Capitulo uno: Esposo
—Cariño…—te llame pero tu saliste de la casa azotando la puerta otra vez, dejándome tirado junto con algunos platos y vasos rotos, esto era el resultado de que te habías enojado conmigo… otra vez.
Me levante del suelo y fui en busca de una escoba y un recogedor para limpiar el desorden que habías hecho, cuando termine de limpiar y poner cada cosa en su lugar me fui a tomar un baño, bajo el chorro del agua sin poder contenerme más, empecé a llorar, me sentía una completa basura, tan inútil.
Dos horas antes.
Estaba por terminar de preparar la cena, en cualquier momento llegarías alegre por tu recién obtenida victoria siendo ahora finalista en el campeonato de kick boxing, tu carrera como luchar profesional iba en ascenso y desde el televisor te veias muy contento alzando los puños victorioso, lanzando besos al aire pensando que eran dirigidos a mí, sin perder más tiempo, termine por fin la cena, solo faltaba ser servida, me dirigí rápido a nuestra habitación y de un cajón saque un hermoso kimono azul marino que rápidamente lo lleve al baño, me di una ducha rápida y me puse el kimono con mariposas azuladas, me coloque el obi dorado y empecé a peinarme, haciéndome un chongo alzado dejando caer unos mechones al lado de mis orejas y mi flequillo tapándome mi ojo izquierdo, me puse un poco de lápiz labial rojo y me delinee los ojos. Salí del cuarto del baño y me vi en el espejo de nuestra habitación, me veía hermoso y un poco deseable, sonreí victorioso de mi buen trabajo y un minuto después, apareciste por la puerta contento.
—Bienvenido, cariño—te dije dándote una sonrisa coqueta.
Él se abalanzo hacia a mí y me sonrió dándome un fuerte abrazo.
— ¡Gane, amor!—me dijo alegre—solo una pelea más y seré el campeón.
—Lo sé cariño, te vi por el televisor— la verdad no había visto la pelea, no me gustaba, jamás me gustó, hasta me daba miedo ver los combates de mi marido, por eso solo oía la pelea y cuando anunciaban al ganador era hasta que podía ver el televisor.
—je, nadie puede vencerme… ¿Por qué estas vestido así?—me pregunto serio cuando se detuvo a verme yo solo le sonreí.
—hoy es un día importante ¿no crees?—dije sonriéndole.
—tienes razón, ya que hoy gane la pelea este día es de recordarse—mi sonrisa se quebró por un momento—los chicos y Orochimaru-san vinieron—al escuchar ese nombre me dio un escalofrió que tú no te diste cuenta —a cenar.
—oh vaya, querido, creí que hoy tu y yo podríamos cenar solos—dije tratando de sacar a los “invitados”.
—mañana si quieres cenamos tu y yo, hoy vamos a festejar con mis amigos.
—Está bien—dije resignado viendo como tus amistades entraban a la casa.
— ¡Wow que hermoso se ve, señor!—me dijo el más joven de ojos castaños.
—oh no es nada, diríjanse al comedor—dije descartando rápido el cumplido antes de tú te pusieras celoso, fui a la cocina rápido y tome los platos y los vasos para un cena de seis personas, los acomode en la mesa y les indique que se sentaran, así lo hicieron y Orochimaru se sentó enfrente mío, yo solo me dedique a ignorarle. Empezó la cena sin problemas, tus amigos eran graciosos y hacían la cena agradable, entre bromas, risas, historias graciosas y grandiosas, el ambiente era agradable, a excepción de Orochimaru que solo se me quedaba viendo y me hacía sentir incómodo.
—bueno, gracias por la cena—me dijeron todos al unísono al término de la cena levantándose dirigiéndose a la puerta.
—Espero que les haya gustado—le sonreí a todos como despedida.
—ni que lo diga, su comida es deliciosa, la mejor—me dijo el chico de cabellos grises.
—no solo su comida, el también, es hermoso y amable—dijo el chico de mirada verde guiñándome su ojo derecho.
