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Susurros De Sirenas por TheSexiestDiva

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Notas del fanfic:

Holaaaaaa~ :D. Aquí nosotras súper contentas con nuestro segundo proyecto de Free! =^-^=
Diva: ok… pues solo les traemos el prologo, qué esperamos que les guste :)
Pues no tenemos más que decir, y bueno…
Diva y Yo: ¡Vamos haya! n_n

Notas del capitulo:

Disclamer: Free! no es nuestro, los personajes le pertenecen a sus respectivos autores (qué no tenemos idea quienes son e_e), y todo eso. Solo el humilde argumento de esta obra es nuestro

Susurros De Sirenas
Prologo

Sus pasos seguían perezosos sobre una línea imaginaría. Su silueta demacrada avanzando lentamente entre las sombras de la noche, su figura delgada y delicada luciendo demasiado frágil en medio de la nada oscura, con la espalda curvada hacia el frente como si un peso muerto le callera encima, sus brazos se balanceaban a los costados de su cuerpo, mecidos hasta por la más débil brisa. De vez en vez, los relámpagos que surcaban el cielo macabramente, tronando como una bomba; iluminando el firmamento tan solo unos segundos, dibujaban de mejor manera aquella figura menuda, la deplorable imagen de Haru andando como un zombi en mitad de la noche, sin rumbo aparente.

Esa noche el frio regia con inclemencia, con mano de hierro, calándose hasta los huesos, haciendo castañear los dientes, obligando a las personas dentro de sus camas a encogerse sobre si mismos. Los nubarrones grises tapando el cielo entero, auguraban una tormenta de magnitudes titánicas, con rayos y relámpagos estrellándose en el suelo cada cinco segundos, retumbando cruelmente en la ya desterrada quietud nocturna. Pero Haruka, él seguía andando como guiado por una fuerza superior. Aunque solo vestía su pequeño y apretado traje de baño oscuro. Andaba descalzo y sin camisa, azotado por las inclemencias del clima, sin que pareciera siquiera notar el tono azulado que había poseído a su pálida dermis, y el purpureo de sus labios.

Su pecho, sus brazos y su espalda se veían llenos de rasguños, la sangre color rubí solo hacía más notorio el azul de su piel. Sus pies, recibiendo de lleno el impacto de las rocas filosas y la tierra desigual sobre la que andaba, se encontraban totalmente ensangrentados, manchando con la silueta fantasmal de sus pies su camino, dejando manchones carmesís que se revolvían con la tierra suelta, formando una especie de fango carmín, macabro y nauseabundo. Las ramas de los árboles entre los qué se abría paso, le arañaban la piel, le abrían surcos de sangre que terminaban manchando la tierra por la que andaba.

Nada parecía importarle, ni los relámpagos furiosos, ni el frío atroz, su mirada seguía perdida, de apariencia muerta clavada en el horizonte, como si lograra ver más allá de la niebla negra que lo engullía todo a su alrededor. Guiado por un canto de sirena qué lo atraía hacía una trampa mortal. Andando sin titubear, sin temerle a lo incierto de su camino o, al feroz arrullo de la pesadilla nocturna que se había desenvuelto encima suyo. Sus pies se detuvieron, como si estuvieran programados para hacerlo en aquel preciso lugar. Sus irises azules como gemas de mar, enfocando desenfadadamente el punto exacto donde el negro del cielo y del mar se fundían en uno solo.

Estático, de pie en un acantilado, con los pies ensangrentados firmes sobre los bordes filosos de la piedra gris. Mirando; sin realmente mirar el mar embravecido. El agua negra causando olas enormes, olas que rompían contra las rocas con forma de estacas que esperaban al de melena ébano, justo debajo del acantilado, como dedos huesudos estirados hacía él; esperando por él; instándolo a lanzarse a sus manos conciliadoras. No parpadeó, ni siquiera lo pensó (aunque si se le viera bien, no podría decirse que Haruka Nanase se encontrara a sus cien, ni siquiera a un diez porciento de él). Solo se arrojó al helado abrazo de una muerte casi segura, con la gracia y el glamur que siempre lo acompañaban, con el estilo de un clavadista profesional, así se perdió en el fondo oscuro de las aguas, con toda la elegancia y hermosura que siempre porto.

¡HARUUU!- la voz de Makoto, ronca, desesperada por salir de su garganta, arañando y lacerando la carne del chico. Hizo vibrar las paredes de su alcoba.

