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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del fanfic:

Los cuentos de hadas no existen y el amor no dura para siempre. Todas estas son frases que todos hemos escuchado alguna vez y que seguramente muchos han vivido en carne propia… De esto trata este fic. 

Esta no va a ser una linda historia de amor con un final idílico. Esta será una historia real. Una que le podría pasar a cualquiera. Porque a veces el corazón también se cansa de tanto amar y precisamente esta historia es sobre eso: sobre una relación que acaba de encontrar su final. 

 

Declaración: Lamentablemente los personajes no me pertenecen, sólo me obsesionan. 

Notas del capitulo:

El look de Kise en este capitulo esta inspirado en esta imagen 

A partir de hoy

Voy a amarte con silencios,

Provocando ausencias

E inventando distancias;

Desde hoy voy a amarte sin poemas,

Con muy pocas acciones

Y escasas palabras…

A partir de hoy voy a amarte así,

Como tú me amas. 

— Anónimo —

 

 

 

Capítulo I

 

Aprecia lo que tienes.

Antes que el tiempo te enseñe a apreciar lo que tenías.

 

 

Alzó la mano para hacer parar el taxi y se subió con rapidez para resguardarse dentro del automóvil del frío que comenzaba a invadir su cuerpo. Aunque el verano estaba llegando a Tokio, tanto las tardes como las mañanas aún eran frías y esa noche estaba particularmente helada. Le indicó la dirección al taxista y tras un breve recorrido llegaron al destino solicitado.

El rubio joven se bajó con gesto cansino del vehículo y se puso el llamativo gorro del polerón, encaminándose a la moderna casa de dos pisos que se dejaba ver completamente iluminada detrás de un amplio jardín.

Aunque le habría gustado quedarse esa noche en casa y disfrutar de un bien merecido descanso, esa noche se celebraba el cumpleaños número 16 de su amiga Satsuki Momoi y él no podía faltar. Además, por primera vez desde que se habían graduado de la Secundaria Teiko, se verían las caras nuevamente todos los miembros del Club de Basketball: Sabía que todos los miembros de la “Generación de los Milagros” iban a asistir, una razón más por la que no podía faltar, Akashi no se lo perdonaría. 

Mientras caminaba por el estrecho sendero del cuidado jardín donde se apreciaban las primeras flores de la temporada, se guardó las manos en los bolsillos del pantalón y suspiró desganado. No quería reconocerlo, pero tal vez la razón por la cual no quería asistir era que estaba huyendo… huyendo de él.

Después de todo, ya hacía mucho tiempo que no lo veía. Más de dos semanas para ser exactos. Ni siquiera se habían comunicado a través de alguna llamada telefónica o un mensaje de texto. Y aunque normalmente, esto le habría provocado tristeza, extrañamente ahora no sentía nada… Nada.

¿Acaso era la fuerza de la costumbre la que insensibilizó su corazón de esa manera?

Llegó frente a la puerta y ésta le fue abierta por un chico de cabello castaño y mirada asustada. No lo conocía, por lo que supuso debía ser miembro del Instituto Touou, el nuevo colegio al que asistían tanto Satsuki como Aomine.

—Hola… ¿Y Satsuki? —preguntó.

—¡Lo siento! Ella no está aquí, creo que fue a la cocina

—Gracias —el rubio rió divertido por la actitud del chico castaño.

Ingresó a la casa con paso decidido y la cabeza alzada en un gesto de orgullo involuntario completamente natural en él y se dirigió inmediatamente al living, donde sabía que ya se encontraban sus amigos. Había visto el Rolls-Royce blanco de Akashi, el Ferrari negro de Midorima y junto a la motocicleta de Aomine había otra que no reconoció, pero supuso que los demás también deberían estar ahí.

Cruzó el umbral de la puerta con su expresión animada de siempre, entrando al salón donde el rítmico y electrónico sonido de Titanium sonaba como música de fondo, sólo para constatar sus suposiciones. Akashi se levantó de su asiento para saludarlo, vestía tan elegante como siempre: Un pantalón de tela negro de Calvin Klein, una camisa blanca y una corbata negra bajo una levita gris de Paco Rabanne que le ceñía la delgada figura.

