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Cruce de caminos por SunaLove51

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Notas del fanfic:

 Antes que nada, esta es una especie de precuela de mi primer fic ¿Quién eres realmente?, a pedido de varias de las/os lectoras/es que me pidieron ahondar más en la relación de una de las parejas secundarias (ItaDei). Así que desde el vamos advierto que no tendrá un final feliz ya que su historia se resolverá en el fic antes mencionado. Solo es un vistazo a como se conocieron y se enamoraron estos dos.

Notas del capitulo:

 Los personajes de Naruto no me pertenecen (qué más quisiera que Itachi existiera y fuera mío...u_u), sino a Masashi Kishimoto.

 Ahora sí, espero que lo disfruten!

 Desde pequeño había sido sometido a la constante presión del que dirán. Y no es porque le importara. Ni siquiera tenía la edad suficiente para comprender lo que sucedía con claridad, y solo aspiraba a que la mujer a la que llamaba madre lo mirara con cariño y le ofreciera una caricia.

 De esta manera aprendió, con el pasar de los años, a luchar y destacarse por su propio mérito, ya que su madre le exigía ser muy bueno en todo lo que emprendiera.

 Llegó a creer firmemente que el respeto, así como un lugar en la sociedad, se lo merecía aquel que luchaba por obtenerlo con esfuerzo y fue por eso que su visión de la vida se redujo a: Si eres alguien que sufre por no tener algo es porque te labraste tu destino y no tienes la fuerza para cambiarlo. Por otro lado, si tienes todo lo que deseas porque naciste con privilegios, no te lo mereces por no obtenerlo con trabajo.

 Es por eso que detestaba a la gente elitista y a aquellos que su máxima ambición era escalar socialmente siendo los lacayos de los anteriores.

 Fue por ese motivo que para ingresar en la preparatoria se esforzó más que nadie. No permitiría que niños ricos con el dinero de papi lo superaran y mucho menos sería como el resto de las personas que lo rodeaban, las cuales se dejaban llevar por las apariencias y posición económica de los otros.

 Desde pequeño había vivido rodeado de las constantes quejas de su madre por no tener dinero, una mejor casa o codearse con gente de una posición más elevada. Por lo mismo, la mujer había hecho hasta lo imposible para convencer a su padre (un asalariado de clase media), de pagar las cuotas de la primaria más costosa de Iwa y todo había empeorado en su adolescencia.

 Su madre lo forzaba a ser aún mejor, viendo en él su boleto de salida de su supuesta miseria. No importaba que sus notas fueran altas y que se presionara a sí mismo hasta la extenuación para llenar sus expectativas. Si salía en segundo lugar, no importando que la nota fuera alta, para ella era como si fuera el más patético de los perdedores y se lo haría saber.

 Cuando salía en primer lugar, ya sea en una competencia o examen sus palabras eran:

 —Es por eso que me esforcé toda la vida, no podía ser de otra forma... —Casi sin interés.

 No obstante, cuando no todo salía bien cambiaban a un tono mucho más duro:

 — ¿De quién crees que eres hijo? Esto no es digno de mi arduo trabajo. Eres tan mediocre.

 Al escucharla hablar con ese desprecio sentía ganas de gritar:

 — "¡¿TU TRABAJO?! Seguro fuiste tú quien se pasó las noches en vela..." —pero siempre callaba.

 Era un chico de solo 15 años que comenzaba a conocer el mundo y a si mismo, descubriendo su pasión por el arte. Sin embargo, lo mantenía oculto pues sabía que su madre estallaría si se enteraba de su afición y era capaz de encerrarlo en un colegio militar. Y por supuesto con su padre no podía contar al no ser más que un títere de ella.

 Los pocos amigos que tenía eran los típicos adolescentes que se preocupaban por la moda del momento, el lugar al que irían el fin de semana o hablar de sus conquistas. Todos intereses que él no compartía y por lo cual siempre era relegado al lugar del amigo que te salva en un examen. Triste.

