Abrí la ventana de mi cuarto y entonces me di cuenta, ya era de noche y yo me había pasado toda la tarde jugando video juegos.
-Tarea, YoungJae, recuerda hacer la maldita tarea.- Me dije como si eso fuese a cambiar algo y sin ganas en absoluto me tiré en mi cama, donde todos esos libros llenos de ecuaciones se encontraban; tal como decía mi madre, debía conseguirme más amigos… todos me decían que para un chico de 16 no era nada sano estar todo el día haciendo deberes, que por cierto debía entregar dentro de una semana o más. Yo no le veía nada de malo, sinceramente estaba cómodo así, aunque a veces me ponía a pensar en que si tuviese con quién salir, tal vez podría distraerme y saber como se sentía esa presión que todos mis compañeros contaban. Esa que te llegaba dos días antes de entregar porque no habías hecho absolutamente nada de tus deberes.
-Jae, baja a cenar.- Escuché la voz fuerte pero algo chillona de mi madre llamar desde el piso de abajo, posiblemente me saldría de nuevo con la charla esa de “sal con tus amigos de vez en cuando, consíguete una novia, al menos sal con chicas”, pero no… aunque tuviese arranques de curiosidad, jamás lo haría.
Mis amigos se excedían demasiado a veces, sobre todo el tarado de HimChan, el cual no sabía cuando dejar de beber y en cuanto a las mujeres… me parecían más bien una perdida de tiempo y dinero que otra cosa.
-Estoy en la misma casa que tú, no tienes que gritar.-Murmuré rodando la mirada en cuanto pude verla; ella estaba en la cocina, con un delantal de estampado rosa que sinceramente le quedaba bien. Mi madre, después de todo era aún algo joven.
-Por ese comentario, yo no voy a servirte la cena.- Me dijo aparentemente “indignada” y fue entonces que noté como se movía hasta la mesa, en donde un plato ya estaba servido; como siempre, mi madre haciendo berrinches como niña pequeña. Sin decir nada me serví un plato y con andar pausado me senté justo frente a ella, esperando que me contara cualquier cosa de su día, como todas las noches cuando nos reuníamos a cenar.
Ella no dijo nada hasta pasados un par de minutos. Parecía contenta o algo así, ya que no dejaba de verme comer con una enorme sonrisa en sus labios.
-¿Qué?- Cuestioné al fin, con los ojos entrecerrados y dejando de lado mis palillos.
-Tu tía JunAh me llamó hoy ¿La recuerdas?- Ante su pregunta me quedé un poco pensativo y luego asentí. Si, había escuchado mencionar de ella, y sabía también que era de Busan, pero de ahí en más, no. -¿Recuerdas que tiene un niño?... bueno, ya no es para nada un niño, pero jugabas con él cuando ambos tenían cinco o seis años, no recuerdo.- Agregó ella riendo ligeramente; ¿A qué venia todo esto? Tal como era mi costumbre decidí hablar de una vez para que fuera al grano, mi preciosa madre solía divagar bastante.
-¿Cuál es el punto?-
-Mmm, eso… tu primo ha decidido venir a Seúl para terminar la preparatoria e ir a una buena universidad.- Afirmó con una radiante sonrisa a lo que yo alcé una ceja… ella pareció entender mi mensaje. –A lo que me refiero, es a que se quedará a vivir con nosotros por un tiempo.- Mis ojos se abrieron más de lo normal y luego agache la mirada para observar mi plato.
¿Otro ser humano viviendo conmigo y mi madre?... carajo.
-¿Cuándo llega?-
-Apenas comience el próximo ciclo, estarán juntos en segundo grado.- Ella no dejaba de sonreír, y sin embargo yo no podía estar del todo a gusto. Soy tan malo socializando que difícilmente conseguí unos cuantos amigos. –Jae, cariño pareces preocupado… descuida, se llevarán bien, antes lo hacían.-
-Las mentalidades cambian, mamá. Ya no tenemos 5 años- Respondí esta vez con tono algo más molesto y firme; no, aunque mi madre rogara, yo nunca podría llevarme bien con alguien de la noche a la mañana. . . nadie.
Por muy primo mío que fuera.