—Tiempo sin verte Ryouta —el pelirrojo lo sostuvo de la cintura mientras se saludaban con un beso en la mejilla.

—Desgraciadamente yo no puedo decir lo mismo —Midorima, sentado cerca de ambos chicos, comentó con seriedad, causando la indignación del rubio modelo.

—¡Qué cruel!

—Sí… Sé a qué te refieres Mido-chin —Murasakibara miraba a sus amigos ahí reunidos con expresión apática. Su largo cabello estaba sujeto en una coleta que le daba un aire masculino a su expresión.

—¡Murasakibaracchi! —Kise hizo un puchero inconscientemente.

Decidió ignorar a sus “amigos” y sus constantes burlas y seguir con la ronda de saludos. Después de todo, él ya estaba acostumbrado a ser tratado así. Cuando se acercó a saludar a Kuroko recién se dio cuenta de quién era el dueño de la motocicleta estacionada afuera: el peliceleste había venido a la fiesta acompañado de Kagami.

—¡Hola Kurokocchi! —saludó al pequeño jugador con un alegre abrazo como siempre hacía, pero al acercársele, sintió que el cuerpo del otro se tensaba con su toque y no tuvo la cortesía de devolverle el gesto, es más, ni siquiera le respondió el saludo.

Kise decidió pasar por alto aquella extraña actitud y prefirió fijar su mirada en el acompañante de su amigo: el alto pelirrojo de Seirin. Aunque era obvio que vinieron juntos, no parecía ser que se llevaran particularmente bien, más bien se notaba la distancia entre ambos. El pelirrojo le devolvió la mirada y sólo en ese instante se dio cuenta que se había quedado mirándolo fijamente, así que algo avergonzado, desvió la mirada y se acercó a saludarlo.

—¿Tú también viniste?

—Y después te quejas cuando te molestan… —el pelirrojo respondió sin mirarle— Deberías considerar ser más amable con las personas.

Kise arrugó el ceño al mirar al nuevo As de Seirin. Estaba sentado relajadamente en uno de los sillones con una de las piernas flexionada sobre la otra en una pose muy varonil. Vestía de jeans azules y una camiseta negra de algodón bajo una camisa a cuadros clásica en tonos rojizos y de su cuello colgaba una gruesa cadena de plata, parecía un verdadero Rockstar. No podía negar que era sumamente guapo. Pero turbado por sus propios pensamientos, agitó la cabeza y se alejó.

Terminó de saludar uno a uno a los demás presentes y se encaminó luego a la cocina de la casa, donde debía estar la pelirrosa cumpleañera. Antes de entrar a la habitación, sacó del bolsillo de su chaqueta el regalo para su amiga: una gift card sin monto fijo de Emporio Armani. No había querido complicarse la vida en pensar qué podría querer la chica, así que simplemente optó por dejar que ella misma escogiera el regalo que quisiera.

Pero justo en el momento en que abrió la puerta, se arrepintió completamente de haberlo hecho y quiso retroceder el tiempo para no tener que contemplar aquella escena.

La amplia y anormalmente pulcra cocina estaba siendo ocupada por dos personas. Sobre la amplia mesa central de cubierta de mármol, estaba sentada Satsuki, apoyaba ambas manos en la mesa y sus piernas estaban cruzadas. Llevaba un vestido strapless hasta las rodillas gris claro, que resaltaba su curvilínea figura y unos femeninos botines negros hasta los tobillos. El toque de color estaba dado por su hermoso cabello, recogido en una coleta baja del lado izquierdo.

Frente a ella había un muchacho besándola apasionadamente. Era Daiki Aomine, su novio.

