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Cherry blossom and this love that suddenly found me por BurnOurGlories

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Notas del fanfic:

Este es una especie de One shot pero decidí dividirlo en varios capítulos, no tendra más de cuatro.

La historia es simple. Desde hace tiempo quería leer un SeKai que no tuviera mucho drama, en el que se enamoren con facililidad y que se trate de un amor puro. 

Esto, es el resultado.

Notas del capitulo:

Tan nerviosa!!! El sekai/kaihun es mi otp en exo y realmente les tengo un cariño enorme. 

Ojalá les guste!!!

Disfruten la lectura~

 


Cherry blossom and this love that suddenly found me~


 


I


 


El viento levantaba los pétalos rosas esparcidos por aquellas calles. La primavera había llegado ya y las flores de cerezo caían hermosamente adornando aquel pequeño pueblo donde ahora Jongin vivía.


Conducía su bicicleta por las calles vacías, mirando con admiración el colorido panorama frente a él. En Seúl no se podían disfrutar de aquellas vistas. Jongin no había estado nada feliz desde que se había mudado, pero, ahora viendo el paisaje casi se sentía suerte de estar allí.


El pueblo era pequeño, aquello fastidiaba a Jongin. Nada más le tomaba diez minutos llegar de su nuevo instituto a la casa de sus abuelos, cuando antes había una hora de trayecto entre el departamento de sus padres y su antiguo instituto. A Jongin le gustaba el trayecto anterior, viajaba en metro por varias estaciones, escuchando música y mirando a las personas apresurase a sus destinos. Aquí, en el pueblo de sus abuelos, las calles eran casi desérticas, no había a quién observar, todo era demasiado monótono para un chico que había vivido diecisiete años en una gran ciudad llena de sonidos, luces de neón y extraños apresurados. En este lugar hasta la música se le hacía aburrida.


La mayor parte de casas en aquel pueblo eran blancas de dos pisos con jardines gigantes y casi tortuosamente parecidas entre sí. Todavía tenía dificultad para encontrar la casa de sus abuelos, razón por la cual ahora conducía su bicicleta por una calle que nunca antes había visto (y eso que llevaba aquí ya un mes). Los árboles de cerezo adornaban el panorama con las hojas que caían delicadamente sobre el cabello negro de Jongin.


Cuando Jongin atravesaba la segunda casa de la izquierda, blanca de dos pisos igual que muchas otras, sus ojos se detuvieron en una silueta delgada en el balcón del segundo piso. Los altos árboles le impedían ver  en un principio de quién se trataba. Segundos después, al atravesar el último cerezo Jongin finalmente fue capaz de ver a aquella persona. Y nunca más quiso volver apartar los ojos de él.


Era un chico, seguramente de su misma edad. La criatura más hermosa que alguna vez sus ojos vieron. La tez de su piel era infinitamente pálida, se podían adivinar venas azules que surcaban el esbelto cuello del muchacho. Sus labios pequeños y rosas se robaban toda la belleza de los árboles de cerezo. El rubor rojizo de sus mejillas no tenía nada que  envidiar de las flores rojas primaverales. El cabello lacio de un rubio casi platinado caía desordenadamente por una frente delicada que se encontraba en aquel momento ligeramente fruncida. Sus ojos eran del color del chocolate con leche, llenos de melancolía mientras observaba caer los pétalos de cerezo en el jardín. Su cuerpo sumamente delgado estaba apoyado en la baranda de madera blanca, haciendo que el saco gris que llevaba puesto se deslizara por sus hombros, mostrando unas clavículas prominentes. Sus largas, pálidas y delgadas manos estaban manchadas de pintura rosa. Fue entonces cuando notó que alguien lo observaba y su mirada se encontró con la de Jongin quien súbitamente se había detenido maravillado por una imagen que según él, era de fantasía.


El muchacho pálido pestañeó varias veces como asegurándose de que Jongin era real. Sus ojos tristes turnándose curiosos. Durante unos segundos, parecía que quería decirle algo. Sin embargo, después de observar a Jongin durante un segundo más volteó y entró. Dejando a Jongin totalmente paralizado, con su ojos abiertos desorbitadamente.


Durante varios minutos observó el balcón donde el chico había estado con la esperanza de que volviera, pero aquello no sucedió. Después de haber permanecido allí parado como un idiota, espabiló y retomó su camino.


Jongin no creía en el amor a primera vista, incluso después de haber visto a la criatura más hermosa de este mundo, seguía pensando aquello. Razón por la cual, mientras conducía con su bicicleta por la calle de las casa de sus abuelos. Se debatió si sinceramente aquella visión había siso un sueño. Desechando aquel patético pensamiento al instante pues su imaginación no daba para tanto.


Aquel muchacho era real y Jongin se preguntaba si algún día volvería  a verlo.


