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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaaaaaaaaaa! :3 Aquí un nuevo capítulo n.n es algo corto pero espero que les guste !

Creo que mi racha de tiempo está a punto de terminar y quizás no pueda subir tan seguido u.u 

Saludos y Gracias por leer !

IMPORTANTE: en este cap narra Ángelo (como ya lo conocemos: Letra normal y diálogos en -cursiva y negrita- ) Y Agate (Letra negrita -dialogos en cursiva-) Ambos separados por este símbolo
( * * * ) 

PD: Cualquier error que noten, hagan el favor de avisarme :D (no he revisado este capítulo, asi que seguro que hay varios) 

- ¡Agate! ¡Qué bueno que…!- La voz se apagó de pronto y los hermosos ojos azules se abrieron como dos naranjas al ver todos los niños que habían llegado tras de mí. No sé cómo lo haríamos para arreglárnoslas, pero conocía el corazón noble de Emma y me alegraba de conocerlo tan bien, sabía que no habría negativa de su parte. 

- Emma, creo que esto es mi culpa…- La voz de Ángelo se coló tras de mí, estaba nervioso y el rubor cubría sus mejillas por completo. Me sentí un poco molesto ¿Qué era lo que pasaba por su cabeza cada vez que veía a Emma? ¿Por qué se intimidaba tanto ante su presencia?

- No te preocupes, Ángelo- Sonrió con dulce voz escapando de su garganta. Miré más fijamente los ojos celestes atrapados en la piel pálida y tersa, su rostro era cómo el de un ángel, ella era realmente hermosa y definitivamente no aparentaba los treinta y tres años que tenía. Ángelo tenía motivos para ponerse nervioso junto a ella. Pasó por el lado del pelinegro y se dirigió a la fila de niños que se encontraba allí. 

- Vamos niños, les mostraré sus habitaciones- La perfecta curvatura dibujada en sus labios eliminaban cualquier tipo de cansancio en los niños, quienes con alegres risas comenzaron a seguirla en la misma fila en la que habían llegado. 

- ¿Es usted monja, señorita?-  La voz de Diana resaltaba entre todas las otras voces que en ese momento estaba chillando. 

- No, querida- Dijo solamente y siguió su paso delante de los niños. Eché un último vistazo a su ágil figura y me sorprendí de mí mismo ante mi poca falta de atención. Solo entonces me di cuenta, jamás, en todos estos años la había visto sin la toca que llevaba en su cabeza, quizá si estaba guardando hábitos de alguna forma,  anoté mentalmente preguntárselo más tarde.

Por fin todo quedaba tranquilo nuevamente. El sol ya había empezado a esconderse en la lejanía, el cielo pintado con tonos rosáceos y rojos, junto a unos suaves brazos anaranjados, ocultando a la esfera color bergamota intenso tras el horizonte. Suspiré calmado y dirigí mi mirada a la figura de Ángelo, su silueta delgada le asemejaba más a un niño que a un joven maduro. Los ojos azulados, más bellos que el cielo mismo brillaban con dulzura iluminados por los pocos rayos de sol que se estaban extinguiendo en ese momento. Las mejillas frescas eran teñidas por el rubor y la sonrisa escapando de sus labios dejaba ver los relucientes dientes blancos. Estaba pasmado, mirando la puesta de sol y yo le observaba admirado ante su capacidad de asombro. No sabía por qué nacía de mí la necesidad de protegerle, de alguna forma se veía indefenso ante mis ojos.

- ¿Qué pasa?-Preguntó clavando sus ojos azules fijamente en los míos. Me acerqué lentamente hacia él.

-Nada- Musité deteniéndome a su lado, observando exactamente lo que él estaba mirando ¿Por qué le hacía tan feliz algo tan simple? 

-Gracias por recibir a los chicos del orfanato-

- No es nada- 

Emma apareció a lo lejos y nos hizo una señal para que entráramos a la casa. Los ojos del pelinegro se dirigieron rápidamente hacia ella y me sentí molesto nuevamente. Nos encaminamos hacia la puerta. 

- Ángelo…- Comencé con los labios temblorosos y nerviosos, estaba a punto de hacer una pregunta incómoda. 

- Dime- 

- Sé que no es de mi incumbencia…- Tartamudeé notablemente molesto conmigo mismo, no me gustaba comportarme de esta forma, pero era casi instintivo. 

- ¿Qué cosa, Agate?- Frené en seco y él repitió mi acción automáticamente. 

- ¿Amas a Emma?- 

Él abrió los ojos en una mueca de sorpresa. 

-¿Qué?- 

- ¿Estás enamorado de ella?- 
Quise callar mis palabras en ese momento, pero simplemente escaparon de mí,  jamás me había comportado de esa forma ¿Por qué debía importarme algo así? 
 