El rubio cerró la puerta con cuidado y dejó que un suspiro cansado saliera de su boca. No era la primera vez que veía algo así y estaba más que seguro que tampoco sería la última. Él llevaba saliendo hace más de un año con Aomine, pero en todo el tiempo que llevaban juntos, el moreno nunca había sido fiel.

Antes todo esto le provocaba una horrible angustia y el dolor que inundaba su pecho le impedía hasta respirar. Recordaba cada una de las noches en que no dormía consumido por los celos, pensando en el o la amante de turno de su novio, porque Daiki Aomine no discriminaba en géneros. Pero siempre terminaba perdonándolo, lo quería demasiado. En ese tiempo, las escenas de celo eran un cuento de todos los días.

Pero ahora se sentía cansado… Incluso para pelear. Prefería fingir ignorancia.

—¡Satsukicchi! —gritó el nombre de la chica antes de volver a abrir la puerta, para ver nuevamente al par de amigos, esta vez separados por una gran distancia.

—¡Ki-chan! Ya pensé que no venías —la pelirrosa saltó al suelo y se le acercó.

—Feliz cumpleaños Satsukicchi —la abrazó por la cintura y le dio un beso en la mejilla—. Veo que estás usando un Chanel hoy día.

—Fue el regalo de mis padres, ¿te gusta? —la chica dio una vuelta, deleitando a los dos muchachos con su figura.

—¡Estás hermosa! Y ahora estoy seguro que vas a amar también mi regalo —le entregó la gift card a su amiga con una sonrisa en el rostro.

—¡Ki-chan gracias! —ésta, al ver de qué se trataba sonrió ampliamente y se lanzó a su cuello.

—Y hablando de tus padres, ¿no están? —preguntó separándose de la chica.

—Ese fue el segundo regalo… me dejaron la casa para mí sola —la chica le guiñó un ojo coquetamente.

—¡Vaya! Tus padres se están excediendo con sus regalos.

—No tanto como tú, tu regalo ha sido mi favorito —la pelirrosa le sonrió abiertamente.

—¿Y se puede saber qué es ese regalo tan maravilloso? —Aomine comentó desganado.

—Tú no lo entenderías, obviamente no sabes nada de moda —el rubio miró a su novio de arriba abajo, con un gesto de desaprobación en el rostro.

—¿Ah? Cómo dices eso, acaso no viste el ridículo polerón que llevas puesto… señor modelo —el moreno le respondió con un comentario sarcástico que sacó una divertida risa a Satsuki.  

Sólo ahí Kise recordó que ese día se había puesto lo primero que encontró en su closet, donde increíblemente había muy poco para elegir, debido a que prácticamente ya no le quedaba ropa limpia. Por lo que él, un modelo conocido a nivel nacional, había venido vistiendo unos jean azul desteñidos acomodados casualmente dentro de unas coloridas zapatillas Nike de caña alta, su torso estaba cubierto por una camiseta amarilla y una chaqueta de cuero negra, pero lo que causó la diversión de Satsuki y Aomine fue un polerón blanco con orejas de conejo en el gorro -cortesía de sus hermanas- que lo hacían parecer un verdadero idiota.

Como hacía tanto frío afuera, no se había detenido a pensar en la linda decoración del polerón que estaba usando el día de hoy. Y sólo ahí recordó que saludó a todo el mundo en esas fachas ¡Había hecho el ridículo frente a sus amigos y un montón de desconocidos! Con la mano derecha se bajó el gorro de un manotazo, frunciendo levemente el ceño y descubriendo su cabello rubio que estaba sujeto en el lado izquierdo por tres finas pinzas negras, que hacían que su lacio cabello cayera como una cascada dorada sobre su frente sólo del lado derecho, ocultando parcialmente uno de sus ojos.

—No puedo creer Satsuki que prefieras el regalo de este tipo —Aomine fingió sentirse ofendido.

—¿Por qué lo dices Aominecchi? ¿Acaso el tuyo estaba mejor?

El ambiente se tensó de pronto y mágicamente con sólo esa pregunta, todo se volvió incómodo. Al parecer, sin querer, había dado justo en el blanco. Y no sólo eso, además con su llegada había interrumpido el regalo.