 Entonces llegó el día que dejaría atrás la secundaría para pasar a la preparatoria y vio (extrañamente gracias a la mujer que le dio la vida), la oportunidad de liberarse de su asfixiante yugo.

 —Vamos querido... —Una mujer rubia hablaba en tono meloso a su marido.

 Era el tono que utilizaba cuando quería obtener algo.

 —Sabes que para que Dei-chan pueda acceder a una buena universidad, ayudará mucho que valla a una preparatoria de elite.

 —Pero Yukiko, sabes que ahora que Ino está por ingresar a la secundaria habrá más gastos —La miró con cansancio apartando su vista del periódico— ¿Por qué no puede ir a una preparatoria del estado? Estoy seguro que llegado el momento, Deidara aprobará los exámenes de ingreso a la universidad con creces —Su padre le sonrió con orgullo.

 — ¡No entiendes! —Ella se paró y arrebató el periódico al hombre— No puedo permitir que mis esfuerzos se pierdan si el falla —Esas palabras hirieron al rubio que se encontraba presente, haciendo que baje la mirada.

 Cuantas veces había hecho hasta lo imposible por complacerla, por alcanzar sus altos estándares con el único propósito de que le sonriera, aunque solo fuera por una vez, con aceptación y cariño.

 En ese instante, como una epifanía, supo la verdad. Eso jamás pasaría...

 —Yukiko, el esfuerzo fue de Deidara —La observó serio.

 — ¡Fue de ambos! —Se entercó. Pero al ver la expresión en su marido, supo que de esta manera irracional no llegaría a ningún lado. Agachó la cabeza y tomó asiento nuevamente.

 —Por favor... —Su voz se quebró en el punto justo— Solo quiero que mis hijos tengan una mejor vida de la que tenemos —Sollozó.

 —Está bien... —El hombre suspiró y cedió ante el chantaje emocional— Irá al colegio pupilo en Tokio.

 Deidara no podía creer a qué nivel podía ser manipulado alguien tan noble como su padre. Quizá que tuviera esa característica lo hacía vulnerable.

 —"Que gran actriz eres, Okâsan. Bravo por ti" —Pensó con ironía.

 Aún así, era la primera vez que agradecía a su madre ser de esa manera. Pues por eso fue que tres meses después se encontraba en el internado, en su nueva habitación tratando de ordenar sus cosas.

 El prestigioso colegio había abierto sus puertas ese domingo por la mañana para que los estudiantes pudieran conocer las instalaciones y acomodar sus pertenencias antes del comienzo de clases (bueno, muchos habían traído sus sirvientes para hacer la labor), y el que estuviera observando la escena en la entrada cuando lo trajeron sus padres, podría jurar que más que por despedirlo, su madre estaba ansiosa por librarse de él.

 Se había perdido tanto en sus pensamientos que no oyó el ligero golpe en la puerta, hasta que por ella entraron dos personas.

 — ¡Oh! Creí que no había nadie —Dijo uno de los celadores. Un hombre de alrededor de 30 años, un tanto panzón y de cabello castaño rojizo.

 —Disculpa, es que estaba divagando —Sonrió.

 —No hay problema, es mejor así —Se giró señalando a su acompañante—. Te presento a tu compañero de cuarto —El muchacho pelirrojo lo miró sin expresión en la cara— ¿Podrías ayudarlo y mostrarle el colegio?

 —Claro —Aceptó el rubio.

 —Si es así, entonces los dejo. Tengo bastantes cosas pendientes —Se despidió con una mano y salió del lugar.

 — ¡Hola! Mi nombre es Deidara Akinari, un gusto —Le ofreció una mano la cual el otro sujetó sin dudar.

 —El mío es Sasori Akasuna, igualmente —Le respondió con seriedad y educación.

 —Es una suerte que hayas llegado, ya comenzaba a aburrirme —El otro no contestó—. Deberías dejar tu equipaje por allí. Si quieres después te ayudo con el resto —Señaló una cama de plaza y medio contigua a la suya— ¿Te parece si recorremos la escuela?

