaron a los niños para que el príncipe pudiera descansar y este solo se dispuso a seguir trabajando.

 

Se asomó al ala médica y descubrió que Misaki y Shinobu ayudaban con los enfermos.

 

Se acercó a Misaki y besando su frente con ternura le preguntó dulcemente.

 

—¿No deberías estar descansando?

 

Todos se hubieran esperado un ataque por parte del pequeño, pero Misaki sentía un amor especial por Hiroki, tanto como el que sentía por su hermano menor.

 

—Estoy bien, no dormí bien anoche y ... bueno esos niños son muy enérgicos.

 

Hiroki sonrió, a Misaki no le gustaba sentirse débil, así que dejó el tema en paz para no molestar a su amigo.

 

—¿Tú no deberías estar ya en el palacio?

 

Preguntó Misaki al verlo ponerse los guantes para ayudar.

 

Hiroki se encogió de hombros restándole importancia a lo que diría.

 

—Allá está todo controlado, aquí me necesitan.

 

—Querrás decir que allá está la malcriada de tu hermana y que no quieres tener que aguantártela.

 

Hiroki sonrió y Misaki miró a su hermano con molestia.

 

—Te voy a mandar con los niños en la tarde.

 

Le dijo Misaki a Shinobu, este palideció y salio corriendo del lugar. Misaki y Hiroki rieron y pasaron un rato mas ayudando al medico a atender a los enfermos. Ya estaban por ir a comer cuando Shinobu entró corriendo al lugar.

 

—Hiroki... Hiroki... un... un hombre... en el... camino al lago.

 

Dijo el pequeño rubio casi sin aliento.

 

Hiroki corrió tras él, cuando este lo llevo al lugar. El camino al lago era un lugar poco transitado por solitario y peligroso, estaba lleno de piedras afiladas que para el que no conociera el lugar eran una trampa mortal. Hiroki y Shinobu lo conocían muy bien, se habían aventurado muchas veces por ese lugar solo para sentarse a ver el hermoso paisaje que las riberas del lago brindaban. Misaki algunas veces los acompañaba, pero casi siempre terminaba lastimado por no ser tan diestro como los otros jóvenes.

 

Cuando Hiroki llegó al lugar, se encontró con un enorme caballo que se movía de un lado a otro nervioso,  a un lado del hermoso animal, un hombre yacía de espaldas en el suelo. Escucharon la voz de Misaki llamándoles a lo lejos, Hiroki corrió hacia el hombre inconciente y le dijo a Shinobu con aplomo.

 

—Llévate a Misaki antes de que se lastime y déjalo en el albergue, trae al doctor y a alguien que nos ayude a sacar a este hombre de aquí.

 

Shinobu asintió azorado,  corrió a encontrarse con su hermano para cumplir la orden del príncipe. Hiroki se arrodilló frente al hombre y lo revisó cuidadosamente. Un hilo de sangre corría por su frente descendiendo por una de sus mejillas, formando un pequeño charquito en la tierra. Tenía rasgada la ropa a la altura del torso donde otra herida sangraba, y pequeñas cortaduras en su manos. Hiroki supuso que había caído del caballo, en aquel terreno era difícil cabalgar. Sacó su pañuelo para limpiarle el rostro con cuidado. A medida que quitaba la tierra y la sangre, notó la perfección de aquel rostro.

 

Una mandíbula fuerte y varonil, un rostro de líneas finas,  fuertes. Unas cejas negras y unas pestañas pobladas, hermosas. Coronaba aquel atractivo rostro una mata de espeso cabello del color del ébano. Era perfecto aquel hombre, y Hiroki pensó que jamás había visto una perfección como aquella. Limpió la herida de su costado con cuidado notando la contextura del durmiente, era alto, poderoso y un temblor llenó el cuerpo del joven príncipe. Jamás había sentido algo así.

 

Descansó la cabeza del hombre sobre sus piernas para que estuviera cómodo mientras llegaba la ayuda, y entonces lo mas maravilloso que había visto en la vida se presentó ante sus ojos, cuando la mirada de unos impresionantes ojos azules se posó en el.