Satsuki tosió con elegancia y prefirió lavarse las manos.

—Bueno, iré a ver a los demás invitados.

Kise simplemente le sonrió cuando ésta pasó junto a él y enfocó su mirada en su novio. Desde que él entró a la cocina, el moreno había estado apoyado sobre la gran barra de la cocina con los brazos cruzados sobre el pecho. Vestía unos jeans azules y un sweater gris bajo una chaqueta negra, su cuello era cubierto por una bufanda amplia que daba dos vueltas también de color negro. Aunque el moreno no era modelo, sintió que se vestía mucho mejor que él mismo.

—¿No me vas a saludar?

La pregunta de Aomine interrumpió sus pensamientos fashionistas para caer en la cuenta que él no había saludado a su novio ¡A su novio que no veía hace más de dos semanas! Y con el cual no había tenido ningún tipo de contacto en todo ese tiempo ¿Por qué no lo había saludado? No lo había hecho adrede, simplemente lo había ignorado espontáneamente. Pero… ¡Cómo pudo hacer algo así! Normalmente se habría arrojado a su cuello y no se habría despegado de él en lo que resta de noche, pero hoy apenas había reparado en su presencia ¿Por qué? ¿Qué había cambiado dentro de él?

—Hola… Aominecchi —se acercó al moreno y le dio un beso en la mejilla a modo de saludo.

Aomine lo miraba con una expresión contrariada por la actitud tan distante del modelo ¿Estaría enojado? ¿Habría alcanzado a ver algo? No, estaba seguro que Kise no había visto nada. Si lo hubiera hecho, nadie habría podido contener la pelea que allí se habría desatado. Conocía muy bien a Kise y sus celos a veces lo hacían incontrolable… Aunque no podía decir que éstos no estuvieran completamente justificados.

Arrugó el ceño y prefirió ignorar el extraño comportamiento del rubio para concentrarse en las inusuales fachas que estaba usando.

—En serio Kise ¿Por qué te pusiste eso?

—Porque ya no me queda ropa limpia.

—¡Cómo que no te queda ropa limpia! ¿Tan difícil es lavar?

—Lo es.

El moreno suspiró cansado y movió la cabeza a manera de negación. Sabía que Kise a pesar de ser un joven independiente y vivir solo, era terriblemente malo con las labores del hogar. Nunca limpiaba su departamento, no lavaba su ropa y menos aún cocinaba. Para todo esto continuaba dependiendo de los demás. Por lo general eran sus hermanas y su madre quienes ayudaban en este tipo de labores al muchacho, pero al parecer las tres mujeres habían estado muy ocupadas últimamente, hasta el punto de haber dejado al rubio sin ropa que ponerse.

—Eres un tonto —Aomine comentó divertido mientras se acercaba peligrosamente al rubio—. Y dime… ¿Cómo lo haces con la ropa interior? ¿Estás usando ropa sucia o… no estás usando nada?

—¡Aominecchi! —Kise gritó espantado mientras el otro muchacho introducía indiscretamente su mano dentro de su pantalón.

—Eres un sucio Kise… ¿Cuántos días llevas usando este mismo bóxer?

—No seas tonto —Kise rio divertido—. Cuando se me acaba la ropa interior limpia, me compro más.

Aomine rio subiendo ambas manos por la cintura del rubio y acercando el rostro a su oído le susurró.

—¿Prefieres comprarte ropa nueva antes que lavar?

—Sí… ¡ahh! —no pudo evitar quejarse cuando el moreno le mordió el lóbulo de la oreja.

—¿En serio?…. Tendré que comprobarlo —Aomine se arrodilló lentamente frente a la entrepierna del rubio y comenzó a bajarle el cierre del pantalón.

—¡Qué haces! ¡No! —Kise logró zafarse en el momento justo y se alejó del moreno mientras se acomodaba la ropa— ¡Basta de juegos Aominecchi!

