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Delphinium por Akii Siixth

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Notas del fanfic:

Una vez más, esta historia va dirigida a mi hermosa Mila.

La hermana que nunca tuve ♥.

Te amo, nee. 

Feliz cumpleaños; te deseo lo mejor y ojalá que cumplas muchísimos años más *3*

Notas del capitulo:

 

Hola *-*/

Vengo a dejar este proyecto por acá. 

Falta exactamente una semana para el cumple de mi gato, así que aprovecho que ya desde hace días tengo el primer capítulo terminado.

Ojalá les guste, la/s pareja/s se irá viendo con el tiempo :'D.

No creo que sea de más de 10 capítulos, todavía no lo tengo claro; pero se viene para un tiempito :3.

Gracias por pasarse *3*.

Un personaje que tal vez no logren ubicar --->este

DELPHINIUM

 

El valle de las flores azules

I

—Vamos, Taka, corre más rápido.

Eso trataba, pero las cortas piernas del niño no daban para más. Habían corrido casi todo el camino, ya sus pobres piernas estaban cansadas, sus músculos gritaban por un descanso, pero con tal de seguirlo no había dolor que importara.

—Espérame un poco, Kou. No corras tan rápido, yo soy más pequeño —gritaba varios metros desde atrás.

No sabía por qué había aceptado hacer una carrera contra ese su amigo, él era mayor y más alto, ¡claro que podía correr más rápido! Pero no, él no dejaría que le ganara tan fácil, además, ya casi llegaban.

—¡Mira qué bonito, Taka! Este es mi lugar favorito en el mundo —exclamaba el niño mientras se arrojaba de lleno contra el césped.

—Sí, lo es, Kou. —Imitando a su amigo había contestado aquello.

Frente a ellos tenían un campo lleno de toda clase flores de todos tamaños, aromas y colores. Todas hermosas. Ambos niños iban allí de vez en vez para poder estar solos. Takanori con sus cuatro años disfrutaba más que nada en el mundo estar en ese lugar y especialmente si era con Kouyou. A su corta edad, creía que no había algo que le impidiera estar con su mejor amigo, creía que tan solo con poder correr a su lado, gritar, reír, saltar, jugar…, era la verdadera felicidad… ¡cómo le quería!   

 

II

Sentía cómo la seda de aquel kimono le rozaba delicadamente la piel. Era uno de sus favoritos; blanco con rosas rojas dibujadas sobre él. Su cabello castaño era peinado hacia un lado mientras alguien más coloreaba sus delicados labios de un tono rojo sangre, ya sus ojos estaban delineados de un negro intenso con un poco de sombra a juego con el atuendo, roja en esa ocasión.

Así era como Ruki debía lucir todos los días: elegante, delicado, pulcro, perfecto... todos los días sin fallar.

Acabada la transformación, se veía al espejo, siempre preguntándose qué tal le iría esa noche, deseaba que mal para que desistieran de obligarlo a hacer tal cosa. Pero nunca pasaba, siempre había clientes buscándolo.

 

Una cabeza apareció en su campo de visión, la chica que siempre lo dirigía estaba viéndolo incesante, como diciéndole con la mirada que se apresurara, sino tendría problemas. Verificó una vez más su vestuario y luego salió, aunque la chica, Mi era su nombre, lo detuvo para examinarlo con más detenimiento. Siempre hacía lo mismo, como si no confiara en el trabajo de las otras chicas  que se encargaban del arreglo de Ruki; ella siempre rectificaba que él se viese bien; «atractivo» para los clientes.

—¿Puedes decir que estoy enfermo? No quiero salir hoy —habló con algo de miedo el castaño. Mi desvió su mirada por un momento de su trabajo.

—No; no puedo, debes trabajar como todos. —Fueron las palabras de la pequeña, pero nada débil Mi, tenía un carácter fuerte, a lo mejor por tal motivo era ella la encargada de todos los empleados como Ruki. Nadie se le negaba.

 

Una vez acabada la revisión, la chica le tomó de su mano, este se dejó guiar, derrotado, hasta antes de salir hacia el gran salón. Trataba de pasar desapercibido, pero nunca lo había logrado; ¿y cómo hacerlo?, si todo el mundo esperaba poder verlo. Ya muchos se lo habían dicho, él era la mayor «atracción» en aquel lugar. Todos iban a verlo a él, se peleaban por él, todos querían pasar una noche con él.

