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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aw ! aquí un nuevo capítulo. Sé que me he demorado en actualizar pero recíen he tenido tiempo para entrar, los exámenes me consumen u.u Aprovechó de subir este capítulo por que la próxima semana también se viene llena de pruebas e__e 

Espero que les guste! n_n 

Ya saben, cualquier error por muy OBVIO que sea háganmelo saber 

Por fin sabremos como es Emma! :P Adjunto una imagen. 

Emma (Model: ScaryMissMary https://www.facebook.com/pages/ScaryMissMary/332699023459510  Photo: Lycilia-Art https://www.facebook.com/lycilia.art)

Eso n_n 

Gracias por leer! Saludooos


¡Crash!

El estruendo de un ventanal quebrándose y el grito de una bala entrando e incrustándose en la pared nos despertó de pronto. Agate tomó mi mano y me arrastró fuera de la cama, cogí mis pantalones, imitándole, mientras avanzábamos hacia la puerta. Todo sucedió tan rápido que apenas pude verlo. De pronto, las voces angustiadas de mujeres y niños comenzaron a colarse en la habitación, afuera el ruido de mosquetes, sables y cadenas lo inundaban todo.

Sujetó mi mano con más fuerza y salimos hacia el pasillo. Una extraña sensación de tensión llenaba todos los rincones, un escándalo se comenzó a dar en las afueras del orfanato. El rechino furioso de los caballos negros galopando y sus  jinetes enajenados, sedientos de sangre me hizo temblar. El vidrio de otra ventana cayó al piso, no tenía que adivinarlo. Estábamos siendo atacados.

Comenzamos a correr hacia la habitación de Emma, en el camino pude ver las puertas de las habitaciones abiertas y los niños con ojos temblorosos y horrorizados escapando de ellas.

- ¡Ángelo!- La voz raspada de Ellen nos obligó a detener. Su respiración parecía agitada y sus hermosos ojos azulados como el mar me miraban con miedo. Tras él, temblando, se encontraban alrededor de diez niños que estaban a su cuidado.

- Ellen…-

- ¿Qué demonios está pasando?-

- ¡Chicos!-
La voz de Emma entraba de pronto. Caminaba apresurada hacia nosotros mientras acomodaba nerviosamente la toca que cubría su cabello. Miró a los niños tras el castaño y luego nos miró a nosotros, dirigió una mirada de reproche cuando vio que Agate y yo no vestíamos camisas.

- Ellen, Ángelo-  Comenzó a decir con aquel tono autoritario al cual no podía evitar obedecer.

- ¿Si?- Respondimos al unísono.

- Lleven a los niños al sótano bajo el orfanato-

- Agate, ven conmigo y ayúdame a cubrir las puertas-
Terminó tomando el brazo del peliblanco y arrastrándolo junto a él, sus pupilas carmines se clavaron en las mías un segundo antes de que desapareciesen por el pasillo y una mirada cómplice cruzó entre nosotros.

- ¡Apresúrate!- La voz del castaño nuevamente captaba toda mi atención. Sin darme cuenta me había quedado mirando el pasillo por el cual Agate y Emma habían desaparecido. Despertando de mi letargo comencé a llamar a todas las habitaciones y a agrupar a los niños que dormían aún en ellas, Ellen hacía lo mismo, nerviosos, ansiosos ambos corríamos de habitación en habitación, lo más rápido que podíamos. En menos de cinco minutos ya habíamos reunido a una cincuentena de niños, afilados y agrupados en grupos de diez. Comenzamos a avanzar hacia las escaleras que nos dirigirían al sótano, mientras seguíamos llamando a las puertas y reclutando a más pequeños que sin entender demasiado lo que estaba sucediendo solo atinaban a seguirnos, temblorosos y con el miedo a flor de piel.


                                                                               (*   *   *)

La puerta estaba casi agrietada cuando acudimos a repararla, por suerte no tardamos en encontrar los bloques de madera que nos serviría para retener a los soldados de la Reina por algo más de tiempo. Podía ver las manos de Emma temblar mientras clavaba la madera a la resistente puerta de roble, mientras tanto yo hacía lo mismo con las ventanas.

