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El Romance del Año por Tsuyume

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Notas del fanfic:

Woo al fin un KasaKi, hace meses que no escribo uno y este se postula a ser "un poco más largo". Sé que no hay muchas fans de esta pareja pero en fin, son mi OTP y no pude evitarlo.

¡Un saludo muy especial a Dan-m!

Notas del capitulo:

¡Hola a tod@s! ¿Me extrañaron? ¿Es la primera vez que me leen? De ser así deben saber que soy una loca fanática del KiseKasa / KasaKise. En esta oportunidad, un Short Fic dedicado a la pareja: “Kasamatsu x Kise”. Si les gusta la combinación, sean bienveni@s.

Disclaimer: Los personajes de “Kuroko no Basket” no me pertenecen, son obra de Tadatoshi Fujimaki.

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Capítulo 1

“¡Cuando el infierno se congele!”

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El cielo despejado y un sol radiante sólo anunciaban un buen día para Kise, que manejaba su vistoso convertible amarillo por las tranquilas calles de Kanagawa. Con una bonita sonrisa y un par de anteojos, demostraba por qué era uno de los modelos más requeridos por las agencias de la ciudad y alrededores.

Aún era de mañana; la playa a un lado de su camino, lo llenaba de un sentimiento incomparable de libertad, y el brillo del sol, reflejándose en el mar, lo hacían sentirse en el paraíso.

Sin embargo, fue en ese momento que escuchó sonar su celular, y le tomó sólo un segundo girarse a tomarlo. Pero esa pequeña distracción fue suficiente para no percatarse del transeúnte que cruzaba despreocupadamente por la calle, aparentemente, hablando por el celular.

—¡Cuidado! —advirtió Kise, tocando la bocina en un auto-reflejo.

El pelinegro apenas tuvo tiempo de reaccionar, pero gracias a la frenada brusca del rubio, el auto se detuvo a dos centímetros de él, antes de levantarlo por los aires. Fue un rápido movimiento por parte de Ryouta.

Pasado el susto, el modelo se dejó caer en el respaldar de su asiento, suspirando con pesadez, tranquilizándose. No obstante, el joven que casi arrolla, no se lo tomó tan pacíficamente.

—¡Tsk! ¡Ten más cuidado, idiota! —le gritó, colérico, para luego patear su auto.

—¡Oye! ¡¿Qué demonios te sucede?! —Kise veía, incrédulo, su coche abollado en la punta, y al tipo de traje, yéndose del lugar—. ¡Vuelve, idiota! —chilló con el puño en alto, notando como el sujeto lo ignoraba y seguía su camino, volviendo a hablar por su celular.

Pronto, las bocinas de los autos se hicieron escuchar, insistentemente. Los conductores, que se encontraban detrás del rubio, podían oírse impacientes. Por su parte, Ryouta veía al sujeto irse, y su ceño se fruncía al notar que el pelinegro se alejaba sin la menor intención de pagarle los daños. Golpeando el volante y dejando escapar un quejido molesto, el rubio puso en marcha su dañado auto que, efectivamente, se veía como una chatarra usada con la notoria abolladura en el frente. Ese tipo realmente lo pateó con fuerza.

—¡Vete al demonio! —le gritó el fastidiado modelo, haciendo un gracioso puchero y alzándole el dedo del medio.

—Hmp —bien pudo escuchar Kise del hombre de cabello negro, que corría su rostro en una clara señal de no haberle tomado en cuenta.

Volviendo su mirada al frente, el rubio se alejó del lugar en busca del taller más cercano. Su preciosa mañana había sido arruinada por un cretino que no miró por dónde caminaba.

Mientras tanto, el pelinegro, que casi había mandado al hospital o al cementerio, regresaba su atención a la llamada que lo había distraído. Cuando se trataba de su trabajo, simplemente, no podía evitarlo. Después de todo, si Kasamatsu Yukio poseía un gran prestigio entre los mejores juristas de la ciudad, se lo debía simplemente a su profunda dedicación.

¿Qué sucedió? —la voz del otro lado del teléfono sonaba algo preocupada.