De pronto, una sonrisa irónica se dibujó en los rosáceos labios de Ángelo. 

- Puedes estar tranquilo, Agate…- Comenzó sin dejar de esbozar la bella curva en sus labios. –No podría amar a una mujer cómo Emma. No de la forma en la que tú crees, solo la admiro mucho y la considero profundamente hermosa, cómo un ángel salvador- Un suspiró escapó de mí sin poder evitarlo. Yo también sentía algo así por Emma. 

-Además ¿No crees que llevamos muy poco tiempo conociéndonos para yo enamorarme de ella? El amor toma tiempo, Agate ¿No crees?- Yo asentí con la cabeza mientras un malestar incómodo comenzaba a alojarse en mi estómago, no estaba enfermo, era otra cosa, una especie de nerviosismo que no me dejaba tranquilo.

                                                                                           (   *     *     *  )


-¿Qué haremos ahora?- Pregunté cambiando repentinamente de tema. Agate clavó sus ojos eternamente carmines en los míos y sonrió con dulzura. 

- No te preocupes, todo está bien ahora. Para ti y para todos esos niños- 

- ¿Es posible que sea así nada más?- 
Una mueca de molestia asomó por el rostro del peliblanco, clavó fijamente sus pupilas sangre en las mías y con suavidad extendió su mano hasta mi mejilla y la tomó con firmeza. 

- ¿Por qué deberían seguir sufriendo? – Preguntó en tono sarcástico - ¿Acaso no es posible concebir un poco de felicidad para el pobre Ángelo?- 

-Está bien- 
Respondí un poco molesto –Ya entendí- Le aparté la mano con cuidado. 

Pero aun así no me convencía del todo, esto era demasiado bueno para ser verdad. 

Algo estaba a punto de ocurrir. 

- ¡Allí estás!- Una voz como salida de la mismísima tumba me invadió y me erizó los cabellos, era grave, varonil y suave. Giré la cabeza en dirección a la voz y pude verlo: alto, esbelto y con caminar sombrío. Vestía un traje elegante sin mencionar el vistoso sombrero que cubría sus cabellos dorados y que sombreaba los ojos de distintos colores, el negro y el verde. Agate se enderezó y sentí como su energía cambiaba, como la de un gato que de pronto se siente amenazado y eriza sus pelos. Él saludó en son de paz con su mano de dedos finos y alargados, terriblemente pálidos. 

- Tranquilos, no les haremos daño- Dijo su acompañante con ese tono felino que me causaba escalofríos. El cascabel que colgaba de su cuello marcaba sus pasos, vestía un traje semejante al del sombrerero, pero su camisa era adornada por un lindo y simpático listón. El cabello rojizo oscuro se movía con la más leve brisa que pasaba por el lugar, sus ojos se alegraron al verme. Para mí sorpresa y la de todos, se dirigió corriendo hasta mí y me embistió de pronto, fue tan rápido que apenas pude darme cuenta cuando lo tenía sobre mí, lamiéndome el rostro. 

- ¡Basta, Cheshire!- Mis gritos de súplicas no funcionaban con él. Comencé a reír desenfrenadamente - ¡Por favor! ¡Me haces cosquillas!- Logré girar mi cabeza y ver la cara de Agate, estaba furioso, como si estuviese a punto de saltar sobre Cheshire y matarlo, logré esbozar una sonrisa para que  se diera cuenta que todo estaba bien. 

-Cheshire…-  Solo bastó que Nathan, el sombrerero, pronunciara su nombre para que mi felino amigo detuviera su ataque. Se apartó de mí con rapidez y volvió a su lado. El pálido hombre llegó hasta nosotros y sonrió ante mi mueca de seriedad. 

- Lamento mucho haberte secuestrado-  Dijo despreocupadamente  -Supe de la complicada situación con tu tío. Definitivamente no volveré a raptarte- Dirigí una fulminante mirada hacia él, pero incluso si intentaba traspasar todo mi odio a sus pupilas a él simplemente parecía no importarle, sus ojos estaban vacíos, o felices, no sabría explicar con claridad cuál era la sensación que me atravesaba al fijarme en esos ojos desiguales. Dirigí mi mirada a Cheshire, el pelirrojo había afirmado que el sombrerero estaba loco, quizás algo de razón había en sus palabras.


- Por otro lado…- Dijo cambiando el tema y dirigiéndose a Agate ­ -Tengo un trabajo para ti- El peliblanco asentó con la cabeza para que el rubio siguiese hablando. 