Un ruido me hizo reaccionar como un felino. Tres hombres habían entrado y se dirigían directamente hacia mí, uno llevaba un sable mientras el otro portaba un mosquete,  me estremecí al darme cuenta que apuntaba directamente hacia mi rostro y de un salto me aparté y pude salvar de la bala que se estrelló contra la ventana que había estado parchando, destruyendo toda la madera que había alcanzado a poner sobre ella. Nuevamente dirigió el arma hacia mí, estaba dispuesto a matarme y esto me agitó de sobremanera, seguramente la Reina estaba detrás de esto, seguramente también los soldados tenían órdenes de asesinar a Ángelo, sobre todo ahora, que sabía que él era el hijo de la Reina Blanca. Sonreí ante la idea de que mi madre tuviese miedo de que Ángelo reclamara su puesto.

Se escuchó nuevamente el chillido del hierro y la bala disparó directamente contra mí, intenté zafar esta vez pero no lo logré del todo,  el proyectil rozó con la parte superior de mi hombro izquierdo. Sentí una punzada y luego un profundo dolor que por un momento me paralizó.

- ¡Agate! - Emma intentó correr hacia mí, pero la detuve esbozando una amplia sonrisa. La bala tan solo había rozado, no había penetrado por completo en el músculo.


                                                                                                         (*   *   *)

- ¿Ángelo?-
Un escalofrío corriendo por todo mi cuerpo hizo detener mis pasos. Mi corazón aceleró de pronto y un viento helado corrió por mi espalda. Ellen me miraba atentamente, esperando mi respuesta, nervioso mientras se llevaba un pitillo a la boca y fumaba compulsivamente.

- Yo…- Ni siquiera yo sabía que era lo que había sucedido. Me percaté de lo que estaba haciendo y le aparté el cigarrillo de un golpe y se lo tiré al suelo. Dirigió una mirada fulminante hacia mí.

- Lo siento- Atiné tan solo a disculparme irónicamente y a seguir nuestro camino. Ya estábamos a punto de llegar al sótano. Diana y los chicos que habíamos encontrado junto a los rosales de la Reina se encontraban con nosotros y todo los niños del orfanato ya estaban encaminándose en fila para resguardarse. Descendimos por la última escalera y junto a la ayuda del castaño abrimos la gran puerta de madera vieja, lo suficientemente gruesa como para resistir el ataque de unos diez hombres. Los brazos de la gran habitación se abrieron, estaba algo sucia pero era suficiente como para refugiarnos a todos, luego de cerrar nuevamente las puertas lo ocultaríamos bajo una cortina negra, esperando que la oscuridad del pasillo donde se encontraba su entrada sirviera para ocultarla.

Los casi ciento cincuenta niños se encontraban ya adentro, cuando un estruendo resonó en todo el lugar. A lo lejos, pero no lo suficiente como me hubiese gustado, se escuchó el sonido de una bala impactando en alguna parte, seguido de un grito, seguido de otras dos balas.

Me estremecí al darme cuenta que la voz desgarradora era de Emma.

El eco del disparo pareció retumbar aun segundos después de ser ejecutado. En las murallas del sótano entró con mayor fuerza, haciendo que todo quedase en un completo silencio. Por algunos segundos quedé paralizado, razonando lo que acababa de oír, habían disparado, Emma había gritado, Emma estaba junto a…

-¡Agate!- Rompí el silencio con un desesperado grito. Los nervios entraron directamente en mi estómago y sentí como se revolvía y cómo mi corazón comenzó a latir aceleradamente ¡Agate estaba junto a Emma! De pronto me quede sin aire, era como si simplemente no quisiese pasar hasta mis pulmones. En el orfanato no había armas, el disparo vino de los soldados de la Reina. Automáticamente me dirigí hacia la puerta y me apresuré en abrirla.

-Espera…- Ellen tomó mi mano y la sostuvo con fuerza. El cabello cayó por su cara y sombreó sus ojos azules, volviéndolos más oscuros de lo que eran. Su voz temblaba y sonaba más rasposa de lo normal.