Tenía la mano estirada hacía el frente, como si intentara atrapar el fantasmal rose de la piel de Haru. Por su boca abierta inhalaba y exhalaba ridículas cantidades de oxigeno, el que le parecía insuficiente, el que le apretaba los pulmones contra las costillas dolorosamente. El corazón le iba a diez mil revoluciones por segundo, martilleando implacablemente contra su pecho, tan veloz como el acelere de un deportivo italiano. Literalmente estaba bañado en sudor helado, el mismo que le pegaba los mechones de cabello a las sienes y, lo mismo hacia con su camiseta. Todo había sido un sueño, una horrenda pesadilla. Recogió lentamente la mano estirada, temiendo el poder desbaratarse como un rompecabezas. Y, con aquella misma mano, apartó los mechones pegajosos de su rostro, despejando su campo de visión.

Soltó un suspiro de alivio contra su mano, la que había dejado delante de su rostro. Sintiéndose algo tonto, por permitir que un simple sueño lo alterara a tales grados. Haru no era tan imprudente para salir en una noche como esta, semi-desnudo, permitiendo que el clima y su entorno hicieran con él lo que quisieran. Haru era lo suficientemente orgulloso como para permitir algo así, así que realmente no debía preocuparse, no debía permitir que las imágenes traspasaran el plano de la fantasía y su cabeza las creyera reales, porque vamos, era imposible.

Solo fue un sueño. Solo eso- el de ojos verdes se dijo a sí mismo, sobándose los brazos inconscientemente, intentando brindarse algún tipo de confort. Intentando acallar los tambores que sonaban en sus oídos, producto del violento movimiento de su corazón- solo un sueño.

Comenzaba a repetirse, como un mantra, como una plegaría. Porque él sabía que solo era un sueño, pero su cuerpo y su cerebro estaban lo suficientemente alterados como para permitir que la vocecilla, cada vez más silenciosa, tomara el control de él y, aceptara que solo había sido un sueño. Todo lo demás acallaba a esa vocecilla llena de lógica y razón, cada vez más abnegada y silenciada en el fondo de su cráneo. Pegó un brinco cuando el crujir de un rayo ilumino su alcoba. Se sentía intranquilo, de verdad preocupado por su aterradora pesadilla. Algo no lo dejaba creer que todo había sido un sueño.

Solo fue un sueño- pero claro que él seguía repitiéndoselo en voz alta, intentando convencerse a sí mismo, de lo que ya no estaba tan seguro. No supo cuanto tiempo mantuvo la mirada fija en su ventana, mirando los relámpagos caer uno tras otro, como si Zeus intentara atinarle a una hormiga que había arruinado su día de campo- Un sueño Makoto…. Solo fue un sueño.

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Esa mañana de lunes, Makoto no había podido deshacerse de aquel malestar qué llevaba clavado en la boca del estomago desde esa noche, ese cómo un puñal clavado ahí, un agujero negro que le revolvía el desayuno. Sentía nauseas continuas, unas que incrementaban a cada paso que daba. Parecía enfermo, el magnífico tono bronceado de su piel se había ocultado tras una capa blanquecina y, sus increíbles ojos verdes opacados por el cansancio y las manchas negras bajo ellos; las ojeras marcadas como maquillaje, dándole una apariencia enfermiza al alto y musculoso joven.

El camino que cada mañana recorría, las mismas calles, las mismas personas. Todo era igual, pero el camino hasta la casa de Haruka jamás le supo tan largo y tedioso. Makoto se sentía tan mal como se veía, se sentía mareado, enfermo, le parecía que su siguiente paso sería el último, qué caería noqueado al suelo, derrumbado por un único y certero golpe a la cabeza. Ni siquiera enfocaba bien su camino, solo distinguía siluetas bizarras, la luz borroneando con colores indistinguibles las figuras extrañas que se presentaban por su camino. No supo cómo llego en una sola pieza a la casa de su mejor amigo, aunque lo atribuyó a la costumbre que sus pies tenían por recorrer aquel camino.

Tocó repetidas veces el timbre, pero como ya era una costumbre de Haruka, este no le abrió. Makoto soltó un suspiro, uno como ningún otro, mescla de la frustración, el cansancio y la desesperación. El corazón le había comenzado a danzar arrítmicamente dentro del pecho, marcando una pauta macabra, cómo un tambor de guerra. De pronto todos sus miedos, creados a partir de aquella pesadilla, habían tomado el control de su cuerpo. No se reconoció a sí mismo cuando corrió desesperado hasta la puerta trasera. Abrió de golpe aquella puerta de madera, qué chillo horriblemente por el brusco trato. La casa se sentía inusitadamente fría, por lo general el agradable calor de la caballa en la estufa lograba caldear la enorme vivienda, pero ese día parecía haber muerto, como si le hubieran arrancado el corazón (una casa con corazón, baya tontería, qué su alterado estado le hacía pensar).

