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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aquí el quinto capítulo >.< es un poco cortito pero no me dio tiempo para escribir más :( Espero que les guste de todas formas n_n 

Cualquier error o falta ortográfica por favor háganmelo saber que no he podido revisar muy bien :O Y dejen reviews! :3 

Gracias por leer <3

Un par de aves revoloteando sobre mi cabeza me obligaron a despertar e inmediatamente sentí el frío de la ropa mojada colándose dentro de mi piel y llegando hasta lo más profundo de mis huesos, me estremecí en un helado escalofrío. Miré hacia un lado, ahí estaba Agate, sus ojos se mantenían aún cerrados y la palidez de su rostro se había vuelto casi fantasmal, me levanté sobresaltado y toqué sus mejillas, estaban tan frías que llegué a pensar que estaba muerto. Desesperado, apoyé mi cabeza contra su pecho y pude sentir el lento palpitar de su corazón que lánguidamente latía, suspiré aliviado.

- Agate…- Comencé a mover su hombro, intentando despertarle.

- Agate, despierta- Le sacudí más fuerte, no respondió.

- ¡Despierta, maldito conejo blanco!- Exclamé dándole un empujón. Abrió los ojos sorprendido.

- ¿Cómo demonios me llamaste?-  Pregunto con una sorprendente molestia en su rostro y voz.

-Eh…Bueno, yo…- Comencé nervioso -¡Agate!- Me sobresalté al ver como intento levantarse y no lo logró. Miré su pierna izquierda, estaba sangrando considerablemente, levanté con cuidado su pantalón e impulsivamente le saqué un trozo de vidrio que tenía profundamente clavado a un costado de la rodilla. Un gemido escapó de sus labios.

- ¡Cuidado!-

- Lo siento-

- No podrás caminar así…-

-Claro que puedo- Afirmó –Además los hombres de Hatter ya deben estar buscándonos-

- ¿Hatter?-


- El Sombrerero, Nathan Hatter. Es una especie de mafioso en esta ciudad… ¡Demonios!- Exclamó cuando intentó volver a ponerse de pie y nuevamente cayó al suelo, su pierna estaba severamente lastimada.

- Te dije que no podrías caminar-

- Vete entonces, Ángelo-

-¿De qué estás hablando?-

-Ni siquiera pienses en llevarme contigo. Al que quieren es a ti, te atraparán si lo hac…-


- ¡No lo haré!- Exclamé mientras sentía que la ira y el enojo se apoderaban de mi cuerpo -¿¡Quién te crees que soy!?- Alcé la voz considerablemente. Los ojos sangre de Agate se abrieron como dos naranjas, sorprendidos.

- No te dejaré aquí a tu suerte- Terminé con desaire intentando calmar mi tono de voz que había comenzado a temblar. Pero no podíamos tan solo quedarnos allí, debía hacer algo. Miré de reojo a mi compañero, sus cabellos blancos caían mojados por su frente cansada  y una casi imperceptible capa negra bajo los bellos ojos carmesí comenzaba a asomar en forma de ojeras, estaba temblando, se estaba congelando.

Me puse de pie rápidamente y ante su mirada confundida comencé a buscar algo.

- ¿Qué buscas?-

-Algo con qué hacer fuego- Dije mientras tomaba un montón de hierba seca y la dejaba a su lado. Tomé un par de palos de madera parecidos entre sí  y me senté a un lado de la hierba y comencé a hacer fricción con ellos, había escuchado cómo se hacía pero jamás lo había puesto en práctica, era más difícil de lo que me esperaba. Con suerte luego de quince minutos la primera chispa saltó y encendió todo lo que estaba bajo ella. El fuego se extendió y tomó la totalidad de la hierba en un par de minutos, enseguida comencé a echar leña para mantener la fogata.


Mi compañero apenas sí podía mover el cuerpo, seguramente estaba bajo algún tipo de hipotermia. No sabía por qué yo no estaba congelado pero le agradecí a Dios por no haber estado como Agate, seguramente en una situación así habríamos muerto los dos.

-Voy a…- Comencé un poco nervioso por lo que estaba a punto de hacer. –Tengo que quitarte la ropa…-

-Adelante- Dijo con una irónica sonrisa de medio lado, como si se estuviese burlando de mí.

No sabía por qué me avergonzaba tanto, tan solo le estaba salvando la vida. Tomaría su ropa y la pondría a secar, tan solo eso. Suspiré intentando aliviarme, mis manos temblaban, yo también tenía frío.  

Se retorció en un escalofrío cuando mi mano, que estaba considerablemente más caliente que su cuerpo, tocó su abdomen, deslicé mis dedos por debajo de su camisa y con la poca ayuda que mi adormecido compañero me podía dar le quité la prenda color marrón. Los hombros anchos y las clavículas considerablemente marcadas resaltaban en su torso pálido y delgado, su abdomen era sólido y duro a pesar de que los huesos de las costillas y la pelvis sobresalían con magnitud. Retiré completamente la camisa y la puse cerca del fuego para que se secara.

