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Cinderella por Misa Tsukamoto

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Notas del fanfic:

Esta pretende ser una historia romántica, con humor y fantasiosa con toques de drama; donde no habrá escenarios nuevos pero contará con un personaje propio mío -o más- que es sin lugar a dudas el hada. Los demás personajes son miembros de B.A.P, por lo tanto no me pertenecen como tales.

Espero disfruten de éste fic como seguramente yo disfrutaré haciéndolo. ^^

Para aquellos que conocen mis historias saben que actualizo una vez a la semana, por lo tanto de aquí a que termine la historia nos estarémos encontrando todos los sábados.

 

 

Gracias a todos por su apoyo. 

Notas del capitulo:

Hola ^^ para aquellos que me conocen nuevamente nos hemos vuelto a encontrar, y para aquellos que no, bienvenidos. 

Esta historia es simple, creo pero espero les agrade ^^ me ha salido algo corto el primer cap, así que la historia en sí tendrá capítulos cortos para ir parejo y no variar tanto en las palábras por capítulos. 

Espero les agrade ^^ no estoy muy acostumbrada a escribir historias así, soy más de drama, tragedias (?) ya saben xD donde hay que llorar, pero verémos como manejo esto. 

Además estoy intentando que esto sea como un cuento ♥ y como todo cuento, seguro al terminar una moraleja tendrá ^^

 

Cualquier duda o sugerencia será bien recibida en los comentarios ^^ 

 

Érase una vez en la atrayente ciudad de Seúl donde vivía un esbelto joven de corta edad; cuyo cabello era colorido por épocas pero sedoso y brillante al sol. Sus ojos de un color oscuro, se debatían entre un mar de profundidades negras y un avellana como dicho fruto caído de un árbol. Su nombre era Junhong, Choi Junhong, pero todos le conocían por Zelo.

Era un estudiante y profesional ya en la carrera musical que él había elegido para su vida, era ilustre y talentoso, junto a sus cinco compañeros de grupo. Los quienes, además de ser sus amigos, también habían llegado a ser como su familia; pues estando lejos de su hogar natal y conviviendo alegrías y tristezas con ellos, era lógico que surgiera aquella fraternidad tan unida.

Los seis conformaban un grupo de kpop de nombre B.A.P, su fama había sido digna de admirar tras los sacrificios y esfuerzos que sus miembros habían hecho. Y Junhong no se quedaba atrás; como miembro, él dio mucho de sí, pero también recibió mucho de los fans, de sus compañeros y de la empresa.

 

Pero ésta no es la historia de un joven talentoso, no es la historia del grupo B.A.P y su fama…

 

Ésta es la historia de Cenicienta…           

 

O mejor dicho; de cómo Choi Junhong, alias Zelo, fue Cenicienta.

 

 

Como toda Cenicienta, Zelo, contaba con una hermosa belleza; blanca piel con rosas mejillas y tentadores labios de color frutilla, una descripción y rostro puro que podría tomarse como aquel de Blancanieves. Su figura alta y delgada le hacía ver elegante y atractivo mientras que sus facciones aniñadas y su divertida personalidad provocaba ternura tal cual un niño la provocaría.

Definitivamente él era bello; pero dicha belleza no le ayudaba a enamorar a su príncipe; ¿acaso una terrible y malvada madrastra se interponía en aquel amor?

No; pues en ésta historia no habrá madrastras malvadas.

Tan sólo el destino divertido y el olvido de la pasión les alejaba…

 

Todo aconteció luego de aquel día… aquel día que Zelo jamás olvidaría; cuando aquella hermosa mujer de largos cabellos castaños y ojos color miel, con exuberante pero inocente figura, se presentó ante él.

 

 

–             ¿Fui Cenicienta? – preguntó con la voz más grave que de sus cuerdas vocales salió. Su rostro estaba desconcertado mirando fijamente a aquellos ojos claros que le hipnotizaban con gran poder.

En su mente sólo las palabras de aquella joven mujer que se acercó disimuladamente a él y tras una pequeña presentación le dijo, resonaban una y otra vez. Le había dicho sin tantos preámbulos que él había sido Cenicienta, y de hecho le había llamado así desde que se presentó.

Al principio la tomó por una demente, aunque pensándolo mejor, aún seguía creyendo que ella estaba demente. Se decía un hada madrina como la de los cuentos de hadas que les venden a los niños con historias poco reales que truncan la realidad para fingir un felices por siempre que jamás ocurrirá. Pues los finales felices no son para siempre, a no ser que tú los mantengas en dicha felicidad, la cual nunca puede ser tan constante.

