Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Shades. (Myungjong) por sinnerangel

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic tiene un considerable contenido de sexo y violencia, no obstante, me gustaría resaltar que NO SE BASA EN ELLO.

***

Planteo la historia como un espejo en el que espero que todos los lectores se vean reflejados. Querría pedirles que, después de leer esta novela, tratasen de reflexionar a cerca de lo que les acabo de decir. Y doy fe de que todos entiendan el significado final de esta y de que logren identificarse con ambos personajes principales.

 

Espero que disfruten.

Caminaba por el bosque de Kamta esa noche, para volver a casa, pues hacía unos días habían empezado a asfaltar la carretera que siempre tomaba para dirigirme a mi hogar.
Siempre tuve un pánico terrible a ese bosque ¿sabes? Sí, ahora me produce risa, pero en el pasado, para mí, pisar ese bosque era como adentrarme en el oscuro camino hacia la muerte.
Creía todas esas estúpidas historias sobre los Ithas que, supuestamente, habitaban en el Kamta, criaturas que pueden verte cuando no estás cerca de ellos, oírte cuando no hablas, olerte a miles de kilómetros.
Criaturas creadas para matar.
Según la leyenda, los Ithas son los descendientes de nueve jóvenes  ángeles a los que Mefistófeles tendió una trampa; les convenció de que la existencia de otro paraíso paralelo se les había estado ocultando durante toda su vida, un paraíso del que se convertirían en amos y señores y de que él les llevaría a este lugar. Por lo que estos, cegados por la codicia de poder y el leve embrujo que Lucifer había lanzado sobre ellos, siguieron al demonio hasta los avernos, donde Satanás les dio poder, como les había prometido. Los nueve ángeles cada día tenían más sed de riqueza y acabaron por intentar matarse entre ellos para lograr ser el único señor del mundo de los ínferos, mientras que el diablo  se divertía al contemplar la ingenuidad de los pequeños. A tal punto llegaron los ángeles que sus alas empezaron a tornarse de color negro y sus ojos de rojo sangre, y sólo podían atender su avaricia matando. Así que Satán decidió enviarles a la tierra para que sembraran el caos y el pánico entre los humanos, les dotó de poderes increíbles convirtiéndoles en las criaturas más peligrosas que jamás han existido, para así dar rienda suelta a su maldad.

Mi abuela solía decirme que cuando no era más que una niña, un Itha se presentó delante de ella en el bosque, para matarla, pero que ella fue capaz de escapar. Todos la tomaron por loca pero yo la creía, no sé por qué misteriosa razón, pero yo la creía. A partir de ese día, me contaba ella, había buscado todo tipo de información a cerca de estas criaturas; Los Ithas pueden leer tus pensamientos, decía, pueden ver tu alma y saber, con sólo estar algo cerca de ti, lo que estás sintiendo en ese momento, también me contó que se alimentan únicamente de corazones puros y de dolor ajeno -aunque también disfrutan del propio- que pueden matarte simplemente mirando tus ojos, y  que son muy listos y astutos. Me explicó, también, que los Ithas poseen una belleza inigualable y que, con ella, embaucan a sus presas para después acabar con sus vidas de la forma más monstruosa imaginable, y, así, poder alimentarse. Decía que estos seres toman el agua como fuente de su poder; necesitaban sumergirse en ella usualmente para no debilitarse, y que dentro del líquido sus poderes se incrementan e, incluso, desarrollan nuevos, por eso, los Ithas suelen habitar cerca de un lago, manantial, río o cualquier otro depósito de agua. Dijo que tienden a elegir viejos campanarios o conventos abandonados para establecerse, especialmente, los que poseen un pozo. También me contó que son capaces de absorber el miedo de una persona, para que esta tenga confianza, y que salen a cazar por la noche, pues la oscuridad es el mejor aliado de tales criaturas.

Aquella noche no podía dejar de pensar en las historias de mi abuela, en que probablemente decenas de Ithas me estuvieran observando. sabía que no servía de nada, pero intentaba andar con sigilo para no hacer ruido y controlar mi exagerada respiración, nunca había pasado tanto miedo en mi vida así que decidí auto convencerme de que simplemente eran leyendas urbanas, de que mucha gente había pasado por este lugar y no había encontrado ninguna criatura extraña, y empecé a repasar en mi mente los textos en latín que tenía que aprenderme para final de verano, supuse que así me distraería y evitaría pensar en ellos, y lo conseguí -o eso pensaba-, al pasar por delante del río comencé a notar que mi miedo iba decreciendo poco a poco, cada instante que pasaba temía menos la posibilidad de que algo me sucediera, cuanto más cerca sentía el sonido del agua mi miedo desaparecía un poco más, hasta llegar a un punto en el que no tenía ningún tipo de temor.

