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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaaaaaaa! n_n Aquí les traigo un nuevo capítulo :3
No lo he podido revisar, asi que (Si no es mucha molestia? :3) Háganme el favor de ponerle ojo a mi ortografía y redacción n_n

Como siempre ya saben que Ángelo narra con letra normal y los dialogos -En cursiva y negrita- y Agate narra en negrita y los dialogos en -Cursiva y normal-

Espero que les guste n_n

Muchas, muchas gracias por leer! (Si, tu que estas leyendo esto e_e Muchas gracias!)

Un abrazote! <3

Los pasos se aceleraron y las puertas comenzaron a sonar. De un momento a otro el ruido del caos se apoderó de todo el lugar. Una veintena de soldados había encontrado la entrada de la cueva que conducía al País de las Maravillas. No tardamos en escuchar las trompetas y los gritos avisando que una pequeña guerrilla comenzaba a darse. Salimos de la habitación apresurados, para nuestra suerte desde el ataque pasado los niños habían pasado a dormir en el sótano, estábamos bajo amenaza. Los soldados llegaron armados, afuera en el pueblo, algunos se escondían en sus casas mientras que otros intentaban darles lucha. Escuché tres disparos, tres ciudadanos habían caído, luego escuché la puerta principal del orfanato caer y el correr de los hombres, con sus armas y sus espadas.

Enseguida una gran batalla comenzó a darse en el salón principal, una escena digna de una tragedia. Los soldados irrumpieron con disparos sin discriminar  hombres de mujeres. Vi a Emma blandiendo una espada luchando con un soldado, salté como un felino hacia ella cuando vi que un segundo hombre la apuntaba con un mosquete, me interpuse entre el arma y la pelinegra y logré desviar la bala que iba dirigida directamente a su cabeza. Entonces lo supe, definitivamente la Reina buscaba matarnos, a Emma, a mí y seguramente a Agate.

Un tercer hombre me empujó súbitamente y levantó su espada contra mí, la vi descender tan rápido que solo atiné a cerrar los ojos para esperar lo peor. Pero nada ocurrió, Cheshire había llegado hasta mí y había apuñalado al hombre que estuvo a punto de matarme, en un abrir y cerrar los ojos.


Hatter y sus hombres entraban en nuestra ayuda.  

- ¿Estás bien?- El pelirrojo estiraba su mano para ayudar a levantarme.

- Si – Sonreí reincorporándome, pero mi sonrisa se esfumó rápidamente de mi rostro. Vi como cinco hombres se escabullían por el pasillo, el pasillo que iba directamente hacia la habitación de Agate.

- ¡Demonios!- Atiné a musitar y comencé a correr hacia ellos, tropecé con el cadáver de un soldado y caí al suelo, cuando volví a levantar la cabeza los hombres ya habían desaparecido de mi vista. Me puse de pie con rapidez y seguí corriendo.
 
- ¡Ángelo! ¡Espera!- Escuché la voz de Cheshire gritar antes de que desapareciese por la esquina, pero hice caso omiso a esto.

 Dentro de mí lo sabía, que esos cinco hombres se dirigían directamente hacia Agate, era de esperarse de la Reina ¡La muy maldita debía estar muy desesperada para querer asesinar a su propio hijo!

 Me asusté cuando los vi desaparecer tras la puerta de su habitación. Esforcé mis piernas al máximo para poder llegar rápidamente hasta él y prácticamente tiré la puerta abajo.

¡Lo sabía!

Un hombre levantaba un puñal contra él y estaba a punto de clavarlo directamente en su corazón. El soldado clavó los ojos negros como el más profundo de los abismos sobre mí y esbozó una molesta sonrisa de medio lado ¡Estaba atrapado! Lo apuñalaría antes de que yo pudiera moverme ¿Qué debía hacer ahora?

-Soy Ángelo Liddell…- Comencé a improvisar esperando que mi plan funcionase.

- El hijo de la Reina blanca ¿Tenían órdenes de matarme a mí también, no?- Una sonrisa más grande cruzó por el rostro moreno del soldado.

- Los hombres de Hatter llegaron a ayudarnos, tienen a sus hombres bajo control…Podría escaparme en este momento-

- Te encontraríamos de todos modos-
Dijo uno de ellos acercándose a mí, pero di un paso atrás, fingiendo que estaba a punto de darme a la fuga.

