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False dawn por Reitann

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Notas del capitulo:

Esto es nuevo... Pensaba meterlo como una historia dulce, empalogosa y enferma de uno de mis OTP; el ByouxMao. Aquí viene el gran y malefico "pero"... Decidí que algo breve, lleno de drama era lo que mi pobre alma buscaba.

 

Lamento que sea corto, así me salen las cosas (SIEMPRE, SIEMPRE SIEMPRE.) Esto debería ser actualización de Folie a deux; pronto vendrá. Lo prometo

 

Lean, sean felices y si gustan dejar opinión. 

 

Los labios de Byou nunca se habían visto obligados a formar una sonrisa tan amplia como la actual. Debía ser efecto del tabaco. Sí, eso mismo. Sus ojos habían caído en una especie de trance donde la realidad se distorsionaba en imágenes desagradables, específicamente la que justo ahora apreciaba en primera fila. Nunca había detestado el sexo. Él, un hombre pasional por naturaleza, estaba aborreciendo con todo su ser la unión carnal entre dos cuerpos. No podían culparle; encontrar a su pareja manteniendo relaciones con alguien más en una sala donde ensayaba a diario con su banda, era en mínimo, purgante. En ese momento comprendía porque algunos conocidos le intentaban impedir llegar a ese sitio. Cubrían el pecado, pensando inocentemente que eso le ayudaría. Que ignorantes y pobres podían llegar a ser las personas, incluyéndole.

 

El ramillete se deslizó sin esfuerzo de entre sus falanges zurdas, rosas rojas rompieron la sincronía que el mismo agarre les había dado luego de pagar la cuota adecuada a una amable empleada de la florería cercana a la compañía.  El destino le brindó una acción improvisada, pero conociendo la adoración casi religiosa de Mao por esas flores, había valido la pena. Había… Que compleja conjugación del verbo haber. No siendo suficiente, el chocar de las flores provocó un ruido seco y atrayente a los amantes, quienes por inercia giraron sus cabezas hasta encontrar el ángulo adecuado que permitiera a sus miradas, acorralar al culpable. ¿Era confusión lo que apreciaba en su aún pareja? Imposible, puesto que su infantil rostro, mismo que había apreciado con detalle tantas veces en el pasado, se deformaba en una mueca de placer puro. El orgasmo le ahogaba y cobraba un gemido que nunca antes había sido capaz de escuchar cuando era él quien le hacía el amor. En cambio el segundo, Mizuki, “amigo” del otro vocalista, le apreciaba incrédulo tanteando una explicación que no llegaría. Lucia estúpido balbuceando mientras, arriba de Mao, continuaba frotando sus cuerpos con descaro.

 

Sintiendo el peso del universo entero sobre sus hombros, se precipitó a recoger el presente del suelo. Las pequeñas púas de los tallos rasgaban superficialmente su piel, exigiéndole que ejecutara cuidadosamente su tarea. Ahora el carmín de un par de gotas de sangre complementaba el llamativo tono de las rosas, afín a la agitada respiración de la pareja testigo que marcaba tortuosos segundos al tiempo límite. Rescatando la diminuta cantidad de dignidad que quedaba en su interior, junto al descompuesto ramo, emancipó su presencia huyendo con tranquilidad. Cualquier esperaría un drama digno de esas comedias televisivas en dueto con insultos y maldiciones a ton y son. Lamentablemente, Masahito no poseía lo requerido para cubrir ese rol, opuesto a lo que pensaban los demás, su carácter era más apegado al lado introvertido. Temeroso hasta la médula e inseguro de su propia capacidad.

 

Sus pasos marcaban un zumbido inoportuno en sus oídos, haciendo que su cerebro entrara en una clase de proceso de autodestrucción. Las caras que iban apareciendo, diciendo cosas sin sentido y mostrando preocupación por su salida, las paredes nítidas y absorbentes que cedían a su caminar, era una obra creada especialmente para un público exigente… No le pedía nada a la tragedia griega. Los actores de esa época, ¿habrían sido adecuados y resistentes a una sentencia tan cruda? Le hubiese gustado presenciar una función con invitación de gala. Tal vez en las afueras del edificio encontraría a un hombre con porte de Adonis, una toga y vocablos de una lengua desconocida.

