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Love Hurts por Thai Maqui

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Personajes. Masami Kurumada and Toei Animation All rights reserved.

Notas del capitulo:

Recibí un par de mp preguntado por esta historia. Había subido el primer capítulo pero lo borré accidentalmente. La tengo casi terminada así que lo resubo. Espero les guste.

 “Estás cordialmente invitado a la boda de Shun Kido y Milo Skorpiós”

 

No fue ninguna sorpresa leer esas palabras en letra cursiva y relieve dorado. En los últimos tres meses, cada vez que telefoneaba era el tema preferido de Shun. Escuchaba su voz emocionada durante veinte minutos interviniendo lo justo y necesario. Cuando él se daba cuenta, decía un lo siento avergonzado y pasaban a otro asunto.

 

A Seiya realmente no le molestaba, estaba feliz que a pesar de la distancia su amistad se mantuviera intacta. Que compartiera todos los aspectos importantes de su vida, hasta los no tan importantes como el gato de la vecina. Huellita. Tratando de arañar sus orquídeas y la deliciosa lasaña que cenó la noche pasada.

 

Lamentablemente una gran parte de la vida de Shun la formaba su hermano. Sin proponérselo sabía que Ikky abandonó la universidad para abrir un taller mecánico especializado en autos de lujo, que conducía una Softail (1) y se casó con su novia de toda la vida. Esmeralda. Hacía dos años. 

 

Quizás si hubiese visto las lágrimas y el dolor reflejado en los ojos de Seiya, su mejor amigo nunca le hubiese contado. Pero eso era un secreto de dos, enterrado para siempre.

 

Seiya abrió la maleta revisando que no faltase nada. Apenas tenía el tiempo justo para tomar el vuelo. Sobre la ropa, al lado de la pequeña bolsa de aseo descansaba una vieja fotografía, bastante desgastada por el paso del tiempo. La miró por última vez y la rompió. Sin miramientos o dudas. Quemaría los pedazos cuando volviera.

 

- Regresaré – se despidió de la habitación vacía mientras cerraba la puerta.

 

El viaje al aeropuerto Internacional Heathrowfue corto, quizás por el bello  paisaje que ofrecía la campiña londinense. A Seiya le gustaba el otoño, a pesar del fuerte viento y copiosas lluvias, adoraba ver como los árboles comenzaban a perder su verdor y teñirse de rojo, pasando de naranja a amarillo y por último marrón marchito.

 

Mientras dejaba su equipaje una repentina nostalgia lo cubrió. Habían pasado cinco años desde que Shun y Milo lo visitaron, se preguntó cuánto habrían cambiado ¿Tendrían arrugas y canas ya? Se rió por sus tonterías. También deseaba visitar la tumba de su hermana, incluso saber si aún existía la panadería en la esquina del edificio donde vivió.

 

Un segundo después su mente lo traicionó, por la necesidad de encontrarse con unos fieros ojos azules. No, Ikky había sido bastante claro, lo odiaba. Los insultos, las largas discusiones y sus supuestas reconciliaciones basadas solo en desfogar la tensión sexual fueron prueba de ello.

 

Abrochó su cinturón de seguridad mientras respiraba profundo y contaba hasta diez. Las turbinas del avión produjeron un ligero movimiento y se puso más nervioso. Seiya se colocó los audífonos, esperando que el suave jazz lo tranquilizara. Más tarde de lo esperado, finalmente surgió efecto.

 

Entrecerró sus ojos, el cansancio evidente en sus negras ojeras. Seiya lo supo, cuando se quedara dormido, tendría pesadillas. De agridulces recuerdos que preferiría olvidar. 

 

 

1. Lilium*

 

 

El complejo de apartamentos “Promise” era exactamente eso. Una promesa. De una vida nueva y dulces sueños futuros. Formado por un grupo de edificios idénticos, pintados de color blanco humo y un parquecito tipo óvalo, era sin duda el lugar más lindo que Seiya Ryūseiu(2) hubiese visto.

 

Ofreció una sonrisa chimuela. Siempre se avergonzaba del huequito entre sus dientes pero esta vez no. Estaba demasiado feliz, dando saltitos mientras subía las escaleras. Feliz por dejar el orfanato, de tener un hogar y a su hermana Seika agarrándole la mano.