 —Está bien —Solo respondió el pelirrojo.

 Como lo había propuesto el rubio, recorrieron gran parte del colegio como el auditorio, alguno de los baños, varios de los pasillo y por último la cafetería (aunque no lograron recorrer el edificio en su totalidad), donde compraron una bebidas para luego salir al parque.

 —Wow, es hermoso —dijo emocionado— Que suerte que necesitaba un poco de aire... —Y comenzó a hablar de las demás cosas que aún no habían visto y que se mencionaban en los catálogos de inscripción.

 Sasori solo se dedicó a escuchar al otro por largo rato, mientras lo miraba de reojo. El ánimo de ese chico rubio era tan cálido como los colores que lo componían y resaltaban en él, amarillo y azul claro.

 —Perdona si hablo mucho —Sonrió con culpa al percatarse del silencio de su compañero—, creo que estoy un poco nervioso y no me había dado cuenta.

 —No te preocupes —Esbozó algo muy parecido a una sonrisa—. En mi familia no tengo con quien hablar y no soy de tener amigos así que me acostumbré a estar en silencio —Negó con la cabeza—. Pero supongo que eso me hace bueno para escuchar.

 —Eso es bueno, porque si no te terminarás hartando de mí —Se rió— ¿Sabes? Te envidio. Ya quisiera que mi madre me dejara en paz —Suspiró.

 —Solo tengo a mi abuela —dijo sin ningún sentimiento en la voz— y no es muy comunicativa que digamos —Cerró los ojos.

 Deidara se arrepintió de tocar un tema, que por lo que podía apreciar, afectaba a su nuevo amigo.

 —Lo siento, no quise que te sintieras mal —Entornó sus azules ojos. Sasori solo negó.

 —No importa. Mis padres murieron cuando era muy pequeño —Lo observó—. Ya casi no recuerdo sus rostros. Pero por lo que vi en fotografías me parezco mucho a mi madre, quizá esa sea la razón por la que mi abuela no tolera estar cerca de mí —Lo dijo con tanta frialdad que incomodó al rubio.

 —Eso es aún más triste...

 —Tal vez...

 Los dos se quedaron en silencio dejando que la briza de la tarde meciera sus cabellos.

 —Cuando mi madre se empeñó en que viniera a este lugar me enojé mucho —habló el rubio suavemente, a la vez que recordaba mirando al cielo—. Ella siempre se impone ante mi padre y me presiona para ser el mejor solo para poder alardear de lo excelente madre que es —Señaló con sarcasmo—. Pero después de pensarlo bien, me di cuenta que esta podría ser la oportunidad de por fin ser libre...

 Sasori meditó en lo irónica que podía ser la vida al ponerlo junto a una persona que se sentía ahogado por su madre, cuando él hubiera dado lo que sea porque alguien de su familia le prestara un mínimo de atención.

 — ¿Por qué no haces lo mismo? —El pelirrojo volvió en sí, para darse cuenta que el otro chico lo miraba con entusiasmo.

 — ¿Perdón? —Solo pudo responder.

 —O sea, piensa en que esta es una oportunidad para cambiar las cosas —Asintió a sus propias palabras—. En mi caso, para liberarme un poco y en el tuyo, para no estar tan solo.

 Sasori abrió los ojos solo un poco más de lo normal.

 —Tienes razón... —Contestó luego de pensarlo un poco.

 —Hagamos una promesa —Deidara le ofreció su dedo meñique.

 — ¿Acaso eres un niño? —Se burlo un poco.

 — ¿Y tú tienes 80 años? Hump —Deidara giró su cabeza ofendido.

 Sin previo aviso, el pelirrojo soltó una pequeña carcajada y enganchó con su dedo meñique el del otro.

 — ¿Cuál es esa promesa? —preguntó y el rubio lo miró con entusiasmo renovado.

