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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Bueno aquí llego con otro capítulo e.e (Seguimos con los azotes ¡wiii!~ Lo sé, le han dado duro al pobre Agate pero si es algo escrito por mí, tiene que haber azotes xd (Creo que tengo un problema con eso xD) )

Espero que les guste n_n Trataré de actualizar rápido.

Ya saben, cualquier error ortográfico o no háganmelo saber

Dejen sus rw! <3

IMPORTANTE: Existen dos narradores en esta historia ÁNGELO narra con letra normal y -Los dialogos en cursiva y negrita- y AGATE narra en negrita y -Dialogos en cursiva y normal-  (Igualmente separo ambas narraciones con un (*   *   *) )

Gracias por leer ♥

La hora estaba a punto de cumplirse y Ellen y yo nos apresuramos hacia la cueva. Cuando llegamos, allí estaban Hatter, Cheshire, los gemelos y tres hombres del sombrerero que servirían de apoyo en el peor de los casos. Me pareció ver una octava persona junto al grupo, pestañé un par de veces y por unos segundos mi rostro se iluminó sorprendido. Era pálido como la muerte, el cabello blanco cayendo hasta la cintura recogido en una perfecta coleta y adornado por una corona, los ojos color sangre me miraban suplicantes tras los lentes. No puedo negar que verlo me entristeció e hizo que la angustia volviese nuevamente a mí, no tenía que ser un genio para adivinar quién era la persona que estaba junto al grupo, bajo el elegante traje blanco.

Era el fantasma del padre de Agate.

Me detuve frente a él y me sonrió, como si estuviese tratando de tranquilizarme, correspondí la sonrisa y asentí con la cabeza.

- ¿Ángelo?- Hatter se había quedado mirándome como si fuese un extraño. Era tan real a mis ojos que había olvidado que era el único que podía verlo.

- No es nada- Sonreí nervioso hacia él – Solo me daba ánimos a mí mismo- Un bufido escapó de la boca del sombrerero.

- ¿Entonces, vamos?- Asentí con la cabeza y me encaminé junto a ellos, el padre de Agate caminaba a mi lado, tranquilo, casi flotando y clavaba sus ojos rojos en los míos. Caminó conmigo hasta entrar en la cueva, luego hizo un gesto con la mano y se despidió de mí.

- Confió en ti- Le oí murmurar antes de que se desvaneciera.

- ¡Dios! ¡Qué frio hace!- Ellen me volvía a la realidad nuevamente, reí para mis adentros, el frío en un lugar era una característica típica cuando había  presencia fantasmal. 
                                             
A pesar de que la preocupación volvió a mí con su visita, que haya aparecido ante mí solo me dio más confianza. Incluso los espíritus estaban de nuestro lado ¿Qué podría salir mal? Nos adentramos en la cueva y comenzamos el vertiginoso ascenso.

Mientras subía pensaba en que aun así pude percibir nerviosismo en el padre de Agate, estaba corriendo peligro ¡Lo sabía! Debíamos ser rápidos.
 
                                                                                                         ( *    *    * )

Desperté con una fuerte punzada en el cuello que apenas me dejaba moverme. Con cuidado y algo torpe llevé una de mis manos encadenadas y toqué la herida, estaba ardiendo, como si estuviese a punto de infectarse. Mi boca  también sangraba, pero estaba bien, dolía menos.

Giré mí cuerpo y mi espalda chocó contra el suelo frío que pareció quemarme la piel cómo si me hubiesen lanzado agua hirviendo encima. Me retorcí unos segundos y luego volví a cambiar la posición, topando el pecho desnudo con el piso. Estaba cansado, sumamente cansado y apenas podía mantenerme despierto. Un dolor de cabeza había comenzado a azotarme de pronto y sentí como la fiebre comenzaba a llenarme por completo. Intenté levantarme, pero solo logré arrodillarme.


- ¡Has despertado!- La voz de mi verdugo entró en mis oídos y me invadió de escalofríos, creo que de alguna forma e incluso si yo me resistía, mi cuerpo había adquirido cierto miedo por Stayne, su voz indicaban malas noticias.

- Ahora- Sonrió con una irónica sonrisa de medio lado -¿Me dirás dónde queda vuestra guarida?- 

- No sé de qué me estás hablando-
Correspondí la sonrisa y me preparé para mi siguiente castigo, una patada me obligó a girar la cara hacia un lado.