—oh gracias por el cumplido—conteste sonrojado y nervioso.
—Es solo la verdad, de casualidad ¿no quisiera acompañarnos al billar?—pregunto Orochimaru con una sonrisa escalofriante a mi parecer.
Me gusta mucho el billar aunque me desagradara Orochimaru ¿porque no? Además hacía mucho tiempo que no salía a divertirme y además eran amistades de mi esposo, no tendría por qué preocuparme.
—por su…
—no puede tiene muchas cosas que hacer ¿no es cierto, cariño?—dijo mi marido interrumpiéndome molesto—chicos váyanse adelantando yo ahorita los alcanzo.
Dicho esto ellos salieron cerrando la puerta un poco decepcionados por la negativa, yo en cambio estaba asustado, tu voz que empleaste me decía que te habías enojado conmigo pero te habías moderado por tus amistades, tu mirada fija cambio a una enfurecida y sin duda, sude frio.
— ¿Te vestiste así porque Orochimaru iba venir?—me preguntaste pero tu mirada lo afirmaba y me acusaba— ¿crees que no veo cómo te mira? ¿O me crees demasiado estúpido?
— ¡NO! —Grite horrorizado tratando de parar tus ideas que se formaban en tu cabeza—a mí ni me agra…
— ¿O acaso te gusta alguno de los chicos o ya me engañaste con uno de ellos?— te me acercaste amenazante y yo retrocedí tres pasos chocando de espaldas con la pared de la sala.
—Para nada—dije con el corazón acelerado y negando con la cabeza — si te molesta que me vistiera así es…
—Sí, —me interrumpiste de nuevo y tus puños que aún no alzabas se veían amenazadores—me molesta demasiado que te arregles para que otros te vean ¿acaso quieres que provocarme? Porque si es así, felicidades, lo lograste — tenías una sonrisa torcida y me rozabas los labios con una de tus manos, para mi propia seguridad estabas demasiado cerca, sin esperármelo me tomaste bruscamente del cuello y me alzaste del piso ahorcándome, trate de apartar tu manos de mi cuello con las mías, pero tu fuerza era demasiada que estaba a punto de perder la conciencia, empecé a patalear por inercia o instinto de supervivencia, la verdad no lo sé, pero te di, con mucha suerte, en tus partes nobles, en ese momento en el que me soltaste, me apoye en la pared para no caer de sentón, pero tu rápidamente me diste una cachetada que me tiro al suelo, trate de escapar gateando pero tú me aventaste el florero lleno con agua y rosas estrellándose a mi espalda, —¡Maldito, no vuelvas atreverte a patearme!—gritaste y acto seguido empezaste a patearme aun tirado en el piso , me dedique a con mis brazos a proteger mi cabeza mientras sentía cada golpe en mi cuerpo y como los pedazos del florero incrustarse en mi cuerpo.
— ¡Cariño por favor! ¡Deja de golpearme!—grite desesperado al borde del llanto y sin poder ya casi contener los gritos que querían salir.
— ¿ahora soy tu cariño? ¡¿Después de que me engañas!?
—Yo no te he engañado—susurre, cansado y adolorido, aguantando porque llorar o gritar solo te enfurecería más.
Me agarraste por los cabellos jalándome para que te viera directo a los ojos, ahogando un grito.
—lo que digas pero que quede claro: tú lo empezaste todo por vestirte así— me soltaste aventándome al piso— cuando tenga pruebas, empieza a rezar porque de mí no te vas a librar.
—cariño…
Te retiraste tirando la mesa y todo lo que tenía encima, rompiendo platos y vasos. Yo inconscientemente temblaba y una parte de mí se alegró que te fueras por un momento lejos.
Imaginarme tus puños golpeándome en el ring dolería como el infierno.
Era por eso que no me gustaba ver tus peleas: sentía que era a mí al final, a quien golpearías.
Y lo peor era que hoy era nuestro aniversario de bodas.