Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En el fondo de un secreto (HUNHAN) por Lizzie_shawol_flamer

[Reviews - 198]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Desde el principio me ha gustado la pareja Sehun + Luhan, de hecho leí varios Hunhan que me encantaron y el único fallo que pude encontrar era la "rapidez" con la que sucedía todo. De algún modo quise desarrollar  una historia donde todo fuera más lento pero que al final tuviese más efecto, incluyendo todos los rasgos característicos de EXO y sin descuidar demasiado a los personajes secundarios (aunque probablemente falle en representar su personalidad... en ese caso me gustaría que me lo dijeseis para mejorarlo, lo mismo si veis que me equivoco escribiendo, no os gusta algo o creéis que una parte es muy pedante)

Puede que al principio no entendáis algo pero me esforzaré en explicarlo todo y dejar un poco de intriga ;) tampoco esperéis encontrar lemon en los primeros capítulos porque (remarco) quiero que la relación vaya surgiendo y que ellos dos tengan más historia detrás que un simple encontronazo. Además siempre quise retratar a Luhan de pequeño, debió de ser adorable x)

Y allá vamos, empieza por la infancia de Luhan y realmente espero que os lo imagineis como yo lo hago... para lo físico buscar fotos de Ye Ziyu y os haceis una idea ^-^

Notas del capitulo:

Este primer capítulo está en tercera persona y basicamente sirve para mostrar el carácter y personalidad del pequeño Luhan, no tengais ningún reparo en decirme que algo no os gusta o que quisierais cambiarlo (obviamente lo tendré en cuenta ^-^) 

Para saber la imagen que tengo en mente podeís basaros en esta imagen http://instagram.com/p/i1IeAoQBMd/ El niño se llama Ye Ziyu (Little Luhan o Luhan look like) y también es chino. Ya no doy más la lata, disfrutarlo ;)

Sujetando cuidadosamente su cabeza, para evitar que se moviera, la joven novicia colocó  el pañuelo bajo la nariz del pequeño y lo apremió a que soplara. Acto seguido lo volteó para escurrirle las lágrimas y le ofreció un dulce. El niño se recompuso inmediatamente, satisfecho ante el regalo, y, olvidada ya su pena, regresó con sus compañeros agitando orgulloso el premio.

Ella suspiró, ya no le quedaban más piruletas. “Realmente espero que no las necesite” se irguió y sacudió su falda aparentando serenidad para después dirigirse al presunto causante de la disputa.

Más pequeño y enclenque que los demás, el chiquillo no superaba la altura de sus rodillas y eso que ya rondaba los 5 años, el flequillo de pelo fino le cubría parcialmente los ojos, proporcionalmente grandes en su menuda cara, y su expresión denotaba frustración. Vela se dispuso a arreglar en entuerto, viendo que ninguna de sus superiores andaba cerca, y opto por dirigirse al menor con voz sosegada, demostrando paciencia para transmitirle confianza:

- Es la segunda vez esta semana Luhan, no podemos andar detrás de ti todo el tiempo –afirmó severamente.

El niño alzó la mirada, sus ojos brillaban con una determinación impropia de su edad

-Yo no le he hecho nada, solo le he preguntado

¿Preguntar? Vela sacudió la cabeza pesarosa. Desde que había llegado como misionera, hacía ya dos años a aquel pequeño orfanato, no había tenido ningún problema con los niños. Por lo general eran dóciles, fuertemente marcados por su pasado y las penurias a las que tenían que enfrentarse en algunas malas épocas. Aunque alguna vez causaran problemas, las monjas experimentadas sabían cómo inculcarles respeto.

Sabía que solo tenía que reportar el caso y la abadesa acudiría para “ayudar a las ovejas descarriadas” Pero era incapaz de hacerlo. Luhan la maravillaba, no solo por su aspecto físico (que en conjunto resultaba adorable) sino por su increíble inteligencia, que tristemente solía aprovechar para provocar a sus compañeros, más limitados. De todos modos era mejor no precipitarse.

- ¿Qué ha pasado? – demandó, conservando el mismo tono.

