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THIS IS WAR por minima

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Notas del fanfic:

Una nueva historia de cómo entrenar a tu dragón, yea :D... en este universo se ambienta en una época más bélica, prácticamente Muerte Verde sigue siendo el malo, pero ahora quiere conquistar con hordas de ejercito a todo el mundo, o al menos la mayoría del continente europeo, pensemos que es como Roma en la antigüedad tratando de conquistar todo, y claro, no pueden faltar nuestra linda pareja owo que en estos tiempos se encuentran y las cosas ocurren =D si leen estas notas los invito a que me sugieran nombres para Toothless

1
El aire era pesado esa noche, los arboles desnudos parecían siluetas distorsionadas de un ejército de sombras en medio de la noche, irónicamente un verdadero ejercito descansaba en lo más profundo de este en un campamento desde hacía varias semanas.

Derribaron árboles, crearon un pequeño claro y levantaron sus improvisadas tiendas de acampar los que podían, otros solo descansaban en el suelo o en un lecho que ni podía decirse lecho por lo pobre que era, ni una piel o tela que los pudiera separar dignamente del frio suelo que no guardaba nada de calor de los días, o cubrirse para evitar las repentinas heladas de la noche y la madrugada.

Pero eran guerreros, estaban acostumbrados a enfrentarse a las inclemencias del tiempo, a soportar situaciones donde cualquier comodidad era un lujo casi inalcanzable a menos que fueras de un rango superior que simplemente un soldado raso, a aguardar pacientemente hasta haber finalizado su misión, por más exigente que fuera.

Llevaban semanas en ese lugar en medio de ese bosque con árboles de aspecto funesto y con pocas presas que cazar por semanas como se había dicho antes, era territorio desconocido por la mayoría de ellos, por no decir casi todos, si no fuera por algunos mapas se hubieran perdido y si no fuera por las provisiones deshidratadas ya se hubieran visto debilitados por las pocas provisiones que les brindaba su entorno.

Pero toda esa espera, toda esa inversión de tiempo y hombres por fin serian recompensadas esa noche si al final aquel pequeño grupo que enviaron a la dirección donde se pone el sol, por fin trajera aquel paquete que les habían enviado a buscar.

Y en la hora más oscura, antes del amanecer, cuando las estrellas dejaban de brillar y la luna ya se yacía escondida en un horizonte que no se dejaba ver por las copas de los árboles que les rodeaban, aquellos a los que estaban esperando llegaron.

Un puñado de hombres pequeño en comparación al que les aguardaba, cubiertos con armaduras viejas y degastadas que vieron mejores días y que no concordaban con las de sus compañeros, eficaz camuflaje para infiltrarse a al campamento enemigo, solo eficaz si eran rápidos y certeros con el mandato, lo cual lo fueron, no por nada eran considerados un grupo elite en lo que se refiere a infiltración y sustracción.

-¡Señor ya ha regresado el grupo!- un soldado se presura y llego a una de las pocas carpas de ese campamento donde se encontraba su superior y líder en esa tropa.

Un hombre ya entrado en años, con vetas de plata surcando un cabello que en años de juventud alguna vez fue negro en su totalidad, y sin esa calva en la coronilla de la cabeza, voltea a ver a su subalterno con ojos fríos que cuentan que ha visto muchas cosas en este mundo y quizás también en el otro, no sonríe por la buena nueva, cosa que quizás hubiera parecido una mueca desagradable haciendo juego con dientes chuecos y las cicatrices que surcan su rostro, en esos tiempos las sonrisas sinceras son escasas, las más comunes son las que muestran las personas por el deleite de placeres vanos y que muchas veces causan sufrimiento a otros, pero hay un brillo en sus ojos ya conocido por todos los soldados de ese pequeño ejército que significa satisfacción para él, no exactamente lo mismo para terceros.

El hombre sale de su carpa, es tan alto e imponente que es claro identificarlo como líder de ese grupo de soldados.

A la orilla del campamento aguardan los recién llegados, una carrera de días de regreso, otra de ida, en realidad ausentes poco después de asentado el campamento necesitaban recuperar el aliento.

Algunos empezaron a quitarse las pieles y ropas que traían puestas, ya estando por fin en el campamento por lo que no era necesario traer por más tiempo aquellos disfraces, las prendas fueron amontonadas en un rincón junto a un saco degastado que anteriormente habían traído cargando sobre sus hombros uno de ellos, era grande, más bien alargado.

