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CRUSH. por Akudo

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Notas del capitulo:

La verdad siempre se sabe, ¿no? Así Takao quiera callarla hasta la tumba.

La larga introducción a mi vida me la ahorro, porque estoy seguro de que lo que menos importa aquí es contar mis veinticuatro años de total tranquilidad que rayan en el aburrimiento -risita-. Lo sé porque durante toda mi existencia fui un espectador, alguien que veía los problemas ajenos desde la zona segura y no podía más que reírse de ellos, jurando que jamás repetiría tal estupidez.

Pero un día toca, ¿cierto?

A pesar de haber sido un niño de papi y mami feliz sin ningún tipo de trauma raro, aunque me rodeé de las mejores amistades y tuve cuidado con mis relaciones amorosas, hasta que llegó la persona indicada y decidí darle toda mi dedicación… no, quizás por eso mismo, por toda esa vida perfecta es que finalmente me tocó a mí.

“Todos cometemos errores, es una característica humana”. Claro que sí, sin embargo, hay metidas de pata desde las más ingenuas hasta las imperdonables, y temo decir que me encuentro en la segunda categoría. Lo más triste es que con solo una vez es más que suficiente para destruirlo todo y porque sabía eso lo callé, pero igual que las mentiras los secretos tienen patas demasiado cortas, así que más temprano que tarde todo me alcanzaría cobrándome las deudas pendientes.

Strike out, Kazunari.

 

 

 

Aun con su alocada y confianzuda forma de ser Takao nunca fue un chico problemático y llegó casi monja a la vida de Kagami. Puede que en la cancha hayan sido rivales, pero el ex Shutoku descubrió que resultaba irreal la manera en la que ambos congeniaban tan bien fuera de ella cuando no eran exactamente parecidos ni tampoco totalmente opuestos, y claramente el pelirrojo marcó un antes y un después en su vida. ¡Moriría al lado de este hombre, sí señor!

Sin embargo, en ocasiones ese punto de equilibrio podía torcerse. Ocurría muy pocas veces, pero sus desacuerdos llegaban a ser increíblemente dramáticos. Ambos eran idiotas y testarudos, y no podían darse cuenta de eso sino hasta después de descargar todo en discusiones.

Como cuando Kagami descubrió que su novio coleccionaba multas de tráfico de las que no tenía ni idea. Cuando la chaqueta favorita de Takao que le había costado más de medio sueldo fue arruinada durante el turno de la colada del pelirrojo. La vez en la que Kazunari rechazó un viaje con su familia para celebrar un aniversario con Taiga y éste terminó avisándole que lo dejaba plantado, porque Himuro se había peleado con el novio y no lo podía dejar solo.

Ni qué decir de cuando el ojo de halcón contó por facebook que Kagami no la podía levantar más de una vez al día, solo para vengarse de que el más alto se burlara de la proporción extraña de sus dedos de los pies.

A veces sus amigos preferían que discutieran por celos y no por sus equipos favoritos, o por quién fue el que se comió la última porción de postre que quedaba en la nevera. De todas formas no tardaban nada en volver a su pacífica banalidad, porque si ambos eran tan idiotas cuando se peleaban, también lo eran para no poder estar enojados por mucho tiempo.

Esta vez Takao ni siquiera recordaba bien la razón de sus voces altas luchando por imponerse sobre la del otro. Tal vez había sido por el cambio de trabajo que aceptó, sin reparar demasiado en que quedaba muy lejos del departamento donde vivía con Taiga.

— Ehh, la casa de mis viejos queda más cerca. Tendría que regresarme con ellos y pues, quedarme contigo los fines de semana. No tenemos para mudarnos.

— ¿Y yo qué?

¿Su opinión no importaba un carajo? Porque no recordaba que Kazunari se lo consultara antes de hacer lo que se le viniera en gana, por más que le dijera que esta era una oportunidad que no podía rechazar.

El pelinegro le pidió que se calmara cuando Kagami, con una ruda condescendencia, le dijo que se largara cuando quisiera, y en este punto ambos estaban con la cabeza calentada. Intentar detenerlo con reproches llevó a que Taiga lo apretara por los brazos hasta dejarle todos los dedos marcados por horas. No se dieron cuenta de que ya se gritaban y al soltarse de él Takao chocó con la mesita frente al televisor, de la que cayeron las latas de cerveza que compartían luego de cenar cuando al menor se le ocurrió hablar de su traslado.

