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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaa :D Aquí un nuevo capítulo n_n (Le he hecho caso a Dereck G de Sehamforash y lo he alargado un poco mas n_n Aunque este ha resultado un poco corto xD)

Espero que les guste y cualquier error por favor avisenme :D

PD: Recuerden que Ángelo narra con letra normal y -los dialogos en cursiva y negrita- y Agate narra en negrita y -dialogos en cursiva y normal- 


Un abrazo ! :3 


- Ángelo Liddell- Abrí los ojos lánguidamente, confundido y adolorido. Intenté moverme pero no pude. Mis manos, mis pies y todos mis miembros se hallaban atados a una estructura de madera.

- Eres culpable de herejía y brujería…- Reconocí  las túnicas rojas con bordes dorados y franjas lilas de los hombres que estaban a mí al rededor. El fuerte olor de la madera y mimbre entró en mí de pronto y solo entonces supe dónde estaba.

-Además eres el principal sospechoso de la muerte de Raphael Liddell, tu tío y el antiguo obispo de esta ciudad…-

- ¡Sacrilegio!- Exclamó un grupo de sacerdotes que se encontraban bajo la especie de altar dónde yo estaba amarrado. Observé como la multitud a mis pies miraba expectante y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

Demonios…van a quemarme en la hoguera.

- Puedes arrepentirte de tus pecados ahora…- Un hombre mayor, de unos cincuenta años ahora me hablaba. Jamás le había visto y tampoco me interesaba conocerle. Reconocía en su rostro la misma suciedad que en la expresión de mi tío, los ojos malvados y la sonrisa falsa perfectamente armonizados en el rostro hipócrita. Sonreí levemente.

Este tipo era un cerdo.

- ¿Arrepentirme de algo?- Reí y la multitud exclamó asombrada.

- Me arrepiento de algo, padre…- El hombre se acercó levemente a mí.

- Dilo en voz alta hijo, así el señor oirá tus disculpas y tus pecados podrán desaparecer junto a tu cuerpo-

Tomé aire hondamente.

- ¡Me arrepiento de no haber matado a Raphael Liddell más dolorosamente, de no haberle partido el rostro contra el concreto y no haberle arrancado las tripas!-  La multitud conmocionó por completo y gritos de asombro cubrieron todo el lugar. El hombre que tenía frente a mí empalideció hasta casi parecer un cadáver y frunció el ceño, notablemente enojado.

Una bofetada me obligó a voltear la cara.

- Maldito infeliz…- Murmuró entre dientes mientras acercaba su rostro levemente al mío.

- Vas a arder en el infierno…- Susurró en mi oído en un tono escalofriante. Sonreí.

- Estaré esperándolos…A todos ustedes- El hombre bufó hacia un lado y murmuró algo que no alcancé a escuchar mientras se apartaba de mí.

- ¡Poned más mimbre!- Gritó enfurecido - ¡Quiero que este maldito se quemé sin dejar rastros!-

¡Idiota! Pensé para mis adentros, no debí haberle provocado así.

Solo estaba adelantando mi muerte.

          


 
                                                                                       (*   *   *)




Nuevamente intenté zafarme de las cadenas que me apretaban las muñecas y piernas, pero no pude hacerlo. Hace más de una hora que se habían llevado a Ángelo para quemarlo en la hoguera, mientras a nosotros nos arrojaron al calabozo. Lo único que me tranquilizaba era que él aún estaba vivo, lo sabía por qué la Reina nos llevaría para que viéramos su muerte.

Era una maldita sádica.

Emma temblaba a mi lado, no sabía si de miedo o de frío, quizás que cosas estaban pasando por su mente en ese momento. Traía colgado el Corazón de la Reina bajo el vestido blanco que abotonado le tapaba hasta el cuello. El calabozo estaba frío y oscuro, sin mencionar la humedad. Me moví hacia ella torpemente y le hice un gesto para que se apoyara sobre mi pecho.

- Estará bien…- Dije intentando de calmarla. Ella sollozó a mi lado.