Cuando la presencia de su líder está enfrente de ellos se cuadran y se forman, rígidos como una tabla con el temor en su interior de un exabrupto de su general, un ser despiadado como muchos en esta época, que cuando ve algo que le desagrada o descontenta fácilmente les daría una paliza porque simplemente puede.

-Así que por fin han regresado-

-¡Si señor!-

-¿Cuáles fueron las razones de su retraso?, debieron de venir hace dos días cuando mucho- entre cierra los ojos, su rostro es severo, y con estos simples gestos a pesar de que son fieros guerreros frente a él son simples hombres.

-Lo sentimos señor, pero se nos presentaron algunos inconvenientes-

-¿Y el paquete?-

-Aquí señor-

Uno de los sujetos se dirigió al montón de ropas dejadas hace unos momentos y tomo el saco con brusquedad, este, o más bien, lo que había en el interior de este, se empezó a mover y quejarse.

-Sáquenlo-

La cuerda es desatada y con un movimiento rápido y brusco se deja caer la carga que han traído a cuesta por varios días.

-Uhg…-

Es un cuerpo pequeño, no es un hombre claramente, no con esas extremidades delgadas, no con ese torso flacucho, no con esa faz sin mínima sombra de bello fácil sino solamente piel tostada por el sol y salpicada por pecas, ¡ES UN NI—O!

-¿Es acaso una broma?- ladra a sus soldados, no hay paciencia ni perdón por este error, toma el mango de su espada listo para propinar el castigo que se merecen pero uno reúne valor suficiente como para responderle a su líder.

-No señor, es él, es a quien buscábamos, lo comprobamos, es el herrero-

-¿Este niño? ¿Este alfeñique?-

Lo mira con más atención, tiene ropas de tela gruesa, típicas de los pueblos del norte, bota y chaleco de piel, resalta un extraño artefacto que bajo el brillo de las antorchas deja entre ver ciertos destellos de partes de metal, este se encuentra en el lugar donde debería estar su otro pie, es como una prótesis, no es la típica pata de palo de quien usa el que ha perdido una de las extremidades inferiores, en realidad es la primera vez que ve algo por el estilo.

-Su aspecto será de un alfeñique mi señor, pero por sus manos han pasado docenas de armas, saben el arte de maniobrar el metal tan bien como cualquier de los mejores herreros de nuestras tropas y comprobamos que es aquel que origino varios de los artefactos que encontramos en las pasadas batallas-

De nuevo se le quedo mirando, no creía que este fuera el que estaban buscando.

Aquellos herreros que había conocido eran expertos en su arte debido a los años de práctica, en su mayoría su complexión era robusta y tosca, con manos ásperas, callosas y grandes, este muchachito que tenía enfrente distaba mucho de lo que hubiera imaginado como el famoso herrero al que buscaban.

En ese cuerpo flacucho no parecía haber muestra de músculos desarrollados, o que alguna vez hubiera estado sometido a la clase de trabajo pesado que era estar en la forja, más bien podría decir que paso por la típica desnutrición que muchos jóvenes experimentan en la actualidad, una de sus piernas supera fácilmente en musculo y en carne a todo el cuerpo de ese remedo de niño.

Desenfunda la espada y coloca la punta en el mentón del muchacho obligándolo a que alce la mirada, ahí encuentra dos esmeraldas limpias y pulidas que parecen centellar con la iluminación de las antorchas.

Hay fiereza en esos ojos, hay vida en ellos y para qué negarlo, cierta belleza atrayente, casi provoca hipnotizarte con estas.

Bien no es el herrero a quien buscaban pero le podría encontrar cierta utilidad antes de deshacerse de este, como entretenerlo en su lecho.

Hace tiempo que no tiene un desahogo de placeres físicos y a pesar de que parece que no aguantaría más que una ronda bien podría entretenerse con su cuerpo maltrecho.

Sus facciones toscas hacen una mueca, que con las sombras que proyectan las antorchas la vuelve más grotesca de lo que es en realidad.

Las esmeraldas reflejan miedo, pero centellean con fiereza y no tiembla, hay que darle al menos el mérito al niño de no colapsar del miedo ante tan y temible figura que es la suya junto a la presencia de todo el ejercito que le rodea.

Es un prisionero, y su única escapatoria es la muerte, la más misericordiosa sería la de la rápida estocada por el filo de su espada, pero él no conoce de misericordia.

Hasta podría sentir lastima por lo que le espera al infeliz, pero es otra cosa de la que carece.