- Él empezó – reitero el niño, excusándose – no paraba de decir que es el más listo de la clase – sus ojos brillaron, una risa silenciosa a la irónica afirmación  - entonces yo le pregunté.

- ¿Qué le preguntaste? – inquirió Vela, ciertamente intrigada.

- Cosas – replico él, evasivo – cosas que no ha podido ni imaginar – añadió – le he preguntado sobre la vida, que pasará cuando muera y si sabe la raíz cuadrada de 9.

Vela reprimió una sonrisa, menudo sentido del humor. Por el rabillo del ojo observó como la puerta de la capilla se abría lentamente y se apresuró en el sermón. Si lo prolongaba llamaría la atención y ellas acudirían a informarse, con el consecuente castigo para el pequeño.

- Te perdono por esta vez – sentenció – pero no olvides guardar las formas, comportarse correctamente y llevarse bien con los demás es muy importante, además  – poso la mano sobre su cabeza, alborotándole el pelo -  no todos pueden ser tan listos como tú.

Luhan sonrió, probablemente aliviado, y dirigió su mirada hacia el grupo que ahora corría y brincaba en lo que parecía ser una especie de pilla-pilla. Jugaban y reían sin preocuparse por su supuesta bronca, incluso al que antes lloraba se le veía despreocupado y feliz. Frunció el ceño.

- ¿No va a pensar en ello? – murmuró. Vela se aproximó para oírle mejor. - ¿No va a pensar ni por un momento en lo que le he dicho? – continuo apuntando con el dedo

Entonces Vela miró también, en absoluto sorprendida por su comportamiento. Regalar dulces solía ser muy eficaz a la hora de calmar los nervios de las histéricas criaturas.

- ¿A qué te refieres?

- No sabe nada – afirmó él -  y no le importa no saberlo.

Definitivamente aquel comentario destacaba, proviniendo de un infante. Vela meditó acerca de ello.  Jang Yong , pues así se llamaba el acusado, de seguro se había estado comiendo la cabeza al tratar de descifrar  los comentarios de Luhan, pero se había entretenido de nuevo y al encontrar más gratificante los juegos que las cuestiones filosóficas se había olvidado del tema. Lo normal. Perfecta y absolutamente normal. Si esas dudas volvían a resurgir ella le explicaría con un libro ilustrado (de esos con poco texto e imágenes llamativas) algún fragmento bíblico o parábola, sino lo aprendería a su ritmo, en clase, con el resto. No veía el problema.

- Yo quiero saberlo todo

Vela perdió el hilo de sus pensamientos y solo acertó a responder una frase, tan familiar para ella:

- Solo Dios lo sabe todo

El pequeño se enfurruñó, frunciendo ligeramente las cejas y marcando morritos.

- Entonces debería compartir – protestó

Aquel si era un comentario normal, pensó Vela, complacida. Tal vez convendría enseñarle el libro antes de tiempo.

- ¿Sabes que vamos a hacer? – Una de las monjas empezó a llamar a los niños a que entraran – Mañana después de los rezos voy a enseñarte una cosa – le dirigió una amplia sonrisa que vio correspondida, e inmediatamente sintió el deseo de rodearle la cara entre sus manos, pero se repuso, recordando que las normas sociales referidas al contacto allí en China eran más estrictas. Se limitó a mirarlo aún con la sombra de una sonrisa en los labios.

Lo acompañó hasta la entrada, donde, tal como ella había supuesto, la monja quiso  saber si había algún problema con el niño en el que debiese intervenir. Movió la cabeza negativamente.

 

Luhan movía los labios sin decir nada, como ausente, absorto en su propio mundo mientras el coro entonaba rezos y plegarias. Desde que su maestra le hubiese prometido que le enseñaría algo “interesante” la intriga lo carcomía por dentro. Una sensación de emoción ante la novedad le recorría el cuerpo y él agitaba sus cortas piernecitas, chocándolas contra las patas del banco al ritmo de una música que solo sonaba en su cabeza. Su gesto fue reprimido por el cura, bien conocido por su severidad, un hombre mayor, medio calvo (aunque insistiera en peinarse y colocarse los únicos jirones de pelo que le quedaban sobre su calva, intentando ocultarla de algún modo) Cesó en sus movimientos, alarmado. Lo último que quería era un castigo que le restase tiempo.