La madera bajo sus pies, los que se movían veloces como cascos de caballo, chillaba, se quejaba como si llevara meses sin recibir atención alguna. La puerta del baño se azotó contra la pared de azulejos de color hueso, haciendo temblar la casa entera. Las pocas esperanzas de Makoto, las ganas voraces que lo devoraban por dentro, rogando haberse vuelto un loco paranoico comenzaban a colapsar, derrumbándose de manera increíble como un castillo erigido en mármol. La bañera estaba seca, sin un mísero vestigio de agua seca (siquiera), ni rastro de Haruka. Al de cabellera castaña se le secó la garganta, con los ojos bien abiertos y la desesperación habiendo tomado el control de él, solo lograba escuchar y sentir el bombeo cada vez más feroz y lúgubre de su corazón. Ni siquiera llegaba a concebir ideas, no pensaba, se había perdido en un plano blanco lleno de nada.

¡Haru!- cuando salió del cuarto de baño, casi tropezándose con sus propios pies temblorosos y torpes, comenzó a llamar al pelinegro, aun guardando celosamente, entre sus grandes y cálidas manos la diminuta esperanza de qué él estuviera ahí, escondido (por alguna razón) en algún rincón de la enorme casa y, qué cuando lo escuchara, saliera corriendo a su encuentro.

Se paseó por un rato, sin rumbo fijo, corriendo y llamando a todo pulmón a su amigo de melena negra y ojos azules. Sin resultado alguno. Lo único que le contestaba era el eco desgarrado y ronco de su propia voz, el crujir de la madera y el frío atroz, qué él no se explicaba de donde venía, en plena primavera, en su ciudad costera. Pero no soltó las esperanzas. Subió nuevamente, hasta el cuarto del más bajo. Podía seguir dormido y ni sus gritos desesperados lo habían hecho despertar, para reclamarle lo ruidoso que era, era posible ¿cierto? Pero cuando abrió la puerta, el último vestigio de esperanza, minúsculo y brillante como un fragmento de estrella, se extinguió.

¡HARU!- lo único que respondió a su grito, cuando azotó la puerta del cuarto, fue el mismo eco infame de su propia voz, que ya parecía burlarse de él.- Haru- no logro mantener dentro de su boca aquel susurro dolido, como si su voz fuera sangre.

El cuarto de Haruka era lo que tenía enfrente, perfectamente ordenado (como siempre). La mochila del chico a un lado de su escritorio de madera, qué le corroboraba que Haruka no se había ido a la escuela sin él. Aunque Makoto en el fondo de su caótica mente, lo sabía, siempre supo que si no fuera por él, Haruka se quedaría en su bañera, olvidándose por completo de los estudios. Los libros acomodados perfectamente en las estanterías, acompañados de algunos juguetes de cuando eran niños y, el enorme delfín de peluche sobre su cama.

Exactamente lo único que no encajaba en la ficticia imagen de perfecta cotidianidad en esa casa (además del frio anormal), era la misma cama de Haruka, desordenada, como si su amigo acabara de levantarse. Porqué Haruka podía ser muy perezoso para muchas cosas, pero era exageradamente ordenado, aquello no cuadraba para Makoto. Todo, en realidad, todo había perdido el sentido de realidad.

No sabía qué hacer, su cuerpo no le respondía y su cerebro parecía haber muerto. La cabeza comenzó a dolerle, justo cuando las imágenes de su pesadilla nocturna se hicieron presentes en su mente. La tormenta; la oscuridad absoluta; los relámpagos uno tras otro; Haruka andando hacia un precipicio; saltando sin pensárselo al vacio, desapareciendo en las profundidades del mar ennegrecido por las tinieblas nocturnas. Makoto no supo más, tras aquel recuerdo tan vivido de su sueño, qué actuó como un golpe en su corteza cerebral, solo se sintió golpear de cara contra el implacable suelo de madera y, todo lo demás se perdió tras la oscuridad de sus parpados.

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Por su lado, Haru seguía profundamente dormido, arrullado por un suave y continuo movimiento, fluido y suave que se realizaba a su alrededor. Con un murmullo que moría en sus oídos, una canción delicada, como una nana, qué lo instaba a seguir durmiendo hasta el infinito. Frunció el ceño, cuando una voz ajena a su propio mundo, comenzó a llamarlo, a instarlo a salir de su sueño, a penetrar en la realidad y no lo quería, quería seguir durmiendo; viviendo bajo el agua, como solo podía hacer dentro de sus sueños. Pero aquel llamado continuaba, repitiéndose en sus oídos, como el zumbido de un bicho molesto, rompiendo poco a poco la bruma de la inconsciencia, haciéndolo reaccionar perezosamente ante el mundo real.

Makoto, déjame en paz- su voz sonaba extraña, pero lo atribuyó a que acababa de despertar.