 — ¡Que a partir de mañana empezaremos de cero y no permitiremos que las personas ajenas a este sitio nos afecten!

 —Es una promesa —Sasori respondió sin más.

 

 Luego de eso los minutos pasaron y la noche llego encontrándolos en su cuarto. Charlaron de forma agradable hasta altas horas de la noche conociéndose un poco más y a pesar de ser diferente, congeniaron de manera especial acoplándose el uno al otro.

 —Ya es bastante tarde —dijo Deidara mirando su reloj.

 —Sí, será mejor que durmamos o a pesar de estar ya en el colegio llegaremos tarde —El rubio se rió.

 —Créeme, yo soy muy capaz de hacerlo —Sasori solo negó con resignación apagando la luz.

 

 A la mañana siguiente todo el alumnado junto al cuerpo docente se reunió en el auditorio (que parecía uno de esos teatros donde se llevaban a cabo las galas de opera), para escuchar el típico discurso de bienvenida por parte del director que era un hombre pálido, con largo y abundante cabello negro.

 —"Por lo menos en esto se parecen al resto de las escuelas" —pensó Deidara— Oye Sasori —Llamó al pelirrojo que se encontraba delante de él en la fila— ¿No crees que más que director parece yakuza?

 —Ese yakuza, como tú lo llamas, es Madara Uchiha —Le respondió con cara de póker— ¿Conoces el apellido, no? —Y como no conocerlo, si eran las personas más ricas del país.

 Deidara volvió a mirar al tipo, que había tomado asiento dándole paso a uno de los profesores para que explicara reglas y diera la lista de los respectivos salones.

 Por suerte cuando llegaron al salón y los respectivos profesores fueron haciendo acto de presencia, no lo obligaron a separarse de Sasori. Logrando que se convirtiera en su compañero de banco y así el primer día de clases transcurrió sin ningún sobresalto.

 

 Pasaron las semanas desarrollándose tranquilamente y a pesar que el nivel de enseñanza era bastante estricto, el haber pasado años con la nariz metida en los libros le ayudó a estar al nivel esperado. Al igual que su amigo que demostraba ser muy inteligente.

 Se volvieron inseparable y sortearon sus primeros exámenes de nivel.

 —Uf... Por fin terminaron los exámenes, pensé que no acabarían jamás —Se quejó el rubio.

 —Y eso que solo eran pruebas para comprobar el nivel en general de la clase.

 —Lo sé, pero aún así son exámenes —Siguió quejándose—. Por suerte es viernes y los sábados no hay clases en este lugar —Sonrió con ganas.

 — ¡Oigan, llegó Itachi-kun! —Entró una de sus compañeras apresurada y con los ojos brillando como si hubiera visto a un idol.

 — ¡¡Kyaaaa!! —Gritaron varias de las chicas de su clase. Casi podía ver los corazones en sus ojos, como si fueran un anime.

 — ¿Y a estas que les pasa? —preguntó a su amigo y el pelirrojo solo se encogió de hombros.

 —No tengo idea.

 Un par de minutos más tarde, el profesor titular entraba y con lista en mano (luego de ser saludado por los alumnos), se paraba frente a la clase.

 —Bueno, el día de hoy recibiremos a un nuevo alumno —dijo con solemnidad.

 —"Que raro... —pensó Deidara— Es extraño que le permitan entrar casi un mes después y cuando ya no hay vacantes" —Y lo sabía, pues Sasori le había comentado que había logrado ingresar porque un alumno había decidido no venir al colegio a último momento, dejando una plaza disponible.

 — ¿Quién será? —Escuchó cuchichear a unos compañeros.

 —Ni idea —Decían otros.

 —Espero que lo traten bien. Por favor, adelante —Pidió el profesor mirando hacia la puerta que fue atravesada por un pelinegro de cabello largo y porte elegante. Se paró frente a todos, mirándolos con un leve dejo de desinterés.

