En muchos hospitales, cuando te internan, te colocan un brazalete de color blanco con tu nombre y fecha de nacimiento pero también pero también existen de otros colores, como el rojo que es el que le ponen a los muertos…
-Al fin acabé…- dijo después de un suspiro cansado cierto peli negro de un ojo rubí y otro anaranjado- Cuatro cirugías en un día, ahora sí que será un récord difícil de vencer.- tomó un sorbo de su café para relajarse- Bueno, contando que no había entrado a quirófano toda la semana y parte de la pasada creo que es justo.- se terminó su café para después volver a suspirar- Bien, ya va siendo hora de mi salida. Será mejor que prepare mis cosas.- dicho esto se paró de donde estaba y tiró el vaso desechable para después comenzar a hacer la actividad antes mencionada.
Pulso el botón para llamar al elevador y seguido de esto espero unos segundos en aquel solitario pasillo hasta que las puertas se abrieron dejando ver el largo espacio que había para que las camillas entran pero solo estaba un muchacho de cabellos rubios y mechones rojos agarrados en una coleta y ojos rojos dentro. Al Kurotane casi se le para el corazón al verlo.
-Z…Zen…- dijo a lo que el rubio alzó la mirada, mirada que se iluminó.
-Piko…- susurró con una inmensa sonrisa poniendo sus manos detrás de su espalda, el mencionado entró y las puertas se cerraron. Aquel chico de coleta había sido su primer y único novio, no es que no haya tenido otras parejas pero debido al fuerte carácter que poseía no lograban ser de largo plazo. A diferencia de esto, con el Kowaretane había durado 6 años ya que este lograba controlar el mal genio que tenía y no rompieron por problemas, para nada, si no fue que se veían tan poco cuando empezaron sus carreras que decidieron que lo mejor era terminar con su relación. Desde entonces comenzaron a verse mucho menos hasta no verse para nada, pues era muy raro y difícil estar con el otro sin una muestra de cariño.
-Ho…hola- saludó claramente nervioso el Kurotane. El chico con bata de paciente rio.
-Hola.- le devolvió el saludo con una inmensa sonrisa.
-Han pasado muchos años…- pulsó el botón del elevador que lo llevaba a la planta más baja.
-Siete años para ser exactos.- el elevador comenzó su tarea.
-Si…- suspiró- ¿Cómo has estado?
-Pues… supongo que bien…- contestó el rubio- aunque no te haya podido olvidar- dijo esto pensando que lo había dicho en su cabeza pero en realidad fue un murmullo audible para la otra persona quien se sonrojó.
-¿Qu…qué?- preguntó a lo que el paciente se dio cuenta que su pensamiento lo había dicho en voz alta por lo que se sonrojó como un tomate.
-Pe…pe… ¡Perdón! N…no quise decir eso…- se disculpó mirando hacia otro lado. Piko sonrió.
-No te preocupes… yo tampoco te he podido olvidar- se sinceró. Zen lo vio sonrojado pero sonriente.- ¿Te gustaría…?- en ese momento las puertas del elevador se abrieron dejando ver a una muchacha de cabellos verdes y cortos. Al peli negro se le heló la sangre y sin pensarlo mucho cerró las puertas y pulsó el botón hacia la planta más alta del edificio. El Kowaretane se extrañó.
-¿Por qué hiciste eso?- preguntó.
-A esa chica la operé hoy… y ella murió durante la operación…-relató con temor- ¿Acaso no viste el brazalete rojo que tenía?- el rubio sonrió tétricamente y mostró su brazo derecho.
-¿Una cómo está?