-Y bien niño, ¿lo que dicen mis hombres es verdad?- la punta de la espada avanza hasta presionar precariamente el cuello.

Un movimiento en falso y la piel seria cortada con el filoso artefacto con una facilidad aterradora.

Siente cierto nudo en su garganta que no es capaz de pasar por temor a que el movimiento sea capaz de hacer que el arma perfore su piel, mas es el coraje y la rebeldía lo que lo logra mantener firme ante esta situación.

-No creí que mi reputación de herrero tuviera tanta fama- responde lo más fluidamente posible para alguien en una situación de vida o muerte –y por cierto, no soy un niño-

Si será atrevido este infeliz, aunque más que molestia le causa cierta gracia su impertinencia.

Retuerce más esa mueca que bien podría ser una sonrisa o un rostro listo para rugir, se inclina hacia la figura pequeña, parece una fiera lista para echarse sobre su pequeña presa, y bien en cierta forma lo es.

El contacto visual no se rompe en ningún momento, la punta de la espada sigue precariamente en su cuello, sedienta de sangre, los hombres miran expectantes esperando el capricho de su líder, acabar con esa vida sería tan fácil en esos momentos como extinguir la llama de una vela.

De cerca nota que ese verde es mucho más profundo, ninguna gema que haya tenido en sus manos ha tenido este aspecto como el de esos ojos, un mar profundo se esconde en aquellos ojos de verde esmeralda, y escondido en este mar un brillo propio como es de las estrellas.

¿Se opacarían al instante cuando la vida se le escapara del cuerpo con los chorros de sangre provocados por su espada sedienta de sangre? O ¿conservarían su extrañeza aun después de la muerte?

-Bien, NI—O… probemos tu suerte entonces, ya que vinimos a buscar a un herrero en especial, veamos qué tan especial eres, ya si no eres, no te preocupes… encontraremos un uso satisfactorio de ti de una u otra manera-

Una serie de carcajadas empieza a correr por el ejército ante el ultimo comentario de su líder, estas más que gracia son a razón de un fin más oscuro, el muchacho lo nota, no es estúpido, para nada tonto para no distinguir lo que es ese desagradable brillo en los ojos de su captor, brillo que parece contagiarse entre los suyos.

Es la pequeña liebre en un campo lleno de depredadores.

Bajo esta perspectiva hasta resulta tentador la idea de él mismo inclinarse e incrustarse el arma en su endeble cuello solo por la satisfacción de ver truncados sus planes.

¿Cómo sobrevive la liebre en un campo tan hostil?

-Un herrero especial que no solo sabe las artes del metal, sino también un singular inventor, y en lo personal, ni me pareces uno ni lo otro-

El reto estaba ahí, como una burla, el general realmente creía que no era a quien estaban buscando, en otros momentos eso le hubiera parecido de lo mejor, pero ya capturado y a merced de esos asesinos desalmados, sino hacia algo para cambiar esa idea de que era solo un niño flacucho, un juguete para pasar el rato como un hueso para perros hambrientos, estaría por completo perdido.

Bien si se le antojara a este general no haría prueba alguna, reprimiría a sus hombres por el error, los mataría, azotaría o colgaría, dependía de que tan enojado y cruel fuera, mientras que él sería víctima de lo que se le ocurriera o se le antojara a este hombre.

Mas esta prueba bien era una burla, un preludio cruel, quería darle falsas esperanzas y divertirse él y a sus hombres con su desesperación al no ser a quien estaban buscando.

Pero él se llevaría la sorpresa de que en efecto, por muy malestar suyo, no se habían equivocado sus hombres.

A una orden soldados trajeron lo que parecían ser partes de algún artefacto, madera y metal, en esencia basura a simple vista.

-Anda niño, pruébame que eres tan buen herrero-

De nuevo una risa recorrió todo el campamento, poniéndole los pelos de punta, realmente era una de las situaciones más desagradables y desfavorecedoras de toda su vida, pero tenía que salir de esta.

Hiso una mueca, consciente de que era el centro de atención de prácticamente todos los de ese campamento, le dio cosas que parecían basura, para cualquiera lo parecería a simple vista, pero él había reconocido esas partes al instante.

Bajo la luz de las llamas empezó a tomar las partes tiradas delante de el con sus manos, examinándolas, recordando el orden de ensamblado y la función de cada una de ellas, para su suerte, la parte buena y muy pequeña, no iba a necesitar herramientas o instrumentos más allá de sus manos y un poco de fuerza para lograr armar el artefacto destinado a ser de esas piezas, para el caso que ni siquiera se molestaron a darle herramientas y dudaba mucho que si se atrevía a pedirlas se las dieran, seguramente soltarían otra risotada espantosa y ni le darían oportunidad de armarlo.