- Debí haberlo sabido…-

- No te culpes…-
Interrumpí – Ya se nos ocurrirá algo -

Unos pasos se sintieron afuera. Eran rápidos, frenéticos y nerviosos, se detuvieron frente a las barras de hierro negro que nos encarcelaban. Alcé la vista y me encontré con unos ojos azulados oscuros cubiertos de lágrimas. Escuché otros pasos más rápidos llegar hasta nosotros.

- ¡No debes estar aquí, Ellen!- Increpó él.

- ¡Eso ya lo sé, Alexander!-


­- ¡Ejem!- Tosí para interrumpirles.

- Agate…- Ellen se arrodilló frente a mí tras los barrotes. Emma se apartó de mí y pude gatear hasta él.

- Voy a sacarte de aquí…e iremos por Ángelo…- Su voz se escuchaba notablemente nerviosa y en el momento que logró tocar mis manos para envolverlas en las suyas pude sentir como estaba temblando.

- Tan solo déjame buscar la maldita llave…en algún lugar…-

- No –
Le interrumpí – No la vas a encontrar a tiempo -

- ¡Alexander!-

- ¿Si?-
El mayor se acercó a la celda.

- Deben ir por Ángelo… ¿Dónde están Hatter y los demás?-

- Afuera…cuidando que nadie entre a los calabozos-

- Vayan por él…-

- No podemos-
Afirmó él, clavando los oscuros ojos directamente en los míos – Si hacemos eso, ustedes podrían…-

- ¡Eso no importa!-
Exclamamos yo, Emma y Ellen al unísono. Alexander pareció sorprenderse.

- En el peor de los casos usaremos el Corazón de la Reina para mantenernos con vida hasta que vuelvan…- Alexander pareció titubear unos segundos, pero la pesada mirada de Ellen sobre él lo convenció.

- Esta bien…- Murmuró intentando aun persuadirse a sí mismo - ¡Pero volveremos por ustedes!- Asentí con la cabeza al momento que les vi corriendo hacia la salida. Suspiré y me volví hacia Emma, ella sonrió.

Por un momento sentí una extraña conexión con ella. Jamás le había dicho que la consideraba una madre, aunque supuse que lo sabía.

- Gracias, Emma- Correspondí la sonrisa, la suya me calmaba y me alentaba a pensar que todo iría mejor. Desde siempre fue así, desde aquel día en que me encontró vagando a las orillas del río que separa el reino rojo del País de las Maravillas, desde que me recogió y me llevó a lo que yo consideraba mi hogar.

Sus ojos parecieron cubrirse de lágrimas, era entendible.

Cualquiera pensaría que las lágrimas que comenzaron a resbalar por sus mejillas eran de miedo, miedo a la muerte.

Pero yo sabía que no era por eso ¿Qué era entonces? Si era miedo, pero no precisamente a morir. Era miedo y preocupación, de que Ellen y los demás no llegasen a tiempo para salvar a Ángelo. Lo sabía porque yo sentía lo mismo.

Y Ángelo era la mayor conexión que tenía con Emma. Ambos estábamos dispuestos a morir por él. Por un momento me sentí feliz de que otra persona compartiera este sentimiento conmigo.

        
                                       
                                                                                                                 (*   *   *)




- ¡Preparen las antorchas!-
Pude notar cómo las manos, temblando de furia encendían frenéticamente las llamas que me darían muerte. Suspiré intranquilo y tratando de calmarme. Debía escapar de esta de alguna forma.

Di un escaneo a mis brazos y piernas, estaban perfectamente atados a la hoguera, intenté zafarme pero no lo logré, los nudos eran simplemente imposibles de desatar ¿Entonces cómo? Quizás intentar convencer al nuevo obispo de que estaba arrepentido. No, él no iba creerme después de lo que le dije.

¿Qué me quedaba entonces? ¿Dejarme matar así de fácil?

Demonios…Lo había hecho todo mal desde un comienzo.

Ya no había vuelta atrás.