Pero quitando aquellas ideas de su mente, Junhong se preguntaba así mismo, ¿cómo él, un hombre, había sido Cenicienta?

Concluyentemente aquella mujer estaba loca.

Además esos cuentos eran fábulas inventadas para niños, ya sea con final feliz o con final de moraleja como era el caso tal de Caperucita roja, tan sólo eran eso: fábulas. 

 

No tuvo más opción que reírse en su cara; no quería ser descortés pero dado aquel comentario la risa escapó de él como si fuera una catarata desatada.

Evidentemente dicha reacción no hizo muy feliz a la joven frente a él. Las personas que estaban en aquella zapatería donde Zelo había estado observando calzados hasta que ella apareció, les miraron con curiosidad de aquella que hubiera matado al gato si las miradas asesinaran. El orgullo de quien se decía ser un hada estaba por los suelos, su Cenicienta se había reído de ella y aún no paraba.

 

–             ¿Y acaso el dependiente de la zapatería es mi príncipe? ¿Esto es algún tipo de publicidad o algo? – Dijo entre aquella melodiosa risa que de sus labios extendidos escapaba.

Sabía que si era una persona con algún problema mental no podía reírse de la desgracia ajena, pero ¿cómo evitarlo? Si todo aquello le había tomado por sorpresa y aún podía estar la posibilidad de que fuera alguna publicidad de dicho local.

–             No. – Dijo tajante cruzándose de brazos la pequeña señorita. Su rostro enojado le hacía ver a Zelo que la opción de la risa era algo que le desagradaba, mientras él intentaba calmar su reacción. – No es así como son las cosas, tú eres Cenicienta.

–             Sí, sí lo soy –Dijo con una sonrisa y le palmeó el hombro – Y Cenicienta debe volver a su castillo, así que hasta luego mi hada madrina. – Aguantó la pequeña risa que quería escapar de él y caminó lejos del local.

 

No sintió pisadas, ni tampoco notó su presencia; al parecer la tal hada se había quedado allí. Negó con su cabeza con una bella sonrisa en su rostro, y pensó en las ocurrencias tan cómicas que puede tener una persona.

 

 

El joven Junhong llegó al departamento que compartía con los demás miembros de B.A.P; su sonrisa se encontraba aún en su rostro radiante como el sol, fascinado por la ingeniosa idea descabellada que aquella supuesta hada madrina le había planteado.

¡Ja! ¿Cenicienta é? ¿Eso se podía? De sólo imaginarse así mismo con aquel vestido celeste de la tan conocida versión de Disney, Zelo no podía sostenerse de risa, escapaba alegre por sus pequeños dientes de piraña despertando así la intriga de los peatones.

Y mucho más tarde la intriga de su hyung, el líder de B.A.P; a quien él más admiraba dentro del grupo, a ese ideal que él anhelaba seguir su ejemplo.

El mayor le vio esa sonrisa divertida, esa mirada que brillaba como la luz del sol reflejada en el mar; y algo dentro de él fue capturado por saber qué le pasaba al otro.

 

–             ¿Sucede algo? – Preguntó Yongguk con su ancha boca formando una alegre pero inquieta sonrisa; aún no sabía a qué se debía pero sonreía igual.

–             Es que me pasó algo gracioso hyung. – Confesó el pequeño cerrando la puerta tras de sí; miró al hombre delante de él, con una remera sin mangas y pantalones cortos que hacían juego con la gorra que traía en su cabeza. – Una mujer llegó a mí y me dijo que yo era Cenicienta ¿puedes creerlo? – Rio.

–             Las personas tienen mucha imaginación… – Mordió su labio y frunció el ceño pensativo. – ¿Sabes a qué se debió? ¿Te dijo algo más? ¿Era alguna acosadora?

–             Tranquilo hyung – Se sentó en el brazo del sofá de la sala y prosiguió. – No sé realmente qué pretendía, o si era alguien mal de la cabeza o que me gastaba una broma… aunque ella parecía seria; no me dijo más nada pues tampoco le di mucho tiempo luego de que me dijera eso.

–             Hiciste bien – Dijo pensativo el mayor; su mirada observaba a la nada atravesando el cristal de la ventana desde lejos. – Nunca se sabe que podía estar pretendiendo, o si era peligrosa… un rapto no es algo tan anormal en nosotros. Debes cuidarte. – Miró finalmente al menor con sus ojos serios y su expresión aún ida en aquel pensamiento… aquella mujer tan inusual con ocurrencias de cuentos de hadas.