Muchas veces había escuchado al señor Ishida decirle que él era solamente mercancía y que debía su agradecimiento a él y a su familia por haberlo salvado cuando niño. Y no es que él no fuera agradecido; pero desde que aquel negocio comenzó, sintió como si nada en su vida fuera suyo, ni siquiera la vida misma. Recibía órdenes todo el tiempo, «haz esto», «haz lo otro», «hazlo así», sin mencionar lo que hacía para poder recuperar su libertad, si es que alguna vez la tuvo. Hacía algo que no le gustaba, pero su cerebro estaba demasiado lavado como para negarse a realizarlo. Tantos años habituándose a lo mismo lo habían convertido en un juguete. Un lindo juguete del que todos querían ser dueño.

Tenía un lugar especial en aquel salón. Un sofá de cuero blanco en lo alto de una especie de escenario, lo exhibían de tal forma que al solo entrar en aquel lugar se pudiera apreciarlo.  Por supuesto, en ese lugar había más personas como él, pero menos explotadas, y es que Ruki era su mayor trofeo. A lo mejor era por la belleza nata que poseía, tal vez el cuerpo pequeño y complexión delicada que poseía. A pesar de no tener los mismos atributos que cualquiera de las bellas mujeres que servían en aquel local, él era el mejor tratado de todos, porque claro, el señor Ishida no iba a malograr a su mejor fuente de ingresos.

 

Las «fiestas» celebradas en tal lugar, eran solamente para aquellos que tuvieran dinero suficiente. La entrada costaba una cuantiosa cantidad de dinero que no cualquiera poseía, es por eso que era destinado nada más a la alta sociedad, grandes empresarios, narcotraficantes, sicarios, personas corruptas llegaban a ese lugar a cumplir con sus más bajos deseos carnales.

En el exterior, Delphinium (nombre puesto por la fallecida señora Ishida), era un bar para ricos, así lo calificaban las personas comunes y corrientes. Pero en el interior, la situación iba más allá, allí se encontraba lo peor de lo peor en la humanidad, toda en un mismo salón.

Todos allí tenían gran poder, aunque al poner un pie en aquel lugar estaban bajo el mandato de los Ishida. Todos evadían a la policía con gran astucia, el señor Ishida había hecho trato con aquellos oficiales corruptos con tan solo «obsequiarles» unas horas con varias de sus trabajadoras más hermosas, pero estaba claro que cualquier pacto que tuviera con ellos, no saldría a la luz, por lo que, las amenazas, o advertencias como él les decía, para con sus invitados, estaban claras, nadie podía hacer un alboroto de ser así, un simple llamado y todos acabarían en la cárcel sin ninguna esperanza de salir.

Pero aún sin las amenazas, nadie se atrevía a contradecir a los Ishida. Era más cuestión de respeto y obediencia pues esa familia había estado en el «negocio» desde hacía tanto que muchos de los que acudían ni siquiera habían nacido, y de juventud ya —casi— ninguno gozaba.

Al entrar, cada persona se hacía acompañar de un trabajador de Delphinium, fuese hombre o mujer, no importaba si el cliente buscaba o no esa clase de atención; aunque no fuesen solicitados, esos empleados estaban para eso, para ser los perros, a veces literal, de los que allí entraban.

Por supuesto, no todos los empleados eran de tal rango, estaban aquellos, en su mayoría mujeres, que destacaban por sobre los otros, ya fuera por su belleza, habilidades, experiencia y varias cosas que las hacían sobresalir por sobre el resto. Ellas, por supuesto estaban exhibidas  de manera que resultaran llamativas, las vestían con largos kimonos de colores vivos. Muchas veces danzaban en medio de la pista de baile para entretener a los allí presentes, con el propósito de llamar la atención y conseguir más clientes; pero ni siquiera tal acto de gran erotismo competía contra Ruki, él no hacía nada más allá de estar sentado en el sofá de cuero, nada más... Y entonces ¿por qué? ¿Por qué las personas ofrecían esas cuantiosas cantidades de dinero por él? ¡¿Por qué?! Había personas mucho más hermosas que él, ¿por qué precisamente debía ser él el más codiciado? ¿Por qué?

Esas preguntas siempre resonaban en su cabeza todas las noches, él no hacía nada, no lo buscaba como los demás. A él ni siquiera le interesaba generar ganancias para poder quedarse a trabajar allí, él ni siquiera había pedido trabajar allí en un principio, el señor Ishida lo había obligado. Pero, ¿qué tenía él que no tuviera cualquier otro? ¿Qué?

