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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Bueno aquí otro capítulo >< es un poquito cortito pero debo aprovechar que tengo un poco más de tiempo para escribir e.e 

Ya saben ! cualquier error  que encuentren por ahí háganmelo saber u_u no me gusta tener errorer ortográficos por ahí dando vuelta en los fics ! xd 

Trataré de subir otro en poco tiempo, estoy trabajando en eso xd n.n 

Saludos! 

PD: En la parte donde Agate toca la flauta (SPOILER XD) he tenido esta melodía en la cabeza xd se llama El Alegre Camponés  (Click para oír la melodía) xd

Gracias por leer! :3 


-Vamos, vístete-
Ordenó mientras se apartaba suavemente de mí y se apresuraba a tomar mi ropa que estaba en el piso y devolvérmela para que me vistiese. Di un vistazo al cuerpo inerte de mi tío ¿Qué debería hacer ahora? No podría volver al orfanato jamás, no tenía lugar a dónde ir.

-¿Has terminado?- Preguntó ansioso sin voltear aun el rostro hacia mí.

-Si… yo-

-Entonces vámonos, antes de que despierte-
Interrumpió mientras apuntaba hacia la figura demacrada del obispo, el rostro cubierto de sangre y moretones, la boca hinchada y los dientes esparcidos por todo el piso.  Había comenzado a respirar profundamente y no pude evitar sentirme tranquilo al saber que no estaba muerto. Pero lo que decía Agate era verdad, debíamos salir de ahí, seguramente luego de que despertase daría la orden para que me quemasen vivo, ya no tenía razón para cuidarme o protegerme de las torturas de la iglesia, me acusaría de Nigromante y sería mi fin.
 
-Está bien. Tan solo déjame ir a mi habitación por un poco de ropa- Musité resignado con un poco de nostalgia picando en la garganta, acepté la mano pálida que Agate extendía hacia mí y la tomé con firmeza intentando ocultar el temblor de las muñecas.  

La puerta se cerró tras nosotros, dejando el cuerpo del hombre tirado en el piso, esperando que no despertase hasta que estuviésemos lo bastante lejos. En el pasillo me reencontré con Diana, aun sus ojos castaños estaban humedecidos y los rizos dorados estaban adheridos a su rostro producto de las lágrimas. Sonrió ampliamente cuando me vio y casi rompe en llanto otra vez, pero lo evité al tomarla del brazo con la mayor suavidad posible que me permitía el paso apresurado en el que estaba caminando. Creo que no fue necesario que le dijese a dónde nos dirigíamos, guardó completo silencio mientras corría intentando llevar nuestro ritmo.

Entre a mi habitación rápida y bruscamente ante los ojos de Ellen que me miraban sorprendidos bajo la nube espesa del humo gris producida por el  narguile. Me dirigí al armario y tomé el bolso de cuero negro y comencé a guardar toda mi ropa en él.


- ¿Qué haces, Ángelo?- Preguntó con preocupación con la voz intensamente rasposa, parecía haber estado fumando toda la tarde.

-Me largo de aquí-  Respondí rápidamente con tono extrañamente frío.

- ¿Q…Qué?- El nerviosismo reflejado en su rostro era demasiado notable, los oscuros ojos azules se abrieron como un par de platos y podía verlos temblar sobre la boca abierta.

- Lo que oíste- Repetí un poco más calmado –Me voy- Le hice una seña a Diana para que entrara.

-Tómalo con cuidado-  Le dije en voz baja mientras le entregaba la jaula donde Twisty dormía. Diana salió corriendo de la habitación con el pequeño animal en sus brazos.

- ¿Te llevarás al conejo también?-  Le dirigí una mirada fulminante, sus preguntas me estaban cansando. Asentí con la cabeza.

Tomé el bolso y me dirigí hacia la puerta, cuando estaba a punto de  de coger la manilla, el brazo de Ellen me detuvo. Instintivamente giré para mirarle fijamente, sus ojos estaban ocultos bajo el caballo castaño, su mirada dirigida al piso, pude observar cómo bajo la sombra que generaba su pelo un rubor rosáceo teñía sus mejillas. Me sobrecogí en un escalofrío, jamás le había visto de esa forma, tomé el brazo que me sujetaba con la otra mano y la acaricié en señal de apoyo.

- ¿Qué pasa?-   Pregunté apartando mi brazo y levantando su rostro por el mentón. A pesar de que nuestras conversaciones nunca habían superado las  tres palabras le tenía cierto afecto, no pude evitar sentir lástima cuando vi sus manos y sus pupilas azuladas como el mar temblando más de cerca.