 

- Es aquí. – Chilló como cualquier niño emocionado.

 

- Muy bien Sei chan – lo felicitó por leer correctamente el rótulo.

 

La vivienda era acogedora, cálida y de buen gusto; al menos eso intentó Seika con sus pocos ahorros. La salita tenía un sofá de tres cuerpos color beige, debajo de este una alfombra blanca. Un televisor de catorce pulgadas - al que le faltaba el botón de volumen – estaba apoyado sobre una vieja vitrina y un gran espejo en la pared colgaba cerca a la puerta. El comedor solo constaba de una mesa y sillas de hierro forjado. Todo comprado de segunda mano.

 

- Hermanito quisiera darte algo mejor – A sus diecisiete años, sin padres o educación era todo lo que podía ofrecer.  

 

- Que dices neesan – gritó abrazándola - es perfecto, estamos juntos y mira hasta tengo mi propia habitación.

 

Seika rió alegre y optimista, siendo arrastrada por el pequeño terremoto. Su hermano tenía razón, lo único y verdaderamente importante era que estaban juntos. 

 

- Y juguetes – solo dos en realidad, un balón de fútbol parchado y un Pegaso blanco de felpa.

 

- Ya sé que eres un niño grande pero me gustó – apretó el muñeco alado y una canción de cuna comenzó a sonar  - algún día volarás libre.

 

- Que te parece si para celebrar compro Oronamin(3) y preparo Takoyaki(4) – con las llaves en mano y la promesa de su hermano que no saldría, fue a comprar los ingredientes necesarios.  

 

Seiya extendió sus brazos y giró por todo el cuarto imitando aleteos entre risas de felicidad. Terminó tan mareado que se tiró en la cama. Rebotando un par de veces siguió moviéndose, hasta que estaba saltando cada vez más alto. Tanto, que su cabeza golpeó con el techo y su rodilla abrió la ventana.

 

Apenas separada por una escalera contra incendios estaba el edificio aledaño. Misma estructura y color aburrido, hasta sus cuartos se parecían. Pero el chico que la habitaba definitivamente era distinto.

 

Esa fue la primera vez que se vieron. Seiya no entendía porque, su pancita cosquilleaba y su pecho tenía un agradable calorcito, quizás estaba enfermo o tenía mucha hambre.

 

- Ho… la – sus mejillas regordetas estaban rojas como manzanas. Ese chico era alto, guapo y un par de años mayor. De cabello alborotado color azul al igual que sus ojos, aunque se notaban fríos y amargados. Pero Seiya estaba convencido que con un rico caramelo se le quitaría el ceño fruncido.

 

- ¿Quién eres? – Preguntó hostil – deja de verme.

 

- Niisan – habló una dulce vocecita. - No tienes que ser tan grosero.

 

- Soy Seiya, acabo de mudarme con mi hermana.

 

- Hola soy Shun Kido ¿quieres ser mi amigo? – Ofreció su amistad incondicional en el instante que se conocieron.

 

- Claro que sí. 

 

En el orfanato Seiya solo tenía enemigos. Todos se burlaban gritándole burro y lo trataban como a uno. Recibía azotes por travesuras que no cometía y debía cargar los costales de papas desde la bodega a la cocina tres horas antes del almuerzo.

 

Ahora no solo tenía a su hermana y una nueva casa. También su primer amigo, alguien con quien jugar, reír y contarse secretos. Hacer travesuras y gritar… Justo en esa fecha. El día de su cumpleaños número siete.  

 

Seiya se sintió el niño más afortunado y especial del universo.

 

- Comeremos Takoyaki ¿quieren? – Algo tarde se dio cuenta que debía preguntar antes – digo les convido los míos, aunque sean poquitos alcanza para los tres.

 

Shun no respondió, simplemente paso su cuerpo entre el barandal de la escalera. Antes de meterse por la ventana le dio un abrazo a su nuevo amigo. 

 

- Ese es mi hermano Ikky – dijo mientras lo esperaban sentados en la cama. – Es muy renegón pero me quiere y cuida mucho.

 

- Shun vuelve aquí - ordenó – además no tengo hambre. - Justo en ese momento su estómago lo delató con un fuerte gruñido.