 

Adolorido y confuso, Nowaki sintió que era acariciado por alguien. Le costaba ordenar sus ideas y se le estaba haciendo titánica la tarea de abrir los ojos. Trató de recordar donde estaba y que había pasado. Apenas recordaba la vista de un hermoso lago que  a los lejos parecía un brillante espejo. También recordaba las advertencias del capitán de la guardia que lo acompañaba, incluso a su hermano regañándole. Había tomado su brioso caballo adentrándose en el frondoso bosque y abandonando a la comitiva solo por el capricho de ver ese lago que lo había hipnotizado.

 

Trató una vez más de abrir los ojos y cuando lo logró, olvidó el aturdimiento, el dolor, olvidó hasta su nombre al ver a la más perfecta de las criaturas observándole.

 

Hiroki le sonrió con suavidad, hablándole dulcemente.

 

—No te preocupes estas a salvo ya viene ayuda en camino.

 

La voz suave que lo acarició le pareció casi irreal ¿acaso era de verdad ese ser que lo sostenía entre sus brazos?

 

Acomodó su cabeza en el delicado regazo que lo cobijaba, preguntando casi sin aliento.

 

—¿Eres real?

 

Hiroki sonrió, y Nowaki sintió que su corazón se detenía. Los enormes ojos del color de las almendras, que lo miraban, el rostro fino y delicado, los labios carnosos e incitantes, la pequeña y perfilada nariz, las suaves hebras de su cabello marrón, que reflejaban los últimos rayos del sol como destellos de oro. Aunado al hipnótico aroma a rosas y primavera que desprendía aquel hermoso ser, lo hizo pensar que soñaba o peor aún,  deliraba.

 

Sonrió con un dejo de dolor por el esfuerzo, murmurando mientras sus ojos se cerraban lentamente.

 

—No eres real... eres un sueño. Nadie puede ser tan perfecto.

 

Hiroki iba a decir algo y se preocupó al verlo dormirse de nuevo. Las voces de Shinobu y del médico lo alertaron, por fin llegaba la ayuda. Sintió pena al tener que separarse del hombre. Este fue cargado por varios ayudantes del albergue y por el propio médico. Pronto estuvo seguro en una cama del pequeño hospital.

 

 

—Tiene un buen golpe en la cabeza, las heridas del torso y las manos son superficiales, nada de que preocuparse. Le puse un ungüento para el golpe.  Lo dejaremos descansar, seguro despertará más tarde.

 

El médico informaba a Hiroki, mientras Misaki y Shinobu le acompañaban.

 

—No es de por aquí.

 

Dijo Shinobu pensativo.

 

—¿Vendrá con la comitiva del prometido de tu hermana?

 

Preguntó Misaki a un preocupado Hiroki.

 

—No lo se. —Respondió el castaño. Caminó a la puerta diciendo con suavidad.

 

—Vayan a casa y prepárense para la fiesta, yo iré al palacio a contarle a papá lo sucedido, él sabrá que hacer.

 

Los chicos asintieron y Hiroki fue a buscar su caballo para ir al palacio a toda velocidad.

 

Cuando Misaki y Shinobu esperaban su carruaje, un imponente hombre se paró frente a ellos en un impresionante caballo negro.

 

—¿Donde está el jinete de ese caballo?

 

Preguntó el hombre con brusquedad, señalando el caballo de Nowaki que pastaba amarrado en las afueras del albergue. Shinobu le iba a salir con una grosería, pero fue Misaki el que habló entre molesto y curioso.

 

—Debería tener más educación. Y el jinete de ese caballo está aquí, fue conseguido en las riberas del lago y está siendo atendido por nuestro médico.

 

El hombre descendió del caballo con altanería.

 

—¿Esto es un hospital?

 

Misaki lo detalló con cuidado, era alto, elegante, arrogante, le gustaba y lo disgustaba a la vez. Levantó su mentón con orgullo respondiendo con seguridad.

 

—Es un albergue y tenemos un pequeño hospital.

 

El hombre iba a decirle algo al pequeño arrogante que tenía en frente, pero la voz de otro hombre lo interrumpió.