Hubo unos segundos de silencio.
 
- ¿No deberías quitarme los pantalones también?-

- ¿D…Debería? ¿No?- Respondí instantáneamente mientras sentía mis mejillas ardiendo y casi ya imaginaba cómo  enrojecían como un par de tomates frescos, lo comprobé cuando una pequeña risa burlesca escapó de los labios oscurecidos por el frío de Agate.

- Está bien- Sonrió –Eso puedo hacerlo yo- Yo asentí con la cabeza.

- Voltéate entonces- Terminó. Yo giré rápidamente hacia otro lado aun ardiendo por la vergüenza y comencé a escuchar el sonido de las ropas mojadas siendo separadas del cuerpo. Palpé mis pantalones y a pesar de que estaban  húmedos supuse que no sería necesario quitármelos yo también, no es que fuese de mi agrado estar desnudo frente a un chico que apenas había conocido, así que tan solo me quité la camisa. Sentí sus pesados ojos rojos sobre mi espalda, pero no quise preguntar hasta que él se atrevió a hablar.

- Enserio… ¿Por qué dejas que te hagan esto?- No era necesario que especificara, sabía que él se refería a las notables marcas que tenía en la espalda. No sabía cómo responder a esa pregunta ¿Por qué dejaba que mi tío hiciera eso?

- Él es el obispo…- Dije intentando buscar una buena excusa.

- ¿Y eso que tiene?-

- Aparte es la única familia que tengo-

- ¡Y eso qué demonios importa!- Le oí alzar la voz.

- ¡Qué si él quiere podrían quemarme en la hoguera!-  Exclamé mientras me daba vuelta para mirarle a los ojos,  pero me arrepentí y giré nuevamente, nervioso al ver su silueta completamente desnuda.

- Pero…-

-Pero nada- Interrumpí. –Él tiene mucho poder y si quiero mantenerme vivo debo soportar eso-

-Además…Ya estoy acostumbrado-
 

- Pero sabes que eso no es normal-

-Lo sé-

Hubo algunos minutos de silencio incómodo. Comenzaba a sentir el frío nocturno que amenazaba con ahora destrozar mis huesos y el viento empezaba a correr fuertemente. Miré hacia el cielo, la luna completamente blanca y grande era tapada por las nubes grises cargadas de agua que anunciaban una pronta tormenta. Me estremecí en un escalofrío.

- ¿Tienes frío, Ángelo?-

-No es nada-  Sentí nuevamente el sonido de las ropas ya secas moviéndose. Giré mi cabeza, Agate se había puesto nuevamente los pantalones.
 
- ¿Quieres venir aquí ahora que me he puesto los pantalones?- No pude evitar sonreír cuando escuché esa pregunta escapando de sus labios.

- Está bien- Y con cuidado me senté a su lado. Clavó sus pupilas carmesí en las mías y yo no pude despegarme de las suyas, era como si sus ojos quisiesen hablarme.

- Yo…- Dijo de pronto –Siento si te molesto lo que dije sobre tu tío- Abrí los ojos sorprendido ¿Enserio se había sentido mal por eso?

- No te preocupes- Sonreí nuevamente. –Además tienes razón- No me di cuenta cuando mi garganta se quebró por completo, jamás había hablado este tema con nadie, así que la insistencia de Agate hacía que me quebrara en mil pedazos. Solo hasta ese momento me di cuenta que estaba completamente solo, que ni siquiera podía confiar en la única familia que tenía.

Que lo único confiable era este desconocido chico que tenía frente a mí. Un extraño del cual apenas sabía el nombre, pero que me parecía mucho más honesto y puro que cualquier obispo, tío o persona que pisase la tierra.

- ¿Estás bien?- Dijo de pronto con tono un poco asustado al ver mis ojos llenarse de lágrimas, llevó sus manos a mis mejillas y las sujetó con fuerza.

- Está bien…Yo solo- Dije mientras apartaba mi rostro de sus manos y apoyaba mi cabeza sobre su hombro a la vez que él posaba una de sus manos sobre mi cabello, en señal de apoyo.

No sabía por qué me sentía de esa forma, en todo este tiempo jamás me había tomado el tiempo de reflexionar acerca de lo que verdaderamente sentía. Suspiré y me rendí ante las lágrimas que comenzaron a brotar descontroladamente de mis pupilas y manchaban los desnudos hombros del peliblanco, el tan solo mantenía su mano acariciando mi cabello, esto de alguna forma hacía que las lágrimas corrieran aún más rápido por mi rostro. No pude negarme ante la sensación de alivio que iba acompañada por cada gota que chocaba contra su hombro. Finalmente y luego de algunos minutos,  y gracias al adormecimiento que producían las gotas sobre mis ojos, acabé quedándome dormido, sobre el pecho de Agate. 


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