-Solo digo que, conociendo a la Reina le gustaría más que me matasen a mí primero…- No sabía qué demonios estaba diciendo, pero al parecer estaba surgiendo efecto. El moreno de ojos negros apartó súbitamente el cuchillo del pecho de Agate.

- Imaginen esto…- Comencé enumerando con los dedos –Le traen la cabeza del heredero de la Reina blanca para que la cuelgue a su pared…Y capturan a su preciado hijo, vivo, para que ella haga lo que le plazca con él…-

-Pero tenemos órdenes de matarl…-

- ¡Sé cuáles son las órdenes que tienen!-
Grité enfurecido. – P…Pero la Reina les ha ordenado eso por qué creía que su hijo sería capaz de defenderme ¡Tan solo mírenlo!- Los nervios habían comenzado a escapar de mi garganta y yo hacía todo lo posible para que no se notase - ¡Está dormido! Despertará en los brazos de su madre…Y yo estaré muerto para entonces…- Los hombres parecieron analizarlo, pensativos.

- ¿No creen que es buen regalo para esa bella mujer? ¡Los ascendería inmediatamente!-  Sus ojos se iluminaron esperanzados ¡Había dado en el clavo!

Un silencio incómodo inundó toda la habitación.

- ¡Vamos! ¡Qué esperan! ¡Atrápenlo!- Exclamó él de mayor rango clavando los ojos oscuros fulminantemente en los míos y abalanzándose súbitamente sobre mí. Había logrado mi objetivo, alejarlos de Agate, ahora debía pensar en cómo alejarlos de mí.

Crucé la puerta y comencé a correr por el pasillo, esperando desviarlos lo suficiente. Empezamos la frenética carrera, yo los sentía tras de mí, los pasos fuertes y los gritos delirantes, el sonido de las espadas topándose contra sus piernas y las amenazas cubriéndome los oídos me obligaban a correr más rápido. Era lo único que podía hacer, mientras pensaba en cómo vencerles, no podía volver con Hatter y Cheshire, seguramente ellos se darían cuenta de la trampa antes de llegar.

Me detuve súbitamente y tomé un fierro que había caído al suelo en el ataque anterior y me dispuse a luchar con ellos. El más joven se acercó ágilmente a mí e intento arrebatarme el arma, pero fui más rápido y le di un golpe en la cabeza, dejándole inconsciente. El segundo y el tercer hombre arremetieron al mismo tiempo en mi contra y me fue imposible esquivarlos, el hierro cayó al suelo de pronto y me vi asaltado por sus golpes, de patadas y puños. Sentí el crujir de algunas costillas y cómo mi estómago se encogía cada vez que una bota de cuero entraba a él. Miré de reojo, aun en el suelo al soldado de ojos negros que miraba burlescamente hacia mí, con los brazos cruzados, sonriendo.

- Pediste que te matáramos…-   Susurró y apenas pude oírle –No dijiste cómo, así que será lentamente…-

El moreno hizo un gesto para que los hombres se detuviesen, obedeciendo inmediatamente. Comenzó a acercarse a mí mientras me observaba tendido en el suelo, aun con la molesta sonrisa escapando de sus labios. Llegó hasta donde estaba y se posó sobre mí de pronto, levantando el cabello que caía por mi frente y despejando mi rostro.  

- Así que esa es…- Musitó entusiasmado tocando con la yema de sus dedos la herida aun sin cicatrizar que tenía en el ojo derecho.

- La marca de Stayne…-  Contuve la respiración al recordar cómo me había hecho esta herida, fue justo antes de que Agate cayera al limbo. Ese maldito…

Justamente eso era, me había marcado.

- Él general mismo me pidió que hiciera esto…- Dijo dirigiendo el puñal a mí ojo.

- ¡Apártate de mí!- Grité nervioso y asustado, intentando escabullirme de la fuerza de sus piernas que me mantenían completamente pegado al suelo. Hizo una seña a sus compañeros para que  me sujetaran la cabeza y las muñecas.

- ¡No lo hagas! ¡Por favor!- No quería revivir el intenso dolor que me atravesó la primera vez, pero estaba completamente perdido. Apreté los labios  con todas mis fuerzas y contuve un grito ahogado cuando el hombre había vuelto a clavar el puñal sobre la herida de mi ojo derecho, hundiendo el filo de la hoja directamente en ella y haciendo el mismo recorrido que hizo alguna vez el cuchillo de Stayne. Volví a sentir la fuerte punzada cubriéndome y el ardor alrededor de mi ojo, en mi párpado y en mi mejilla. No forcejeé más y me quedé inmóvil donde estaba, con los brazos estirados a ambos lados, esperando que el cuchillo terminara de correr, conteniendo el dolor y las lágrimas que comenzaban a amenazar con escapar. 