El grupo de expedición miraban sin mucho nerviosismo al muchacho ya sabiendo lo que pasaría, sabían desde que los pusieron bajo el mando de su temido líder, no, desde que tuvieron edad y los empezaron a entrenar para ser los soldados que son, que en este punto no se aceptaban errores.

Ellos también estaban sorprendidos de quien resulto ser objetivo de su misión, un niño hecho puro hueso y apenas piel, o eso les parecía a ellos.

La misión era infiltrarse, buscar, identificar y capturar al que había creado todas esas armas y artefactos que tan interesados tenían a sus superiores y a sus propios herreros e inventores.

Llegar a la supuesta localización, una aldea de los pueblos del norte, fue un poco difícil pero no imposible, era territorio enemigo y hostil, por lo que tuvieron que ir camufleajados de refugiados buscando tierras alejadas de las ya conquistadas por el temible soberano que azotaba a esa era.

La ubicación dada por espíes y traidores de estas mismas tierras era una isla no muy grande, rodeada de riscos y una aldea abarcando ni un tercio de toda la extensión de tierra, ahí estaba el herrero que fabrica aquellas armas que habían dado ventaja a los ejércitos rebeldes.

Pasar desapercibidos no era tan difícil, había docenas de refugiados que bien solidificaban su cuartada y no los hacían resaltar del montón, ahora solo era cuestión de encontrar al que los herreros de su propio ejército habían apodado como “el creativo”, por la sorprendente inventiva que hallaban después de una batalla y que provocaba cada vez más difícil los enfrentamientos con los rebeldes.

Hallar la herrería no fue tarea difícil una vez instalados, era la única del pueblo, una choza vieja, con una chimenea para la forja, rodeada de armas de diversos tamaños y formas, desde espadas cortas a catapultas, de escudos a arcos, y también rodeada de gente, hiendo y viniendo para dejar un arma para su mantenimiento o recogiendo ya varias terminadas para repartir en el pueblo o cargarlas en barcos y que seguramente enviarían a sus aliados.

Pero no vieron al herrero al primer día, ni al segundo, ni en la noche ni en el amanecer parecía abandonar su arduo trabajo, al cual parecía estar tan dedicado, salía y entraba gente, pero la forja siempre estaba trabajando, el más común en estar en los alrededores era un rubio manco con pata de palo, tal vez era el ayudante, pero no el herrero, como ya se dijo antes, la forja seguía trabajando por lo que el que se quedaba trabajando era a quien buscaban, hasta que en el tercer día, un pelirrojo corpulento, identificado como el líder de esa aldea entro y el humo que salía de la chimenea dejo de funcionar.

Cuando salió esperaron que al fin verían en persona al hombre que buscaban, en su lugar vieron al pelirrojo llevando a cuestas un cuerpo pequeño en su hombro que no paraba de quejarse, un niño.

No captaron todos los fragmentos de la conversación, el líder le decía que debía de descansar después de todos esos días, y el niño seguía insistiendo en trabajar a pesar que los bostezos que daba en cada queja no ayudaban a su convencimiento.

¿Ese niño era quien estaban buscando? Debía de ser un error, pensaron en un hombre maduro, quizás un anciano con años de experiencia o un hombre fuerte, no esto.

Quizás el rubio que creyeron que era el ayudante había sido el herrero después de todo, y se quedaron un par de días más para cerciorarse, y a pesar de que también era herrero, no era el de las habilidades que estaban buscando, hacia hachas, espadas, escudos y mazos, pero no esas extrañas armas en la cual sus superiores estaban tan interesados.

Así que un niño, increíble pero cierto, bueno, sería mucho más fácil de llevar que a un hombre corpulento como al rubio o incluso el pelirrojo líder de la aldea.

Fue que así, ya descubierta la identidad su objetivo, que en la quinta noche de su estadía en la isla en que se habían infiltrado habían secuestrado al muchacho y regresar a toda prisa a su pelotón.

Y ahora estaban ahí, observando a su prisionero terminar con una rapidez y agilidad que rápidamente borro la sonrisa de muchos de los presentes.

-Listo-

Entre las manos del niño… del joven herrero, descansaba un artefacto que distaba mucho de la basura que le dieron en un principio era un novedoso catalejo, capaz de medir la distancia de los objetos visto a través de su lente.