 

—¿Akihiko lo encontraste? ¿Encontraste a mi hermano?

 

—Este sirviente dice que lo están atendiendo en este lugar, su alteza.

 

Le respondió Akihiko con reverencia al que llegaba.

 

Shinobu casi estalla en improperios, pero Misaki lo detuvo con una mirada. Estaban vestidos sencillamente pues estaban trabajando en el albergue, le resultó hasta divertido que aquel hombre arrogante lo confundiera con un sirviente.

 

El otro hombre se bajó del caballo y se dirigió a los jóvenes.

 

—Buenas noches, lamento las molestias que haya causado mi hermano, le prometo que serán recompensados ¿Podré verlo? ¿Que le ocurrió?

 

Shinobu se sentía intimidado con el alto hombre de oscuros ojos que hacían juego con su cabello. Estaba tímidamente escondido tras la espalda de Misaki, pero aun así no dudó en responder antes de que Misaki lo hiciera callar de nuevo.

 

—Yo lo encontré, se cayó del caballo y Hiroki y yo lo rescatamos.

 

Misaki asintió corroborando la historia de su hermano, no podía apartar la mirada de Akihiko que lo miraba con un dejo de desdén. Se volteó hacia el otro hombre preguntándole con cortesía.

 

—¿De donde son?

 

El hombre sonrió elegantemente.

 

—Disculpen mi descortesía. —Dijo con una leve reverencia. —Soy el príncipe Miyagi Kusama del reino de Iama, y este que está aquí es el capitán de la guardia real, Akihiko Usami.

 

Shinobu esbozó un mohín de disgusto que ni el mismo entendió.

 

—¿Es el prometido de la princesa?

 

Misaki miró a su hermano reprobándolo por imprudente. Pero Miyagi le sonrió al pequeño rubio.

 

—No pequeño, mi hermano lo es.

 

Shinobu ocultó una sonrisa en la espalda de Misaki y este suspiró con cansancio.

 

—Lo llevaré con su hermano,  alteza.

 

Le dijo Misaki reverenciándolo con elegancia, gesto que impresionó tanto a Miyagi como a Akihiko.

 

Nowaki despertó confuso, al abrir los ojos una mujer le sonreía.

 

—Espero ya se sienta mejor, iré por el medico.

 

Nowaki no tuvo tiempo de responder pues la mujer se fue enseguida. Se sentó en la cama sin mucha dificultad, se sentía menos adolorido. Notó que estaba en un pequeño hospital y buscó con la mirada a ver si encontraba el rostro que deseaba volver a ver, pero solo fueron los rostros de su hermano y de Akihiko los que vio entrar por  la puerta.

 

Convencido de que la hermosa visión había sido realmente producto de su imaginación, les dijo con una mueca de molestia a los que llegaban.

 

—Sin regaños, ya he tenido suficiente.

 

Miyagi examinó la herida de la cabeza y Akihiko permaneció de pie esperando.

 

—¿Te sientes bien? ¿Quieres que envíe un mensajero al castillo para que aplace la celebración del compromiso hasta mañana?

 

Miyagi se veía consternado y Nowaki suspirando declinó la oferta. Estaba cansado de todo aquello y solo deseaba terminar rápido y volver  a su reino con su esposa impuesta.

 

—No, estoy bien, terminemos con esto de una vez.

 

Cuando Miyagi se dio la vuelta para dar las gracias a los jóvenes que le habían llevado hasta allí, se encontró con que estos se habían marchado.

 

El médico llegó y le corroboró a Miyagi que Nowaki estaba bien. Más tranquilo, se llevó a su hermano dejándole al galeno una bolsa llena de monedas de oro.

 

—Por su amabilidad,  por favor agradézcale a los jóvenes que le rescataron, volveré mañana para hacerlo en persona.

 

 

El médico asombrado por la generosidad del joven príncipe, no atinó a decir nada más y Akihiko no lo dejó pues de inmediato comenzó a dar órdenes para que el príncipe Miyagi y el príncipe Nowaki fueran acomodados en el carruaje que los llevaría al castillo.