—Nada, un idiota que no mira por donde va —se quejaba Kasamatsu, continuando la charla como si nada.

¡Te dije mil veces que no uses el celular cuando cruzas una calle! —le reprochó su amigo, haciendo que el pelinegro aleje su oído del celular.

—Bah. Estoy bien. Exageras, Moriyama —miró a la nada, aburrido.

Maldito temerario. Vas por la vida como si pudieras demandar a cualquiera que te haga algo —seguía con sus reproches, sacando una sonrisa arrogante del pelinegro.

—¿Y no puedo? —dijo, mirando sus uñas como si fueran lo más interesante del mundo.

Kasamatsu confiaba demasiado en sus contactos. Por algo era uno de los mejores abogados de la ciudad, además de estar a la cabeza de uno de los bufetes más importantes. A decir verdad, su nombre era sinónimo de confianza y triunfo asegurado.

¡Serás idiota! ¡Si te matan no podrás hacer nada!

—Sí, bueno. Gracias por el consejo. Adiós.

¡Espera idiota! ¡Necesito que vengas para la agencia!

—¿Qué sucede? —preguntó aburrido.

El contrato que estuviste gestionando, el chico vendrá a firmarlo.

—Oh.

Nada de “Oh”. Ven de una vez —ordenaba molesto. A veces le costaba tratar con el carácter hosco de su amigo.

Moriyama trabajaba como representante de modelos. Varios jóvenes, hombres y mujeres, conformaban su reconocido staff. Entre ellos, Kise Ryouta, el chico para el que Kasamatsu había estado  trabajando en la renovación de su contrato con la agencia.

En pocos días, el rubio tenía una importante producción para una marca internacional, por eso, resultaba indispensable la renovación de su contrato. Lamentablemente, su abogado de confianza estaba de vacaciones, y Moriyama se vio en la necesidad de buscar otro profesional que se hiciera cargo del caso. Sin embargo, esto no fue mayor problema. Yoshitaka conocía varios hombres respetables que podían hacerse cargo del trámite, pero entre ellos sólo se dirigió a buscar a su mejor amigo.

Kasamatsu tenía un currículum impecable, lo cual fue suficiente para que Kise, sin conocerlo, aceptara que Moriyama se hiciera cargo de contactarlo para dejar la gestión en sus manos. De esta manera, el abogado y su cliente, nunca se habían cruzado personalmente, pues Moriyama siempre había actuado de intermediario. Sin embargo, las firmas para dicho contrato, requerían finalmente de su encuentro.

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Cuando Kise llegó a la agencia, bajó del taxi que había tomado para llegar, y se encaminó hacia la oficina que Moriyama le había indicado. Odiaba esa clase de trámites; siempre eran largos y tediosos. A él le gustaba lo simple. Por eso, trabajar de modelo le pareció la mejor opción cuando terminó la preparatoria; eso se le daba muy bien después de todo. Finalmente, llegó al lugar indicado. Sin tocar, el rubio abrió la puerta para encontrarse con quienes lo esperaban.

—Al fin llegas —bromeó Moriyama.

—Sí, lo siento. Un loco se cruzó, casi lo piso... —se quejó, gesticulando sus manos y rostro, para luego girarse y ver sorprendido que, parado frente a la mesa, estaba el mismo sujeto que casi atropelló en la mañana y que precisamente había osado dañar su preciado auto—. ¡¿Tú?! —chilló el modelo en cuanto lo reconoció, señalándolo acusadoramente.

—¿Se conocen?  —preguntaba un gracioso Moriyama.

—¡¿Qué rayos haces aquí?! —protestó el rubio ante el seño fruncido del mayor.

—Ja, ja. Cálmate Kise. Él es tu abogado —señalaba el sonriente Yoshitaka.

—¿Abogado? —se decía incrédulo, para luego detenerse a mirarlo. Definitivamente era el tipo que casi arroya.

La mirada del pelinegro lo enfrentaba sin ningún problema. Lo veía tan fijo y amenazante como él. Kise notaba como sus ojos azules tomaban una tonalidad grisácea después de verlo mejor. Su cabello oscuro, sus profundas cejas, contrastaban perfectamente con su piel clara, dándole un marco serio a su rostro; lo cual era aún más acentuado en su persona gracias al elegante traje que llevaba puesto. De saco y corbata, aparentaba ser un hombre de negocios por donde se lo mire. Prolijo y reservado.

