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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aquí otro capítulo :D Aquí acaban las presentaciones y en el proximo comienza la acción asdasdas u3u 

Espero que les guste, es algo corto pero no he tenido tiempo de escribir más. Saluudos! :3

Si notan algún error háganmelo saber

Gracias por leer <3

Un ruido nos alertó, el grito de algunos hombres que se habían adentrado en los rápidos fue suficiente para espantarnos como un par de gatos. Los ojos del peliblanco se abrieron como platos, sorprendidos. Con una rapidez sorprendente se puso de pie y tomó la bolsa con las joyas y luego tomó mi mano.

-Vámonos- Insinuó en casi un susurro. Intenté zafarme de su mano con un notable sonrojo en mis mejillas pero la determinación con la que me tomaba me hizo rendirme. Me dejé arrastrar por él entre unos montes con frondosos árboles. Vimos como los guardias de la Reina llegaron hasta la embarcación a medio destruir y descendieron de las suyas para emprender nuestra búsqueda.

- ¿A…A dónde vamos?- Susurré nervioso mientras sentía los pasos al unísono sobre la tierra seca de los guardias reales que se apresuraban en alcanzarnos. Por suerte aún no nos habían visto, pero podía sentirlos, casi pegados a nuestra sombra, ansiosos por saltar sobre nosotros.

-Shhh- Ordenó mientras llevaba el dedo índice a sus labios, callé inmediatamente. Corríamos entre los árboles casi sin sentido alguno ¿A dónde demonios nos estábamos dirigiendo? Yo solo me dejé llevar y moví mis piernas con la mayor velocidad  posible. Sentía el paso frenético de los militares, algunos a caballo, corriendo tras nosotros. Estaba nervioso, jodidamente nervioso, el sudor resbalaba por mi frente y mis manos, la respiración entre cortada, el miedo latente justo en medio del pecho, mi corazón parecía estar a punto de estallar ¡Si nos atrapaban estábamos perdidos! Casi veía ya la aterradora imagen de mi cabeza mutilada en el piso, bajo el zapato dorado de la Reina Roja ¡Demonios, demonios! ¿Cómo acabé aquí?

-¡Aquí es!- Exclamó en voz baja con inusual emoción. Pero no veía nada, de pronto, sentí un tirón fuerte que me arrastró hasta el piso y me hizo caer, pero no contra el suelo precisamente, cerré los ojos ¡Estaba cayendo y seguía cayendo! Los volví a abrir y quedé estupefacto ¿Cómo poder explicar lo que vi allí? Estábamos cayendo en una especie de hoyo, pero no cualquier agujero, este parecía estar construido a propósito. Estaba oscuro y seguía sintiendo cómo el roce del viento producto de la velocidad a la que descendíamos raspaba y dañaba mis mejillas. El chico de ojos carmesí aún no soltaba mi mano y parecía tomarla con más fuerza, comenzaba a acostumbrarme al tacto de su piel que parecía cobrar calor cada vez que tocaba la mía.

- Con cuidado- Dijo y sentí como en el aire me tomó entre sus brazos y me arrastró junto a él hacia la derecha, cerré los ojos nuevamente, era momento de estrellarnos.

Pero no ocurrió nada.

Los volví a abrir tan solo cuando sentí la suavidad de lo que parecía ¿Una hoja? Sí, una hoja ¡Habíamos aterrizado sobre una gran hoja de árbol! Estaba impactado, jamás había visto planta semejante. Miré hacia arriba, una pequeña luz iluminaba en lo alto el pequeño orificio, apenas si habíamos entrado por ahí. Me volví hacia el chico que tenía a mi lado, nervioso.

- E…Ellos nos encontrarán-

- No lo harán- Dijo en un tono seco casi interrumpiendo mi frase, la seguridad de sus palabras me impresionó de sobremanera e hizo que se me erizará la piel. Miré a mí alrededor ¿Dónde estábamos? Iba a preguntar pero sentí como su mano me tomaba nuevamente y me ayudaba a bajar de la hoja gigante y luego me arrastraba entre penumbras. A tientas caminaba yo tomado de su mano, como un ciego siendo ayudado por algún buen samaritano. Él se movía como si ya conociese el camino de memoria y la habilidad para hacerlo me asombraba, incluso si estábamos sumergidos en la más completa oscuridad jamás le escuché dar un paso en falso. Seguramente había realizado este viaje más de una vez.

Poco a poco comencé a ver nuevamente la luz del sol asomando por lo que parecía ser el fin de una cueva, habíamos estado dentro de una todo el tiempo ¡Estaba asombrado ¿Acaso estábamos dentro de una ciudad subterránea? ¡Pero eso no tenía sentido! Podía ver la luz del sol incandescente que súbitamente entraba en mis ojos y me obligaba a tapar la mirada con el antebrazo.