El moreno se reía divertido mientras se ponía de pie y volvía a cerrar la distancia entre ambos, esta vez buscando su boca. Besó al rubio de la manera usual en él, un contacto demandante y apasionado, sosteniéndole con firmeza la rubia cabeza para evitar que escapara.

Kise por su parte, se dejó besar. Después de todo, hace tanto que no disfrutaba de un contacto así con él, hace tanto tiempo que no lo besaba, que le parecieron años de abstinencia de esa boca. Se sostuvo de las estrechas y masculinas caderas del moreno, comenzando a jugar con su lengua, enredándola, frotándola contra la lengua ajena. Cerrando los ojos para concentrarse sólo en las sensaciones que invadían su piel con ese simple pero significativo contacto.

Aunque su ceño se arrugó visiblemente al ser consciente del dulce y femenino aroma que se le iba a la nariz con insistencia, una fragancia que envolvía la piel morena de su novio, que había invadido el aire y que se le hacía tan recargada que sintió nauseas: Era el perfume de Satsuki.

Se separó abruptamente de la boca de Aomine con un gesto de disgusto en el delicado rostro y se llevó una mano a la boca. Tuvo que cerrar los ojos por unos segundos y contar hasta diez mentalmente para que su rostro se recompusiera y mostrara otra vez la jovialidad de siempre. Aomine, confundido por el accionar del rubio, no dejó de mirarlo con atención, con la boca ligeramente abierta. 

—¿Qué te ocurre? —preguntó con algo de preocupación en la voz.

—¡Ah! Creo que tengo hambre —mintió. 

—¡Qué! —Aomine se masajeó el puente de la nariz— ¿Desde cuándo que no comes?

—Eso qué importa… lo importante es que tengo hambre ahora.

Abrió el refrigerador y sacó una caja de leche achocolatada, se sirvió un gran vaso que bebió con ansias. Ahora que lo pensaba, no había probado bocado desde el desayuno. Tantos deberes en el Instituto, en el Club y como modelo, habían logrado que comer se transformara en una segunda prioridad.

—Voy a quedarme en tu casa hoy —Aomine se le acercó por detrás y lo abrazó.

—¡¿Por qué?! —el rubio dejó el vaso vacío sobre la mesa y se giró para verlo.

Aomine volvió a arrugar el ceño, mirándolo con seriedad. Le costaba creerlo, pero la cara de Kise reflejaba… ¿horror? Realmente no estaba entendiendo nada ¿Desde cuándo al rubio le desagradaba pasar tiempo con él? ¿Qué es lo que estaba pasando ahí?

—No necesito ninguna razón ¿Acaso no es normal querer estar con tu novio? —respondió con seriedad.

—¿Y ahora me vas a decir que me extrañaste? —ese comentario tan irónico en la boca de Kise se oyó sumamente extraño.

Y aunque esas palabras salieron de su boca de manera automática, sin que las pensara, reflejaron por completo su sentir en ese instante. Al momento de darse cuenta, calló su risa automáticamente ¿Desde cuándo le parecía gracioso algo así? ¿Es que acaso le parecía imposible creer que el moreno lo extrañaba? Lo peor era que se había dado cuenta de esto y no sentía ningún tipo de dolor.

Eso sólo podía significar una cosa: esa relación ya había terminado y ahora era sólo sostenida por terquedad y costumbre.

—Esto es muy triste —susurró con la mirada perdida.

—¿Qué es triste? —Aomine preguntó intrigado al detectar el toque de melancolía en la voz de Kise.

—¡Nada! —el rubio se repuso del estado taciturno en el que se sumergió por breves segundos y volvió a hablar con la vitalidad acostumbrada— Es mejor que vayamos al living, no quiero que Akashicchi nos acuse de antisociales y después nos haga algo.

Y sin decir otra palabra más, Kise se soltó de su agarre y salió de la cocina con una actitud completamente despreocupada. Aomine sin embargo, se veía como mínimo contrariado. Se le hacía muy extraña toda la actitud del rubio y ahora que lo pensaba bien, Kise ya venía comportándose hace mucho tiempo así, de esa forma tan desapegada con él. Para ser precisos, desde poco después de unirse a Kaijo.