El obispo se acercó a mí maliciosamente. Comencé a escuchar los alaridos espantados de la gente que me rodeaba. Me sentí tranquilo por eso, todo el pueblo estaba aquí, eso significa que la ejecución de Agate y Emma aun no se realizaba, ellos podrían salvarse.

Sentí lástima por las personas que tenía frente a mí. Algunos observaban fascinados, otros miraban aterrorizados, queriendo cubrirse la vista, pero la curiosidad era mayor ¿Qué es lo que miraban? Las quemas en la hoguera era algo muy común en estos días ¿Sería que sabían quién era yo?

Si era así ¿Qué demonios estaban esperando? Tan solo era el hijo bastardo de una reina que gobernó hace mucho tiempo atrás. No era ni siquiera la sombra de lo que mi madre fue alguna vez.

- ¡Tienes tu última oportunidad para pedir perdón!- La voz del hombre me apartó de mis pensamientos ¿Perdón de qué? ¿Qué sacaba con eso? Me quemarían de igual forma. La multitud comenzó a desordenarse.

­- ¡No lo hagas!- Escuché una voz brotar desde la muchedumbre,  la gente se abrió para darle paso a un niño de unos trece años.

- ¡Raphael Liddell era un cerdo! ¡Él no debería  pedir perdón!- Reconocí los ojos oliva escondidos bajo el cabello rubio. Era un chico que había estado en el orfanato.

- ¡Así es!- Exclamó una joven, de unos veinte años.

- ¡Acusan a este chico injustamente!- Exclamó un anciano de unos noventa años. Vestía humildemente y llevaba un bastón para mantenerse en pie.

- ¡Silencio!- Gritó enfurecido el obispo.

- ¡Él hizo lo que cualquiera de nosotros hubiese hecho! ¡Defenderse!-  Volvió a gritar el anciano, más exaltado. Los guardias que se encontraban allí lo apresaron y comenzaron a golpearlo.

- ¡¿Qué demonios están haciendo?!- Grité desde la hoguera. -¡Suéltenlo!-

Uno de los soldados le pateó la mandíbula, observé como uno de sus dientes volaba.

- ¡Quemen a este también!- Ordenó el obispo.

- ¡¿En qué estás pensando, maldito?!- Mi grito apenas se pudo escuchar. Fue callado por los alaridos de la multitud, quien furiosa se lanzaba sobre los guardias y devolvía cada uno de los golpes, los diez hombres desaparecieron entre el mar de gente que se alzaba sobre ellos.

Un pueblo puede soportar muchas cosas para intentar mantener sus vidas. Puede soportar la tiranía de una Reina consumida por la locura y puede soportar el falso moralismo de una iglesia opresora. Pero hay cosas que incluso el más dócil de los pueblos no puede soportar. Llega un momento en que los sumisos hombres y mujeres, cansados de las injusticias del día a día, cansados de vivir en pobreza, cansados de los diezmos y cansados de la Guardia deciden olvidar un poco sus propias vidas y deciden vivir por los demás, entonces reaccionan.

Y reaccionan ante el más mínimo estímulo. 

En mi interior le agradecí a la Reina Roja de haberme enviado aquí, por fin estaba haciendo algo útil. Yo había permitido ese estímulo.

Sonreí extasiado.

Estaba siendo testigo de la más hermosa revuelta que este pueblo haya presenciado.

Más guardias llegaron al lugar, pero fueron rápidamente contenidos por la muchedumbre que estaba completamente enloquecida. Con palos y piedras reprimieron a la guardia de la iglesia y a la poca guardia real que se encontraba en ese instante. Unos hombres subieron al estrado dónde me encontraba y golpearon a los sacerdotes y al obispo que se encontraba a mi lado, dejándole inconsciente y al mismo tiempo dejando caer la antorcha encendida que no tardó en prender la hierba que estaba a mis pies.

- ¡Hay que sacarlo!- Tres hombres se acercaban peligrosamente a mí, la hoguera ya había comenzado a arder y sus llamas no tardarían en llegar hasta la madera que me separaba del fuego.