Llegué a casa sano y salvo, y muy satisfecho por mi valentía y porque, de ahora en adelante, no tendría miedo de pasar por aquel bosque, cosa que debería hacer hasta que terminaran la carretera.

Al día siguiente el suceso volvió a repetirse, salí a las nueve y media de la academia de idiomas y puse rumbo hacia el bosque. De nuevo, al introducirme en él, noté que el miedo se apoderaba de mí, pero tras atravesar la rivera, el temor iba disminuyendo hasta desaparecer completamente.
Y así pasó durante toda la semana siguiente, cada vez que pasaba por delante del agua el miedo se esfumaba.

Hasta que un jueves, la rutina del bosque cambió.

Treinta de Junio, nunca seré capaz de olvidar esa fecha.

Caminaba aún con algo de miedo inconsciente por la hierba húmeda de aquel lugar, el fluir del agua empezaba a oírse a lo lejos, lo que me alivió, pero al llegar a la orilla del cristalino río la sensación de inquietud e inseguridad no cesaba. Traté de tomar aire para tranquilizarme pero mi piel palideció al ver una silueta a la vera de este, que miraba hacia el horizonte, pero suspiré aliviado al darme cuenta de que aquella figura no se asemejaba a otra que a la de un ser humano.
Me acerqué hacia el cuerpo, este giró lentamente la cabeza hacia mí y penetró mis ojos con sus brillantes pupilas. Era un muchacho, más o menos de mi edad, vestía unos ajustados pantalones negros y una larga gabardina del mismo color, con todos y cada uno de los botones abrochados. Su piel era algo pálida, sin ningún mínimo desperfecto, un liso y brillante flequillo negro tapaba su frente hasta la altura de las desafiantes cejas que poseía encima de unos preciosos ojos rasgados de color miel que aportaban un sutil y limpio brillo a la oscuridad de la noche. sus delicados y febriles labios adoptaron una muy leve sonrisa al percibir mi mirada en él, pero quedó en silencio.

-Hola.- Murmuré sin poder apartar la vista de sus ojos. Él, sin contestarme re dirigió su mirada al río.

-Hola.- Respondió al fin, sin mirarme.

Su voz, algo grave y seca, resonó en el interior de mi cuerpo como una perfecta melodía que se repetía sin cesar en mi cerebro.

-¿Qué haces aquí? Nadie viene a este bosque.- preguntó fríamente. De pronto noté un incontrolable impulso de decirle el por qué de mi estancia en ese sitio y las historias que me había narrado mi abuela, pero lo reprimí instintivamente.

-Pasaba por aquí.- Contesté dedicándole una sonrisa.- ¿Tú qué haces aquí?- Tuve el valor de preguntar. El chico tomó aire y volvió a posar su gélida y penetrante mirada en mis ojos mientras sonreía hacia un lado.

-Te estaba buscando.- Susurró acercándose más a mí. La sonrisa que tenía dibujada en mi rostro se borró inmediatamente para convertirse en una expresión de confusión. Alcé las cejas y empecé a darle vueltas a si había visto a ese chico antes, sin embargo, no recordaba haberme topado nunca con él.

-¿Qué?- Dije desconcertado siguiéndole con la mirada al notar que me daba la espalda y comenzaba a caminar hacia las profundidades del bosque.
El muchacho no respondió nada, simplemente desapareció entre las sombras de aquellos altos árboles.

Me quedé unos segundos paralizado, no entendía lo que acababa de suceder, no sabía quién era ese chico, ni por qué no podía parar de mirar sus perfectos ojos, no comprendía lo que acababa de decirme, nada tenía sentido.

Llegué a mi casa y, tras saludar a mi familia, me dispuse a subir las estrechas escaleras de hierro que llegaban a la pequeña planta de arriba -abuhardillada-  y tiré mi mochila en el suelo dejando caer mi cuerpo sobre la cama. Apoyé las manos en mi cabeza y empecé a analizar lo que había sucedido. Pasé toda la noche pensando en él y en por qué me había dicho eso, era incapaz de quitármelo de la cabeza, pero, por alguna razón, tampoco quería hacerlo.

 

A la llamada de mi anciana abuela, bajé al comedor, la estancia apestaba a brécol con puré de patatas. Deslicé mi silla cuidadosamente por el suelo, con el fin de separarla de la mesa para sentarme y me serví un vaso de agua.

 

-Sungjong ¿por qué has tardado tanto en llegar?- Preguntó mi abuelo, que presidía la mesa.

 

-Están arreglando el camino que tomo normalmente para venir, he tenido que cruzar el bosque.- Expliqué tomando el tenedor.

 

-El camino es más corto por el bosque que por la carretera.- Me contradijo él.

 

-Ya, es que me he entretenido un poco.- Me excusé.