-No vayas, morirás allá afuera- Musitó apenas y me pareció estar frente a un niño pequeño. Quité mi mano de la puerta y la dirigí hasta él para levantar su mentón, lo tomé con cuidado y me encontré frente a frente con el océano que escapaba de sus ojos que parecían algo acuosos. Sonreí

-Vamos a estar bien- Intenté calmarlo. No me había dado cuenta, pero Ellen era mucho más frágil de lo que pensaba, desde que llegó al orfanato del obispo le vi como un chico duro, difícil de llevar, pero me había dado cuenta que era exactamente lo contrario.

Sus ojos se agudizaron un poco y un hilo tenso pareció esparcir de ellos y llegar hasta los míos. Tomó la mano que sostenía su mentón y la jaló, obligándome a acercarme a él. Rodeó mis caderas con fuerza y posó su cabeza sobre mi hombro en un abrazo.

- Yo lo único que quiero…- Comenzó con voz notablemente más baja –Es que tú estés bien- No sé por qué pero sus palabras hondaron en mí causándome un escalofrío y aumentando los nervios que había estado sintiendo. Sin que me diera cuenta sus manos cambiaron y apresaron mis brazos con ímpetu.

-Ellen ten cuidado, me estás lastiman…- Intenté decir, pero mis palabras fueron calladas por la boca del castaño sobre la mía. Dirigió sus labios hasta mí de pronto y no pude evitarlo, estaban cálidos y para mi sorpresa sabían dulces ¿Qué demonios era lo que fumaba? ¿Chocolate?

Intenté apartarlo de mí  pero sus manos presionaban con fuerza  y por unos momentos cedí ante los expertos labios que me estaban ahogando en una dulce humedad. Cerré los ojos y mis manos cayeron, rindiéndome.

- N… ¡No!-  Me aparté bruscamente, reaccionando, mucho más nervioso que antes, y sentí como mi rostro se enrojecía. Sus ojos azules se cruzaron con los míos y se abrieron sorprendidos, como si acabase de darse cuenta de lo que había hecho, llevó las manos a su boca y dio un paso hacia atrás, mirando hacia donde estaban los niños, por suerte el arrinconado y elevado lugar donde se encontraba la puerta nos ponía fuera del alcance de ellos.

-Á…Ángelo- Balbuceó nervioso mientras sus mejillas se pintaban rojas como un par de manzanas.

- Y…Yo. Lo siento- Sus ojos miraban hacia el piso nerviosamente mientras sus manos comenzaron a temblar. Tomé una de ellas y la presioné con fuerza.

- Está bien- Le dije llevando su mano junto a la mía al centro de mi pecho. Por un momento sentí miedo de que él sintiese los latidos de mi corazón al borde de un ataque cardiaco. Sonreí nuevamente intentando hacer caso omiso a lo que acababa de pasar.

-Quédate con los niños. Yo iré a ver qué sucede afuera-   Asintió con la cabeza demasiado avergonzado como para intentar contradecirme. Lo solté y atravesé rápidamente la puerta.

Tan pronto como cerré el fuerte tras mis espaldas, comencé a correr. Había una afonía molesta que producía eco en mis pasos. Ya no había vuelto a escuchar disparos y esto en cierto modo me asustaba, no escuchaba ningún ruido salvo mi agitada respiración que aceleró tan rápido en cuanto recordé que Agate estaba allí afuera. Un sinfín de pensamientos e imágenes llegaban hasta mí y atravesaban mi cabeza como un relámpago, el caos me gobernaba, todo había sido demasiado confuso. El ataque, los disparos, el beso de Ellen, nuevamente la vida de Agate corría peligro, esto era demasiado para mí.

Subí las escaleras y llegué al pasillo. -Las puertas-, pensé recordando el último lugar que le oí nombrar a Emma, comencé a correr por el pasillo principal, ahora completamente vacío, como si un huracán hubiese pasado por ahí y doble en una esquina que me dirigiría hacia las puertas. Antes de llegar al salón pude sentir los sollozos de una mujer ¡Era Emma!