La ya de por si eterna ceremonia se alargaba más de lo normal. Miraba de reojo la puerta esperando distinguir el atuendo característico de la joven novicia, pero esta no aparecía por ninguna parte. En otra situación Luhan hubiera hecho conjeturas, previsto que era muy improbable que ella interrumpiese solo para llevárselo, pero quería salir de allí cuanto antes y su anhelo se tornó en plegaria.

La vida de los niños huérfanos en aquella escuela cristiana era relativamente buena, si bien dependían enteramente de las donaciones que personas del “otro mundo “enviaban para mantenerlos por caridad. A veces las crisis eran simplemente inevitables. Curiosamente no se había dado ninguna separación por sexos en la escuela: niños y niñas entremezclados al cuidado de monjas y curas, pues no habían podido construir otra escuela similar que permitiera dicha separación.

Comían decentemente, tenían acceso a agua corriente e incluso esta llegaba a salir caliente cuando se permitían encender la caldera, además su ropa estaba limpia. Había maestros entre los misioneros que periódicamente visitaban el lugar, sedientos de novedades,  de modo que los pequeños aprendían lo básico de lectura y matemáticas, a un ritmo más lento que los niños escolarizados dentro del propio país. El problema era la edad.

El edificio, construido con materiales de baja calidad y de dimensiones limitadas, abarcaba cerca de 600 niños, desde bebés hasta adolescentes, si bien estos últimos tenían los días contados. Una vez alcanzaban una edad, entre los 13 y 14 años, eran enviados a otra institución. Luhan jamás la había visitado, siquiera oído hablar mucho de ella, pero presuponía que sería un lugar duro donde especializarse para trabajar de mayor (dicha teoría la sacaba de una conversación entre un reciente misionero y el cura regente, encargado además de la educación de ciertos niños y la enseñanza de los voluntarios) y aunque no esperaba ese gran paso con ansias, tampoco se le veía poco dispuesto. La aventura le llamaba y apreciaba cualquier nueva dinámica que rompiese la rutina a largo plazo.

Finalmente el traqueteo del banco, las pisadas atronadoras y las monjas chistando le indicaron que había llegado el momento. Se impulsó para bajar el solo del banco, elevado, y corrió a situarse junto a la virgen María, tal y como ella le había indicado. Esperó obedientemente, camuflándose detrás de los mantos para que no le obligasen a unirse a la fila, hasta que Vela apareció, tan sonriente como siempre.

Era una mujer sencilla, aunque exótica desde su punto de vista. Del pelo castaño, siempre recogido, se le veían unos mechones que asomaban sobre el velo y rebotaban en su frente. Rizos apretados y rebeldes, de esos en los que puedes meter el dedo dentro (pensamiento en el que solía incurrir el niño) Y sus ojos eran diferentes. Provenía de otro sitio, se lo había dicho, un lugar donde gente con estudios y dinero como ella querrían bajar hasta allí por el simple placer de hacer felices a los demás, cuando podrían estar dedicando el tiempo a cuidarse ellos mismos. Luhan lo encontraba curioso.

- ¡Vámonos ya! ¡Rápido! – exclamó exaltado, olvidando añadir las terminaciones de respeto. Vela le reprendió levemente y ambos se encaminaron hasta el ala de las dependencias. En el primer piso se encontraban las habitaciones de los mayores. Luhan jamás había entrado en ninguna de ellas, aunque en sus solitarias aventuras se hubiese aventurado a investigar la cocina. Le recorrió un escalofrío, y después otro. Sentía ganas de saltar y correr, pero en lugar de eso se aferró a los bordes de la falda de la chica, para seguir su paso, dando pequeños tirones. Ella por su parte se sentía realmente satisfecha, pues la felicidad es contagiosa y más cuando proviene de una criatura tan inocente y pura

Notas finales:

Espero que te haya gustado~ no creo que junte más parejas del grupo durante el fic, aunque si surge alguna de forma "natural"... quién sabe ^-^ ¿Alguna recomendación?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).