—Sí. Tu abogado. Déjame presentártelo —decía su representante acercándolo al elegante joven—. Kise, él es Kasamatsu Yukio, el abogado con las tres maestrías que te mencioné —recordaba con una pequeña sonrisa.

Con su buen humor, Moriyama quería hacer ameno el ambiente. Además, conocía muy bien a ambos jóvenes, y sabía que podían llevarse bien. O eso creía, pero su sonrisa se fue haciendo cada vez más leve hasta desaparecer. Esos dos no se veían muy amigables. Ryouta sacaba un notable puchero que, lejos de ser conmovedor, parecía como si estuviera conteniendo cientos de reproches. Por su parte, Kasamatsu no borraba su tan característico seño fruncido, y Moriyama no podía creer la forma en que había cambiado, pues, hasta antes que el rubio llegara, estuvo hablando muy tranquilo.

—Bien, bien… —el chico de pelo lacio trataba de apaciguar la atmosfera—. Es bueno que haya plena confianza entre un abogado y su cliente —Moriyama sonreía, haciendo que su ánimo distendido contrastara con las miradas asesinas de sus acompañantes—. Mmm… Voy por un café. Kasamatsu por favor explícale las cláusulas principales del contrato para ponerlo al tanto... Aunque tú ya te has encargado de beneficiarlo lo máximo posible —sonreía, tomando la perilla de la puerta—. Vamos, vamos. Confianza —salía de la oficina dejándolos solos para que se hicieran amigos.

Pero en cuanto la puerta terminó de cerrarse, se escuchó el primer misil.

—¡Págame el arreglo de mi auto! —chilló el rubio modelo.

—Oblígame —sentenció Kasamatsu ante la mirada asesina de Kise.

"Estúpido abogado" Pensó Ryouta. Seguramente, el sujeto se la pasaba planeando casos y estrategias a su favor. Una vil mente que sólo pensaba en defender ladrones, encarcelar inocentes y aprovecharse de dulces e indefensos modelos.

—Óyeme bien, abogaducho —sus aires de superioridad fastidiaron al pelinegro, que no tardó en fruncir más el ceño, si era posible—. ¡Más te vale que hayas traído tu chequera, porque mi auto lo arreglas con tu sueldo! —volvió a asegurar.

—Hmp —le corrió la mirada, terminando de volver rojo de la rabia el rostro del modelo.

—¡¿Pero qué…?!

—Muy bien... —entraba, de nuevo, Moriyama—. ¿Ya son... amigos? —preguntó extrañado, viendo que Kasamatsu ni siquiera miraba al modelo y Ryouta lo fulminaba con sus ojos dorados.

"Tal vez deba irme por una tarde… o, quizás, si los dejo hasta la noche note alguna mejoría..." Pensaba el representante playboy.

—Saben qué, se me antojó un pan de maíz. Ya vengo... —se iba otra vez, volviendo a dejarlos solos.

En cuanto cerró la puerta, un silencio se esparció por el lugar. Ryouta no dejaba de mirarlo con sus ojos entrecerrados, mientras Kasamatsu parecía aburrido de la situación. Ciertamente, su ceño se relajó hasta el aburrimiento.

—Escucha —comenzó a hablar el pelinegro, llamando en seguida la atención de Kise, que dejó de matarlo con la mirada para verlo sorprendido por ser el pelinegro quien le hablaba—. Yo sólo vine para arreglar tu contrato, y ya lo hice —decía entregándole dicho documento para que lo vea.

El modelo lo tomó, más calmado, casi aburrido. Eran muchas hojas, no creía poder leerlas todas en tan poco tiempo.

—¿Qué esperas? —decía Kasamatsu viendo que el rubio no se las ponía a leer.

—¿Quieres que me lea todo esto ahora? —se quejaba incrédulo.

—¿Por qué no? ¿No puedes? —no dudó en mostrarle una de sus sonrisas retadoras.