Me quedé pasmado unos segundos antes de llegar hasta donde se encontraban ellos, ella estaba llorando y no oía la voz de Agate. Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí como mi corazón se detuvo y un nudo en la garganta me impidió respirar. Imaginé lo peor, imaginé que Agate había muerto, que le habían disparado y Emma lloraba junto a su cuerpo sin vida. Tragué saliva y di un paso hacia delante, debía verlo con mis propios ojos.

Pero lo que vi fue peor de lo que imaginé.

Me encontré frente a frente con la imagen de una mujer desnuda. Las muñecas pálidas delicadas se encontraban atadas y las piernas perfectas, entreabiertas. El abdomen plano y los pechos redondos  y voluptuosos como dos dulces frutas temblaban en sacudidas por el miedo. Los ojos se ahogaban en un mar de lágrimas que resbalaban por sus mejillas golpeadas. La toca que cubría su cabello seguía ahí, si no la hubiese visto en su lugar habría jurado que Emma no era la mujer que tenía frente a mis ojos. Dos hombres manoseaban sus pechos y lo estrujaban como si fuesen limones y un tercero se aproximaba hacia ella y se posaba entre sus piernas. Di una rápida mirada hacia su lado, Agate estaba en el piso forcejeando, amarrado de manos y pies mientras un pedazo de camisa le cubría la boca, su pecho y hombros estaban empapados en sangre. Dirigió sus ojos hacia mí, estaban asustados y llenos de rabia y lloraban como los de Emma, las pupilas carmesí me miraron temblorosas, pidiéndome ayuda. Pero no respondí esta mirada, ya estaba corriendo hacia ellos. Mis pasos no parecieron alertar a los hombres que estaban tan enloquecidos en el placer que simplemente no pudieron escucharme. El que estaba entre sus piernas tomó impulso para entrar en ella, pero llegue antes de eso y lo tomé por los hombros mientras le quitaba su espada y lo lancé lejos.

Miré el rostro destrozado de Emma y el brillo de sus ojos apagados por la humillación y sentí como la sangre comenzó a hervir dentro de mí y la ira se apoderó por completo de mi cuerpo. No dudé un segundo en apuñalar al primer hombre y clavé la espada directamente en su corazón. La aparté al instante viendo como la sangre esparcía desde su pecho mientras que el otro soldado se apartaba bruscamente, asustado y elevaba las manos. Pero en un arrebato de furia levanté la espada nuevamente y la dirigí a su cuello. Sentí como el filo comenzó entrando en su piel y desgarrando sus músculos, los nervios se rompían y los escuchaba crujir. Vi su rostro y sonreí ampliamente ante su dolor, cierto placer me envolvió cuando su grito desesperado se enmudeció al pasar la hoja de la espada por su garganta y destrozarla en un solo movimiento, un río de sangre comenzó a salpicar y a saltar por todas partes, manchando mi rostro y mi pecho. Empujé con más fuerza para terminar de atravesarle, hasta cortarle la cabeza.     

Tomé la cabeza que había caído al piso y la lancé hacia el tipo que aún estaba tirado en el suelo. Se sobresaltó al ver el rostro de su compañero cubierto de sangre y sin cuerpo que lo sujetase y un grito ahogado escapó de sus labios. Corrí hasta él antes de que pudiese levantarse y lo tomé por el cabello. Intentó resistirse pero el miedo lo paralizaba, elevé su cabeza del suelo y la choqué contra la cerámica dura, sentí un quejido pidiendo clemencia pero mis oídos ensordecieron ante él, levanté nuevamente su cabeza y la volví a estrellar, como una saco de frutas rompiéndose contra el concreto, dejando la primera mancha de sangre en el suelo, luego volví a hacerlo, otra vez y otra vez y otra vez. Hasta que dejé de escuchar sus gritos y oí el dulce sonar de su cráneo quebrándose en mil pedazos, como una bola de cristal.

Di media vuelta y me dirigí hasta Emma que seguía temblando y aterrada se encogía en un rincón. Solo entonces me di cuenta ¡Había matado brutalmente a esos tres hombres! Pasé a su lado sin mirarle, era mejor que se calmara antes de desatarla. Me dirigí hacia Agate que se veía mucho más tranquilo y le quité lo que le cubría la boca.