Si bien era cierto que pensaba que le debía su vida al señor Ishida y que debía estarle agradecido, una parte suya siempre creyó que vender su cuerpo no era una muestra de tal gratitud. ¿Cómo había llegado hasta eso? ¿Cuánto tiempo llevaba haciéndolo para que de vez en cuando se le hiciera algo tan normal como lo era el respirar?

Tuvo que detener su interrogatorio mental cuando una chica llegó a hablarle indicándole que pasara a su habitación. Se levantó casi de inmediato y se puso en marcha, cómo odiaba a su mismo cuerpo cuando actuaba por sí solo. Él no quería hacer eso esa noche, no, esa noche deseaba quedarse en SU habitación recostado y si era posible, que él regresara y abrazarlo como había deseado por todos esos años, ¿eso era mucho pedir acaso?

Suspirando se adentró a la habitación.

—Tu cliente vendrá pronto, prepárate. —Fueron las palabras pronunciadas por aquella chica.

Sí, ya lo sabía, no había necesidad que esa mujer se lo recordara cada día, sabía que tenía que dar un buen aspecto, sabía que debía lucir «perfecto».

Se acercó al espejo de cuerpo entero que tenía aquella habitación, se ajustó el kimono y retocó un poco su maquillaje, esa noche hacía calor y la pintura de sus ojos se había corrido levemente.

Al terminar se giró para ver el resto de la habitación, aun siendo que la veía cada noche, se le hacía siempre tan fría y desolada, estaba muy bien amueblada y la iluminación era buena, pero no era precisamente eso lo que la hacían tan gélida, era por lo que pasaba en ella.

En medio se encontraba una cama con una curiosa forma circular. Estaba cubierta con mantas de seda púrpura y despedían un olor a lila que a Ruki ya hasta asco le  provocaba, lo olía cada noche en esa situación tan incómoda que no podía evitar asociarlo a tal acción, era una lástima porque las lilas eran su flor favorita.

 

Se estaba poniendo nervioso, su cliente, quien quiera que fuera, ya se estaba tardando... ¿Tal vez había desistido? ¿Y si le estaban dando la noche libre? ¡Já! Claro que no, jamás dejarían pasar tal cantidad de dinero así como así. Suspiró por segunda vez en menos de diez minutos, no, no iban a darle la noche que él tanto anhelaba.

—¿Por qué suspiras, amor? —Sintió cómo le susurraban tales palabras en su oído. Se dio la vuelta tratando de poner su mejor cara, ya sabía quién lo tendría por esa noche y simplemente pensó que no podía ir peor.

—Estaba tardando mucho, señor Aikawa. —Tuvo que aceptar el beso que aquel hombre le depositaba en sus labios, apenas el primero y ya quería que acabara.

—Disculpa, estaba arreglando un negocio; pero ahora solo tengo tiempo para ti. ¿Me extrañaste? —Volvió a susurrar directamente en el oído de Ruki, este se estremeció aún más que la primera vez. Cuánto lo odiaba.

—Sí. —Fue su falsa y tímida respuesta.

Aikawa Izumi era un importante cliente de Delphinium, a sus cuarenta años era poseedor de la mayor red de sicarios de todo Japón, su riqueza había llegado a ser comprada con la de los Ishida, quedándose atrás por muy poco. Ruki llevaba algún tiempo trabajando con él, y es que aquel hombre había desarrollado cierta obsesión por él al transcurrir los años. Al muy estúpido le habían hecho tragarse el cuento de que le habían vendido la virginidad de Ruki, siendo que este ya ni en broma lo era.

A partir de ese día, el señor Aikawa se convirtió en un cliente asiduo de Delphinium, pero más importante para él, de Ruki. Quizá fue por él que las ofertas que hacía por el chico se elevaron a tal nivel y fue tal vez su nada disimulado interés por el adolescente el que llevó a despertar curiosidad en los demás. Ruki no sabía y mucho menos le importaba, él tan solo debía fingir que aquello era lo que más deseaba en el mundo. Nada más.

—Esta vez quiero probar algo nuevo —comentó el hombre mientras recostaba a Ruki sobre la cama.

—Nada me haría más feliz que complacerlo. —Mentía, mentía mejor que cualquier melómano en estado crítico. Pero claro, no podía dejar que en su rostro y acciones se reflejara el asco que le daba ser tocado por esa persona. Vaya a saber qué era lo que quería probar, si ese pervertido ya le había hecho hasta lo inimaginable. El castaño ni pensarlo deseaba, sabía que la realidad sería mucho peor.