 


~


 


El instituto no era precisamente su lugar favorito. Era el chico nuevo que se había transferido a mitad de año, demasiado tímido para hacerse un lugar y prefiriendo quedarse de lado, solo. Además, Jongin había aprendido de la manera más cruel posible que a veces, los amigos te traicionan, te dan la espalda y terminas asumiendo consecuencias que no deberías asumir por el solo hecho de querer sacrificarse por una amistad que desde un principio era inexistente.


Jongin soltó un suspiro, pensando en la verdadera razón por la cual se había transferido de preparatoria y mudado al pueblo de sus abuelos. La vida era injusta y Jongin más que nadie lo sabía. Prefería evitar entablar nuevas amistades para luego no terminar siendo traicionado.


Sabía que llamaba la atención. Jongin estaba al tanto de su porte, aspecto físico y actitud. Era un chico que no se dejaba intimidar, estando seguro de sí mismo. Aunque por dentro era todo lo contrario. Después de que muchos intentaron acercarse, al ver la renuencia de él a entablar una amistad, empezaron los rumores de que era un muchacho frío, altanero y arrogante. Jongin no le daba importancia, prefería estar solo.


Se había convertido en el muchacho misterioso, arrogante y popular del instituto. Kim Jongin no podía odiar más aquel título.


Los días en la escuela pasaban con una monotonía y rutina casi aburrida. Jongin llegaba a las siete de la mañana en su bicicleta, asistía a todas las clases a las que debía asistir. Almorzaba fuera debajo de un árbol de cerezos mientras pensaba en el chico que había visto en aquel balcón y que obviamente no asistía a su instituto. Jongin se había asegurado de buscarlo, sin encontrarlo entre la multitud de jóvenes.


La sirena sonó alertando que los alumnos debían volver a clase. Jongin caminó con lentitud hacia el aula de historia dónde le esperaban un buen par de horas en las que podría dormir.


El último periodo terminó desapercibido por el joven pelinegro. Tomó su mochila y casi sonrió al recordar que era viernes. Al menos podría descansar de aquel lugar por un par de días. Se dirigió a su casillero, lo abrió y observó otras tres cartas más envueltas en sobres de un tono feo rosa pastel, las ignoró completamente, tomando el libro de cálculo. Varias niñas lo observaban con detenimiento con miradas esperanzadas. Él ni las hizo caso. Pasó de largo. Montó en su bicicleta y partió a casa de sus abuelos (ahora también, suya).


Los pétalos de los cerezos fueron sus acompañantes durante el trayecto, pasó como ya era costumbre por la casa de aquel chico sintiéndose decepcionado al no verlo, a pesar de que había pasado por allí ya durante varios días. Giró hacia la derecha hasta que llegó a la casa de sus abuelos (una construcción de dos pisos, blanca y con jardín amplio).


Abandonó la bicicleta en el jardín frontal antes de correr dentro de la casa. Subió las escaleras a toda velocidad hasta llegar a su habitación. Arrojó su mochila en cualquier lugar. Saltó a la cama con un suspiro de satisfacción mientras abrazaba su almohada, hundiendo su cabeza en ella. ¡Dios! Estaba tan cansado. Cuando trataba de quedarse dormido, su abuela gritó:


— ¡Jongin, antes de dormir debes almorzar!


Jongin gruñó rodando en su cama hasta bajar de ella.


— ¡Voy abuela!— respondió incorporándose.


 


~


 


Sus abuelos eran las personas más geniales que Jongin había conocido. De hecho, era los dos únicos a parte de sus padres y sus hermanas que habían creído en su versión de los hechos. Sabían lo difícil que debía ser para él el vivir lejos de su hogar, por lo que trataban de crear uno allí para Jongin.


— ¿Qué tal la escuela? — preguntó su abuelo.


—Igual que siempre— respondió con la boca llena.


—Jongin, tus modales— le reprendió su abuela con seriedad.


El joven rió por lo bajo, viendo como claramente su abuela ponía los ojos en blanco. Tragó y le regaló una encantadora sonrisa. La anciana negó con la cabeza.


—Por cierto, Jongin— comenzó su abuelo— Sabes tocar el violín ¿verdad?


Masticó y tragó. —Sí abuelo. No soy excelente, pero sí ¿por qué la pregunta?


Los dos ancianos dejaron de comer unos instantes, intercambiaron miradas. Jongin los miraba con curiosidad, una pequeña sonrisa esbozándose en su rostro. Era obvio que querían pedirle algo.


—El hijo de los señores Oh quiere aprender a tocar ese instrumento— explicó su abuela— La Sra. Oh estaba buscando un profesor que lo enseñara. Pero, al perecer no hay uno cerca. Entonces, tu abuelo mencionó que habías participado en varios concursos y que tal vez podrías ayudarlo.


— ¿Podrías hacerlo, Jongin?


Jongin miró a sus abuelos, algo dubitativo pero cuando percibió en sus miradas que realmente querían que lo hiciera, él no se vio capaz de negarse. —Está bien. Lo haré.