Por un momento, temía de las sasaeng tras Zelo.

–             Tendré cuidado hyung, prometo no tomarlo más como broma. – Murmuró e hizo una reverencia mientras se levantaba del sofá. – Iré por un jugo y luego a la habitación a descansar.

–             Bien, yo estaré con Himchan, me pidió que lo acompañara a no sé qué lugar… – Siguió pensativo un momento más – Daehyun, Jongup y Youngjae no están, salieron por separado, hace un rato se fue Jongup y ahora me voy yo; revisa bien la cerradura luego de que me vaya.

 

El joven Zelo campante y despreocupado asintió con una bella sonrisa de labios cerrados.  Yongguk terminó por irse en pocos segundos y tal como lo prometió, el maknae del grupo, luego de ir hasta la cocina y servirse un vaso de juego de naranja, revisó cada cerradura del apartamento; todo estaba cuidadosamente cerrado. Podía descansar tranquilo.

Bebió del vaso sintiendo como el frío líquido calaba sus dientes haciéndolo tiritar por completo. Y siguió su recorrido hasta la habitación.

La observó detenidamente; oscura por la ausencia de sus hyungs, con las literas una encima de otra, tres camas abajo y tres arriba. Recordó la primera vez que había pisado ese lugar, cuando recién se había mudado con los demás miembros. 

Su corazón latía completamente acelerado aquel día, y tenía los nervios revueltos en su estómago, el cuerpo le cosquillaba y sentía tanto pánico que quería huir. ¿Y si había algo que a sus hyungs les molestara de la convivencia con él? ¿Y si no lograban llevarse bien viviendo bajo el mismo techo? Las preguntas no paraban de arremolinarse en su cabeza; se preguntaba ¿cómo haría para cambiarse de ropa? ¿Para ir al baño? ¿Para hacer cada cosa que se le ocurriera? Sentía vergüenza y cuando vio aquel cuarto solo con las seis camas en él más vergüenza sintió.

No era lo mismo conocer a sus compañeros y llevarse bien, que vivir con ellos.

 

Los recuerdos parecían tan recientes que la sonrisa se le dibujó en el rostro ingenuo del tiempo que había pasado. Dejó el vaso de jugo sobre la mesita de noche y se acostó en la cama de Yongguk, recordando cómo habían elegido cama aquel día, entre peleas divertidas y ocurrencias del momento.

Su entrecejo se frunció, la cama se sintió dura bajo su cuerpo, sus nalgas se sintieron aplastadas y su espalda dolió; era obvio, una cama dura por un ser que casi no dormía en ella y pasaba la mayoría del tiempo despierto trabajando. Negó con su cabeza lentamente, la salud de Yongguk le preocupaba pero no había formas de hablar con él.

Molesto aún se cambió a la cama de al lado, sin querer subirse a su cama para no tener que escalar las escaleritas de la litera, prefería recostarse abajo, tranquilo.

La cama de Himchan la sintió realmente blanda, mullida como la cama de una princesa delicada; sonrió para sí mismo sintiendo que se hundía entre el mar de colchón suave, pensando que él nunca podría ser Cenicienta, pues si hubiera un guisante bajo aquel colchón, jamás lo hubiera sentido como una verdadera princesa.

Suspiró levantándose de allí, no le gustaba aquel colchón que parecía querer asfixiarlo de manera imprevista mientras él dormía; no entendía como su hyung podía dormir ahí, pues esa cama te amenazaba la vida cuando tus ojos descansaban cerrados.

Rendido y sin ganas de pasearse por la última cama de abajo, decidió subir hasta la de él. Una vez allí lo sintió, la cama perfecta, como aquella que ricitos de oro había encontrado en la casa de los osos al tercer intento. Rio para sus adentros recordando que su cabello de debut era muy similar a esa ricitos de oro que recordaba de las fábulas que su madre le leía cuando niño.

 

Aquella evocación de su memoria, de la calidez del cuerpo de su madre abrazándolo en la cama mientras él veía los dibujos de los cuentos, le trasportó a un mundo de paz y tenuidad, mientras con una sonrisa más tierna en su rostro, sus ojos comenzaban a pesar y sus parpados a cerrarse poco a poco…

 

 

 

Pero la había visto, apenas iba quedándose dormido, la figura de aquella mujer parecía estar frente a él. Era imposible y con el corazón dando un salto abrió sus parpados rápidamente de nuevo. Sus ojos no lo podían creer, otra vez, la mujer que se decía su hada madrina estaba allí junto a él, en la misma habitación. ¿Cómo era posible? Si él mismo había corroborado las cerraduras como Yongguk le había pedido.