 

-¡Sungjong, hijo! Ten mucho cuidado con ese bosque.- Balbuceó mi abuela desde la cocina.

 

-Abuela, no pasa nada, no hay nada que temer allí.- Dije intentando consolarla.

 

-Sí, no le metas miedos al pobre chiquillo, que después se hace un gallina como su padre.- Opinó mi abuelo. En ese momento mi abuela entró al comedor con una bandeja sobre la que reposaba un enorme pollo asado bañado en aceitosa salsa.

 

-Su padre está en el ejército.- Defendió ella.

 

-Precisamente por eso es un cobarde, todos los que toman esa salida son cobardes. Dicen que van a morir por su patria, pero lo que hacen es tomar una vía fácil para ser recordados y venerados sin hacer el mínimo esfuerzo; mueras a los dos días de campamento o sobrevivas a todas las batallas, siempre vas a ser “un ejemplo a seguir”. ¿Valiente? Valiente es quién se queda aquí, afrontando el día a día, afrontando que es un fracasado y que por mucho que trabaje y que se deje la piel por su familia jamás nadie le llamará vencedor, ni pondrá un retrato suyo sobre la chimenea. Eso es ser valiente.- Dijo él con un tono de voz bastante elevado.

 

 Al oír las palabras de mi abuelo, no pude evitar que se me pusieran los pelos de punta y sentí un fuerte nudo en mi garganta. Tragué saliva y abrí la boca con la intención de contestar a mi abuelo pero, en el fondo, él tenía razón. Cuando mi madre murió yo tan sólo tenía cinco años, necesitaba a mi padre, pero él se alisto en la armada y me dejó completamente sólo, y eso era algo que no era capaz de reconocerme a mí mismo.

 



Al día siguiente, al salir de la academia y entrar en el bosque, volví a encontrar al hermoso joven en el mismo lugar, con la mirada perdida en el agua y, sin acercarme demasiado, le pregunté:

-¿Qué quisiste decir ayer con que me estabas buscando?

-¿Perdona?- Preguntó sobresaltado volviendo su cabeza hacia mí lentamente.

-Sí, ayer, antes de irte.- Añadí tratando de hacerle recordar.

-No sé de qué estás hablando, no te he visto en mi vida.- Dijo suavizando su voz.

-¿Te estás burlando de mí?-Pregunté inquieto.

-Sí.- Contestó muy serio.- ¿Cómo te llamas?- Me preguntó al tiempo que se sentaba en la verde Y mojada hierba teñida de sombras nocturnas.

-¿Por qué debería decírtelo?- Dije intentando seguir su juego, cosa que no conseguí.

-Porque quieres hacerlo.- Contestó sorprendentemente.
La verdad era que desde el momento en que le vi no había podido quitarme su intensa mirada de la cabeza, su provocadora sonrisa y su sensual voz. Y, sí, me moría de ganas por decirle mi nombre y que él me dijera el suyo.

-Mi nombre es Sungjong.- Le confesé.- ¿Y el tuyo?- Pregunté sentándome a su lado.

-Sungjong.- Repitió pensativo.- Bonito nombre.- Agregó

El olor a humedad y el suave y relájate sonido del agua resbalando entre los numerosos cantos rodados, creaban un agradable ambiente alumbrado tan sólo por la blanca luna menguante, que reflejaba su tenue luz en el río.

-¿Y el tuyo?- Le insistí.

-Myungsoo.- Contestó.

-¿Por qué vienes aquí, Myungsoo?

La fresca brisa que se respiraba en aquella orilla revolvía cuidadosamente el oscuro cabello del muchacho.

-¿Por qué vienes tú? ¿Es que no temes las leyendas?

-No son ciertas.- Dije fingiendo una suave risa.

-¿Y si lo fueran?- Preguntó tratando de hacerme reflexionar.

-¿De verdad crees en esos cuentos?

-¿Qué edad tienes, Sungjong? ¿Vas al instituto?

-Sí, tengo diecisiete. ¿Y tú? Nunca te he visto por aquí, ¿es que estudias en otro lugar?

-No- Dijo riendo.- yo ya no voy a la escuela.- aclaró.

-¿Cuántos años tienes?- Le pregunté invadido de curiosidad.

-¿Vives aquí?- Evadió con firmeza mi pregunta. Yo asentí levemente.

-¿Dónde vives tú?- Quise saber.

-Es tarde, Sungjong, deberías irte a casa.

Lo cierto era que cada vez que escuchaba la voz de aquel chico tenía que hacer grandes esfuerzos para poder articular palabras y, así, ser capaz responder.

-Si voy a casa llegaré a tiempo para cenar.

 

-Ve a cenar.- Me ordenó antes de echar a andar en la misma dirección que el día anterior.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).