¿Acaso el asistir a diferentes escuelas había logrado crear una barrera entre ambos? ¿O se trataba de algo más? ¿O se trataba de alguien más?

Aomine arrugó el ceño y siguió los pasos de su novio. Cuando llegaron al living, él se recargó en el marco de la puerta mientras seguía con la mirada cada movimiento del rubio. Lo vio dirigirse hasta el bar y servirse un vaso de cerveza. Lo vio girarse con rapidez, haciendo que su cabello se moviera con gracia. Lo vio dirigirse hacia uno de los sillones individuales con un caminar digno del modelo de pasarela que era y dejarse caer en un movimiento descuidado, pero exquisito. El rubio pronto se unió a la conversación de los que estaban ahí reunidos y Aomine vio cómo su sonrisa se robaba varias miradas.

Siempre había sido así, desde que lo conoció. Todavía recordaba el primer día que llegó a Teiko y el gran revuelo que causó en todo el alumnado. El chico llamaba la atención por donde sea que fuera y es que su belleza era... extraordinaria.

—Así que tú eres el famoso modelo Ryouta Kise —Imayoshi lo miraba fijamente. El rubio asintió con la cabeza mientras bebía el contenido de su vaso.

Aomine tuvo que reprimir una risa ante este comentario. Esas habían sido las exactas palabras que él mismo le había dicho al modelo cuando lo vio por primera vez en los jardines de la Secundaria Teiko. Probablemente había puesto esa misma cara de idiota que su superior ahora.

—Tu polerón está muy lindo —Wakamatsu, que se sentaba en el sillón a la izquierda de Kise, decidió unirse a la conversación. Tomó una de las orejitas de conejo y la tiró con suavidad, provocando con este gesto la divertida risa de Kise.

—¡Gracias! Eres el primero en decirme eso… otros se rieron —Kise miró con odio fingido a la cumpleañera ubicada en un sillón contrario al suyo.

—¡No te creo! Pero si se te ve MUY bien —Wakamatsu siguió el juego.

—¡Verdad que sí!

—¡No fue por eso que me reí!… es que es extraño verte a ti usándolo, eso es todo —la pelirrosa se defendió.

—No te preocupes Kise, Momoi siempre es así con nosotros —mientras hablaba, Wakamatsu puso su mano en el hombro de Kise en un gesto que le quería decir que comprendía su sentir.   

—¡No! —Kise se tapó la boca con la mano en un gesto de exagerada impresión.

—Sí, es terrible —Wakamatsu movía la cabeza en un gesto victimizado.

—¡Ey! Hoy no está permitido burlarse de la cumpleañera —Satsuki los miró falsamente indignada.

Ambos chicos estallaron en risas al igual que los demás presentes. Gracias a ellos, ahora todos comenzaron a enumerar episodios en los que habían sufrido las burlas de la pelirrosa, provocando la risa de los muchachos y la indignación de Satsuki.

El único que parecía absorto de toda esa alegre dinámica, era Aomine. El moreno seguía en la misma posición, recostando el peso de su cuerpo contra la pared y apoyándose en una sola pierna. Para él no pasaron desapercibidas las miradas de su senpai a Kise. Wakamatsu no despegaba la mirada del As de Kaijo, quien contaba divertido la primera vez que él y Satsuki se conocieron. Aomine pudo reconocer un brillo diferente en los ojos de su senpai, uno que nunca había visto antes en él, pero que supo al instante qué significaba. Sintió cómo una rabia ciega lo consumió súbitamente.

Él era así: completamente pasional, no lo podía evitar. 

Con una mirada de real odio en el rostro, se encaminó hasta Kise y tomándolo de la mano, lo jaló con fuerza, haciendo que éste se levantara.

—Deja que me siente —Aomine se dejó caer pesadamente sobre el sillón.