- Cuarta lección-  Sonrió acercándose a mí y tomándome por el cabello y levantándome del suelo    –No mientas-

- ¡¿Stayne?! ¡¿Stayne, cariño?!- La voz de Madame Red irrumpía en la habitación. La mujer se quedó inmóvil bajo el umbral de la puerta, observándome, casi como si se estuviera compadeciendo de mí.

- ¿Le estás enseñando?- Preguntó despreocupadamente.

- Claro, mi señora- Afirmó Stayne poniéndose de pie, dirigiéndose hacia ella y besando cuidadosamente su mano. –Pero aún no logro averiguar dónde está la guarida que usted le oyó mencionar- La mujer dirigió una fulminante mirada al pelinegro y luego la dirigió hacia mí. Avanzó hasta donde yo estaba, el sonido de sus zapatos podía oírse cual sinfonía de la muerte acercándose hacia mí. Se arrodilló junto a mí, tomó mi cabeza y la dirigió derechamente hacia sus pechos pálidos que se veían sumamente provocativos bajo el apretado corsé.

- ¿Le dirás a mamá dónde está esa guarida, no cariño?- Apenas si podía respirar entre sus senos. Me aparté de ella con una fuerza que pensé no tenía.

- ¡No sé de qué me estáis hablando!- Grité como si la garganta se fuese a desgarrar en ello. Creo que el rencor que sentía por la Reina me daba fuerzas para seguir en este caso, gritándole.

Lanzó un bufeo al aire, se puso de pie molesta y se dirigió a la salida.

- Sácale toda la información- Dijo antes de salir. Incluso Stayne pareció sorprenderse ante la desnaturalización de mi madre hacia mí ¿Debía asombrarme? De alguna forma, no lo hacía.

El pelinegro estiró sus manos e hizo tronar todos los dedos al unísono mientras se acercaba a mí nuevamente, esta rutina simbiótica casi se había convertido en una relación.

- Escúchame, jovencito- Dijo tan solo arrodillándose frente a mí y levantando con suavidad mi mentón. –No me obligues a seguir haciéndolo- Acercó su rostro al mío hasta que nuestras respiraciones se mezclaron caprichosamente. Clavé los ojos fijamente en los de él y otra vez y nuevamente una mueca de molestia cruzó por su rostro.

De pronto, sentí un frío en la espalda que me sobrecogió por completo, él también pareció sentirlo.

- Dios…- Murmuró de pronto – Qué helado está aquí -


                                                                                (*      *     *)



Entrar al palacio fue relativamente fácil. La ya transitada ruta de los pasadizos nos permitió tener una entrada casi perfecta, ingresamos en silencio y nadie se percató de nuestra llegada. Los hombres se Hatter y los gemelos se instalaron afuera, en los techos. Una bengala lanzada desde adentro sería nuestra señal para indicar que estábamos en peligro. Mientras tanto, Hatter, Cheshire, Ellen y yo caminábamos por el oscuro pasadizo que llegaba hasta el cuarto de Agate.

Pero cuando llegamos a nuestro destino, precisamente allí estuvo el problema.

Media docena de soldados se encontraban aparcados al otro lado del pasadizo ¡Nos esperaban! ¿Cómo demonios no lo pensé?

Cheshire fue el primero en reaccionar, saltó por sobre el grupo y se dirigió directamente a dos de los soldados, Hatter le siguió, portaba un mosquete aunque no tenía pensado usarlo, su combate mano a mano era mucho mejor que cualquier arma, era impresionante la habilidad con la que se movía el rubio.

Corrí hasta el segundo grupo de guardias junto a Ellen y nos abalanzamos contra dos de ellos ¿El objetivo? No debíamos dejar escapar a nadie, si alguien más se enteraba que estábamos aquí, estaríamos perdidos.

Tres de los seis cayeron rápidamente. Uno de ellos saltó sobre mí y me cayó encima, golpeándome en la cara. Era un hombre robusto y no podía quitármelo de encima, tan solo atiné a darle puñetazos en el estómago, que parecía ser su punto débil, pero el hombre no cedía. De pronto, y gracias al cielo sentí como se apartaba de mí, girando por el piso.

-¿Ellen? -  Pregunté sorprendido al darme cuenta que él le había dado una certera patada en las costillas. El castaño parecía tan sorprendido como yo.

- ¿Yo…hice eso?-Preguntó. Asentí con la cabeza mientras recibía su mano y me ponía de pie.

- ¡Cuidado!- Gritó haciéndome a un lado y sorprendiendo a un soldado con un puñetazo en el rostro que lo dejó aparentemente inconsciente.