Kazunari no pudo sentirse sobre sus propios pies cuando la puerta se azotó, después de que Kagami le gritara que no quería verlo ni a él ni sus cosas cuando regresara. Se quedó solo en la sala, llevándose las manos a la cabeza al sentir como punzaba furiosamente. Aún estaba alterado cuando oyó la puerta abrirse otra vez, pero no era Kagami, y antes de darse cuenta el ojo de halcón no sabía por qué ahora estaba ahí Himuro consolándolo en un abrazo, con sus nudillos a carne viva por haber liberado un poco de furia de camino acá.

Algo en común que Tatsuya compartía con su hermano postizo era el impulso de ir a refugiarse en otra persona para no enloquecer cuando había líos, y a quien encontró al ir allí no fue a Taiga, sino a Kazunari. Parecía que ninguno de los dos la estaba pasando bien ahora mismo, y el menor se rió entre los brazos ajenos mientras contenía sus lágrimas de rabia y le contaba lo que pasó con Kagami. ¿Por qué su pareja no podía apoyarlo y estar feliz de que se realizara en el ámbito laboral?

En respuesta, las palabras alentadoras de Tatsuya se combinaron con los sollozos de Takao y el abrazo se hizo más fuerte, porque ambos lo necesitaban. Se sentaron juntos en el sillón mientras Takao le curaba la mano, y el del lunar se notaba reacio a hablar del problema que lo había traído a buscar tranquilidad junto a su hermano pelirrojo.

Himuro seguía oliendo a alcohol y frustración, al parecer él también había peleado con su pareja como ya se había vuelto costumbre últimamente. Vaya coordinación de problemas.

A lo mejor no estaba mal un segundo abrazo, ninguno tenía ganas de hablar más y la tensión no se iba. Fue quizás porque el contacto del mayor se sentía protector, firme, y eso hizo que Kazunari se sintiera bien. No eran desconocidos después de todo.

Tal vez la respiración de Tatsuya bailando cálidamente sobre la piel de su oreja confundió sus sentidos, y tal vez cuando se miraron no fue deseo realmente lo que se reflejó en los ojos de ambos. Probablemente ese beso iba dirigido a un lugar más fraternal y no a la boca del otro, y de seguro la curiosidad por ese toque ajeno que jamás había vivido volvió ciego a Takao por un momento, haciéndolo flaquear ante tan agresivas sensaciones.

Su mente solo pedía consuelo, sentirse entendido, y los labios de su cuñado le estaban haciendo sentir eso. Takao intentó buscar una sola excusa para parar, pero la lengua del contrario no lo dejó decir nada. Como sea, no fue ningún motivo para perder la cabeza de la forma en la que lo hizo y permitir que Himuro cruzara desesperadamente entre sus piernas, por más que su cerebro hirviera cediendo ante esas caricias. No fueron ni tres minutos de locura cuando escuchó al más alto decir un nombre que no era el suyo, y Kazunari recuperó la suficiente lucidez para empujarlo y hacerlo sacar su miembro goteante.

— Lo lamento, de verdad… no sé qué fue lo que me pasó.

La voz arrepentida de Himuro se escuchó casi muda dentro de sus oídos zumbantes, antes de que éste se arreglara la ropa y se fuera. Kazunari estuvo dos horas en la ducha convenciéndose de que no había hecho lo que hizo, hasta que Kagami volvió de la casa de Kuroko, apenado, pidiéndole disculpas, y él decidió arrancarse esa confusa parte de su mente que tenía registrados un par de minutos de un jueves de mayo que no deseaba rememorar.

— Me acostumbré demasiado a verte cada vez que regreso a casa, solo quiero que eso no cambie. —Kagami detestaba los cambios repentinos, no sabía acoplarse bien a ellos cuando sentía que no le favorecían, pero amaba a Takao.

— Yo también lo siento, fue egoísta no contar contigo primero.

El tigre pelirrojo acordó hablar con su padre para que les ayudara con el financiamiento de un condominio que se acomodara mejor a la distancia del trabajo de ambos, con la condición de que le irían retribuyendo el dinero poco a poco, y así al día siguiente fueron dos idiotas reconciliados otra vez.