- Existe cierto artefacto que quiero que robes- Me sobresalté al ver el rostro tan calmado de mi compañero, como si inmediatamente estuviese aceptando la oferta de Hatter –Está en posesión de la Reina Roja- Un escalofrío recorrió todos mis huesos cuando escuché esa palabra –Debes entrar al palacio y robarlo. Está en la habitación más custodiada, bajo una celda de vidrio imposible de romper- 

- ¿Entonces cómo…? 
Interrumpí. 

- A menos que lleven a Cheshire contigo- Terminó como si no me hubiese escuchado. 

- Está bien – Agate parecía tan convencido que incluso llegué a sentir un poco de miedo de él. 

- Sabes que la paga será…- 

- Lo sé, Hatter- 
Interrumpió. Entonces el hombre junto a una amplia sonrisa se quitó el sombrero y se despidió de nosotros. Su cabello brillaba como oro y hoy parecía más ordenado de lo normal. No tardó en alejarse de nuestro lado, a paso tranquilo y firme. 

- Espérame aquí, Cheshire- Dijo solamente y entró a la casa. Quedé pasmado, esperando que alguien pudiese darme una explicación ¿Qué demonios estaba a punto de pasar? Dirigí una mirada desesperada al pelirrojo, no parecía querer hablar, estaba en completo silencio, tendido en el suelo, ronroneando.

Lo dejé ahí y entré tras Agate. 

- ¿Enserio piensas ir?- Pregunté entrando súbitamente en su habitación, mientras él se cambiaba de ropa. Ahora vestía completamente de negro y alistaba una especie de bolso. 

- Claro que si- Dijo despreocupado. 

- P…Pero ¡Robar es ilegal!- 

- Lo sé- 

- ¡Podrían descubrirte- 

- Lo sé- 

- ¡Podrían matarte!- 

- Lo sé- 

- ¡Maldita sea, Agate!- 
Exclamé furioso y solo en ese momento logré captar su atención - ¡Existen otras formas de hacer dinero! ¡No tienes que robar!- Mi mirada estaba clavada en esas pupilas rojas que me miraban indiferentemente. 

- ¡Claro que si tengo que hacerlo!- Gritó. Di unos pasos hacia atrás en un sobresalto, jamás le había oído gritar de esa forma. Su cuerpo estaba rígido y un hilo tenso parecía escapar de sus ojos enojados, agaché la cabeza. 

- Entonces déjame ir contigo- 

- ¿Q…Qué dices?- 
Al escucharme, pareció calmarse por completo y ahora solo podía mostrar preocupación. 

- Iré contigo- Afirmé con una seguridad que incluso me asustó a mí mismo. 

- No puedes…- 

- Claro que sí- 
Entonces sorpresivamente estiró su mano hacia mí y me atrajo hasta él, como si quisiese que nuestro espacio visual disminuyera. Me tomó con fuerza por la cintura y llevó su otra mano hasta mi rostro y lo acercó al suyo. Sus ojos estaban encima de mí, pesados, insistentes y ansiosos, el carmesí que cubría sus pupilas parecía estar muy brillante hoy. Sentí su respiración sobre mí rostro y no pude evitar el escalofrío que me recorrió por completo, seguido de molestas cosquillas en el estómago que estuvieron a punto de obligarme a retroceder. Su jadeo era calmado, aunque las ansias podían sentirse en él, en su piel y en sus ojos ¿Tanto le preocupaba que les acompañara? ¿Acaso pensaba que yo podría echarlo a perder todo? 

- ¿Estás seguro?- Preguntó, cuando yo estaba a punto de perderme en sus labios. 

- Completamente-  Su boca estaba demasiado cerca de la mía y esto me ponía sumamente nervioso pero de alguna forma, me encantaba. 

- Entonces ponte uno de estos- Dijo apartándose de mí rápidamente y lanzándome un traje color negro. Dudé algunos segundos antes de tomarlo entre mis manos, pero ya había llegado demasiado lejos, ya no tenía otra salida, incluso se podría decir que ya no era el mismo Ángelo de antes. 

Horas más tarde ya estábamos afuera del palacio, yo estaba nervioso, demasiado nervioso quizás para ser la primera vez, pero no podía evitarlo. Frente a nosotros se alzaba una hermosa reja negra, enorme, majestuosa, con puntas en su superficie como navajas mortales, unas enredaderas con rosas cubrían la oscuridad del hierro y esto le daba un lindo aspecto un tanto romántico. Un centenar de guardias resguardaba la puerta principal, obviamente, nosotros no entraríamos por allí. 

Caminamos en silencio, mezclándonos armónicamente con la profunda penumbra que cubría todo a esas altas horas de la noche. Cómo creíamos, la puerta trasera se hallaba más desprotegida, tan solo seis guardias, algo somnolientos, la cuidaban. Nos ocultamos tras unos frondosos arbustos a esperar. 