Había dejado sin palabra y callado a más de uno de sus captores, más no era una total victoria.

-Jump hump- los hombros del líder de ese ejercito empezaron a temblar y su ceño se acentuó más en su faz, por un momento el joven pensó que su acción había desatado la ira de su captor, pero lo que salió de la boca de este demostraba todo lo contrario –Jajajajajj JAJAJAJAJAJJJA JAJAJAAJa- una fuerte y escandalosa risa, mucho más fuerte que la primera.

La horrenda carcajada ahuyenta a los pocos animales en las cercanías como el rugido de una fiera. El joven se arrepiente un poco de demostrar que sus captores encontraron lo que buscaron al sentir el desagradable escalofrió recorrer su espalda, pero debe ser valiente, debe mantenerse con vida.

Algunos de sus subordinadas bajo el estruendo de la risa no pueden evitar retroceder un poco, es aterrador incluso para ellos, el humor de su líder puede ser atrozmente cambiante como la más cruel de las tormentas, peligrosamente impredecible.

-Los dioses nos sonríen esta noche, o sería mejor decir los demonios- sonríe, feroz y cruel hacia el muchacho de ojos verdes, no hay nada como ver cumplido un objetivo, aunque este no tenga el aspecto esperado –festejemos mis hombres, que ante nosotros se encuentra al herrero tan creativo que creo las armas que tanto pesar ha causado a nuestras legiones-

¿Ahora qué? ¿Trataran de matarlo o cortarle las manos?, no, claro que no, para eso no se hubieran tomado las molestias de traerlo hasta este lugar, secuestrado de su hogar y patria a estas tierras extranjeras, si lo hubieran querido ver muerto ya lo hubieran hecho desde hace mucho, cuando lo encontraron trabajando en la forja aquella noche que no había alguien quien lo socorriera contra sus captores.

Es joven pero de pensamiento ágil y comprende cuales otras razones han provocado que lo traigan hasta aquí.

Los gritos de alabanza por las palabras de su líder recorren el campamento, sus esfuerzos han dado frutos.

-Oh pero debemos conocer el nombre, si, así es, después de todo este tiempo, anda niño, ¿Cuál es tu nombre?-

Duda si deba brindarles esta información o no, después de todo su anonimato ha sido una clave estratégica desde que se unió a su manera para defender a su gente, no sabiendo nadie de dónde venían exactamente las armas novedosas que fabricaba el enemigo nunca supo dónde buscar la fuente de ellas y detener su fabricación, hasta que al parecer alguien se atrevió a traicionarlos, si llega a haber una oportunidad de escape debe regresar a su pueblo e informar su sospecha de que pudo haber algún o algunos traidores entre ellos, otra razón por la que duda es por la fama del nombre de su familia.

Nuevamente la espada descansa cerca de su cuello, presionando un punto de pulso que en esos momentos palpita nervioso.

-Insisto-

-Hiccup Horrendous Haddock III-

La diversión desaparece por un momento del semblante de su captor para ser sustituido por uno más serio, era lo que se temía.

-No estás en posición de estar bromeando niño insolente, podría cortarte la lengua en estos momentos, después de todo solo necesitamos de tus manos y cerebro- el filo de la espada vuelve a presionar y el joven herrero no puede evitar estremecerse ni quejarse al sentir como a cortado levemente la piel, ahora un delgado hilo rojo carmesí recorre el delgado cuello del muchacho –te lo preguntare una vez más, ¿tu nombre?-

-Hiccup Horrendous Haddock III- repite de nuevo, no duda, no tartamudea ni hay sarcasmo o burla en su voz, es más bien cansancio lo que se escucha en ella.

Oh este muchacho ya ha caído demente por su suerte al atreverse a repetir ese nombre, o realmente dice la verdad, pero eso significaría una sola cosa.

-No… si, realmente los diablos me han sonreído esta noche, ¡Así es!, no solo me han traído el herrero, sino también el hijo de uno de los líderes más fuertes de las tribus del norte jajajaja-

Hiccup muerde su labio, tragando cómo puede el coraje que siente en esos momentos, lleva el nombre de su ancestro y el de su familia con orgullo, pero así es fácil de identificar para quien sabe de dónde proviene, y quien es su padre, el gran líder y fiero guerrero Stoick el Basto, de la aldea de Berck, o lo que queda de ella, famoso en su tierra por sus hazañas, su valentía, su fuerza y liderazgo, que sin importar las tempestades o las batallas siempre se mantuvo de pie, firme, liderando a su pueblo de fieros vikingos.