 

—!Nana...Nana¡

 

La mujer llegó corriendo al escuchar el llamado de su niño.

 

—Cariño que haces así vestido, la fiesta va a comenzar dentro de poco, tienes que arreglarte.

 

Hiroki negó azorado . —No puedo nana, tengo que ver a papá. Un hombre...un hombre tuvo un accidente y esta en mi albergue, papá debe ayudarme. Creemos que es de la comitiva del prometido de mi hermana, a lo mejor es un mensajero.

 

La nana acarició la mejilla del atribulado príncipe.

 

—Querido, ya un mensajero llegó a palacio, el príncipe viene en camino, así que deberías ir a cambiarte.

 

—No nana, debo ver a papá.

 

Contestó el terco príncipe saliendo de la cocina para ir en busca de su padre. En su mente llevaba impresa la imagen del desconocido que había robado su corazón y él solo deseaba ayudarlo, deseaba estar con él cuando volviera a despertar y poder hundirse de nuevo en la profundidad de aquellos hermosos ojos.

 

Corrió por los amplios pasillos donde estaban las habitaciones de sus padres. Los guardias de la entrada le hicieron reverencia y le abrieron las puertas. Hiroki corrio por la enorme estancia llamando a su padre.

 

—Papá... papá, necesito tu ayuda.

 

El rey Fuyuhiko lo miró con molestia.

 

—Hiroki por el amor del cielo ¿Por qué aún no estás listo? el prometido de tu hermana llegará en cualquier momento.

 

Hiroki trató de recuperar el aliento de la carrera que había dado para llegar allí.

 

—Papá,  un hombre... hay un herido en el albergue.

 

Fuyuhiko frunció el ceño con molestia. —Ese maldito lugar ¿Cuándo te darás tu puesto de príncipe? para eso tienes sirvientes, que se encarguen ellos de esas personas.

 

—Papá tu no entiendes...

 

—¡Ya basta!

 

Gritó Fuyuhiko,  silenciando sus palabras.

 

—Hoy es un día muy importante para tu hermana y no te voy a permitir que lo arruines. Ve a vestirte inmediatamente.

 

—Pero papá.

 

Hiroki se sentía impotente.

 

—Hiroki, he dado una orden.

 

La advertencia fue muy clara, Hiroki sintió las suaves manos de su madre acariciar sus brazos.

 

—Ven cariño, déjame ayudarte para que terminemos rápido.

 

Hiroki asintió, y bajó la mirada para que su padre no pudiera ver las lágrimas. En el pasillo pensaba en por qué su padre lo trataba con tanta dureza, por qué odiaba las cosas que él hacía y por qué era tan cruel con sus mandatos.

 

—Tu padre te ama querido, deja de llorar y cuéntale a mamá que le paso a ese amigo tuyo.

 

La reina Sumika era suave, delicada, hermosa, todo lo que una reina debía ser. También era la cómplice de su hijo, su más grande aliada. Hiroki se abrazó a su madre contándole entre sollozos lo que había pasado esa tarde.

 

—¿Es muy guapo entonces este extraño?

 

Le preguntaba a su hijo mientras lo ayudaba a desvestirse.

 

—Es mas que guapo mamá, es... es perfecto, lo hubieses visto, parece un... un gladiador, un dios… un ángel.

 

La reina rió con ternura y llevó a su hijo hasta la bañera.

 

—Báñate rápido, prepararé tu ropa mientras me cuentas mas de este fantástico hombre.

 

Cuando la nana entró a la habitación, la reina le habló con dulzura.

 

—Déjame a mi Yukiko, ve y revisa que todo esté listo.

 

La mujer salió sonriendo, la reina amaba a su pequeño y lo mimaba con fervor. Quizás porque con su hija no había logrado hacer lazos tan fuertes, pues esta parecía estar en un eterna competencia con su madre.

 

—Mamá,  sus ojos son como el cielo, como el mar.

 

Decía Hiroki soñador mientras su madre secaba su cabello.

 

—Iré contigo mañana al albergue y ayudaremos a tu amigo, mi pequeño. Ahora, esta noche, debemos apoyar a tu hermana y acompañarla en su felicidad.