—Hum. ¡Claro que puedo! —chilló el modelo, sólo para contestarle y darle la contra.

En verdad, no creía poder prestarle la atención, que semejante documento, merecía en tan poco tiempo. Y así fue. Kasamatsu alzó una ceja aburrido al ver como el rubio aparentaba que leía y pasaba una hoja tras otra. No estaba leyendo nada, a él no lo engañaba.

El abogado suspiró con cansancio antes de volver a hablar.

—No, no. Debes prestarle mucha atención. Es un contrato, no puedes leerlo tan despreocupadamente —retaba, quitándole el documento y poniéndolo sobre la mesa—. Mira... —Yukio comenzaba a explicar haciendo que el rubio se pare a su lado para ver las cláusulas principales—. Aproveché que estás renovando tu contrato para pedir ciertas cláusulas —sonreía arrogante, pues no le había sido nada fácil acceder a ciertos beneficios, pero amaba cuando todo salía como él quería.

Kasamatsu seguía hablando, sin poder ocultar una sonrisa de lado, explicando condiciones y beneficios, mientras Kise se había quedado mirando sólo el perfil de su rostro. Sus cejas levemente fruncidas, sus ojos azules, su nariz, muy bonita para no ser la de un modelo; sus labios moviéndose, diciendo cosas que prácticamente no oía pues su atención estaba puesta simplemente en su boca. Pero, sin duda, lo primero que lo atrapó fue su semblante. Todo lo descripto hacia de él un hombre tan serio y hasta arrogante, pero eso sólo terminó por hacerlo más… ¿atractivo?

“Mierda…” Kise se mordió la lengua por andar pensando, según él, en cosas sin sentido.

Aquel pelinegro era un idiota porque todavía le debía el arreglo de su auto. Aunque sabía que, tarde o temprano, se lo terminaría pagando. Pero en ese momento era su abogado, el hombre que hizo de las suyas para mejorar su situación, aún a costas de la agencia. Para beneficiarlo a él. Era lindo si pensaba en lo que le decía que tuvo que hacer para conseguir ciertos beneficios. Aunque si seguía pensando, era su trabajo. Qué más podía hacer.

“¿Confianza?” Eso era lo que su representante le recomendó que existiera entre ambos. "Quizás, algún día..." Pensaba el rubio.

—¿Escuchaste? —inquirió Kasamatsu, golpeándole la cabeza, en una muestra demasiado confianzuda para el gusto del modelo.

"¡Cuando el infierno se congele!" Se gritó Ryouta.

—¡Au! ¡¿Qué rayos haces?!

—No estabas escuchando.

—¡¿Pero qué…!? ¡Yo escuché perfectamente lo que dijiste!

—Hola~ —apenas abrió la puerta y escuchó los gritos del rubio, Moriyama entendió que aún les faltaba un poco más de tiempo—. Adiós~ —se despedía el pelinegro, y volvía a dejarlos solos.

—Tsk. Al menos presta atención, mocoso —retó Kasamatsu.

—¿Mocoso? —repetía incrédulo—. ¿Cuántos años tienes, abuelo? —preguntó burlón. Aunque algo le decía que con tantos títulos obtenidos, seguramente, se trataba de un viejo muy bien cuidado.

—Veintisiete —se limitó a responder.

—¡¿Veintisiete?! —repitió el incrédulo modelo.

—Sí. ¿Por qué? —preguntó, sonando casi molesto.

"Rayos... Yo sólo tengo dos años menos, pero apenas un titulo en mi haber... Esto es triste..." Se dijo Kise.

—¿Tú cuantos tienes, “mocoso”? —pensó lo último.

—Veinticinco.

—Joven... —dijo el aburrido pelinegro, y Ryouta solamente alzó las cejas, incrédulo.

—¡Por supuesto que soy joven! ¡Cualquiera puede confundirme con un adolescente de dieciséis! —se quejó el modelo.

—Me alegro por ti —dijo, como si nada, inflando las mejillas del rubio; dando por terminado el asunto para luego pensar en lo próximo que diría—. Um… ¿Tienes algo que hacer ahora? —preguntó Kasamatsu, tan casual que el rubio pareció un loco al haber reaccionado como lo hizo.