—¿Eh?

El rubio lo miró enfadado, seguro de que el actuar del moreno era sólo con la intensión de molestarlo, comenzaba a girarse para buscar otro lugar donde sentarse cuando su brazo es nuevamente sostenido por Aomine y es utilizado para jalarlo esta vez hacia atrás, cayendo sentado sobre las piernas del moreno.

—¡Nunca dije que te fueras!

—¿Te sientes bien? —Kise giró el rostro para mirarlo a la cara, no podía negar que se sentía extrañado por aquella actitud. Pero el moreno no respondió, recostó el rostro en la palma de su mano y desvió la mirada.

—Yo te apoyo Kise… Aomine no suele ser así, tal vez está enfermo —Wakamatsu comentó sin ocultar su sarcasmo.

—¡Cállate idiota! —la afilada mirada azul profundo se fijó en los ojos de su superior.

—¡Ey! Tranquilicémonos, ok —Kise levantó ambas manos en son de paz, tratando de bajar la tensión en el ambiente.

—No te preocupes Kise, ya estoy acostumbrado a él —Wakamatsu decidió ignorar al moreno, para mirar con intensidad los dorados ojos del rubio.

Kise sólo pudo forzar una sonrisa.

—¿Y ustedes siempre son así… de cercanos? —Wakamatsu preguntó fingiendo desinterés.

—No realmente —Kise admitió encogiéndose de hombros.

—¡Cómo que no! —Aomine pareció descolocarse ante la respuesta del rubio y lo miró realmente enfadado— Y Tú ya para de mirar así a mi novio —ahora miró fijamente a su senpai.

—¿Novio? —el rostro de Wakamatsu se descolocó con esta noticia y no pudo ocultarlo.

Muy pocos de los demás invitados alcanzaron a darse cuenta del altercado vivido por los dos titulares de Touou, ya que todos estaban enfrascados en sus propias conversaciones. Aunque la pelea que se veía venir entre esos dos, amenazaba con arruinar por completo el cumpleaños de Satsuki. Menos mal que Akashi estaba ahí y parecía tener una solución para todo. Él fue el único en darse cuenta de lo que sucedía y poniéndose de pie hizo callar a todo el mundo, para proponer un brindis.

Un camarero vestido con smoking negro, contratado específicamente para la ocasión, llegó con una bandeja llena de finas copas de champagne que comenzó a servir a los jóvenes.  Kise se puso de pie respirando aliviado por la oportuna intervención de Akashi, pero pudo notar que tanto Aomine como Wakamatsu continuaban mirándose de manera amenazante.

—¡Por Satsuki! —Akashi levantó la copa con elegancia siendo seguido por todos los presentes, pero al continuar miró directamente a Aomine— Y que NADA interrumpa su felicidad esta noche.

El moreno a estas alturas ya estaba más que cabreado. Se bebió de un trago el burbujeante licor de su aflautado vaso, sintiendo cómo le picaba la garganta al pasar el líquido, pero prefería eso a mirar el rostro de su superior, que era peor que tragar ácido.

—¡Nosotros nos vamos!

La cortante intervención de Aomine hizo que todas las miradas se dirigieran a él, quien dejando el vaso sobre la mesita de centro, tomó a Kise de la mano y se marchó sin siquiera despedirse.

—¿Eh?... pero yo… acabo de llegar… —el rubio aun llevaba su vaso en la mano, el que tuvo que ser sostenido por Midorima.

—Adiós chicos —Satsuki se despidió divertida y otros más la imitaron luego de recuperarse de la extraña situación.

En el jardín de la casa, el rubio seguía siendo arrastrado por Aomine, el que mantenía un posesivo agarre sobre su muñeca. Pero de un momento a otro, frenó su caminar y se dio la vuelta para encararlo. Lo miró con ojos cargados de coraje para después plantarle un beso, lo que desconcertó un poco a Kise.