- ¿Crees que se ve bien así?- Preguntó sarcásticamente a uno de sus compañeros quien, entre risas asintió con la cabeza. Comencé a sentir como mi ojo derecho se inflamaba y la vista se volvía completamente borrosa, hasta que prácticamente dejé de ver por culpa de la herida y la sangre que había comenzado a brotar fuera y dentro de mi ojo, tiñendo el blancor alrededor de la pupila azulada completamente rojo.

- Ahora…Acabaré contig…- No le dejé terminar la frase. En un segundo había reaccionado y le había dado una certera patada en el estómago, para luego levantarlo con mi pierna izquierda y elevarlo por los aires, hasta estrellarlo contra el piso. Inmediatamente los otros tres hombres saltaron sobre mí, volví a tomar el fierro que antes había usado como arma y me apresuré a atravesar a uno de ellos, directamente en el corazón, en un principio sentí la dureza de su piel cediendo ante esta improvisada arma sin filo, la clavé con más fuerza y escuché las primeras fibras tensarse y quebrarse, seguido del crujir de los primeros músculos y algunos huesos, apliqué más fuerza sobre el fierro que estaba presionando contra su pecho y pude oír como lo traspasaba por completo, chocando el metal contra el suelo frío.

El hombre estaba muerto.

Intenté apartar el arma de su pecho, pero quedó atrapada, apliqué más fuerza y esta se quebró repentinamente, quedando la mitad dentro del cuerpo del soldado. Me rendí y desenfundé la espada que mantenía amarrada a su cintura para enfrentarme a los otros dos.

- ¡M...Maldito! ¿¡Cómo has podido!?- Exclamó uno de ellos, mirando horrorizado el cuerpo de su amigo que estaba en el piso. Dirigí mis ojos lánguidamente hacia él y por un momento tuve miedo de mí mismo.

 ¿Yo había hecho eso?

 El hombre yacía en el suelo, con el pecho completamente desfigurado y abierto, la sangre aún parecía escapar desenfrenadamente de él y solo era frenada por la mitad del hierro que aún se encontraba incrustado en él. Sentí mis manos temblar por un segundo.

¿En qué demonios me había convertido? ¡El Ángelo de hace un tiempo jamás había hecho algo como esto…!

- ¡Vas a pagar! ¡Bestia!- El soldado más joven acercándose furiosamente hacia mí me despertó de mis pensamientos, con suerte pude esquivarle y él cayó al suelo. Le golpeé con el mango en la cabeza para dejarle inconsciente, definitivamente no mataría nadie más.  

- No te muevas, animal-
 Bajé la guardia y el mayor me había tomado por la espalda  y ahora su cuchillo amenazaba con rebanarme el cuello. Respiré hondo, estaba atrapado.

- Debería torturarte por esto…- Dijo refiriéndose a su compañero que yacía muerto en el suelo. Definitivamente tenía razón. Sentí la presión del filo contra mi piel, a punto de atravesarme.

- ¡Pero prefiero cortarte la cabeza! – Exclamó iracundo, cerré los ojos. Escuché el sonido de la hoja entrando en la piel y atravesando los músculos rápidamente, un extraño crujir de huesos que me hizo estremecer llegó hasta mí y oí un grito desgarrador que me electrizó por completo. Abrí los ojos nuevamente, no había sido mis gritos ni había sido mi carne la que fue atravesada, el hombre caía repentinamente a un lado mío con una puñalada en la espalda, que había traspasado certeramente su corazón. Observé los ojos negros apagándose a medida que el aliento volvía vivazmente a mí.

Antes de poder voltear para observar a mi salvador sentí como alguien me embestía y me rodeaba con los brazos. Las manos frías y firmes, la respiración agitada y cálida rozando en  mi cuello, los dedos temblorosos escabulléndose entre mis ropas y aprisionándome con ímpetu. Mi corazón se aceleró al mismo tiempo que mi respiración se volvía totalmente irregular y un escalofrío me recorría de pies a cabeza, tomé una de las manos que me aprehendía y la acaricié temblorosamente. Sentí un fuerte dolor en mi ojo derecho cuando este se cubrió de lágrimas que comenzaron a resbalar sobre mis mejillas sin que yo pudiera evitarlas, pero la felicidad que estaba concibiendo en ese momento superaba cualquier dolor que podía llegar a sentir.