 

- Eres muy gracioso. – Seiya tapó su boca, tratando de cubrir sus labios. Finalmente la risa trasparente tan contagiosa brotó y logró que su nuevo amigo también riera, luego se miraron y volvieron a reír muy fuerte, tanto, que escurridizas lagrimitas caían de sus ojos.

 

- Está bien, ustedes ganan – A Seiya les gusto mucho la sonrisa que Ikky le mostraba. Luego su mano cálida le despeinó varios mechones en un gesto fraterno de aceptación.

 

Ese fue un día de muchas primeras veces, los momentos más dulces de su tierna infancia.

 

 

***

 

 

El fuerte ruido de los rieles resonaba en sus oídos, mientras el tren marchaba a toda prisa. Seiya miraba ausente el paisaje por la ventana, el nerviosismo y la angustia reflejada en sus puños cerrados y las palmas sudorosas. Faltaba solo quince minutos para llegar a su destino.

 

Diez años habían pasado desde que huyó de Japón. Sabía, que en este viaje su vida cambiaría. Exorcizaría sus demonios y terminaría asuntos inconclusos. Lo sentía en su alma y corazón, aunque no estaba preparado tenía que enfrentarlo.

 

Cogió su única maleta y se levantó del incómodo asiento, con los músculos doloridos  por tantas horas de viaje acumuladas. La ligera brisa de la mañana chocó contra su piel estremeciéndolo. Se acomodó su chalina y caminó por el andén.

 

- ¡Hola Japón Seiya Ryūseiu, haregresado! – Anunció con todas sus fuerzas. Tratando de liberarse del cansancio y todas sus penas.

 

 

- Espero que por mucho tiempo – comentó el joven a sus espaldas – Sei.

 

- Shun – Gritó abalanzándose a sus brazos, ambos giraron entre risas y lágrimas por reencontrarse. - Te extrañé tanto.

 

- Entonces no deberías vivir tan lejos – su voz sonó nasal por el llanto. – Eres un ingrato.

 

- Lo siento – realmente lo hacía, dejó tanto atrás… y Shun era la persona que más extrañaba.

 

- Tenemos tanto de que hablar – dio un golpecito en el hombro a manera de reproche - Milo vendrá a recogernos al mediodía y nos vamos a almorzar.

 

- Sigue enseñando en la secundaria – Milo Skorpiós había sido su profesor de historia. Cuando su mejor amigo lo vio el primer día de clases fue amor a primera vista. El flechazo fue instantáneo por ambas partes.

 

- En la universidad - corrigió – empezó cuando estaba en segundo semestre.

 

- Déjame adivinar no soportó la idea de que caminaras por el campus escoltado por una horda de excitados pretendientes que babeaban por ti.

 

- No lo digas así – se sonrojó pero no lo negó. – Sabes que es algo celoso. 

 

- ¿Algo? – Dijo incrédulo - no recuerdas como se ponía con los trabajos grupales.

 

- Solo de escuchar que irías a la casa de un compañero rompía lo que tenía en la mano – lápices,  hojas, cuadernos, hasta los exámenes. Nada se salvaba.  

 

- Seiya… 

 

- Pero tiene motivos – guiño cómplice. – Con los años te ha puesto más guapo.

 

- Tu también. – Aunque su mayor atractivo, sus hermosos ojos color chocolate carecían de ese brillo especial. Shun mordió su labio inferior, guardándose la pregunta para después. Esta vez no descansaría hasta averiguar toda la verdad.  

 

Entre risas y buenos recuerdos comenzaron a caminar. Apenas dos cuadras lo separaban de su destino. Una vibrante sonrisa se posó en los labios de Seiya al reconocer las viejas aceras y una que otra tienda, inclusive aquella banca donde solía esperar el autobús para ir a la escuela seguía a medio pintar. 

 

- Nada ha cambiado – afirmó con nostalgia.

 

El olor a levadura, azúcar y mantequilla derretida agradó a su olfato. Seiya entró a la panadería y el dulce aroma le hizo agua la boca. Echó un vistazo alrededor. Los estantes estaban repletos con roles de canela, galletas de chocolate, pasteles y panes diversos. Las Personas satisfechas transitaban rápidamente mientras eran despachadas.