 

Hiroki asintió mientras su madre lo ayudaba a ponerse los pantalones de seda blanca, la túnica dorada con bordados de flores y pequeños cristales, la capa negra con bordes dorados, las zapatillas negras de fino satén y luego de peinarle el sedoso cabello de caramelo, colocaba orgullosa la pequeña tiara que lo presentaba como el príncipe de su reino.

 

—Escogiste la tiara con los zafiros mamá ¿por que?

 

—Para que te acompañe el color de los ojos de tu ángel y sonrías feliz toda la noche.

 

Hiroki sonrió y se abrazó a su mama cuando esta  besó su frente con ternura.

 

—Te amo mamá.

 

—Y yo a ti mi dulce príncipe.

 

El salón principal del castillo se llenó de personas. Los nobles de todo el reino se reunieron para recibir al prometido y celebrar el compromiso. Hiroki esperaba impaciente en un salón apartado. El debía salir tras su hermana cuando sus padres hicieran acto de presencia.

 

—El príncipe ya espera en la sala, todo el mundo dice que es perfecto.

 

La nana lo miraba entusiasmada, él no había tenido tiempo de echar un vistazo a su cuñado, ni siquiera pudo saber si Misaki y Shinobu ya habían llegado. De pronto su hermana entró al salón, ataviada con un hermoso vestido azul, lleno de pequeñas flores de diamantes, su cabello castaño caía en bucles sobre sus hombros y la corona de diamantes refulgía gloriosa en su esplendorosa melena.

 

—Estás hermosa hermana.

 

Le alabó Hiroki con ternura. Yayoi lo miró con recelo pues a pesar de lo deslumbrante que sabia que se veía, Hiroki con aquella túnica dorada lucia impresionante.

 

—Gracias.

 

Le dijo con displicencia y cuando entraron sus padres, estos la rodearon, dándole sus bendiciones y deseándole cosas buenas en su compromiso.

 

Las trompetas estallaron en el enorme salón y un hombre anunció la llegada de la familia real.

 

—El Rey Fuyuhiko, la reina Sumika y sus hijos  los príncipes Yayoi y Hiroki.

 

Todo el mundo hizo una reverencia cuando la familia real entró.

 

—¡Salve amado Rey de Tengocu!

 

Gritaron los presentes al unísono, con una enorme alegría.

 

 Hiroki iba mirando al suelo, aquellas cosas lo ponían nervioso. Pero su hermana  iba feliz, sonriendo.

 

La gente admiraba la belleza de Yayoi, pero Hiroki sentía que todas las miradas estaban puestas en él.

 

De pronto su padre habló.

 

—Príncipe Nowaki, es un honor recibirlo en mi reino y con placer me enorgullezco en anunciar su compromiso con mi hija.

 

Yayoi se puso al lado de su padre  y Nowaki hincándose frente a ella, tomó su mano besándola, para luego colocar delicadamente, una impresionante sortija de diamantes y el más fino oro, en su dedo.

 

—El placer es mío su alteza y agradezco el honor de recibirme en su familia. Honraré el compromiso con la princesa Yayoi y la unión de nuestras casas. Juro hacerla feliz, y brindarles a nuestros reinos la descendencia que traiga paz y prosperidad a ambos pueblos.

 

Hiroki caminó para ponerse al lado de su madre y mirar por fin al que seria su cuñado, pero no esperaba que su corazón se rompiera en mil pedazos, al ver el par de ojos azules que se posaron asombrados en el.

 

Así que allí estaban, el uno corroborando que no había soñado y el otro con la certeza de que su vida jamás volvería a ser igual.

 

Notas finales:

Solamente habían transcurrido minutos desde que pensó haber conocido al amor de su vida, y únicamente tomó un segundo para que ese amor muriera en su corazón, que inocente y cándido, recibió aquel golpe como una dura tragedia. Se gana lo que se debe ganar y se pierde lo que a tu vida no le pertenecía.

 

 

 

Tengoku: Cielo o paraiso

Iama: Montaña


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).