- ¡Gracias! ¡Gracias!- Repitió con la voz apagada y la respiración entre cortada y cansada. Le desaté los pies y luego las manos y pude sentir como estas estaban mucho más frías de lo normal, estaban temblando y sudaban frío. Su cuerpo entero parecía estar congelado. La sangre seguía escapando de su hombro y esto me asustó de sobremanera. Tomé una de las camisas de los soldados y le envolví la herida con ella, parecía estar en muy mal estado pero esperaba que eso retuviera un poco el sangrado. Le ayudé a ponerse de pie.

- ¿Estás bien?- Pregunté torpemente mientras terminaba de reincorporarse, definitivamente no lo estaba. Sus ojos se iluminaron y esbozó una dulce sonrisa.

-He estado mejor- Bromeó dirigiéndose hacia mí y estrechándome en un abrazo. Sus brazos, aun cansados y temblorosos seguían pareciendo fuertes y me ataban a su cuerpo frío, me apoyé en el hombro que no estaba herido y suspiré, aliviado de que Agate estuviese bien. Todo esto había sido demasiado rápido  y apenas mi cabeza podía procesarlo. Rodeé su cintura con mis manos que habían comenzado a temblar de miedo.

- Pensé que…Pensé que tú…- Intenté musitar pero su dedo índice se apresuró a sellar mis labios, seguido de su boca que se dirigió y rozó la mía con suavidad y ternura, besándome. Sentí mi alma volviendo al cuerpo en ese beso y lágrimas de felicidad estuvieron a punto de escapar por mis ojos.

- Ve con ella- Susurró alejándose lentamente de mí y volviéndome a la realidad. Asentí con la cabeza y me dirigí hacia Emma. Parecía ahora más tranquila, demasiado quizá. Sus ojos seguían apagados y una mueca de desesperada seriedad le cubría el rostro.

- Lo siento, Emma- Me disculpé desatando sus muñecas. No respondió. Por un momento llegué a pensar que estaba muerta. Me sentí infinitamente culpable, quizás si hubiese llegado antes habría evitado todo esto, la Emma que yo conocía ya no estaba, había sido devorada por los bastardos a los que hacía poco les había quitado la vida. Las lágrimas secas manchaban su rostro demacrado, no de golpes si no angustia, el rostro de la humillación, el de la inocencia robada, el de un alma completamente destrozada.

En silencio me dirigí a sus pies desnudos y comencé a desatarlos con delicadeza. Agate tomó la ropa de Emma y comenzó a vestirla, ella se dejaba manejar como una marioneta sin voluntad. Sus ojos parecían los de una muleca de porcelana, sin luz, tristes, muertos. En ese momento un estruendo envolvió todo el lugar. La puerta había caído y los guardias junto a la Reina entraban de pronto.

- ¡No puede ser!- Escuché  exclamar a una voz demasiado conocida ya para mí, que me hizo estremecer y sentir el miedo floreciendo desde mis entrañas. No, no era la voz de la Reina, tampoco era la de Stayne. Era mi tío quien se acercaba hacia nosotros junto a los guardias. Emma pareció reaccionar y los azulados ojos asustados miraron hacia la figura oscura, conteniendo un grito.

- ¿Raphael? - Musitó la ojiazul con la voz quebrada, mientras las lágrimas volvían a cubrir sus ojos. La miré atónito ¿Cómo sabía su nombre?

El hombre hizo un gesto a los guardias para que se quedasen atrás. Se dirigió hacia nosotros y yo me interpuse entre él y Emma.

- ¿¡Qué haces semidesnudo junto a esta mujer!?-  Exclamó furioso dirigiéndose a mí e intentando darme un puñetazo.

- ¿Qué demonios tienes?- Exclamé furioso lanzándome contra a él.  Pero me detuvo con la fuerza de sus brazos y me arrojó hacia un lado. Agate intentó interponerse pero basto un certero golpe en la mejilla para derribarlo, estaba demasiado débil y el afán por acercarse a la mujer parecía ser superior a cualquier cosa.