Sus dedos morenos se enredaban en las hebras doradas mientras le sostenía la cabeza con fuerza desmedida. Casi se sentía como un animal marcando territorio, pero necesitaba reclamar esa boca que sentía que le pertenecía sólo a él.

Cuando se separó de los dulces labios que ahora sabían a licor y lentamente abrió los ojos, se sorprendió de encontrarse con los dorados orbes muy abiertos ¿Desde cuándo Kise había comenzado a hacer eso? ¿Desde cuándo lo besaba con los ojos abiertos? Debió haber arrugado el ceño instintivamente y desvió la mirada, sólo para encontrarse con la desagradable silueta de Wakamatsu en el ventanal de la casa.

—Tu nuevo amiguito te está mirando, tal vez se quiere despedir —comentó burlón.

Kise giró el cuello para mirar hacia el ventanal y al ver de quien se trataba volvió la cabeza a su posición original con rapidez, arrugando levemente el ceño.

—Él no es de mi gusto personal.

—A sí… ¿Y cómo te gustan?

—Digamos que… más cretinos.

El rubio se subió el gorro del polerón y comenzó a caminar hacia la calle, pero antes de cruzar el jardín, se dio la vuelta para preguntar incrédulo, comprendiendo finalmente la actitud de Aomine.

—¿Por eso reaccionaste de esa manera? ¿Creíste que le coqueteaba a ese tipo?

—No. Sólo no me gusta que miren lo que es mío… Me oíste bien, lindo conejito —Aomine lo miró intensamente a los ojos mientras tiraba de una de las orejitas del polerón.

Kise rio incrédulo. No podía creer que Aomine tuviera la desfachatez de decirle eso después de que hace sólo minutos se estuviera besando con alguien más. Ignoró su comentario y siguió caminando hasta llegar a la angosta calle del barrio residencial en que vivía Momoi, siendo seguido de cerca por Aomine.

—¿Y a dónde vas de todas formas? —el moreno preguntó molesto.

—A buscar un taxi.

—Ando en mi motocicleta.

—¡Ni loco me subo ahí con este frío!

—¿Eres una nena o qué?

—Mejor caminemos a la calle principal —Kise respondió ignorándolo—, en esta calle residencial no va a pasar un taxi nunca.

Justo en ese instante un taxi dobló en la esquina en dirección hacia ellos. Kise al verlo, comenzó a correr hacia el vehículo, haciendo que las blancas orejitas de conejo se movieran acompasadamente al ritmo de su trote, causando una divertida risa en el moreno que corría tras él. Se subieron aun sin parar de reír al automóvil compartiendo un pequeño momento de relajo e intimidad que le pareció extraño a ambos, aunque ninguno dijo una palabra al respecto.

Lo cierto era que ninguno de los dos recordaba bien la última vez que se habían divertido tanto juntos. Últimamente su relación se había transformado en pelea tras pelea. En las quejas y el llanto de Kise y la indiferencia e insensibilidad de Aomine. Su relación se había transformado en un constante tira y afloja donde ninguno quería ceder terreno ni menos aún admitiría perder. Su relación se había transformado en una lucha de egos y orgullos.

Pero hoy Kise se veía particularmente relajado, tanto que por un segundo Aomine se dejó llevar por sus sentimientos y se permitió disfrutar de su compañía como lo hiciera cuando recién se conocieron. Hasta que esa pregunta salió de la boca del rubio cortando el aire.

—Aominecchi… ¿Tú crees en nosotros?

—¿Ah?

—¿Crees que nuestra relación se puede salvar?... porque yo no.

—¿De qué estás hablando?

Aomine giró el cuello hacia el rubio. Éste tenía la vista fija en la ciudad que se dejaba ver a través de la ventanilla del taxi, por lo que sólo podía ver el perfil de su rostro. Y aun así, le pareció que esa mirada dorada se veía apagada cuando pronunció estas últimas palabras.

—Esta relación se terminó, sólo que ni tú ni yo nos habíamos dado cuenta.

 

 

 

 

Notas finales:

Las espero en los comentarios =)

Besos!!!


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