- ¡Yahooo!-  Celebró extasiado el ojiazul -¡Soy bueno en esto!- Y se alejó de mí repartiendo puñetazos y patadas, a diestra y siniestra, una escena bastante cómica para la trágica situación en la que estábamos.

Un hombre aprovechó mi descuido e intentó abalanzarse sobre mí por la espalda, pero fui más rápido y lo esquivé con rapidez e interpuse mi pie en su camino, haciéndole caer.

El último hombre había caído.

- Buen trabajo, chicos-  

                                          
                                                                                 (*     *     *)


- ¿Vas a decirme?- El hombre era insistente, tanto que ya había comenzado a hartarme ¿Decirle dónde encontrar a Ángelo y a los demás? ¡Prefiero estar muerto antes de eso!

- Ya te lo dije, Stayne- Mi cuello había comenzado a arder de sobremanera, no tenía que verlo para notar como una infección había entrado en la herida, estaba siendo preso ya de la fiebre y me sentía mareado. Con un notable esfuerzo levanté la cabeza y le miré a los ojos, incluso en el estado en el que me encontraba, el pelinegro pareció sorprendido.

- No sé de qué me hablas-

- ¡Claro que sabes!-
Exclamó furioso dándome una patada en el rostro y embistiéndome hacia un lado, caí contra el suelo. Se acercó rápidamente a mí y me levantó por los hombros, elevándome algunos centímetros del piso.

- Si no me lo dices tú, otro lo hará por ti- Esbozó una maliciosa sonrisa de medio lado - ¿Quieres que vaya por tu amigo, Ángelo y lo capture?-

- No te atrevas…-

- ¿Qué tal si le capturo y lo llevo con su tío, el obispo? ¡Él le dará un buen castigo!-
Dirigí una mirada fulminante al pelinegro, cuando salga de aquí, te mataré, era lo único que podía repetir en mi cabeza, una y otra vez.

 ¡Mejor aún!-
Sus ojos brillaron con perversidad.  –Lo entregaré a la inquisición para que lo quemen vivo, por nigromante- Mis ojos se abrieron como platos, sorprendidos.

¿Cómo? ¿Cómo había investigado tanto de Ángelo en tan poco tiempo?

- Como ya te diste cuenta- Susurró en mi oído con siniestra voz escapando de su garganta. –Conocemos muy bien a tu amiguito- Me soltó repentinamente y me dejó caer al piso.

- ¿O deberíamos llamarle tú «Amante»?- Guardé silencio.

- Ángelo Liddell ¿Apuesto a que no sabías su apellido?- Preguntó ante mí mueca de completa sorpresa.

- ¿¡Liddell!?- Exclamé aun pasmado, intentando salir de mi asombro - ¿Liddell cómo…? -

- ¡Cómo la Reina Blanca!-
 Gritó con sarcasmo a punto de explotar en carcajadas - ¡Como Alice Liddell!-

- E…Eso es…-
Intenté musitar.

- ¡Es muy cómico!- Rió irónicamente – Los tortolitos pertenecen a familias enemigas-

- Aunque el pobre de Ángelo no la tenga-
Sonrió burlón.

 
– El hermano de la Alice, el obispo, participó en el golpe de estado contra su hermana ¡Estaba tan furioso de qué ella le hubiese abierto las piernas a otro! ¡La traicionó y se dice que el mismo la vio morir!- Hizo una pausa.

- Sin embargo. Cuando vio a esa pequeña criatura en medio del fuego, Raphael Liddell no pudo resistirse y tomó al bebé y se ocupó de su cuidado-

Dirigí la mirada al suelo, entristecido, de verdad no sabía nada de Ángelo.

-Debió haberlo matado junto a su madre- Musitó de pronto, trayéndome a la realidad nuevamente.

- ¡Cállate!-  Exclamé furioso, sus ojos dorados se abrieron sorprendidos.

No quería escuchar más de esa historia ¿Cómo miraría a Ángelo a la cara ahora? Mi madre se había encargado de quitarle todo lo que pudo haber llegado a tener, le había robado la vida y le había condenado a un calvario entre los brazos de su tío ¿Cómo no iba a sentirme culpable?


                                                                                                      ( *     *     *  )


Cuando salimos de la habitación todo de torno oscuro. Allí estaban, quince hombres nos esperaban en las afueras de lo que antes fue la recámara de Agate ¿Cómo demonios se habían enterado?