Takao se enteró de que a Himuro también le fue bien. A pesar de que éste y su pareja eran relativamente calmados sus peleas eran peores que las suyas con Taiga, más de una vez estuvieron a punto de herirse físicamente más allá de algún apretón o empujón. Sin embargo, después de unas semanas de disgusto Nijimura (el novio de Tatsuya) reconoció que era quien tenía mayor parte de la culpa en sus problemas de pareja, por llevarse a la habitación el estrés del trabajo y el pago de las medicinas de su padre inhabilitado en América, matando así toda la pasión de sus momentos a solas.

Fue el mismo Himuro quien se encargó de ir con el jefe de Shuuzou a conseguirle días libres y se lo llevó a un viaje con intensiones muy privadas como para mencionar, del cual regresaron renovados y con la idea de un posible embarazo. Esa misma semana, mientras descasaban desnudos uno junto al otro en su nuevo hogar, Kagami le compartió esa emocionante idea acerca de tener bebés y a Kazunari se le calentó el corazón al imaginar a su colorado cargando a un mini pelirrojito en brazos. No tardó en decir que sí.

Casi nueve meses después, luego de lo que pareció una eternidad en la que Takao gritaba “¡NO MÁS BEBÉS!” y que no permitiría que ningún otro espermatozoide lo hiciera sufrir de esta manera, esa criatura que el halcón sospechaba que tenía la cabeza de un tamaño anormal finalmente salió.

Después de mucho ir y venir por el pasillo el pelirrojo de cejas partidas tuvo que esperar bastante hasta que por fin lo dejaran pasar a solas con su pareja, que apenas al verlo entrar en la habitación se inundó en lágrimas. Con las hormonas a tope y recién parido Taiga se lo imaginó normal, de hecho era un milagro que él mismo pudiera contener el agua en sus ojos. Le sonrió conciliador a Kazunari y fue a su lado, sonrojándose de ternura ante ese bultito sostenido delicadamente para que mamara del pecho del menor.

Kagami no se creía capaz de poder hablar. Todo seguía pareciendo un sueño para él, porque si ya era feliz esto multiplicaba su dicha por millones.

Cuando alzó una mano para tocarla Kazunari la abrazó con recelo y él se rió sin entender.

— Hey, no la soltaste en nueve meses. No te la acapares ahora.

Pero el pelinegro no cedió, con su flequillo lacio ocultándole la mirada— Pasó tanto tiempo que pensé que nunca la tendríamos aquí, jaja. Ahora de verdad está afuera… y todavía no tiene nombre.

— Hay tantos nombres, pero lo dejamos en que podríamos decidirnos cuando viéramos cómo es. —Kagami intentó verla nuevamente, volviendo a ser rechazado— Kazunari, ¿qué haces?

Y por un momento se espantó. ¿Acaso ella tenía algo malo?

— Lo sé, y ella es tan… hermosa. De veras los es, Taiga. Lo es. —trataba de mantener su sonrisa, mordiéndose el labio para que le dejara de temblar mientras sus mejillas seguían siendo atravesadas por las lágrimas.

— Déjame verla.

— No… —Takao puso más aprehensión en el agarre del bultito envuelto en suaves mantas de color amarillo sin hacerle daño, sintiendo cómo la aflicción y el esfuerzo empezaban a hacerle sentir dolor en el cuerpo.

— ¡¿Qué tiene, Kazunari?! ¡Déjame verla!

El menor le gritó de vuelta y todas sus lágrimas cayeron sobre la pequeña que se asustó con el mismo miedo de su progenitor, separándose del pezón con un sonido húmedo para mover levemente sus cortas extremidades y gimotear de tristeza.

— No la odies… por favor, Taiga… no la mires. No quiero que la odies, yo no sabía… no quería que fuera así.

La voz del pelinegro flaqueó y agachó la cabeza, posándola junto a la de su niña mientras lloraba. La enorme mano de Kagami vaciló al descubrir parte de las mantitas, y sus ojos se abrieron horrorizados cuando la bebé lo miró.

 

 

 

— ¡Taiga, hombre! Felicitaciones. Ya no te conformas con ganarme en el básquet y ahora eres padre primero que yo. —bromeó Tatsuya, manteniéndose atento al tráfico— Por fin pude desocuparme así que voy en camino para allá, pero dime a quién se parece.