Entre uno que otro beso, lentamente fueron acercándose a la gran cama. El corazón de Ruki no dejaba de latir afligido, quería apartarlo y huir de ese lugar. Nadie sabía cuánto asco le provocado ser tocado por ese hombre, que su piel fuese marcada por alguien que no grato, era horrible la manera en que se sentía mientras era despojado de sus vestiduras y contemplar la mirada lasciva que le era dirigida era preocupante… ¿cuándo acabaría su tortura? ¿Cuándo?

 

 

 

  No, no quería estar más tiempo en aquella cama, mucho menos con aquel tipo; pero a Aikawa se le había ocurrido quedarse dormido y peor aún, ¡abrazándolo! ¡Qué asqueroso se sentía! ¿Qué acaso no entendía que no debía permanecer más tiempo con él? Necesitaba un baño. No, necesitaba que inventaran pronto un aparato para borrar de sus recuerdos tales actos carnales que solo hacía por obligación; pero sabía que sus deseos no se harían realidad.

Trató de zafarse del asfixiante abrazo de Izumi, pero no pudo hacerlo. Por tal razón comenzó a moverlo delicada y gentilmente para despertarlo. Quería irse a su habitación lo más rápido posible. Aikawa tardó un poco en despertar, pero lo hizo. Se frotó sus ojos sin ninguna clase de delicadeza, luego observó por un largo tiempo a Ruki, este tan solo le indicó que deseaba verse libre y le fue concedido.

Era raro que Aikawa renunciara tan fácil a su cercanía y, aunque llamó su atención, Ruki no dejó que tal hecho lo distrajera, tomó su kimono y comenzó a vestirse dándole la espalda a su acompañante. No le importaba parecer grosero, tan solo quería huir de ahí.

—Creí que esta noche me dejarías pasarla entera contigo. —Nuevamente sintió cómo aquel hombre ponía sus grandes manos sobre él, susurrando aquello contra su oído.

—No quiero ser una molestia —contestó con astucia, tentado estaba a decirle todo lo que en verdad sentía, pero sabía que no se lo perdonarían.

—Oh, claro que no lo eres. No sabes cuánto me encantaría pasar todos mis días junto a ti. Por eso te pido nuevamente que te vayas conmigo…

—Sabe que no puedo —interrumpió—. Ya se lo dije antes, no es mi decisión irme de aquí. Debe hablarlo con el señor Ishida. —Y aunque todo eso era cierto, jamás aceptaría irse con ese hombre.

—Ya lo he hablado con él y el bastardo no está en la disposición de hacerlo. Por eso, Ruki, huye conmigo. En mi mansión podrás tener todo lo que desees, serás el rey de allí; no tendrás que vender tu cuerpo nunca más. Por favor, acepta venir conmigo, te aseguro que no te arrepentirás. Estoy dispuesto a actuar, pero solo si tú decides venir conmigo, así que, piénsalo. —Jamás antes lo había dicho con tal sentimiento. Hasta se sentía mal de rechazarlo; pero no podía dejar que su débil corazón le engañara con tan solo un engañoso tono de voz.

—No…

—Piénsalo, por favor —interrumpió Aikawa dejando un último beso sobre sus labios antes de marcharse. Pensarlo… no, ni loco estaba.

 

 

III

 

Salió más relajado después de darse un año. Por suerte aquella habitación contaba con uno. Estaba oscuro cuando salió, lo que era raro pues no recordaba haber apagado  la luz. Caminó despacio tratando de no impactarse con algo que se cruzase en su camino, trataba de llegar a la lámpara que estaba en la mesa de noche cerca de la cama, era en esos momentos en los que se preguntaba por qué aquel lugar era tan encerrado y oscuro, ¡no podía ver nada!

Se tambaleaba de vez en cuando, ¿estaba la cama tan lejos del baño? Pero no tuvo más tiempo para seguirse preguntando aquello pues sintió cómo alguien tomaba su mano, se asustó aún más cuando aquella persona comenzó a besarlo, aunque luego se relajó; solo había una persona en el mundo capaz de besarlo de aquella forma tan gentil y amorosa.

—Nao —susurró cuando se hubieron separado; no sabía si estaba soñando, o si su mente ya jugaba con él de una forma muy cruel; pero no podía equivocarse, esos eran los labios de Nao.

La otra persona no contestó, tan solo dejó libre a Ruki, solo en aquella oscuridad, la cual no duró mucho pues aquellas cuatro paredes se iluminaron con una tenue luz proveniente de una de las lámparas del techo. Allí pudo darse cuenta que en efecto, era Nao. Casi corrió para ir  abrazarlo, pero una señal para que se detuviera le impidió cumplir sus deseos.