 

“Al menos algo bueno debe tener la vida ¿no?”. Travieso pensamiento se dignó a aparecer, bloqueando la decisión de ir directamente a su departamento o conseguir un consuelo temporal en la zona concurrida de bares del lujoso distrito de Ginza. La respuesta llegó un poco tarde y de la forma menos esperada.

 

-Lo… Lo siento, Byou.- No valía la pena toparse con lo que seguramente, era una expresión fingida. Chasqueó su lengua, no por la presencia de Mao, sino por percibir el ardor de los rasguños que las espinas habían ocasionado en su mano. Fuera de una conducta estable, estiró el brazo correspondiente e hizo libres a los maltratados pimpollos. De nueva cuenta se veían juzgados por el suelo.

A sus espaldas, el de menor estatura observaba la ley de la gravedad en su expresión natural. Lo que en una realidad alterna, correspondía a ser un bonito detalle. Esas pobres y desafortunadas plantas hubiesen hecho decoración preciosa en su habitación o cualquier otra parte de su hogar que contara con basta iluminación del sol.

 

De regreso a nuestro protagonista, limpiaba sus heridas al frotar la palma contra sus ajustados vaqueros, un frenesí obvio delataba que no sólo añoraba deshacerse de la sangre, sino también del dolor que la infidelidad descubierta ocasionaba a su hipotálamo. En términos mundanos, a su corazón.

Siendo negado por los dioses a obtener ese logro, volvió a abrirse paso en un caminar más pausado. Algo en su ser sabía que Mao le seguiría. No pretendía hablar con él, no en ese momento. Más siendo algo masoquista, quería sentir que algo en la podrida persona de su amado, realmente velaba por su bienestar.

 

-No te vayas, por favor… Entremos y arreglemos las cosas como adultos. N-no servirá de nada si evitas el tema.- Gastado. –Mizuki y yo podemos explicarte todo.- Confundido. –Byou-chan…- Moribundo.

 

Era el colmo que exigiendo una charla madura y seria, se atreviese a usar ese aniñado sobrenombre que sólo tenía permitido salir de sus labios. Jugada más sucia no existía. A pesar del chantaje en apariencia de insistencia, no se detuvo. El coraje podía ser un buen combustible para un alma destrozada. Sin embargo, en base al karma, equilibrio del cosmos, un largo etcétera revistió el periodo de humillación atinando a su predicción; el pequeño castaño se mantenía trazando la misma ruta de su andar.

 

El eco de las suelas contra el pavimento, atrajo en memorias una de sus primeras salidas luego de formalizar sus encuentros casuales, a un civilizado noviazgo… Mao vestía unos bonitos shorts que presumían sus cortas pero torneadas piernas, quizás lo hacía con voluntad de seducir pues entre los dos, esas prendas eran aduladas con frecuencia. El clima también se prestaba; verano, cálido y despejado verano con una brisa amiga. ¿Digno de una fotografía? Probablemente, decorando con fervor el último detalle: sostenían sus manos. Cada dígito encontraba un hueco para entrelazarse y afianzar el típico agarre de enamorados. La única diferencia con el estereotipo actual (que va, ese modelo se ejecutaba desde siglos pasados) nacía en el silencio. El viento era abandonado a la espera del eco de sus voces, sólo eso.

 

¿Seguiría viva esa sensación si se atrevía a tomar alguna de sus manos?

 

Para buen o mal fortunio, lo único que pudo tomar entre su lacerada palma, fue la cajetilla anteriormente ubicada en alguno de los bolsillos de sus pantalones. Si, estaba en un trance tan denso que no podía distinguir con exactitud de donde había sacado el mini contenedor de nicotina comprimida.

Uno de los cigarros se coló por medio de la tosca abertura, creada bajo su misma autoría, y acabó entrando a su boca. En reflejo, su pobre lengua tuvo que detener el filtro para evitar que traspasara el límite de la campanilla, totalmente indeseado y le ocasionara una arcada.