Lo primero que se imaginó el mayor cuando contestó el teléfono fue que al otro lado iba a oír toda una fiesta por parte del pelirrojo, no esa risita desganada que apenas y fue capaz de escuchar.

No… felicidades a ti. Ve a conocerla y hacerte cargo. —Tatsuya tuvo que preguntarle de qué rayos hablaba, pero no obtuvo ninguna respuesta antes de que la llamada se cortara— Adiós, Himuro.

¿Himuro? Taiga nunca le decía así y algo en su pecho se arrugó preocupado, razón por la que le puso más velocidad a su auto. Cuando llegó al hospital preguntando por su cuñado y haciendo de todo para que lo dejaran ver mientras seguía marcando al número fuera de servicio de Taiga, finalmente lo llevaron con Takao. Estaba echado de lado en la camilla, con un rostro somnoliento e hinchado de tanto llorar.

El del lunar sabía que era toda una odisea esto de parir, pero Takao no lucía demasiado feliz como para haber tenido un hijo. Además, su principal preocupación seguía siendo lo de recién con su hermano y se acercó al azabache más bajo para preguntarle al respecto, cuando entonces vio una cadena rota al lado de la almohada y entre los dedos de Takao brillaba el anillo de Kagami que hacía juego con el suyo.

— Él lo sabe… ya lo sabe, Himuro. Lo sabe todo y me odia.

Estuvo a punto de preguntarle a qué se refería con eso cuando su subconsciente se estremeció de pronto, trayéndole de lleno un recuerdo que creyó haber destruido. Entonces Tatsuya ya no tuvo que buscarle demasiado significado a esas palabras y se llevó las manos al rostro con desesperación. ¿Pero cómo? Se supone que eso estaba borrado, en su mente se había auto convencido de que nunca le puso la mano encima al enamorado de su hermano y Takao había hecho lo mismo. Todo estaba bien ahora, ¿entonces cómo? ¿Por qué? ¿Kazunari le había dicho?

— Ah, aquí está. Lo necesito para que registre a la niña, señor.

— ¿La niña?

— Sí, por aquí por favor.

Himuro se dejó llevar como un muñeco, maquinando en su cabeza todas las piezas que necesitaba para comprender lo que sucedía. La actitud extraña de Taiga, el estado de Kazunari y por qué esta enfermera lo llevaba a la zona de las cuneras tan segura de que él era padre.

“Ve a conocerla y hacerte cargo.”

— Por dios…

Cuando se la pusieron en los brazos pensó que se le caería por la falta de fuerza en ellos para sostener a esta criatura tan diminuta, hasta hace poco tan ajena a él. Vio su pelito oscuro y escaso, sus enormes ojos verde-grisáceos y perezosos que ella prefería mantener cerrados, y esa llamativa marca de nacimiento en su piel, un pequeño punto negro en lo alto de su mejilla derecha.

Taiga nunca regresó.

Notas finales:

No sé a qué punto ha llegado esto del paro de autores porque sólo vi dos fics con el mismo texto copiado sobre la falta de agradecimiento del lector, aunque seguramente ya estén hartos de eso y lo he discutido por otro medio pero para rematar aclaro aquí que no lo apoyo.

Sé de primera mano que gastamos bastante tiempo creando historias y esforzándonos porque queden lo mejor posibles, y las compartimos aquí con la esperanza de contentarle el día a algún lector y ¿por qué no? Que nos lo contenten a nosotros con un bonito comentario.

Sin embargo nadie nos obliga a hacer fics y subirlos; se supone que lo hacemos porque nos gusta, asimismo como nadie puede obligar a un lector a dejar reviews, menos con métodos tan dramáticos. Los rr son geniales y a todos nos gustaría recibir cien en cada cap, pero sólo una o dos personitas que nos escriban sigue siendo maravilloso; no las despreciemos.

No le tengamos tan poco cariño a lo que escribimos como para vivir y depender de la cantidad de comments que nos dejan o si son nada más dos líneas o un informe detallado de sus impresiones del fic.

Dicho esto déjenme 20 rr para continuar, por favor (¿? nah, es bromita. De todas formas no necesito de ningún paro para pasar más de un mes sin actualizar akakaka XDD (no, no es gracioso).

Espero que nadie se aflija más con este asunto. Nos vemos por ahí, criaturitas.


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