¿Era que acaso, Yongguk tenía razón, y esa mujer era peligrosa? ¿Cuándo y por dónde había entrado?

Su sangre se heló y tragó saliva sonoramente; la miró con terror en sus ojos mientras la sonrisa de ella cautivaba como el canto de un ave por la mañana.

¿Qué debía hacer ahora? Su mente no podía pensar rápido, y lo único que se le ocurrió fue llamar a Yongguk, o al manager Kang, incluso a la policía… pero el único teléfono de la casa estaba en la sala. Por un momento, Zelo odió que no le permitieran celulares individuales.

 

–             ¡Cenicienta! – Otra vez esa aguda voz que canturreaba las palabras cada vez que hablaba. Zelo sintió un escalofrío.

–             ¡¿Qué demonios haces aquí?! – Al fin pudo reaccionar. Se apoyó en la cama con sus manos quedando a cuatro patas sobre ésta mientras observaba desde su altura a aquella mujer. Escondiéndose en el colchón como si de una trinchera se tratara.

–             He venido porque me has ignorado… ¿acaso no pretendes escucharme? – La figura delgada de la mujer pareció moverse y Zelo detuvo su caminar levantando la mano para frenarla en una señal de “stop”. Ella quedó estática viéndolo desconcertada.

–             No sé qué quieres ni qué buscas… pero por favor no quiero más acosadoras, no quiero sasaengs que me asusten… ni siquiera sé cómo entraste, pero te agradecería que te fueras por las buenas.

La mujer amplió la mirada sorprendida mientras Zelo sentía que su cuerpo temblaba, que en cualquier momento más personas saldrían de algún lugar escondidas y lo agarrarían, o quizá ella traía un arma bajo sus ropajes extraños y abultados. Cualquiera de las dos opciones le aterraba.

–             ¿No quieres más… fans acosadoras? – Repitió o más bien preguntó con voz baja. Zelo pensó que todo se resolvía hablando y seguro ahora ella entraría en razón.

Asintió levemente y observó cómo los pasos de la mujer se dirigieron hasta la ventana.

 

Él no lo vio por estar en la cama, pero aquella mujer fingió un arma con sus dedos de la mano derecha y “disparó” a través del vidrio. Viendo con sus ilusionados ojos luego, que las chicas que estaban bajo el edificio y permanecían más horas del día allí que en sus casas, parecían levantarse e irse como zombies hacia cualquier lado. Su misión había sido cumplida, pues el deseo de su Cenicienta se había hecho realidad.

Zelo bajó curioso hasta el suelo, sus pasos fueron hasta ella y por encima de su hombro observó como las fans que día y noche pasaban frente al edificio ahora sin razón alguna se iban. Confundido miró  a la mujer frente a él; ella aún se encontraba viendo hacia la ventana. La observó detrás, su cabello castaño y con ondas brillantes le tapaba hasta un poco más de sus hombros, bajando por su espalda hasta mucho antes de llegar a su cintura; su aroma era silvestre, como flores recién florecidas en una pradera en inicios de primavera.

Y cuando ella giró su rostro a él, fue capturado por esos ojos miel que parecían amarillos con la luz que se colaba del sol. Así era ella, así la describió Zelo, como el sol de una hermosa primavera.

 

–             ¿Esas chicas? – Preguntó con la voz entrecortada sin poder apartar la mirada de aquellos ojos hermosos.

–             Tú me lo pediste. – Dijo con voz más clara para luego susurrar: – Cenicienta.

Los pensamientos de Zelo fueron más y más rápido en su mente.

Cenicienta, ese nombre resonó en su cabeza por un largo tiempo en el que permanecieron en silencio, sólo mirándose.

–             ¿Me darás una oportunidad de explicarte? No estoy aquí para hacerte daño, al contrario, he venido a ayudarte… porque tú eres Cenicienta… y yo, tu hada madrina.

Notas finales:

Si han llegado hasta aquí espero que les haya agradado y siga así en los próximos capítulos. Por favor denme su apoyo si les gustó la historia, y cualquier cosa no duden en decirme ^^ 

Gracias por leer!


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