Todo pasó tan rápido que apenas si pude percibirlo. Todo quedó en un tenso silencio. De un momento a otro nos vimos amenazados  con espadas y algunas armas de fuego apuntando directamente a nuestro cuello, mi cuerpo se tensó y el corazón comenzó a palpitar con rapidez, aunque por fuera me veía rígido como una roca, no debíamos movernos, cualquier movimiento podría significar la muerte.

- ¡Manos en alto!- Exclamó uno de ellos. Unas miradas cómplices se cruzaron entre nosotros, era ahora o nunca. Comenzamos lentamente a elevar los brazos.

- ¡Ángelo!- El sombrerero llamó mi atención y la de todos los demás, dándome pie para escapar. Corrí por el pasillo hacia una escalera y sentí un fallido disparo que estuvo a punto de volarme la cabeza, rosando apenas mis cabellos y explotando a centímetros de mí, descendí por las escaleras y seguí corriendo. Pude sentir el forcejeó que se dio entre los demás y los guardias, luego sentí la bengala explotando en lo alto y rompiendo los vidríales de los techos, luego oí el cristal cayendo encima de ellos y causando un escándalo, seguí escuchando gritos y golpes, aunque agradecí no haber vuelto a escuchar un disparo. No miré atrás, seguí corriendo hasta estar lo suficientemente lejos de ahí.

- Por aquí…- Una voz dulcemente familiar me llamaba y me obligaba a entrar a un salón vacío. Los ojos verde agua se clavaron directamente en mí, suspire aliviado.

- Esmeralda…- Quise besarla en ese momento ¡Esta mujer aparecía cada vez que estaba al borde de la desesperación! –Gracias a Dios…- Llevó su dedo índice a sus labios y me obligó a callar.

-Silencio- Susurró con la voz suave y delicada que escapaba de sus labios –Todos los soldados se están movilizando, debe usted ser cuidadoso- Asentí con la cabeza y me disculpé haciendo un gesto, como si mis labios se cerraran.

- El amo Agate está en peligro- Me advirtió la rubia con las esmeraldas de sus ojos sumamente preocupadas –Le llevaré a la sala de torturas, Stayne está con él- Me sobrecogí en un escalofrío y si no hubiese sido por el gesto que hizo la rubia para detenerme, hubiese corrido frenéticamente buscando yo solo la sala de torturas ¡El maldito de Stayne estaba con él! Nuevamente la angustia me tomó como su presa, si el General estaba con él, no podía ser bueno.

- Tranquilo- Susurró ella, calmándome y tomándome la mano –Yo lo guiaré hasta allí-
                                                  
                                                             
                                                                                                      
(*     *     *)


Cómo era de esperarse, una nueva ola de azotes me recibió cuando hice callar a Stayne. Pero a pesar de toda la fuerza que aplicaba en sus golpes ya no podía afectarme, no sabía si era por el adormecimiento instantáneo de mi espalda al recibir tantos latigazos, o  la fiebre que ya había comenzado a nublarme la vista e insensibilizaba cualquier otro dolor que no fuese el de la cabeza partiéndose en mil pedazos y el terrible y asfixiante calor que esto llevaba consigo.

- Admítelo, Agate- Dijo el pelinegro cesando los azotes, sentándose sobre mi espalda y susurrando muy cerca de mi oído.

- Te han abandonado, delátalos-

¿Cuánto tiempo había pasado ya? ¿Un día? ¿Dos? No lo sé, pero sabía que era muy poco tiempo aun como para rendirme ¿Y si Ángelo no logró escapar? ¿Y si Stayne lo usó como excusa solo para intentar sacarme información? Moví la cabeza negando lo que acababa de especular, el solo pensarlo me quebraba la razón y me ponía al borde de la locura.

¿Qué estará haciendo en estos momentos?

- ¡Agate!-  Exclamó él casi como si estuviese rogándome que hablara. Me tomó por el cabello y pegó mi mejilla a la suya.

- Tan solo una palabra tuya y podremos detener esto-  Dijo y casi podría jurar que sintió compasión por mí. Pasó por encima de mí, se arrodilló en el piso frente a mí y levantó mi cabeza con ambas manos.

- Tienes fiebre- Dijo topando su frente con la mía –Dame tan solo una indicación de cómo llegar allí y te dejaré libre-

- Prefiero morir antes de eso-
Balbuceé apenas. Mi labio inferior seguía sangrando y el líquido carmesí no me permitía pronunciar bien. Sus ojos nuevamente cambiaron y ardieron junto a una malévola sonrisa.