 

-Sabes, no espero una justificación.- Manteniendo en un danzante equilibrio al largo cilindro de papel y sustancias tóxicas, comenzó a expulsar en una especie de vomito verbal, una revelación. -Al ser adultos, adoptamos responsabilidad completa sobre nuestro actuar… O al menos eso estipula la ley y nuestros padres. Mao, eres libre.- Su voz ocultaba el titubeo emocional tras aquel instrumento material. No resultaba fácil terminar con una relación entre un caminar vago y sin rumbo.- No soy quien para reclamar acerca de lo que hagas o dejes de hacer.- Era tu maldito novio y me traicionaste. -Y si recurriste a alguien más en tal medida, fue porque yo no cumplía con el perfil completo.- No te follaba tan bien como Mizuki.

 

Quién lo diría. El cuerpo de Byou parecía recobrar el carácter arisco de antaño, específicamente de la época en que Yuuto había decidido dejar SCREW luego de una acalorada y larga discusión. Los síntomas iban desde veneno impregnado al hablar, hasta una expresión tan aburrida, que seguramente las personas que iban en contra sentido por la calle, apresuraban el paso al topársela. Obviamente seguía sin ser capaz de detonar la bomba en su cerebro llamada odio, eso significaba jugar en ligas mayores y el chiquillo, apenas tomaba el bat.

 

-No ha sido tu culpa.- ¿Tan rápido actuaba el remordimiento?

 

-Lo sé, lo sé… Ha sido del verano o la jodida estación en la se encuentre el país. Ya sabes, la gente dice que las hormonas aumentan en periodo de temperatura poco comunes.- Sarcasmo. Necesitaba detenerse o realmente el meollo del asunto colapsaría cual volcán en plena erupción. Ignoró por completo su propia advertencia, giró sobre su eje,  cambio adecuado para que Mao fuese zona central de su campo visual y acabar con todo de una buena vez…

 

“¿Lo ves? Nuestras manos son como piezas de un puzzle, claro que la tuya es más grande y áspera, pero ¡eso no importa! Encajan y disfrutan la unión. Masahito, creo que me estoy enamorando de ti…”

 

¿Cuánto tiempo llevaba Mizuki ahí? Milésima duda en el día que como las demás, apuntaba a quedar flotando en la Vía Láctea sin respuesta o tragada por un hoyo negro donde la verdadera nada existía. Hablando de nada, su cabeza empezaba a comprender teorías físicas que en los años de instituto ignoraba por gusto propio. Hilos atados, nudos creados.

 

-Salgamos otro día con los chicos, seguramente la pasaremos bien.- Su improvisaba armadura se deshizo; la fuerza con la que el guitarrista tomaba la mano derecha del vocalista contrario, declaraba victoria a su bando. Derrota. Un huracán de locura arrasaba el estado mental de los tres. Uno abordando la despedida con Alzheimer fingido y los otros dos con parálisis facial de la impresión. El aire de Tokio debía estar impregnado de una sustancia rara que cambiaba a las personas en un pestañeo… O después, de una infidelidad.

 

“Te mostraré que mantener una relación seria es más sencillo de lo que parece. Serás muy, muy feliz.”

 

Retomar la vieja rutina, visitar los suburbios durante los fines de semana desocupados, escribir cuanto cruzará su mente en Twitter. Estar sin Mao no sería sencillo, ni un poquito. Pero, había suficiente tiempo para esconder las cicatrices en arena y actuar como si nada de eso hubiese pasado, dando inicio de oro con sacar el gastado mechero del mismo refugio de la cajetilla y fomentar que la flama, quemara la orilla de la varita de tabaco. Una jornada de locos llegaba a su fin en forma de lluvia personal sobre las pálidas mejillas de Masahito Kojima.

 

La gente lo cataloga como llanto.

 

Notas finales:

Hice llorar a mi amado Drag Queen, merezco amor. 

Twitter: @TokyoBurst


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