Nao se comportaba extraño a los ojos de Ruki. Estaba cabizbajo, su mirada se encontraba perdida, apagada, sus ojos parecían dos pozos de gran profundidad, su labio inferior temblaba mientras él lo mordía hasta el punto de hacerlo sangrar. Fue por ese motivo que se acercó hasta él y lo abrazó. Aquel acto hizo que Nao rompiera en llanto, parecía que no podía aguantarse si Ruki lo abrazaba.

—Después de tanto tiempo —decía entre hipidos—, tú eres capaz de reconocerme. Después de lo que te han hecho aquí, tú aún guardas tales sentimientos por mí. Me haces tan feliz y miserable a la vez, Ruki. Me siento inútil por verte aquí y no poder hacer nada. Lo siento tanto, yo no quería esto para ti, perdóname, Ruki, perdóname. —Ruki no daba crédito a lo que escuchaba, y no es que Nao fuese una persona insensible, no; pero escucharlo llorar de aquella forma, con tanta tristeza, hacía que su corazón se estrujase de tal forma que dolía.

Quería tanto a Nao, lo amaba como nunca había amado a alguien.

—Estoy bien, me alegra mucho que estés de regreso, así que por favor quédate tranquilo —decía mientras besaba su mejilla—. Ahora vámonos de acá, no quiero seguir en este lugar.

Nao tuvo que serenarse, aún hipaba, pero se sorprendía que Ruki le hablara con tal propiedad; definitivamente no era el mismo chico que él había dejado años atrás.

Salieron caminando de la mano, ya Nao se encontraba más tranquilo. Ambos respetaban el silencio del momento, tan solo avanzaban a paso lento, como si el camino fuese a devolverles su vida pasada.

Se dirigían hacia la mansión. El local donde estaba  ubicado «el bar» se encontraba dentro de las tierras de los Ishida. Aunque desligado de alguna manera del resto de la gran casa.

Ruki contaba con una habitación, la cual tenía una vista hacia el jardín impresionante. Le encantaba porque podía apreciar las flores en tranquilidad y sin interrupciones. Y justo así era como deseaba estar con Nao, en la pacífica habitación, abrazado del contrario, contemplando su belleza.

 

Una vez estando allí, se deshizo de su kimono para cambiarlo por un pijama de color azul. Nao ya lo esperaba en la cama, él seguía teniendo una expresión triste en el rostro; pero se veía más calmado que antes. Aparentaba estar teniendo una batalla en su mente.

Se acercó con sigilo hasta adentrarse bajo las sábanas, depositó un tierno beso en los labios de su acompañante y, al fin, pudo abrazarse a él como tanto había esperado, estaba tan feliz que su corazón prometía salírsele del pecho por lo fuerte que latía.

—Te sacaré de aquí —susurró Nao de repente—. Te llevaré al lugar que tú quieras, Kioto, Hokkaido, Yokohama..., a cualquier lugar, solo debes esperarme un tiempo para reunir el dinero necesario para sobrevivir sin pasar penumbras, incluso podría llevarte al extranjero, a cualquier parte que tú desees, solo espérame. —Pronto Ruki se levantó deshaciendo el contacto para ver de frente a Nao, sonrió con ternura al ver la determinación en la mirada de su amado.

—Yo te esperaré lo que sea necesario —comentó volviendo a abrazarlo.

—Anda, dime dónde te gustaría vivir, quiera saber cuánto debo ahorrar —bromeó.

—Digamos que a Hokkaido, le escuché decir a alguien que es hermoso. —Sonrió Ruki siguiéndole el juego a Nao.

—Bien, Hokkaido será. Solo, ten paciencia, por favor. Te sacaré de aquí y ya nadie te obligará a hacer algo que no deseas, te lo juro, Ruki.

Y con un beso depositado en la frente del castaño se cerraba una promesa, una muy grande que marcaría un antes y después en la vida de ambos, aunque eso ya se vería más adelante. Por el momento, tan solo deseaban dormir y llenarse de la paz que se transmitían mutuamente.

—Buenas noches —susurraron al unísono para luego quedarse en un profundo silencio y caer en el más profundo de los sueños.

 

  

Notas finales:

Es corto, lo sé ;A;

Espeor que les haya llamado la atención al menos XDD.

No hablo de la frecuencia de las actualizaciones, pero está planeada para hacerse la próxima semana, espero.

Gracias, muuuuuuuuuchas gracias por pasarse, me hacen feliz :'D.

Nee, ojalá te haya gustado >n< ♥.


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