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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aquí un nuevo capítulo >_< debo aprovechar la inspiración y el último día que me queda antes de volver a clases :( awg fucking universidad u-u 

Espero que les guste! n_n 

Ya saben, si notan algun error háganmelo saber! Dejeen sus reviews! :3 

IMPORTANTE: Cómo ya saben en la historia existen dos narradores: uno es ÁNGELO (Que narra en letra normal y -cursiva y negrita para los diálogos- ) Y el otro es AGATE (Letra en negrita y -cursiva para los dialogos-)

De igual forma, separo las narraciones con este simbolo  (*        *       *) 

Un abrazo y gracias por leer <3

La silueta de una joven criada al fin del pasillo me alertó y me obligó a esconderme, pero me detectó antes de que pudiese verla si quiera.

- Puede salir de ahí-  Dijo acercándose a mí y levantando la pesada cortina roja que pensé me serviría de escondite. A diferencia de las demás, esta vestía el característico vestido negro y blanco de las criadas comunes, traía una toca en la cabeza semejante a la que Emma siempre llevaba cubriendo su cabello. La chica era dueña de unos bellos ojos verde agua que no tardaron en llamar mi atención. Unos desordenados mechones rubios caían de su frente y cuello. Su rostro era tan pálido como la nieve.

- Escuché que el Amo Agate quiere que escape- Di un respingo, sobresaltado. No me importaba que fuese una chica, si quería frustrar mi plan, entonces tendría que luchar con ella.

- No se preocupe- Susurró en una sonrisa angelical, como si estuviese leyendo mis pensamientos –Estoy de su lado-  Me estrechó su mano para que la tomara, dudé unos segundos antes de hacerlo, no tenía opción, esta joven era la única esperanza que tenía si quería salir.

Tomé su mano que para mi asombro estaba fría como una mañana de invierno. La chica sin más comenzó a caminar y arrastrarme junto a ella, se movía rápido por los pasillos con una agilidad impresionante. Sus pasos no se oían en el suelo y me sentía sumamente torpe a su lado. De pronto, sentimos unos pasos de soldados acercándose a nosotros, la rubia dio entonces un inesperado giro a la izquierda y entramos a una habitación.

Era la habitación de Agate.

Miré el suelo, ahí estaba la cuerda y el gancho aun, completamente rotos, no había opción de volver a armarlos y lanzarlos hacia arriba para subir por el techo, era demasiado alto. Miré la habitación intentando buscar algo con que defenderme en caso de que llegasen los guardias ¡Demonios! ¡No había nada!

- ¿Qué…Qué haces?-
 Pregunté un poco confuso acercándome a la chica mientras movía un armario.

- Busco la salida- Dijo con rostro inexpresivo. No pude evitar notar la frialdad que se oía en la suave voz que escapaba por su garganta, sus ojos eran igual de indiferentes, solo pude ver un destello en ellos cuando sonrío al hablarme de Agate ¿Cuál era su relación con él?

- Disculpa…- Hice una pausa para que ella me dijese su nombre.

- Esmeralda-

- Ya veo porque…- Musité con una sonrisa asomando de mis labios, sus ojos, eran precisamente como el color de las esmeraldas.

- ¿Por qué me estás ayudando?- Pregunté mientras le ayudaba a mover el pesado armario, di un sobresalto al ver lo que había detrás ¡Fantástico! ¡Una muralla falsa!

- Porque usted sacará al Amo Agate de aquí- Sonrió extendiendo sus manos hasta mis mejillas y atrayéndome hasta ella. De pronto y sin previo aviso posó sus labios sobre mi frente y me regaló un beso. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, sus labios eran fríos pero de alguna forma se sintieron cálidos sobre mí, luego me sentí bien, cómo si me hubiese bendecido.

- Estos pasadizos lo llevaran a la puerta trasera del Palacio- Dijo apartándose de mi frente –Sea rápido y vuelva pronto- Asentí con la cabeza y le di las gracias, luego me adentré tras la muralla falsa en los laberintos internos de la gran construcción.


                                                                  (*        *       *)
 


- ¿Dónde estoy?- La cabeza me daba vueltas. No recordaba del todo esta habitación ¡Ángelo! ¿Habrá logrado escapar?

- Bienvenido a la sala de torturas, hijo- Sonrió la malvada mujer a la que años antes había llamado madre. Clavó sus ojos  fijamente en los míos y pude ver con claridad sus sombrías pupilas grises. Le odiaba, le odiaba desde el fondo de mi alma, como nunca pensé que odiaría a nadie.