-¡Bienvenido al País de las Maravillas!- Sonrió irónico mientras hacía un gesto con los brazos, como mostrándome el lugar. ¿Maravilloso? ¡Eso debió ser una broma! A pesar de que los brazos del sol se colaban con gracia entre las nubes, la oscuridad del lugar era notablemente visible. Gris, el gris reinaba entre las calles y los edificios maltrechos que apenas podían mantenerse en pie y una niebla densa parecía cubrirlo todo. Las casas estaban hechas de adobe y eran invadidas por enredaderas, plantas y árboles extraños que nunca había visto, la vegetación era lo único que parecía darle vida a la pequeña ciudad. La gente apenas vestía algunos trapos y ropas maltratadas, jamás me había sentido tan observado en mi vida, a pesar de vivir en un orfanato vestía decentemente gracias a mi tío, más de algún curioso se acercó más de la cuenta a intentar tocar la suavidad del pañuelo de seda que traía amarrado al cuello. Me sentía un poco asustado, este lugar era una tenebrosa mezcla entre penumbrosa pobreza y hermosa naturaleza, cómo si toda esta gente conviviera feliz con la molesta selva interponiéndose en su camino.

-Esto es…- Murmuré asombrado sin saber aún cómo expresar mi sorpresa.

-Lo sé- Susurró calmado. Su rostro había cambiado ya, se notaba tranquilo y sereno.

–Esto no es lo que acostumbras a ver ¿Cierto?- Yo asentí con la con la cabeza mientras  mis ojos se agrandaban como platos.

-¡Dios mío!- Exclamé boquiabierto. Una mujer, de unos cincuenta años se encontraba en una esquina jugando cartas con una joven embaraza. Por el diseño de las cartas supe que no era cualquier baraja, esa mujer tiraba las cartas del tarot, juego adivinatorio prohibido y condenado por la Inquisición, asociado a la brujería.

-¡Encarcelarán a esa mujer!- Exclamé asustado mientras me dirigía hacia ella, mi compañero me tomó del brazo.

- Tranquilízate- Dijo con tono molesto mientras clavaba sus pupilas en las mías. –Tus leyes no son respetadas aquí- Hizo un gesto para que mirara a mí alrededor.

Pude observar como muchas otras personas hacían lo mismo y otras ofrecían extrañas medicinas naturales para curar enfermedades. Vi a un grupo de judíos pasearse orgullosos por las calles mientras hablaban amistosamente con una pareja de gitanos ¿Cómo estos hombres podían caminar sin miedo? Dos hombres se acercaron a nosotros mientras hablaban con términos que no lograba comprender del todo.

-Buenos días Agate…- Uno de ellos se aproximó más rápido y sonriente estrechó la mano del peliblanco. Era joven pero su mirada expresaba una madures sorprendente, el cabello oscuro caía por su frente y tras las orejas hasta los hombros y sus ojos negros miraban dulcemente a mi compañero.

- Buenos días Nicholas – Le vi sonreír mientras sus ojos carmesí empequeñecían producto de la presión de los pálidos pómulos sobre ellos. El pelinegro dirigió una mirada hacia mí.

- Buenos días, niño- Sonrió. Devolví la sonrisa un poco molesto ¿¡Me había llamado niño!? ¡Pero yo ya tenía dieciséis años! Bufé hacia un lado.

Hablaron unos minutos y luego se despidieron y Nicholas y su acompañante siguieron su camino. Les observé por un momento, ellos parecían demasiado cercanos como para ser dos amigos que tan solo iban hablando.

- Él es Nicholas Copérnico- Sonrió mientras les veía alejarse en el horizonte –Y su amante…- Dirigió una mueca divertida al ver mi rostro empalideciendo de la sorpresa –Escaparon de su país por qué los iban a quemar. Por su amor y por la teoría que sostiene Nicholas-

- ¿Qué teoría?- Pregunté aun sin salir de mi asombro.

- Que la tierra gira en torno al sol- Musitó secamente ¿Qué? ¡Eso era insólito!  Incuso más incomprensible de que su amante fuera un hombre.

- Le matarán si habla de eso en público…- Susurré en su oído.

- ¿Aún no lo entiendes?- Tomó una de mis mejillas con un movimiento ágil que no pude evitar.

- ¿Qué cosa?- Pregunté un poco asustado.

-Aquí todo está permitido-

-¿Todo, todo?- Aun no entraba en mi cabeza la idea de que existiese un lugar así. Sin el mando de la Inquisición y sin el poder de la Reina.

-Todo-

- Eso no es posib…- Pero mis palabras fueron interrumpidas por él tomándome por el brazo bruscamente. Por un segundo pude ver su rostro a pocos milímetros del mío, pude sentir la frialdad de su piel a punto de rozar con la mía y su respiración sobre mis labios, a punto de ser cubiertos por los suyos. No pude evitar el escalofrío que recorrió cada centímetro de mi cuerpo al momento que su boca topó con la mía ¿Qué…Qué demonios era esto? ¡El chico que acababa de conocer me estaba besando! Mis manos temblaron levemente y sentí como una gota de sudor corrió por mi frente, estaba nervioso. Sus labios eran fríos como el hielo, pero suaves y con una tersura que me es difícil explicar con palabras. El aire comenzaba a faltar justo cuando apartó su boca rosácea de la mía.