- Eres lo más cercano que tengo a un amigo dentro de este chiquero- Dijo con inusual mueca de tristeza que en todos estos años jamás había visto reflejada en su rostro. Los hilos rojos que pintaban sus ojos habían comenzado a desaparecer producto de las lágrimas que estaban amenazando con escapar ¿Era justo que le dejara aquí? ¿Podría Emma y los demás recibir a Ellen también?

- No me dejes solo, con ese obispo de mierda- Susurró en voz baja mientras luchaba con mis dedos para bajar la mirada nuevamente, su sonrojo era notable y estaba temblando. Solo entonces lo comprendí, el cariño que Ellen sentía por mí era por qué desde que se mudó a mi cuarto que los ataques por parte de mi tío habían descendido, antes de eso él era uno de sus favoritos. Llevé mi mano a su mejilla y la acaricie, sus ojos se clavaron en mí y sonreí.

-Toma tus cosas- Le dije y antes de que terminara la frase él ya se había apartado de mí para tomar su bolso y meter toda su ropa. En menos de dos minutos la habitación había quedado sin rastro de nosotros. De alguna forma me hacía feliz que Ellen viniera junto a mí, así no me sentiría tan solo, así no lo dejaría solo a su suerte bajo el mandato de mi tío.

Respiré hondo antes de abrir la puerta ¿Cómo iba a explicarle a Agate que Ellen se nos había unido? El orfanato dónde vivía era mucho más pequeño que el mío, quizás le molestaría, quizás no había suficiente espacio, quizá…

El bolso cayó al suelo y quedé pasmado mirando el espectáculo que había tras cruzar la puerta. Una treintena de niños esperaba fuera de mi cuarto con sus maletas hechas, niños y niñas, de todas las edades, sus ojos brillantes sobre la sonrisa alegre demostraban las más plácidas de las felicidades. Les miré a cada uno de ellos con la boca abierta por el asombro ¿Qué hacían todos ellos aquí?

- ¿Q…Qué…Qué?-  Fue lo único que  logré articular mientras observaba cómo más niños iban llegando.

- El señor Agate ha pasado el aviso de que al otro lado del río hay un lugar mejor dónde podemos ir-
La ingenua voz de una pequeña me explicó la situación. Clavé mis ojos en esas pupilas carmesí, no me miraban a mí, miraba a todos los niños que le rodeaban, estaba sonriendo. Sentí cómo algo me atravesaba el corazón y no pude evitar las lágrimas que solas empezaron a caer de mis mejillas, pero no estaba triste, todo lo contrario.  Es un ángel, pensé para mis adentros mientras intentaba secar las lágrimas con mi manga izquierda, sus ojos se encontraron con los míos y me miró sorprendido.

- Gracias- Musité apenas moviendo los labios, pero él lo entendió. La carga que había llevado dentro de mí desde que decidí largarme junto a él había bajado gracias a que Agate decidió llevarse a todo el orfanato con él. Volví a mirarle fijamente, completamente conmovido y suspiré fuerte para evitar seguir llorando.

- ¡Esta bien!- Ordenó el peliblanco con dulce autoridad paternal –Todos tómense de los hombros, iremos en fila. No hablen con nadie cuando nos encontremos afuera-  Los chicos obedecieron con alegría y como si fuese un juego para ellos, entre risas y saltos se ordenaron. Topé mis ojos con los de Ellen, él también estaba feliz. Tomé de la mano a Diana quien era la primera en la fila y tras de ella todos los demás niños que ya habían ascendido a más de cuarenta y comenzamos a caminar. Ellen estaba a mi lado mientras que Agate iba delante de nosotros, guiándonos.

Salimos del orfanato entre suspiros de alegría, risas en voz baja y susurros de los niños, fue como si la estructura hubiese quedado completamente abandonada, tal vez así era, muchos  de los que se quedaron aprovecharían la instancia para escapar del lugar.

Me sentí inmensamente tranquilo, mi tío no había dado señales de haber despertado y esto me hacía enormemente feliz, así saldríamos de aquí sin problemas. La gente se quedaba mirando hipnotizada a nuestro grupo, demasiado extraño para ellos quizá, debía ser raro ver a tantos niños juntos. En sus rostros podía verlo, ellos sabían perfectamente lo qué éramos y lo que estábamos haciendo, pero no hacían nada, quizás porque entendían las razones para nuestro escape. El silencio de pronto se volvió profundo cuando vimos a un grupo de guardias frente a nosotros. Mi cuerpo entero se tensó y se congeló, el corazón comenzó a latir con fuerza y un nudo en la garganta me impedía respirar correctamente. Crucé una mirada con Ellen, él estaba igual de nervioso que yo ¡Si la guardia nos atrapaba estábamos perdidos! Intenté calmarme y no pasar mi miedo a los niños. Agate caminaba tranquilo delante de nosotros, él sería el encargado de hablar en caso que la guardia preguntase.