Los ancianos le sonrieron, orgullosos. El resto del almuerzo continuó tranquilamente, quedando que aquella misma tarde Jongin iría a casa de los Oh a enseñar a su hijo.


 


~


 


Cuando su abuela lo dejó frente a la casa del chico. Jongin jamás había creído que sería precisamente en aquel lugar donde debía enseñar y menos aún creía que sería a él a quien enseñaría. Tal vez a su hermano menor o algo así. Su abuelo había telefoneado con anterioridad. Su abuela se había limitado a dejarlo allí frente a la puerta junto al estuche en el que guardaba su violín. Con los nervios a flor de piel, timbró.


Se escucharon algunos ruidos procedentes del interior antes de que la puerta se abriera mostrando ante él a un muchacho muy hermoso algo más bajo que él, de cabello rubio color miel y ojos vivaces, con un parecido enorme al chico del balcón.


—Tú debes ser Jongin— saludó esbozando una sonrisa encantadora. — Pasa— invitó haciéndose a un lado.


Jongin entró. Quedó maravillado por lo pulcro, elegante y ordenado de aquella estancia. El lugar en sí era una combinación de tonos marrones, blancos, grises, negros y azules. Estaba adornado de manera clásica pero sin perder el toque moderno, muy diferente al hogar de sus abuelos donde todo era más rústico y hogareño.


Volteó, observando al joven de cabellos color miel que le sonreía cálidamente.


—Mi nombre es Luhan, soy el hermano mayor de Sehun—anunció sin abandonar la sonrisa— Él bajará en un instante. Ponte cómodo.


Lo llevó hasta la sala. Jongin tomó asiento en un mullido sillón azul.


—¡Sehunnie! — gritó Luhan, levantándose y caminado hacia las gradas que llevaban al segundo piso.


—Voy— creyó escuchar Jongin aunque no estaba seguro pues había sido casi un susurro.


Luhan sonrió mientras volvía a la sala. Se sentó en un sillón pequeño, frente a Jongin.


Entonces, escucharon unos pasos ligeros descender las escaleras. Jongin alzó la vista y se quedó boquiabierto al descubrir al chico del balcón, luciendo extraordinariamente hermoso con aquellas ropas blancas. El cabello rubio platinado estaba ahora cuidadosamente peinado, no caía desordenadamente como aquel otro día. Sus ojos no expresaban la tristeza de aquella ocasión, tan sólo aburrimiento. Caminó suavemente hacia ellos. Luhan se levantó y corrió hacia su hermano.


A primera vista, le delgadez de Sehun lo hacía aparentar ser alguien pequeño pero realmente era bastante más alto que Luhan, tal vez incluso era un poco más que Jongin. El joven pálido hizo gala de una inexpresividad extrema. Jongin se levantó y lo miró maravillado.


—Sehun él es Jongin. Te ayudará con el violín. Jongin, él es  Sehun mi hermano menor.


EL pálido hizo una pequeña inclinación a la que Jongin respondió tardíamente, demasiado embelesado en las finas venas azuladas que surcaban el esbelto cuello del chico.


—Es un gusto— declaró Jongin con voz ronca.


—Igualmente— murmuró Sehun con la voz suave como la más delicada de las sedas.


Entre ellos se instaló un silencio algo incómodo. El mayor de los tres no lo notó pues precisamente en aquel momento su celular había vibrado.


—Sehunnie, debo irme— anunció Luhan, mirando con preocupación la pantalla de su teléfono móvil— Minseok está teniendo problemas con el cultivo en el laboratorio— explicó antes de guardar el aparató en el bolsillo—Te dejo al cuidado de Jongin.


Luhan caminó apresuradamente. Le dio besó en la mejilla a su dongsaeng a modo de despedida con Jongin tan solo se despidió con una sacudida de su cabeza. Perdiéndose escaleras arriba para tomar lo que le faltaba. Dejándolos solos.


Jongin tragó saliva con dificultad mientras trataba de no comerse con los ojos a la hermosa criatura frente a él. Sehun parecía estar algo distraído, evitando mirar al moreno.


Se escuchó un fuerte portazo y un “No hagan travesuras”. Luhan se había ido.


— ¿Vamos? — preguntó dubitativo el moreno, sin despegar su mirada de la delgada silueta del rubio.


Sehun asintió mordiendo sus labios, mirando por primera vez a los ojos de Jongin. Un rubor se instaló, coloreando sus pómulos de un bonito tono rosa, dándole un aspecto adorable. Jongin le sonrió tratando de tranquilizarle. El rubio se ruborizó aún más. El moreno quiso reír pero se controló para no hacer sentir a Sehun como si se estuviera burlando de él.


—Por aquí— susurró Sehun, desviando su mirada al piso.


Jongin lo siguió mientras esbozaba una pequeña sonrisa.


 


~

Notas finales:

La historia tendrá un sentimiento de simpleza y amor joven. Aunque Jongin y Sehun tendran su pasado. Aparecerán en un futuro más personajes. Espero que les haya gustado!!!

xoxo


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