- ¿Qué haces tú aquí?- Preguntó con maliciosa sonrisa llegando hasta ella y tomándola por la toca.

- ¡Qué haces, infeliz!- Me puse de pie y corrí hasta ellos. Antes de llegar me hizo un gesto para que me detuviera.

No tuvo que decir nada más. Jaló la toca que cubría el cabello de Emma  y una larga cabellera negra rizada cayó hasta más abajo de sus pechos. Mis ojos se cruzaron con los de ella y sentí como si hubiesen puesto un espejo frente a mí ¡Cómo diablos no me había dado cuenta! Su piel, sus ojos, su cabello ¡Ahora entendía todo! Un dolor de cabeza me atravesó.

- Puedes disfrazarte y vestirte humildemente  e incluso cubrirte como una monja- Dijo mi tío en un tono maliciosos dirigiéndose hacia ella –Pero no podría olvidar esos ojos- Tomó su rostro con brutalidad y lo levantó hacia mí.

- Deberías enorgullecerte. Tu hijo los heredo de ti, Alice-

Me estremecí al escucharlo, esta frase lo confirmaba todo. Las pupilas color cielo me miraron sorprendidas, atónitas, mientras las lágrimas comenzaban nuevamente a resbalar sin cuidado por sus mejillas.

- Di…Di…Dijiste- Balbuceó sin despegar su mirada de mí.

- ¡Se lo que dije!- Exclamó en su oído con voz ronca -¡Dije que había muerto!-  Caí arrodillado al piso, pasmado, demasiado como para poder moverme. Una sonrisa malvada asomó por su rostro. Clavó sus ojos en mí.

- Lo mismo le dije a él…-

- ¡Maldito! ¿¡Cómo pudiste!?-
La voz de Agate irrumpía de pronto. Había corrido hacia el obispo y lo había embestido en una tacleada. Levantó el brazo y comenzó a golpearle en la cara. Corrí hasta Emma.

- T…Tú- Tomó mi rostro temblorosamente. –Yo creí que estabas…-  Sus ojos llorosos volvieron a iluminarse como antes y una sonrisa nerviosa asomó por su rostro. No pude corresponderla, estaba demasiado aturdido aún como para reaccionar. Solo atiné a tomar la mano que había dirigido hacia mi rostro y acariciarla.

- ¡Guardias! ¡Guardias!-  Una treintena de hombres que habían estado a la espera se dirigieron hacia nosotros. El obispo zafó del peliblanco y corrió hacia la protección de la Guardia Real. Sin apartarme de Emma tomé de un brazo a Agate y lo tiré hacia mí.

- Es mejor que dejes de luchar- Le aconsejé. Estábamos completamente rodeados ahora. El peliblanco tomó mi mano con fuerza y una mirada cómplice se cruzó entre ambos.

- Llevadlos a mis calabozos-  La reina se había pronunciado y hacía su aparición de pronto. Una sonrisa escapó de sus labios cuando vio el rostro de Emma. Apreté la mano de Agate con fuerza intentando ocultar mi temblor, estaba aterrado. Los brazos de la pelinegra se aferraron a mí por el otro lado.

- Todo va a estar bien- Intenté calmarle. -… ¡Hey! ¡¿Qué haces?!- Uno de los guardias había golpeado a Emma con el mango de la espada en la cabeza.

- ¡¿Qué?! ¿Quién demonios te crees?- Intenté levantarme, pero fui detenido por un fuerte golpe que me azotó por completo y me tiró nuevamente el suelo, me habían golpeado en la nuca, caí y mis ojos se cerraron por si solos, cayendo a los abismos de la inconciencia. 

Notas finales:

Lo de Emma muchos se lo esperaban (sobre todo la pitonisa ChechuFugoshi xd) Ángelo debería sentirse mal por mirar tan lujoriosamente a su madre e.e xD

Hacer o no hacer un triángulo amoroso ¡He ahí el dilema e.e! Dejo lo de Ellen y Ángelo en solamente un beso impulsivo? Deberían haber más :o Aw! no sé!

¿Qué creen?


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