- ¡Un cuchillo! ¡Traigan un cuchillo!-
El humo que comenzaba a ascender empezó a marearme a mí y a los que se encontraban alrededor mío. Uno de los hombres intentó desatarme con sus propias manos justo en el momento que el fuego hizo una pequeña explosión, alcanzándome.

- ¡Déjalo ya!- Grité -¡Morirás tu también!- Sin los sacerdotes esto iba a transformarse en un incendio, lo que menos quería era que esta gente se consumiera junto a mí.

- ¡He dicho que lo dejes!- Exclamé más fuerte al ver como el hombre persistía. Reconocí a una nueva tropa de hombres de la Guardia real acercándose a lo lejos. La nube de humo negro apenas me dejaba ver y ya mis pulmones comenzabas a ser víctimas de ella, poco a poco sentí como la respiración comenzaba a faltarme.

- Allí viene la guardia…- Advertí llamando la atención del hombre.
 
- Iré por ese cuchillo ¡Resiste!-
Exclamó él alejándose.

Suspiré más tranquilo.

- No le tengo miedo a la muerte…- Musité para mí mismo, dándome ánimos mientras la vista se hacía cada vez más borrosa, respirando el humo y ahogándome. Sentí una presión en mi cabeza y en todo cuerpo, mi pecho se comprimió de pronto y sentí nauseas, estaba asfixiándome. Cerré los ojos.

- ¡Ángelo!-  Escuché una voz que no logré reconocer por completo inundar mis oídos, pero no quise abrir los ojos, de igual forma no podría hacerlo.

- ¡Ángelo! ¡Maldita sea, despierta!- Unas manos cálidas tomaron las mías mientras sentía la hoja del cuchillo rozar contra las cuerdas, en mis piernas alguien hacía lo mismo. Abrí los ojos y las ataduras cedieron, dejándome caer al suelo.

- ¡Vamos, corre!- Apenas tuve tiempo para reaccionar. Me reincorporé tomando aire profundamente, confundido, mientras reconocía los ojos azules clavándose preocupados sobre mí. Era Ellen y Alexander que habían venido a mi rescate.

- ¡Corre!- Gritó este último volviéndome a la realidad. El resto de la guardia lo había visto todo, sabía que ellos eran impostores.

Me puse de pie como pude y comencé a correr. Los guardias intentaron correr tras de mí, pero fueron frenados por Ellen y su hermano y por la muchedumbre que se oponía a ellos como una fuerte muralla de piedra. Me detuve unos segundos a mirar lo que estaban haciendo ¿Acaso ellos me estaban protegiendo?

Volví en mí y seguí corriendo ¡Debía ir hacia el castillo! Poco a poco el aire comenzaba a volver a mí y podía respirar más tranquilamente, aunque aún la tos y la sensación de ahogo me inundaban por completo. Seguí corriendo y doblé por unos callejones que me servirían de atajo. Agradecí conocer tan bien esta ciudad.

Me alejé rápidamente de la muchedumbre y perdí a Ellen y a la guardia que se había quedado luchando contra ellos y la gente ¿Estaba siendo un cobarde? No lo sé, lo único que sí sabía era que solo podía ir con Hatter y avisarle, también intentar rescatar a Agate y a Emma que seguramente estaban en problemas.

De pronto, me detuve de golpe.

- ¡Te encontré!- Reconocí la voz varonil y los ojos dorados brillando maliciosamente. El cabello negro recogido en una coleta le daba un aspecto más jovial. Sonrió ampliamente y sentí un escalofrío recorrerme todo el cuerpo. Me había tomado por el cuello y me había frenado, ahora me estaba amenazando con su espada.

Era él, al último humano que quería encontrarme en ese momento.

- Jack Stayne…- Mascullé entre dientes.

Me había atrapado.

Notas finales:

PD: Creo que tendré otro capítulo para mitad de semana tal vez, será un especial del Lindo, adorable y sexy Ellen

Dejen sus reviews! :3 

Saludooos n_n


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