 

- Seiya ¿eres tú? – Dijo la mujer saliendo tras la cortina, su rojo mandil manchado con puntos de harina. Lo abrazó emocionada, casi a punto de asfixiarlo. - Mírate ya eres todo un hombre, – susurró jalándole las mejillas y con algunas lágrimas en sus ojos.

 

- Suenas como una vieja Marin – dijo dolorido por el ardor – ¿cómo has estado? – Preguntó, dándole un beso en la mejilla.

 

- No me quejo, me ha ido bastante bien.

 

- ¿Qué vas a llevar?

 

- Lo de siempre…

 

- Lo tengo,  ahorita los traigo – ofreció un guiño cómplice, agarrando unas pinzas paneras.

 

Sí, era bueno volver a casa.

 

 

***

 

 

Martes. El intenso calor de verano hacía su visión borrosa por las gotas de sudor. Seiya jadeó tratando de recuperar la respiración, al parecer salir a correr no fue buena idea. Exhalando despacio, con los brazos estirados y moviéndolos en círculos se detuvo bajo la fresca sombra de un árbol.

 

Se dejó caer y apoyó su espalda contra el gran tronco. Pronto sintió la agradable brisa soplar relajándolo. Dio un largo suspiro, mirando alrededor. Había  muchas mamás con sus hijos, varios trepando en los laberintos y deslizándose por los toboganes, otros jugaban con palitas en la caja de arena y gritaban en los columpios.

 

Le llamó  la atención un pequeño niño que recién estaba aprendiendo a caminar, debía tener un poco más de un año. Vestía un lindo overol de cuadros azules con blanco y una gorra con orejas de conejo. Con pasitos torpes se le acercó, sus ojos azules brillantes parecían emocionados.

 

- Hola nene eres un encanto – tomó sus manitas evitando que cayera.

 

- Ma… má – El bebé soltó una risita y babeó graciosos gorgoritos por las comisuras de la boca.

 

- Oh eres un niño grande ya puedes hablar –  Seiya rió, era tan adorable.

 

- Ma… má – repitió tratando de jalar un mechón del cabello café para llevárselo a la boca. Seiya lo ató en una coleta, reconociendo que necesitaba un buen corte de pelo.

 

- Debe ser tu única palabra – susurró arrullándolo tiernamente en sus brazos.

 

En ese instante Seiya se percató que el pequeño estaba solo. Seguro se había perdido y sus padres debían estar muriendo de angustia. Con cuidado se levantó buscando alguna señal entre la multitud. Casi enseguida reconoció a una persona… tuvo que retroceder algunos pasos, no esperaba verlo tan pronto y menos corriendo desesperado en su dirección. 

 

- ¡Hoshi, Hoshi**! – Gritó, su mirada fija solo en el bebé  - ¿Estás bien?

 

- Pa… pá – alzó sus bracitos y su padre lo acunó abrazándolo suavemente.

 

- Hijo no vuelvas a hacerlo -  susurró llenando su carita de besos – me alegro que estés bien.

 

- Papá, hijo – Seiya se quedó helado. Llevó una mano a su boca evitando un grito de sorpresa.

 

Bueno era lógico que Ikky tuviese hijos después de todo estaba casado. Ignoró esa horrible sensación de opresión en la boca del estómago. Ahora que lo observaba bien, el bebé era una mini copia de su padre. El cabello azul, la tez bronceada y esa sonrisa que prometía muchas fechorías. Solos sus ojos diferían. Eran de un azul más claro con ligeros destellos de verde.

 

Porque Shun nunca le contó nada.

 

- Hola Ikky – agradeció que su voz sonase segura.

 

- Seiya…

 

Por un instante el castaño se sintió de siete años otra vez, parado frente a su ventana. Un niño nervioso y sonrojado con el rostro calentándose. Viendo al hombre que estremeció su mundo.

 

Sí, era como empezar de nuevo.

 

Notas finales:

1 Modelo de Harvey Dadvison.


2 Apellido de Seiya, significa Lluvia de Meteoros.


3 Oronamin C Drink, es una de las sodas más consumidas en Japón. Gracias a su contenido rico en vitamina C, B2 y B6


4 Trozos de pulpo en bolitas.


* En el lenguaje de las flores significa pureza.


** Estrella en japonés.


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