- ¿Acaso te gusta?- Preguntó irónicamente. Esbocé una sonrisa irónica.

- Es que no haces suficiente- Bromeé sabiendo lo que vendría después.

- Si tú lo dices…- Dijo solamente poniéndose de pie y dirigiéndose hacia los aros de las cadenas que me mantenían preso. Tomó la que sujetaba mi brazo izquierdo y tiro de ella, apretandola mucho más de lo que estaba, obligándome a elevar el brazo, tomó la de mi brazo derecho e hizo lo mismo, obligándome a levantarme, no fue cómo si yo lo hubiese hecho, la presión hecha por las cadenas completamente estiradas me obligaron a ponerme de pie, apenas rozaba el piso con mis dedos,  mis brazos quedaron extendidos y  todo mi cuerpo formaba una cruz.  Se paró frente a mí como observando una obra de arte recién creada.

- Creo que ya sé cuál es el problema- Sonrió –Tu espalda está demasiado herida como para sentir algo-  Stayne sacaba nuevamente el látigo de su bolsillo y al ver que este se había roto tomó un segundo que se encontraba hasta ahora escondido en su chaqueta. Mis ojos se aterrorizaron al ver el nuevo artilugio que posaba entre sus manos. Doce tiras exactas de cuero trenzado colgaban de su centro y cada una de ellas llevaba un trozo de vidrio amarrado en su punta.

- Pregúntale a tu amigo el pelirrojo, qué le paso en el rostro- Dijo irónicamente mientras acariciaba las delicadas puntas del látigo, no entendí a qué se refería.

- No importa, seguramente ya está muerto-

Se dirigió hacia mí, intenté zafarme o encogerme para proteger mi pecho expuesto pero obviamente no logré hacerlo, mis brazos estaban demasiado tensos y ya no podía moverlos, cada vez que lo intentaba, dolía.

Levantó el brazo y dio el primer latigazo, sentí los doce trozos de vidrio entrando en mi piel y desgarrándola ¡¿De qué demonios estaban hechas esas piezas?! Intenté contenerme.

Volvió a elevar su mano y esta vez con más fuerza volvió a clavar las hojas del azote en mí, volví a sentir mi piel siendo desgarrada y una punzada ardiente se sintió en todo mi pecho, había comenzado a sangrar.

Cuando me di cuenta que el tercer azote venía, no logré respirar, el vidrio había llegado hasta mis músculos.


                                                                                                        (*     *     *)

- ¿Qué fue eso?-
Me detuve  abrupto. Habíamos entrado a los calabozos  y el eco era muy fuerte ahí. Un grito desgarrador se escuchó y cubrió la totalidad del pasillo, venía desde la última habitación, volví a escuchar otro grito, más fuerte que el anterior, otro, otro y otro. Solté la mano de Esmeralda y comencé a correr con más fuerza hasta la puerta, el pasillo era largo y oscuro, apenas las flamas de unos candelabros iluminaban tenuemente y esto lo hacía más desesperante ¿Cuánto más estaríamos corriendo? Otro alarido se escuchó y me sobrecogió en un escalofrío, la voz me era inmensamente familiar.

- ¡Detente!- Rogó la voz en un quebrado y desesperado quejido. Escuché el sonido de un látigo, seguido de algo parecido a carne siendo aplastada.

- ¡Por favor! ¡Detente!- ¡Era Agate! Sentí como mi cuerpo se revolucionaba en un segundo y las piernas corrían tan rápido que Esmeralda había quedado ya muy atrás, estaba cerca de la puerta. En un leve resplandor de luz vi la cerradura, pero poco importó para mí. Tomé algo de distancia y corrí directamente hacia la pieza de madera, embistiéndola y tirándola abajo.

Unos ojos rojos al borde de las lágrimas y un rostro cansado, empapado en sudor y  mal herido fue lo único que pude ver. Todo su pecho estaba desgarrado y la sangre caía hasta sus piernas desnudas, su cuello sangraba de igual forma y apenas podía mantenerse en pie. Luego me topé con la mirada dorada de Stayne, sosteniendo el látigo con filosos trozos de vidrio en sus puntas. No podría expresar lo que sentí en ese momento aunque tuviese el vocabulario más resuelto escapando de mí boca. Simplemente sentí toda la sangre de mi cuerpo ardiendo y quemándome las venas mientras un nuevo sentimiento comenzaba a apoderarse de mí y a llenarme por completo.

Sentí ganas de matarle.
 