Estábamos cada vez más cerca, cada paso aumentaba mi temor, cada paso hacía el nerviosismo más incontrolable ¡Si nos descubrían nos matarían a los dos! Pero peor que eso, si nos descubrían volverían a todos estos niños al orfanato.

Vi como Ellen retrocedió unos pasos y corrió hacia un niño que estaba casi al final de la fila, luego volvió con algo entre sus manos que no pude distinguir debido a que cuando volvió a mi lado se adelantó y se dirigió hacia Agate, ambos cruzaron algunas palabras que no alcancé a oír y el castaño le entregó lo que parecía una flauta, luego volvió a mi lado.

Dirigí una mirada interrogante hacia él, pero no emitió palabra alguna, ya estábamos frente a la guardia y ellos ya nos habían detenido para interrogarnos. Reconocí a Stayne entre las tropas y cubrí mi rostro con mi abrigo, miré a Diana y ella había hecho lo mismo, colocando la jaula de Twisty tapando su cara. Retrocedí rogando porque el pelinegro no me reconociera, creo que Ellen captó mi mensaje y se dirigió al frente junto a Agate.

- ¿Qué significa esto?- La voz del pelinegro se escuchaba irritada, fuerte y varonil. No pude evitar el escalofrío en todo mi cuerpo al oírla.

- Vamos a una excursión, General-  Respondió con firmeza el castaño ¡Quise abrazarlo en ese momento! ¡Una excursión! ¡Qué buena respuesta!

-Una excursión… ¿Eh?- Respondió en voz alta dirigiendo una mirada hostil a toda la fila, giré mi rostro para evitar que nuestras miradas se toparan.

- ¿Y tú? ¿Qué demonios haces aquí? - Todo mi cuerpo se paralizó cuando escuché su voz ¡Demonios! ¿Me había descubierto? Miré con recelo y disimulo al General, no se dirigía mí, si no a Agate.

- Lo hemos contratado cómo flautista- Respondió con agilidad Ellen. –El obispo Raphael ha pensado que un poco de música la alegraría el viaje a los niños- Casi di un salto de la felicidad ¡Ellen había acertado! No sé si se debía a lo que fumaba en el narguile o no, pero agradecí a Dios que tuviese esa velocidad y viveza para poder inventar excusas.

- ¡El obispo ha contratado un flautista para guiar a las ratas!- Gritó sarcásticamente el hombre de la cicatriz, haciendo alusión a la popular leyenda del Flautista de Hameln. Quise lanzarme sobre él y tomarlo por el cuello hasta matarlo ¡Compararnos con ratas! ¡Eso era ofensivo!

- S…Sí-  Respondió con risa falsa el ojiazul, el nerviosismo empezaba a sentirse en su voz que había comenzado a flaquear.

- ¡Entonces haga su trabajo, flautista!-Temblé ante la petición de Stayne ¡Si Agate no lo convencía entonces nos descubrirían! Sentí un quejido al unísono de parte de los niños, ellos también tenían miedo ¡Dios! ¡Sálvanos!

Pude ver cómo  los inexpresivos ojos del General se abrieron y brillaron al escuchar la tan contenta e infantil melodía. Una melodía simple, sin mayor dificultad, pero las notas que lograban sacar los suaves labios de Agate al rozar con la boquilla de la flauta podrían alegrar incluso al más desdichado de los corazones y transportarlo a los más dulces recuerdos añorados de la infancia. Suspiré, tranquilizándome y supe entonces que podríamos pasar. Observé cómo casi una sonrisa estuvo a punto de escapar de los labios del General.

- Que melodía tan infantil – Musitó entre dientes haciéndonos una seña de que podíamos pasar.

- ¿Y qué esperaba, General? Tan solo son niños- El pelinegro pareció encontrar razón en las palabras de Ellen, mientras observaba la figura del peliblanco alejarse, marcándonos el paso. El sonido de la flauta le daba un aire divertido a su figura delgada, podía vérsele danzar levemente mientras seguía tocando y los niños comenzaron a bailar tras de él. No pude evitar la carcajada que llegó a mí de pronto, Agate mostraba ahora su faceta de actor, tomando demasiado en serio su papel de flautista, cómo el de Hameln.

Y no estaba tan alejado de la realidad de la leyenda, prácticamente Agate estaba secuestrando a todos estos niños, arrastrándolos hipnotizados bajo el dominio de las palpitantes notas que escapaban de aquella flauta.

Y no podía evitarlo, yo también había comenzado a caer bajo sus encantos.


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