- Estoy aquí, Ángelo-  Susurró en mi oído con la voz algo cansada.

- A… ¡Agate!- Me volteé rápidamente y me encontré frente a frente con los ojos carmines que me miraban con preocupación y una dulzura que me embriagó completamente. Sonrió y  sentí como el alma volvía a mi cuerpo y cómo las ganas de vivir llegaban hasta mí para cubrirme. Me sentí feliz, inmensamente feliz cuando las pupilas color sangre se encontraron cómplices con las mías. Llevé mis manos temblorosas a sus mejillas.

- ¿Enserio eres tú?- Pregunté nerviosamente, mientras sentía las lágrimas quemarme el rostro ¡Aún no podía creerlo! ¡Le tenía allí, justo frente a mí! Dios, como había extrañado su sonrisa. Su piel como siempre estaba fría y tomaba calor a medida que mis dedos la rozaban.

Llevó una mano a mi mentón y lo atrajo hasta el suyo, hasta que nuestros labios se toparon en un beso. La humedad de su boca fue como estar bebiendo el elixir que me devolvía la vida que sin darme cuenta había perdido. El calor de su mano tomando la mía me arrastró hasta la realidad que había olvidado por completo en este tiempo. Rodeé su cuello con mis brazos e intenté estrechar más el espacio que había entre nosotros, intensificando el beso. Sin quererlo las lágrimas aumentaron mientras una risa nerviosa y alegre me invadía súbitamente. Separé mis labios de los suyos y luego volví a besarlos, luego me aparté y volví a topar su boca con la mía, llenándole de besos que asaltaban sus labios una y otra vez, hasta contagiarle con mi risa.

- ¿Ahora me crees?- Intentó decir en una avergonzada carcajada, mientras el rubor comenzaba a cubrir sus mejillas, asentí con la cabeza.

-Ciertamente…-  Musité perdiéndome en sus ojos ¡Definitivamente era a Agate a quién tenía frente a mí!

Volví a sentir como se aferraba mí en un abrazo.

- ¡No sabes cómo te extrañé, Ángelo!- Exclamó apoyando su cabeza en mi hombro, mientras sentía como sus manos temblaban ¿Dónde estuvo todo este tiempo?

- ¡Ángelo!- La voz de Ellen se colaba desde el fondo del pasillo.

- ¿A…Agate?- Los pasos se aceleraron para llegar hasta nosotros.

Agate cayó sobre mi hombro.

- ¡Agate! ¿Agate estás bien?- Se había desmayado. Me apresuré en levantarme e intentar tomarlo en mis brazos, pero las muñecas temblorosas y cansadas cedieron rápidamente.

- Está bien…Está bien, Ángelo- Ellen llegaba hasta mí y me quitaba al peliblanco de los brazos para tomarlo él.

- Ve por Emma y avísale que Agate despertó…- Él parecía mucho más calmado que yo –Yo lo llevaré a su habitación- 
- E…Está bien…-
Musité aun sin salir de mi asombro y me apresuré en busca de Emma.

                                                                                           (*   *   *)

 
 
Un olor profundo y algo pasoso despertó mis sentidos bruscamente, era dulce y extraño. Abrí los ojos lánguidamente, los párpados pesaban y dolían. Hace un momento…hace un momento había estado junto a Ángelo ¿Había sido todo un sueño?

- Ángelo…- Musité intentando sentarme sobre la cama, unas manos cálidas me detuvieron y me obligaron a recostarme nuevamente.

- Está bien…- Una voz conocida pero lejana inundó mis oídos  -Ángelo fue a buscar a Emma…Debe estar por llegar- Dijo con voz algo ronca. Dirigí una mirada hacia él, aún estaba algo aturdido.

-Te desmayaste…- Explicó él.

- Ellen…-  Clavé los ojos fulminantemente sobre las pupilas azuladas y oscuras que se abrieron sorprendidas al ver mí reacción.

- ¿Qué tienes, Agate?- Preguntó dándole una fumada al cigarrillo que había estado hasta ahora en su boca  y acercando su rostro levemente al mío.