- Incluso esto está permitido- Volvió a recalcar con fuerte acento en su voz mientras alejaba sus dedos finos de mis mejillas. Miré a mí alrededor, parecía que el único alarmado con aquel beso era yo. Un leve jadeo escapaba de mi garganta y me avergonzaba obligando a mis mejillas a ruborizarse por completo ¡Me sentí como un estúpido! Esto solo había sido una demostración.

- A…Agate-  Murmuré molesto, aun intentando controlar mis nervios. Sonrió súbitamente, como burlándose.

- ¿Qué?- Bufé más enojado aún.

- Me gusta cómo suena…-
Dijo ahora con mueca seria.

- ¿Qué cosa?- Guardó unos segundos de silencio, como si tuviese miedo de decirlo.

-Mi nombre…En tus labios- Dijo casi en un susurro mientras clavaba sus ojos sangre en los míos. Me removí en un escalofrío ¿Qué era? Algo había en este chico que me hacía estremecer.

-¡Agate!- Una voz interrumpía nuevamente, de hecho eran muchas voces gritando el nombre del peliblanco al unísono. Giré mi cabeza, cuatro niños pequeños se acercaban corriendo felices hacia nosotros. Le vi sonreír nuevamente, una sonrisa distinta, complacida, feliz. Los niños llegaron y le abrazaron al mismo tiempo, no pude evitar conmoverme con esta imagen, poco a poco la ruda fachada de Agate iba desapareciendo ante mis ojos.

- ¡Niños!- Rió mientras entre juguetones movimientos intentaba apartarlos de él.
 
-¡Pensamos que no ibas a volver!- La voz de una pequeña de unos siete años resaltaba entre las demás. Era delgada y el cabello rubio rizado caía hasta la altura de la cintura, su cara era redonda y las mejillas resaltaban rosáceas en el pálido y sucio rostro, llevaba un vestido floreado con muchos parches, como si fuese el único que tuviese. Los ojos verdosos eran grandes y unas pequeñas ojeras le cubrían, dándole un aspecto mayor al que realmente tenía. Observé a los demás chicos, todos parecían ser muy pobres.

-¿Tan poco crees en mí, Lucy?- Respondió el peliblanco haciéndose el ofendido entre carcajadas  mientras se apresuraba a entregarle a la pequeña la bolsa dónde escondía las joyas de la Reina. Me estremecí de miedo al recordar que él las había robado y que ahora nos buscaban por eso.

- Llévaselas a Emma- Le susurró al oído, ordenándole. La pequeña asintió con la cabeza y dio la orden a los demás pequeños para retirarse, en unos segundos ya se habían alejado corriendo.

Quedé mirándole por unos momentos, no entendía nada de lo que estaba pasando. Él pareció comprender y sin que se lo pidiese comenzó a explicarme.

- Verás…- Empezó en voz baja mientras dirigía su mirada al suelo –Vivo en un orfanato- Dirigió sus ojos hacia los míos, como esperando mi aprobación.

- Yo también- Musité un poco avergonzado –Así que no te preocupes por eso- Su rostro se iluminó en lo que pareció ser una pequeña sonrisa que pasó como un relámpago frente a mis ojos.

-Es por ellos que robo ¿Sabes?- Dijo mirando hacia el lugar por dónde segundos antes los niños habían desaparecido –Emma, la mujer que fundó el orfanato apenas si tiene los medios para sostenerlo- Una profunda tristeza pareció invadirle las enrojecidas pupilas –Me hubiese gustado tener una madre como ella- Balbuceó cómo si estuviese pensando en voz alta.

- ¿Qué le paso a tu madre?- Pregunté y me arrepentí en el instante  que estaba pronunciando tan desdichadas palabras, dirigió una mirada fulminante hacia mí mientras su rostro parecía oscurecerse un poco.

- No lo sé- Dijo secamente –Era una maldita- La frialdad con las que Agate se refería a su familia me llenó el cuerpo de escalofríos. Yo solo tenía buenos recuerdos de mi madre, aunque todos eran cuando apenas era un bebé. No podía imaginar qué clase de mujer podría ser  tan mala como para que él la odiase tanto.

- ¡En fin!- Intentó cambiar el tema rápidamente –Emma es cómo una madre para mí, y esos niños son cómo mis hermanos- La calma volvía a su rostro, sonreí.

¡Ya no podía juzgarlo! Agate tan solo estaba intentando mantener a los suyos con vida. Incluso si el robo era un delito que merecía la pena de muerte no pude encontrar una solución más válida para que esos niños que vi desaparecer entre las sucias calles fuesen felices.

 Reí un poco al recordar la extraña forma en la que nos conocimos horas atrás, él había dicho que era Robín Hood, y aunque solo fuese una actuación, este chico era lo más parecido a un justiciero que había visto

Notas finales:

Dejen sus review ! :3


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