Giró en su sitio, intentando darle la espalda a su mejor amigo, aunque ya sabía que Makoto no cedería tan fácilmente, quería aferrarse un poco más a los últimos pedazos de su sueño. Intentó arroparse con las mantas, pero cuando intento tomarlas: no las encontró. Volvió a girar, para poder mirar al más alto y reprocharlo con la mirada, pero cuando lo hizo y abrió los ojos, notó que no estaba ni cerca de seguir en su casa y mucho menos en su habitación. Un manto liquido, hermosamente azul, era todo lo que lo rodeaba, eso y unos monolitos de piedra que parecían crecer hasta romper la superficie de dicha capa liquida.

Haruka Nanase- la imperiosa voz femenina, que clamaba con impaciencia su atención, lo hizo dar un microscópico respingo, sorprendido por el repentino e inesperado llamado- ya era hora de que despertara. Como puede notar tengo que darle algunas indicaciones- el suspiro frustrado de la mujer, por fin lo hizo devolverle la mirada.

Encontró a su interlocutora justo a su lado y, por primera vez en mucho tiempo: Haruka no pudo esconder su sorpresa, ni ningún otro fragmento de sentimiento suyo. La fémina que le hablaba con un extraño acento, denotando que no era japonesa, podría ser francesa, aunque claramente el francés era su lengua materna. No era lo que Haruka hubiera esperado, portando aquella voz desdeñosa y profunda. Su interlocutora, era un exótico caballito de mar, de pálido pero lustroso color rosa qué dominaba la mayoría de su cuerpo, con el interior del vientre blanco y, lo que Haru podía apreciar a su espalda eran múltiples destellos coloridos, reflejados, por lo que suponía eran joyas. Decir que estaba en shock era poco.

Era imposible que se encontrara en el fondo del mar, escuchando la "charla" de un caballito de mar; respirando agua como si fuese aire. No recordaba cómo había llegado ahí. Pero no había otra explicación: seguía dormido o, tal vez se había golpeado muy fuerte la cabeza, había respirado vapores tóxicos. Su cerebro comenzó a trabajar a toda velocidad, creando hipótesis de todo tipo, porqué simplemente aquello era imposible. Bajo la cabeza, intentando encontrar un punto donde mantener fija su mirada azul, buscándole desesperadamente la coherencia a esto o, el interruptor que lo regresara a la realidad; a su cama, a su casa. Dónde seguramente Makoto lo estaría esperando.

Pero lo único que se encontró, fue la cola de piel blanquecina, en la que habían mutado sus piernas. Ahogó un jadeo, mientras se llevaba la mano al rostro, comprobando su fiebre, debía estar ardiendo y desvariando. Pero se sentía apenas tibio, claro que el alocado ritmo de su corazón podía haber aumentado su calor corporal ínfimamente. Pero nada tenía sentido. ¿Por qué los reflejos del sol bailaban tan nítidamente entre la cortina de agua? ¿Por qué el tacto de la misma se sentía tan real? Y ¿por qué aquella caballito de mar, aunque portara la apariencia de un peluche, se veía tan real? Ella. Volvió la mirada, desenfocada entre la histeria y el pánico qué había tomado el control sobre el siempre indiferente Haruka, hacía la imperturbable imagen de esa criatura. La qué con sus enormes ojos azules, analizaba sagazmente sus reacciones.

Déjeme explicarle todo primero, luego puede gritar… si quiere- su parsimoniosa voz, lo hizo asentir, aun con los ojos abiertos como platos, con la pupila casi devorada completamente por el iris azul y, el shock como un relámpago que había impactado en su cerebro, achicharrando todas sus neuronas.

Continuará.

Notas finales:

Ok esto fue el prologo :), esperamos que lo hayan disfrutado y, aunque no parece muy clara la idea, creo que juntando el sumary con lo que aquí ha ocurrido, pueden entender mejor de que va la idea ;D
Diva: nos gustaría saber su opinión, les gusto; no les gusto, ¿qué les pareció? ¿En qué fallamos? ¿En qué podemos mejorar? ¿Les pareció muy chocante? n_n
Baya, tú si sabes como bajarle los ánimos a alguien u.u. En fin, comenten, se que apenas comenzamos, pero algo tendrán que decir ¿no? :). Pues bueno nos retiramos deseándoles un maravilloso día/noche/fin de semana, lo que sea XD qué se la pasen genial y adorando el MakoHaru ;) (Baya que ahora si ando obsesionada con ellos n_n)
Diva: solo les adelanto que esto será algo divertido :3
Para tus estándares de lo que diversión significa ¬¬
Diva: ¿Y tú qué dices? ò_ó También te divierte. Pues bien ya verán ;), nos vemos en la siguiente
Besos
Diva: abrazos
Diva y Yo: ¡BAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYY! XD


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