 — ¿Es necesario hacer esto? Ya varios me conocen —Preguntó al profesor con apatía.

 —Por favor Itachi-kun —El hombre se removió nervioso—. Hay muchos nuevos —El chico suspiró.

 —Soy Uchiha Itachi y seré su compañero —dijo mirando hacia la ventana, como si realmente no le importaran las personas con las que se estaba presentando.

 —Es tan genial... —Oyó el rubio como se baboseaba una de las locas fangirl del Uchiha.

 —Y tan misterioso —Agregó otra—. Esa seriedad lo hace tan sexy... —Exhaló ilusionada.

 —"Genial mis pelotas —Deidara rechistó con fastidio—. No es más que un niño mimado que por ser Uchiha se cree mucho"

 Desvió su atención a su compañero de banco que se encontraba leyendo un libro, aún menos interesado que él en aquel sujeto. Se rió un poco.

 —Oye, ese es mi lugar —Escuchó que una voz grave decía y al levantar la vista se encontró con el motivo de su anterior molestia. Aunque aquel tipo no le hablaba a él, sino a su amigo que se ubicaba junto a un gran ventanal.

 Sasori apenas le echo una ojeada sin mucho interés.

 —No sabía que los asientos estaban reservados...

 —En mi caso si —dijo el moreno sin vueltas.

 —Es una lástima, porque no pienso moverme —Y continuó con su lectura ignorándolo.

 Itachi miró hacia atrás, captando la mirada del profesor que tembló levemente.

 —Sasori-kun... —El hombre puso tono conciliador— ¿Por qué no te cambias de lugar? Si el problema es que te separaras de tu amigo, pueden cambiarse los dos...

 — ¿Y por qué deberíamos? —Intervino el rubio— El que llegó con varias semanas de retraso —Remarcó—, es él. ¡Ahora que se joda!

 —La cosa no es contigo, rubia —Le contestó Itachi.

 — ¿Qué dijiste imbécil? —Golpeó con una mano su mesa y se paró enseñando los dientes.

 —Oh, perdón, me equivoqué —Siguió mofándose el Uchiha, a la vez que lo miraba de arriba a abajo.

 —Muchachos, cálmense... —Trataba de calmar los ánimos el profesor, siendo ignorado.

 —Vuelve a decirlo... —Retó el rubio al moreno.

 —Muñequita rubia —Itachi sonrió de lado.

 Deidara dio un paso, colocándose en el pasillo formado por los bancos, delante del pelinegro que no se movió un ápice. Hasta que un puño se estrelló contra su ojos derecho.

 El profesor, que ya estaba sudando la gota gorda, había comenzado a hiperventilar imaginando las torturas a las que sería sometido cuando el director se enterara que su sobrino había sido dañado. Y el pelinegro no se quedaba atrás, totalmente en shock mirando desde el suelo a ese chico de apariencia afeminada, crujir los puños con sonrisa sádica.

 —Oh, vamos muñequito... —dijo Deidara sin cambiar su expresión.

 Él había prometido que las personas de afuera no lo afectarían. Pero controlar su carácter explosivo con los de adentro sería otro tema.

 ¡Y con Kami como testigo, que ese idiota se lo había buscado!

 

 

 Continuará...

Notas finales:

Gracias por haber leído el primer cap. de este nuevo fic, se que fue corto, pero es el prólogo. El próximo trataré de hacerlo más largo.

 No me costó tanto subirlo porque solo tenía que pasarlo a Word y subirlo (además de que lo prometí por pasar los 50 comentarios de mi primer fic), pero para los que siguen ¿Quién eres realmente?, les pido que tengan un poco de paciencia. Pensaba subirlo el viernes, pero como ando enferma no creo poder...

 En cuanto a este fic. será más esporádico, o sea, subiré cada dos semana salvo que me surja la inspiración de golpe. No quiero prometer y después no cumplir, me conozco u_u

 Bueno, ahora me despido. Un besote enorme! (^_^)/


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