- Aquí fue donde murió mi querido Edward…- Intentó decir con falsa e irónica tristeza en su voz.

- ¡No pronuncies su nombre!-
Interrumpí enfadado, mientras intentaba levantarme del suelo. En ese momento me di cuenta, estaba atado de manos y pies.

-¡Maldita bruja!- Grité más fuerte ­ -¿¡Cómo te atreves a nombrarlo, si tú misma le mataste!?- Su rostro formó una falsa mueca ofendida.

- Tuve que hacerlo, cariño- Afirmó con notable tono de sarcasmo escapando de su voz. –Mami no sería Reina ahora si no lo hubiese hecho-

- Ya sabías que tu padre apoyaba a la Reina Blanca…-

La Reina Blanca. Nunca la conocí, pero se decía que era la mujer más dulce y buena que pudo haber pisado este lugar,  llevaba a su gente por el sendero del bien. Todo el pueblo la quería porque intentaba ayudar a todos, educaba a los pobres y los alimentaba. Casi todos los orfanatos y hospitales construidos en la ciudad fueron obra de ella, una mujer excepcional según contaban los pocos sobrevivientes de la servidumbre de su palacio.

Cuenta la historia, que siendo tan buena esta mujer se rodeó de enemigos,  contando a mi madre por supuesto. La Reina se enamoró de un plebeyo y se embarazó de él, eso fue en verdadero escándalo, escándalo que aprovechó mi madre y otras familias aristócratas para armar un golpe de estado y ayudados de las fuerzas armadas y miembros de la iglesia que estaban molestos también por el buen actuar de la mujer, la obligaron a dejar el trono.

Entraron a palacio una noche de octubre, la misma noche dónde la Reina daría a luz.  Asesinaron a todo aquel que se les cruzó por delante, sin discriminar a mujeres o niños.

Nadie volvió a saber más de ella, o de su hijo.

Mi madre entonces asumió el poder, yo apenas había nacido cuando lo hizo. No sé si siempre fue así de malvada, apenas tengo recuerdos con ella en mi infancia, casi no la veía y juraría que se avergonzaba de mí. No me permitía salir del palacio
–El sol te lastimará la piel- Solía decir, ahora sé que eran mentiras. Seguramente por la misma razón mí padre tampoco solía salir mucho, al menos no sin sombrero. No era el sol, era el extraño mal de nuestro cabello y nuestros ojos lo que le molestaba a ella.

Los pocos recuerdos que logro salvar de mis primeros años son junto a mí padre en los grandes jardines del palacio. Un hombre bueno y demasiado inocente quizás para haberse casado con esa mujer. Él era un excelente padre, intento darme lo mejor dentro de los cuatro muros que me quitaban mi libertad. Todo lo que he aprendido lo aprendí de él, a respetar y a amar.  

Sin embargo, la lealtad de mi padre seguía estando con la Reina Blanca y  cuando mi madre lo supo enloqueció y envió a que le cortaran la cabeza, fue su primera ejecución.

Para bien o para mal, yo lo vi todo, aún recuerdo la sangre tibia de mi padre salpicando sobre mi rostro  y las últimas palabras que susurró cuando me vio escondido tras la puerta.


- Estaré contigo-

Yo entonces tenía siete años. Madame red, como la llamaban los de su círculo cercano, me lo arrebato todo.

- ¡Hubiese sido mejor que la Reina Blanca se quedase en el trono!-
Grité sacudiéndome, intentando  zafarme de las cadenas. Esta vez sí se había ofendido, llevó una mano a su pecho y la decepción cubrió todo su rostro.

- ¡Infeliz! ¡Mal agradecido!- Exclamó furiosa - ¡Eres igual que tu padre!- Se acercó a mí y me dio una  bofetada.

- ¡Stayne! ¡Stayne, cariño!- Gritó nerviosamente llamando a alguien. –Dale algunos azotes, para que aprenda a respetar a su madre-

-Enseguida, mi señora-
Escuché la tenebrosa voz a punto de entrar por el umbral de la puerta y sentí miedo, pavor verdadero cubriendo todo mi cuerpo e invadiéndome por completo. Le vi aparecer ante mí. El parche cubriendo la cicatriz lo delataba, el cabello negro cayendo suelto por debajo de su cuello y esos ojos dorados y temibles, que brillaban con malicia. Clavó fulminantemente sus pupilas en mí y sonrió de medio lado.