- Uno…- Dirigí una mirada confusa hacia mi compañero ¿Para qué estaba contando? 

- Dos…-  Susurró con voz suave y comprendí. Cheshire ya se había puesto en posición de ataque, seguramente sería el primero en saltar sobre ellos. 

- No les dejen respirar- Ordenó antes de pronunciar la última palabra. Asentí con la cabeza, en un intento desesperado por darme ánimos a mí mismo. Solo derribaríamos a unos cuantos hombres, entraríamos en silencio y robaríamos algo ¿Por qué debía ser tan difícil? Tomé aire profundamente. 

- ¡Tres!-  Mi cuerpo reaccionó autónomo al escuchar esta palabra, fue como si la voz de Agate hubiese activado un mecanismo en mí, que inmediatamente me hizo correr y saltar sobre todo lo que se pasó por delante. Una sensación extraña corrió por todo mi cuerpo, el corazón aceleró y palpitó más fuerte que cien caballos en una rabiosa carrera, mi cuerpo entero se congeló, pero se volvió más ágil y fuerte de lo que nunca pude haber imaginado. Fue cómo si un rayo hubiese entrado en mí, proporcionándome más fuerza y rapidez. Perdí la noción del tiempo que pareció congelarse ante mis movimientos, dejé de ver a mis compañeros y de extraña forma solo podía concentrarme en mi objetivo. No me di cuenta cuando ya había dejado inconsciente a más de tres. No podía evitarlo, no podía controlar el miedo que de alguna forma me motivaba a efectuar cada golpe, un miedo que me gustaba, una extraña sensación de placer acompañaba cada puñetazo, cada patada  El corazón no se detuvo y  mis pulmones no volvieron a respirar hasta que vi al último hombre caer frente a mí. 

- ¡Miaau!-

- ¡Increíble!- 
Exclamaron Agate y Cheshire al mismo tiempo. Caí arrodillado al suelo, notablemente cansado mientras sentía como toda esa sensación, todo ese frenesí bajaba drásticamente de pronto, quitándome todas las energías.

- ¿Qué ha sido eso?- Pregunté mientras recibía la cálida mano de Agate. 

- No sé, lo único que sé es que te ocurrirá cada vez que estés en situaciones como esta- Afirmó en un suspiro ahogado al observar la puerta completamente despejada, íbamos a entrar. 

- ¡Suerte!- El pelirrojo se acercó a mí y dedicó una tierna lamida a una de mis manos, luego escaló ágilmente la gran reja trasera y se fue por los techos del palacio. Agradecí tener a Cheshire junto a nosotros, ser mitad gato le volvía altamente ágil. 

- Solo si llega a ocurrir algo allá adentro-  Dijo el peliblanco sin soltar aun mi mano y clavando sus profundos ojos en los míos –No mires atrás si tienes que huir- 

- P…Pero- 
Intenté objetar. 

- Prométemelo- Suplicó tomando ambas manos entre las suyas ¿Por qué me estaba pidiendo esto? ¿Acaso esta misión era demasiado difícil, como para que algo saliese mal? 

Titubeé unos segundos mientras observaba cómo las cálidas manos de Agate se iban apagando entre las mías, las sujeté con fuerza para que no resbalaran. 

Dirigí una mirada a la imponente construcción que teníamos frente a nosotros, tan grandiosa, tan solemne, tan majestuosa, tan impenetrable. Miré sus ventanas cubiertas de rejas y me perdí en el fondo de los jardines plagados de perros rabiosos, sentí miedo, auténtico miedo, mi cuerpo se congeló y mi corazón latió con rapidez, temblando. Todo podía salir mal, incluso para Agate. 

- Lo prometo-  Afirmé para tranquilizarle. 

- Entonces…- Dijo de pronto, satisfecho con mi respuesta – Si es que todo llega a salir mal- Sentí su mano subir por mi brazo y tomar mi hombro con delicadeza y firmeza, posó su otra mano alrededor de mi cintura y me atrajo hasta él, besándome sin más demora. Pude sentir sus labios temblar junto a los míos, húmedos, carnosos, cada vez me gustaba más la sensación que me transmitían. Llevé mi mano a la que tenía sobre mi hombro y la acaricié. ¿Cómo poder explicar lo que sentí esa vez? No quería besar a nadie más, ni a Emma ni a nadie. En ese momento solo podía pensar en una sola cosa, no había robo, no existía la reina ni su fina joya, no existía el orfanato ni el maldito obispo que asechaba sus habitaciones. No sé por qué, pero mientras me entregaba al suave veneno de sus labios no podía dejar de pensar en él, en sus ojos profundamente rojos, como la sangre que corría frenéticamente dentro de mis venas cada vez que me besaba. 


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