Los ojos ambarinos del rubio se agrandaron con sorpresa, y sus mejillas se sonrojaron, apenas lo suficiente para hacerse notar. ¿Iba a invitarlo a algún lugar?

—Es que hay documentos que no te mostré, y la verdad es que ya es hora de almorzar…. —continuó diciendo, mirando su reloj—. Y no tengo problema en seguir aquí, pero no me parece que deba continuar reteniéndote —explicaba ante la mirada aún sorprendida del rubio, que nunca pensó que pudiera ser tan caballero—. ¿Quieres ir a almorzar o no? —preguntó de una vez, al no recibir ningún comentario de su parte.

—Um. Sí. ¡Sí! —respondió Kise, quizás más feliz de lo que imaginó. Pero tenía hambre y amaba cuando lo invitaban.

—Bien —Kasamatsu tomó los documentos y los guardó en su portafolio. Luego se encaminó a la puerta, seguido del rubio, que se sorprendió cuando lo vio abrir la puerta, quedándose a un costado de la misma; como si estuviera esperando algo.

—¿Ha? —el rubio no entendía por qué el pelinegro no se movía del marco de la puerta.

—Pasa —dijo Yukio.

—Ni que fuera una chica —se burló Ryouta.

—Vamos, no tengo todo el tiempo.

—Que anticuado —volvió a burlarse, finalmente pasando y aceptando su muestra de educación.

Así, ambos salieron del edificio rumbo a la playa del estacionamiento, que se encontraba frente al mismo.

—¿Vamos en mi auto? —propuso el pelinegro.

—Sí. Porque el mío está en el taller —mencionó Kise, mirándolo de reojo con un ligero puchero.

—Haaa. De acuerdo, te lo pagaré —contestó aburrido.

Era la primera vez que Kasamatsu Yukio perdía en una discusión. Tonto modelo que se salió con la suya.

Ryouta se sorprendió, y en seguida iluminó sus labios en una amigable sonrisa, regalándosela por completo al joven de ojos azules, que borró su seriedad sólo para reemplazarla con incredulidad. Era modelo pero, vamos, cuando sonreía parecía un maldito ángel.

Sin ánimos de seguir pensando en que se parecía Ryouta al sonreír. Kasamatsu lo guió hasta su auto, un BMW negro.

—¿Este es tu auto? —examinó el rubio.

—¿Qué tiene? —se limitó a preguntar, sin demasiada expresión.

—Se parece a ti... —susurró el modelo, sin hacerse oír por el joven de ojos azules.

Kise había escuchado de perros que se parecen a sus dueños, pero ¿de autos? Bueno, tal vez sí. Después de todo, su convertible amarrillo era tan vistoso como él, le habían dicho. Sin más espera, ambos subieron al auto del pelinegro, cerraron las puertas, y Kasamatsu puso en marcha el vehículo rumbo al restaurant que solía frecuentar. Sin embargo, su salida no pasó desapercibida para un paparazzi, que había ido a la agencia en busca de otro modelo, pero que al ver que se trataba del famoso Kise Ryouta saliendo del edificio acompañado por un joven, no pudo evitar sonreír y salir a buscar su auto para seguirlos. Ese podría ser, sin duda, el romance del año.

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Notas finales:

Mmm en verdad que me gusta jugar con los roles.  Jojo me gusta ver a Yukio como “abogado” del lindo modelo. Espero que a ustedes también les haya gustado. Sé que es un poco cliché, pero es que ellos casi no tienen ni eso XD

¡Muy bien, sin más que agregar, hasta el próximo capítulo!

PD: Si por casualidad hay alguna bella nena que me sigue en: “Teiko vs Shutookai” quisiera decirle que la actualización es en… digamos, 2 días (el baka de mi hermano rinde puñeteras materias, en las que yo, su verraca hermana, lo tiene que “ayudar” XD y por alguna razón no pude evitar terminar de escribir el primer capítulo de este fic que tengo guardado desde hace raaaato) En fin, ¡nos leemos! ¡Esta loca las adora por estar allí! Besos, Tsuyume.


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