Tomé el cigarrillo bruscamente y se lo aparté de la boca, tirándolo al suelo.

- ¿Qué demonios te pas…?-

- Los vi…-
Interrumpí molesto. Una extraña sensación de rabia me invadió apenas vi su rostro aparecer frente a mí.

- ¿A qué te refieres?- Me senté sobre la cama y quedé mirándole fijamente, él estaba sentado sobre una silla al lado del lecho de sábanas blancas.

- Tú y Ángelo…- Sus ojos se abrieron pasmados cuando me escuchó articular esa frase. Súbitamente me puse de pie y lo tomé por el cuello de la camisa, obligándolo a levantarse.

- Los vi…En esta misma habitación- No sabía a qué se debía está molesta sensación que había comenzado a invadirme repentinamente, pero recordarlo dolía y me molestaba.

-Hace unas horas, mientras dormía…Pude verlos…- La voz comenzaba a temblarme, apreté con más fuerza la ropa de Ellen y atraje su rostro hasta el mío.

­­- Cálmate, Agate- Intentó tranquilizarme.

- ¿¡Cuáles son tus intenciones con Ángelo!?-
Exclamé furioso.

- ¡Cálmate! ¡Maldita sea!-  Gritó con aún más fuerza que yo y me tomó por los hombros con brusquedad para arrastrarme nuevamente hacia la cama y obligarme a sentarme sobre ella. Caí sentado sobre las sábanas al notar que mis muñecas habían comenzado a temblar ¿Por qué demonios me sentía de esta forma?

Se arrodilló frente a mí para quedar a mi altura.

- Escúchame, Agate- Posó una de sus manos sobre las mías –No sé qué fue lo que viste…- Se notaba algo nervioso mientras intentaba articular la frase –Pero yo no deseo dañarte a ti, ni a Ángelo-

- Ellen, yo sé que tú…-
Yo era consciente de sus sentimientos hacia Ángelo.

- Yo solo quiero lo mejor para él, Agate-
 Contestó, interrumpiéndome y adivinando mis pensamientos.

­- Solo te pido que le cuides…- Mi corazón dejó de latir aceleradamente y comenzó a calmarse, por fin podía entender a Ellen. Los ojos azules se escondieron tras el cabello castaño y bajo él resaltaban las mejillas completamente enrojecidas, suspiré tranquilo.

- Si le llegas a hacer daño, yo…-

- Lo sé…-
Interrumpí tomando una de sus manos entre las mías.

- Te prometo que…- Intenté decir.

- ¡Ellen!-
Una voz desconocida irrumpió en la habitación repentinamente. Me puse de pie al mismo tiempo que el castaño adoptó una posición de ataque, un hombre había entrado, un soldado de la Reina.  De cuerpo atlético, fuerte y elegante, no aparentaba más de veinte años. Vestía el característico traje color rojo de la guardia real y portaba una espada que mantenía amarrada a su cintura. Estaba jadeando y parecía cansado, algo me extraño de él.

­- ¡Ellen! ¿Eres tú?- Me descoloqué al escuchar cómo se dirigía al castaño. Le observé más atentamente, era alto y llevaba una cabellera castaño oscuro amarrada en una coleta alta, unos mechones desordenados escapaban de su frente y oscurecían los ojos oscuros, como el azul del mar ¡Cómo los ojos de Ellen!

- Qué…Quién demonios…- Atiné tan solo al decir al ver cómo el castaño oscuro a paso acelerado se acercaba rápidamente y estrechaba al sorprendido Ellen en un abrazo.

­-A…A…Aly… - Balbuceó Ellen mientras sus piernas comenzaban a flaquear y las manos que intentaban apartar ese abrazo cedían temblorosas, rindiéndose.

- ¡Ellen! ¿Me has olvidado?- El joven, considerablemente más alto que él, lo estrechó aún más fuerte y cariñosamente por la cintura. Yo solo podía observar estupefacto ¿¡Qué demonios era esto!? El castaño, el soldado y yo quedamos en un completo silencio, hasta que Ellen decidió hablar.

-A…Alexander - Musitó de pronto, nervioso, mientras las manos temblorosas se aferraron al uniforme del soldado.

–Alexander ¿Eres tú?-

Notas finales:

¿Alexander? ¿Será que por fin llegó el principe azul de Ellen? Wiiii <3

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