- Nunca pensé que fueras tú- Susurró casi imperceptible mientras se aproximaba a mí y sacaba el látigo de su bolsillo. Se acercó a mí y me obligó a arrodillarme ante él, jamás me había sentido tan humillado en mí vida. En ese momento mi madre salió de la habitación.

Stayne me rodeó y se posó tras de mí, sus manos ágiles se colaron por mi camisa y la arrancaron rápidamente. Se medio-arrodilló junto a mí y uno de sus dedos rozó juguetonamente la curvatura de mi cuello.

- Te enseñaré a tener un poco de respeto- Susurró en mí oído y me empujó hacia abajo. En ese momento comenzaron los azotes, el primero fue tan fuerte que casi se me escapa un grito, el segundo, el tercero, el cuarto, la fuerza de los látigos clavándose en mi piel dolían como mil cuchillas en la espalda. Intenté respirar hondo pero no lo logré, la potencia de los cueros no me permitía respirar correctamente. Quince, dieciséis, diecisiete.  No pude evitar pensar en Ángelo y en las marcas que tenía siempre en su espalda ¿Esto era lo que soportaba en ese entonces?


  
                                                                                          (*        *       *) 

 
Me bajé de la barca y visualicé la gran roca. Agate no había mentido, una rosa blanca crecía en su punta, curioso para un lugar dónde las rosas blancas están prohibidas por ley.

Comencé mi retorno siguiendo mentalmente las instrucciones de Agate. Estaba nervioso y todo mi cuerpo seguía temblando y sudando, la respiración agitada y el corazón a punto de saltar por mi garganta apenas me dejaban pensar, estaba al borde de un ataque de nervios ¡La sala de tortura! ¡Dios! ¿Qué cosas horribles le estarían haciendo a Agate en este momento?

Corrí los seiscientos primeros pasos y luego caminé los otros doscientos, hasta llegar a la cueva, agradecí haberla encontrado tan rápido y me lancé caverna abajo.
Esta vez no caí sobre ninguna planta ni flor que me recogiera entre sus brazos suaves, me estrellé directamente contra la tierra dura pero no me importó en absoluto. Me levanté sin prestarle atención a mi cabeza que había comenzado a sangrar y corrí hasta el orfanato, estaba cansado pero mis piernas seguían corriendo lo más rápido que podían. Me sentía mareado y el dolor por la caída había comenzado a invadirme, pero no importaba. Debía llegar y avisarles, que Agate estaba preso, que debía volver para salvarle.

Una pequeña multitud se encontraban en las afueras del orfanato, corrí más fuerte y llegué hasta ellos. Me paralicé al ver lo que estaba en medio de toda esa gente, en el centro estaba el sombrerero, un manto transparente  como agua cubría la oscuridad de sus ojos  y dos lágrimas resbalaron por sus mejillas, se veía completamente destrozado. Estaba arrodillado en el suelo y en sus brazos sostenía a…

- ¡Cheshire!- Exclamé sorprendido acercándome hacia ellos.

- ¡No debí enviarlos ahí!- La voz de Hatter sonaba al borde de la desesperación, acariciaba exasperadamente el rostro del pelirrojo sin respuesta alguna, estaba completamente inconsciente.

- ¿Qué…Qué paso?- Pregunté arrodillándome junto a él y observando el pálido rostro del gato. Me estremecí por completo, toda su cara estaba arañada y parecía tener una herida de espada en el estómago. La hemorragia intentaba ser detenida desesperadamente por las manos temblorosas del sombrerero, el cabello rubio se pegaba a su rostro por las lágrimas que habían comenzado a caer desenfrenadamente, parecía estar en shock.

- Llegó…llegó hasta mí, así- Logró musitar apenas con la voz quebrada.

- Cheshire…Cheshire, despierta- Acariciaba su rostro con tanto cariño que me conmovió. Las primeras lágrimas amenazaron por escapar de mis ojos. De pronto, el rubio posó su mejilla sobre el pecho del pelirrojo, espero unos segundos y su rostro cambió completamente en una mueca de dolor. Pude ver la desolación, la angustia y la más grande de las desesperanzas reflejadas en su rostro que había empalidecido como la nieve repentinamente, pude sentir su corazón paralizarse y explotar en llanto, pude sentir el crujir de su alma al destrozarse en mil pedazos. No tenía que decirlo…

Cheshire había muerto.

Notas finales:

No me odien u.u no me odien 


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