Un héroe en sus tierras, su padre, alguien que se atrevió a fomentar la idea de unir las aldeas e islas de las tierras del norte donde el invierno es cruel y duro la mayor parte del año, para hacer frente al ejército que come y destruye todo a su paso bajo la insignia de la Muerte Verde, para protegerse entre ellos y a los que aprecian.

Y ahora él está ahí, entre ejercito enemigo, hijo de uno de sus grandes enemigos, y que seguramente utilizarían como carnada si tuvieran la más mínima oportunidad.

-No te hagas ilusiones, seré su hijo pero no vendrá por mí- no, no les daría la oportunidad de usarlo para llegar a su padre, ni a ninguno de los suyos.

-Cierto, no eres… nada vikingo, no te pareces en nada a tu padre o a cualquier guerrero de tu pueblo… quizás seas un bastardo que le dio el nombre de su antepasado sin saberlo-

Eso le hace hervir la sangre y aprieta el catalejo en sus manos hasta hacerlo crujir en sus manos, su enojo se refleja en su mirada que brilla más intensamente, ese es un argumento con el que ya ha tenido la desdicha de lidiar en su pasado, por boca de algunos de su propia gente por desgracia, ¿pues cómo es posible que el grandioso guerrero Stoick tenga un alfeñique como hijo?, siendo Stoick un fiero guerrero, fácilmente identificado por su robusto y musculoso cuerpo, de barbas rojas y mirada fiera, compararlo con alguien como él, un muchacho con apenas musculo visible y características quizás demasiado suaves para cualquiera que se hace llamar vikingo, es absurdo, pues se parece a su madre en más aspectos que su padre, más de los que él mismo se imagina, y ciertamente es hijo de su padre sin duda alguna.

-Lo dudamos mi señor- argumento uno de sus captores iniciales, a esos casi los había olvidado que estaban presentes –en nuestro tiempo en que estuvimos ahí el mismo líder procuro de él cuando se encontraba fatigado por su trabajo, como solo un padre haría-

Lo miran, lo analizan, ¿esto es lo que habían estado buscando? Y al final, habían encontrado más de lo esperado. Y apenas eran conscientes de todo lo que eso implicaba.

-Jajajajaja realmente los demonios más grandes del inframundo han de haberme bendecido para esto, no solo hemos cumplido con la misión, sino también salimos mucho más beneficiados con ella, ahora tendré la oportunidad de arrinconar a ese maldito vikingo y sus tropas- sonríe fieramente, con los ojos llenos de ambición y sedientos de sangre al imaginar un escenario de batalla donde obviamente él y sus tropas serian vencedores.

Sus superiores habían solicitado al o a los fabricantes de aquellas armas que tanto contratiempo había causado a las tropas de las legiones de La Muerte Verde, un ejército bajo el mando de un monstruo entre los monstruos, algunos decían que era el mal encarnado, otros que era un dios de la guerra, para él en lo personal un amo a quien servir con una crueldad que superaba a la suya con creses. Ahora que tenía frente a él a este pequeño había adquirido más recompensa de las que hubiera esperado, ahora no solo se harían de los conocimientos de las armas de los ejércitos rebeldes de primera mano, sino también tenía un haz para ganarles a los ejércitos de las islas del norte.

Hiccup agacho la cabeza por primera vez apartando la mirada, para su captor significaba una victoria más a la aparente rendición de su actual situación, la inevitable resignación, pero que tan equivocado estaba ya que ni conocía ni sospechaba de lo que era realmente capaz de hacer aquel muchacho frente a él, la resignación o rendición no estaba ni de cerca en los pensamientos del muchacho, tal vez no tenía el físico de un vikingo pero tenía el espíritu de uno, alma rebelde e indomable, terca y fuerte ante las situaciones más desfavorables, por algo su pueblo había logrado sobrevivir todas esas generaciones en tierras tan hostiles y le habían resistido a los ejércitos enemigos todo ese tiempo.

Hiccup su mirada para que no vean su mirada llena de rabia y fuego, no vean la profunda y ardiente determinación de alguien que no se ha dado por vencido, de alguien que planea su escape de docenas de maneras posibles con todas las posibilidades en su contra pero aun así está determinado a enfrentar su suerte y tratar de doblegarla.

Costará lo que le costara Hiccup escaparía de esos malhechores.

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