                                                                                                         (*     *     *)


- ¡Miren a quién tenemos aquí!-Exclamó Stayne con notable sarcasmo en su voz.Levanté la cabeza y pude ver a Ángelo al otro lado de la puerta, pero por algún motivo sentí un escalofrío al ver esos bellos ojos azules como el cielo resplandeciendo de ira.

- ¡El pequeño Ángelo Lidd…!- La boca de Stayne calló de pronto. Ángelo había corrido hacia él y lo había embestido brutalmente y posándose sobre él había comenzado a golpearle en la cara y en el estómago. Los brazos del pelinegro intentaron defenderse pero era tanto el ímpetu que ejercía Ángelo sobre él que apenas podía zafarse. Intentó levantarse pero el ojiazul tomó su cabeza con ambas manos y comenzó a azotarla contra el piso.

- Ángelo…- Musité apenas, sorprendido y aterrado ante la nueva faceta de mí amigo. Sus ojos brillaban con resplandeciente malicia, semejante a la de Stayne cuando me azotaba, las pupilas azules estaban vacías y no había expresión alguna en ellas.

- Ángelo detent…-  La cabeza de Stayne había comenzado a sangrar considerablemente e intentaba sostener los brazos del ojiazul sin éxito alguno, que seguía estrellando el cuerpo del pelinegro contra el suelo. Solo se detuvo para volver a golpearle en el estómago, tan brutalmente que incluso pude escuchar como algunas de sus costillas se quebraban.

Los golpes seguían y seguían retumbando en mis oídos y comencé a sentir compasión por el cuerpo que estaba bajo Ángelo. Sus brazos ya habían dejado de forcejear y se movía solamente cuando él lo azotaba nuevamente o le golpeaba, me asusté, había quedado inconsciente.

- ¡Detente por favor!- Grité exasperado. Mi voz pareció entrar en él y le hizo reaccionar cómo si hubiese despertado de un profundo trance. El color y la luz volvieron a sus ojos que se quedaron mirando asustados el cuerpo de Stayne, mientras llevaba las manos al frente y las veía llenas de sangre, sorprendido.

- Agate…- Musitó levantándose rápidamente y dirigiéndose hacia mí corriendo aun en un notable estado de shock, suspiré.

- Perdóname, Agate- Dijo desatando las cadenas de mis brazos y piernas, por fin estaba libre.

- ¿Cómo lograste llegar tan rápido?- Bromeé mientras dejaba caer mi cuerpo sobre el pecho de Ángelo.

- Esmeralda me ayudó- Me sobrecogí en un escalofrío e intenté procesar lo que me acababa de decir.

- ¿Esmeralda… la criada?- Pregunté dificultosamente apartando la sangre de mis labios.

- Si- Sonrió. No quise decirle en ese momento, aunque supuse que ya lo sabía. Esmeralda había muerto, hace ya mucho tiempo.

-¿Agate? - Su voz se escuchaba cada vez más lejana, sentí sus brazos cálidos abrazarme y de alguna forma, me sentí protegido.

- ¡Agate estás ardiendo!- Exclamó sorprendido mientras besaba mi frente. Luego se deprendió de su abrigo y lo puso sobre mí, para volver a tomarme entre sus brazos que de alguna forma calmaban los escalofríos que estaba sintiendo. Sentí como suavemente y con algo de dificultad me levantó en sus brazos y me llevó hasta la puerta, dirigí una mirada hacia el pasillo. Cheshire y los demás se acercaban corriendo, jamás había estado tan feliz de verlos.

- Gracias, Ángelo- Logré musitar mientras sentía cómo mi cabeza era cubierta por un manto negro. Lo último que vi fueron sus ojos azulados cubiertos de un velo transparente, como si las lágrimas estuviesen a punto de resbalar de sus mejillas, y bajo ellos la sonrisa blanca y pura que tanto me gustaba y que había extrañado tanto. Luego el cansancio me tomó por presa y por más que intentaba mantenerme consiente no lo lograba, su voz y su sonrisa se alejaban cada vez más de mí.

Hasta que todo se volvió completamente oscuro. 

Notas finales:

¿Les gustó? Creo que Ángelo es un poco yandere xD se puso como Shion cuando le tocan a su Nezumi (N.6 AMO esa serie! ♥)

Apuesto que sí se esperaban la sorpresita de Ángelo y su mami  xDD e.e

Tengo un leve problema con quién es el uke y quién es el seme en esta relación ¿Qué creen ustedes? Yo diría simplemente que ambos son sukes ._.


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